AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Casas y fachadas (privado)
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Casas y fachadas (privado)
¿Cómo eran las casas? Se preguntaba cada vez que recorría las urbanizaciones de Paris. Hacía muchos años que dejó de tener una casa. Sitios donde dormir no le faltaban. Hoteles, posadas y alguna que otra mujer que había quedado viuda demasiado joven y cambiaba sexo por una cama. Pero, una casa a la que poder llamar hogar, Gerrit no había tenido desde que era pequeño y su hermano Henry estaba allí para cuidarle.
No cambiaría nada de lo que tenía por vivir en una de esas casas, pero, aun así, sentía curiosidad por cuál sería su papel de una de ellas. ¿Saldría temprano a trabajar en una de esas grandes fábricas de ropa y volvería cuando ya era demasiado tarde para que los niños estuvieran despiertos esperándoles? Muchos hombres de los que vivían en casas eran así. A Gerrit Nephgerd no le gustaba verse como uno de ellos; no tendría tiempo para él mismo. Luego, tenía otra opción, la que destacaba en aquella zona, en la cual el hombre bebía por las mañanas e iba de putas por las noches mientras la mujer lloraba por no poder alimentar a los críos. Esa era otra de las típicas imágenes que se veían día tras día por aquella zona de casas y otra que Gerrit rechazaba.
Se paró enfrente de una casa blanca con tejas de color café. Un hombre salía de la puerta a la vez que se ponía el sombrero de chistera. Dio una última y cómica despedida a la mujer que esperaba en el umbral de la puerta y se marchó pasando el cercado del jardín con una sonrisa. Una sonrisa que no era más auténtica que las monedas de los trileros. Gerrit creía conocer a ese tipo. Lo había visto en los burdeles más caros de la ciudad gastando más francos que nadie. Había días que, si estaba lo suficiente borracho, era capaz de invitar a todo el mundo con quien se encontrase a una copa de vino y una puta caliente.
¿Cómo eran las casas? Como la sonrisa de ese hombre. Pura fachada.
En comparación, Gerrit no vivía nada mal. Tenía lo que quería y cuando lo quería. No tenía que guardar las apariencias por nadie y nadie dependía de lo que hacía. Nadie lloraba esperándole, no se humillaba en malos empleos ni en malas costumbres.
El hombre, cuando salió de su cercado, se quedó mirando hacia Gerrit. Seguramente, por la cara de miedo que había puesto, él también le había reconocido. Parecía que hubiera visto a un fantasma y puede que lo era: Un fantasma de su mala vida como borracho y putero, un fantasma que, de querer podía derribar la fachada de su casa y de su vida de un solo soplido.
Si así eran todos los hombres que tenían un hogar, Gerrit daba gracias por no ser uno de ellos.
No cambiaría nada de lo que tenía por vivir en una de esas casas, pero, aun así, sentía curiosidad por cuál sería su papel de una de ellas. ¿Saldría temprano a trabajar en una de esas grandes fábricas de ropa y volvería cuando ya era demasiado tarde para que los niños estuvieran despiertos esperándoles? Muchos hombres de los que vivían en casas eran así. A Gerrit Nephgerd no le gustaba verse como uno de ellos; no tendría tiempo para él mismo. Luego, tenía otra opción, la que destacaba en aquella zona, en la cual el hombre bebía por las mañanas e iba de putas por las noches mientras la mujer lloraba por no poder alimentar a los críos. Esa era otra de las típicas imágenes que se veían día tras día por aquella zona de casas y otra que Gerrit rechazaba.
Se paró enfrente de una casa blanca con tejas de color café. Un hombre salía de la puerta a la vez que se ponía el sombrero de chistera. Dio una última y cómica despedida a la mujer que esperaba en el umbral de la puerta y se marchó pasando el cercado del jardín con una sonrisa. Una sonrisa que no era más auténtica que las monedas de los trileros. Gerrit creía conocer a ese tipo. Lo había visto en los burdeles más caros de la ciudad gastando más francos que nadie. Había días que, si estaba lo suficiente borracho, era capaz de invitar a todo el mundo con quien se encontrase a una copa de vino y una puta caliente.
¿Cómo eran las casas? Como la sonrisa de ese hombre. Pura fachada.
En comparación, Gerrit no vivía nada mal. Tenía lo que quería y cuando lo quería. No tenía que guardar las apariencias por nadie y nadie dependía de lo que hacía. Nadie lloraba esperándole, no se humillaba en malos empleos ni en malas costumbres.
El hombre, cuando salió de su cercado, se quedó mirando hacia Gerrit. Seguramente, por la cara de miedo que había puesto, él también le había reconocido. Parecía que hubiera visto a un fantasma y puede que lo era: Un fantasma de su mala vida como borracho y putero, un fantasma que, de querer podía derribar la fachada de su casa y de su vida de un solo soplido.
Si así eran todos los hombres que tenían un hogar, Gerrit daba gracias por no ser uno de ellos.
Re: Casas y fachadas (privado)
Los días pasaban aburridos entre toda la pompa que la rodeaba, nuevamente. En Italia, a pesar de lo sucedido con Bethlem, a pesar de la muerte de su padre, había habido un tiempo en que había sido más feliz que nunca. Alejada de la sobrecargada sociedad parisiense, había aprendido a llevar una vida más calma, más liberal, se había alejado de los problemas que conllevaba el tratar con gente de "clase alta".
Lo cierto es que nunca le había gustado tratar con las personas de dinero, solían tener tendencia a ser presuntuosas, maleducadas, falsas y creían tener un carisma del que carecían, había algunas excepciones, por supuesto, pero en la gran mayoría de casos, era así.
En esos días había comprendido que era más feliz sin tener que fingir, ser ella misma, la chica que no creía en la esclavitud, ni en la violencia gratuita, la que no se asustaba por un ratón, la que temía la oscuridad y lloraba cuando se sentía asustada. La misma que no falseaba sonrisas, que trataba bien a los demás, mientras los demás la tratasen bien a ella, la misma que se había enamorado por primera vez, ilusa ella, y había acabado con el corazón roto.
Esa mañana había salido a por partituras, le habían entrado ganas de tocar el violín nuevamente, pero las que ya tenía le traían demasiados recuerdos de sus días en Venecia, los había pasado entre besos, música, risas y... más cosas, si quería volver a tocar, y no perder lo que, debía reconocer, había mejorado en ese año, mejor sería practicar, pero no esas. Cada vez que miraba el estuche de su violín le picaba la piel, los brazos, el cuello, y los labios le cosquilleaban, pero ya no iba a tener las caricias ni los besos, podía tener los de otro, pero no los de quien quería.
Mientras caminaba camino hacia su casa por la calle de fachadas blancas y jardines verdes, se preguntaba como podía ser tan tremendamente estúpida de seguir enamorada de una persona que le había sido infiel. Era total, absoluta y completamente idiota, pero sabía que, en un buen tiempo, no podría aceptar que nadie más tuviera su corazón, ni parte alguna de su cuerpo.
Despistada como iba, tropezó sin querer con alguien, eso solía pasarle mucho últimamente, su cabeza se dedicaba a divagar demasiado entre Bethlem, la muerte de su padre y el comportamiento de su madre, debería comenzar a centrarse.
- Lo siento.- murmuró agachadose para recoger las partituras que se le habían caido, dando gracias por que fuera verano y, por eso, no soplase a penas viento y la calle estuviera seca. Esperaba que nadie viera que las partituras eran para violín, no estaba para nada bien visto que una mujer tocase otra cosa que no fuera el piano.
Lo cierto es que nunca le había gustado tratar con las personas de dinero, solían tener tendencia a ser presuntuosas, maleducadas, falsas y creían tener un carisma del que carecían, había algunas excepciones, por supuesto, pero en la gran mayoría de casos, era así.
En esos días había comprendido que era más feliz sin tener que fingir, ser ella misma, la chica que no creía en la esclavitud, ni en la violencia gratuita, la que no se asustaba por un ratón, la que temía la oscuridad y lloraba cuando se sentía asustada. La misma que no falseaba sonrisas, que trataba bien a los demás, mientras los demás la tratasen bien a ella, la misma que se había enamorado por primera vez, ilusa ella, y había acabado con el corazón roto.
Esa mañana había salido a por partituras, le habían entrado ganas de tocar el violín nuevamente, pero las que ya tenía le traían demasiados recuerdos de sus días en Venecia, los había pasado entre besos, música, risas y... más cosas, si quería volver a tocar, y no perder lo que, debía reconocer, había mejorado en ese año, mejor sería practicar, pero no esas. Cada vez que miraba el estuche de su violín le picaba la piel, los brazos, el cuello, y los labios le cosquilleaban, pero ya no iba a tener las caricias ni los besos, podía tener los de otro, pero no los de quien quería.
Mientras caminaba camino hacia su casa por la calle de fachadas blancas y jardines verdes, se preguntaba como podía ser tan tremendamente estúpida de seguir enamorada de una persona que le había sido infiel. Era total, absoluta y completamente idiota, pero sabía que, en un buen tiempo, no podría aceptar que nadie más tuviera su corazón, ni parte alguna de su cuerpo.
Despistada como iba, tropezó sin querer con alguien, eso solía pasarle mucho últimamente, su cabeza se dedicaba a divagar demasiado entre Bethlem, la muerte de su padre y el comportamiento de su madre, debería comenzar a centrarse.
- Lo siento.- murmuró agachadose para recoger las partituras que se le habían caido, dando gracias por que fuera verano y, por eso, no soplase a penas viento y la calle estuviera seca. Esperaba que nadie viera que las partituras eran para violín, no estaba para nada bien visto que una mujer tocase otra cosa que no fuera el piano.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
- Mensajes : 304
Fecha de inscripción : 16/04/2015
Localización : París/Francia
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Re: Casas y fachadas (privado)
El día comenzaba de nuevo, los tenues rayos de luz se filtraban por la ventana y ya comenzaban a posarse en mí rostro, me giré sin tener ganas de moverme de allí para que no me dieran en el ostro y dejé que los débiles rayos comenzaran a calentar mí espalda, y hubiera seguido en la cama mucho más rato de no ser porque algo, o más bien alguien, comenzó con quejidos lastimeros a subirse en la cama, tumbarse a mí lado y dejar su cabeza recostada contra mí cintura mientras sentía su mirada fija en mí. Evité reírme de la situación, pero no hacía más que intentar darme más pena con aquello y hasta me daba con su pata como si quisiera que me levantara ya. En cuanto oyó mí risa se puso a cuatro patas sobre la cama y me lamió el rostro, sabiendo que iba a sacarla por fin.
Quité a mí pastora belga de pelo negro encima de mí ya que era lo bastante grande y pesaba demasiado y decidí darme un baño antes de preparar todo, era mí día libre y quería pasarlo haciendo aquello que, de diario, no podría hacer. Me metí en la bañera con el agua templada y quizás me quedé allí más tiempo de lo que hubiera pensado, porque al salir pude ver mis dedos arrugados por estar tanto tiempo en el agua. Me vestí con un traje sencillo de un color que hacía resaltar el tono de mí piel y comencé a preparar el desayuno, normalmente, a estas horas estaría durmiendo… salía tan tarde del burdel que me levantaba también tarde, aunque eran pocos los días que terminaba más temprano.
Alessia seguramente ya habría salido así que solo quedábamos Isis y yo, quien me miraba desayunar y pidiéndome con la mirada que le diera algo de lo que había preparado, pero hoy no iba a ser su día de su suerte. Terminé todo y decidí salir a dar un paseo con ella, hacía buena mañana, se iba notando que nos acercábamos al verano porque el calor se podía notar cada vez más. Le puse la correa y salí de casa notando aquel ligero aire que era bien recibido, con el calor que hacía aquel día la poca brisa que corría aliviaba bastante. Me dirigí hacia un parque que había cerca de la zona residencial donde vivía, siempre solía ir ahí porque no era muy grande, era discreto e Isis podía correr con libertad.
Siempre llevaba cuando salía con ella una pelota que le lanzaba para que corriera, muchas veces no la sacaba a dar largos paseos por falta de tiempo, así que cada vez que podía le hacía correr para que gastara energías y pudiera jugar en libertad. Ni siquiera supe cuánto tiempo estuve jugando con ella, al final acabé sentada en la hierba con ella tumbada a mí lado, boca arriba, rascándole mientras ella casi se queda durmiendo. Pero ya era hora de regresar, quería hacer más cosas y aunque me hubiera gustado estar toda la mañana así era algo que no podía hacer.
A la vuelta a casa llevaba la correa en una mano y la pelota en la otra, siempre atenta a la pelota, iba tan ensimismada en mis pensamientos dejando que ella fuera la que guiara pues se sabía el camino a casa, que ni siquiera me di cuenta de que iba a chocar con alguien de no cambiar o apartarme un poco. Un choque, papeles cayendo por el suelo, y una disculpa. Cuando me di cuenta había chocado con una joven que ya estaba recogiendo las cosas del suelo, me agaché para ayudarle más bien sin fijarme en qué era lo que llevaba porque no me gustaba aquello, pese a lo curiosa que era, y la miré entregándole la última hoja.
-No te preocupes, ha sido culpa mía que no me he dado cuenta por dónde iba… siento haberte tirado los papeles –al chocarme la pelota se me había caído de la mano e Isis tiraba con fuerza para ir a cogerla, mientras yo la mantenía atada como podía. Finalmente pudo más que yo y se me escapó la correa de las manos, haciendo que mí perra fuera corriendo en busca de la pelota que iba calle abajo- ¡Isis! –El grito no sirvió para nada porque no me hizo caso alguno, miré a la joven- Siento haberte tirado las cosas, me llamo Naitiri –le sonreí mientras mí cabeza no dejaba de pensar en mí perra- Voy a por mí perra, ahora vuelvo –dejé allí a la pobre porque no quería que le pasara nada a mí perra y cuando se trataba de ir a por su juguete nada podía pararla. Al final me la encontré a unos pocos metros de donde yo estaba, con la pelota en la mano y a dos patas con sus patas delanteras apoyadas en el pecho de un hombre- ¡Isis! –Volví a gritarle de nuevo haciendo que se bajara y me acerqué para cogerla por la cadena, mirando que no hubiera manchado nada- Lo siento mucho, se me ha escapado la pelota y no he podido sujetarla –miré a mí perra de reojo, feliz con la pelota en su boca- Espero que no os haya causado ninguna molestia y no os haya manchado mucho –le pasé mí mano por donde estaban apoyadas sus huellas viendo que no le había manchado el traje, a lo que suspiré de forma baja- Me llamo Naitiri y bueno, ya conoces a Isis –me mordí el labio- ¿Vives por aquí cerca? Yo iba de camino hacia mí casa –comencé a andar de nuevo hasta llegar a donde había dejado a la joven- Disculpa que me fuera así, su juguete puede más con ella –reí entre dientes. Menuda mañana, y no había hecho más que comenzar, ¿qué más cosas me deparaba el día?
Quité a mí pastora belga de pelo negro encima de mí ya que era lo bastante grande y pesaba demasiado y decidí darme un baño antes de preparar todo, era mí día libre y quería pasarlo haciendo aquello que, de diario, no podría hacer. Me metí en la bañera con el agua templada y quizás me quedé allí más tiempo de lo que hubiera pensado, porque al salir pude ver mis dedos arrugados por estar tanto tiempo en el agua. Me vestí con un traje sencillo de un color que hacía resaltar el tono de mí piel y comencé a preparar el desayuno, normalmente, a estas horas estaría durmiendo… salía tan tarde del burdel que me levantaba también tarde, aunque eran pocos los días que terminaba más temprano.
Alessia seguramente ya habría salido así que solo quedábamos Isis y yo, quien me miraba desayunar y pidiéndome con la mirada que le diera algo de lo que había preparado, pero hoy no iba a ser su día de su suerte. Terminé todo y decidí salir a dar un paseo con ella, hacía buena mañana, se iba notando que nos acercábamos al verano porque el calor se podía notar cada vez más. Le puse la correa y salí de casa notando aquel ligero aire que era bien recibido, con el calor que hacía aquel día la poca brisa que corría aliviaba bastante. Me dirigí hacia un parque que había cerca de la zona residencial donde vivía, siempre solía ir ahí porque no era muy grande, era discreto e Isis podía correr con libertad.
Siempre llevaba cuando salía con ella una pelota que le lanzaba para que corriera, muchas veces no la sacaba a dar largos paseos por falta de tiempo, así que cada vez que podía le hacía correr para que gastara energías y pudiera jugar en libertad. Ni siquiera supe cuánto tiempo estuve jugando con ella, al final acabé sentada en la hierba con ella tumbada a mí lado, boca arriba, rascándole mientras ella casi se queda durmiendo. Pero ya era hora de regresar, quería hacer más cosas y aunque me hubiera gustado estar toda la mañana así era algo que no podía hacer.
A la vuelta a casa llevaba la correa en una mano y la pelota en la otra, siempre atenta a la pelota, iba tan ensimismada en mis pensamientos dejando que ella fuera la que guiara pues se sabía el camino a casa, que ni siquiera me di cuenta de que iba a chocar con alguien de no cambiar o apartarme un poco. Un choque, papeles cayendo por el suelo, y una disculpa. Cuando me di cuenta había chocado con una joven que ya estaba recogiendo las cosas del suelo, me agaché para ayudarle más bien sin fijarme en qué era lo que llevaba porque no me gustaba aquello, pese a lo curiosa que era, y la miré entregándole la última hoja.
-No te preocupes, ha sido culpa mía que no me he dado cuenta por dónde iba… siento haberte tirado los papeles –al chocarme la pelota se me había caído de la mano e Isis tiraba con fuerza para ir a cogerla, mientras yo la mantenía atada como podía. Finalmente pudo más que yo y se me escapó la correa de las manos, haciendo que mí perra fuera corriendo en busca de la pelota que iba calle abajo- ¡Isis! –El grito no sirvió para nada porque no me hizo caso alguno, miré a la joven- Siento haberte tirado las cosas, me llamo Naitiri –le sonreí mientras mí cabeza no dejaba de pensar en mí perra- Voy a por mí perra, ahora vuelvo –dejé allí a la pobre porque no quería que le pasara nada a mí perra y cuando se trataba de ir a por su juguete nada podía pararla. Al final me la encontré a unos pocos metros de donde yo estaba, con la pelota en la mano y a dos patas con sus patas delanteras apoyadas en el pecho de un hombre- ¡Isis! –Volví a gritarle de nuevo haciendo que se bajara y me acerqué para cogerla por la cadena, mirando que no hubiera manchado nada- Lo siento mucho, se me ha escapado la pelota y no he podido sujetarla –miré a mí perra de reojo, feliz con la pelota en su boca- Espero que no os haya causado ninguna molestia y no os haya manchado mucho –le pasé mí mano por donde estaban apoyadas sus huellas viendo que no le había manchado el traje, a lo que suspiré de forma baja- Me llamo Naitiri y bueno, ya conoces a Isis –me mordí el labio- ¿Vives por aquí cerca? Yo iba de camino hacia mí casa –comencé a andar de nuevo hasta llegar a donde había dejado a la joven- Disculpa que me fuera así, su juguete puede más con ella –reí entre dientes. Menuda mañana, y no había hecho más que comenzar, ¿qué más cosas me deparaba el día?
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Casas y fachadas (privado)
El primer choque fue obra de una chica bonita de piel suave y clara, corto cabello castaño, vestido rojo y labios carnosos. Sin duda, ella era del tipo de chicas que vivían por aquella zona. Aunque cualquier buena mujer de Francia tenía acceso a perfumes y cremas, solo las de la alta sociedad tenían las mejores fragancias a su disposición. Gerrit sabía distinguir a la perfección el olor de los diferentes perfumes, tenía un fino olfato y le daba un buen uso. Ésta chica, la que se tropezó, olía a lavanda. Quizás fuera su perfume de diario; Gerrit no estaba seguro pero, si estuviera en lo cierto, sería una prueba más de que la chica pertenecía a la alta sociedad. Otra fachada más.
Todos los papeles que ella lleva encima cayeron tras el choque. Gerrit reconoció casi inmediatamente que había en ellos. Para no reconocerlo, estaban escritos en el segundo idioma universal: La música. Gerrit sabía leer en francés casi tan bien como hablaba su lengua natal, eso no quería decir que, en ocasiones, no se tuviera que parar a releer una palabra o pensar el significado de otra. Con la música y las matemáticas (los dos idiomas universales) eso no pasaba. Podía entenderlos a la perfección estuviera en Austria, Italia, Francia o en la puta China. Siempre sería igual.
-Haces bien en sentirlo.- Dio la espalda a la chica mientras ella se quedó recogiendo las partituras del suelo y se despidió levantando la mano.
¿Cuántas veces alguien de la alta sociedad había tendido la mano para ayudar a cualquiera que no perteneciera a su círculo de amigos? Respuesta sencilla: Nunca. Aunque lo cortés y lo lógico hubiera sido quedarse con la chica del vestido rojo a recoger las partituras, Gerrit tenía en la cabeza los recuerdos de los humanos de las altas esferas practicando su propia “cortesía” con sus difuntos padres y su hermano Henry.
