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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Piero D'Páramo Vie Nov 11, 2016 8:22 pm

Sin reglas, pero con principios, ¿cuáles serán?...


¿Existe una enfermedad? ¿Qué es lo que está surgiendo en esta noche? ¿Por qué todos los lycans no se transforman? ¿Qué es esta clase de ensueño? Porque era claro que la luna que ha llegado es llena, se ha negado a demostrar la maldición que porta, se presume que es una enfermedad que está surgiendo, pero, ¿acaso era posible esto? No podía ser cualquier luna que llega a asomarse, era imposible que así fuera, existía otra explicación del porqué los lobos no llegan, sabiéndolo a exacta vista, pues está acechando a una en especial. A su líder, no era momento en que estuviesen en una misión pero esto a mitad era falso, pues sea o no en su transcurso de adjunto con la santa inquisición, ella siempre durante cualquier momento podía ser su único objetivo y un más en esta ocasión.

Había parecido camuflaje su presencia con la naturaleza misma, secretos que se han venido manteniendo bajo dominio para su defensa, logrando dominar las esencias, así como las emociones. Todas usadas a su favor, sacando provecho del bosque y buscar la manera de allegarse a ella sin ser descubierto por sus verdaderas intenciones. Por lo que se encontraba en el mismo sitio que Abigail, dando a insinuar que desconoce su presencia en ese instante. Sin embargo, rodear lo verde e inspeccionar la zona, se percató que la magia oscura inundaba el lugar, alguien ha estado practicandola. Ya que D’Páramo podía interpretar los olores, las fuerzas que se mantienen en las hierbas, en los árboles, y el aire mismo, que si tocaba alguno de estos, imágenes se dispersarían confusas, siendo indicios de la práctica prohibida. No le asombraba, al contrario era su especialidad, pero no estaba para descifrar aquello, sino, seguir los movimientos de la loba, que aún permanece humana. ¿Por qué? ¿Tenía que ver algo de esto con ella? Más, la ha estado vigilando desde que se adentró al bosque, pero debía desviarse del camino, no eran eternas las manipulaciones de las hierbas, y la magia se desvaneció en su transcurso. No debía de ser descubierto, por lo que comenzó a correr, yendo hacia el lago y antes de que fuese percibido. Dando a comprender que se encontraba en ese lugar para relajarse, se detuvo frente al lago donde se retiró los zapatos, seguido de los calcetines, descubriendo parte por parte, al grado de desmontar sus armas —a excepción de sus clavos envenenados y hechos de plata—. Era un monstruo con la pequeñez que pueda significar un objeto, dicen que es sinónimo de peligro, miedo y terror, otros alardean por temerle, su apodo no era un simple juego, y peor, parecía encontrar al menos un rostro que podía reflejar en el espejo, era el de ella, una parte de ella que se encuentra en su interior. Más era vaga esa característica. Y se reflejó en cuanto el agua lo cubrió, quedando simplemente en ropa interior. Y clavo la cabeza hacia el fondo, sumergiéndose hasta sacarla y echarse el cabello hacia atrás con ambas manos.

Guardando los descaros en cuanto supo que pisaba la tierra que antes tocaba, mirando en dirección a esa finura. Imponiendo como siempre autoridad, así era ella, así esa belleza que todos llaman era. Más no era momento de relación de adjunto, por lo que debía interactuar. — ¿Debo preguntar o mejor adivinar por qué se encuentra en este lugar? —. Si, era cierto que tenía curiosidad del porque seguía en forma humana, si la Luna llena era una mentirosa y solo se disfrazó para que el brujo saliera actuando para buscarla. O, alguien está impidiendo que sean transformados. Una u otra, ¿cuál sería?

Y sin ser morboso, porque ni tan siquiera por su mente podía desnudarla, no tenía intenciones algunas de pecar, ni ser objeto de deseos o traiciones que los instintos corrompan. Daba miedo lo que podía llegar a percibir, ya que es demasiado frío como para permitir que tan siquiera una calidez le recorra. Nada podía hacer doblegar sus evocaciones, ni alterar su cuerpo a un estado de afectación. — ¿Será que la luna me dará la respuesta? Aunque, veo que podré presenciar quizás una desnudez…— Si, sus ojos esperaban ver arrancarse esa piel por un pelaje, que de flexión humana posara a un animal, que la magia haya terminado por quien fuera quien este ejerciéndola. Ansiaba conocer la bestialidad que poseía, quizás, solo así, aumente los deseos de acabarla. —Tengo curiosidad por saber, ¿qué sombra es a la que llama?—.Ladea el rostro, enfocando los ojos en el centro de esas pupilas. No aceptaba la leyenda del porqué los lobos aúllan a la luna, pero igual no era negada. Todo podía ser posible, del que estos animales ruegan porque la luna les devuelva su sombra. Y si era cierto, quería conocer aquella sombra, púes si ella desprendía su poder para atacarla, que no haría su otra mitad.

Bajo la luna llena engañosa, el agua reflejándose y la noche silenciosa, era un espectacular momento para que dos bestias se transformaran, porque hasta los brujos, esconden lo que en verdad es su sombra.

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Mensaje por Invitado Mar Nov 22, 2016 2:50 pm

Era una verdad universalmente aceptada que las bestias solamente se dejan dominar por otras bestias más fuertes, y además lo harán a regañadientes, porque su territorialidad les impide aceptar la derrota. Del mismo modo, era una certeza extrema que mi prometido Alexander se negaba a darme cualquier ápice de libertad y hasta le sangraba el hecho de que estuviera metida en cuerpo y alma, ahora más sinceramente que nunca, a la Inquisición, y lo aceptaba porque no le quedaba más remedio y porque si me lo quitaba, entonces lo mataría, al demonio con las consecuencias. Sin embargo, si algo aceptaba que hiciera la mayor parte de las veces sin ponerme demasiadas pegas era transformarme, probablemente por el miedo que sentía ante los licántropos como consecuencia del asesinato de sus progenitores (por el que, por cierto, no sentía pena alguna. Nunca me habían caído bien). Así, cuando sabíamos ambos que se acercaba la luna llena, me permitía hacer mis preparativos para asegurarse de que no iba a atacar a nadie, aunque sabía que probablemente fuera cuestión de tiempo que me encadenara en el sótano de nuestro nuevo nidito de amor (de horror, más bien…) y me dejara pudrirme, estando transformada, allí abajo. Por eso, los días de antes de la luna llena, que de por sí ya me encontraba particularmente liberada por la presencia casi tangible de la bestia, la sensación de libertad era aún mayor porque podía dirigirme al bosque y realizar mis preparativos, como cazar y preparar a los animales que utilizaría. Dado que la Inquisición no me había mandado ninguna tarea apasionante durante los últimos tiempos, mi mayor afición era ya la caza de otros animales, en profunda conexión con el lobo con el que me habían bendecido; me dirigía al bosque, acechaba a las bestias, y cuando menos se lo esperaban, ¡zas!, las atrapaba, mataba y despellejaba. El proceso me era tan satisfactorio que ni me daba cuenta de si tenía compañía, y por eso cuando la agradabilísima voz de D’Páramo me sacó de mis pensamientos, no pude evitar hacer una mueca.

– Gracias al Cielo que estás aquí, Piero, sin ti no podría defenderme de zorros y de otras bestias que podrían atacarme por la espalda. Bien sabe Dios lo indefensa que está una mujer… aunque sea una como yo y aunque sea la víspera de mi transformación. No te pongas filosófico conmigo, D’Páramo, disfruto de un rato para mí sola rodeada de animales salvajes y de vegetación; no hay más.

Con cada palabra que decía, el cuchillo se iba hundiendo cada vez más en el pelaje del zorro que tenía en el regazo, sentada como me hallaba junto al lago para poder lavar las pieles y reutilizarlas después. Cuando terminé de hablar, bajé la mirada de nuevo al cadáver del animal e hinqué los dedos en los cortes, de tal manera que pudiera desollarlos con facilidad y que terminaran siendo comibles, para la mayoría, y un buen cebo, para mí. Probablemente Piero no supiera de mis pequeñas técnicas para asegurarme de no transformar a nadie; es más, seguramente pensaba que como licántropa era una de esas que disfrutaba mordiendo a diestro y siniestro, asesinando y destrozando vidas de seres que no aceptarían tan de buen grado como yo la maldición, o bendición, que corría por mis venas. No obstante lo que pensara, me había acostumbrado a mis pequeños rituales, a asegurarme de engañar al lobo con carne de animales para mantenerlo relegado a un perímetro de mi elección, donde no hubiera cerca ninguna población que pudiera verse afectada ni ningún desgraciado humano que pudiera ser atacado. En cuanto desollé al animal, aún presa de mis pensamientos, lavé en la laguna la piel para eliminarle las impurezas y los restos de sangre y vísceras, y aparté el cuerpo del animal a un lado, cerca de los otros de los que ya me había encargado. Tras ocuparme de la piel, decidí lavarme las manos y secármelas con una pequeña toalla que había traído y que se encontraba también junto a la roca en la que estaba sentada, sola hasta que él había decidido que sería el mejor momento del mundo para importunarme cuando estaba transformada o a punto de hacerlo. ¿Es que sus maestros no le habían enseñado que los días de antes de la luna llena los lobos son más peligrosos que nunca…? Más incluso que cuando estábamos transformados, pues éramos humanos, sí, pero con la fuerza y personalidad de un lobo, y esa combinación podía resultar, si no se cuidaba, fatal.

