AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Murmullos {Kaiden}
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Murmullos {Kaiden}
El carruaje la había dejado en una calle poco transitada de París, no muy lejos de su hogar, los dedos vendados le lanzaban pinchazos y había sentido un fuerte mareo durante el trayecto en calesa. Pero ya habían cuidado de ella y no quería molestar más, por ello, a pesar del mal estar que había sentido, había preferido mantener su boca cerrada.
Estaba impaciente por volver a casa, aunque temía encontrar una escena similar a la de la última vez, estaba claro que sería mejor para ella no acercarse a los bosques en una buena temporada, cada vez que ponía un pie en esos lares, acababa herida o asustada, prefería no tener que ver con problemas similares en mucho tiempo.
Cuando el carro se alejó, se dio la vuelta dispuesta a cruzar el parque que la llevaría a casa. Las nubes aun cubrían parte del cielo y probablemente estuviera cerca de volver a llover, aunque esperaba que no fuera así, notaba que el mareo aumentaba, tal vez se habría resfriado al haber estado tumbada desnuda en el frío suelo del bosque antes de que el señor Cross la encontrase.
Miró la bolsa que colgaba de su brazo donde estaba metida la camisa del hombre que la había salvado y suspiró, debía lavarla, pero le preocupaba que, si Kaiden estaba en casa, lo malinterpretara. Aunque... dudaba mucho que el chico fuera a enfadarse, sabía que era posesivo con ella, pero desde la noche que pasaron durmiendo a su lado, no sabía que pensar. El color le subió a las mejillas al recordar, poco le quedó para acercarse y besarlo, poco le quedó para fastidiarlo todo.
Suspiró adentrándose en el parque, notando que el mareo era cada vez mayor y que el picor en la garganta se volvía más molesto. Calor, estaba ardiendo. Sin duda se había resfriado, ya no eran solo sus dedos rotos, si no, además, el resfriado. Un trueno sonó en el cielo sobre ella, quería llegar a casa antes de que comenzara a llover, pero no sabía si podría, tenía sed, y el calor comenzaba a molestar, el dolor de cabeza era tal que pensaba que le estallaría.
Se apoyó en el tronco de un árbol, respirando con dificultad, y se cogió el pecho, también le dolía. El parque se había quedado vacío, no sabía si alegrarse o preocuparse, le daba igual, el caso era que, fuera como fuera, debía volver a casa. Apretó la bolsa entre sus manos, con los dedos sanos, tosiendo, tomó impulso para volver a andar, pero pronto volvió a caer contra el árbol, ¿cómo llegaría a casa?
Todo a su alrededor comenzó a volverse borroso, y la perspectiva comenzó a cambiar mientras el mundo comenzaba a hacerse más grande, no, no más grande, es que ella había caído. Se le cerraron los ojos, se le había desmayado.
Estaba impaciente por volver a casa, aunque temía encontrar una escena similar a la de la última vez, estaba claro que sería mejor para ella no acercarse a los bosques en una buena temporada, cada vez que ponía un pie en esos lares, acababa herida o asustada, prefería no tener que ver con problemas similares en mucho tiempo.
Cuando el carro se alejó, se dio la vuelta dispuesta a cruzar el parque que la llevaría a casa. Las nubes aun cubrían parte del cielo y probablemente estuviera cerca de volver a llover, aunque esperaba que no fuera así, notaba que el mareo aumentaba, tal vez se habría resfriado al haber estado tumbada desnuda en el frío suelo del bosque antes de que el señor Cross la encontrase.
Miró la bolsa que colgaba de su brazo donde estaba metida la camisa del hombre que la había salvado y suspiró, debía lavarla, pero le preocupaba que, si Kaiden estaba en casa, lo malinterpretara. Aunque... dudaba mucho que el chico fuera a enfadarse, sabía que era posesivo con ella, pero desde la noche que pasaron durmiendo a su lado, no sabía que pensar. El color le subió a las mejillas al recordar, poco le quedó para acercarse y besarlo, poco le quedó para fastidiarlo todo.
Suspiró adentrándose en el parque, notando que el mareo era cada vez mayor y que el picor en la garganta se volvía más molesto. Calor, estaba ardiendo. Sin duda se había resfriado, ya no eran solo sus dedos rotos, si no, además, el resfriado. Un trueno sonó en el cielo sobre ella, quería llegar a casa antes de que comenzara a llover, pero no sabía si podría, tenía sed, y el calor comenzaba a molestar, el dolor de cabeza era tal que pensaba que le estallaría.
Se apoyó en el tronco de un árbol, respirando con dificultad, y se cogió el pecho, también le dolía. El parque se había quedado vacío, no sabía si alegrarse o preocuparse, le daba igual, el caso era que, fuera como fuera, debía volver a casa. Apretó la bolsa entre sus manos, con los dedos sanos, tosiendo, tomó impulso para volver a andar, pero pronto volvió a caer contra el árbol, ¿cómo llegaría a casa?