-Al Cesar lo que es del Cesar.- Murmuró una vez estuvo lo suficientemente lejos de la chica como para que no le pudiera escuchar.
Justo en ese momento fue cuando se produjo el segundo choque del día, por desgracia, éste no fue por obra de ninguna bonita chica sino de un enorme perro que echaba babas por la boca. El chucho se plantó encima de Gerrit, casi le tumbó cuando las grandes pezuñas del animal se posaron sobre su pecho. Si lo peor hubiera sido, tal vez, el hechicero no se hubiera molestado tanto como lo hizo. Sin embargo, el perro quiso ir más allá e incluso se atrevió a lamerle la cara a Gerrit y llenarle toda la mejilla derecha de sus babas pringosas.
Si la chica de piel morena no hubiera aparecido a tiempo, el perro, que al parecer respondía al nombre de Isis, se habría ganado una patada en el trasero.
Fue curioso ver a esa mujer por aquella zona. La gente de piel morena solo pasaban por barrios como ese si, detrás de ellos, había un señor con una correa. Irónicamente, como la chica y su perra Isis. Pues sí, como ella hablaba, al final resultó que el maldito chucho era una perra y no un perro. Mujeres, al final, todas, animales o personas, se lanzaban encima de Gerrit. Sonrió por esa broma que él mismo pensó para sus adentros.
-No demasiado,- Le contestó a la chica, que por cierto no tenía nada que envidiar a la primera, a la vez que sacaba un pañuelo de tela del bolsillo de su gabardina y se limpiaba las babas de la mejilla. – al menos nada que no se limpie.-
Era diferente a la primera chica, no solo era su piel, era la manera de hablar y de disculparse con todas las palabras de una disculpa y no un mero “lo siento”. Estaba convencido de que ella no pertenecía a la alta sociedad, al menos en Austria, una mujer con su tono de piel jamás lo sería. Eso, en cierto sentido, le permitía poder simpatizar con ella.
-Es un nombre muy bonito, los dos nombres lo son.- Lo último lo dijo mirando hacia la perra babosa pensando en lo irónico que resultaba que hubiera aparecido una Diosa Egipcia al mencionar al Cesar. - Mi nombre es Gerrit Nephgerd, mis amigos me llaman Neph.- Sin que se estuviera dando cuenta, los tres, las dos personas y el animal, comenzaron a caminar en dirección a la chica del vestido rojo mientras hablaban de sus cosas. - Se puede decir que sí, en un hotel a dos calles más abajo. Llevo pocas semanas en Paris, todavía no he encontrado un buen hogar ni un buen empleo. Quizás me puedas ayudar; recuerda que estoy marcado por las babas de tu amiga.- Lo último lo dijo con una sonrisa a la vez que volvía a brindar una mirada cómplice a la perra. -¿Y tú? Naitri. ¿Qué es de ti?-
La chica del vestido rojo no tardo en aparecer delante del camino, Gerrit la miró intentando disimular el desdén que sentía hacia los de su calaña.Por un segundo, se quedó de pie, sin decir nada y sin hacer nada ante la chica que, claramente, necesitaba ayuda con sus partituras.
-¿Necesitas ayuda?- Dijo finalmente a la chica del vestido rojo. Por supuesto, siguió sin ofrecérsela directamente.
Todos los papeles que ella lleva encima cayeron tras el choque. Gerrit reconoció casi inmediatamente que había en ellos. Para no reconocerlo, estaban escritos en el segundo idioma universal: La música. Gerrit sabía leer en francés casi tan bien como hablaba su lengua natal, eso no quería decir que, en ocasiones, no se tuviera que parar a releer una palabra o pensar el significado de otra. Con la música y las matemáticas (los dos idiomas universales) eso no pasaba. Podía entenderlos a la perfección estuviera en Austria, Italia, Francia o en la puta China. Siempre sería igual.
-Haces bien en sentirlo.- Dio la espalda a la chica mientras ella se quedó recogiendo las partituras del suelo y se despidió levantando la mano.
¿Cuántas veces alguien de la alta sociedad había tendido la mano para ayudar a cualquiera que no perteneciera a su círculo de amigos? Respuesta sencilla: Nunca. Aunque lo cortés y lo lógico hubiera sido quedarse con la chica del vestido rojo a recoger las partituras, Gerrit tenía en la cabeza los recuerdos de los humanos de las altas esferas practicando su propia “cortesía” con sus difuntos padres y su hermano Henry.
-Al Cesar lo que es del Cesar.- Murmuró una vez estuvo lo suficientemente lejos de la chica como para que no le pudiera escuchar.
Justo en ese momento fue cuando se produjo el segundo choque del día, por desgracia, éste no fue por obra de ninguna bonita chica sino de un enorme perro que echaba babas por la boca. El chucho se plantó encima de Gerrit, casi le tumbó cuando las grandes pezuñas del animal se posaron sobre su pecho. Si lo peor hubiera sido, tal vez, el hechicero no se hubiera molestado tanto como lo hizo. Sin embargo, el perro quiso ir más allá e incluso se atrevió a lamerle la cara a Gerrit y llenarle toda la mejilla derecha de sus babas pringosas.
Si la chica de piel morena no hubiera aparecido a tiempo, el perro, que al parecer respondía al nombre de Isis, se habría ganado una patada en el trasero.
Fue curioso ver a esa mujer por aquella zona. La gente de piel morena solo pasaban por barrios como ese si, detrás de ellos, había un señor con una correa. Irónicamente, como la chica y su perra Isis. Pues sí, como ella hablaba, al final resultó que el maldito chucho era una perra y no un perro. Mujeres, al final, todas, animales o personas, se lanzaban encima de Gerrit. Sonrió por esa broma que él mismo pensó para sus adentros.
-No demasiado,- Le contestó a la chica, que por cierto no tenía nada que envidiar a la primera, a la vez que sacaba un pañuelo de tela del bolsillo de su gabardina y se limpiaba las babas de la mejilla. – al menos nada que no se limpie.-
Era diferente a la primera chica, no solo era su piel, era la manera de hablar y de disculparse con todas las palabras de una disculpa y no un mero “lo siento”. Estaba convencido de que ella no pertenecía a la alta sociedad, al menos en Austria, una mujer con su tono de piel jamás lo sería. Eso, en cierto sentido, le permitía poder simpatizar con ella.
-Es un nombre muy bonito, los dos nombres lo son.- Lo último lo dijo mirando hacia la perra babosa pensando en lo irónico que resultaba que hubiera aparecido una Diosa Egipcia al mencionar al Cesar. - Mi nombre es Gerrit Nephgerd, mis amigos me llaman Neph.- Sin que se estuviera dando cuenta, los tres, las dos personas y el animal, comenzaron a caminar en dirección a la chica del vestido rojo mientras hablaban de sus cosas. - Se puede decir que sí, en un hotel a dos calles más abajo. Llevo pocas semanas en Paris, todavía no he encontrado un buen hogar ni un buen empleo. Quizás me puedas ayudar; recuerda que estoy marcado por las babas de tu amiga.- Lo último lo dijo con una sonrisa a la vez que volvía a brindar una mirada cómplice a la perra. -¿Y tú? Naitri. ¿Qué es de ti?-
La chica del vestido rojo no tardo en aparecer delante del camino, Gerrit la miró intentando disimular el desdén que sentía hacia los de su calaña.Por un segundo, se quedó de pie, sin decir nada y sin hacer nada ante la chica que, claramente, necesitaba ayuda con sus partituras.
-¿Necesitas ayuda?- Dijo finalmente a la chica del vestido rojo. Por supuesto, siguió sin ofrecérsela directamente.
- Spoiler >.<:
- Creo que según lo narró Bea, primero se chocó conmigo. Pero luego a ver que Naitri también se chocó con ella pues pensé que la pobre Bea se chocó dos veces. Normal, con ese avatar mi user también chocaría con ella constantemente Espero que no cause muchos malentendidos esto. Creo que es lo más justo para dar juego entre todos. >.<
Re: Casas y fachadas (privado)
El hombre, maleducado como él solo, altanero y con aires maliciosos, la ignoró sin dedicarle más que una mirada y una frase seca, dejándola clavada en el suelo, recogiendo sus partituras nuevas. Enfurruñada acabó de ponerlas, nuevamente, en sus brazos, y volvió a andar en dirección a su casa, quería probar alguno de los compases en alegro, sin embargo, nuevamente, alguien se interpuso y tropezó con ella.
Esta tuvo, al menos, la decencia de devolverle el lo siento, y parecía que habría a ayudado a recoger las partituras si su perro no hubiera salido disparado hacia el hombre que, momentos antes, había sido tan maleducado. La joven salió corriendo tras el perro, prometiéndole volver, pero en el momento en el que vio que el idiota de pelo rubio y la chica se encontraban tuvo claro que no volvería. La joven parecía babear por el maleducado.
Al final, pareció que algo de razón entró en la cabeza del hombre, que recordó una norma de caballerosidad, aunque a medias, y le ofreció ayuda, aunque no se molestó en agacharse para ayudarla a recoger las páginas. Girando los ojos, Beatrice compuso una sonrisa y negó.
- No, gracias, vuelva con la dama que parece que lo echa de menos.- dijo con doble sentido.
Beatrice lanzó un resoplido nada elegante y acabó de recoger los papeles con rapidez para, antes de que la volvieran a molestar, salir hacia su casa, se le habían pasado totalmente las ganas de tocar, y encima tendría que arreglar el orden de las partituras, pero al menos ya no estaba melancólica, solo furiosa por la mala educación de la gente que, esos días, paseaba por sus barrios.
Echaba de menos a los caballeros, no adinerados, simplemente, educados, como lo era su compositor, es decir, el compositor. Aun le costaba cambiar su modo de pensar sobre el joven a pesar de todo los sucedido, pero él era el mejor ejemplo de que no tener dinero no era excusa para ser un idiota, igual que ser rico no era excusa para tratar a los demás mal. Pero había gente que no entendía lo que quería decir la educación, y la chica había tenido la mala suerte de encontrarse con dos.
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Off: Salgo, que os veo con ganas de tener rollete y parece que voy a molestar xD Ya rolearemos n.n
Esta tuvo, al menos, la decencia de devolverle el lo siento, y parecía que habría a ayudado a recoger las partituras si su perro no hubiera salido disparado hacia el hombre que, momentos antes, había sido tan maleducado. La joven salió corriendo tras el perro, prometiéndole volver, pero en el momento en el que vio que el idiota de pelo rubio y la chica se encontraban tuvo claro que no volvería. La joven parecía babear por el maleducado.
Al final, pareció que algo de razón entró en la cabeza del hombre, que recordó una norma de caballerosidad, aunque a medias, y le ofreció ayuda, aunque no se molestó en agacharse para ayudarla a recoger las páginas. Girando los ojos, Beatrice compuso una sonrisa y negó.
- No, gracias, vuelva con la dama que parece que lo echa de menos.- dijo con doble sentido.
Beatrice lanzó un resoplido nada elegante y acabó de recoger los papeles con rapidez para, antes de que la volvieran a molestar, salir hacia su casa, se le habían pasado totalmente las ganas de tocar, y encima tendría que arreglar el orden de las partituras, pero al menos ya no estaba melancólica, solo furiosa por la mala educación de la gente que, esos días, paseaba por sus barrios.
Echaba de menos a los caballeros, no adinerados, simplemente, educados, como lo era su compositor, es decir, el compositor. Aun le costaba cambiar su modo de pensar sobre el joven a pesar de todo los sucedido, pero él era el mejor ejemplo de que no tener dinero no era excusa para ser un idiota, igual que ser rico no era excusa para tratar a los demás mal. Pero había gente que no entendía lo que quería decir la educación, y la chica había tenido la mala suerte de encontrarse con dos.
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Off: Salgo, que os veo con ganas de tener rollete y parece que voy a molestar xD Ya rolearemos n.n
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/04/2015
Localización : París/Francia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Casas y fachadas (privado)
Aquella mañana había empezado mal, primero me había chocado con una joven a la que le había tirado sus partituras al suelo, porque aunque no quise mirar demasiado no pude evitar ver que aquellas hojas que recogía del suelo eran partituras llenas de música, aunque no me fijé mucho más que aquello que simplemente se podía ver a simple vista. Después como si aquello no fuera poco, mí perra Isis había decidido ir por libre e ir detrás de la pelota que se me había caído con el choque. Con lo grande que era y la fuerza que tenía había sido muy lógico, incluso hasta predecible, que consiguiera soltarse de mí agarre e ir en busca de su juguete favorito cuando salíamos de paseo.
Me tuve que disculpar ante aquella joven cuando la ayudé a recoger las hojas del suelo, fijándome en que era también joven igual que yo, su vestido rojo me hacía ver que podría ser de alta clase y más si vivía por esta zona, sus ojos me miraban como si quisieran decirme algo pero no llegué a comprender ni entender su mensaje. Y la tuve que dejar, pese a que era algo descortés por mí parte, porque mí preocupación iba más entorno a poder encontrar a Isis… si la perdía jamás me iba a perdonármelo, mucho menos si le pasaba algo por mí culpa.
Finalmente logré encontrarla calle abajo con sus patas subidas sobre el pecho de un hombre, feliz y contenta por llevar su pelota en la boca, la llamé con un grito para que se bajara de aquel hombre y la cogí con fuerza de la cadena para que no volviera a escaparse de nuevo… aunque seguramente no lo haría, ya que su pelota estaba en su boca y eso parecía que la hacía muy feliz. Negué con la cabeza unos segundos mirando a mí perra y luego miré al hombre que tenía delante de mí. Era un poco más alto que yo, llevaba un traje de color oscuro en el cual por suerte para mí no se notaban demasiado las huellas de mí perra al haberse subido encima. Su pelo rubio lo llevaba hacia atrás, sus ojos azul-verdosos me miraban de forma fija y luego miró por unos segundos a mí perra, una barba que seguramente llevase de apenas unos días, labios sensuales y carnosos y mirada fija y penetrante. Lo vi sacar un pañuelo del bolsillo de su gabardina y me mordí el labio al ver que se limpiaba la mejilla y decía aquellas palabras… Maldita fuera mí perra mil veces, ¿le había lamido la cara?
-¡Isis! –mí perra me miró, con la pelota en su boca, sin saber por qué la estaba llamando y con una expresión de felicidad absoluta al tener a su juguete a buen recaudo. Le había lamido la mejilla y, al menos, se lo estaba tomando con humor- Perdona a mí perra, es muy cariñosa y siento que te haya lamido la mejilla… al menos es algo bastante pasajero –me mordí el labio y agradecí que, en parte, no me dijera nada sobre tener mayor control de mí mascota o cualquier otra tontería que seguramente otro me hubiera soltado de estar en su situación. Por si acaso sacudí allí donde habían estado sus patas y comprobé que no se había manchado. Lo miré cuando dijo que ambos nombres eran bonitos y le sonreí de forma sincera, algo más tranquila al saber que no se lo tomaba a mal aquel incidente que había pasado- Gracias –lo miré de forma algo fija y vi cómo miraba a mí perra unos segundos- Encantada Gerrit… Neph –dije no sabiendo si llamarle por su nombre o por su apellido de forma abreviada como me había dicho él- A mí puedes llamarme Naitiri, o Nai si lo prefieres –era como mayormente me llamaban aquellos que quería y consideraba parte de mí familia, así como mí círculo más cercano.
Comenzamos a andar de nuevo volviendo sobre mis pasos mientras yo le preguntaba si vivía por allí cerca ya que estaba por la zona, cogiendo la cadena con fuerza para que no se volviera a escapar Isis de nuevo que iba tranquilamente andando junto a mí a mí mismo paso. Sabía del hotel que me estaba hablando, y como bien decía, estaba a pocas calles más abajo y eso lo dejaba cerca de mí casa, que vivía un par de calles más arriba. Le miré de reojo cuando dijo aquello y me reí ante la mención de la parte de las babas, algo que había sido muy cierto.
-¿Y qué podría hacer yo para ayudarte a ti? –pregunté enarcando una ceja porque lo acababa de conocer y ni siquiera sabía más de él que su nombre y que se alojaba en el hotel cercano- Mí amiga es más efusiva que yo y creo que le has gustado, al menos, lo suficiente como para querer marcarte con sus babas –reí entre dientes por aquello e hice una leve pausa cuando fue él quien preguntó- Pues… vivo un par de calles más arriba, llevo en París bastante años con lo cual ya la considero mí casa –aunque siempre había pensado en volver un día a Egipto- Y… bueno, creo que es suficiente información por el momento –le sonreí de manera divertida ya que no solía contar mucho de mí de buenas a primeras, cuando llegamos de nuevo hasta donde estaba la chica de antes- Hola –le sonreí ya más tranquila y enarqué una ceja ante el comportamiento de ambos cuando estuvimos los tres juntos, daba la sensación de que aquellos dos se conocían por cómo se trataban… él le había ofrecido ayuda y ella, sin embargo, la había rechazado y me había metido a mí por el medio. ¿Qué yo lo echaba de menos? Sin duda alguna aquella joven ni siquiera me conocía, la había ayudado cuando me choqué con ella y fui a por mí perra algo lógico que hubiera echo cualquier persona. No dije nada, me quedé callada puesto que me daba igual lo que pensara aquella joven, le dijera que estaba equivocada o no era algo que no le haría cambiar de opinión, observé cómo se alejaba de forma aireada y miré a mí acompañante, sin entender nada de lo que había pasado- ¿Os conocíais? –Me daba rabia que me hubiera metido en medio cuando yo no estaba haciendo nada, y odiaba a la gente que me prejuzgaba sin saber absolutamente nada de mí.
Me tuve que disculpar ante aquella joven cuando la ayudé a recoger las hojas del suelo, fijándome en que era también joven igual que yo, su vestido rojo me hacía ver que podría ser de alta clase y más si vivía por esta zona, sus ojos me miraban como si quisieran decirme algo pero no llegué a comprender ni entender su mensaje. Y la tuve que dejar, pese a que era algo descortés por mí parte, porque mí preocupación iba más entorno a poder encontrar a Isis… si la perdía jamás me iba a perdonármelo, mucho menos si le pasaba algo por mí culpa.
Finalmente logré encontrarla calle abajo con sus patas subidas sobre el pecho de un hombre, feliz y contenta por llevar su pelota en la boca, la llamé con un grito para que se bajara de aquel hombre y la cogí con fuerza de la cadena para que no volviera a escaparse de nuevo… aunque seguramente no lo haría, ya que su pelota estaba en su boca y eso parecía que la hacía muy feliz. Negué con la cabeza unos segundos mirando a mí perra y luego miré al hombre que tenía delante de mí. Era un poco más alto que yo, llevaba un traje de color oscuro en el cual por suerte para mí no se notaban demasiado las huellas de mí perra al haberse subido encima. Su pelo rubio lo llevaba hacia atrás, sus ojos azul-verdosos me miraban de forma fija y luego miró por unos segundos a mí perra, una barba que seguramente llevase de apenas unos días, labios sensuales y carnosos y mirada fija y penetrante. Lo vi sacar un pañuelo del bolsillo de su gabardina y me mordí el labio al ver que se limpiaba la mejilla y decía aquellas palabras… Maldita fuera mí perra mil veces, ¿le había lamido la cara?
-¡Isis! –mí perra me miró, con la pelota en su boca, sin saber por qué la estaba llamando y con una expresión de felicidad absoluta al tener a su juguete a buen recaudo. Le había lamido la mejilla y, al menos, se lo estaba tomando con humor- Perdona a mí perra, es muy cariñosa y siento que te haya lamido la mejilla… al menos es algo bastante pasajero –me mordí el labio y agradecí que, en parte, no me dijera nada sobre tener mayor control de mí mascota o cualquier otra tontería que seguramente otro me hubiera soltado de estar en su situación. Por si acaso sacudí allí donde habían estado sus patas y comprobé que no se había manchado. Lo miré cuando dijo que ambos nombres eran bonitos y le sonreí de forma sincera, algo más tranquila al saber que no se lo tomaba a mal aquel incidente que había pasado- Gracias –lo miré de forma algo fija y vi cómo miraba a mí perra unos segundos- Encantada Gerrit… Neph –dije no sabiendo si llamarle por su nombre o por su apellido de forma abreviada como me había dicho él- A mí puedes llamarme Naitiri, o Nai si lo prefieres –era como mayormente me llamaban aquellos que quería y consideraba parte de mí familia, así como mí círculo más cercano.
Comenzamos a andar de nuevo volviendo sobre mis pasos mientras yo le preguntaba si vivía por allí cerca ya que estaba por la zona, cogiendo la cadena con fuerza para que no se volviera a escapar Isis de nuevo que iba tranquilamente andando junto a mí a mí mismo paso. Sabía del hotel que me estaba hablando, y como bien decía, estaba a pocas calles más abajo y eso lo dejaba cerca de mí casa, que vivía un par de calles más arriba. Le miré de reojo cuando dijo aquello y me reí ante la mención de la parte de las babas, algo que había sido muy cierto.
