AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En Plena Oscuridad
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En Plena Oscuridad
Había frio, mucho frio, casi podía sentirlo atravesar mi piel en punzadas dolorosas, pero no importó, ya poco tenía importancia. Aquí en la playa, vacía debido a la oscuridad que la noche proporcionaba, sola como nunca antes lo estuve y sin nada, absolutamente nada a que aferrarme. Lejos de lo más parecido a un hogar que alguna vez tuve y sin la menor idea de como termine ahí.
Esta mañana había recibido una carta de mi padre donde me comunicaba que volvería a Alejandría debido a sus negocios infructuosos en Europa, las telas no se estaban vendiendo bien por lo cual no podría pagar el local donde las vendía aquí en Francia, en el cual yo también vivía. Apenas había sobrevivido con lo que ganaba en la tienda, en conjunto con mis escapadas a mis raíces gitanas donde estafaba y engañaba para conseguir algunos francos, más sin el apoyo de mi padre no tenía lo suficiente como para continuar, ni sitio al cual ir. No podía unirme a una caravana gitana aquí debido a que no fui concebida en matrimonio por lo cual algunos gitanos considerarían mi llegada una ofensa, aun mayor si nadie me acompañaba y no estaba casada, por lo cual no era una opción.
Me senté alejada a unos metros del agua, escuchando el chocar de las olas, me quite mis zapatos y deshice poco a poco mi trabajado peinado, dejándolo caer en cascada, lo odiaba y odie no pertenecer por completo a ningún sitio, una padre árabe y una madre gitana sometida a la esclavitud ¿Dónde me dejaba eso? ¿Cuál se suponía que debía ser mi comportamiento?
Con mi mente sumergida en mis pensamientos tomé el tirante de mi vestido pensando en que nivel de inapropiado me encontraría si decidía romperlo, pero escuche un ruido a mis espaldas y deje el tirante en paz, di la vuelta sin miedo, si era un ladrón no tendría nada que robar y si era algo más no tenía nada que perder. Al dar la vuelta no había nada ahí, pero alcance a ver una sombra y me acerqué, la curiosidad pudo más que mi instinto diciendo que me alejara.
Esta mañana había recibido una carta de mi padre donde me comunicaba que volvería a Alejandría debido a sus negocios infructuosos en Europa, las telas no se estaban vendiendo bien por lo cual no podría pagar el local donde las vendía aquí en Francia, en el cual yo también vivía. Apenas había sobrevivido con lo que ganaba en la tienda, en conjunto con mis escapadas a mis raíces gitanas donde estafaba y engañaba para conseguir algunos francos, más sin el apoyo de mi padre no tenía lo suficiente como para continuar, ni sitio al cual ir. No podía unirme a una caravana gitana aquí debido a que no fui concebida en matrimonio por lo cual algunos gitanos considerarían mi llegada una ofensa, aun mayor si nadie me acompañaba y no estaba casada, por lo cual no era una opción.
Me senté alejada a unos metros del agua, escuchando el chocar de las olas, me quite mis zapatos y deshice poco a poco mi trabajado peinado, dejándolo caer en cascada, lo odiaba y odie no pertenecer por completo a ningún sitio, una padre árabe y una madre gitana sometida a la esclavitud ¿Dónde me dejaba eso? ¿Cuál se suponía que debía ser mi comportamiento?
Con mi mente sumergida en mis pensamientos tomé el tirante de mi vestido pensando en que nivel de inapropiado me encontraría si decidía romperlo, pero escuche un ruido a mis espaldas y deje el tirante en paz, di la vuelta sin miedo, si era un ladrón no tendría nada que robar y si era algo más no tenía nada que perder. Al dar la vuelta no había nada ahí, pero alcance a ver una sombra y me acerqué, la curiosidad pudo más que mi instinto diciendo que me alejara.
Ker Ahkbar- Gitano
- Mensajes : 49
Fecha de inscripción : 21/06/2016
Re: En Plena Oscuridad
Con el pasar de los días he llegado a la conclusión de que he dejado de poseer el control de mi vida, tal como si alguna fuerza suprema hubiese permanecido oculta a mi reverso, impaciente y expectante, con el único objetivo de tomar las riendas de mi existencia. No soy devoto creyente del destino pero si no se tratase de aquel, diría que me encuentro a merced de una energía bastante similar, una que que minuciosamente se ha encargado de enfrentarme a todas las sensaciones a las que renuncié una vez la sentencia de mis zarpas se pronunció atravesando el corazón del criminal, quien inclemente me arrebató la mitad de mí mismo.
Incluso cuando el demonio de la venganza fue dueño de mis actos tuve poder decisivo del rumbo de ellos, pues ningún escarmiento posible fue, a ciencia cierta, del todo provechoso; es imprescindible reconocer que no hay poder sobre esta tierra que me devuelva a mi hermano y es imperativo admitir que no tengo materia bajo mi dominio, pues mi cuerpo le pertenece a la bestia y la bestia se subyuga ante la luna. En esta vida no soy dueño de nada, ni siquiera de la vida misma y es por ello es que no he intentado siquiera oponerme a los planes que ancestrales fuerzas han puesto en mí camino.
Hace tres años ya que abandoné todo deseo de progreso, me he encerrado con llave en un continuo lapso de tiempo, absteniéndome de vivir una vida que desde tiempo atrás parece oponerse a cuanto proyecto he construido.
Reiteradas veces he sido víctima de mis pies que, tras la puesta del sol, me conducen sin rumbo por las calles de la capital. Sin embargo, este podría ser el momento más íntimo que me doy el gusto de tener en lo que han sido largas semanas. Encuentros y desencuentros, Cameron, la bella inmortal, el apático vampiro y la cazadora, todos aparentan ser una pequeña pero importante pieza de un rompecabezas que no logro interpretar, fracciones de una mística confabulación que ciertamente cada vez carece más de sentido; todos han ocupado si no mi tiempo, mis pensamientos, todos a excepción de mi propia persona.
Me concedo el beneficio de lamentarme por tragedias pasadas y en medio de amargas cavilaciones llego a la playa. Retiro los zapatos de mis pies y descalzos en la arena, sintiendo refrescante la acogida del terreno en mis pies y me desplazo con serenidad al ritmo de las olas que chocan ligeras contra la playa.
Unos incautos borrachos que tambaleándose se desplazan en dirección opuesta a la que me dirijo, tan pronto como notan mi presencia, en medio de improperios y jugarretas, deciden lanzar cuanto objeto encuentran entre sus manos y bolsillos hacía mí, esperando – o eso supongo – si bien no dañar mi integridad, encontrar presa sencilla que intimidar. A pesar de que mi bestia posee poca paciencia me fuerzo a mantener la calma, más al encontrar un envase de vidrio elevándose a la altura de mi rostro, renuncio a la diplomacia; se debe ser más cauteloso al elegir una víctima.