Todo a su alrededor comenzó a volverse borroso, y la perspectiva comenzó a cambiar mientras el mundo comenzaba a hacerse más grande, no, no más grande, es que ella había caído. Se le cerraron los ojos, se le había desmayado.
Wendy Di Coppola- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 11/10/2016
Re: Murmullos {Kaiden}
El Kowalczyk llevaba ya un día entero sin probar sustancia alguna que su cuerpo le pide a gritos. Le pide y le suplica, con fuerzas. Necesitaba drogarse, mucho más ahora, después de 24 largas horas. Los días le resultaban muy largos sin opio, pero lo estaba haciendo por Wendy. No por él. Por ella. Por su rubia.
Hoy había elegido a Wendy. Había elegido un día tranquilo, sin droga por medio. Había elegido ignorar el tembleque, los espasmos que sentía de vez en cuando, las ganas de vomitar y los sudores fríos. Había elegido ignorar su abstinencia. ¿Quería que la rubia se sintiera orgullosa de él? Tal vez sí. Tal vez quería mejorar un poco, por ella. Tal vez.
La rubia tardaba más de la cuenta en volver a casa y eso a Kaiden le preocupaba un poco, sobre todo teniendo en cuenta que las horas eran mucho más largas sin opio por medio. Por eso salió a buscarla por los alrededores. Por eso y porque, como se quedase más tiempo en casa, acabaría metiéndose cualquier droga en el cuerpo. Necesitaba moverse, mantenerse entretenido.
Vagando por las calles más cercanas, no tardó mucho más de quince minutos en visualizar la figura de una persona en el suelo, al lado de un árbol. Una figura de mujer. Rubia. Interiormente deseaba que no fuera quien estaba pensando pero, conforme se acercaba, sus pasos se aceleraron inconscientemente. A cada paso que daba, más se parecía a Wendy. Terminó corriendo, tratando de llegar lo más rápido posible a donde se encontraba, para finalmente agacharse y cogerla en brazos.
- ¡Eh! ¡Wendy! ¡Despierta! ¿Qué te pasa? ¿Qué te ha pasado? - probablemente ella ni pudiera escucharle, pero le daba igual, él siguió insistiendo. Necesitaba que se despertase. Necesitaba que le contestara. Necesitaba saber que estaba bien. Su corazón latía con fuerza y rapidez, nervioso. Estaba nervioso y preocupado. Comenzó a andar con ella en brazos hacia la casa, aunque interiormente no sabía si debía llevarla al hospital.
Joder. Joder. Joder. Joder. Se repetía en su cabeza constantemente, al no saber qué hacer. No estaba acostumbrado a aquello. No se le daba bien cuidar a alguien. Por mucho que quisiera hacerlo con la rubia. Los dedos vendados de Wendy no pasaron desapercibidos para él, y mucho menos la camiseta. El hechicero miró a ambos lados, como buscando al culpable, sin soltar a la rubia.
- ¡¿Quién cojones ha sido?! - a cada segundo que pasaba, más alterado se encontraba. Rabia y preocupación a partes iguales invadían su cuerpo.
Hoy había elegido a Wendy. Había elegido un día tranquilo, sin droga por medio. Había elegido ignorar el tembleque, los espasmos que sentía de vez en cuando, las ganas de vomitar y los sudores fríos. Había elegido ignorar su abstinencia. ¿Quería que la rubia se sintiera orgullosa de él? Tal vez sí. Tal vez quería mejorar un poco, por ella. Tal vez.
La rubia tardaba más de la cuenta en volver a casa y eso a Kaiden le preocupaba un poco, sobre todo teniendo en cuenta que las horas eran mucho más largas sin opio por medio. Por eso salió a buscarla por los alrededores. Por eso y porque, como se quedase más tiempo en casa, acabaría metiéndose cualquier droga en el cuerpo. Necesitaba moverse, mantenerse entretenido.
Vagando por las calles más cercanas, no tardó mucho más de quince minutos en visualizar la figura de una persona en el suelo, al lado de un árbol. Una figura de mujer. Rubia. Interiormente deseaba que no fuera quien estaba pensando pero, conforme se acercaba, sus pasos se aceleraron inconscientemente. A cada paso que daba, más se parecía a Wendy. Terminó corriendo, tratando de llegar lo más rápido posible a donde se encontraba, para finalmente agacharse y cogerla en brazos.
- ¡Eh! ¡Wendy! ¡Despierta! ¿Qué te pasa? ¿Qué te ha pasado? - probablemente ella ni pudiera escucharle, pero le daba igual, él siguió insistiendo. Necesitaba que se despertase. Necesitaba que le contestara. Necesitaba saber que estaba bien. Su corazón latía con fuerza y rapidez, nervioso. Estaba nervioso y preocupado. Comenzó a andar con ella en brazos hacia la casa, aunque interiormente no sabía si debía llevarla al hospital.