– Te lo explicaré de forma simple para que tu cabecita lo entienda. Me transformo mañana, y contrariamente a lo que piensas de mí, no voy mordiendo a gente por ahí sin ningún tipo de control. Me gusta coger carne cruda, de animales como los que ves aquí y ahora, y arrastrar sus cuerpos para establecer unos límites en el territorio y engañar al animal con el olor de las bestias. De ese modo, me mantengo ocupada hasta que puedo despertar de nuevo, sin víctimas ni personas a las que les haya arruinado la vida. No hay más secreto que ese, pero si quieres verme desnuda, sólo tienes que pedirlo.
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Mensaje por Piero D'Páramo Mar Nov 29, 2016 7:39 pm

Exquisita era la frialdad emanada del agua, al envolver su piel con esa sensación, era perfecta para ese momento, así como la distancia marcada entre la semi-humana y el brujo. Corta pero ventajosa para ser preciso. Más, atractiva se muestra la idea del animalismo de esa bestia frente a frente al instinto de la destrucción, atrae al brujo por sobre todas las cosas, no por la fachatez de un pellejo que se exponga, sino, por el método que emplea por desollarlos. Aunque para él sería preferente disecar estos animales, conservarlos en su real estado y ornamentar con el salvajismo que representan, porque no sería cualquier animal, serían los más peligrosos. Conforme seguía observando como la sangre, las vísceras, la maldita suciedad era arrojada al agua, en la misma en la que permanece. ¡Maldita sea! Si tan solo hubiesen sido los intestinos de aquella, las conservaría como trofeos, por una victoria más si se tratase de una cacería, aunque comenzaba ambicionar poseer ese cuerpo en lo que en poco se transforma. Púes el inquisidor tiende a obsesionarse con los indómitos cuadrúpedos. Disecar, colocarla como una estatua en la entrada de la mansión que le recuerde que siempre la lealtad de la inquisición será primero.

— Pobres zorros, ¿por qué igualarlos a una bestia? No hay peores bestias más la que estoy mirando…— Curvando el labio, moviendo las patas para mantenerse a flote, capturando la pestilencia, y dando un cumplido por hecho. — Será imposible que por la espalda le tomen por sorpresa, una de dos, lo ha permitido, o en realidad ha sido burlada. —La sequedad con la que emite la risa, uniéndose a un sarcasmo, enarcando la ceja por la palabrería mencionada. —Es bueno saber que aún se identifica con el sexo femenino. —Si lo consideraba un animal, hacia lo correcto, ya que recurre a lo que sea por cumplir su objetivo. Y si para capturar a una bestia se debía pensar como tal, lo hacía sin duda alguna, sin un deje de vacilación actúa. Pero algo si le desconcertó, obviamente no lo hizo notar, para sí se conserva los gestos. Pero, ¿porque era precavida? No podía permitir que el término bestia fuese una simple befa en ella.

—No es por entenderlo o no, he dormido bajo la misma cueva de hambrientos lobos, me han revolcado hasta de su propia mierda, y…—, iba a decir que hasta ha compartido la cama con uno de ellos, una profunda aversión —, sé que la psicología de un agreste es difícil de entender, pero no imposible. Y solo aquellos arrepentidos de lo que son, hacen lo que está haciendo. Sin embargo, pueden intentar encadenarse, encerrarse, alertar su territorio con la carne que suplente su hambre, pero no siempre será de esa manera.

El agua parecía templarse, ha acostumbrado a su cuerpo a altas temperaturas, —no excesivas— pero la mayor parte de los actos cotidianos la emplea. Más lo confesado siempre se ha sabido. Intentando comprender el porqué de sus precauciones. Y la mente perversa puede maquilar las peores versiones. — Así que la famosa Zarkozi no se parece en nada a su difunto padre. — Tan distintos, que ya se estructuraba otra perspectiva que tenía de ella. Antes era la descripción de una magnificencia a la crueldad, destructiva, teniendo múltiples formas y caminos, colores sangrantes y voces malditas, todo tiene un lugar en el final, todo está perdido rumbo a su transformación, donde todo ciclo comienza y termina tiñéndose de una sangre interminable de colores místicos con los cuales se puede dibujar la maldad real y carente de sentido. Pero ahora, ¿que era ella entonces?

—Qué pena que haya sido informado de esto, pierde el encanto de nuestro juego. Sin embargo el saber de su conciencia, altiva más mis deseos por atraparla, como ya es de su conocimiento las torturas empleadas en la inquisición y aunque cada quien tenga sus métodos, sería muy entretenido ver sus expresiones. —Jamás se calla ante ella, si marcaba los límites pero hasta el decir la verdad es consideración a un respeto.

—Estoy seguro que un día veré su desnudez, y no solo una vez, pero si se ha ofrecido, ¿por qué rechazarla? —Sí, era aceptado que quisiera ver su piel, no los segmentos, ni las porciones detonadas, sino por la comparación de cuan rebajada sería en su forma lobuna.

—Ya que tengo ventaja de lo que me he enterado, le diré un secreto. —se mofaba a cierto punto. — Siempre he deseado ver arder el mundo de los devastadores impuros. Esos que en su osadía retan al poder supremo, que van cayendo en la soberbia, ante esta detestable peste. Pero eso despierta mis fauces y se aprietan, el despertar a las bestias, la sed, la desesperación por adquirir el balance, el aullido de los lobos, los colmillos de los inmortales están presentes en mi sangre, la decadencia sobre las garras, la bilateralidad de la guerra… Todo esto persigo porque son mis debilidades, ¿sabe por qué? Porque, he aprendido a ser como ellos en el grado de razonamiento inhumano. Y si quiero dejar de pensar como uno de ustedes, entonces, debo exterminarlos para eso.
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Mensaje por Invitado Dom Dic 11, 2016 2:21 pm

Tal vez mi ilusa intención hubiera sido relajarme antes de una luna llena y de las responsabilidades que eso traía consigo, pero desde el mismísimo momento en que Piero hizo acto de presencia, supe con tanta certeza como que me transformaría en cuanto la luna terminara de llenarse que se me había terminado la paz. ¿A quién demonios había molestado tanto en mi vida para que no pudiera disponer ni siquiera de una noche de tranquilidad? Era consciente de que Piero me detestaba por haber ocupado un puesto que le pertenecía a él, probablemente, pero al mismo tiempo era consciente de que le había hecho un favor a toda la ciudad de París arrebatándole ese mismo puesto y quedándomelo yo, y ¿quién me lo agradecía? ¡Nadie! Nadie tenía en cuenta que el fanático sería mil veces peor como líder que yo, que simplemente era una pecadora (algo, por cierto, que él también era, pero ¿a quién le importaba?), como él no dejaba de recordarme de una forma u otra cada vez que nos veíamos. ¿Qué podía hacerle yo si me habían creado así…? Tanto mi familia como mis circunstancias eran responsables de la mujer en la que me había convertido, y no pensaba avergonzarme, igual que no lo hacía por haber sido mordida al intentar huir del infierno que era el hogar de mi familia, no el mío. Lo único de lo que me arrepentía en mi vida era de los errores que había cometido para con mi hermano y por haber sido vista asesinando a mi padre por el maldito bastardo de mi primo, Alexander; lo demás eran ocasiones de aprendizaje, mucha diversión y retos que daban a mi vida algo de entretenimiento, porque era bien sabido que lo necesitaba desesperadamente, dadas mis circunstancias. A Piero, no obstante, todo eso le daba igual porque cualquier ocasión era buena para despellejarme y ver si podía utilizar mis gritos en su contra, así que no me quedó más remedio que aguantar un suspiro de resignación y mirar al rival con el que no me apetecía absolutamente nada enfrentarme en aquel preciso instante. Qué le iba a hacer, no siempre podía ser una beligerante…

– No estoy arrepentida, Piero. Simplemente me mordieron sin darme elección, y no soy tan injusta de querer hacerle eso a otro ser que no me lo ha pedido. Pero si quieres que te muerda, adelante, estás particularmente apetecible ahora mismo, o tal vez eso se deba al sexo femenino con el que, efectivamente, aún y siempre me identifico e identificaré. Tal vez veas mi desnudez, sí… Pero tal vez no sea como estás pensando. Puedo ser muy persuasiva.