-¿Y qué podría hacer yo para ayudarte a ti? –pregunté enarcando una ceja porque lo acababa de conocer y ni siquiera sabía más de él que su nombre y que se alojaba en el hotel cercano- Mí amiga es más efusiva que yo y creo que le has gustado, al menos, lo suficiente como para querer marcarte con sus babas –reí entre dientes por aquello e hice una leve pausa cuando fue él quien preguntó- Pues… vivo un par de calles más arriba, llevo en París bastante años con lo cual ya la considero mí casa –aunque siempre había pensado en volver un día a Egipto- Y… bueno, creo que es suficiente información por el momento –le sonreí de manera divertida ya que no solía contar mucho de mí de buenas a primeras, cuando llegamos de nuevo hasta donde estaba la chica de antes- Hola –le sonreí ya más tranquila y enarqué una ceja ante el comportamiento de ambos cuando estuvimos los tres juntos, daba la sensación de que aquellos dos se conocían por cómo se trataban… él le había ofrecido ayuda y ella, sin embargo, la había rechazado y me había metido a mí por el medio. ¿Qué yo lo echaba de menos? Sin duda alguna aquella joven ni siquiera me conocía, la había ayudado cuando me choqué con ella y fui a por mí perra algo lógico que hubiera echo cualquier persona. No dije nada, me quedé callada puesto que me daba igual lo que pensara aquella joven, le dijera que estaba equivocada o no era algo que no le haría cambiar de opinión, observé cómo se alejaba de forma aireada y miré a mí acompañante, sin entender nada de lo que había pasado- ¿Os conocíais? –Me daba rabia que me hubiera metido en medio cuando yo no estaba haciendo nada, y odiaba a la gente que me prejuzgaba sin saber absolutamente nada de mí.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Casas y fachadas (privado)
La propuesta de Gerrit quedó sin contestarse, al menos no con palabras. La sonrisa de Naitri, o Nai como prefería que la llamasen, era suficiente para decir que le había hecho gracia que la perra, Isis, le lamiera toda la cara y que el hechicero, a cambio, le estuviera pidiendo que le ayudase a conocer un poco mejor Paris. Había tantas cosas que hacer y tantos lugares que visitar en la ciudad de las luces que el hechicero se perdía con mucha facilidad. Todavía se estaba acostumbrando al idioma y al cambio de aire. No le vendría nada mal que alguien le echase una mano. Y si ese “alguien” se trataba de una chica agradable y guapa como lo era Nai, la ayuda sería mucho más agradecida.
-Suficiente información de momento.- Repitió con cierto tono de incredulidad. - Eres una chica, misteriosa, me gusta.- Dijo a la vez que inclinaba ligeramente la cabeza hacia el lado derecho de su cabeza a la vez subía los hombros en gesto que significaba que le daba igual cuánto de su vida le contase. Sintió curiosidad por la chica, no todos los días se podía ver una chica de color café dueña de un perro. –Si lo llego a saber no te habría contado tanto sobre mí.- Su tono sarcástico y su sonrisa era muestra suficiente para saber que no lo dijo por maldad sino por hacer burla a Nai y que volviera a sonreír como lo hubo hecho cuando mencionó las asquerosas babas de la perra.
Delante de la hermosa chica de la piel color café y del hechicero quedó la chica del vestido rojo, la sin nombre de la clase alta. Rechazó, con cierta malicia, la oferta de Gerrit y terminó de recoger las partituras del suelo.
Una parte del hechicero sabía que la chica del vestido rojo había intentado ser educada y apartarse del medio para no molestar. La otra parte, la más arraigada de su ser, se imaginaba a la chica riéndose mientras les daba la espalda con aires de superioridad; igual que lo haría todas las mujeres de su clase. Pura fachada. La cortesía y la educación eran los mantos con los que ocultaban sus mentiras y su orgullo. Un “no, gracias” en la cara y una puñalada en la espalda. Típico de los humanos.
Gerrit decidió olvidarse de la chica del vestido rojo y centrarse a Nai. Ella también era humana, al menos lo parecía (después de haber sabido la existencias de otras razas Gerrit dudaba de casi todo el mundo a quien no cogiese tiria desde un principio). Las dos humanas y las dos tan diferentes; todo por un color de piel.
-Para nada.- Contestó con cierta frialdad. - No tengo ni la menos idea de quién. Una chica rica de la zona. Supongo.- No quería seguir hablando de la chica del vestido, por lo que, en cuanto vio la ocasión cambió de tema.- ¿Y qué es eso de que me echabas de menos?- Su tono de voz cambió completamente de la frialdad y el rencor a la sarcasmo y la burla. - No entiendo a lo que se refería la chica con eso.- Mentí, sí lo entendía pero quería que fuera ella quien lo dijera.
-Suficiente información de momento.- Repitió con cierto tono de incredulidad. - Eres una chica, misteriosa, me gusta.- Dijo a la vez que inclinaba ligeramente la cabeza hacia el lado derecho de su cabeza a la vez subía los hombros en gesto que significaba que le daba igual cuánto de su vida le contase. Sintió curiosidad por la chica, no todos los días se podía ver una chica de color café dueña de un perro. –Si lo llego a saber no te habría contado tanto sobre mí.- Su tono sarcástico y su sonrisa era muestra suficiente para saber que no lo dijo por maldad sino por hacer burla a Nai y que volviera a sonreír como lo hubo hecho cuando mencionó las asquerosas babas de la perra.
Delante de la hermosa chica de la piel color café y del hechicero quedó la chica del vestido rojo, la sin nombre de la clase alta. Rechazó, con cierta malicia, la oferta de Gerrit y terminó de recoger las partituras del suelo.
Una parte del hechicero sabía que la chica del vestido rojo había intentado ser educada y apartarse del medio para no molestar. La otra parte, la más arraigada de su ser, se imaginaba a la chica riéndose mientras les daba la espalda con aires de superioridad; igual que lo haría todas las mujeres de su clase. Pura fachada. La cortesía y la educación eran los mantos con los que ocultaban sus mentiras y su orgullo. Un “no, gracias” en la cara y una puñalada en la espalda. Típico de los humanos.
Gerrit decidió olvidarse de la chica del vestido rojo y centrarse a Nai. Ella también era humana, al menos lo parecía (después de haber sabido la existencias de otras razas Gerrit dudaba de casi todo el mundo a quien no cogiese tiria desde un principio). Las dos humanas y las dos tan diferentes; todo por un color de piel.
-Para nada.- Contestó con cierta frialdad. - No tengo ni la menos idea de quién. Una chica rica de la zona. Supongo.- No quería seguir hablando de la chica del vestido, por lo que, en cuanto vio la ocasión cambió de tema.- ¿Y qué es eso de que me echabas de menos?- Su tono de voz cambió completamente de la frialdad y el rencor a la sarcasmo y la burla. - No entiendo a lo que se refería la chica con eso.- Mentí, sí lo entendía pero quería que fuera ella quien lo dijera.
Re: Casas y fachadas (privado)
Reí divertida ante la repetición de mis palabras de que ya era suficiente información por el momento, era cierto que él me había dicho alguna que otra cosa más, pero no tenía por costumbre contar muchas cosas de mí sin conocer de nada a la persona. En cuanto a mí pasado era una mujer muy reservada y prefería no tocar ese tema, hasta que me dieran la confianza suficiente como para hacerlo. Solamente había contado mí pasado, el de verdad, a una sola persona y sentí cierto alivio… pero aún podía notar que la herida todavía estaba abierta y hablar de ello era lo que menos me apetecía en aquel momento. Las cosas salían cuando debían de salir, no se tenían por qué forzar porque entonces… yo más me cerraba en banda.
Le sonreí e hice un movimiento con una de mis manos mientras encogía los hombros ante la mención de que era misteriosa, como si le hubiera dicho “así soy yo”, aunque pensaba que mantener el misterio era mucho más divertido a contarlo todo de golpe. Así la otra persona podía ir conociendo cosas de ti poco a poco y podría llevarse alguna sorpresa, para bien o para mal, pero que finalmente acabaría descubriendo las cosas por sí misma y para mí era mucho mejor que si me lo decían todo. Aunque mí lado curioso siempre salía a flote y quería saberlo todo, era algo que no podía evitar.
-Mantener el misterio creo que es mucho mejor a decir toda la información, aunque tú tampoco es que me hayas dicho mucha… Neph –le dije mientras seguíamos andando- Apenas me has contado algo sobre ti, aún hay muchas cosas que me puedes contar si no quieres seguir mí ejemplo y mantener el secreto… claro que, si haces eso, estarías copiando mí forma de hacer las cosas y no serías tú –lo miré algo seria durante unos segundos pero luego me reí sin poder contener la risa, negando con la cabeza divertida- Lo siento, me ha parecido demasiado divertido y me lo habías puesto muy fácil –le sonreí algo más tranquila ya hasta llegar a donde estaba la otra joven con la que me había chocado. No sabía por qué pero aquellos dos parecía que se conocieran de antes, al menos, era la impresión que daba. La chica se fue soltando aquello que me hizo enarcar una ceja y soltar una leve risa irónica, porque ni ella misma se lo creía. Apenas conocía de nada a ninguno de los dos y ella ya me estaba juzgando, diciendo cosas que no tenían ningún sentido, y dándome a entender que quizá fuera ella la que realmente quisiera la atención de Neph, y por eso había soltado todo aquello- ¿De verdad que no os conocéis? –volví a preguntar porque su explicación no me había sonado muy convincente y porque había demasiado… rencor, o rabia, entre esos dos como para haberse conocido de aquella vez.
Miré por donde se alejaba aquella mujer con sus partituras en la mano y me mordí el labio durante unos leves segundos, si era de la zona sería relativamente nueva porque jamás la había visto por el vecindario… no es que conociera a todos y cada uno de ellos, pero sí que me sonaban casi todos y a ella era la primera vez que la veía. Mis ojos se posaron de nuevo sobre aquel hombre con el que mí perra se había tropezado esa mañana y me reí entre dientes por aquello, ¿estaba flirteando conmigo? Aún tenía la correa de Isis cogida con fuerza y estaba convencido de que sabía perfectamente, como lo sabía yo, qué era lo que aquella joven había querido insinuar.
-No lo sé –me encogí brevemente de hombros; una porque realmente aquella joven no tenía ningún fundamento para decir aquello, y dos; porque me parecía de los gracioso y divertido lo siguiente que iba a hacer a continuación- Será por que ha visto que mí perra te miraba con ojos de cachorrito, de manera muy fija, y habrá pensado que quizá quiere lamerte de nuevo la mejilla -bajé mí vista hacia mí perra, que estaba sentada, y con la pelota delante de ella entre sus patas mientras miraba hacia Neph como si estuviera esperando a que le lanzara la pelota- ¿Tú qué dices, Isis? –Pregunté a mí perra que me miró al llamarla por su nombre- ¿Quieres volver a lamerle la mejilla? –Mí perra ladró y comenzó a mover la cola en señal afirmativa, y me reí por aquello pensando que si me estaba entendiendo realmente… era la mejor perra de todas al seguirme el juego de esa manera. Subí mí vista a Neph y me reí sin poder evitarlo acariciando la cabeza de Isis- Creo que mí perra ha hablado; quiere darte otro de sus… babosos besos –la perra se levantó pero no hizo nada, se quedó quieta mientras yo la seguía acariciando y me mordí el labio por aquello- ¡Es broma! Creo que lo que quiere realmente es que le tiren la pelota otra vez –reí levemente- No puedo echarle de menos cuando todavía no os conozco lo suficiente… más adelante, quizá, ¿quién sabe? –lo miré de forma fija y lancé un suspiro- ¿Te apetece tomar algo? Tengo la mañana libre y quizás así puedas sacar más información de mí –le sonreí de manera divertida y seguí andando por aquella calle para llegar hasta mí casa, aún quedaba un poco para llegar.
Le sonreí e hice un movimiento con una de mis manos mientras encogía los hombros ante la mención de que era misteriosa, como si le hubiera dicho “así soy yo”, aunque pensaba que mantener el misterio era mucho más divertido a contarlo todo de golpe. Así la otra persona podía ir conociendo cosas de ti poco a poco y podría llevarse alguna sorpresa, para bien o para mal, pero que finalmente acabaría descubriendo las cosas por sí misma y para mí era mucho mejor que si me lo decían todo. Aunque mí lado curioso siempre salía a flote y quería saberlo todo, era algo que no podía evitar.
-Mantener el misterio creo que es mucho mejor a decir toda la información, aunque tú tampoco es que me hayas dicho mucha… Neph –le dije mientras seguíamos andando- Apenas me has contado algo sobre ti, aún hay muchas cosas que me puedes contar si no quieres seguir mí ejemplo y mantener el secreto… claro que, si haces eso, estarías copiando mí forma de hacer las cosas y no serías tú –lo miré algo seria durante unos segundos pero luego me reí sin poder contener la risa, negando con la cabeza divertida- Lo siento, me ha parecido demasiado divertido y me lo habías puesto muy fácil –le sonreí algo más tranquila ya hasta llegar a donde estaba la otra joven con la que me había chocado. No sabía por qué pero aquellos dos parecía que se conocieran de antes, al menos, era la impresión que daba. La chica se fue soltando aquello que me hizo enarcar una ceja y soltar una leve risa irónica, porque ni ella misma se lo creía. Apenas conocía de nada a ninguno de los dos y ella ya me estaba juzgando, diciendo cosas que no tenían ningún sentido, y dándome a entender que quizá fuera ella la que realmente quisiera la atención de Neph, y por eso había soltado todo aquello- ¿De verdad que no os conocéis? –volví a preguntar porque su explicación no me había sonado muy convincente y porque había demasiado… rencor, o rabia, entre esos dos como para haberse conocido de aquella vez.
Miré por donde se alejaba aquella mujer con sus partituras en la mano y me mordí el labio durante unos leves segundos, si era de la zona sería relativamente nueva porque jamás la había visto por el vecindario… no es que conociera a todos y cada uno de ellos, pero sí que me sonaban casi todos y a ella era la primera vez que la veía. Mis ojos se posaron de nuevo sobre aquel hombre con el que mí perra se había tropezado esa mañana y me reí entre dientes por aquello, ¿estaba flirteando conmigo? Aún tenía la correa de Isis cogida con fuerza y estaba convencido de que sabía perfectamente, como lo sabía yo, qué era lo que aquella joven había querido insinuar.
-No lo sé –me encogí brevemente de hombros; una porque realmente aquella joven no tenía ningún fundamento para decir aquello, y dos; porque me parecía de los gracioso y divertido lo siguiente que iba a hacer a continuación- Será por que ha visto que mí perra te miraba con ojos de cachorrito, de manera muy fija, y habrá pensado que quizá quiere lamerte de nuevo la mejilla -bajé mí vista hacia mí perra, que estaba sentada, y con la pelota delante de ella entre sus patas mientras miraba hacia Neph como si estuviera esperando a que le lanzara la pelota- ¿Tú qué dices, Isis? –Pregunté a mí perra que me miró al llamarla por su nombre- ¿Quieres volver a lamerle la mejilla? –Mí perra ladró y comenzó a mover la cola en señal afirmativa, y me reí por aquello pensando que si me estaba entendiendo realmente… era la mejor perra de todas al seguirme el juego de esa manera. Subí mí vista a Neph y me reí sin poder evitarlo acariciando la cabeza de Isis- Creo que mí perra ha hablado; quiere darte otro de sus… babosos besos –la perra se levantó pero no hizo nada, se quedó quieta mientras yo la seguía acariciando y me mordí el labio por aquello- ¡Es broma! Creo que lo que quiere realmente es que le tiren la pelota otra vez –reí levemente- No puedo echarle de menos cuando todavía no os conozco lo suficiente… más adelante, quizá, ¿quién sabe? –lo miré de forma fija y lancé un suspiro- ¿Te apetece tomar algo? Tengo la mañana libre y quizás así puedas sacar más información de mí –le sonreí de manera divertida y seguí andando por aquella calle para llegar hasta mí casa, aún quedaba un poco para llegar.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Casas y fachadas (privado)
-Entonces, diga lo que diga, ¿me tienes atrapado?- Contestó Gerrit Nephgerd con una pequeña sonrisa mezcla entre la vergüenza por haber perdido a lo que fuera que estuviera Naitiri con él y la gracia que le producía escuchar a la chica hablar. Pronto, la sonrisa pasó a ser una risa y ésta se mezcló con la de Nai quien no dejaba de reír por lo que había dicho. -Tú siéntelo que ésta te la devolveré.- No fue una amenaza sino una broma, el marcado tono burlón de su voz así lo demostraba.
Una parte de él estaba molesto. La chica le había ganado en un juego que él mismo había empezado sin haberse dado cuenta. Fue Gerrit quien, como dijo Nai, empezó a dar una información escasa y genérica de lo que hacía por en Paris. La chica, cuando llegó su turno de habla, hizo lo mismo que el hechicero. ¿Podía recriminárselo? Obviamente no. ¿Y lo hizo? Sí. Le recriminó por algo que él mismo había hecho minutos antes y ella aprovechó esa baza para vencer a Gerrit en ese extraño juego. Motivos por estar furioso y molesto con Naitiri no le faltaban. Se estaba burlando de él. Sin embargo, había otra parte de Gerrit, la que se veía por fuera, que se estaba riendo con la chica de piel morena. Tenía que reconocerlo, resultaba divertido escucharla parlotear y reír con ella. Por alguna razón que todavía no acababa de comprender, le gustaba esa chica. Por lo menos, le divertía y eso ya era mucho más de lo que hacían las típicas niñatas sin cerebro francesas que se veían por las calles parisinas.
Naitiri pareció incrédula, no se creía que Gerrit no conociera a la chica del vestido rojo. Volvió a preguntar, por segunda vez, si conocía a la torpe de las partituras de algo. El hechicero, también por segunda vez, se encogió de hombros y negó con la cabeza. Ni la había visto antes ni sabía qué fue lo que quiso decir con su última frase al despedirse. ¿Por qué Nai le tendría que echar de menos? A Gerrit solo se le ocurrió un motivo por el cual una chica le pudiera echar en falta y ese era que estuviera se estuviera insinuando con él. Eso explicaría la risa nerviosa y el no parar de hablar. Aun así, deshizo la idea tan pronto como se le ocurrió. La chica del vestido rojo no había escuchado a Naitiri reírse y ni tampoco divagar con sus juegos de palabras.
Gerrit vio la cara que puso Nai al ver marcharse a la joven de las partituras. Se mordió el labio y, por un momento, pareció algo crispada, o quizás confusa. ¿En qué estaría pensando? Gerrit podría usar sus habilidades para saberlo. Solo tenía que decir una palabra y tendría las puertas de la mente de Naitiri abiertas de par en par. Solo tenía que decir una palabra y toda la diversión que le había ofrecido hasta el momento desaparecería. Sí, podría ganar todos los juegos de palabras, y sería tan aburrido como ver cómo se iba la chica del vestido rojo.
Issis, la perra, se unió a la burla de su ama. Movía el rabo y asentía con la cabeza al mismo tiempo que mostraba toda la saliva que guardaba en su boca. Saliva con la cual invitaba a Gerrit a darle otro lametón en la mejilla. Naititi estaba disfrutando con eso. Aunque quisiera, no podía disimularlo. Una y otra vez, continuaba moviendo la pelota de su perra de lado a lado, siempre señalando hacia el hechicero, mientras se reía y bromeaba sobre el beso baboso que Issis le había dado hacia escasos minutos a Gerrit. Debió de ser muy divertido para ella, tanto como haberle ganado en aquel juego de palabras.
Se fijó que Naitiri se volvió a morder los labios antes de explicar que toda era una broma. Alfred Werner, un viejo y sabio hechicero de los Ojos Carmesí, le dijo una vez que los gestos más importantes, esos por los cuales podía conocer a una persona, eran los de la boca: Humedecerse los labios, mordérselos, apretar el uno contra el otro… “Cada mueca tenía su importancia y, en cada persona, era diferente”. Aquello fue lo que le dijo Werner y en aquello pensaba mientras observaba a la chica y a su perra.
¿Qué significaba el morderse los labios? No lo entendía y se sentía estúpido por ello. Tan estúpido como se sintió al saber que Nai le había vencido. Gerrit, miró fijamente durante unos pocos segundos directamente hacia los ojos de Naitiri. Qué fácil hubiera sido ahora controlarla a su voluntad, pero más fácil era lo que estaba decidido a hacer.
Cogió a la chica de piel morena por la cintura cuando más despistada estaba y la atrajo hacia él, una vez hecho, le pegó un lametón, un beso baboso, en la mejilla como venganza de lo que le había hecho Issis.
