Marina Covenant

Marina Covenant

Datos Generales del Personaje

Ocupación: Trabaja en una tienda de antigüedades.
Nacionalidad: Irlandesa.
Lugar de residencia actual: París, Francia.
Clase social:Alta.
Orientación sexual: Heterosexual.
Habilidades:
→ Hechicería
→ Percepción del aura
→ Empatía
→ Creación de Ilusiones
→ Vigoris

Descripción Física

Descripción Psicológica

Ojalá Marina fuera la chica perfecta: simpática, agradable y buena; muy estudiosa, amigable, lo daría todo por los demás y siempre antepondría al resto del mundo a ella misma. Pero no es así, aunque tampoco es lo contrario. El mundo le ha demostrado su verdadera cara y ella ha tenido que asumir todo lo que ocurría a su alrededor.
Marina era estudiosa, la número uno en cuanto a notas se refería, el ojito derecho de la profesora que siempre se mostraba encantada de hacerle todos los favores: Ir a por tiza, sacar los colores del armario... Puede que esa fuera la razón de que sus hermanos casi no le dirigieran la palabra. Nadie quería acsrcársele, a la marimandona, la niñita de la profesora. Todo eran desventajas porque, si hacían algo malo, Marina iba a la maestra a contárselo todo. Pero no era culpa suya, le habían criado así, siempre había que decir la verdad.
Los primeros años de enseñanza supusieron un horror para ella. No quería estudiar porque sus hermanos se reían de sus gafas, de su ropa, de su pelo... ¡Pero a ella le gustaban sus gafas grandes, y sus vestidos de cuadros y su pelo alborotado!
Ella pensaba que sus hermanos eran malos con ella, que no le comprendían. Durante los descansos entre clases, se escondía debajo de su escritorio para que no le vieran llorar porque entonces les daría un nuevo motivo para reírse de ella, sería Marina la llorona.
Su método de autodefensa le llevó a volverse una chica callada y reflexiva, que sólo se le desataba la lengua y comenzaba su cháchara con sus padres, sus juguetes. Leía los libros para sus peluches y hasta murmuraba al estudiar. Tenía miedo de estar callada mucho tiempo y perder la voz.
Todo esto llegó a oídos de algunos niños de otras familias adineradas que solían frecuentat y lo utilizaron como burla. Marina la boca sellada. Para entonces, la niña había aprendido a pasar de ellos, ignorarles, pero el dolor psicológico al que era sometida también comenzaba a afectarse físicamente. Solía compadecerse de si misma cuando se encontraba sola, pasaba las noches en vela asustada por las pesadillas de sus compañeros tirándole del pelo...
Muchas veces se decía de cambiar, de darles otra oportunidad para que la conocieran, pero ellos no querían dársela. Marina, para todos, era una niña mimada, consentida, repelente. Y, sobretodo, rara. (Cuánta razón tenían)
Ella también se sentía rara, quería ser como los demás pero algo le decía que no era buena idea. Siguiendo su instinto decidió permanecer en la sombra y, al pasar el tiempi, las cosas parecieron mejorar.
Sin embargo, también se había vuelto rencorosa y se negaba a ayudar a aquellos que más le habían herido. Sabía que no era justo, pero tampoco lo habían sido los años de maltrato a los que la habían sometido ellos.
Mucha gente conoció de verdad a Marina, una chica sufridora pero buena y simpática a la que gustaba ayudar a quien se lo merecía. Romántica y soñadora, solitaria y, a veces, algo desconfiada. Le costaba abrir su corazón, pero si lograbas encontrar la llave correcta descubrías una buena amiga.
A partir de los trece años, Marina se mostró mucho más feliz pero no comentaba porque lo estaba.
Pero las cosas se trucaron al cumplir los quince. Los pleitos contínuos de sus padres supusieron un duro golpe para ella y su comportamiento se volvió hostil y odioso. No quería saber nada de nadie, no dedicaba atención a nada de lo que pudiera hacer. Descubrió entonces que daba igual lo mucho que estudiara, realmente solo conseguían el éxito aquellos que eran bellos por fuera, daba igual su interior.
Se dedicó exclusivamente a si misma, dejó de lado los estudios, a sus amigos y su familia, todo lo que le gustaba y comenzó su cambio de aspecto. Decidió que sería una zorra, que daría igual con quien estar, que solo buscaría su propio gozo y felicidad, y el dinero para vivir cómoda y hacer lo que le diera la gana.
Sabía engañar a los demás, mostraba sonrisas a todos y los criticaba a sus espaldas. Hasta ese día.
Descubrió que todo lo había hecho mal, que no podía vivir así, que no era ella, que había perdido demasiadas cosas.
Ahora mismo intenta enterrar las sombras de su pasado, todo lo que fue, intenta empezar de nuevo mostrándose amable y decidida, mostrando una cara sonriente al mundo y mostrándose tal cual es.