A Piero le sorprendía que me considerara una mujer, ¿no? Pues si le sorprendía, serían precisamente mis armas de mujer lo que utilizaría contra él; si la lógica no funcionaba, y con un fanático no era algo que se pudiera pretender utilizar, debería utilizar cualquier otra de las armas que tuviera a mi disposición. Además, no mentiría: Piero era atractivo, pero de esa manera en que resulta bello el peligro, lo que sabes que te puede matar pero no puedes dejar de acercarte porque tiene algo que te fascina y te atrae. En mi caso, ese algo era el juego y el peligro, que él me obligara a estar en la cuerda floja y controlando cada uno de mis movimientos, y precisamente por ello mi actitud cambió, y más que la de una loba, se volvió la de una gata juguetona, que empezó a provocarlo con cada gesto. Probablemente, podía afirmar que era la única mujer viva capaz de resultar sensual aún con un cuchillo manchado de vísceras de animales y tras haber despellejado y vaciado a seres que él consideraba superiores a mí, incluso aunque carecieran de mi inteligencia. No se me escapaba el peligro que eso suponía ni el riesgo extraordinario en que se convertía que Piero, precisamente Piero, pareciera ser susceptible a mí como mujer, o tal vez actuara en base a alguna confusión o un plan suyo que se me escapara; pese a todo ello, estaba dispuesta a intentarlo, ya que, una vez más, eran las únicas armas que parecía tener disponibles. Así, dejé caer los párpados lentamente, y mi mirada se paseó por su cuerpo y por su rostro como si fuera una obra de arte de la que quería empaparme, despacio y con toda la atención posible. Los animales de los que me había ocupado ya estaban guardados en sus respectivos lugares, y la sangre de mis manos y de mi cuerpo se encontraban eliminadas, de forma que simplemente quedaba yo, ante él: la pecadora ante el fanático, intentando desesperadamente apelar a cualquier atisbo de debilidad que él poseyera para asegurarme de salvar el cuello. Con dulzura, no exenta de la feminidad que él tanto debía de dudar que poseía, le dediqué una amplia sonrisa, coqueta por mi actitud, mas no por el tono o la forma de mis palabras, pues en eso, me temía, no podía resistirme a buscarle las cosquillas.

– Pareces tenso intentando comprenderme, Piero. ¿Te confunde que no sea como creías que era? El juego continúa, aunque esto signifique que tengas que perder más tiempo conociéndome del que pensabas dedicarme, pero no hay mal que por bien no venga, ¿no? Déjame contarte dos secretos, Piero… No soy nada, nada como mi padre, y de mis hermanos, soy la menos parecida a la familia que te puedas encontrar. Y el segundo, la verdad es que en cierto modo me apena ser yo la que te lo cuente, pero como dijo San Mateo en su Evangelio, Capítulo 7, versículo 12: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetas.” Por tanto, tu justificación para eliminarnos contradice a tus creencias, ¿no crees?
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Mensaje por Piero D'Páramo Miér Dic 21, 2016 8:56 pm

¿Qué clase de juego comenzaba a tornarse? Era sorprendente la manera en la que uno descubre las cosas, y cambia rotundamente las jugadas, pero, solo los que son humanos ejecutaban esta situación, más las bestias. Era imposible que para ellas un mínimo cambio les haga idealizar otro plan. Así es Piero, su juego sigue avanzando, no hay cabida para sentimientos débiles, ahora a ella la veía como una pequeña génesis; el dolor de cabeza que le produce, su existencia es completamente fastidiosa pero débil a cierto punto. Burlándose porque son dos bestias, un lobo negro, es ella. Y él, un lobo blanco, pues aún no se ha manchado por lo sobrenatural, (que no posee mordedura alguna) es un humano con poderes distintos, pero servidos todos a la divinidad. Aunque, lobo se considera por comprender a su enemigo, y esto es, sentirse como ella. ¡No es cosa del diablo! Solo es cuestión de estrategia. Y ahí estaba, la tenía en la mira, observando, que en cualquier movimiento, podría convertirse en una batalla, y que imagen agraciada; cubierta de sangre, hecha una simple humana. Ya habiendo vivido esa misma escena solo que, anteriormente era un cadáver, el de su padre, y ahora, simples animales.

— Todos tienen una elección, y escogió seguir por el camino de la maldita luna llena... Sé que no es arrepentimiento a lo que se ve, pero, se arrepiente de lo que puede llegar a hacer, esa es su naturaleza y no debe porque ocultarla, tarde que temprano llegara el momento en que ni su planeación resulte, ni su control se presente.— río, ¿qué tan enfermo podría ser, el llegar a ser un lycan? Era obvio que sería una amenaza, porque él sí exterminaría todo. ¡Que el señor haga oídos sordos de tales fechorías, pero admitía que podría ser una bestia, un jodido hereje en esas circunstancias! — Así que ya el animal se da a relucir ,—negando, bajando un poco la cabeza al agua, remojando sus cabellos, y vuelve a esa mirada.— No estoy interesado en ser mejor, porque ya lo soy, no necesito de fuerza bruta o el poder de un animal, soy aún más peligroso con mi fe de esta manera y qué mejor que esté regido por la inquisición, si no, ya habría matado a todo inhumano, por ser lo que son es que sentenciados deberían estar. —movió los pies al compás de las manos, acercándose a ella, y ahí a una cercanía mayor le espero. Provocándola, invitándola a que siguiera con sus mañas, y encontrara las ajenas. — Y yo, soy muy disuasivo, lo que manda son mis determinaciones y no las de los demás. Sin embargo, ¿Qué espera en ese caso, si soy tan apetecible?

Alzó su falange, emitiendo una señal de que entrara al agua con el dedo al moverlo. Jugando con el ajeno bálsamo, ese escudo que se cree protegerse, que le servirán sus caderas, sus segmentos dotados para vencer a Piero. Por lo que se mezcló a su juego y al propio. Arriesgado de ver a una especie de gata en celo, buscando al macho con quien desquitar sus ganas. Y era exactamente lo mismo con ellos, una cachorra a plena alteración natural, que está jugando con su comida {porque sabe Piero que él podría ser el ganado) hasta que la señal sea mostrada y pueda devorar, el emplear cualquier arma para acabarlo. Sabiéndose algunos movimientos, pues aquí es cómo se descubrió que si no puedes con el enemigo, únetele; estar tan cerca de ella, que se encuentre en confianza aunque esto era indudablemente imposible, porque así como el brujo no confía, no es de confiar y ella lo sabe con exactitud. Pero todo esto hasta clavar la puñalada.

Ya que, en Piero no podía existir un mínimo de lujuria, podía destacarse un asexual, su cuerpo no reacciona ante una mirada lasciva, o una caricia libídine, seguiría con la misma expresión, como se muestra en su espera. Más, ¿Qué serpa en lo contrario? Qué el acuda a esas habilidades, y haga caer a un hereje más. — Me encuentro muy relajado, a veces el agua es de mucha ayuda para capturar energía…— No esperaba otra cosa de ella, como inquisidores puede que en ciertos aspectos concuerden, y el de comprenderla si lo hacía, pero ¿quién no lo realizaba? Cuando uno tiene mente, con esta puede hasta hacer las peores guerras. — ¿Qué clase de persona me considera? ¿Cree que cambiare descubriendo realidades? No, y si lo piensa, muy equivocada está, ya lo ha dicho, esto continúa, y no es una pérdida de tiempo, es aún más entretenido. ¿Qué será de mí sin el placer que genera sentenciar? —. Escucho sus secretos, sin considerar que quiera dar a conocer su real faceta, para él será lo mismo si es bien parecida, solo por ser Abigail; su líder y la más asquerosa de todas las bestias existentes, la quiere muerta. Muerta por ser lycan, por ser la que se interponga en el camino de la inquisición y sobre todo, por órdenes de su superior, porque a pesar de que ella fuese su líder, alguien más estaba a la cabeza de ella. Y a él le rendía cuentas. — No lo es, es fácil de comprender y lo he dicho tantas veces ya, sin bestias dejare de ser una, porque no hay necesidad de pensar como tal, mueren, y mis pensamientos morirán. Más mis enemigos serán mis hermanos, y mis hermanos no son hijos del diablo, estos son guiados por los deseos e impulsos de la carne, y debemos hacer lo posible por rescatarlos a los que están perdidos. Pero aquellos que se niegan, y siguen cometiendo los mismos pecados, no hay salvación, y lo sabe. Entonces, ¿Qué creencia es exactamente la que practica?