-Lo siento, me ha parecido divertido y me lo has puesto muy fácil.- Dijo imitando palabra por palabra lo que la chica le había dicho. Jugarreta devuelta, ya estaban en paz. - Ahora los dos, estamos marcados por un “beso baboso”.- Por un momento, Gerrit se imaginó a Issis poniéndose a cuatro patas y lamiéndole la otra mejilla de su ama, la que no estaba recubierta por babas marca Neph. La idea le produjo una gran carcajada. Cuando terminó de reír volvió a hablar con un tono mucho más relajado que en un principio. Haber baboseado a Naitiri, en cierto modo, le había calmado. - Suena tentador.- Barajó las opciones pero nada parecía más entretenido que pasar un rato con Naitiri. - Será un placer sacarte toda la información que pueda.-
Una parte de él estaba molesto. La chica le había ganado en un juego que él mismo había empezado sin haberse dado cuenta. Fue Gerrit quien, como dijo Nai, empezó a dar una información escasa y genérica de lo que hacía por en Paris. La chica, cuando llegó su turno de habla, hizo lo mismo que el hechicero. ¿Podía recriminárselo? Obviamente no. ¿Y lo hizo? Sí. Le recriminó por algo que él mismo había hecho minutos antes y ella aprovechó esa baza para vencer a Gerrit en ese extraño juego. Motivos por estar furioso y molesto con Naitiri no le faltaban. Se estaba burlando de él. Sin embargo, había otra parte de Gerrit, la que se veía por fuera, que se estaba riendo con la chica de piel morena. Tenía que reconocerlo, resultaba divertido escucharla parlotear y reír con ella. Por alguna razón que todavía no acababa de comprender, le gustaba esa chica. Por lo menos, le divertía y eso ya era mucho más de lo que hacían las típicas niñatas sin cerebro francesas que se veían por las calles parisinas.
Naitiri pareció incrédula, no se creía que Gerrit no conociera a la chica del vestido rojo. Volvió a preguntar, por segunda vez, si conocía a la torpe de las partituras de algo. El hechicero, también por segunda vez, se encogió de hombros y negó con la cabeza. Ni la había visto antes ni sabía qué fue lo que quiso decir con su última frase al despedirse. ¿Por qué Nai le tendría que echar de menos? A Gerrit solo se le ocurrió un motivo por el cual una chica le pudiera echar en falta y ese era que estuviera se estuviera insinuando con él. Eso explicaría la risa nerviosa y el no parar de hablar. Aun así, deshizo la idea tan pronto como se le ocurrió. La chica del vestido rojo no había escuchado a Naitiri reírse y ni tampoco divagar con sus juegos de palabras.
Gerrit vio la cara que puso Nai al ver marcharse a la joven de las partituras. Se mordió el labio y, por un momento, pareció algo crispada, o quizás confusa. ¿En qué estaría pensando? Gerrit podría usar sus habilidades para saberlo. Solo tenía que decir una palabra y tendría las puertas de la mente de Naitiri abiertas de par en par. Solo tenía que decir una palabra y toda la diversión que le había ofrecido hasta el momento desaparecería. Sí, podría ganar todos los juegos de palabras, y sería tan aburrido como ver cómo se iba la chica del vestido rojo.
Issis, la perra, se unió a la burla de su ama. Movía el rabo y asentía con la cabeza al mismo tiempo que mostraba toda la saliva que guardaba en su boca. Saliva con la cual invitaba a Gerrit a darle otro lametón en la mejilla. Naititi estaba disfrutando con eso. Aunque quisiera, no podía disimularlo. Una y otra vez, continuaba moviendo la pelota de su perra de lado a lado, siempre señalando hacia el hechicero, mientras se reía y bromeaba sobre el beso baboso que Issis le había dado hacia escasos minutos a Gerrit. Debió de ser muy divertido para ella, tanto como haberle ganado en aquel juego de palabras.
Se fijó que Naitiri se volvió a morder los labios antes de explicar que toda era una broma. Alfred Werner, un viejo y sabio hechicero de los Ojos Carmesí, le dijo una vez que los gestos más importantes, esos por los cuales podía conocer a una persona, eran los de la boca: Humedecerse los labios, mordérselos, apretar el uno contra el otro… “Cada mueca tenía su importancia y, en cada persona, era diferente”. Aquello fue lo que le dijo Werner y en aquello pensaba mientras observaba a la chica y a su perra.
¿Qué significaba el morderse los labios? No lo entendía y se sentía estúpido por ello. Tan estúpido como se sintió al saber que Nai le había vencido. Gerrit, miró fijamente durante unos pocos segundos directamente hacia los ojos de Naitiri. Qué fácil hubiera sido ahora controlarla a su voluntad, pero más fácil era lo que estaba decidido a hacer.
Cogió a la chica de piel morena por la cintura cuando más despistada estaba y la atrajo hacia él, una vez hecho, le pegó un lametón, un beso baboso, en la mejilla como venganza de lo que le había hecho Issis.
-Lo siento, me ha parecido divertido y me lo has puesto muy fácil.- Dijo imitando palabra por palabra lo que la chica le había dicho. Jugarreta devuelta, ya estaban en paz. - Ahora los dos, estamos marcados por un “beso baboso”.- Por un momento, Gerrit se imaginó a Issis poniéndose a cuatro patas y lamiéndole la otra mejilla de su ama, la que no estaba recubierta por babas marca Neph. La idea le produjo una gran carcajada. Cuando terminó de reír volvió a hablar con un tono mucho más relajado que en un principio. Haber baboseado a Naitiri, en cierto modo, le había calmado. - Suena tentador.- Barajó las opciones pero nada parecía más entretenido que pasar un rato con Naitiri. - Será un placer sacarte toda la información que pueda.-
Re: Casas y fachadas (privado)
Aún seguía sin creerme del todo que aquellos dos no se conocieran, pero era la segunda vez que le pregunta y era la segunda vez que él me decía que no tenía nada que ver con aquella mujer. Me pareció de lo más maleducado la forma en la que tuvo de dirigirse a mí cuando había sido yo quien la había ayudado a recoger sus partituras, y no entendí por qué había soltado aquella frase sobre mí cuando no siquiera había pasado cinco minutos conmigo. Odiaba que la gente se tomara aquellas libertades como si fueran los dueños de todo y fueran los más listos del lugar, como si ella realmente me conociera desde tiempo y supiera y conociera cada uno de mis gestos. Si hubiera sido así, se habría dado cuenta de que había errado por mucho.
Suspiré porque por desgracia, con gente como esa, tenía que lidiar a menudo. No podía soportar ese tipo de gente que miraba por encima del hombro como si fueran amos y señores, ya había pasado mí tiempo de ser esclava de alguien y me prometí que nadie volvería a mirarme de aquella forma. Solamente yo era mí dueña y no consentía que nadie pensara lo contrario. Negué con la cabeza olvidándome de aquella mujer y centrarme en el hombre que tenía delante. ¿Quizás lo había dicho, porque quisiera ella tener su atención? Si era así no tenía problema alguno, habría seguido mí camino y los hubiera dejado a ambos para ver cómo se apañaban.
Sonreí de lado tras sus palabras de que lo tenía atrapado y me reí levemente negando con la cabeza, ¿qué le hacía pensar que era así? Quizás porque ¿había ganado aquel pequeño asalto? Tan sólo había hecho lo mismo que momentos antes él había hecho: no decir absolutamente más que lo necesario. Con lo que aquello se resumía en más bien poco. Él no me había dado muchos detalles y yo tampoco lo había hecho, pero realmente, no era una mujer que fuera contando sus cosas a la primera persona que se le cruzaba por la calle. En ciertos temas era muy reservado e incluso hasta que no adquiría cierta confianza no solía contar muchas cosas sobre mí.
-Es posible que te tenga atrapado, creo que puedo darme por vencedora en este asalto –reí entre dientes por aquello, y me reí aún más cuando dijo que lo sintiera y que me lo devolvería- Oh, estaré atenta para el siguiente asalto a ver si puedo mantener mí historial impecable de derrotas –sí, me lo estaba pasando bien con aquello. Se veía que él tampoco era un hombre que dijera mucho de él de buenas a primeras, por lo que ambos tendríamos que esforzarnos si queríamos saber o sonsacar algo de la otra persona. Podría ser hasta interesante, a ver quién era quien cedía primero. Noté que por aquello no estaba incomodo y parecía hasta divertido como lo estaba yo en aquel momento, por lo que me despreocupé bastante y disfruté con aquello, quién sabía si la próxima volvería a ganar de nuevo.
Lo siguiente fue también de los más divertido, parecía que mí perra Isis estuviera de acuerdo conmigo en las cosas que iba diciendo, y en parte, era porque tenía en mis manos la pelota que ella solía utilizar para jugar cuando íbamos de paseo, y la movía como si estuviera afirmando con la cabeza, al tiempo que nos mostraba su lengua y movía el rabo. Era una situación de lo más cómica y divertida, parecía que realmente mí perra quisiera darle de nuevo otro lametón a Gerrith en su rostro y yo estaba disfrutando con aquello de lo lindo. Si mí perra se hubiera levantado, yendo a por la pelota, y hubiera acabado apoyando sus patas de nuevo en su pecho y acabando por darle otro lametón… mí risa habría sido de lo más descontrolada.
No habría podido parar de reír aunque supiera que aquello mí perra no debería de hacerlo, pero sería tan gracioso que no habría podido controlar mí risa ni aunque hubiera podido hacerlo. Incluso, en mí fuera interno, estaba deseando que aquello pasara para poder ver cómo le daba otro lametón y rezaba porque fuera en la otra mejilla, así se iba con un beso doble que él jamás se habría esperado aquel día cuando se cruzó con mí perra. Sentí la mirada fija de él sobre mí y, por un momento, hasta sentí que me estaba pasando con aquello y me mordí el labio. Sí, mí perra lo había hecho sin mala intención y yo de alguna forma la estaba incitando a que lo hiciera de nuevo… quizás por eso me miraba de forma tan fija, porque no quería recibir otro beso de mí perra y lo entendía. Podría estar pasándome con aquello aunque yo lo encontraba como una gracia y una broma. A pesar de que le dije que, lo único que ella quería, era su pelota.
Lo que no esperé, para nada, fue lo que ocurrió a continuación. En uno de esos momentos en los que estaba divagando sobre si estaba haciendo bien en continuar o no la broma, sentí que él estaba más cerca de mí y con rapidez estiró su brazo hasta donde estaba yo y me cogió por la cintura, pegando un tirón que hizo que quedara mucho más cerca de él. ¿Qué era lo que tenía en mente? Ni siquiera me había dado tiempo a reaccionar, solo sabía que lo tenía justo enfrente de mí, con su cuerpo casi pegado al mío, sus ojos azules puestos en los míos color miel, su cercanía tan próxima que no supe lo que iba o pretendía hacer. El olor que desprendía inundando mis sentidos y… tan rápido como me había cogido de la cintura, sentí su lengua deslizarse por mí mejilla dejando un rastro tras de sí como había hecho mí perra con él.
Abrí mis ojos por la sorpresa cuando se separó porque, de todas las cosas, aquello era lo que menos me había esperado y… me reí. Comencé a reírme por aquello sintiendo todavía el rastro de su lengua por la mejilla mientras negaba con la cabeza. Había repetido palabra por palabra lo que había dicho yo y me resultó de lo más gracioso. Lejos de enfadarme me reí viendo como él se reía conmigo por lo que había hecho, saqué un pañuelo para limpiar mientras mí perra nos miraba con cara de que no entendía de qué nos reíamos y lo que pasaba, así que solté la pelota que cogió al vuelo mientras yo terminaba de limpiar.
-Mí enhorabuena, señor Gerrith, me ha sorprendido usted. Espero que con este… beso –dije, riéndome tras haberme limpiado- estemos en paz. Vayamos a dejar a Isis, luego podremos tomar algo –le hice un gesto a mí perra con la cabeza- Espero que le haya sabido bien mientras me besaba –reí por aquello y seguimos andando hasta llegar a la puerta de mí casa, le hice una seña para que esperara en la entrada y abrí la puerta de la casa, solté la correa y dejé un beso en su cabeza cerrando la puerta y dejándola dentro. Me giré y fui en dirección hacia aquel hombre parándome justo enfrente de él, preguntándome dónde sería el mejor lugar para tomar algo- Y bien, ¿qué es lo que le apetece tomar? Así puedo llevarle a uno u otro sitio, depende de lo que quieras –hice una leve pausa y sonreí de lado- Eso de sacarme información… -reí entre dientes- suena como a un reto, y debo decirle, señor Nephgerd, que adoro los retos –esperé a que dijera qué era lo que quería tomar para tomar un camino u otro.
Suspiré porque por desgracia, con gente como esa, tenía que lidiar a menudo. No podía soportar ese tipo de gente que miraba por encima del hombro como si fueran amos y señores, ya había pasado mí tiempo de ser esclava de alguien y me prometí que nadie volvería a mirarme de aquella forma. Solamente yo era mí dueña y no consentía que nadie pensara lo contrario. Negué con la cabeza olvidándome de aquella mujer y centrarme en el hombre que tenía delante. ¿Quizás lo había dicho, porque quisiera ella tener su atención? Si era así no tenía problema alguno, habría seguido mí camino y los hubiera dejado a ambos para ver cómo se apañaban.
Sonreí de lado tras sus palabras de que lo tenía atrapado y me reí levemente negando con la cabeza, ¿qué le hacía pensar que era así? Quizás porque ¿había ganado aquel pequeño asalto? Tan sólo había hecho lo mismo que momentos antes él había hecho: no decir absolutamente más que lo necesario. Con lo que aquello se resumía en más bien poco. Él no me había dado muchos detalles y yo tampoco lo había hecho, pero realmente, no era una mujer que fuera contando sus cosas a la primera persona que se le cruzaba por la calle. En ciertos temas era muy reservado e incluso hasta que no adquiría cierta confianza no solía contar muchas cosas sobre mí.
-Es posible que te tenga atrapado, creo que puedo darme por vencedora en este asalto –reí entre dientes por aquello, y me reí aún más cuando dijo que lo sintiera y que me lo devolvería- Oh, estaré atenta para el siguiente asalto a ver si puedo mantener mí historial impecable de derrotas –sí, me lo estaba pasando bien con aquello. Se veía que él tampoco era un hombre que dijera mucho de él de buenas a primeras, por lo que ambos tendríamos que esforzarnos si queríamos saber o sonsacar algo de la otra persona. Podría ser hasta interesante, a ver quién era quien cedía primero. Noté que por aquello no estaba incomodo y parecía hasta divertido como lo estaba yo en aquel momento, por lo que me despreocupé bastante y disfruté con aquello, quién sabía si la próxima volvería a ganar de nuevo.
Lo siguiente fue también de los más divertido, parecía que mí perra Isis estuviera de acuerdo conmigo en las cosas que iba diciendo, y en parte, era porque tenía en mis manos la pelota que ella solía utilizar para jugar cuando íbamos de paseo, y la movía como si estuviera afirmando con la cabeza, al tiempo que nos mostraba su lengua y movía el rabo. Era una situación de lo más cómica y divertida, parecía que realmente mí perra quisiera darle de nuevo otro lametón a Gerrith en su rostro y yo estaba disfrutando con aquello de lo lindo. Si mí perra se hubiera levantado, yendo a por la pelota, y hubiera acabado apoyando sus patas de nuevo en su pecho y acabando por darle otro lametón… mí risa habría sido de lo más descontrolada.
No habría podido parar de reír aunque supiera que aquello mí perra no debería de hacerlo, pero sería tan gracioso que no habría podido controlar mí risa ni aunque hubiera podido hacerlo. Incluso, en mí fuera interno, estaba deseando que aquello pasara para poder ver cómo le daba otro lametón y rezaba porque fuera en la otra mejilla, así se iba con un beso doble que él jamás se habría esperado aquel día cuando se cruzó con mí perra. Sentí la mirada fija de él sobre mí y, por un momento, hasta sentí que me estaba pasando con aquello y me mordí el labio. Sí, mí perra lo había hecho sin mala intención y yo de alguna forma la estaba incitando a que lo hiciera de nuevo… quizás por eso me miraba de forma tan fija, porque no quería recibir otro beso de mí perra y lo entendía. Podría estar pasándome con aquello aunque yo lo encontraba como una gracia y una broma. A pesar de que le dije que, lo único que ella quería, era su pelota.
Lo que no esperé, para nada, fue lo que ocurrió a continuación. En uno de esos momentos en los que estaba divagando sobre si estaba haciendo bien en continuar o no la broma, sentí que él estaba más cerca de mí y con rapidez estiró su brazo hasta donde estaba yo y me cogió por la cintura, pegando un tirón que hizo que quedara mucho más cerca de él. ¿Qué era lo que tenía en mente? Ni siquiera me había dado tiempo a reaccionar, solo sabía que lo tenía justo enfrente de mí, con su cuerpo casi pegado al mío, sus ojos azules puestos en los míos color miel, su cercanía tan próxima que no supe lo que iba o pretendía hacer. El olor que desprendía inundando mis sentidos y… tan rápido como me había cogido de la cintura, sentí su lengua deslizarse por mí mejilla dejando un rastro tras de sí como había hecho mí perra con él.
Abrí mis ojos por la sorpresa cuando se separó porque, de todas las cosas, aquello era lo que menos me había esperado y… me reí. Comencé a reírme por aquello sintiendo todavía el rastro de su lengua por la mejilla mientras negaba con la cabeza. Había repetido palabra por palabra lo que había dicho yo y me resultó de lo más gracioso. Lejos de enfadarme me reí viendo como él se reía conmigo por lo que había hecho, saqué un pañuelo para limpiar mientras mí perra nos miraba con cara de que no entendía de qué nos reíamos y lo que pasaba, así que solté la pelota que cogió al vuelo mientras yo terminaba de limpiar.
-Mí enhorabuena, señor Gerrith, me ha sorprendido usted. Espero que con este… beso –dije, riéndome tras haberme limpiado- estemos en paz. Vayamos a dejar a Isis, luego podremos tomar algo –le hice un gesto a mí perra con la cabeza- Espero que le haya sabido bien mientras me besaba –reí por aquello y seguimos andando hasta llegar a la puerta de mí casa, le hice una seña para que esperara en la entrada y abrí la puerta de la casa, solté la correa y dejé un beso en su cabeza cerrando la puerta y dejándola dentro. Me giré y fui en dirección hacia aquel hombre parándome justo enfrente de él, preguntándome dónde sería el mejor lugar para tomar algo- Y bien, ¿qué es lo que le apetece tomar? Así puedo llevarle a uno u otro sitio, depende de lo que quieras –hice una leve pausa y sonreí de lado- Eso de sacarme información… -reí entre dientes- suena como a un reto, y debo decirle, señor Nephgerd, que adoro los retos –esperé a que dijera qué era lo que quería tomar para tomar un camino u otro.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Casas y fachadas (privado)
El día prometía ser interesante. Había empezado mal, con una torpe chica de clase alta con las pintas de ser más fachada que casa. El clásico arquetipo de mujer que se podía encontrar por los barrios altos de Francia: Bien vestida, perfume elegante y una mirada por encima del hombro para todo aquel que se encontrase por su camino. Por norma general, Gerrit tenía la costumbre de alejarse de ese tipo de mujeres. Eran desagradables. Hablaban más de ellas mismas y de los triunfos de su familia que de otra cosa más inteligente. “Mi padre es el dueño de dos fabricas del norte y cuatro de sur, tenemos tres viviendas en París, Barcelona y Roma, quince cuadros de los mejores pintores españoles y veintiocho de pintores franceses…” Conversaciones como esa, si es que se le podía llamar a eso una conversación”, había tenido que aguantar muchas. No las soportaba. Si se hubiera quedado a ayudar a la chica del vestido rojo, el arquetipo de mujer de clase alta, estaba destinado a tener que soportar otra de esas charlas sin sentido. Por fortuna, la maleducada chica del vestido rojo se fue y en su lugar apareció Naitiri, una mujer de color que si tenía que presumir lo hacía de las supuestas victorias que había logrado con Gerrit; aunque fuera algo tan simple como decir un par de juegos de palabras o hacer que su perra le lamiese la cara.
Con un leve gesto afirmativo con la cabeza, Gerrit aceptó a que Naitiri se pudiera sentir orgullosa por su racha de victorias. Que disfrutase mientras podía; la mirada de Gerrit decía, por sí misma, que le iba a devolver la jugada de tal manera que la que se fuera a estar atrapada entra la espalda y la pared, o mejor dicho, entre las palabras e Issis, sería ella. El hechicero, inconscientemente, movió las pupilas de los ojos en semicírculo como si quiera decir: “Venga, inténtalo”.
-¿No sabes que quién ríe el último ríe mejor?- dijo Gerrit Nephgerd siguiéndole la broma a Nai-Dame unas horas y veremos cómo queda ese famoso historial de derrotas que tienes – debía reconocerlo, le hizo gracia aquello de “historial de derrotas”. En cuanto tuviera ocasión se lo repetiría a Naitiri; mejor todavía, lo haría siempre que pusiera una nueva muesca en el historial de derrotas, cosa que era algo inevitable.
No eran pocas las ocasiones en las que había estallado de ira cuando alguien le hacía una mala jugarreta para dejarle en evidencia. Odiaba perder y odiaba todavía más que alguien se lo restregase en la cara. Aun así, eso no le impedía poder divertirse también en la derrota. Con alguien tan risueño como Nai, era casi imposible no reír. La risa de la chica contagiosa, hasta la babosa que tenía por perra se había contagiado. Gerrit llegó a pensar que si, por casualidad, volviera a aparecer al chica del vestido rojo, ésta también se contagiaría de la risa de Naitiri. Y luego de dejarla reír durante unos segundos, el hechicero la cogería del cuello y le pediría “amablemente” explicaciones sobre lo que había querido decir. Contra más vueltas daba a la última frase de la chica del vestido rojo, más seguro estaba que lo había dicho como una ofensa. ¿Y a quién estaba dirigida la ofensa? Eso no lo sabía, por algo quería pedir explicaciones.