Mis dedos se convierten en garras que tras atrapar en envase justo antes de que este colisione con mi frente, tras aplicar un poco de fuerza, lo fragmentan en pedazos. Por una mueca rebosante de espanto que surca sus rostros, una vez las fauces de la bestia afloran y mis ojos se convierten en los suyos, tiñéndose de un vibrante amarillo; un ligero pero amenazante rugido se cuela entre mis labios y por su reacción deduzco que desconocían la existencia de lo sobrenatural, por lo menos hasta ahora. Despavoridos, los hombres se devuelven presurosamente por la misma dirección en la que llegaron.
Suelto una breve y burlesca carcajada, sintiendo las facciones del hijo de la luna esconderse tras mi rostro.
De repente, a pesar de ser mi parte más humana la que se alza, una esencia muy diferente a la de aquellos desgraciados individuos, perdida entre el aroma a tierra húmeda y sales marinas, se filtra en mis narices complaciendo con brevedad mi sentido del olfato, claramente se trata de una mujer.
— No esperaba tener espectadores — comento jocoso tras darme media vuelta para observar a mi acompañante quien curiosa observaba la escena. Por sus ropajes infiero que se trata de una gitana y tras echar un breve vistazo a su aura comprendo que se trata de una con más de un as bajo la manga.
Restos del envase de vidrio se han quedado incrustados en la dermis de mi mano, por supuesto la resistencia al dolor no permite que sienta más que un leve cosquilleo, no obstante, comienzo a retirar sin mucho cuidado los pedazos.
— No estoy acostumbrado a conocer personas de tan singular forma, pero dígame usted, Madame ¿fue un buen espectáculo?
Incluso cuando el demonio de la venganza fue dueño de mis actos tuve poder decisivo del rumbo de ellos, pues ningún escarmiento posible fue, a ciencia cierta, del todo provechoso; es imprescindible reconocer que no hay poder sobre esta tierra que me devuelva a mi hermano y es imperativo admitir que no tengo materia bajo mi dominio, pues mi cuerpo le pertenece a la bestia y la bestia se subyuga ante la luna. En esta vida no soy dueño de nada, ni siquiera de la vida misma y es por ello es que no he intentado siquiera oponerme a los planes que ancestrales fuerzas han puesto en mí camino.
Hace tres años ya que abandoné todo deseo de progreso, me he encerrado con llave en un continuo lapso de tiempo, absteniéndome de vivir una vida que desde tiempo atrás parece oponerse a cuanto proyecto he construido.
Reiteradas veces he sido víctima de mis pies que, tras la puesta del sol, me conducen sin rumbo por las calles de la capital. Sin embargo, este podría ser el momento más íntimo que me doy el gusto de tener en lo que han sido largas semanas. Encuentros y desencuentros, Cameron, la bella inmortal, el apático vampiro y la cazadora, todos aparentan ser una pequeña pero importante pieza de un rompecabezas que no logro interpretar, fracciones de una mística confabulación que ciertamente cada vez carece más de sentido; todos han ocupado si no mi tiempo, mis pensamientos, todos a excepción de mi propia persona.
Me concedo el beneficio de lamentarme por tragedias pasadas y en medio de amargas cavilaciones llego a la playa. Retiro los zapatos de mis pies y descalzos en la arena, sintiendo refrescante la acogida del terreno en mis pies y me desplazo con serenidad al ritmo de las olas que chocan ligeras contra la playa.
Unos incautos borrachos que tambaleándose se desplazan en dirección opuesta a la que me dirijo, tan pronto como notan mi presencia, en medio de improperios y jugarretas, deciden lanzar cuanto objeto encuentran entre sus manos y bolsillos hacía mí, esperando – o eso supongo – si bien no dañar mi integridad, encontrar presa sencilla que intimidar. A pesar de que mi bestia posee poca paciencia me fuerzo a mantener la calma, más al encontrar un envase de vidrio elevándose a la altura de mi rostro, renuncio a la diplomacia; se debe ser más cauteloso al elegir una víctima.
Mis dedos se convierten en garras que tras atrapar en envase justo antes de que este colisione con mi frente, tras aplicar un poco de fuerza, lo fragmentan en pedazos. Por una mueca rebosante de espanto que surca sus rostros, una vez las fauces de la bestia afloran y mis ojos se convierten en los suyos, tiñéndose de un vibrante amarillo; un ligero pero amenazante rugido se cuela entre mis labios y por su reacción deduzco que desconocían la existencia de lo sobrenatural, por lo menos hasta ahora. Despavoridos, los hombres se devuelven presurosamente por la misma dirección en la que llegaron.
Suelto una breve y burlesca carcajada, sintiendo las facciones del hijo de la luna esconderse tras mi rostro.
De repente, a pesar de ser mi parte más humana la que se alza, una esencia muy diferente a la de aquellos desgraciados individuos, perdida entre el aroma a tierra húmeda y sales marinas, se filtra en mis narices complaciendo con brevedad mi sentido del olfato, claramente se trata de una mujer.
— No esperaba tener espectadores — comento jocoso tras darme media vuelta para observar a mi acompañante quien curiosa observaba la escena. Por sus ropajes infiero que se trata de una gitana y tras echar un breve vistazo a su aura comprendo que se trata de una con más de un as bajo la manga.
Restos del envase de vidrio se han quedado incrustados en la dermis de mi mano, por supuesto la resistencia al dolor no permite que sienta más que un leve cosquilleo, no obstante, comienzo a retirar sin mucho cuidado los pedazos.
— No estoy acostumbrado a conocer personas de tan singular forma, pero dígame usted, Madame ¿fue un buen espectáculo?
Malachai Vlahovic- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 74
Fecha de inscripción : 23/04/2016
Localización : París
Re: En Plena Oscuridad
— Si quiere mi opinión solo algo debo decirle y es que hay muchas bestias sueltas en Francia y no dejan de impresionarme, sin embargo, le falto algo a su presentación y fue drama y suspenso ¿Cómo podría estar un espectáculo completo sin esos dos componentes?
Francia estaba poblado de personas como él y eso en lugar de aterrarme fue lo que me hizo quedarme, donde criaturas que alguna vez creí miticas conviven en algo no tan alejado de la armonía, una gitana con habilidades como las que yo poseo pasaría inadvertida, nadie me miraría más de una vez y los negocios marcharía mucho mejor, o al menos eso pensé, esta no ha sido una buena semana y se debía precisamente a aquellas habilidades especiales que algunos poseían.
— Si logra resolver ese problema de seguro su presentación sería un éxito rotundo, o un fracaso no del todo lamentable.