Datos Generales de la Personalidad

Virtudes:Es leal y justa.
Defectos: es demasiado insegura.
Gustos: La musica, el arte en general.
Disgustos: Que la traten como una niña.
Miedos/Fobias: a la oscuridad.
Debilidades: "El"

Historia

Me llamo Marina Covenant, tengo diecinueve años, tres hermanos mayores y una gran historia que contar. Eso sí, olvídense de los cuentos de hadas, no creo en ellos y mi vida demuestra que no existen.

¿Qué decir? Me crié sin padre, prácticamente. Para mi, era un extraño que llegaba por las noches, cenaba sin casi mirarme y luego se retiraba a la cama. No hacía como los otros padres, que daban un beso de buenas noches a sus hijos, los arropaban y les contaban cuentos.

La verdad es que tampoco me importaba mucho, como nunca lo había hecho estaba acostumbrada a que fuera mi madre quien viniera a hacer todas esas cosas, aunque con ella tampoco jugué nunca. Y no porque no tuviera juguetes, pero a ella solo le gustaba tumbarse en el sofá y leer, así que yo jugaba sola y en silencio, para no molestarla.

Aprendí a leer muy pronto, fue cuando le pedí a mi madre que dejara de leerme cuentos por las noches, que prefería hacerlo yo sola. Entonces ella se limitaba a darme las buenas noches y marcharse a su habitación. Igual no debería haber aprendido tan rápido, las cosas habrían sido distintas.

Me apuntaron siendo aún muy pequeña a un club para socializar. Allí los niños jugaban juntos pero yo no estaba acostumbrada. A veces cogía los juguetes y me aislaba, imaginaba las conversaciones, pero de mi boca no salía ninguna palabra y por eso los demás decían que jugar conmigo era aburrido. Me fui quedando sola, o ya estaba sola antes de empezar. Mis hermanos mayores tampoco lo hacían conmigo, siempre metidos en sus propios asuntos, incluída Love.

Recuerdo mucho a la señorita Heartlion, siempre me decía que debía jugar con los demás y que me acercara, cuando lo hacía, los demás me miraban como si fuera un bicho raro. Era un bicho raro. Pero la señorita Heartlion no lo veía, simplemente decía que tenía un problema de sociabilidad, que debía hablar con los niños, y yo intentaba explicarle que los demás no querían jugar conmigo porque era aburrida, pero nada, me ignoraba.

La señorita Heartlion era bastante tonta.

Luego pasó el tiempo y las cosas no mejoraron. Ya tenía la fama de rara, e incluso un mote: Marina la rarita. (En verdad era rara, pero no podía ir por la vida contando que yo provenía de una familia de hechiceros, aunque me rehusara a usar mis poderes. ) Digamos que no fueron buenos años, una vez más no fui capaz de adaptarme, y ellos no me dejaron tampoco. Se alejaban de mi como si tuviera la peste así que... Sólo me quedaba leer y estudiar, encerrarme en casa y ver el tiempo pasar.

