Blast - [B.D.] Prv.

Nada más había vuelto de su viaje, la Señora Delteria la había obligado a celebrar una reunión social, una fiesta de té, con juegos y demás en el jardín trasero de la vivienda. A Beatrice no había cosa que le molestase más que esas reuniones, todos sonriendo fingiendo estar encantados, cuando los únicos que lo pasaban bien eran las cuatro cotorras que sacarían, finalmente, algo de lo que hablar a parte de las ultimas modas de la semana.

Durante la preparación, la institutriz inglesa que había traído su madre consigo la había obligado a ponerse corsé, y encasquetar se en uno de esos horripilantes vestidos que tanto sarpullido, no literal, le provocaban a la chica, que, al final, en contra de todo lo que quería su señora madre, había cambiado por uno mucho más sencillo, no cola, ni corsé ni cancán, ni mil capas, solo un vestido sencillo y cómodo con, probablemente, más vuelo del que se llevaba en París desde hacía años.

Cuando la gente empezó a llegar, y pudo librarse de mantenerse en la puerta saludando, cuando el servicio, la mayoría de ellos ingleses, estuvo en sus puestos, se escapó, libro en mano, a su rincón preferido del jardín, escondido de la zona de fiesta, con el paso prohibido a los invitados, y con una fuente que fluía con calma entre los rosales. Era el sitio perfecto para evadirse, leer y no tener que lidiar con damas pesadas ni hombres que le preguntaba porqué a sus más de veinte años, seguía soltera.

Solo de pensarlo rodaba los ojos. Para ella el matrimonio no era importante, bastante tenía con llevar la empresa de su padre, y su única experiencia amorosa no le había deparado algo precisamente bien, pero suponía que era lo que pasaba en todas las relaciones. En ese momento era feliz con la relación estable que mantenía con su mascota, Brave, el mapache, el le hacía compañía mientras ella trabajaba, y ella a cambio le daba de comer, si iban a la sala de música, le dejaba acomodarse frente a la chimenea, si leía, le acariciaba el lomo, y si dormía, lo dejaba meterse entre las sábanas para no pasar frío. Las mascotas, sin duda, eran mejor que los hombres. Había ciertas cosas que un animal no daba, pero tampoco es que ella lo necesitase, después de todo, las inglesas tenían fama de frígidas, ¿no?

Contenta por haber escapado del barullo, se acercó a su zona de calma y encontró en ella, a un hombre que parecía haber ido a lo mismo que la joven, alejarse del mundanal ruido de los escandalosos invitados. Ella sabía que debería volver, pero su madre podía encargarse, se negaba a asistir a una fiesta con la que no estaba de acuerdo, por maleducada que les fuera a parecer.

- Am... Hola.- Saludó con una ligera sonrisa, sentándose junto al hombre, algo alejada, abriendo su libro por la página que se había quedado la noche anterior, poco le importaba nada, solo alejarse del barullo.

Beatrice alzó la cabeza de su libro, sorprendida, pensaba que la calma iba a reinar en el lugar, no creía que el hombre fuera a reaccionar así ante su presencia. Estaban ambos en las mismas, buscaban un remanso de paz, y, mientras solo fuera una persona más, a ella no le importaba compartirlo. Sin embargo, por educación, se levantó con una sonrisa dejando a un lado su libro y le tendió la mano al hombre.

El beso de rigor sobre la mano no tardó en llegar y ella, a su vez, hizo una reverencia, lo usual y lo que era de buena educación, aunque, si por ella fuera, con un apretón de manos sería suficiente. Algo debía haber heredado de su padre y su estoico carácter inglés, aunque su personalidad fuera más bien dulce y cálida, más propia de las muchachas de clase media.

- No se disculpe, y por favor, no me trate de usted, soy aun muy joven para eso.- afirmó con sinceridad.- Je suis Beatrice Delteria, enchanté.- respondió con una risa.- Por favor, déjese de formalismos, no estamos en la fiesta, esto es terreno neutral.- afirmó.