Con el calmoso temperamento aguarda, pensando en que si se daba a desear o ¿por qué razón tardaba en arrojarse al agua? Quizás temía a lo que pudiera surgir en ese instante, o que espere a que Piero recorriera cada curva denotada de su templo. Una u otra, pero seguía recorriéndola, discretamente pero recatado a cada parte extremadamente vistosa.
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Mensaje por Invitado Mar Ene 03, 2017 5:46 pm

A Gregory, que en paz no descansara y al Infierno acudiera a la mayor brevedad posible (amén), solía llenársele la boca con todo lo que me había enseñado, con las cosas que conocía gracias a él y con, básicamente, atribuirse todo lo bueno de mí, e incluso parte de lo malo como una constante muestra de mi desprecio hacia todo lo que se tildara de Zarkozi. Así, en resumen, si hacía algo bien durante mis entrenamientos o me convertía en una de las mejores soldados de la Inquisición, era porque él me había forjado así del metal tosco que era a la herramienta bien hecha que a veces demostraba ser; si hacía algo mal, era porque no lo había escuchado cuando me educaba y me venía en gana ser así, herencia de mi querida madre, una vaga y débil incomparable a él. Al principio, de niña, aún me lo había creído, pero lo cierto era que había cambiado de idea muy rápido y pronto decidí que el tiempo debía poner a Gregory en su lugar: muerto, a poder ser; hundido, como mínimo; humillado, ¡por descontado! También aprendí que había mucho que él no me había enseñado, como un instinto certerísimo que poseía y que no solamente me permitía seducir a casi cualquier hombre (o mujer, no hacía ascos ni a unos ni a otras), sino también saber cuándo esa seducción no funcionaba. Si bien él era un buen mentiroso, el hecho de conocerlo me obligaba a estar ya desde el principio a la defensiva, y si además resultaba que sentía que no lo estaba consiguiendo seducir... bueno, digamos que sería aún más difícil que me atrapara con su dialéctica envenenada, que solamente tenía sentido para él, no en la vida real. ¿Qué se podía hacer al respecto? Nada, salvo seguirle el juego; mi impresión inicial había sido que él era un creyente tan fervoroso que era un auténtico demente, un fanático con todas las de la ley, y resultaba que también estaba en lo cierto, aunque no hubiera contado con que, además, estaba loco, lo suficiente para creerse sus propias mentiras... Ahora solamente se trataba de conocerlo más, fingir y ya estaba: solucionado. En mis mejores sueños...

– No te equivoques: sé que eres peligroso. Hablando claro, jamás confiaré en ti, igual que tú nunca confiarás en mí. Aunque yo cumpla con mis órdenes e intente hacer que nosotros, los soldados, seamos lo más exitosos posible, siempre estarás ahí intentando conseguir mi puesto y ocupar mi lugar, no me engaño al respecto. Además, tampoco te voy a comprender del todo nunca, aunque sí que puedo entender lo que dices: mientras haya pecado, serás pecador para eliminarlo; cuando desaparezca, serás puro de nuevo. Pero ¿y qué pasa con tus pecados, con los que cometes para el bien mayor? ¿Se irán y ya está? Aunque el Santo Padre te perdone, Piero, y no dudo en ningún momento que vaya a hacerlo porque a pecadores peores ha redimido, ¿te servirá con eso o tus recuerdos volverán para torturarte? Tengo genuina curiosidad al respecto.

Lo comprendía, y eso me molestaba; en cierto modo, mi enemigo, recientemente descubierto pero que pasaría a ser de los peores si no tenía cuidado y lo dejaba maquinar contra mí, tenía en común conmigo esa actitud de pecar para conseguir lo que queríamos, mancharnos las manos si así lográbamos nuestro objetivo. Y no dejaba de ser curioso, pues cuando se tiene algo en común, suelen ser precisamente los hechos que se quieren lograr, ¡no la disposición de hacer lo que haga falta para obtenerlo! ¿Desde cuándo alguien dentro de la Inquisición, además creyente como el que más, alzaba por bandera una maldita actitud de “el fin justifica los medios”, aparte de mí? ¡Y lo peor era que lo premiaban por ello! Todas sus amistades, colocadas en lugares mucho más estratégicos del Santo Oficio que el de mi accidental liderazgo, lo protegerían pese a cometer errores y pese a sus delirios, mientras que a mí, pese a estar (más o menos) cuerda y cumplir con lo que se me ordenaba con pasión (sobre todo contra los vampiros), jamás me protegerían. Él tenía tantas ventajas pese a su condición de locura, me temía que no transitoria porque acabaría en la tumba igual de demente que conmigo en aquel lago, rodeando su cuello con los brazos mientras actuaba como si no me diera cuenta de que le resultaba repulsiva. Por ello, lo único que podía hacer era continuar presentando batalla, aunque pudiera comprender sus motivos y pensamientos; solamente me quedaba la opción de defenderme de él como pudiera, y si para eso debía darle asco y obligarlo a que me apartara a empujones, lo haría. Prefería que él tuviera causas reales para ser condenado por atacar a un superior que yo, que únicamente le di un beso en la comisura de los labios y me separé un poco, con la sonrisa que le dedicaría a un amante, exactamente igual a su vez a la que le dedicaría a uno de mis peores enemigos.

– No sé cómo considerarte, a fin de cuentas para eso intento conocerte. ¿Crees que no te cansarás de sentenciar? Yo creo que tal vez sí, pero para eso necesitarás una impresión muy fuerte, o que te pase algo grave, o que se te acaben las presas a las que cazar, y dudo que alguna de esas sean posibilidades reales. No lo sé, Piero. Eres una maldita serpiente, eso lo deberías tener seguro, pero también eres un devoto católico y absolutamente lo contrario a lo que la Biblia dice en la mayoría de sus pasajes y de lo que el propio Jesucristo promulgaba. Él hablaba de reeducar, de abrir a las personas que más pecan los brazos y acogerlas, no matarlas. ¿Por qué no reeducar? Puestos a sugerir...
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Mensaje por Piero D'Páramo Sáb Ene 14, 2017 7:14 pm

Y la armadura de Dios se hizo presente…

—Entonces, ya que ambos conocemos el campo de batalla en el que nos situamos, las armas que empleamos, nuestros pensamientos, y aún más en juicio entero. Reconozco que eres una gran oponente, que deseamos uno como el otro ser nuestros propios ejecutores; tú el mío y yo el tuyo. Mas no nos corresponde dictar el juicio final, ese no nos compete al fin de cuentas, sino al señor; a él es quien le debo explicaciones, y redimirme por los pecados que he cometido, será él quien me juzgue y me de mi propio castigo. Más al Santo Obispo, he seguido con lo que mi corazón predilecta, proteger mi ideología, mi hogar, mi vida, todo lo he depositado a esta enseñanza, que no hay manera de que mis recuerdos me perturben, soy yo realmente al que estás mirando justo ahora, nada cambiará...