Hablaba, pero mi mente no estaba ahí, estaba en sus emociones, desde pequeña lograba notar aquello que las personas a mi alrededor sentían, con algunas era más fácil que otras, y con el sujeto frente a mí me resulto increíblemente sencillo, era como si sus sentimientos se comunicaran directamente conmigo, sin barreras, este hecho me erizó la piel y revolvió mis entrañas. Quise correr al lado opuesto de la playa puesto que su pesar era abrumador, una gran pérdida jamás superada llenaba mi psique como si el dolor fuera mío. Involuntariamente me lleve las manos al pecho, sentía un nudo en el estómago que era insoportable y mis ojos se nublaron un instante. Pero se detuvo, de pronto mi acceso se volvió nulo, ya no lo sentía.
Siempre odie sumergirme en los sentimientos profundos, generalmente ocultos a primera vista, son intensos y desgastantes, para engañar solo necesitaba de las trivialidades que el cliente manifestara superficialmente y con eso bastaba. No necesitaba incursionar, pero lo hice con él sin menor problema y eso únicamente me indicaba que ese hombre me podría traer problemas.
— Deberías limpiarte eso — Dije señalando su mano y sorprendiéndome de lo ronco de mi voz, aclaré mi garganta antes de continuar — El agua salada seguro servirá — Sonreí sardónicamente, pero, lo más probable es que aunque lo hiciera él no sentiría mucho.
Tomé asiento en la arena mirándolo en espera de que hiciera lo mismo, el más que temor había despertado en mi curiosidad, porque si era capaz de vivir con esa opresión en el pecho podría ganarse mi admiración. Y simplemente porque ahora mismo estaba sedienta de compañía, desesperada por entablar una conversación y deseosa de olvidar todo lo que me aqueja, todo lo que me ha herido y lo que me ha traído hasta aquí.
Francia estaba poblado de personas como él y eso en lugar de aterrarme fue lo que me hizo quedarme, donde criaturas que alguna vez creí miticas conviven en algo no tan alejado de la armonía, una gitana con habilidades como las que yo poseo pasaría inadvertida, nadie me miraría más de una vez y los negocios marcharía mucho mejor, o al menos eso pensé, esta no ha sido una buena semana y se debía precisamente a aquellas habilidades especiales que algunos poseían.
— Si logra resolver ese problema de seguro su presentación sería un éxito rotundo, o un fracaso no del todo lamentable.
Hablaba, pero mi mente no estaba ahí, estaba en sus emociones, desde pequeña lograba notar aquello que las personas a mi alrededor sentían, con algunas era más fácil que otras, y con el sujeto frente a mí me resulto increíblemente sencillo, era como si sus sentimientos se comunicaran directamente conmigo, sin barreras, este hecho me erizó la piel y revolvió mis entrañas. Quise correr al lado opuesto de la playa puesto que su pesar era abrumador, una gran pérdida jamás superada llenaba mi psique como si el dolor fuera mío. Involuntariamente me lleve las manos al pecho, sentía un nudo en el estómago que era insoportable y mis ojos se nublaron un instante. Pero se detuvo, de pronto mi acceso se volvió nulo, ya no lo sentía.
Siempre odie sumergirme en los sentimientos profundos, generalmente ocultos a primera vista, son intensos y desgastantes, para engañar solo necesitaba de las trivialidades que el cliente manifestara superficialmente y con eso bastaba. No necesitaba incursionar, pero lo hice con él sin menor problema y eso únicamente me indicaba que ese hombre me podría traer problemas.
— Deberías limpiarte eso — Dije señalando su mano y sorprendiéndome de lo ronco de mi voz, aclaré mi garganta antes de continuar — El agua salada seguro servirá — Sonreí sardónicamente, pero, lo más probable es que aunque lo hiciera él no sentiría mucho.
Tomé asiento en la arena mirándolo en espera de que hiciera lo mismo, el más que temor había despertado en mi curiosidad, porque si era capaz de vivir con esa opresión en el pecho podría ganarse mi admiración. Y simplemente porque ahora mismo estaba sedienta de compañía, desesperada por entablar una conversación y deseosa de olvidar todo lo que me aqueja, todo lo que me ha herido y lo que me ha traído hasta aquí.
Ker Ahkbar- Gitano
- Mensajes : 49
Fecha de inscripción : 21/06/2016
Re: En Plena Oscuridad
Contengo una carcajada auténticamente divertido ante su astuto comentario acerca de mi actuación. Saco el último pedazo de vidrio incrustado en mi mano y la sacudo con fuerza para retirar los residuos del material que quedan en ella. Las heridas ya han comenzado a sanar y siento cada minúsculo detalle de la magia que sucede bajo mi dermis; tejido a tejido, mi piel se arregla con satisfactoria rapidez, no obstante, a pesar de que siento un leve hormigueo extenderse sobre mi extremidad mientras sanan mis heridas, en ninguna de ellas percibo dolor.
Media sonrisa entristecida surca mis labios, gruesas gotas de sangre resbalan hacia mi brazo, tiznando mi pálida piel de carmesí, que bajo la luz de madrugada se percibe en una tonalidad más oscura de lo que en realidad es. Si el dolor hace al humano ¿soy algo más allá de la bestia? Me gustaría pensar que sí, incluso aunque cada día el destino se empeñe en mostrarme lo contrario, obligándome a desencadenar la feroz bestia que habita en mí, que se apodera de mi cuerpo, inhibe mi voluntad y toma el control de mis emociones.
Al volver mi atención a la mujer y la encuentro observándome entretenida, enarcando las cejas, esperando a que tome asiento a su lado. Justo como me lo pide su mirada, así mismo me dispongo, dejándome caer sobre la fresca arena, sintiendo los gélidos y espumosos charcos que acarician la arena cuando las olas tocan tierra, rozar la punta de mis pies. Entonces me inclino un poco y sumerjo mi mano en las salinas aguar para limpiar los residuos de sangre. Falta poco para que las heridas, pero, aun así, como era de esperarse no siento absolutamente nada.
— Si llega a entretenerle lo suficiente puedo pretender que me ha dolido — le ofrezco una presumida sonrisa, por supuesto, a modo de broma — quizá eso le otorgue el toque de drama que le faltaba a mi presentación. El suspenso queda en si mi mano volverá a ser la misma de antes.
Hace tiempo que desconozco esta versión de mí mismo, el hombre audaz, el mismo que no teme acercarse a las personas por miedo a que la bestia termine por despedazarlos. En mi mente perduran los recuerdos de lo que fui, sin embargo, al final del día siguen siendo recuerdos y me resigno a la idea de que ahora no soy más que el fantasma de mi peor versión. La venganza y el resentimiento aun envenenan mi alma y el miserable pedazo de humanidad que me resta se limita a reprimir todo lo demás, abandonándome en un insoportable estado de quietud.
Por un instante, la extraña me ha sacado de la prisión en la que me coloqué a mí mismo, por un momento he vuelto a ese intrépido ser que se da el lujo de tomar riesgos. Todo en cuanto respecta a aquella mujer se siente como una apuesta, desde su aura hasta su mirada y nuevamente, como en otras contadas ocasiones, con seres muy diferentes, me invade ese familiar sentimiento que me incita a conocer de ella.