Cuando yo tenía siete años, mi padre cometió su primera infidelidad. Samantha Connors se lo contó a mi madre, yo lo oí todo desde el comedor, pues ellas estaban en la cocina pero mi madre no quería escuchar esas cosas, hizo oídos sordos y se enfadó con Samantha. Mi padre, por su parte, no dijo nada ¡¿Cómo iba a decirlo?!

La susodicha se llamaba Megan McDaisy, era cinco años más joven y muy guapa, trabajaba como secretaria personal y era arrogante, caprichosa y una inútil, pero tenía grandes tetas y eso llamaba mucho a los hombres. Por lo menos captó la atención de mi padre y consiguió ser su amante durante ocho años más. En todo ese tiempo consiguió un novio, al cual le era infiel, se comprometió y casó, y se quedó embarazada, por lo que se separó para irse con él.

Pero ocurrieron más cosas, ¡claro que si! Yo apenas tenía trece años cuando mi padre, aún estando con Megan, le dio otra niña a mi madre. No se cuales serían sus intenciones ¿Hacerla feliz? No, hacía mucho que mi madre había dejado de serlo gracias a él. ¿Darme alguien para jugar? Llegaba tarde para eso.

De la noche a la mañana, mi padre se encontró con dos niñas de apenas seis meses de diferencia de edad y tuvo que contar la verdad a mi madre, quien devastado cayó su tristeza. ¿Por qué? no lo sé. Desafortunadamente días después mi hermana menor murió bajo circunstancias insospechadas. Este fue un duro golpe para mis padres que…Clamaban venganza. Y sutilmente nos fueron inculcando éste sentimiento a todos y cada uno de nosotros.

¿Pero qué pasaba conmigo?

Si mis prineros años habían sido horrible, el instituto Para señoritas y caballeros fue un parte aguas. Antes yo era la chismosa, la preferida de la profesora, la metomentodo. Todo eso me sirvió para sacarme unas notas excelentes en el colegio y ser la número uno en cuanto a notas se refiere. Me seguían ignorando, vale. No tenía amigos, bien. Pero me necesitaban para aprobar y eso me hacía sentir importante. Que todos recurrieran a la rara, la fea, la lista de Marina la rarita y tuvieran que admitirlo. Admitir que yo era mejor que ellos.

A los quince años, sin embargo, aparecieron dos personas que me hicieron replantearme muchas cosas.

Una era Jennifer Gordon. Una  nueva compañera de pupitre. Era rubia, de grandes ojos azules, curvas, delgada y con una sonrisa preciosa, pero le faltaba inteligencia. Sin embargo, siempre tenía con quien platicar. Era la envidia de rodas las señoritas de nuestra edad.

Me dije que si cambiaba mi aspecto, si era más como ella, me arreglaba, cambiaba mi vestuario... Podría ser mejor incluso que ella. A Jennifer le había funcionado, para todos era la chica perfecta –a nadie parecía importarle que fuera una cabeza de chorlito - , y Megan se había llevado a mi padre por su cara bonita.

Ahora bien... Yo también tenía a alguien en mi corazón. Pero era un secreto altamente confidencial. Ya que me llevaba muchos años, pero que me hizo ver el mundo de diferente manera.

Cuando regresé al colegio de señoritas y caballeros luego del verano, estaba irreconocible, la gente se sorprendió y cuando me venían con algún: Marina loca esto... Les respondía algo así como: Soy Marina. Me llamo Marina. Y me sentí importante.

Unos meses después, emigramos a París.

Ahora sí, Marina era todo lo que yo deseaba ser, guapa, lista y reconocida por todos. Aunque más por “el” Y cuando me di cuenta de que ya lo tenía absolutamente todo: belleza, estudios, gente a mi alrededor… Me di cuenta de que no quería nada de eso y prefería ser igual que antes. Y dedicarme en cuerpo y en alma a aquel que se había robado mi corazón. Todo guardado en el más oscuro rincón de mis secretos, trabajando en aquella tienda de antigüedades (una vez salía del colegio) desde donde aprendí a conocer el amor al arte y donde conocí a mi amor.

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