De vez en cuando, mientras paseaban, Gerrit dirigía una mirada hacia la perra y otra hacia las manos de Naitiri. Issis caminaba con las patas traseras flexionadas como si en un momento a otro fuera a saltar de nuevo hacia la cara del hechicero o hacia la pelota que Nai movía de un lado a otro pero cada vez más cerca de su cara. Un orden por parte de la chica y tendría otra vez la mejilla llena de babas de perra.
Entonces llegó la muy esperada venganza de Gerrit. Aprovechó la oportunidad, Nai estaba distraída jugando con la pelota de la perra. Podía cogerla antes de que se diera cuenta y lamerle la mejilla de igual manera y con el mismo énfasis que Issis había hecho antes. Un beso baboso y una muesca en el historial de derrotas de la chica.
Otra chica, quizás la del vestido rojo, en la misma situación hubiera apartado a Gerrit de un empujón en el mismo momento en que su lenguaje se apoyase en la mejilla de la chica. Naitiri, sin embargo, no parecía enfadada y si lo estaba, lo sabía disimular muy bien. Después de negar repetidas veces con la cabeza, contestó al beso baboso de Gerrit con su característica risa contagiosa. Se reía tanto que Nai tuvo que sacar un pañuelo del bolsillo para secarse las lágrimas.
No lo pudo resistir, lo intentó durante unos pocos segundos pero la risa de la chica tenía más poder que cualquiera de los hechizos que conocía. Gerrit se río con Naitiri. Primero, con una leve sonrisa socarrona que decía “he ganado” y, luego, con una risa en toda regla. Cualquiera que viera a los dos reír de aquella manera, tres contando a la perra, pensaría que eran unos dementes que se habían escapado de algún loquero.
Sin dejar de reír, Nai habló. El beso baboso parecía haberle dejado sin defensas pues dijo que iban a dejar a Issis a su casa. Lo de dejar a la perra sonaba tan bien como conocer dónde vivía la chica. ¿Sería en una casa o en una fachada? Un misterio menos que resolver y un paso más cerca de cambiar las tornas de la batalla de risas, palabras y besos babosos que libraban.
-Lo cierto es que sí, tienes muy buen sabor.- contestó a la chica con una risa cada vez más apagada- Quizás repita más adelante. Me he quedado con ganas de más- no era una amenaza, más bien era una broma más a sumar a todas las demás bromas que se hacían mutuamente. Fue por la broma que era y por la confianza que había cogido de repente con Naitiri que no tuvo vergüenza a pasar la punta de la lengua por el labio superior después de haberla amenazado. ¿Qué hubiera pensado la chica del vestido rojo si le hubiera hecho aquel mismo gesto? Seguramente, se lo hubiera tomado como si el hechicero estuviera pensado en llevársela a la cama y no como la broma que era.
Siguieron caminando y llegaron hasta una casa de la zona. A simple vista, Gerrit no supo determinar si era casa o fachada. Era muy similar a las otras casas de la zona. Lo único que la diferenciaba del resto es que una chica de tez morena era la propietaria y no la sirvienta.
Con la cabeza, el hechicero hizo un gesto de asentimiento cuando Nai le pidió que esperase en el porche mientras ella dejaba a Issis dentro de la casa. A Gerrit no le importó, contra más lejos estuviera de la perra y de sus besos mejor para él.
Naitiri no tardó mucho en volver. Lo suficiente teniendo en cuenta el tamaño de su perra y lo difícil que era controlarla. Ese tiempo que había estado sin la risa de la chica había servido para poder recuperar su apariencia serena que acostumbraba a tener. Solo una pequeña sonrisa se mostraba en sus labios como recuerdo de todo lo que había estado riendo.
-Sorprende,- dijo Gerrit cuando Nai le preguntó qué le apetecía tomar- se me ocurre una idea: Vayamos donde vayamos, pediré, exactamente, lo que tú elijas. - ese era un buen truco, no solo podía conocer los gustos de la chica sino que, además, ella no podía conocer los suyos –parece que tenemos más en común de lo que creí. A mí también me gustan los retos- a esta frase le siguió una buena sonrisa socarrona- sobre todo si los gano.-
Con un leve gesto afirmativo con la cabeza, Gerrit aceptó a que Naitiri se pudiera sentir orgullosa por su racha de victorias. Que disfrutase mientras podía; la mirada de Gerrit decía, por sí misma, que le iba a devolver la jugada de tal manera que la que se fuera a estar atrapada entra la espalda y la pared, o mejor dicho, entre las palabras e Issis, sería ella. El hechicero, inconscientemente, movió las pupilas de los ojos en semicírculo como si quiera decir: “Venga, inténtalo”.
-¿No sabes que quién ríe el último ríe mejor?- dijo Gerrit Nephgerd siguiéndole la broma a Nai-Dame unas horas y veremos cómo queda ese famoso historial de derrotas que tienes – debía reconocerlo, le hizo gracia aquello de “historial de derrotas”. En cuanto tuviera ocasión se lo repetiría a Naitiri; mejor todavía, lo haría siempre que pusiera una nueva muesca en el historial de derrotas, cosa que era algo inevitable.
No eran pocas las ocasiones en las que había estallado de ira cuando alguien le hacía una mala jugarreta para dejarle en evidencia. Odiaba perder y odiaba todavía más que alguien se lo restregase en la cara. Aun así, eso no le impedía poder divertirse también en la derrota. Con alguien tan risueño como Nai, era casi imposible no reír. La risa de la chica contagiosa, hasta la babosa que tenía por perra se había contagiado. Gerrit llegó a pensar que si, por casualidad, volviera a aparecer al chica del vestido rojo, ésta también se contagiaría de la risa de Naitiri. Y luego de dejarla reír durante unos segundos, el hechicero la cogería del cuello y le pediría “amablemente” explicaciones sobre lo que había querido decir. Contra más vueltas daba a la última frase de la chica del vestido rojo, más seguro estaba que lo había dicho como una ofensa. ¿Y a quién estaba dirigida la ofensa? Eso no lo sabía, por algo quería pedir explicaciones.
De vez en cuando, mientras paseaban, Gerrit dirigía una mirada hacia la perra y otra hacia las manos de Naitiri. Issis caminaba con las patas traseras flexionadas como si en un momento a otro fuera a saltar de nuevo hacia la cara del hechicero o hacia la pelota que Nai movía de un lado a otro pero cada vez más cerca de su cara. Un orden por parte de la chica y tendría otra vez la mejilla llena de babas de perra.
Entonces llegó la muy esperada venganza de Gerrit. Aprovechó la oportunidad, Nai estaba distraída jugando con la pelota de la perra. Podía cogerla antes de que se diera cuenta y lamerle la mejilla de igual manera y con el mismo énfasis que Issis había hecho antes. Un beso baboso y una muesca en el historial de derrotas de la chica.
Otra chica, quizás la del vestido rojo, en la misma situación hubiera apartado a Gerrit de un empujón en el mismo momento en que su lenguaje se apoyase en la mejilla de la chica. Naitiri, sin embargo, no parecía enfadada y si lo estaba, lo sabía disimular muy bien. Después de negar repetidas veces con la cabeza, contestó al beso baboso de Gerrit con su característica risa contagiosa. Se reía tanto que Nai tuvo que sacar un pañuelo del bolsillo para secarse las lágrimas.
No lo pudo resistir, lo intentó durante unos pocos segundos pero la risa de la chica tenía más poder que cualquiera de los hechizos que conocía. Gerrit se río con Naitiri. Primero, con una leve sonrisa socarrona que decía “he ganado” y, luego, con una risa en toda regla. Cualquiera que viera a los dos reír de aquella manera, tres contando a la perra, pensaría que eran unos dementes que se habían escapado de algún loquero.
Sin dejar de reír, Nai habló. El beso baboso parecía haberle dejado sin defensas pues dijo que iban a dejar a Issis a su casa. Lo de dejar a la perra sonaba tan bien como conocer dónde vivía la chica. ¿Sería en una casa o en una fachada? Un misterio menos que resolver y un paso más cerca de cambiar las tornas de la batalla de risas, palabras y besos babosos que libraban.
-Lo cierto es que sí, tienes muy buen sabor.- contestó a la chica con una risa cada vez más apagada- Quizás repita más adelante. Me he quedado con ganas de más- no era una amenaza, más bien era una broma más a sumar a todas las demás bromas que se hacían mutuamente. Fue por la broma que era y por la confianza que había cogido de repente con Naitiri que no tuvo vergüenza a pasar la punta de la lengua por el labio superior después de haberla amenazado. ¿Qué hubiera pensado la chica del vestido rojo si le hubiera hecho aquel mismo gesto? Seguramente, se lo hubiera tomado como si el hechicero estuviera pensado en llevársela a la cama y no como la broma que era.
Siguieron caminando y llegaron hasta una casa de la zona. A simple vista, Gerrit no supo determinar si era casa o fachada. Era muy similar a las otras casas de la zona. Lo único que la diferenciaba del resto es que una chica de tez morena era la propietaria y no la sirvienta.
Con la cabeza, el hechicero hizo un gesto de asentimiento cuando Nai le pidió que esperase en el porche mientras ella dejaba a Issis dentro de la casa. A Gerrit no le importó, contra más lejos estuviera de la perra y de sus besos mejor para él.
Naitiri no tardó mucho en volver. Lo suficiente teniendo en cuenta el tamaño de su perra y lo difícil que era controlarla. Ese tiempo que había estado sin la risa de la chica había servido para poder recuperar su apariencia serena que acostumbraba a tener. Solo una pequeña sonrisa se mostraba en sus labios como recuerdo de todo lo que había estado riendo.
-Sorprende,- dijo Gerrit cuando Nai le preguntó qué le apetecía tomar- se me ocurre una idea: Vayamos donde vayamos, pediré, exactamente, lo que tú elijas. - ese era un buen truco, no solo podía conocer los gustos de la chica sino que, además, ella no podía conocer los suyos –parece que tenemos más en común de lo que creí. A mí también me gustan los retos- a esta frase le siguió una buena sonrisa socarrona- sobre todo si los gano.-
Re: Casas y fachadas (privado)
Me alegraba que el día comenzara a ser mejor de lo que había empezado en un principio, lo que había sido sacar de paseo a mí perra para que saliera un poco de casa y compensarla por el poco tiempo que podía sacarla como realmente merecía, había terminado en un encuentro inesperado con un joven el cual estaba haciendo mí mañana más interesante. Lo más divertido de todo había sido, sin duda alguna, el beso que Isis le había dado a aquel joven en su mejilla y que yo en mí fuero interno con algo de malicia quería que ella repitiera para darle otro beso en la otra mejilla y que se fuera a casa con un beso doble que ni él mismo se habría podido esperar en aquella mañana. Ni yo misma había esperado que ella hiciera eso cuando la encontré subida apoyando sus patas en el pecho de Gerrit.
Debía de reconocer que era de lo más cómico y me alegraba que él no se lo tomara a mal nada de lo que había hecho Isis, ni mis intentos porque volviera a darle otro beso como el primero. Cualquier otra persona en su situación podría haberse enfadado, incluso hasta reprocharme aquello por no controlar a mí perra, por no tenerla atada y un sinfín más de cosas que podría haberme dicho. Sin embargo él, sin molestarse ni un ápice, sin mirarme de una forma mala ni nada parecido se lo había tomado con humor. Y no a todo el mundo le gustaba recibir ese tipo de besos, por lo que era un buen punto a su favor aunque yo no tuviera nada que ver con la decisión que había tomado mí perra.
No sabía por qué pero con Gerrit me sentía… cómoda, a gusto… no era como con la mayoría de hombres, podía gastar cualquier tipo de bromas e incluso seguir bromeando con lo de Isis, que él no se molestaba para nada… al contrario, parecía que se divertía más con lo que decía y con los retos que le ponía delante. Me gustaba que la gente tuviera ese tipo de humor, que supiera reconocer la diferencia y me alegraba también que se lo tomara tan bien. Eso me hacía también a mí en parte sacar ese humor que yo también tenía, esas bromas que no haría con una persona que acababa de conocer pero que sin embargo él me daba, en cierto sentido, esa libertad para hacerlo.
Me reí entre dientes cuando dijo que quién reía el último reía mejor. Sí, una afirmación que yo muchas veces había dicho y empleado cuando estaba en una situación en la que él se encontraba, con eso me dejaba ver que no le gustaba perder y en ese sentido era igual que yo. Aunque pensaba que, realmente, a nadie le gustaba perder fuera en el sentido que fuera, pero había gente que se lo tomaba de mejor forma y otros que hacían todo un drama de ello… yo encajaba las derrotas, las asumía y las aceptaba para luego pasar páginas, y él parecía que era igual que yo. No le gustaba perder y, aunque ahora hubiera perdido contra mí en aquel pequeño “juego” lo había encajado bien, o al menos esa es la impresión que a mí me daba.
-¿Y por qué reír una vez, cuando puedo reír doblemente Gerrit? Al principio y al final, y sí, te garantizo que mí risa final será mucho mejor y más divertida que la de ahora –sí, otra vez estaba con aquel juego pero, ¿qué iba a hacerle? Yo era de ese tipo de personas, si encontraba alguien afín en ese sentido, me gustaba picar y pinchar un poco. Gerrit parecía que era igual que yo, así que pensaba sacar provecho de aquello… podría ser muy interesante- Pretendo mantenerlo a cero, pero estoy convencida de que al menos una vez vas a ganar tú –le sonreí antes de empezar a caminar para dejar a Isis en casa, no quedaba muy lejos y así podríamos estar mejor y yo no tendría que ir controlando cada cinco segundos lo que hacía mí perra.
Justo cuando llegamos cerca de la puerta de mí casa fue cuando él me cogió, me acercó a él y me dio el mismo beso que Isis le había dado a él. Me quedé perpleja durante unos segundos porque no pensaba en ningún momento que me devolvería aquello, pero sin embargo, no pude evitar echarme a reír cuando pude recobrarme por la sorpresa. Me reí de verdad, divertida por aquello y llevé mí brazo a mí estómago de lo que me estaba riendo… debía de concedérselo; había resultado de lo más gracioso. Me había dado un beso al estilo “Isis” y no podía culparle por ello… aunque se lo debería de haber dado a mí perra. Tuve que sacar un pañuelo para limpiar el rastro que había dejado tras de sí con su lengua y lo miré mientras me limpiaba las lágrimas de los ojos con mí otra mano.
-Muy buena, Gerrit, aunque creo que más bien deberías de haberle dado el beso a quien lo originó –miré a Isis unos segundos y luego pasé mí vista a él- Pero lo acepto, ahora estamos en paz –o no… podría hacer que Isis volviera a darle otro beso ya que todavía tenía la pelota en mí poder, pero no sería tan divertido como la primera vez así que lo descarté enseguida. Lo miré con una sonrisa cuando le dije que si esperaba que le hubiera gustado cómo sabía al haberme dado el beso, y me reí entre dientes ante su contestación. Sonaba como a una amenaza pero sabía muy bien que estaba siguiéndome la broma que yo misma había empezado, lo vi lamer sus labios con su lengua tras haber dicho eso y enarqué una ceja durante unos breves segundos, para luego sonreír mirándolo- ¿Una amenaza más, Gerrit? ¿O un reto para la próxima vez? –me mordí el labio divertida por aquello y di un paso hacia él- No si soy yo antes quien te da ese beso… tan sólo para ver cómo sabes tú –reí entre dientes y decidí que era el momento de dejar a Isis en casa.
No tardé mucho y no fue muy difícil dejarla dentro. Cuando volví le propuse qué era lo que quería tomar para ver hacia donde ir, pero me devolvió aquello a lo que me dejaba a mí el peso de la decisión y que, además, había dicho que tomaría exactamente lo mismo que yo haciendo que riera de nuevo. Así que otro reto más, y además, no me decía nada sobre él y eso me divertía… parecía que estábamos en una especie de “lucha” a ver quien descubría más sobre el otro. Sus palabras sonaron, claramente, como a un reto y yo adoraba los retos pero al parecer él también, a lo que me divirtió que dijera cuando los ganaba.
-Entonces espero no dejar que ganéis el reto, señor Nephgerd –le sonreí de forma ladina empezando a andar siguiendo la calle en la misma dirección, hacía ahí iríamos a parar a unos quince minutos a una zona donde había bastantes tascas y tabernas donde poder tomar algo, pero no pensaba dejar que él no pidiera nada- Mejor aún, cuando terminemos la primera vez de lo que yo pida, lo siguiente pedirás tú y yo tomaré también lo mismo, ¿trato hecho? –antes de que pudiera hacer nada, cogí yo su mano que quedaba más cerca y la estreché como si él estuviera de acuerdo- De acuerdo entonces, veremos quién es el que gana a este juego –si quería jugar, yo también podía jugar a ese mismo juego. Reí levemente y comencé a andar en dirección hacia la zona donde quedaban varios lugares para beber, el camino fue corto y ameno seguido de ese aire lleno de bromas, piques y retos que me gustaba y que le daba a todo un aspecto más entretenido e interesante, tenía ganas de saber qué pasaba.
Llegamos al primer lugar y entré por la primera taberna que había en el lugar que no estaba demasiado lleno ya que era de mañana y cuando aquello más se llenaba era generalmente por la noche. Había varios grupos de hombres sentados por todo el lugar y no reparé en ninguno de ellos aunque sí que noté alguna que otra mirada en mí dirección… lógico, pocas mujeres entraban a aquellos lugares más bien frecuentados por hombres. Me dirigí a la barra y me fijé en la joven que atendía, quizá rondaba mí edad pues parecía joven, y le pedí dos copas de vino tinto, afrutado, que era el que más me gustaba. Decidí sentarnos en una de las mesas que estaba algo más alejada de todo el ajetreo que había y me senté esperando a que la joven nos trajera ambas copas. No quería empezar por algo demasiado fuerte, así que el vino era la mejor de las opciones.
-Y dime, ¿te vas a quedar mucho por París? Espero que te guste el vino – sonreí y apoyé mis brazos en la mesa y contemplé al joven que tenía delante de mí, ¿sería mucho más mayor que yo? Lo dudaba, o podría ser que sí. Tenía pinta de que era joven pero dudaba de que tuviera cerca de mí edad, parecía algo más mayor que yo y me pregunté cuántos años tendría… al igual que muchas más cosas que dejaría para más adelante, aquello no había hecho más que comenzar.
Debía de reconocer que era de lo más cómico y me alegraba que él no se lo tomara a mal nada de lo que había hecho Isis, ni mis intentos porque volviera a darle otro beso como el primero. Cualquier otra persona en su situación podría haberse enfadado, incluso hasta reprocharme aquello por no controlar a mí perra, por no tenerla atada y un sinfín más de cosas que podría haberme dicho. Sin embargo él, sin molestarse ni un ápice, sin mirarme de una forma mala ni nada parecido se lo había tomado con humor. Y no a todo el mundo le gustaba recibir ese tipo de besos, por lo que era un buen punto a su favor aunque yo no tuviera nada que ver con la decisión que había tomado mí perra.
No sabía por qué pero con Gerrit me sentía… cómoda, a gusto… no era como con la mayoría de hombres, podía gastar cualquier tipo de bromas e incluso seguir bromeando con lo de Isis, que él no se molestaba para nada… al contrario, parecía que se divertía más con lo que decía y con los retos que le ponía delante. Me gustaba que la gente tuviera ese tipo de humor, que supiera reconocer la diferencia y me alegraba también que se lo tomara tan bien. Eso me hacía también a mí en parte sacar ese humor que yo también tenía, esas bromas que no haría con una persona que acababa de conocer pero que sin embargo él me daba, en cierto sentido, esa libertad para hacerlo.
Me reí entre dientes cuando dijo que quién reía el último reía mejor. Sí, una afirmación que yo muchas veces había dicho y empleado cuando estaba en una situación en la que él se encontraba, con eso me dejaba ver que no le gustaba perder y en ese sentido era igual que yo. Aunque pensaba que, realmente, a nadie le gustaba perder fuera en el sentido que fuera, pero había gente que se lo tomaba de mejor forma y otros que hacían todo un drama de ello… yo encajaba las derrotas, las asumía y las aceptaba para luego pasar páginas, y él parecía que era igual que yo. No le gustaba perder y, aunque ahora hubiera perdido contra mí en aquel pequeño “juego” lo había encajado bien, o al menos esa es la impresión que a mí me daba.