— ¿Qué le trae a la playa en esta madrugada, Madame?
Es una pregunta suelta, nada tiene que ver con el suceso por el que nuestros caminos se han cruzado, pero algo he de decir para romper el hielo. Evidentemente no es mi fuerte socializar.
De repente caigo en cuenta que ignoro el nombre de la dama.
— Mi nombre es Malachai —extiendo mi mano, esperando a que ella se decida a estrecharla —Apreciaría me permitiera conocer el suyo —comento jovial — No sería justo que usted ostentara semejante ventaja
Media sonrisa entristecida surca mis labios, gruesas gotas de sangre resbalan hacia mi brazo, tiznando mi pálida piel de carmesí, que bajo la luz de madrugada se percibe en una tonalidad más oscura de lo que en realidad es. Si el dolor hace al humano ¿soy algo más allá de la bestia? Me gustaría pensar que sí, incluso aunque cada día el destino se empeñe en mostrarme lo contrario, obligándome a desencadenar la feroz bestia que habita en mí, que se apodera de mi cuerpo, inhibe mi voluntad y toma el control de mis emociones.
Al volver mi atención a la mujer y la encuentro observándome entretenida, enarcando las cejas, esperando a que tome asiento a su lado. Justo como me lo pide su mirada, así mismo me dispongo, dejándome caer sobre la fresca arena, sintiendo los gélidos y espumosos charcos que acarician la arena cuando las olas tocan tierra, rozar la punta de mis pies. Entonces me inclino un poco y sumerjo mi mano en las salinas aguar para limpiar los residuos de sangre. Falta poco para que las heridas, pero, aun así, como era de esperarse no siento absolutamente nada.
— Si llega a entretenerle lo suficiente puedo pretender que me ha dolido — le ofrezco una presumida sonrisa, por supuesto, a modo de broma — quizá eso le otorgue el toque de drama que le faltaba a mi presentación. El suspenso queda en si mi mano volverá a ser la misma de antes.
Hace tiempo que desconozco esta versión de mí mismo, el hombre audaz, el mismo que no teme acercarse a las personas por miedo a que la bestia termine por despedazarlos. En mi mente perduran los recuerdos de lo que fui, sin embargo, al final del día siguen siendo recuerdos y me resigno a la idea de que ahora no soy más que el fantasma de mi peor versión. La venganza y el resentimiento aun envenenan mi alma y el miserable pedazo de humanidad que me resta se limita a reprimir todo lo demás, abandonándome en un insoportable estado de quietud.
Por un instante, la extraña me ha sacado de la prisión en la que me coloqué a mí mismo, por un momento he vuelto a ese intrépido ser que se da el lujo de tomar riesgos. Todo en cuanto respecta a aquella mujer se siente como una apuesta, desde su aura hasta su mirada y nuevamente, como en otras contadas ocasiones, con seres muy diferentes, me invade ese familiar sentimiento que me incita a conocer de ella.
— ¿Qué le trae a la playa en esta madrugada, Madame?
Es una pregunta suelta, nada tiene que ver con el suceso por el que nuestros caminos se han cruzado, pero algo he de decir para romper el hielo. Evidentemente no es mi fuerte socializar.
De repente caigo en cuenta que ignoro el nombre de la dama.
— Mi nombre es Malachai —extiendo mi mano, esperando a que ella se decida a estrecharla —Apreciaría me permitiera conocer el suyo —comento jovial — No sería justo que usted ostentara semejante ventaja
Malachai Vlahovic- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 74
Fecha de inscripción : 23/04/2016
Localización : París
Re: En Plena Oscuridad
Rodé los ojos ante su demostración y su actitud arrogante, pero de igual forma no pude evitar que una sonrisa se mostrara en mi rostro ante su comportamiento. Mis manos se mantienen ocupadas dibujando pequeñas runas en la arena que son borradas rápidamente por el oleaje, mientras los pensamientos se aglomeran en mi mente, demasiados asuntos sin resolver, demasiadas preocupaciones, sentarme en la playa a mitad de la noche con un completo extraño no resolvería nada, pero no hacerlo y alejarme para buscar una solución inexistente a mis problemas en solitario sólo lograría empeorarlo, por la cual no dudo en seguirle el juego.
—Algo me dice que serias un pésimo actor, así que podríamos dejarlo así por el momento — Hice una pausa —Aunque quién sabe, quizás hasta necesites que te amputen la mano ¿Cómo saberlo? — Dije con voz falsamente sorprendida.
Le observo con detenimiento, un falso sentimiento de reconocimiento me invade, pero de haberlo visto antes estoy segura lo recordaría, sin mucha seguridad decidí dejar de lado ese extraño sentimiento de familiaridad que me invadió por un momento, pero la incertidumbre prevaleció en mi mente. Buscando en mis memorias no alcanzaba a encontrar algo que me conectara con este hombre, y por un segundo quise pensar en los sueños premonitorios que había tenido anteriormente pero la cadena alrededor de mi cuello comenzó a calentarse alejando dichos deseos de mi mente, sabía que si esos pequeños retazos del futuro volvían a mí sólo terminaría llena de más problemas de los que soy capaz de manejar, al menos esta noche las tribulaciones sobre un futuro indeterminado no eran necesarias, y si de alguna manera ya había visto hacia donde llegaría este encuentro no necesitaba rememorarlo.
Volviendo mi mente hacia mi acompañante sonreí maliciosamente antes de contestar a su pregunta en tono burlón: —Pensé que era obvio, estoy aquí para finalmente obtener ese tono de piel que tanto presumen las francesas, aunque quizás —Señale al cielo — Llegue un poco tarde, o muy temprano según cual sea tu perspectiva.
Por alguna razón que para ser sincera desconozco había decidido comportarme de manera amigable, o al menos lo más gentil que puedo considerando mi naturaleza, con este singular hombre con el que me había topado, puesto que no creía que mi habitual modo de tratar con las personas, el cual consistía básicamente en mantenerse a la defensiva, funcionara con ese personaje en particular y porque siendo sincera estaba muy cansada como para desprender toda esa astucia, ingenio y determinación que suelo presumir poseer.
—Pues, Malachai, debiste intuir algo tan pronto me viste venir, no soy una gran defensora de la justicia y todo lo que implican las balanzas equilibradas — Dije sagazmente — Pero como estoy de un humor increíblemente caritativo te lo diré, mi nombre es Ker, debo decir que mis padres no fueron especialmente ingeniosos al nombrarme.
Ker, mi padre solía decirme que mi madre lo había elegido por lo que yo representaba para ella, lo cual dice mucho ya que cuando finalmente averigüé que significaba dicho nombre me impacto un poco, supongo que mi querida madre poseía un increíble y particular sentido del humor o la mujer estaba completamente loca.
—Pero ya que nos conocemos me has dado la suficiente confianza te haré una pregunta ¿Quiénes eran esos hombres? Me niego a creer que vas por ahí violentando personas sin más, aunque si lo haces, puedes creerme, no te juzgare con la condición de que me invites la próxima vez. — Sonreí socarronamente.