Había oido hablar de él a su padre días antes de su muerte, parecía que él y su hermano eran unos jóvenes respetables que habían llegado a ganarse cierto renombre en la alta sociedad parisiense y no por algo bueno, precisamente, si no porque, como ella, a una edad avanzada, aun no habían contraído matrimonio. Días atrás se había encontrado, en la noche gitana, con el hermano del señor Varek, un joven cordial, ciertamente, ¿seria igual el hermano? Parecía más tranquilo y, ciertamente, más peligroso.

Sabía, por los cotilleos, que el hombre había negado el matrimonio a más de una doncella que estaba dispuesta a perder la doncelldad en pro de él, decisiones firmes, al menos, eso le agradaba. Ella tampoco tenían intención de nada similar, no en las perspectivas cercanas.

- No hace falta que se aleje, si no quiere, yo me he sentado aquí porque pensaba que querría usted calma.- explicó dando un paso hacia él, que había vuelto a su lugar del principio.- el otro día vi a su hermano, es divertido.- afirmó apoyada en un árbol con una sonrisa sincera y sin tapujos antes de sentarse y, nuevamente, tomar su libro y dejarlo en su regazo por si el hombre no quería hablar, volver a su lectura.

Varek se sentía un poco perdido ante la actitud de Beatriz Delteria. La muchacha no dejaba de ser alguien de clase alta, hija de uno de sus proveedores más adinerados. Y aun así, ella actuaba con la naturalidad de una muchacha de clase media..digna de admirar. No es que a Varek no le gustase aquel comportamiento, simplemente al ser inusual le sacaba de su rutina y no podía parar de pensar en si estaba actuando bien.

Volvió a tomar asiento a su lado, pero su mirada se distraía con el jardín que tenían enfrente, la belleza que le proporcionaba el aire, las hojas moviéndose, o las estelas que creaban estás al caer en el agua cristalina. Su idiotez era cual, que cuando ella le habló le costó centrarse  y concentrarse en la conversación - Jean es divertido, no hay duda de que lo es - añadió con una sonrisa - Realmente me gustaría cambiar las reglas de esta sociedad para que él tuviera todas las comodidades que yo he tenido para llegar hasta aquí.. él está aquí por sus propios méritos, ye so le convierte en alguien extraordinario - Varek deslizó sus dedos por su sien, agobiado de todo el mundo que le rodeaba. Y deseó con fuerza ser como ella, con ese toque inocente, sin miedo a perder a nada ni nadie por algo que no fuese una enfermedad o el paso del tiempo.

La mirada del Cazador, se posó en la muchacha, apoyada en el árbol. Pronto su espalda se deslizó con armonía, y se colocó a los pies de majestuoso roble. Varek se acercó hasta ella -  Acompáñame - susurró con una sonrisa dibujada en sus labios, ofreciendo su mano para alzarla.

Caminaron fuera de la casa, a través del bosque.

Bosque al que llegan:

Soltó su mano y miró al frente, disfrutando de las vistas - El otoño - espetó - Las estaciones nos regalan diferentes escenarios en el mismo lugar cada año - Varek se agacha en el mismo momento en que sobre su cabeza salta un neofito con los ojos envueltos en sangre e ira. Varek no puede creerse lo que está viendo frente a ellos, y alzándose con rapidez y colocando su cuerpo frente al de la chica, saca su revolver y apunta al vampiro sin piedad. Esté suelta una carcajada divertida, y clavando sus pies sobre la tierra húmeda se lanza de nuevo sobre ellos.