-¿Y por qué reír una vez, cuando puedo reír doblemente Gerrit? Al principio y al final, y sí, te garantizo que mí risa final será mucho mejor y más divertida que la de ahora –sí, otra vez estaba con aquel juego pero, ¿qué iba a hacerle? Yo era de ese tipo de personas, si encontraba alguien afín en ese sentido, me gustaba picar y pinchar un poco. Gerrit parecía que era igual que yo, así que pensaba sacar provecho de aquello… podría ser muy interesante- Pretendo mantenerlo a cero, pero estoy convencida de que al menos una vez vas a ganar tú –le sonreí antes de empezar a caminar para dejar a Isis en casa, no quedaba muy lejos y así podríamos estar mejor y yo no tendría que ir controlando cada cinco segundos lo que hacía mí perra.
Justo cuando llegamos cerca de la puerta de mí casa fue cuando él me cogió, me acercó a él y me dio el mismo beso que Isis le había dado a él. Me quedé perpleja durante unos segundos porque no pensaba en ningún momento que me devolvería aquello, pero sin embargo, no pude evitar echarme a reír cuando pude recobrarme por la sorpresa. Me reí de verdad, divertida por aquello y llevé mí brazo a mí estómago de lo que me estaba riendo… debía de concedérselo; había resultado de lo más gracioso. Me había dado un beso al estilo “Isis” y no podía culparle por ello… aunque se lo debería de haber dado a mí perra. Tuve que sacar un pañuelo para limpiar el rastro que había dejado tras de sí con su lengua y lo miré mientras me limpiaba las lágrimas de los ojos con mí otra mano.
-Muy buena, Gerrit, aunque creo que más bien deberías de haberle dado el beso a quien lo originó –miré a Isis unos segundos y luego pasé mí vista a él- Pero lo acepto, ahora estamos en paz –o no… podría hacer que Isis volviera a darle otro beso ya que todavía tenía la pelota en mí poder, pero no sería tan divertido como la primera vez así que lo descarté enseguida. Lo miré con una sonrisa cuando le dije que si esperaba que le hubiera gustado cómo sabía al haberme dado el beso, y me reí entre dientes ante su contestación. Sonaba como a una amenaza pero sabía muy bien que estaba siguiéndome la broma que yo misma había empezado, lo vi lamer sus labios con su lengua tras haber dicho eso y enarqué una ceja durante unos breves segundos, para luego sonreír mirándolo- ¿Una amenaza más, Gerrit? ¿O un reto para la próxima vez? –me mordí el labio divertida por aquello y di un paso hacia él- No si soy yo antes quien te da ese beso… tan sólo para ver cómo sabes tú –reí entre dientes y decidí que era el momento de dejar a Isis en casa.
No tardé mucho y no fue muy difícil dejarla dentro. Cuando volví le propuse qué era lo que quería tomar para ver hacia donde ir, pero me devolvió aquello a lo que me dejaba a mí el peso de la decisión y que, además, había dicho que tomaría exactamente lo mismo que yo haciendo que riera de nuevo. Así que otro reto más, y además, no me decía nada sobre él y eso me divertía… parecía que estábamos en una especie de “lucha” a ver quien descubría más sobre el otro. Sus palabras sonaron, claramente, como a un reto y yo adoraba los retos pero al parecer él también, a lo que me divirtió que dijera cuando los ganaba.
-Entonces espero no dejar que ganéis el reto, señor Nephgerd –le sonreí de forma ladina empezando a andar siguiendo la calle en la misma dirección, hacía ahí iríamos a parar a unos quince minutos a una zona donde había bastantes tascas y tabernas donde poder tomar algo, pero no pensaba dejar que él no pidiera nada- Mejor aún, cuando terminemos la primera vez de lo que yo pida, lo siguiente pedirás tú y yo tomaré también lo mismo, ¿trato hecho? –antes de que pudiera hacer nada, cogí yo su mano que quedaba más cerca y la estreché como si él estuviera de acuerdo- De acuerdo entonces, veremos quién es el que gana a este juego –si quería jugar, yo también podía jugar a ese mismo juego. Reí levemente y comencé a andar en dirección hacia la zona donde quedaban varios lugares para beber, el camino fue corto y ameno seguido de ese aire lleno de bromas, piques y retos que me gustaba y que le daba a todo un aspecto más entretenido e interesante, tenía ganas de saber qué pasaba.
Llegamos al primer lugar y entré por la primera taberna que había en el lugar que no estaba demasiado lleno ya que era de mañana y cuando aquello más se llenaba era generalmente por la noche. Había varios grupos de hombres sentados por todo el lugar y no reparé en ninguno de ellos aunque sí que noté alguna que otra mirada en mí dirección… lógico, pocas mujeres entraban a aquellos lugares más bien frecuentados por hombres. Me dirigí a la barra y me fijé en la joven que atendía, quizá rondaba mí edad pues parecía joven, y le pedí dos copas de vino tinto, afrutado, que era el que más me gustaba. Decidí sentarnos en una de las mesas que estaba algo más alejada de todo el ajetreo que había y me senté esperando a que la joven nos trajera ambas copas. No quería empezar por algo demasiado fuerte, así que el vino era la mejor de las opciones.
-Y dime, ¿te vas a quedar mucho por París? Espero que te guste el vino – sonreí y apoyé mis brazos en la mesa y contemplé al joven que tenía delante de mí, ¿sería mucho más mayor que yo? Lo dudaba, o podría ser que sí. Tenía pinta de que era joven pero dudaba de que tuviera cerca de mí edad, parecía algo más mayor que yo y me pregunté cuántos años tendría… al igual que muchas más cosas que dejaría para más adelante, aquello no había hecho más que comenzar.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Casas y fachadas (privado)
¿Un reto o una amenaza? Era una difícil elección pues parecía que Naitiri hubiera hecho ambas cosas al mismo tiempo. Aunque escondiera sus intenciones con excelentes juegos de palabras dignos de los mejores escritores franceses, Gerrit entendió cada uno de los dobles sentidos y se lo hizo saber emitiendo un chasquido apenas inaudible entre dientes. Le había molestado que Nai diera por supuesto que le iba a vencer sin ni siquiera ver cómo el brujo jugaba. Estaba molesto, pero no por ello significaba que no se estuviera divirtiendo. La sonrisa de Gerrit no menguó ni un milímetro. Adoraba los retos y adoraba las amenazas. Sin ellas, no podría demostrar a nadie lo buen jugador que era.
-Te había tomado por una persona sentada,- el brujo disminuyó la velocidad de su paso, se estaba preparando para su primera jugada- no esperaba que fueras tan ilusa como la chica esa.- señaló hacia atrás con la cabeza, lugar donde se habían encontrado con la torpe chica del vestido rojo. Pensaba que al mencionarla, Naitiri se distraería al recordar a la chica y su curiosa frase final: “No gracias, vuelva con la dama que parece que le echa de menos”. Si estaba en lo cierto, su primera jugada sería todo un éxito. –No te voy a ganar solo una vez, eso te lo garantizo. Si quieres jugar conmigo es porque sabes que va a ser una partida sumamente interesante. ¿No es así? Me preguntó, si no es ese, qué otro interés podrías tener en mí.- Soltó la bomba y al hacerlo, mostró su sonrisa más socarrona. –Supongo que lo tendré que descubrir mientras vació lentamente tu historial de derrotas- No podía fingir la risa, se lo estaba pasando realmente bien. Tanto que se concentraba más en las palabras que usaba para su juego que en ocultar su acento alemán.
Y llegó el momento que estaba esperando. Había estado preparando el terreno para su primera jugada; la que estaba seguro que sería su primera victoria contra Nai. Poco a poco, mientras hablaba había empezado a caminar más lentamente. Distrajo a su hermosa rival mencionado cosas que no tenían que ver con lo que pensaba para que, cuando Gerrit se abaláncese encima suya, no se diera cuenta de lo que estaba haciendo hasta que ya fuera demasiado tarde.
Dio un pisotón firme hacia delante, se giro lo más rápido que pudo hacia su acompañante poniendo sus fuertes manos en el hombro para apoyarse y restregó su lengua contra la mejilla de Nai tal cual lo hizo el saco de pulgas Isis con el brujo minutos antes.
Fueron unos segundos de tensión en los que Gerrit dudaba de cómo Naitiri iba a reaccionar. La miraba con expectación de una forma similar con la que se había parado a mirar a la chica del vestido rojo tirada en el suelo recogiendo sus partituras. Tenía la misma sonrisa de superioridad y las mismas ganas de cogerla y gritarle al oído: “yo gano”. Lo que diferenciaba a aquellos dos momentos es que a la chica del vestido rojo no quería volverla a ver y a Nai sí.
Y tras estos pocos segundos de suspenses, vinieron las risas. Estallaron como si fuera la erupción de un volcán. Primero ella, y luego se contagió él. Cada vez estaba más orgulloso de la elección que había tomado. Si hubiera ayudado a la egoísta chica del vestido rojo jamás se hubiera reído tan bien como lo se reía con Nai.
-¿Quién es el culpable: la pistola que mata o la mano que dispara?- inclinó la cabeza ligeramente a la izquierda en un gesto que claramente significa: “no me quites la razón que sabes que la tengo”. - Además, no pienso llenarme la boca de pelos de perro por “besar” a tu amiga- miró hacia Isis con una cara de fingida repulsión.
No se había dado cuenta pero ahora, quien había amenazado y retado en una misma frase había sido él. Fue Naitiri quien se lo dijo y se alegró por ello; no se había sentido tan cómodo hablando con alguien desde hacía años. Ella le entendía, le gustaba jugar y prometía una velada interesante llena de victorias, derrotas y besos.
-Estaré encantado de recibir uno de tus besos- contestó con un fuerte tono burlón sin dejar de sonreír.
Naitiri dejó su perra en su casa. Una casa muy grande y en un barrio muy lujoso para alguien de piel oscura. A Gerrit le sorprendió ver la fachada del edificio, a simple vista parecía igual como todas las demás. Igual de lujosa e igual de limpia. ¿Pero sería una fachada como las demás? Lo dudaba. Ni la risa de Naitiri ni su indudable cultura podían ser falsas. Aunque viviera con entre fachadas, no significaba que ella también fuera una de ellas.
La oferta de tomar algo juntos todavía estaba en pie, también la oferta de ver quién descubría más cosas de su acompañante. Con la primera copa aprendería Gerrit y con la segunda Nai. Era justo e interesante. El brujo no pudo evitar pensar qué podía pedir para beber sabiendo que la chica bebería lo mismo.
-Trato hecho,- asintió con la cabeza-gran idea. ¿Me preguntó de quién te la habrás copiado?- obviamente, de él mismo.
La taberna donde fueron estaba abarrotada. Mala señal. Siempre podía aparecer algún estúpido que se metiera de por medio solo para molestar. Francia, como cualquier otro lugar, estaba llena de estúpidos que les encantaba molestar. Por suerte, Naitiri se desenvolvía bien en aquella taberna. Por cómo se movía y lo bien que la conocía, Gerrit pensó que no era la primera vez que la visitaba. Quizás trabajase allí, podría ser la dueña o cualquier cosa similar. Una empleada vulgar no podría mantener una casa como la que Nai tenía.
Los dos se sentaron en una mesa bastante alejada de todo el alboroto. Ningún estúpido se atrevería a molestar y ellos podrían hablar tranquilamente.
-El vino es lo segundo mejor de Paris. Lo primero son sus artistas.- dicho por alguien que estaba en Francia por obligación, aquello era un verdadero cumplido hacia el país. - estaría bien quedarme en una ciudad donde hasta en las peores tabernas sirven un buen vino y hasta las peores calles hay artistas pintando lo que ven. Pero, me temo, que no me quedaré durante mucho tiempo. No al menos que encuentre algo más interesante que la pintura y el vino- La contestación del brujo fue muy banal. No le gustaba Francia como país, él seguía teniendo un amor desconsiderado hacía alemana y, especial, hacia la ciudad de Viena. Sin embargo, optó por lo más sencillo y educado y premió las dos únicas cosas que le gustaban de Paris. No olvidaba que Nai dijo que consideraba a la ciudad como su casa; sería mejor no ofenderla. -¿Y qué hay de ti? Si no recuerdo mal, dijiste que Paris no era tu ciudad natal. ¿Qué fue lo que hizo que te quedases? Si te pudo atrapar a ti, tal vez, me pueda atrapar a mí también-.
-Te había tomado por una persona sentada,- el brujo disminuyó la velocidad de su paso, se estaba preparando para su primera jugada- no esperaba que fueras tan ilusa como la chica esa.- señaló hacia atrás con la cabeza, lugar donde se habían encontrado con la torpe chica del vestido rojo. Pensaba que al mencionarla, Naitiri se distraería al recordar a la chica y su curiosa frase final: “No gracias, vuelva con la dama que parece que le echa de menos”. Si estaba en lo cierto, su primera jugada sería todo un éxito. –No te voy a ganar solo una vez, eso te lo garantizo. Si quieres jugar conmigo es porque sabes que va a ser una partida sumamente interesante. ¿No es así? Me preguntó, si no es ese, qué otro interés podrías tener en mí.- Soltó la bomba y al hacerlo, mostró su sonrisa más socarrona. –Supongo que lo tendré que descubrir mientras vació lentamente tu historial de derrotas- No podía fingir la risa, se lo estaba pasando realmente bien. Tanto que se concentraba más en las palabras que usaba para su juego que en ocultar su acento alemán.
Y llegó el momento que estaba esperando. Había estado preparando el terreno para su primera jugada; la que estaba seguro que sería su primera victoria contra Nai. Poco a poco, mientras hablaba había empezado a caminar más lentamente. Distrajo a su hermosa rival mencionado cosas que no tenían que ver con lo que pensaba para que, cuando Gerrit se abaláncese encima suya, no se diera cuenta de lo que estaba haciendo hasta que ya fuera demasiado tarde.
Dio un pisotón firme hacia delante, se giro lo más rápido que pudo hacia su acompañante poniendo sus fuertes manos en el hombro para apoyarse y restregó su lengua contra la mejilla de Nai tal cual lo hizo el saco de pulgas Isis con el brujo minutos antes.
Fueron unos segundos de tensión en los que Gerrit dudaba de cómo Naitiri iba a reaccionar. La miraba con expectación de una forma similar con la que se había parado a mirar a la chica del vestido rojo tirada en el suelo recogiendo sus partituras. Tenía la misma sonrisa de superioridad y las mismas ganas de cogerla y gritarle al oído: “yo gano”. Lo que diferenciaba a aquellos dos momentos es que a la chica del vestido rojo no quería volverla a ver y a Nai sí.
Y tras estos pocos segundos de suspenses, vinieron las risas. Estallaron como si fuera la erupción de un volcán. Primero ella, y luego se contagió él. Cada vez estaba más orgulloso de la elección que había tomado. Si hubiera ayudado a la egoísta chica del vestido rojo jamás se hubiera reído tan bien como lo se reía con Nai.
-¿Quién es el culpable: la pistola que mata o la mano que dispara?- inclinó la cabeza ligeramente a la izquierda en un gesto que claramente significa: “no me quites la razón que sabes que la tengo”. - Además, no pienso llenarme la boca de pelos de perro por “besar” a tu amiga- miró hacia Isis con una cara de fingida repulsión.
No se había dado cuenta pero ahora, quien había amenazado y retado en una misma frase había sido él. Fue Naitiri quien se lo dijo y se alegró por ello; no se había sentido tan cómodo hablando con alguien desde hacía años. Ella le entendía, le gustaba jugar y prometía una velada interesante llena de victorias, derrotas y besos.
-Estaré encantado de recibir uno de tus besos- contestó con un fuerte tono burlón sin dejar de sonreír.
Naitiri dejó su perra en su casa. Una casa muy grande y en un barrio muy lujoso para alguien de piel oscura. A Gerrit le sorprendió ver la fachada del edificio, a simple vista parecía igual como todas las demás. Igual de lujosa e igual de limpia. ¿Pero sería una fachada como las demás? Lo dudaba. Ni la risa de Naitiri ni su indudable cultura podían ser falsas. Aunque viviera con entre fachadas, no significaba que ella también fuera una de ellas.
La oferta de tomar algo juntos todavía estaba en pie, también la oferta de ver quién descubría más cosas de su acompañante. Con la primera copa aprendería Gerrit y con la segunda Nai. Era justo e interesante. El brujo no pudo evitar pensar qué podía pedir para beber sabiendo que la chica bebería lo mismo.
-Trato hecho,- asintió con la cabeza-gran idea. ¿Me preguntó de quién te la habrás copiado?- obviamente, de él mismo.
La taberna donde fueron estaba abarrotada. Mala señal. Siempre podía aparecer algún estúpido que se metiera de por medio solo para molestar. Francia, como cualquier otro lugar, estaba llena de estúpidos que les encantaba molestar. Por suerte, Naitiri se desenvolvía bien en aquella taberna. Por cómo se movía y lo bien que la conocía, Gerrit pensó que no era la primera vez que la visitaba. Quizás trabajase allí, podría ser la dueña o cualquier cosa similar. Una empleada vulgar no podría mantener una casa como la que Nai tenía.
Los dos se sentaron en una mesa bastante alejada de todo el alboroto. Ningún estúpido se atrevería a molestar y ellos podrían hablar tranquilamente.
-El vino es lo segundo mejor de Paris. Lo primero son sus artistas.- dicho por alguien que estaba en Francia por obligación, aquello era un verdadero cumplido hacia el país. - estaría bien quedarme en una ciudad donde hasta en las peores tabernas sirven un buen vino y hasta las peores calles hay artistas pintando lo que ven. Pero, me temo, que no me quedaré durante mucho tiempo. No al menos que encuentre algo más interesante que la pintura y el vino- La contestación del brujo fue muy banal. No le gustaba Francia como país, él seguía teniendo un amor desconsiderado hacía alemana y, especial, hacia la ciudad de Viena. Sin embargo, optó por lo más sencillo y educado y premió las dos únicas cosas que le gustaban de Paris. No olvidaba que Nai dijo que consideraba a la ciudad como su casa; sería mejor no ofenderla. -¿Y qué hay de ti? Si no recuerdo mal, dijiste que Paris no era tu ciudad natal. ¿Qué fue lo que hizo que te quedases? Si te pudo atrapar a ti, tal vez, me pueda atrapar a mí también-.
Re: Casas y fachadas (privado)
Me lo quedé mirando durante unos segundos por sus primeras palabras sobre la chica de rojo, de nuevo volvía a nombrarla y realmente me pregunté si no se habrían cruzado alguna vez antes que esa, porque me daba la sensación de que podría ser así… aunque lo dejé pasar porque no era algo que fuera conmigo directamente, así que solo lo miré mientras él andaba y seguía diciendo aquello a lo que yo enarqué una ceja, resultándome extraño ya que había pensado que el tema estaba aclarado… pero la nombraba de nuevo, y no sólo eso, sino que sus palabras volvían a estar en el aire y me pregunté qué habría querido decir ella con ello, o simplemente, lo dijo para herir a alguien… no me di por aludida y no entendí por qué las había dicho, pero no iba a darle más importancia de la que pudiera llegar a tener.
Enarqué una ceja, por supuesto que pensaba que podría ser una partida interesante. Dado cómo éramos ambos y sabiendo que a ninguno le gustaba perder todo cobraba y pintaba que resultaría interesante, porque ninguno de los dos íbamos a dar nuestro brazo a torcer y sería todo un reto para ambos, a la par que divertido porque no debíamos de dejar que aquello llegara a poder influenciarnos tanto… iba a ser un rato divertido y muy entretenido. No supe por qué me estaba diciendo ello y de aquella forma. Lo miré de nuevo sin saber qué estaba diciendo y negué con la cabeza ante ello.
-Pareces una persona interesante, pero no pensaba que pudieras tomarte en serio lo que esa mujer ha dicho… cosa que hace que, sin duda alguna, me replantee el que no la hayas conocido antes y de ahí el por qué dijo esas palabras. Tengo la sensación de que van más hacia tú persona que hacia la mía… pero piensa lo que quieras, yo no tengo problema alguno con ello –le sonreí y me encogí de brazos. Claro que minutos más tarde supe por qué me había dicho aquello… el muy…. Se había atrevido a distraerme, crear la distracción perfecta y esperar al momento adecuado para sin que pudiera hacer nada ni esperarlo… darme un “beso” como el que Isis le había plantado a él. Mí reacción fue de mirarlo durante unos segundos sin moverme, y luego… echarme a reír. Primero punto para él, lo reconocía, no me lo había esperado para nada y había sido hasta gracioso- Vaya, no sabía que tú también quisieras darme un “beso” como los que da Isis –me limpié el rostro mientras seguíamos andando y me miró tras decir aquello, a lo que sonreí- La pistola por sí sola no puede matar ni disparar, por supuesto, es la mano –reí entre dientes porque había notado la mirada que me había echado, como que ya estaba todo dicho, pero era una mujer que no podía evitar tener la última palabra… y en aquel momento no iba a ser menos- Ajá, y por ello soy yo quien debe de recibir el beso… está bien, capto el mensaje –reí levemente hasta que le dije lo del beso y él me respondió con aquello en un tono que pude entender perfectamente, notando la burla que había en sus palabras- Tenga cuidado señor Nephgerd –dije acercándome un poco más a él, antes de entrar a dejar a Isis- O puedo tomarle la palabra y… bueno, darle un beso a lo largo de todo el día –reí para alejarme y dejar a Isis dentro volviendo luego junto a él que seguía en el mismo sitio en donde yo lo había dejado.