Malachai despertaba en mí una enorme curiosidad y planeaba alargar esta charla hasta llegar a comprenderlo un poco más o mi curiosidad se vea saciada.
—Algo me dice que serias un pésimo actor, así que podríamos dejarlo así por el momento — Hice una pausa —Aunque quién sabe, quizás hasta necesites que te amputen la mano ¿Cómo saberlo? — Dije con voz falsamente sorprendida.
Le observo con detenimiento, un falso sentimiento de reconocimiento me invade, pero de haberlo visto antes estoy segura lo recordaría, sin mucha seguridad decidí dejar de lado ese extraño sentimiento de familiaridad que me invadió por un momento, pero la incertidumbre prevaleció en mi mente. Buscando en mis memorias no alcanzaba a encontrar algo que me conectara con este hombre, y por un segundo quise pensar en los sueños premonitorios que había tenido anteriormente pero la cadena alrededor de mi cuello comenzó a calentarse alejando dichos deseos de mi mente, sabía que si esos pequeños retazos del futuro volvían a mí sólo terminaría llena de más problemas de los que soy capaz de manejar, al menos esta noche las tribulaciones sobre un futuro indeterminado no eran necesarias, y si de alguna manera ya había visto hacia donde llegaría este encuentro no necesitaba rememorarlo.
Volviendo mi mente hacia mi acompañante sonreí maliciosamente antes de contestar a su pregunta en tono burlón: —Pensé que era obvio, estoy aquí para finalmente obtener ese tono de piel que tanto presumen las francesas, aunque quizás —Señale al cielo — Llegue un poco tarde, o muy temprano según cual sea tu perspectiva.
Por alguna razón que para ser sincera desconozco había decidido comportarme de manera amigable, o al menos lo más gentil que puedo considerando mi naturaleza, con este singular hombre con el que me había topado, puesto que no creía que mi habitual modo de tratar con las personas, el cual consistía básicamente en mantenerse a la defensiva, funcionara con ese personaje en particular y porque siendo sincera estaba muy cansada como para desprender toda esa astucia, ingenio y determinación que suelo presumir poseer.
—Pues, Malachai, debiste intuir algo tan pronto me viste venir, no soy una gran defensora de la justicia y todo lo que implican las balanzas equilibradas — Dije sagazmente — Pero como estoy de un humor increíblemente caritativo te lo diré, mi nombre es Ker, debo decir que mis padres no fueron especialmente ingeniosos al nombrarme.
Ker, mi padre solía decirme que mi madre lo había elegido por lo que yo representaba para ella, lo cual dice mucho ya que cuando finalmente averigüé que significaba dicho nombre me impacto un poco, supongo que mi querida madre poseía un increíble y particular sentido del humor o la mujer estaba completamente loca.
—Pero ya que nos conocemos me has dado la suficiente confianza te haré una pregunta ¿Quiénes eran esos hombres? Me niego a creer que vas por ahí violentando personas sin más, aunque si lo haces, puedes creerme, no te juzgare con la condición de que me invites la próxima vez. — Sonreí socarronamente.
Malachai despertaba en mí una enorme curiosidad y planeaba alargar esta charla hasta llegar a comprenderlo un poco más o mi curiosidad se vea saciada.
Ker Ahkbar- Gitano
- Mensajes : 49
Fecha de inscripción : 21/06/2016
Re: En Plena Oscuridad
Encuentro gracia en la forma en la que sus ojos ruedan, pues aquella gesticulación difiere considerablemente de la sonrisa que le curva los labios delatora; no obstante, opto por no presionar en el asunto, pues considero nuestro encuentro demasiado prematuro para ello, por tanto, hago silencio sin oponer réplica a la mueca, permitiéndole hacerse a la idea que sólo he percibido el tedio y no la diversión. La observo con curiosidad, su índice hace de pincel y la arena de su lienzo; la gitana plasma símbolos que van más allá de mi conocimiento, quizá carezca de sentido ahondar en el significado de representaciones que realiza como producto del ocio, mas me causa intriga conocer si representan algo más.
Sus palabras, como un llamado a tierra, me expulsan de mi momentánea ensoñación.
— Eso le daría un interesante giro a la historia, Madame — Me encojo de hombros con media sonrisa extendida en mis labios— trágico, considerando que no soy lagartija y no puedo regenerar el tejido perdido, así que prefiero conservar las extremidades ancladas al cuerpo.
Ella ríe sutilmente ante mi declaración, esta vez sin darse a la tarea de ocultármelo. La sonrisa que ya surcaba mi boca se extiende sin modestia. Su reacción me es satisfactoria, no por algún motivo de petulancia, sino porque el regocijo ajeno es para mí una pequeña victoria, una entre las tantas derrotas contra esta vida que, continuamente, me ha forzado a encontrar alivio en mí mismo, incluso cuando he deseado con todas mis fuerzas recaer en alguien más.
Un instante de silencio. Ninguno de los dos emite palabra, pero lejos de sentirlo incómodo lo percibo más como un momento de cercanía. Nuestras miradas se encuentran, ella me observa con intriga, como si intentara escudriñar algo más allá de mi rostro. Los grandes y brillantes pardos con los que me observa se convierten en ventana a su alma, me siento tentado a fisgonear de vuelta, pero por decencia prefiero no ir más allá de la familiaridad que encuentro en su esencia.
Enarco una ceja en un aspaviento bromista, aunque parece ser otro asunto el que despabila su concentración. Nunca he visto a esta mujer y un recorrido de una centésima de segundo por la historia de mi vida le lo confirma. Millares de recuerdos, en detalle extraordinario, se aglomeran en mi mente y en ninguno encuentro su rostro. Probablemente la naturalidad de nuestro encuentro no se deba a nada más allá de una mera coincidencia.
— Ker… —Repito para mí el nombre de la dama— Bueno Ker, dale algo de crédito a tus padres, por lo menos no llevas por nombre el delirio de alguna monja recluida, como yo.
Nunca tuve certeza de quién fue la ocurrencia de mi nombre, realmente no es un tema que me quite el sueño, pero ahora que lo considero me asalta la duda. Hago un sutil movimiento de negación con la cabeza tratando de apartar las intempestivas ideas, probablemente fue alguna de las novicias, lo cual adquiere más sentido si se reconoce a Malaquías como uno de los doce profetas menores de la biblia.
Nunca fui un hombre de fe.
— ¡Vaya, pero si me he topado con un verdadero ente del mal! — Exclamo con sátira y suelto una carcajada — Lamento decepcionarte, pero fueron ellos quienes me atacaron, yo sólo he respondido —Me encojo de hombros con temple despreocupado— Aunque… admito que no me molestaría ir por la ciudad espantando incautos…
Hago una breve pausa pues me viene a la mente una idea descabellada. Observo a la mujer y entrecierro los ojos. No soy un sujeto problemático, ya no, o por lo menos, no me permito serlo considerando lo sencillo que me es perder el control, pero ago en su esencia me impulsa a rebasar el límite de mis restricciones, al menos por diversión, esa que tanta falta me hace.