La siguiente acción hubiese sido más sencilla si al lanzase el chupa sangre y girarse Varek para librar a Beatriz del golpe, el vestido de esta no hubiese estado enganchado a la corteza del árbol. El cazador con rapidez suelta el revolver para apoyar su mano en el pecho de ella y golpearla con fuerza hacía atrás, pegándola al árbol. El neofito cae sobre Varek que alza su brazo derecho en defensa - ¡VETE!- Le grita a ella, mientras con la mano izquierda saca un cuchillo. Pero basta un vete para que el neofito se lanza sobre ella y en ese mismo instante Varek coge el revolver y sin demasiados miramientos atraviesa el pecho de él desde la espalda. Sin pararse a pensar que la bala podía haber atravesado la carne y acabado sobre el de Beatriz.

Se notaba que el señor Varek sentía una gran admiración por su hermano, a pesar de que, tenía entendido ella, era él el mayor, y no Jeanne, incluso daba la impresión de sentirse algo culpable por su situación, era bien cierto que los primogénitos siempre tenían más ventajas y facilidades para ganarse un renombre y un puesto en la sociedad, esperaba que el menor de los Lachance no estuviera poniendo en peligro su posición con esas salidas nocturnas.

- A mi también me gustaría cambiar la sociedad.- musitó mirando al frente mientras un petalo caía desde una de las flores del rosal, lógico, era otoño.

Ella también había tenido que ganarse su posición y el respeto de su socios a pulso y cabezonería, esto último sobretodo, después de todo, no era fácil ser mujer, ni mucho menos llevar una empresa siéndolo.

Miró al hombre frente a ella cuando este le tendió la mano, y frunció el ceño, mirandolo de medio lado, con ojos entrecerrados, curiosa. ¿Dónde querría ir? La fiesta seguía en su hogar, no sería buena idea escapar demasiado, pero... la curiosidad podía con ella. Plantó una sonrisa decidida en los labios y tomó la mano de Varek, dispuesta a seguirle, si era la mitad de aventurero que su hermano, Bea apostaría su mano derecha a que valdría la pena acompañarle.

Mordiendose el labio dio un paso para acercarse a él y salir del jardín, dirección a la arboleda. Los colores amarillos y marrones decoraban el suelo y el cielo del bosque mientras el sonido del agua comenzaba a oirse frente a ellos. Los tacones que llevaban le dificultaban avanzar y, al abrir paso por las últimas ramas, salieron junto a un árbol frente a una preciosa cascada que coronaba un lago de aguas claras que reflejaba a la perfección la luz de la luna.

Bea intentó acercarse al agua, pero su vestido, a pesar de ser ligero, se había enredado en la rama de un árbol, tal vez fueron sus tirones, o tal vez fueron los pasos sobre la ojarasca seca, el caso es que, algún sonido alertó a un ser de la noche que vivía por allí, no, no un ser de la noche, algo peor, porque su aspecto era tan aterrador que no podía considerarse, si quiera, medio humano.

Sin dar tregua, atacó a Varek, que parecía dudar entre darle un tiro u otra cosa, Bea intentó desenredar su vestido de la rama, nuevamente, sin conseguirlo, lo unico que logró, con sus tirones, fue que una rama rota, que debía haber quedado enredada, cayese al suelo.

El vampiro, o lo que fuera, arremetía veloz contra ellos con una risa sarcástica que puso de los nervios a la joven de vestido enredado. Bea vio los sucesos pasar con demasiada velocidad, tan pronto estaba Varek dejando caer su pistola como la estaba empujando a ella y el vampiro lo alcanzaba.

Beatrice cayó al suelo rasgando su vestido y arañando su piel, finos hilos de sangre comenzaron a salir de sus brazos y un chasquido molesto salió de su boca, eso no haría más que enloquecer a la criatura. Decidida, tomó la rama del árbol que había caido al suelo como si de un bate se tratara y se levantó, plantando cara al bicho que se lanzaba hacia ella con los dientes descubiertos.