Se dirigió el brujo hacia la hereje, lo habían puesto a prueba muchos años atrás, lo purificaron, lo redimieron, lo bañaron para que días como este, jamás desconfiara de la inquisición, de sus señores, y de su padre que lo es todo en nombre del hijo, del espíritu, y en cuerpo…Que son lobos con piel de cordero, más el que es más lobo, su piel se cree ser la de la tentación, ¡ay, pobre! Pero, ¿pobre de quién? Pobre de la tentación que no es potente para el creyente, sus deseos se determinan en la enseñanza de una fe, que si juega con fuego se quemara, pero, si resulta ileso, es que en realidad fue más fuerte su creencia, por más que le sedujeron, que jugaran con los instintos de un hombre, no caerá a la tentación, está hecho de las peores armas, y su auténtica fortaleza es que nadie puede doblegarlo, derrotarlo con ilusorias carnaciones, pues sigue siendo puro, no es ingenuo, porque está más despierto que nadie, pero nadie ha logrado cambiar esa situación. Su cuerpo no ha sido manchado, es por eso que posan la fe en él, que seguirá las órdenes pese a quien le pase, pese a quien quiera destruirlas, es fiel y se notó frente a la pecadora, a la que cae en la vileza del diablo para jugar con sus cadera, como la maldita medusa que de su belleza cree atrapar y maldecir bajo hechizos, ese de seducir para matar. Más se equivocó de soldado, de hombre, de bestia. Y como la maldita pecadora, exteriorizó su falta, se atrevió a tocar a D’Páramo, no solo basto con su cuello, con la cercanía, sino que envenenó sus carnosos labios, vaya golpe. Pero debe ser cuidadoso, seguir el juego pero no caer en pecado. Jamás siguió el beso, muy aparte de que fue breve, no era el primero ni el ultimo que le dan, peores escorias le han intentado atacar con armas femeninas. Y hasta ahorita ninguna lo ha logrado, si, tenía una aberración a su esencia, a su carne, a su presencia, a toda. Pero no era suficiente para caer en provocaciones, es inteligente y sabe cómo se mueven los enemigos. Niega, desaprobando su accionar, emitiendo una media sonrisa, hay que reconocer que cuando acuden a mayores circunstancias es que no hay otra alternativa para atacar, no hay salida y se sienten presas. Que quiso conocer sus límites de sus armas. Se impulsó con el agua, estirando la falange y atrayéndola del cuello, la besó, sin ser inexperto, placentero (ya que eso quería dar a entender, porque realmente no lo sentía) dirigiendo las manos a sus caderas para alzarle, mantenerla cerca, (muy a pesar del asco predominante) solo el sabia la realidad de lo que estaba pasando, que si sentía asco por ella, que ella creyera que era lo contrario, que si no caía a la tentación, viera que lo ha logrado, a ese grado de dificultad acudía el brujo, no era cualquier soldado, ahí estaba un rostro y después otros, todo lo que hace para atrapar a su enemigo, acudir hasta a la manera distinta para cumplir su tarea. Y claro, sin perder el juicio. Por lo que movió los labios contra los ajenos, inundando la pasión para que errara a su pensamiento si es que creía que la agrediría. Que dudara de su juicio eso esperaba. Y Un beso es como hacía iniciar la guerra. — No malgastemos el tiempo en tratar de catalogarnos—. Murmuró sobre esos labios, dejando que su aliento le tocará, volviendo agresivo el besar, como si del frenesí se tratara, y termino después de un supuesto candente beso, con una pequeña mordida, el probar de su sangre fue la alimaña que quería, pues con esta podría hasta hechizar, ya que es de magia negra la que se trata. Solo conocer de la sangre, probar de esta solo una pizca le ayudará a tenerle en su círculo maldito. Y para que no sospechara lamió sus labios, preguntándose si resultaba de la misma forma engañadora que especulaba Piero, o en realidad era víctima de los deseos. Por lo que se separó de ella, solo de su boca porque la seguía sujetando, entre más cerca mejor, así se cuidaba de ella. — ¿Cómo podría cansarse una máquina que está diseñada a un labor? Si para eso fue creada, jamás dejará de funcionar para lo que fue asignada, solo cuando deje de ser funcional es que ya no podrá laborar más. Solo así, y hasta entonces, seguirá funcionando como tal. — Vaya potencia en la que se cataloga, si era muy severo con las palabras, pero era la realidad, no hacía falta pintarlo de otra manera, era innecesario, su cuerpo realmente no cambiaba en nada, seguía inalterado, por lo que su claridad en las cosas le hace ser muy temible. Muy a pesar de que sintiese unos redondos senos muy de cerca, un peso que no modifico nada. — ¿Reeducar a quién exactamente? ¿A aquellos que sus pecados fueron inferiores a las de un verdadero monstruo? Te equivocas, Dios hablo del hombre, no de bestias, hablo del ser no de desalmados, habla de los redimidos, no de los que osan seguir cometiendo fechorías, solo se puede reeducar a los que poseen humanidad, la vida, la esperanza que es sinónimo de fe, solo esos son los que siguen perteneciendo al mundo que Dios creó a su imagen y semejanza, no creaturas hechas por el diablo, diseñadas a destruir el reino celestial. No hay manera de que un hijo de Luzbel sea reeducado, por eso fue arrojado del cielo, por eso son exterminados de la tierra, y quien quiera a donde vayan que sigan implorando perdón. — Parecía ser un encuentro de amistades, enseñanzas y un ligero pasatiempo, era gracioso como se entorna la situación, y es que sacaba provecho, deja que confíen en ti, para después, atacar, parecía que eso estaba pasando, aunque con exactitud, se sabe que quizás no llegara a creerse uno del otro.
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Mensaje por Invitado Mar Ene 24, 2017 4:16 pm

Piero podía pensar lo que quisiera, y pocas cosas sabía con más certeza que lo haría hasta el final de los tiempos incluso si nunca jamás conseguía convertirse en líder de los soldados, pero para mí, el único Juicio Final al que prestaría mínima atención era al del Vaticano, pintado en una pared, no al de un dios en el que no creía. Tal era la principal diferencia entre nosotros, realmente: él poseía una fe abrumadora, que iluminaba su vida con la fuerza de mil soles, mientras que yo era una descreída que prefería escuchar rumores sobre la obra de Miguel Ángel que solamente la curia romana podía contemplar antes que pensar que, algún día, tal vez, alguien me juzgaría por mis pecados. ¡Ja! Si Dios existiera, no habría permitido el sufrimiento al que me habían sometido cuando ni siquiera podía defenderme; demonios, ¡si Dios existiera no permitiría que existiera alguien como Piero! ¿Qué parte de la Palabra del Señor era la que se había perdido…? Porque lo de amaos unos a otros juraría que no había llegado a entenderlo bien, o quizá era solamente yo, que no sabía cómo tomarme a mi ahora declarado rival y bien podía malinterpretarlo. Honestamente, dudaba que esa opción fuera siquiera una posibilidad porque me tenía por un poquito más avispada que eso, pero ¿quién sabía, realmente? A lo mejor me confundía, como cuando durante un momento creí que había vencido la coraza amurallada que protegía la cabeza espinosa y malvada, no había otra palabra para definirlo, de Piero, y había conseguido seducirlo. ¡Qué fácil habría sido todo de ser cierto eso…! Y la verdad, debía reconocerle el mérito de engañarme a mí, una experta en el cuerpo masculino, durante un instante, lo suficiente para que el beso pudiera ser considerado incluso memorable, pero en ciertas cosas jamás podría presentarme batalla, y esa era uno de mis mayores talentos. Además, no había que ser tampoco muy inteligente para darse cuenta de que su excitación ni siquiera le había llegado a viajar por debajo de sus pantalones, cosa inevitable en cualquier hombre que se enorgulleciera de serlo.

– No, nunca cambiará nada contigo, Piero. Al menos me consideras una gran oponente, supongo que debo agradecerte esas palabras tan amables viniendo de la víbora ponzoñosa que eres tú, y no lo digo solamente yo, sino también todos tus enemigos. Conozco a unos cuantos, por supuesto, pero igual que tú conoces a los míos, no requiere ninguna felicitación que te haya puesto al nivel que te mereces. En cualquier caso, no te engañes: a mí sí me debes explicaciones. No de lo que hagas en tu vida privada, el único lo suficientemente enfermo para tener interés en ese mundo del otro eres tú, pero sigo siendo tu superior mientras no me arrebates el puesto como sé que anhelas con todas tus fuerzas, así que, al menos en la Inquisición, debes dármelas. Aunque puedo permitirte que no me llames ni Dios, ni Virgen, ni ángel, ni nada que se refiera a la fe…

Me permití bromear porque eso me aligeraba el peso de la farsa que estaba llevando a cabo, de tener que fingir que seguía atrayéndome cuando él, con su rechazo, no lo hacía demasiado (o me obligaba a que no lo hiciera, más bien). Además, ¿qué era lo peor que podía pasar? ¿Que me llamara bruja, me acusara a la Inquisición, intentara quemarme en la hoguera, intentara convencer a los líderes de que era una hereje parricida…? Todo eso ya lo había hecho, ¡cuánto habíamos avanzado en nuestra relación!, así que podía ahorrármelo sin ningún problema porque, bueno, había reconocido que era buena rival, qué menos que seguir demostrándole que lo era, ¿no? Y si para ello debía asegurarme de molestarlo y de obligarlo a fingir, tal vez eso le arrancara la careta y le obligara a admitir que le daba asco auténtico en todos los sentidos. Lo peor que podía pasar si no lo hacía era que termináramos revolcándonos, algo que salvo por el placer momentáneo no tenía ningún valor para mí, y si por algún motivo terminaba desembocando en alguna sorpresa desagradable… bueno, nada que unos cuantos remedios de hierbas no arreglaran si se tomaban a tiempo, por pura experiencia lo sabía. Dadas mis circunstancias, era un mal necesario haber aprendido cómo preparar brebajes abortivos, pero Piero no tenía por qué saberlo, especialmente porque no pensaba llegar a ese punto con él. No, prefería enredarme en su cuerpo para molestarlo, acariciar su rostro y su nuca e incluso besar su cuello, como si no me hubiera dado cuenta antes de que le desagradaba profundamente y de que me estaba mintiendo, pero cuando no se espera que alguien te cuente la verdad, al final realmente no importa demasiado lo que diga o deje de decir. Por suerte, lo conocía lo suficiente para saber en qué era sincero y en qué no, al menos en lo que se refería a él mismo y sus creencias, por lo que sin ningún problema podía tenerlo manejado… por el momento. Y siempre cuando no decidiera ponerse rebelde y venirme con alguna actitud imprevista: eso sí que no se lo podría permitir, me temía, porque sería una trampa particularmente cruel por su parte.