Fue entonces cuando le propuse aquella idea de que cada vez pidiera uno una cosa y el otro tomaría lo mismo, me reí de forma burlona ante la mención de a quién se la habría copiado y me encogí de hombros para empezar a andar en una de las direcciones, había una taberna que quedaba cerca y fue la primera que se me vino a la menta, por lo que comencé a andar hacia aquel lugar. Al llegar estaba llena de gente pese a que no era de noche pero igualmente entré al lugar pasando de las miradas en mí dirección y me acerqué a la barra donde hablé con la joven que atendía esta. Le pedí lo primero que íbamos a tomar y luego le hice una seña a Gerrit para que me siguiera.
Escogí una mesa que estaba algo más apartada y alejada del resto y me senté mientras esperaba a que la joven nos trajera lo que había pedido: vino. El vino de París estaba muy bueno y le había pedido a la chica que trajera uno que fuera afrutado, como era de los que a mí más me gustaban. Bien, ahora comenzaría de verdad la “partida” y ya veríamos quién de los dos era el que salía perdiendo de aquello. Iba a ser algo complicada por la forma de ser de cada uno, pero eso era precisamente lo que la hacía mucho más interesante. Asentí con la cabeza a lo que había dicho, muchas veces había visto a artistas pintando en la calle y de hecho París hasta tenía un barrio dedicado enteramente a artistas donde podías ir y pedir que te pintaran un cuadro a tú gusto… yo misma había pasado un par de veces por allí y me había maravillado lo que había visto.
Otra persona que me decía que solamente estaba de paso por París y me pregunté qué era lo que tendría aquella ciudad, para que mucha gente se quedara de paso y no parara en cualquier otro lugar. Sí, era cierto que era una de las pocas ciudades que estaba en auge y eso se podía notar, pero no sabía realmente qué era lo que la gente de fuera veía en aquel lugar que, la gran mayoría, se quedaban en ella. Reí ante aquello y fue entonces cuando la joven nos trajo las dos copas de vino, cogí la mía y la moví para que el vino se moviera en círculos, la olí y luego di un sorbo. Estaba exquisito, me encantaban los vinos afrutados y eran de mis favoritos.
-Pues este vino está muy bueno, me gustan los vinos que tienen este toque, son de mis favoritos –sonreí y luego lancé una mirada en rededor para luego fijarme en él- Como alguien que viene de fuera, dime, ¿qué es lo que hay en París que os hace quedaros aunque solamente sea de paso? ¿Por qué París, exactamente? –yo había vivido allí casi toda mí vida, por lo que no podía hacerme aquella pregunta al haber crecido allí. Lancé un suspiro cuando me preguntó sobre de dónde era y por qué me había “atrapado” a mí, algo en lo que estaba equivocado. Contarle y responderle con sinceridad sería contarle algo de mí paso que no me apetecía rememorar, por lo que tendría que mentirle respecto a ello… al menos, decirle una verdad a medias- Sí, en realidad nací en la de ciudad e Guiza, en Egipto. Pero llevo aquí viviendo muchos años… la razón por la que estoy aquí es porque cuando era pequeña mis padres vinieron a esta ciudad, así que vine con ellos y desde entonces estoy aquí –mentira, a medias, porque no iba a decirle que salí de Guiza con cinco años, que fui a Mykonos en Grecia, y que con ocho años volvimos a Egipto pero unos piratas abordaron nuestro barco y me separaron de mis padres para venderme a un proxeneta…- Aunque tengo pensado desde hace algún tiempo volver de nuevo, quiero volver a mí ciudad natal y maravillarme con sus monumentos, el recuerdo permanece en mí mente pero era muy pequeña y seguramente me haya saltado muchas cosas. Me quedé por mis padres, aunque París es como mí segunda casa y me he acostumbrado al lugar… la variedad que hay de gente, de cultura, es una ciudad muy artística y muy gastronómica también, tiene cierto encanto si sabes verla realmente. La noche hace que la ciudad cobre vida y es un París muy diferente –volví a dar otro sorbo y lo miré- Y tú, Gerrit, ¿de dónde eres y por qué has parado exactamente en esta ciudad? ¿Hacía dónde te dirijías?
Enarqué una ceja, por supuesto que pensaba que podría ser una partida interesante. Dado cómo éramos ambos y sabiendo que a ninguno le gustaba perder todo cobraba y pintaba que resultaría interesante, porque ninguno de los dos íbamos a dar nuestro brazo a torcer y sería todo un reto para ambos, a la par que divertido porque no debíamos de dejar que aquello llegara a poder influenciarnos tanto… iba a ser un rato divertido y muy entretenido. No supe por qué me estaba diciendo ello y de aquella forma. Lo miré de nuevo sin saber qué estaba diciendo y negué con la cabeza ante ello.
-Pareces una persona interesante, pero no pensaba que pudieras tomarte en serio lo que esa mujer ha dicho… cosa que hace que, sin duda alguna, me replantee el que no la hayas conocido antes y de ahí el por qué dijo esas palabras. Tengo la sensación de que van más hacia tú persona que hacia la mía… pero piensa lo que quieras, yo no tengo problema alguno con ello –le sonreí y me encogí de brazos. Claro que minutos más tarde supe por qué me había dicho aquello… el muy…. Se había atrevido a distraerme, crear la distracción perfecta y esperar al momento adecuado para sin que pudiera hacer nada ni esperarlo… darme un “beso” como el que Isis le había plantado a él. Mí reacción fue de mirarlo durante unos segundos sin moverme, y luego… echarme a reír. Primero punto para él, lo reconocía, no me lo había esperado para nada y había sido hasta gracioso- Vaya, no sabía que tú también quisieras darme un “beso” como los que da Isis –me limpié el rostro mientras seguíamos andando y me miró tras decir aquello, a lo que sonreí- La pistola por sí sola no puede matar ni disparar, por supuesto, es la mano –reí entre dientes porque había notado la mirada que me había echado, como que ya estaba todo dicho, pero era una mujer que no podía evitar tener la última palabra… y en aquel momento no iba a ser menos- Ajá, y por ello soy yo quien debe de recibir el beso… está bien, capto el mensaje –reí levemente hasta que le dije lo del beso y él me respondió con aquello en un tono que pude entender perfectamente, notando la burla que había en sus palabras- Tenga cuidado señor Nephgerd –dije acercándome un poco más a él, antes de entrar a dejar a Isis- O puedo tomarle la palabra y… bueno, darle un beso a lo largo de todo el día –reí para alejarme y dejar a Isis dentro volviendo luego junto a él que seguía en el mismo sitio en donde yo lo había dejado.
Fue entonces cuando le propuse aquella idea de que cada vez pidiera uno una cosa y el otro tomaría lo mismo, me reí de forma burlona ante la mención de a quién se la habría copiado y me encogí de hombros para empezar a andar en una de las direcciones, había una taberna que quedaba cerca y fue la primera que se me vino a la menta, por lo que comencé a andar hacia aquel lugar. Al llegar estaba llena de gente pese a que no era de noche pero igualmente entré al lugar pasando de las miradas en mí dirección y me acerqué a la barra donde hablé con la joven que atendía esta. Le pedí lo primero que íbamos a tomar y luego le hice una seña a Gerrit para que me siguiera.
Escogí una mesa que estaba algo más apartada y alejada del resto y me senté mientras esperaba a que la joven nos trajera lo que había pedido: vino. El vino de París estaba muy bueno y le había pedido a la chica que trajera uno que fuera afrutado, como era de los que a mí más me gustaban. Bien, ahora comenzaría de verdad la “partida” y ya veríamos quién de los dos era el que salía perdiendo de aquello. Iba a ser algo complicada por la forma de ser de cada uno, pero eso era precisamente lo que la hacía mucho más interesante. Asentí con la cabeza a lo que había dicho, muchas veces había visto a artistas pintando en la calle y de hecho París hasta tenía un barrio dedicado enteramente a artistas donde podías ir y pedir que te pintaran un cuadro a tú gusto… yo misma había pasado un par de veces por allí y me había maravillado lo que había visto.
Otra persona que me decía que solamente estaba de paso por París y me pregunté qué era lo que tendría aquella ciudad, para que mucha gente se quedara de paso y no parara en cualquier otro lugar. Sí, era cierto que era una de las pocas ciudades que estaba en auge y eso se podía notar, pero no sabía realmente qué era lo que la gente de fuera veía en aquel lugar que, la gran mayoría, se quedaban en ella. Reí ante aquello y fue entonces cuando la joven nos trajo las dos copas de vino, cogí la mía y la moví para que el vino se moviera en círculos, la olí y luego di un sorbo. Estaba exquisito, me encantaban los vinos afrutados y eran de mis favoritos.
-Pues este vino está muy bueno, me gustan los vinos que tienen este toque, son de mis favoritos –sonreí y luego lancé una mirada en rededor para luego fijarme en él- Como alguien que viene de fuera, dime, ¿qué es lo que hay en París que os hace quedaros aunque solamente sea de paso? ¿Por qué París, exactamente? –yo había vivido allí casi toda mí vida, por lo que no podía hacerme aquella pregunta al haber crecido allí. Lancé un suspiro cuando me preguntó sobre de dónde era y por qué me había “atrapado” a mí, algo en lo que estaba equivocado. Contarle y responderle con sinceridad sería contarle algo de mí paso que no me apetecía rememorar, por lo que tendría que mentirle respecto a ello… al menos, decirle una verdad a medias- Sí, en realidad nací en la de ciudad e Guiza, en Egipto. Pero llevo aquí viviendo muchos años… la razón por la que estoy aquí es porque cuando era pequeña mis padres vinieron a esta ciudad, así que vine con ellos y desde entonces estoy aquí –mentira, a medias, porque no iba a decirle que salí de Guiza con cinco años, que fui a Mykonos en Grecia, y que con ocho años volvimos a Egipto pero unos piratas abordaron nuestro barco y me separaron de mis padres para venderme a un proxeneta…- Aunque tengo pensado desde hace algún tiempo volver de nuevo, quiero volver a mí ciudad natal y maravillarme con sus monumentos, el recuerdo permanece en mí mente pero era muy pequeña y seguramente me haya saltado muchas cosas. Me quedé por mis padres, aunque París es como mí segunda casa y me he acostumbrado al lugar… la variedad que hay de gente, de cultura, es una ciudad muy artística y muy gastronómica también, tiene cierto encanto si sabes verla realmente. La noche hace que la ciudad cobre vida y es un París muy diferente –volví a dar otro sorbo y lo miré- Y tú, Gerrit, ¿de dónde eres y por qué has parado exactamente en esta ciudad? ¿Hacía dónde te dirijías?
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Casas y fachadas (privado)
Aunque se estaba riendo y parecía disfrutar de la pequeña rivalidad que entre los dos se había formado, no pudo evitar sentirse amenazado. La chica iría a por Gerrit y esperaría el momento perfecto para vengarse por la venganza del beso baboso tal y como él había hecho. Así mismo lo dijo ella. Desde el vamos, le advirtió que, a lo largo del día, iba a tomarse la libertad de devolverle el beso baboso. El cuándo lo hiciera sería la trampa que se escondía en este nuevo truco. Naitiri, seguramente, pensaría que Gerrit estaría alerta y nervioso por la idea de volver a ser vencido por los juegos de palabras de la mujer. No había nada más alejado de la realidad. Sí, era cierto que Gerrit se sentía amenazado, pero esa era parte del encanto que tenía la mujer. Un encanto que pocas mujeres compartían; las francesas seguro que no. Por lo que había podido aprender de las mujeres de Francia en el poco tiempo que llevaba en el país, eran del tipo que preferían los juegos de cama antes que una buena conversación. En una palabra: Aburrido. Naitiri era la primera chica que conoció en Paris que, en lugar de querer quitarle la camisa, quería hablar y jugar con él. A juegos de verdad, de los que estaban plagados de ironía, sarcasmo y misterio. Si sentirse amenazado por un beso baboso era el precio que tenía que pagar por jugar, y por supuesto vencer, al juego de Nai, lo aceptaría con una sonrisa en los labios.
-No dudo que lo harás- contestó con una media sonrisa acompañada de un leve gesto afirmativo con la cabeza- y entonces estaré ahí para devolvértelo de nuevo-.
Solo en Paris, ciudad del arte y las mujeres sin encanto, podría haber una taberna como la que le llevó Naitiri a tomar la que sería la primera copa del día. Era un bar hecho para extranjeros, especialmente para personas como Gerrit y Nai que querían conversar a solas en un ambiente cálido y agradable. En las paredes se podían ver diferentes obras de arte de artistas que no tuvieron la oportunidad que de alcanzar la fama. Lástima por ellos, había cuadros realmente hermosos. Algunos de ellos eran mucho mejores que los que se exponían en los museos de Austria. ¿Si eran así los cuadros de la cafetería de aquí como serían sus museos? Si la velada avanzaba como estaba avanzado hasta el momento, tal vez sería buena idea preguntar a Nai si conocía algún museo por la zona.
Una vez dentro, se sentaron en las mesas del interior de la taberna. A Gerrit no le sorprendió darse cuenta que, a medida que iban entrando más y más, las mesas se iban vaciando. Los franceses adoraban llamar la atención, ya sea en el arte o ya sea sentándose en las terrazas de los bares más caros y lujosos de Paris para que todo aquel que pasara por las calles pudieran verlos. De nuevo, el brujo pensó en el símil que había hecho antes con las “casas” y las “fachadas” y lo amplió con la frase: “Las fachadas están en primera fila y las casas detrás”.
Con la primera copa de vino afrutado llegó la primera pregunta, quizás la más obvia dado a que los dos eran extranjeros. Gerrit no pensaba quedarse más tiempo del necesario en Paris. Su hogar estaba en Austria. No importaba cuando tiempo pasase fuera de su país, algún día quería regresar. Cuando sus antiguos amigos a los que traicionó se olvidasen de él, volvería a su antiguo apartamento en Viena, adoptaría una mascota, Isis era un buen nombre, y todo volvería a ser como antes.
Sin beber apenas, se puso la copa de vino entre los labios para ocultar la sonrisa que nacía de la nostalgia al recordar cómo era su vida en su país natal.
- ¿Por qué Paris? - la pregunta le sorprendió, es la misma que se había estado repitiendo durante todo este tiempo. – No lo sé, - al estar recordando los días de su país, su acento salió mucho más marcado del que ya era de por sí- cualquier lugar es bueno para tomarse un tiempo de descanso. En todos los países hay buenos artistas y monumentos únicos que visitar. Paris no destaca sobre ninguna otra ciudad y, si lo hace, llevo muy poco tiempo aquí para haberme dado cuenta de ello-. Tras unos segundos de silencio, añadió en un perfecto francés en el que no hubo ni rastro de su característico acento: - Quizás, con más días encuentre ese algo especial-.
Poco, o más bien nada, sabía Gerrit sobre Egipto. Los libros de historia hablaban sobre las antiguas pirámides, los baños de leche de burra de Cleopatra y de todo el misterio que los jeroglíficos envuelven. Nada se sabía si, todavía, después de años de gloria y cultura, seguía viviendo personas en la vieja ciudad de Guiza. Por como hablaban los libros, parecía que no. Gerrit siempre se imaginó el país de Egipto como un montón de pirámides con una gran multitud de curiosos intelectuales al su alrededor buscando momias y misterios. Nada que pudiera llamar la atención. Nada hasta ese día en que conoció a Nai. El brujo inclinó ligeramente la cabeza mientras se preguntaba, mentalmente, si la chica se bañaba en leche de burra como Cleopatra. Más tarde, sin darse cuenta, haría esa misma pregunta en voz alta.
Naitiri habló de más cosas a parte de su país. Habló de sus padres y de cómo le habían llevado hasta Francia a pesar de que ella seguía queriendo volver a Guiza. La chica sentía lo mismo a lo que el brujo sentía por Viena. Otra razón más para empatizar con ella.
-No puedo estar más de acuerdo contigo. Nuestras ciudades no son las mejores, pero es de allí de dónde venimos. El vino de Austria sabe a bilis en comparación a éste, - levantó unos centímetros la copa de la mesa para señalar el vino afrutado que Nai había pedido minutos antes- no tenemos cafeterías con cuadros tan hermosos – con la cabeza, señalar con la mano sería de mala educación, señaló los cuadros de la taberna- ni tampoco calles donde los artistas pintan, tocan instrumentos y componen poesía. Pero es mi país, y lo amo- la última frase la dijo, de nuevo, con un marcado acento alemán. Recuperando el francés neutral continúo– Podemos tener una segunda casa, pero siempre amaremos la primera. - unos segundos de silencio, estaba hablando más en francés de lo que acostumbraba y tenía que descansar antes de pasar al idioma alemán sin darse cuenta como solía hacer cuando hablaba con tanta soltura- Mi primera casa es Viena. No es la ciudad más hermosa de Europa, pero es donde la música cobra vida. - lo que más añoraba de Viena era asistir a las óperas de los nuevos compositores que surgían a cada mes- Si algún día viajas a Austria, no debes perder la ocasión de asistir a la ópera, en especial si interpretan la obra Peer Gynt-.
Las fachadas asistían al teatro porque los ricos lo hacían. Gerrit porque le gustaba ver y escuchar cantar sobre las historias de fantasía. Peer Gynt era su favorita. Se identifica mucho con el personaje. Para lo bueno y, sobre todo, para lo malo. La única diferencia entre ambos es que Gerrit no quería dejar de ser un duende-demonio.
- ¿Te molestaría si te pregunto sobre Guiza?- sentía mucha curiosidad sobre ese tema, no se pudo resistir- No he tenido el placer de conocer esa ciudad. Ni siquiera en libros. Conozco las pirámides y a Cleopatra, pero desconozco si las mujeres egipcias continúan bañándose en leche de burra para mantenerse jóvenes. - parecía un estúpido al haber preguntado sobre el tema de los baños de leche. A los ojos de Nai, tal vez lo fuera. Mejor estúpido que ignorante. En lugar de avergonzarse por la pregunta que acababa de hacer sonrió con la intención de reírse de él mismo antes de que la chica se riera de él. - Soy muy curioso, no lo puedo evitar-.
-No dudo que lo harás- contestó con una media sonrisa acompañada de un leve gesto afirmativo con la cabeza- y entonces estaré ahí para devolvértelo de nuevo-.
Solo en Paris, ciudad del arte y las mujeres sin encanto, podría haber una taberna como la que le llevó Naitiri a tomar la que sería la primera copa del día. Era un bar hecho para extranjeros, especialmente para personas como Gerrit y Nai que querían conversar a solas en un ambiente cálido y agradable. En las paredes se podían ver diferentes obras de arte de artistas que no tuvieron la oportunidad que de alcanzar la fama. Lástima por ellos, había cuadros realmente hermosos. Algunos de ellos eran mucho mejores que los que se exponían en los museos de Austria. ¿Si eran así los cuadros de la cafetería de aquí como serían sus museos? Si la velada avanzaba como estaba avanzado hasta el momento, tal vez sería buena idea preguntar a Nai si conocía algún museo por la zona.
Una vez dentro, se sentaron en las mesas del interior de la taberna. A Gerrit no le sorprendió darse cuenta que, a medida que iban entrando más y más, las mesas se iban vaciando. Los franceses adoraban llamar la atención, ya sea en el arte o ya sea sentándose en las terrazas de los bares más caros y lujosos de Paris para que todo aquel que pasara por las calles pudieran verlos. De nuevo, el brujo pensó en el símil que había hecho antes con las “casas” y las “fachadas” y lo amplió con la frase: “Las fachadas están en primera fila y las casas detrás”.
Con la primera copa de vino afrutado llegó la primera pregunta, quizás la más obvia dado a que los dos eran extranjeros. Gerrit no pensaba quedarse más tiempo del necesario en Paris. Su hogar estaba en Austria. No importaba cuando tiempo pasase fuera de su país, algún día quería regresar. Cuando sus antiguos amigos a los que traicionó se olvidasen de él, volvería a su antiguo apartamento en Viena, adoptaría una mascota, Isis era un buen nombre, y todo volvería a ser como antes.
Sin beber apenas, se puso la copa de vino entre los labios para ocultar la sonrisa que nacía de la nostalgia al recordar cómo era su vida en su país natal.
- ¿Por qué Paris? - la pregunta le sorprendió, es la misma que se había estado repitiendo durante todo este tiempo. – No lo sé, - al estar recordando los días de su país, su acento salió mucho más marcado del que ya era de por sí- cualquier lugar es bueno para tomarse un tiempo de descanso. En todos los países hay buenos artistas y monumentos únicos que visitar. Paris no destaca sobre ninguna otra ciudad y, si lo hace, llevo muy poco tiempo aquí para haberme dado cuenta de ello-. Tras unos segundos de silencio, añadió en un perfecto francés en el que no hubo ni rastro de su característico acento: - Quizás, con más días encuentre ese algo especial-.