— …Si tuviera la compañía adecuada — Mis comisuras se alzan pícaras — Lastimosamente, no creo que puedas manejarlo, no puedo ver en ti ese algo que se necesita atemorizar insensatos.
Mis ojos refulgen en ámbar y los caninos de la bestia reemplazan mis dientes como un jactancioso reto a la mujer.
Sus palabras, como un llamado a tierra, me expulsan de mi momentánea ensoñación.
— Eso le daría un interesante giro a la historia, Madame — Me encojo de hombros con media sonrisa extendida en mis labios— trágico, considerando que no soy lagartija y no puedo regenerar el tejido perdido, así que prefiero conservar las extremidades ancladas al cuerpo.
Ella ríe sutilmente ante mi declaración, esta vez sin darse a la tarea de ocultármelo. La sonrisa que ya surcaba mi boca se extiende sin modestia. Su reacción me es satisfactoria, no por algún motivo de petulancia, sino porque el regocijo ajeno es para mí una pequeña victoria, una entre las tantas derrotas contra esta vida que, continuamente, me ha forzado a encontrar alivio en mí mismo, incluso cuando he deseado con todas mis fuerzas recaer en alguien más.
Un instante de silencio. Ninguno de los dos emite palabra, pero lejos de sentirlo incómodo lo percibo más como un momento de cercanía. Nuestras miradas se encuentran, ella me observa con intriga, como si intentara escudriñar algo más allá de mi rostro. Los grandes y brillantes pardos con los que me observa se convierten en ventana a su alma, me siento tentado a fisgonear de vuelta, pero por decencia prefiero no ir más allá de la familiaridad que encuentro en su esencia.
Enarco una ceja en un aspaviento bromista, aunque parece ser otro asunto el que despabila su concentración. Nunca he visto a esta mujer y un recorrido de una centésima de segundo por la historia de mi vida le lo confirma. Millares de recuerdos, en detalle extraordinario, se aglomeran en mi mente y en ninguno encuentro su rostro. Probablemente la naturalidad de nuestro encuentro no se deba a nada más allá de una mera coincidencia.
— Ker… —Repito para mí el nombre de la dama— Bueno Ker, dale algo de crédito a tus padres, por lo menos no llevas por nombre el delirio de alguna monja recluida, como yo.
Nunca tuve certeza de quién fue la ocurrencia de mi nombre, realmente no es un tema que me quite el sueño, pero ahora que lo considero me asalta la duda. Hago un sutil movimiento de negación con la cabeza tratando de apartar las intempestivas ideas, probablemente fue alguna de las novicias, lo cual adquiere más sentido si se reconoce a Malaquías como uno de los doce profetas menores de la biblia.
Nunca fui un hombre de fe.
— ¡Vaya, pero si me he topado con un verdadero ente del mal! — Exclamo con sátira y suelto una carcajada — Lamento decepcionarte, pero fueron ellos quienes me atacaron, yo sólo he respondido —Me encojo de hombros con temple despreocupado— Aunque… admito que no me molestaría ir por la ciudad espantando incautos…
Hago una breve pausa pues me viene a la mente una idea descabellada. Observo a la mujer y entrecierro los ojos. No soy un sujeto problemático, ya no, o por lo menos, no me permito serlo considerando lo sencillo que me es perder el control, pero ago en su esencia me impulsa a rebasar el límite de mis restricciones, al menos por diversión, esa que tanta falta me hace.
— …Si tuviera la compañía adecuada — Mis comisuras se alzan pícaras — Lastimosamente, no creo que puedas manejarlo, no puedo ver en ti ese algo que se necesita atemorizar insensatos.
Mis ojos refulgen en ámbar y los caninos de la bestia reemplazan mis dientes como un jactancioso reto a la mujer.
Malachai Vlahovic- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 74
Fecha de inscripción : 23/04/2016
Localización : París
Re: En Plena Oscuridad
La conversación con Malachai fluía con facilidad y con un suave deje de familiaridad que no lograba comprender de dónde provenía pero me hacía sentir a gusto, mejorando mi anterior estado de ánimo, él me provocaba un sentimiento de frescura y diversión que hace mucho tiempo no sentía al conversar con alguien, desvaneciendo todo un historial de sonrisas falsas y enigmáticas, remplazándolas por risas puras y un pleno sentimiento de alegría, cosas que ansiaba desde hace algunos meses atrás. Una carcajada escapó de mis labios al oír sus comentarios e hice un fingido gesto de decepción cuando el otro afirmó que el ataque sólo había sido en defensa propia, no que quisiera encontrarme con alguien que atemorizara aldeanos por puro placer pero sin duda hubiera sido un poco más interesante.
Lo miré pícaramente sorprendida de que alguien me considere poco menos que una simple mujer incapaz de algún mal, al parecer mi creciente reputación aun no llegaba a oídos de todo París, aunque ahora muchos al verme llegar resguardaran sus bolsillos y escondieran sus prendas de valor seguían quedando insensatos vulnerables ante mis encantos por llamarlos de alguna forma. Rodé los ojos ante su demostración, puede que no tuviera colmillos filosos, garras o de la nada me convirtiera en alguna clase de animal, pero eso no me impedía ser una amenaza para cualquiera que se cruzara en mi camino.
—Creo que en algo tienes razón, yo no iría por ahí atemorizando gente, más bien manipularía a alguien más para que lo hiciera por mí, para ser más exactos alguien como tú, con grandes garras y atemorizantes colmillos— Dije con sorna y un deje de complicidad.
Aunque si me preguntaran les diría que Malachai tenía el aspecto de alguien moralmente correcto, de esos hombres que van cada domingo a la iglesia, regresan a su casa temprano del trabajo y saludan a su esposa y a sus hijos con un beso en la frente, incorruptible seguramente con ideales sólidos y bien encaminados; la sola idea me hacía bufar con cierto desdén, siempre tuve preferencias e inclinaciones por lo incorrecto y lo riesgoso de un robo o una estafa, me fue imposible preguntarme qué pensaría mi acompañante si tan sólo supiera que clase de persona era realmente. Si no fuera por las exhibiciones de sus capacidades esta noche jamás pensaría en él como alguien a quien temer, su aspecto inspiraba más confianza que recelo o complicidad.
—Pero me temo que eres tú quien se quedara atrás ante mi sorprendente astucia y malicia —Dije con petulancia. —Creo que no me presente debidamente —Le ofreció su mano como gesto de saludo — Mi nombre es Ker Ahkbar, estafadora y ladrona de profesión, la razón por la cual los hombres protegen sus bolsillos y las mujeres apartan a sus hijas de mi mala influencia.