Un disparó atravesó el pecho del vampiro mientras ella golpeaba la cabeza del mismo con todas sus fuerzas, la bala que había dejado un agujero digno de mención en el cuerpo de la vestia le rozó al pasar por su lado, y la habría golpeado si ella no se hubiera movido para golpear a ese ser, que, parecía, haber caido al suelo.

Respirando hondo, haciendo caso a lo que había leido en libros, clavó el palo a modo de estaca donde, calculó, estaría el pecho del chupasangres y se alejó, respirando hondo, poniendo su espalda contra el tronco del árbol, nerviosa y asustada. Mirando de Varek al bicho y del bicho a Varek, incapaz de hablar.

Tragó saliva, incredula, aun era incapaz de ver más que a un hombre muerto en el suelo, un hombre al que ella le había dado el golpe de gracia, pero estaba segura, había visto sus colmillos y su otra forma, segundos antes no había sido, simplemente, un hombre, había sido un ser hambriento de sangre que se había lanzado a morder su cuello, y él, probablemente, no habría tenido remordimientos.

Alzó una mirada asustada a Vareck, no era una persona normal, ¿no? ¿o sí? él había sido más rápido, más diestro y más capaz, la había salvado. Lo miró sin alejarse un centímetro mientras el se acercaba. No se alejó cuando él estiró la mano y le rozó la mejilla, en cambio, parecía que, si había tiempo para que él hiciera algo que parecía ser tan tranquilo, había pasado el peligro.

Se quedó quieta un instante ante una amenaza tan suave pronunciada con tanta veracidad, ¿matarla? lo entendía, no quería que nadie supiera de su condición. Suspiró cuando él avanzó de vuelta a su jardín y tras un instante corrió tras él y lo detuvo cogiendolo de la manga de su abrigo. No, no iban a volver aun, había algo que ella quería aclarar antes de volver a entrar en su propiedad.

- Varek.- pensaba que los formalismos, tras eso, ya no tenían sentido.- no me amenaces, no vuelvas a amenazarme, no necesito - tu serás diestro con la pistola, pero yo lo soy con la espada, así quesas cosas para saber que no debo contar esto a nadie, pero no voy a permitir una amenaza.- dijo plantandose frente a él, sin miedo y con orgullo.e, no, me, amenaces.- le pidió casi exigió, marcando cada una de las palabras importantes, con la cabeza alta.- y... gracias.- dijo relajando su postura.- me has salvado la vida.- le sonrió, más tranquila.

Era consciente de que, si hubiera acudido sola a ese lugar, más que probablemente estaría muerta, pues no llevaba arma alguna, ni era capaz de notar o luchar contra ese tipo de seres, lo único que tenía con las criaturas sobrenaturales era un imán, los atraía como el pan a las gallinas.

Las luces del jardín estaban encendidas y se veían desde el centro de la arboleda perteneciente al bosque, si que los vampiros pensaran que tener a un hombre lobo cuidando de su propiedad no era suficiente, ahora correría el rumor de que también un cazador defendía su hogar, probablemente, la mansión Delteria era, en esos momentos, el lugar más seguro de toda Francia.

Pocas relaciones debía haber tenido Varek si pensaba que decirle a una mujer que se calmara era buena idea, si hubiera sido otra, probablemente habría sido el detonante de la ira, y más en un momento así. Pero no era la primera vez que Bea se encontrba en una situación de tensión similar a esa.

Su secuestro, sus encuentros con los sobrenatural y los ultimos sucesos, meses atrás, en venecia, la habían dotado de una calma digna de un guerrero, aunque no fuera uno para nada. Lo que la desconcertó e hizo que bajase su tensión, fue el rápido movimiento que hizo el hombre, acercándola a él.

La respiración de Bea se cortó por un instante, y tragó saliva con un ligero sonrojo en sus mejillas mientras él le apartaba un mechón rebelde de cabello. Lo miró, confusa, ¿sería por la emoción de la cacería? La joven dama no tenía idea alguna de que pasaba por la mente del hombre, pero solo pudo volver a respirar con normalidad cuando él la soltó y volvieron a emprender la marcha.