– Pero, Piero, todos los monstruos son humanos… Y lo sabes. Hay criaturas peores que las que cazamos, seres mucho más corruptos y pecadores que aquellos que han sido malditos. Además, recuerda, se odia el pecado, pero se ama al pecador, pues todos lo somos, incluido tú, ese conjunto de engranajes creados con la única función de purgar nuestro mundo. No estoy tan segura de que ni siquiera antiguos ángeles queden fuera completamente de la redención, y eso son los demonios, a fin de cuentas. Nosotros, todos, fuimos creados a Su imagen y semejanza; somos sus criaturas, y como tales, cuando le toque juzgarnos, lo hará de forma Sabia y Justa. Tú y yo, Piero, tenemos concepciones muy diferentes de la fe. Te diría que tal vez hayamos incluso leído unas Biblias diferentes, pero no quiero ser hereje… ni tampoco apócrifa, por supuesto. ¡Dios me libre!
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Mensaje por Piero D'Páramo Miér Feb 15, 2017 9:29 pm

La tierra, ha sido pisoteada, destruida por los herejes, por esos que se aferran a faltar a las reglas, a los mandamientos de nuestra cátedra, todo resulta aterrador, tanto como los labios que se sacrificaron al dejar que una serpiente venenosa se resbalara sobre estos, el continuar en un hoyo custodiado por esta; era para soportar su cueva, el inmiscuirse en su círculo para hacerla caer poco a poco, y quien sabe, quizás hasta termina arrasando con sus amistades. Sin embargo, esos labios le advirtieron que a mitad del beso, descubrió la verdad, ¿cuánta intimidad se ha generado en solo un instante? La privacidad entre ellos se terminó cuando los unieron en el acto del homicidio, desde esa vez ninguno de los dos tiene la vida privada uno para con el otro, más es diferente que cada uno trate de ocultarlo, combatir con los infortunios momentos, atacar cuando la ocasión se presente, así es la vida de un inquisidor, pero se debe de respetar como a estos a pesar de todo, hallando la manera de desviarlos de sus secretos, aunque no sea lo mismo con todos. Aunque, ¿cuánto deben de soportar sus acciones? El tiempo que se requiera, el justo límite que se entabla cuando la misión sea un éxito. No mentía, D’Páramo se aburre con facilidad cuando se prolonga la misión pero con ella, con esa maldita lobuna, quiere matar el lapso, quiere matarla de una buena vez, ¡ah, pero sin antes mostrarle su auténtico infierno! el lugar a donde pagan todos los pecadores. Tal que, sentir el asco causado por esa boca, el que lo tome como si fuese un amante, sus manos presionaron sus caderas con fuerza, si, es una especie de vómito corporal, tan atrevida se inmiscuye en el cuello, agradeciendo que estuviese en el agua, sino, sería difícil quitar esa pestilencia. Pero tan cerca están, le habla y podría decir que su aliento le está pegando, o al menos quería golpearla de alguna manera, uniéndose a su habladuría, sabiendo hablar del mismo modo. Imitando a la serpiente que tanto osa comparar, estirando el cuello, siseando y contoneándose como tal.

— Agradece, más veo que has preguntado por mí. Mis enemigos no son facil de que suelten la lengua, a menos que formen un complot y quieran matarme. Eso sí sería una burla viniendo de ti. ¡Ha! y creía que la víbora era aquella que solo se enreda y arroja veneno con su espantoso hocico y deja que sus escamas se esparzan en la piel de otra. Pero entonces, ¿crees que debo llamarte mi señora en este momento? No lo creo, no estamos en misión o como dirían en nuestra labor, oh, claro aceptando que se debe respetar la relación existente pero aquí no somos más que desafortunadamente conocidos. Mientras tanto no debo porque obedecer, o dar explicaciones, ya que si seguirá nuestro hermoso vínculo hasta en los exteriores, ¿no deberías respetar a tu mano derecha, en vez de tratar de seducirlo?...Ya manifestado en tal caso, ¿debería desnudarte, desnudarme, seguir besándonos y, tocándonos? … ¿Quieres que fornique contigo? ¡Ay, mi hereje!, realmente no me interesa lo que hagas con tu cuerpo, en las noches, fuera de la inquisición, más adentro, te acechare. Si te quiero destronar de tu mundo, darte y nombrarte como lo más ínfimo, que el pueblo vea que ni con influencias podrían quebrantar las reglas.

Si le vieran en ese momento, dirán que ha caído a las redes de esa alimaña, pero solo hay un límite, y aún no ha llegado, le gusta golpear de la vil manera, debía purificar su templo después de abandonar a esa mujer. (¿Qué befa, como abandonarla cuando se sigue aferrada al cuerpo del inquisidor?) Que poco a poco, se iba acercando a su cuello, insinuando que le besaría, que tocaría sus segmentos, más la sorpresa fue que al ir deslizando las manos por su cuerpo, el presionar sus senos y llegar al punto al que quería, su cuello presiono, liberando la lengua, paseando la venenosa lengua por su rostro.

— ¿Odiar? ¿No que debemos amarnos unos a otros?, ¿dónde quedaron tus palabras? Pero te diré una cosa, no te confundas con la naturaleza humana. Las bestias, los demonios nunca dije que no fuesen humanos, por el simple hecho de poseer vida, y cumplan con las características, no quiere decir que cumplan con su función del deber ser. Términos muy distintos, que mi adorada Abigail debes de separar. No estoy para enseñarte, ni para reeducar, ¿quieres mejor jugar? Juguemos, que muy pronto saldrán las bestias a cazar y yo, yo las atrapare. Mientras que a ti, mi señora el tiempo se te acaba, no querrás comerme o comer, para después arrepentirte de tus pecados, corre a encadenarte, a esconderte, atarte y hazme el favor de mostrarme que no estoy equivocado, sé que con tus métodos, tarde que temprano, te agarrare en el acto. Porque esa es tu naturaleza, matar por matar, y la mía, sentenciar por el bien común.

La clareza de su estado le hicieron aceptar que estaba con la reina de la lujuria, la mayor pecadora, que le soltó después de haberla ahorcado, exteriorizando sus ganas para con ella de jugar, cayendo, removiendo el agua, aprovechando para mojar su rostro al sumergirse. Había subestimado su cuerpo, pero fue la última vez que lo hizo, por lo que se dispuso a ser agresivo, permaneciendo bajo el agua en lo que se encarga de desterrar la vestimenta sobrante que llevaba, impidiendo que retrocediera, le sujetaba de las piernas, subiendo poco a poco, jamás observó su sexo, ni lo libidinoso existía, más las únicas que se acercaban al pecado, fueron sus manos, recorrió su cuerpo, palpo cada finura que en sus senos se situaron, apretándolos, cuando los descubrió. Por ningún motivo soltó su ropa, la dejo en desnudo que al verla de esa manera, fue quien no quiso actuar más, solo era cuestión de mostrarle que ni en esos casos, ella tendrá el control, ni mucho menos se saldrá con la suya. Poniéndose a nadar, yendo a la orilla lo más pronto posible que sale de un impulso con los brazos. Mirándola debía estar acostumbrada a permanecer de aquella forma, pero el que un inquisidor lo haga era solo quizás denigrar.
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Mensaje por Invitado Miér Mar 01, 2017 1:29 pm