Me levantó y espero que me siga mientras camino por la playa buscando algún objetivo para enriquecer mis palabras con una demostración digna de la profesión que ostento tener, más allá de nuestro lugar encuentro halló la fuente de licor de quienes atacaron a mi acompañante, un pequeño bar al aire libre que seguía abierto con poco más de seis hombres en él, nadie que resaltara en la multitud y eso algunas veces podía ser simplemente perfecto, con tan sólo mirarlos vi miles de flacos débiles que atacaría con suma facilidad. No sólo la mayoría de ellos se encontraban en un estado de ebriedad sino que también logré reconocer a algunos rostros que frecuentaban las tabernas e incluso a un par de gitanos de mi caravana, apostaban sin medirse en juegos de cartas y las risas estruendosas acallaban el ruido de las olas chocando con la arena.
—Haré que ese hombre —Señalando al que estaba más cercano a la barra y charlaba amigablemente con el cantinero —Inicie una pelea con quien lo atiende y en el proceso ganaré al menos cinco francos— Le dije con determinación — Si lo hago tendrás atemorizar a un par de personas por mí y si no lo hago serás libre de elegir mi castigo ¿Apuestas?
Una sonrisa pícara adornó mi rostro, imposible perder algo como aquello, sin saberlo Malchai estaba vendiendo su integridad a alguien peor que el demonio, a una estafadora. Y tenía planes, muchos, que venían a mi mente sin reparos, lo cierto era que ese aspecto de niño bueno que él tenía parecía ocultar un lado mucho más oscuro que estaba empeñada en descubrir.
Lo miré pícaramente sorprendida de que alguien me considere poco menos que una simple mujer incapaz de algún mal, al parecer mi creciente reputación aun no llegaba a oídos de todo París, aunque ahora muchos al verme llegar resguardaran sus bolsillos y escondieran sus prendas de valor seguían quedando insensatos vulnerables ante mis encantos por llamarlos de alguna forma. Rodé los ojos ante su demostración, puede que no tuviera colmillos filosos, garras o de la nada me convirtiera en alguna clase de animal, pero eso no me impedía ser una amenaza para cualquiera que se cruzara en mi camino.
—Creo que en algo tienes razón, yo no iría por ahí atemorizando gente, más bien manipularía a alguien más para que lo hiciera por mí, para ser más exactos alguien como tú, con grandes garras y atemorizantes colmillos— Dije con sorna y un deje de complicidad.
Aunque si me preguntaran les diría que Malachai tenía el aspecto de alguien moralmente correcto, de esos hombres que van cada domingo a la iglesia, regresan a su casa temprano del trabajo y saludan a su esposa y a sus hijos con un beso en la frente, incorruptible seguramente con ideales sólidos y bien encaminados; la sola idea me hacía bufar con cierto desdén, siempre tuve preferencias e inclinaciones por lo incorrecto y lo riesgoso de un robo o una estafa, me fue imposible preguntarme qué pensaría mi acompañante si tan sólo supiera que clase de persona era realmente. Si no fuera por las exhibiciones de sus capacidades esta noche jamás pensaría en él como alguien a quien temer, su aspecto inspiraba más confianza que recelo o complicidad.
—Pero me temo que eres tú quien se quedara atrás ante mi sorprendente astucia y malicia —Dije con petulancia. —Creo que no me presente debidamente —Le ofreció su mano como gesto de saludo — Mi nombre es Ker Ahkbar, estafadora y ladrona de profesión, la razón por la cual los hombres protegen sus bolsillos y las mujeres apartan a sus hijas de mi mala influencia.
Me levantó y espero que me siga mientras camino por la playa buscando algún objetivo para enriquecer mis palabras con una demostración digna de la profesión que ostento tener, más allá de nuestro lugar encuentro halló la fuente de licor de quienes atacaron a mi acompañante, un pequeño bar al aire libre que seguía abierto con poco más de seis hombres en él, nadie que resaltara en la multitud y eso algunas veces podía ser simplemente perfecto, con tan sólo mirarlos vi miles de flacos débiles que atacaría con suma facilidad. No sólo la mayoría de ellos se encontraban en un estado de ebriedad sino que también logré reconocer a algunos rostros que frecuentaban las tabernas e incluso a un par de gitanos de mi caravana, apostaban sin medirse en juegos de cartas y las risas estruendosas acallaban el ruido de las olas chocando con la arena.
—Haré que ese hombre —Señalando al que estaba más cercano a la barra y charlaba amigablemente con el cantinero —Inicie una pelea con quien lo atiende y en el proceso ganaré al menos cinco francos— Le dije con determinación — Si lo hago tendrás atemorizar a un par de personas por mí y si no lo hago serás libre de elegir mi castigo ¿Apuestas?
Una sonrisa pícara adornó mi rostro, imposible perder algo como aquello, sin saberlo Malchai estaba vendiendo su integridad a alguien peor que el demonio, a una estafadora. Y tenía planes, muchos, que venían a mi mente sin reparos, lo cierto era que ese aspecto de niño bueno que él tenía parecía ocultar un lado mucho más oscuro que estaba empeñada en descubrir.
Ker Ahkbar- Gitano
- Mensajes : 49
Fecha de inscripción : 21/06/2016
Re: En Plena Oscuridad
Observo a la mujer con detención mientras ella, jactanciosa, asegura ser mucho más de lo que aparenta. Ladeo la sonrisa con un deje engreído. No dudo de sus afirmaciones, la luz de su naturaleza que como un halo fantasmal rodea su piel en sangría intenso, me permite ver más allá de lo que ella quisiera mostrarme o, quizá, más de lo que conoce de sí misma; eso es lo que encuentro fascinante de las auras… incluso si quisieran, no pueden mentir.
Ker estira su mano en un gesto que simula ser cordial, presentándose de una forma que se amolda mejor a su carácter; con mi diestra estrecho la suya limitándome a asentir incrédulo, pretendiendo que no me trago lo que afirma, esa reputación de la que alardea presuntuosa — Malachai Vlahovic… bibliotecario — Me encojo de hombros con simpleza, a mi nombre no lo ensalzan autoproclamados títulos o alguna reputación merecedora de reconocimiento o temor. En otro tiempo y otro lugar quizá hubiese agregado algún adorno ingenioso, mas hoy soy solo un hombre, uno que anda por inercia y dista de la bestia feroz que alguna vez fue, ese animal marcado por muerte y venganza — Así que… Ker Ahkbar, profesional en artes criminales, temor de todas las madres…. ¿Debería preocuparme por mis bolsillos?
La castaña enarcó ambas cejas en un gesto pícaro, una sonrisa traviesa surcó sus labios. La observo suspicaz, un atisbo de duda se cierne en mis facciones y es claro que a ella el gesto no le pasa desapercibido pues su sonrisa se ensancha. Sin retirar mis terrosas orbes de esas dos gigantescas constelaciones que me observan con entretención, lentamente inserto mi mano en el doblez interior de la tela del pantalón. Todo está en su lugar.