La música comenzaba a sonar en el jardín, pronto sería el momento del brindís y los echarían en falta. Debían acudir pronto. Sin embargo, no es que ella estuviera precisamente presentable. Dio un suspiro al mirarse al entrar al jardín, no podía salir a pronunciar un brindis así, a su madre le daría un patatús.

- Por ahí no, antes debo llegar a mi cuarto y me temo que necesitaré ayuda para que no me vean.- sonrió, con cierta picardía, deteniendo al cazador.- Dime... ¿sabes escalar?- preguntó señalando la enredadera de la pared trasera de la finca, que llevababa hasta su dormitorio.

No quería subir, pero, de algún modo, ella debía cambiarse, no era una persona lenta, tardaría a penas unos minutos en ponerse otro vestido, de todos modos, lo que llevaba era facil de poner y quitar, en parte, era por eso por lo que le gustaba llevar vestidos ligeros, no era tan dificil vestirse y no necesitaba ayuda de cámara, odiaba el exceso de atenciones.

Suspiró y miró al hombre con una ceja alzada, no entendía que pretendía, pero iban a llamar demasiado la atención. Escuchó, medio a regañadientes, lo que el le decía y tomó el vestido por la zona rota antes de tomarlo del brazo cuando este se lo tendió. Iban a pensar lo que no era, lo podía imaginar, y solo de pensar en lo que se comentaría el rubor subió a sus mejillas, sopló antes de empezar a andar hacia el interior de la casa.

Parecía que los invitados se habían congregado en el exterior de la casa, dispuestos a tomar algo a la luz de la luna y a brindar, mientras su servicio corría de un lado a otro. No fueron pocos quienes los vieron y pasaron de largo con caras de pocker, por suerte su servicio era discreto, tanto como la señora de la casa, y no hablarían antes de tiempo, pocas cosas eran las que pedía Beatrice a su servicio, pero las que pedía, debían cumplirse a rajatabla. Lealtad, discreción y productividad, lo demás le era indiferente.

- ¿Cuándo váis a sacar las copas? Están esperando.- gritó Elise entrando a las cocinas con paso rápido.
- Espere, ella nos ayudará.- retuvo a Varek tirando del brazo justo al tiempo que ELise salía, nerviosa.- Eli.- llamó en voz baja a la hija de su cocinera que se encargaba, en ocaisones, de mantener el ritmo del servicio mientras su madre dirigía en cocina.
- Por dios, ¿qué les ha pasado?- miró con velocidad pasmosa hacia todos lados comprobando el aspecto de Bea y su acompañante.
- Problemas del bosque.- musitó sin saber como explicarlo, segura de que la joven, más tarde, tendría preguntas.
- Vengan por aquí- pidió abriendo la puerta de la escalera de servicio, entrando por ella con un suspiro.

Salieron al pasillo del piso de arriba donde se encontraban los cuartos, y Bea se separó conrriendo hasta el suyo, había dejado, sobre su cama, tirado, otro vestido parecido al que ya llevaba, que había descartado por su color, pero que en ese momento le vendría que ni pintado, mientras Eli le mostraba al hombre otro cuarto donde podría cambiar su camisa manchada de tierra por una del difunto señor de la casa o, al menos, asearse en los pocos minutos que restaban para dar el brindis.

Bea entró en su dormitorio lanzando la chaqueta del señor Varek sobre la cama y se desabrochó, apresurada, el vestido, para acercarse al baño mientras el otro le bailaba en la cintura. Lavó su cara con prisas y terminó de ponerse la ropa que salió acabando de atarse con la chaqueta del hombre colgando del brazo.

- Rápido, ya es hora de que hablen, los esperan a ambos, antes han preguntado por ustedes.- apresuró la chica colocando el mechón que llevaba toda la velada desprendiendose del sencillo recogido de Beatrice.