Maldito fuera el maldito D’Páramo, maldita fuera su estampa, malditos sus ideales y maldita la huella que dejaba allá donde pisaba, con la fuerza de quien se cree superior y espera destrozar a sus oponentes bajo las suelas de sus zapatos. Lo conocía lo suficiente para saber que no lo atraía, pero ¿qué hacía él para intentar desequilibrarme? ¡Aprovecharse de mi más que conocida fama de libertina y continuar tocándome aunque yo me hubiera apartado! Eso me pasaba por empezar a tocarlo yo, pero, aunque le pesara, él sí que era atractivo, y yo seguía siendo un animal (y orgullosa, le pesara mucho a mi mano derecha o no) de sangre caliente, que reaccionaba de la forma más primaria cuando atisbaba algo que me gustaba lo más mínimo. Si tan solo pudiera ponerle un bozal… Momentáneamente comprendí qué sentían todas esas personas que habían deseado ponérmelo a mí alguna vez, pero se me pasó enseguida la sensación porque estaba ocupada intentando no gemirle cuando me estaba hablando de religión. Lo creyera o no, y yo me inclinaba más bien hacia el no, eran temas que no siempre me gustaba mezclar, sobre todo porque cualquier cosa que apestara mínimamente a divinidad serviría para mancillar los agradables escalofríos que provocaba la atracción, pura y cruda, tan desnuda como yo bajo sus manos con esos movimientos que lo convertían en experto, quisiera él admitirlo o no. Y una vez más volvíamos a lo mismo, a esa hipocresía que jamás admitiría por la cual él, Piero, llamaba pecadores a todos los demás por hacer cosas que él hacía, vete tú a saber con permiso de quién, sin que hubiera consecuencias. La rabia que me invadía con solo pensar en eso fue tal que lo besé, tomando las riendas de nuevo, y enredando los dedos de mi mano en sus cabellos mientras la otra, sin inquietarse lo más mínimo por el hecho de que a él no lo atraía, rodeaba su miembro, sorprendentemente erecto dado el odio que decía profesarme. Interesante…

– Tú me odias, ¿no? Es justo que yo haga lo mismo contigo… Me gusta cuando quedo en igualdad de condiciones. Te preguntaría si a ti también, pero lo cierto es que me importa un maldito bledo, D’Páramo. Esta es la única masa en la que vas a pillar a mis manos.

Soné cortante porque enseguida volví a besarlo, porque mi atención estaba clavada en acariciarlo y endurecerlo aún más, en respuesta a sus manos haciendo lo propio conmigo; la diferencia era que mi práctica, diferente a la suya, me daba la ventaja de poder aguantar, mientras que él no lo hacía tanto: a las pruebas me remitía. Dicho eso, yo nunca me había caracterizado por ser de piedra, y menos cuando se trataba de un hombre; era muy consciente de que, tarde o temprano, terminaría empapada (y no precisamente por el agua), temblorosa y satisfecha, pero quería postergar el momento todo lo que pudiera… Era una batalla en la que podía ganar a D’Páramo con facilidad, así que no pensaba darme por vencida tan rápido, y menos cuando esa ventaja ínfima me llenaba de orgullo y de muchísima satisfacción. ¡Ser una libertina tenía sus ventajas! Aunque fuera en un lago, con un miembro particularmente díscolo de la Iglesia, que era tan hipócrita como contradictorio, y que quería jugar a juegos carnales conmigo. Desde luego, por su profunda inteligencia no lo habían seleccionado de entre todos los niños que no tenían nada (de eso estaba segura; de lo contrario, ¿de dónde demonios habían sacado a una bestia como él?), así que algo más había tenido que jugar un papel importante, algo como su fanatismo. Contra eso ya me había convencido de que ni podía ni quería luchar, así que prefería llevarlo todo a mi terreno, deslizándome rápidamente por su miembro y acariciándole los testículos con la otra mano mientras lo besaba y lo mordía, pero únicamente por el cuello y el pecho, pues con él me negaba a arrodillarme en ninguno de los sentidos. Prefería que fantaseara con la idea de que, al vencerme, se me doblaran las rodillas ante él y le vinieran a continuación pensamientos infectos sobre lo que estábamos haciendo, algo objetivamente prohibido, pero ¿acaso no ignorábamos los dos ciertas normas con tal de salirnos con la nuestra…? Y hasta eso me echaría en cara el farsante de él, un hombre demasiado atractivo para la podredumbre que poseía bien dentro, y que luchaba a diario por salir.

– Para no interesarte lo que hago con mi cuerpo, no pareces querer perderte detalle. ¿Que si quiero que forniques conmigo? Tal vez. Admítelo, hasta tú quieres conmigo ahora mismo, ¿qué más da otro secreto más? Ya sé que no vas a ser un enemigo corriente, esto no va a complicar las cosas aún más porque es imposible. Y, a propósito, a mi mano derecha no la respeto: la utilizo. Eso es exactamente lo que voy a hacer contigo.

Agresivamente, de nuevo, sentencié mi opinión como un dogma en el que a él no le quedaría más remedio que creer porque, cual profecía, era exactamente lo que sucedería, ¿o es que acaso él era superior a los impulsos de la carne? Nadie lo era a menos que su juventud se tornara excesiva, o su vejez extrema; nadie, ni siquiera un fanático, y me importaba bien poco si acaso fantaseaba con la Virgen o con atarme para llegar a sentir placer, porque lo estaba sintiendo, y en eso su cuerpo era mucho más traidor que el mío. ¿Cómo explicar, si no, hasta qué punto se me estaba clavando el maldito Piero en la mano, y posteriormente en el vientre, cuando me acerqué todavía más a él? Sus excusas no eran más que eso, excusas, mentiras que se contaba para poder mantener intacta la hipocresía en la que vivía, mientras que yo era libre, hacía lo que me venía en gana y lo que necesitaba para sobrevivir, y no me criticaba nada al respecto, porque eran decisiones que había tomado de forma plenamente consciente. Por si no depender de un poder superior, como lo hacía él hasta para respirar (y no, no hablo de la divinidad, sino del amo que sostenía su correa), no tuviera ventajas suficientes, él encima me ponía en bandeja de plata la evidencia que necesitaba para convencerme de que lo suyo era incorrecto, y me permitiría siempre tener cierta ventaja. Simplemente tenía que ser más lista, más rápida que él, y por eso, probablemente no se esperó el momento en el que enredé las piernas en su cintura y casi lo obligué a que entrara en mí, en la hereje que detestaba, pero a la que no le quedaba más remedio que probar. Le pesara o no, y al menos hasta que me quitara el puesto (si es que conseguía hacerlo), seguía siendo su líder, y como tal, debía obedecerme, hasta si eso de obedecer consistía en clavarme su virilidad hasta que los dos nos quedáramos secos en medio de un maldito lago parisiense. Bueno… cosas peores había hecho por menos.
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Mensaje por Piero D'Páramo Lun Abr 10, 2017 5:46 pm

— No mi hereje, no hay una afectación que no sea solo asco, odiar es sinónimo de importar, y hasta eso ni lo eres para mí. Si te considero enemigo, pero ¿quién no lo haría? Y con tremenda respuesta, suéltalo, no vaya a ser que te enamores de él y vaya siendo lo único que quieras cazar… Ya es suficiente lo que he conocido de tu cuerpo, que tal letal podría ser como arma. No te dejes llevar por la ocasión, no pienso fornicar contigo, ni permitir que corones mi falo, podrás utilizarme, pero hay límites en las demandas, y hay contestaciones a tus pedidos, encárgate de que ni uno ni otro sucedan, porque te arrepentirás...