Ella estalla en carcajadas y yo no puedo evitar ensanchar la sonrisa ante su instintiva respuesta.
— Bueno, pues te hubieras decepcionado, gitana — comento jocoso, volteando los bolsillos que no contienen nada más valioso que un par de monedas y diez francos — Mi oficio no es muy bien pago — Las risas se acallan. Un instante de silencio, me acomodo el pantalón, me relamo los labios y con temple altivo le desafío — Enséñame lo que puedes hacer.
Con solo una mirada sé de lo que esta mujer es capaz y soy consciente que, de seguir su juego, tarde o temprano me veré atrapado en una de esas situaciones que tanto empeño he puesto en evadir. Ker… recuerdo su nombre, inspiro hondo su aroma, su esencia… apuesto que también sabe a peligro. Todo en su ser admite ser un problema, pero el mayor problema de todos lo poseo yo pues no encuentro manera de resistirme a lo que su energía me promete, la emoción… el riesgo de perder el control.
La bella damisela se da media vuelta, su melena azabache, ondeando en la brisa costera, corta el aire cercano a mi rostro, dejando impregnado en mis fosas nasales el cítrico aroma de sus cabellos. Sonrío para mí mismo, siguiéndola embelesado mientras ella camina por la playa, buscando con la mirada el lugar apropiado para darme una muestra de sus habilidades y su propensión para el caos. Una vez ella encuentra su objetivo vuelve su atención a mí, explicándome a detalle su maquinación y el precio de mi derrota.
Mis ojos se abren como platos.
— Si realmente puedes hacer eso estaré todo a tu disposición…. cuando quieras— Le guiño un ojo divertido, ella rueda los ojos ante mi gesticulación y procede a darme la espalda, dispuesta a emprender camino. La detengo, sujetándola por la muñeca y de un tirón hago que vuelva hacia mí. Nuestros rostros se detienen a escasa distancia, puedo sentir su respiración sobre mi piel… también alcanzo a escuchar el palpitar de su corazón que se acelera ante la cercanía — Iré yo primero — Le aviso. Mi sonrisa se ensancha — Quiero estar en primera fila para el espectáculo… además, ¿quién cuidará de ti si las cosas se salen de control, morenita?
Ella entreabre los labios dispuesta a reprochar mas no se lo permito. Doy un paso hacia un lado apartándome de ella, resquebrajando así el corto momento de intimidad en que nos sumimos y, a paso firme, avanzo hacia la taberna señalada por la dama.
— ¡Estaré pensando en lo que quiero de ti si pierdes! — Vociferé ya a unos metros de distancia.
Con aire divertido me acerco a la barra y pido al cantinero una cerveza, tomando asiento en un taburete mientras aguardo por la aparición estelar de la mujer. Esto sí será interesante.
Ker estira su mano en un gesto que simula ser cordial, presentándose de una forma que se amolda mejor a su carácter; con mi diestra estrecho la suya limitándome a asentir incrédulo, pretendiendo que no me trago lo que afirma, esa reputación de la que alardea presuntuosa — Malachai Vlahovic… bibliotecario — Me encojo de hombros con simpleza, a mi nombre no lo ensalzan autoproclamados títulos o alguna reputación merecedora de reconocimiento o temor. En otro tiempo y otro lugar quizá hubiese agregado algún adorno ingenioso, mas hoy soy solo un hombre, uno que anda por inercia y dista de la bestia feroz que alguna vez fue, ese animal marcado por muerte y venganza — Así que… Ker Ahkbar, profesional en artes criminales, temor de todas las madres…. ¿Debería preocuparme por mis bolsillos?
La castaña enarcó ambas cejas en un gesto pícaro, una sonrisa traviesa surcó sus labios. La observo suspicaz, un atisbo de duda se cierne en mis facciones y es claro que a ella el gesto no le pasa desapercibido pues su sonrisa se ensancha. Sin retirar mis terrosas orbes de esas dos gigantescas constelaciones que me observan con entretención, lentamente inserto mi mano en el doblez interior de la tela del pantalón. Todo está en su lugar.
Ella estalla en carcajadas y yo no puedo evitar ensanchar la sonrisa ante su instintiva respuesta.
— Bueno, pues te hubieras decepcionado, gitana — comento jocoso, volteando los bolsillos que no contienen nada más valioso que un par de monedas y diez francos — Mi oficio no es muy bien pago — Las risas se acallan. Un instante de silencio, me acomodo el pantalón, me relamo los labios y con temple altivo le desafío — Enséñame lo que puedes hacer.
Con solo una mirada sé de lo que esta mujer es capaz y soy consciente que, de seguir su juego, tarde o temprano me veré atrapado en una de esas situaciones que tanto empeño he puesto en evadir. Ker… recuerdo su nombre, inspiro hondo su aroma, su esencia… apuesto que también sabe a peligro. Todo en su ser admite ser un problema, pero el mayor problema de todos lo poseo yo pues no encuentro manera de resistirme a lo que su energía me promete, la emoción… el riesgo de perder el control.
La bella damisela se da media vuelta, su melena azabache, ondeando en la brisa costera, corta el aire cercano a mi rostro, dejando impregnado en mis fosas nasales el cítrico aroma de sus cabellos. Sonrío para mí mismo, siguiéndola embelesado mientras ella camina por la playa, buscando con la mirada el lugar apropiado para darme una muestra de sus habilidades y su propensión para el caos. Una vez ella encuentra su objetivo vuelve su atención a mí, explicándome a detalle su maquinación y el precio de mi derrota.
Mis ojos se abren como platos.
— Si realmente puedes hacer eso estaré todo a tu disposición…. cuando quieras— Le guiño un ojo divertido, ella rueda los ojos ante mi gesticulación y procede a darme la espalda, dispuesta a emprender camino. La detengo, sujetándola por la muñeca y de un tirón hago que vuelva hacia mí. Nuestros rostros se detienen a escasa distancia, puedo sentir su respiración sobre mi piel… también alcanzo a escuchar el palpitar de su corazón que se acelera ante la cercanía — Iré yo primero — Le aviso. Mi sonrisa se ensancha — Quiero estar en primera fila para el espectáculo… además, ¿quién cuidará de ti si las cosas se salen de control, morenita?
Ella entreabre los labios dispuesta a reprochar mas no se lo permito. Doy un paso hacia un lado apartándome de ella, resquebrajando así el corto momento de intimidad en que nos sumimos y, a paso firme, avanzo hacia la taberna señalada por la dama.
— ¡Estaré pensando en lo que quiero de ti si pierdes! — Vociferé ya a unos metros de distancia.
Con aire divertido me acerco a la barra y pido al cantinero una cerveza, tomando asiento en un taburete mientras aguardo por la aparición estelar de la mujer. Esto sí será interesante.
Malachai Vlahovic- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 74
Fecha de inscripción : 23/04/2016
Localización : París
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