Poco, o más bien nada, sabía Gerrit sobre Egipto. Los libros de historia hablaban sobre las antiguas pirámides, los baños de leche de burra de Cleopatra y de todo el misterio que los jeroglíficos envuelven. Nada se sabía si, todavía, después de años de gloria y cultura, seguía viviendo personas en la vieja ciudad de Guiza. Por como hablaban los libros, parecía que no. Gerrit siempre se imaginó el país de Egipto como un montón de pirámides con una gran multitud de curiosos intelectuales al su alrededor buscando momias y misterios. Nada que pudiera llamar la atención. Nada hasta ese día en que conoció a Nai. El brujo inclinó ligeramente la cabeza mientras se preguntaba, mentalmente, si la chica se bañaba en leche de burra como Cleopatra. Más tarde, sin darse cuenta, haría esa misma pregunta en voz alta.
Naitiri habló de más cosas a parte de su país. Habló de sus padres y de cómo le habían llevado hasta Francia a pesar de que ella seguía queriendo volver a Guiza. La chica sentía lo mismo a lo que el brujo sentía por Viena. Otra razón más para empatizar con ella.
-No puedo estar más de acuerdo contigo. Nuestras ciudades no son las mejores, pero es de allí de dónde venimos. El vino de Austria sabe a bilis en comparación a éste, - levantó unos centímetros la copa de la mesa para señalar el vino afrutado que Nai había pedido minutos antes- no tenemos cafeterías con cuadros tan hermosos – con la cabeza, señalar con la mano sería de mala educación, señaló los cuadros de la taberna- ni tampoco calles donde los artistas pintan, tocan instrumentos y componen poesía. Pero es mi país, y lo amo- la última frase la dijo, de nuevo, con un marcado acento alemán. Recuperando el francés neutral continúo– Podemos tener una segunda casa, pero siempre amaremos la primera. - unos segundos de silencio, estaba hablando más en francés de lo que acostumbraba y tenía que descansar antes de pasar al idioma alemán sin darse cuenta como solía hacer cuando hablaba con tanta soltura- Mi primera casa es Viena. No es la ciudad más hermosa de Europa, pero es donde la música cobra vida. - lo que más añoraba de Viena era asistir a las óperas de los nuevos compositores que surgían a cada mes- Si algún día viajas a Austria, no debes perder la ocasión de asistir a la ópera, en especial si interpretan la obra Peer Gynt-.
Las fachadas asistían al teatro porque los ricos lo hacían. Gerrit porque le gustaba ver y escuchar cantar sobre las historias de fantasía. Peer Gynt era su favorita. Se identifica mucho con el personaje. Para lo bueno y, sobre todo, para lo malo. La única diferencia entre ambos es que Gerrit no quería dejar de ser un duende-demonio.
- ¿Te molestaría si te pregunto sobre Guiza?- sentía mucha curiosidad sobre ese tema, no se pudo resistir- No he tenido el placer de conocer esa ciudad. Ni siquiera en libros. Conozco las pirámides y a Cleopatra, pero desconozco si las mujeres egipcias continúan bañándose en leche de burra para mantenerse jóvenes. - parecía un estúpido al haber preguntado sobre el tema de los baños de leche. A los ojos de Nai, tal vez lo fuera. Mejor estúpido que ignorante. En lugar de avergonzarse por la pregunta que acababa de hacer sonrió con la intención de reírse de él mismo antes de que la chica se riera de él. - Soy muy curioso, no lo puedo evitar-.
Re: Casas y fachadas (privado)
De alguna forma me alegraba haber chocado contra aquel hombre… mejor dicho, que mí perra hubiera puesto sus patas sobre su pecho cortándole el paso y que luego le hubiera dado un beso de los que solamente ella sabía dar. A mí no me importaba que me diera besos, estaba acostumbrada y amaba cada gesto que Isis me daba, muestra también del cariño que sentía por mí y que era una de las pocas maneras de expresarlo. Aunque darle aquel beso a Gerrit había sido más bien algo de costumbre y que, sin duda, había alegrado considerablemente mí mano haciendo que riera sin poder evitarlo pese a la mirada del joven. Lo que sin duda no había podido esperar es que él, de alguna forma, se vengara en consecuencia dándome a mí un beso baboso como los que daba Isis en los que me dejó perpleja durante unos segundos, pero que finalmente estallé a reír por lo divertido que había sido aunque hubiera pasado su lengua por una mitad de mí rostro.
El día parecía que mejoraba con cada minuto que pasaba a su lado, no estaba acostumbrada a topar con personas que tuvieran ese carácter como era el mío; uno al que no le gustaba perder pero que, sin embargo, le encanta retar hasta a qué punto terminaba todo aquello. Había sido fácil seguirle todo el juego, tanto de palabras como al final terminar en un reto impuesto por cada uno en el que estaba convencida en que nos lo íbamos a pasar bien, aunque los dos tuviéramos ese carácter que nos impedía perder a toda costa. Era algo que odiaba, y aunque me hubiera apuntado el primer punto del día al darle mí perra aquel beso… él había un empate al devolverme la jugada.
Debería de haber besado a mí perra pero entendía que era para él mucho más gracioso, y satisfactorio, el darme a mí el beso para vengarse. Había captado el mensaje e, incluso así, no había podido evitar bromear al respecto sobre ello. No sabía por qué, pero a pesar de que lo conocía de tan sólo unos minutos me sentía… extrañamente a gusto haciendo bromas, en un tira y afloja, con él. Quizás fuera por el hecho de que éramos parecidos en ese aspecto y, aunque había falta de confianza pues acabábamos de conocernos, me resultaba fácil sacar ese lado juguetón, retador y divertido que poseía. Cualquier otra persona se hubiera sentido ofendido ante alguna de mis palabras, pero él parecía divertido por todo ello. Reí por sus palabras negando con la cabeza.
-Al final, señor Gerrit, voy a pensar que le gusta darme ese tipo de besos y me lo tomaré como algo en serio –mí sonrisa era evidente y mí tono socarrón también- Gracias por adelantarme que, en un futuro, intentará devolvérmela. Eso me hará estar mucho más atenta –reí entre dientes y al final acordamos seguir con aquel reto impuesto y ofrecí ir a una taberna para seguir con todo aquello que prometía ser divertido. El sitio elegido era uno donde pocos franceses entraban, más bien era para turistas y se podía notar ya que al final del lugar las personas que había eran extranjeras y no franceses. Elegí una mesa al fondo y me senté mientras la camarera no tardó en acercarse, puesto que él había decidido que empezara yo pedí un vino afrutado que esperé que le gustara. Por lo que era mí turno de preguntar y ver en qué acababa el día que había comenzado mal, pero que mejoraba minuto a minuto.
Preguntarle por qué había elegido París podría haber sido algo bastante sencillo y lógico, aún así, no era la primera persona extranjera que me cruzaba que decía estar de paso y que casualmente acababa quedándose unos días en la ciudad. Como alguien que había vivido allí durante varios años me era extraño reconocer, o saber, qué tenía aquella ciudad para albergar tal diversidad de nacionalidades. Quizás de haber elegido mí vida no habría parado en la ciudad, pero había sido de forma impuesta y ya me había acostumbrado a sus calles, a su estilo de vida, su gastronomía, sus gentes… era como mí segunda casa, aunque siempre habría un lugar por encima de aquella ciudad.
Pareció un poco desconcertado ante la pregunta de por qué aquella ciudad a lo que esperé a darle su tiempo para responder, cuando lo hizo dejó salir un deje que seguramente sería característico de su tierra y que diferenciaba mucho de ser de París, a lo que sonreí levemente escuchándolo. Asentí con la cabeza cuando terminó de hablar y di un sorbo de la copa que tenía entre mis manos sin apartar mi mirada de la suya, al decirme que no había visto algo especial en la ciudad.
-Bueno, sin duda alguna París puede destacar por su buen vino y por el aire artístico que se respira en la ciudad. Hay muchos artistas que llenan sus calles con su talento, pero seguramente lo que más destaque sea su gastronomía y el buen vino –moví la copa como muestra de lo que estaba hablando- Estoy segura de que verás esas cosas cuando lleves unos días en la ciudad. No sé que tiene París, pero las personas que he conocido que decían estar de paso finalmente han acabado por asentarse aquí –me encogí de hombros- Algo tendrá que tener para que les embauque de esa manera, ¿no crees? –Ladeé un poco mí rostro ante la pregunta, porque sino, no encontraba otra explicación posible para ello. Después fue su turno de preguntas y cómo no salió el tema que yo le había comentado de pasada de que no era de allí, así que no me importó decirle que era Egipcia aunque sí que modifiqué la verdad del por qué estaba allí realmente… era algo reacia a contar un pasado tan oscuro como ese.
Sonreí cuando dijo aquello sobre nuestras ciudades, reí levemente ante su comentario comparando el vino de Austria con el de París, así como las cafeterías con cuadros y las calles que se llenaban de arte y de música. Al hablar de nuevo de su lugar natal volvió a salir ese acento marcado que difería del francés y eso me hizo sonreír aún más, al mismo tiempo que levantaba levemente la copa por sus palabras ya que estaba de acuerdo. No había otro lugar en el mundo como de aquel al que procedía y del cual sentía la necesidad de que tenía que volver allí.
-Touché –dije simplemente porque estaba totalmente de acuerdo con lo que había comentado dejando que fuera él quien ahora hablara de su ciudad. No había estado en Venecia aunque sí había leído y oído algo sobre el lugar, a lo que presté atención a todo lo que decía. Sonreí y asentí con la cabeza ante ello- Le aseguro que si alguna vez paso por su ciudad visitaré la ópera, pero dime, ¿de qué trata exactamente esa obra? Seguro que es una de tus favoritas si haces mención sobre ella. -Ante su pregunta ladeé un poco la cabeza pero terminé por sonreír- En absoluto, puedes preguntarme lo que quieras –había esperado, de alguna forma, que hablara sobre las pirámides y Cleopatra pero aquella última confesión… hizo que comenzara a reírme sin poder evitarlo. La carcajada sonó antes siquiera de que pudiera evitarlo pero fue imposible, me hizo tanta gracia aquello que tuve que poner una de mis manos en mis labios para acallar un poco la risa que seguía todavía presente.
Inesperado totalmente pero que me había hecho muchísima gracia, ¿de verdad pensaba que seguíamos esa costumbre? Lo más divertido que había escuchado en muchos años sin duda alguna, tanto que hasta unas lágrimas surcaron mí rostro por ello. Una vez calmada la risa y limpiado las lágrimas del rostro lo miré con una sonrisa.
- Sin duda alguna sí, eres curioso pero es algo que yo también soy así que no es algo que me importe –hice una pequeña pausa, tomé un trago del vino, y procedí a hablar observándolo- Sí, señor Gerrit, debo de admitir que aunque es una costumbre arcaica y de hace miles de años, hoy en día, es algo que seguimos practicando –intenté sonar convincente- ¿No se ha dado cuenta de lo tersa, limpia y suave que tengo la piel? Eso es dado a esos baños que en la antigüedad ya se utilizaban, no todo es cuestión de genética señor Gerrit –me mordí el labio, ¿cuánto más iba a poder continuar con aquello?- Debería de probarlo usted mismo, es algo difícil encontrar en París tanta cantidad para un baño pero le aseguro que, una vez lo pruebe, querrá repetir experiencia –hice una leve pausa en la que estaba controlando la risa pero… fue misión imposible. No aguanté más y volvía reírme de nuevo, aunque menos que la anterior vez, al ver la cara que puso por mis palabras- Esos son mitos, Gerrit. Decían que así eran los baños de Cleopatra, puede que fuera verdad, pero hace miles de años que nadie se baña de esa forma… o al menos nadie que yo conozca –le sonreí divertida y negué con la cabeza- Ésa ha sido fácil –le miré- Bueno, ¿qué os puedo decir sobre Guiza? Lo que más llama la atención son las pirámides que hay en las afueras de la ciudad, mí madre las estudiaba cuando yo era pequeña y me gustaba ver cómo lo hacía… me gustaba aprender de ella –sonreí con algo de nostalgia- También es conocida por la Gran Esfinge que hay y por la Necrópolis que hay cerca donde hay muchas más pirámides de las reinas, templos funerarios… es un reclamo para la gente que va al lugar. Si algún día vas, te recomiendo montar en camello o darte un paseo en una barca por el Nilo, en primavera es la estación más indicada ya que en verano es muy caluroso –tomé de nuevo la copa y di un trago- ¿Qué hay de Viena? He oído y leído sobre el lugar, dicen que hay muchos lugares donde poder ir a la ópera, por sus lugares arquitectónicos… Si alguna vez voy, ¿qué es lo que debería de visitar? –Hice una leve pausa- Creo que pronto te tocará elegir bebida –le sonreí esperando a que fuera él quien hablara de su lugar de origen.
El día parecía que mejoraba con cada minuto que pasaba a su lado, no estaba acostumbrada a topar con personas que tuvieran ese carácter como era el mío; uno al que no le gustaba perder pero que, sin embargo, le encanta retar hasta a qué punto terminaba todo aquello. Había sido fácil seguirle todo el juego, tanto de palabras como al final terminar en un reto impuesto por cada uno en el que estaba convencida en que nos lo íbamos a pasar bien, aunque los dos tuviéramos ese carácter que nos impedía perder a toda costa. Era algo que odiaba, y aunque me hubiera apuntado el primer punto del día al darle mí perra aquel beso… él había un empate al devolverme la jugada.
Debería de haber besado a mí perra pero entendía que era para él mucho más gracioso, y satisfactorio, el darme a mí el beso para vengarse. Había captado el mensaje e, incluso así, no había podido evitar bromear al respecto sobre ello. No sabía por qué, pero a pesar de que lo conocía de tan sólo unos minutos me sentía… extrañamente a gusto haciendo bromas, en un tira y afloja, con él. Quizás fuera por el hecho de que éramos parecidos en ese aspecto y, aunque había falta de confianza pues acabábamos de conocernos, me resultaba fácil sacar ese lado juguetón, retador y divertido que poseía. Cualquier otra persona se hubiera sentido ofendido ante alguna de mis palabras, pero él parecía divertido por todo ello. Reí por sus palabras negando con la cabeza.
-Al final, señor Gerrit, voy a pensar que le gusta darme ese tipo de besos y me lo tomaré como algo en serio –mí sonrisa era evidente y mí tono socarrón también- Gracias por adelantarme que, en un futuro, intentará devolvérmela. Eso me hará estar mucho más atenta –reí entre dientes y al final acordamos seguir con aquel reto impuesto y ofrecí ir a una taberna para seguir con todo aquello que prometía ser divertido. El sitio elegido era uno donde pocos franceses entraban, más bien era para turistas y se podía notar ya que al final del lugar las personas que había eran extranjeras y no franceses. Elegí una mesa al fondo y me senté mientras la camarera no tardó en acercarse, puesto que él había decidido que empezara yo pedí un vino afrutado que esperé que le gustara. Por lo que era mí turno de preguntar y ver en qué acababa el día que había comenzado mal, pero que mejoraba minuto a minuto.
Preguntarle por qué había elegido París podría haber sido algo bastante sencillo y lógico, aún así, no era la primera persona extranjera que me cruzaba que decía estar de paso y que casualmente acababa quedándose unos días en la ciudad. Como alguien que había vivido allí durante varios años me era extraño reconocer, o saber, qué tenía aquella ciudad para albergar tal diversidad de nacionalidades. Quizás de haber elegido mí vida no habría parado en la ciudad, pero había sido de forma impuesta y ya me había acostumbrado a sus calles, a su estilo de vida, su gastronomía, sus gentes… era como mí segunda casa, aunque siempre habría un lugar por encima de aquella ciudad.
Pareció un poco desconcertado ante la pregunta de por qué aquella ciudad a lo que esperé a darle su tiempo para responder, cuando lo hizo dejó salir un deje que seguramente sería característico de su tierra y que diferenciaba mucho de ser de París, a lo que sonreí levemente escuchándolo. Asentí con la cabeza cuando terminó de hablar y di un sorbo de la copa que tenía entre mis manos sin apartar mi mirada de la suya, al decirme que no había visto algo especial en la ciudad.
-Bueno, sin duda alguna París puede destacar por su buen vino y por el aire artístico que se respira en la ciudad. Hay muchos artistas que llenan sus calles con su talento, pero seguramente lo que más destaque sea su gastronomía y el buen vino –moví la copa como muestra de lo que estaba hablando- Estoy segura de que verás esas cosas cuando lleves unos días en la ciudad. No sé que tiene París, pero las personas que he conocido que decían estar de paso finalmente han acabado por asentarse aquí –me encogí de hombros- Algo tendrá que tener para que les embauque de esa manera, ¿no crees? –Ladeé un poco mí rostro ante la pregunta, porque sino, no encontraba otra explicación posible para ello. Después fue su turno de preguntas y cómo no salió el tema que yo le había comentado de pasada de que no era de allí, así que no me importó decirle que era Egipcia aunque sí que modifiqué la verdad del por qué estaba allí realmente… era algo reacia a contar un pasado tan oscuro como ese.
Sonreí cuando dijo aquello sobre nuestras ciudades, reí levemente ante su comentario comparando el vino de Austria con el de París, así como las cafeterías con cuadros y las calles que se llenaban de arte y de música. Al hablar de nuevo de su lugar natal volvió a salir ese acento marcado que difería del francés y eso me hizo sonreír aún más, al mismo tiempo que levantaba levemente la copa por sus palabras ya que estaba de acuerdo. No había otro lugar en el mundo como de aquel al que procedía y del cual sentía la necesidad de que tenía que volver allí.
-Touché –dije simplemente porque estaba totalmente de acuerdo con lo que había comentado dejando que fuera él quien ahora hablara de su ciudad. No había estado en Venecia aunque sí había leído y oído algo sobre el lugar, a lo que presté atención a todo lo que decía. Sonreí y asentí con la cabeza ante ello- Le aseguro que si alguna vez paso por su ciudad visitaré la ópera, pero dime, ¿de qué trata exactamente esa obra? Seguro que es una de tus favoritas si haces mención sobre ella. -Ante su pregunta ladeé un poco la cabeza pero terminé por sonreír- En absoluto, puedes preguntarme lo que quieras –había esperado, de alguna forma, que hablara sobre las pirámides y Cleopatra pero aquella última confesión… hizo que comenzara a reírme sin poder evitarlo. La carcajada sonó antes siquiera de que pudiera evitarlo pero fue imposible, me hizo tanta gracia aquello que tuve que poner una de mis manos en mis labios para acallar un poco la risa que seguía todavía presente.
Inesperado totalmente pero que me había hecho muchísima gracia, ¿de verdad pensaba que seguíamos esa costumbre? Lo más divertido que había escuchado en muchos años sin duda alguna, tanto que hasta unas lágrimas surcaron mí rostro por ello. Una vez calmada la risa y limpiado las lágrimas del rostro lo miré con una sonrisa.
- Sin duda alguna sí, eres curioso pero es algo que yo también soy así que no es algo que me importe –hice una pequeña pausa, tomé un trago del vino, y procedí a hablar observándolo- Sí, señor Gerrit, debo de admitir que aunque es una costumbre arcaica y de hace miles de años, hoy en día, es algo que seguimos practicando –intenté sonar convincente- ¿No se ha dado cuenta de lo tersa, limpia y suave que tengo la piel? Eso es dado a esos baños que en la antigüedad ya se utilizaban, no todo es cuestión de genética señor Gerrit –me mordí el labio, ¿cuánto más iba a poder continuar con aquello?- Debería de probarlo usted mismo, es algo difícil encontrar en París tanta cantidad para un baño pero le aseguro que, una vez lo pruebe, querrá repetir experiencia –hice una leve pausa en la que estaba controlando la risa pero… fue misión imposible. No aguanté más y volvía reírme de nuevo, aunque menos que la anterior vez, al ver la cara que puso por mis palabras- Esos son mitos, Gerrit. Decían que así eran los baños de Cleopatra, puede que fuera verdad, pero hace miles de años que nadie se baña de esa forma… o al menos nadie que yo conozca –le sonreí divertida y negué con la cabeza- Ésa ha sido fácil –le miré- Bueno, ¿qué os puedo decir sobre Guiza? Lo que más llama la atención son las pirámides que hay en las afueras de la ciudad, mí madre las estudiaba cuando yo era pequeña y me gustaba ver cómo lo hacía… me gustaba aprender de ella –sonreí con algo de nostalgia- También es conocida por la Gran Esfinge que hay y por la Necrópolis que hay cerca donde hay muchas más pirámides de las reinas, templos funerarios… es un reclamo para la gente que va al lugar. Si algún día vas, te recomiendo montar en camello o darte un paseo en una barca por el Nilo, en primavera es la estación más indicada ya que en verano es muy caluroso –tomé de nuevo la copa y di un trago- ¿Qué hay de Viena? He oído y leído sobre el lugar, dicen que hay muchos lugares donde poder ir a la ópera, por sus lugares arquitectónicos… Si alguna vez voy, ¿qué es lo que debería de visitar? –Hice una leve pausa- Creo que pronto te tocará elegir bebida –le sonreí esperando a que fuera él quien hablara de su lugar de origen.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
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