Incrédula, si, quiere escuchar su grito agónico, presenciar la hora de su castigo, que los gritos desprendidos sean los más tortuosos, que no se tome a consideración del oficio a la hora de ser juzgada, porque merece pasar por todos los instrumentos de tortura, otorgarle el daño para que así sea borrado el pecado hasta desaparecer, y si, con su extinción, que sus manos que le tocan fuesen el fuego que calcine su carne, que le queme, que la convierte en cenizas, en nada. Como hubiese optado por ser cuchillos sus labios carnosos, que a la hora de ser posesionados, sirvan para destrozar, desmembrar, y desfigurar su rostro, que donde quiera que se desplacen, destroce cada segmento, imponiendo una nueva condena a su propia debilidad, si de lujuria ha de gozar, que sufra por la misma, que sea su golpe fatal que no le de tranquilidad, así las nuevas condiciones serán dadas, más se empeña en desearlo, hacerlo caer, era el juego de afectaciones contrarias, de rabias y disgustos enfrentados entre más se besan, oh, porque no deja ver su lado débil, es fuerte por estar consciente de lo que genera la unión de los cuerpos, esa calentura que comenzaba a tantear al inquisidor, más no sentía excitación, ni morbo, aunque su miembro detonase lo contrario, no se habría dado cuenta, sino hubiese sido por la otra que lo tomo como un objeto al que puede posesionarse cuando se le dé la gana, respondiendo a sus bestiales agarres, la medusa quiere tomar una serpiente más a su colección, negó, batallando con las caricias, los besos, convirtiendo esa escena romántica en algo bestial, catastrófico, como un acto de suicidio por aquel miembro que sigue a la deriva de las manos tan expertas que tratan de seducirlo, de que haga erupción, no mentía, con que la fuerza emanada y el trabajo elaborado le estaba afectando, tanto que por un instante mantuvo presionando las manos en sus redondas nalgas para acercarla, con el fin de desangrar esa boca, porque se enfureció, se molestó por las acciones, vaya, sabía que iba a seguir el juego pero no a ese grado, sí que se place del pecado, más estaba con el equivocado. No permitirá que más allá del miembro, de sus dídimos, logre lo que está encarando con sus ademanes. Removiendo las falanges, insinuando descaros de provocaciones solo para desterrar a la inmoral de su cuerpo, alejarla de una buena vez del templo casto y puro del inquisidor. Y entre un forcejeo, el simple hecho de querer cambiar la posición, ¡maldita sea! cayó en su propio juego…”Señor te estoy llamando, ven deprisa, escucha mi voz, coloca señor un guardia en mi boca, en mi cuerpo, en mi hombría, un centinela en la puerta de mis labios, no dejes que me incline al pecado, ayúdame a no cometer un crimen o un pecado, libérame. Señor, mis ojos están vueltos a ti, en ti me refugio, no me dejes indefenso; guárdame del lazo que me han tendido, de la trampa de la malhechora, que caigan los impíos en sus propias redes, mientras yo escape libre.” Rogo, encomendándose al señor tras ser su miembro el que sea arropado por un calor prohibido, aventándola, zafándose de ese agarre, impidiendo que siga la permanencia de un acto cruel, tratando de separar sus piernas, había coronado su falo, le dijo que no lo hiciera, ni que lo permitiría y aun así prosiguió, no permitirá ser manchado por esa maldita zorra, la rabia le invadió, ya cabo su propia tumba, sin consideración, le golpeó el rostro, obligándola a que se apartara, aventándola de los brazos, empujando con el mismo cuerpo, que se le fue un quejido, interrumpiendo el acto, quedando impuro, sintiéndose un preso, ahora ve como los reos suplican porque se les libere el miembro del anillo que tortura hasta desgarrarlos, así es como padece, liberándose, nadando hacia al otro lado, a la orilla donde la vestimenta se halla, vistiéndose con rapidez, cubriendo la señal de su dureza, y la ensuciada carne que impregno el olor de la hembra, tomando su pistola, y apuntando directo a donde la fulana se burla de él. Disparo uno, seguida de otro, revolcándose bajo el agua, y sin llegar a apuntarle directamente, no es su afán de matarla, porque no le cederá el privilegio de otorgarle una muerte rápida, y sin ser digna de merecerla, ahí, dejó al descubierto, la clase de animal que solo por aparear es capaz de brincar sobre corderos….

— Hasta aquí llegaste, no habrá una ni otra oportunidad para terminar este encuentro, sobrepasaste mis limites, te hare recordar este día, en el que la vara ha de hacer pagar tu crimen, serás la primera en la que recorreré mi cueva, probando cada instrumento, sin misericordia…

Enfadado, toma su demás pertenecías y se marcha de ahí, si seguía un segundo más, iba a arrepentirse, por primera vez en toda su extensión, no se había sentido tan asqueroso, no dio lo que tenía que haber dado, un golpe, no bastaba con desquitar el golpe que recibió, teniendo la idea de que le penetraría con la cuna de judas, destrozarla, es lo único que se lleva en mente. Enterrando lo sucedido en esa laguna, púes no tiene porque intervenir en su labor, y sí que le costara después de todo.
Piero D'Páramo
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Mensaje por Invitado Vie Abr 14, 2017 3:20 pm

Contrariamente a la opinión popular, o al menos todo lo popular que pudiera considerarse la de Piero (y eso daba para un interesantísimo debate que no era ni el momento ni el lugar de afrontar, aunque sólo por molestarlo era bien capaz de hacerlo), yo no era una persona malvada. Definitivamente cometía millones de faltas y de pecados, pero sólo porque la Iglesia concebía casi cualquier cosa salvo la vida eremítica como un motivo para ir al Infierno; además, mi moralidad era más bien grisácea, pero ¿acaso no se encontraba todo en esa amplísima gama de grises en la que hay multitud de variedades de tono...? Sólo los fanáticos, como él, veían las cosas en blanco y negro, y yo me enorgullecía, por un lado, de no ser una fanática, y por otro, de no ser como él. Dicho eso, obviamente había un lado de mí, que era el que él presenciaba siempre porque lo sacaba a la luz sin excepción cada vez que lo tenía delante, que aunque no pudiera considerarse malvado, sí que debía tildarse de malicioso y, quizá, incluso de cruel. Ese lado era una consecuencia lógica de mi personalidad, que Piero odiaba porque me pertenecía y me pertenecía porque él me odiaba, pero también del choque con la suya, tan absolutamente apegada a unos dogmas en los que ya casi ningún eclesiástico con dos dedos de frente creía que me provocaba un rechazo y unas ganas de dominarlo que no eran sanas, probablemente. Desde luego, a él le resultaba tan desagradable como yo, o más decía que se lo parecía, porque aunque su boca echara serpientes y me besara con esa misma agresividad y brutalidad, la única parte de su anatomía que jamás me mentiría se había endurecido aún más cuando lo había obligado a penetrarme, obviamente contra su voluntad, pero ¿desde cuándo la seguía...? Así pues, no, malvada no era, pero cruel sí, y con él aún más, especialmente porque sabía dónde darle para que le doliera (igual que sabía dónde darle para que disfrutara, una lástima que el fanático fuera también un monje en ciertas cosas), y no me reprimía nunca a la hora de hacerlo, aunque supiera las consecuencias. Y precisamente por eso, porque lo conocía (más o menos) y sabía cómo reaccionaría, que se apartara no me pilló por sorpresa, y me hizo tanta gracia que no pude evitar reírme, con lo cual mis carcajadas, que resonaron a nuestro alrededor, lo hicieron detenerse un momento.

– Oh, créeme, no voy a olvidarme nunca de que este día ha sucedido y de que tienes sangre en las venas y el cuerpo de un hombre, no de un angelito asexuado. Pero no discutamos del sexo de los ángeles porque eso ya está demasiado hablado, hablemos de que tu cuerpo me deseaba y te ha molestado, y de que la única cueva que vamos a visitar sea tú la mía, como acabas de hacerlo. Da igual cuánto te laves, Piero, lo recordarás tú también siempre, ¿y sabes lo más satisfactorio? Que del mismo modo que te he conseguido embrujar para que me desearas, no vas a dejar de hacerlo así como así; castígate cuando quieras, pero te descubrirás pensando en mí en tus noches más solitarias, y solamente entonces tendrás derecho a odiarme.

Me apoyé en el borde mientras él, indignado, se marchaba, y lo observé mientras lo hacía con la mirada desviándose por su espalda hasta su trasero, con el que me regodeé más de lo que él seguramente quería imaginar. Para su enorme fortuna, no llegó a girarse, o de lo contrario me habría atrapado mirándolo y deseándolo (porque yo no me engañaba a mí misma: sí que lo hacía) y se habría enfadado aún más de lo que ya estaba... ¡Sólo le faltaba echar humo y dejar un rastro de hierba quemada, de lo ardiente que era la lava de su ira en el interior de su cabecita! Me resultaba plenamente satisfactorio de la manera más masoquista que se me ocurriera por el sencillo motivo de que me satisfacía tenerlo como enemigo, nada más y nada menos. Sin alguien ahí que me obligara a estar atenta y a protegerme las espaldas, ¿qué sería de mí y de mi agilidad, tanto mental como verbal? Necesitaba la clase de desafío que solamente hombres como Piero D’Páramo eran capaces de darme, y lo necesitaba tanto como respirar, así que no podía evitar que, por mucho que a veces pensara que estaría mejor si lo atropellaba un carruaje (y secretamente fantaseaba con que así sucediera, si bien mala hierba nunca muere y Piero era de la peor hierba de todas), me satisficiera que no le pasara nada. Además, debía reconocerlo, la facción sin mi mano derecha sería todavía más aburrida de lo que ya era, con todos los asuntos que a Piero parecían darle igual en su continuada ambición por mi puesto y que hartarían hasta al escribano más apasionado por su trabajo. No, me dije mientras salía del agua; Piero era un mal necesario, uno al que me encantaba erizar y molestar porque así me sentía mejor y me obligaba a sacar lo mejor de mí, así que mientras fuera necesario lo aguantaría encantada. Con esa certeza en mente, me sequé y me vestí rápidamente para hacer lo mismo que había hecho él hacía un momento: largarme de la escena del (no tan) crimen, aunque para él si lo hubiera sido porque el dramatismo le era tan inherente como la demencia religiosa, para ocuparme de mi propia vida, donde, para mi desgracia, él se había hecho un hueco... Un hueco hostil, por supuesto, y que había que estar constantemente limpiando para que no se infectara, pero un hueco a fin de cuentas, al que me sería difícil renunciar.
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