Joder. Joder. Joder. Joder. Se repetía en su cabeza constantemente, al no saber qué hacer. No estaba acostumbrado a aquello. No se le daba bien cuidar a alguien. Por mucho que quisiera hacerlo con la rubia. Los dedos vendados de Wendy no pasaron desapercibidos para él, y mucho menos la camiseta. El hechicero miró a ambos lados, como buscando al culpable, sin soltar a la rubia.
- ¡¿Quién cojones ha sido?! - a cada segundo que pasaba, más alterado se encontraba. Rabia y preocupación a partes iguales invadían su cuerpo.
Kaiden Kowalczyk- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 15/10/2016
Re: Murmullos {Kaiden}
El mareo y la fiebre parecía que la hacían sufrir visiones, porque no podía ser cierto ver a Kaiden, su Kaiden, ese chico frío y estóico, acercarse a ella tan alterado. Con ojos entreabiertos miró, cansada, como Kaiden se acercaba. Jamás había visto tal cara de susto en el rostro de Kaiden. Quería levantarse, ir hacia él y calmarle esa ansiedad. Pero a penas era capaz de distinguir las fomas, y, a medida que Kaiden se acercaba a ella, el sueño iba alcanzandola.
Escuchó los pasos apresurados acercarse, y abrió, nuevamente, los ojos, al notar que la alzaban en volandas. Se dejó abrazar poniendo la cabeza sobre el pecho notando el calor del chico empezar a cubrir allá donde sus manos la sostenían. Podía ser que fuera una persona horrible, pero saber que se preocupaba tanto por ella la hacía feliz. Nunca había visto al chico con ese nivel de preocupación.
Cuando estuvo en sus brazos, alzó la mano vendada y le acarició una mejilla, intentando calmarlo. Era feliz por su preocupación, pero no le gustaba ver su cara de miedo, poco tardo, tras ese nimio gesto, en caer, respirando con dificultad y con la cara roja por la fiebre. No notó cuando llegaron a casa, solo escuchó el sonido de la puerta abrirse y cerrarse y un truen resonar en el exterior. Sabía que estaban allí por el aroma a lavanda y menta que impregnaba la casa, la lavanda era su perfume, y con la llegada de Kailen un suave tizne mentolado había llegado hasta las paredes.
Soltó la bolsa en el suelo y sintió la mullida cama bajo su cuerpo mintras temblaba, pero un suave sudor frío le recorría la piel. Abrió los ojos con dificultad, preocupada por el brujo, sabía que tenía a preocuparse demasiado por ella, y que era algo torpe para cuidar y dejarse cuidar, pero confiaba en él, solo esperaba que, por culpa de eso, volviera a asustarse, había sentido temblar sus brazos mientras la llevaba, y no era por el peso, el chico era lo bastante fuerte como para llevar a dos como ella, tenía miedo.
Su voz llamándola con aire desesperado aun estaba en sus oidos, pero su dolorida garganta y su dolor de cabeza le impedían hablar para decirle que no se preocupara, que con descanso, agua y una toalla humeda sería bastante, suspiró e intentó desanudarse los lazos del vestido, quería quitarselo, le apretaba el corsé, solo quería meterse en la cama y esperar a que bajase su fiebre para calmar los nervios de Kaiden.
Escuchó los pasos apresurados acercarse, y abrió, nuevamente, los ojos, al notar que la alzaban en volandas. Se dejó abrazar poniendo la cabeza sobre el pecho notando el calor del chico empezar a cubrir allá donde sus manos la sostenían. Podía ser que fuera una persona horrible, pero saber que se preocupaba tanto por ella la hacía feliz. Nunca había visto al chico con ese nivel de preocupación.
Cuando estuvo en sus brazos, alzó la mano vendada y le acarició una mejilla, intentando calmarlo. Era feliz por su preocupación, pero no le gustaba ver su cara de miedo, poco tardo, tras ese nimio gesto, en caer, respirando con dificultad y con la cara roja por la fiebre. No notó cuando llegaron a casa, solo escuchó el sonido de la puerta abrirse y cerrarse y un truen resonar en el exterior. Sabía que estaban allí por el aroma a lavanda y menta que impregnaba la casa, la lavanda era su perfume, y con la llegada de Kailen un suave tizne mentolado había llegado hasta las paredes.
Soltó la bolsa en el suelo y sintió la mullida cama bajo su cuerpo mintras temblaba, pero un suave sudor frío le recorría la piel. Abrió los ojos con dificultad, preocupada por el brujo, sabía que tenía a preocuparse demasiado por ella, y que era algo torpe para cuidar y dejarse cuidar, pero confiaba en él, solo esperaba que, por culpa de eso, volviera a asustarse, había sentido temblar sus brazos mientras la llevaba, y no era por el peso, el chico era lo bastante fuerte como para llevar a dos como ella, tenía miedo.
Su voz llamándola con aire desesperado aun estaba en sus oidos, pero su dolorida garganta y su dolor de cabeza le impedían hablar para decirle que no se preocupara, que con descanso, agua y una toalla humeda sería bastante, suspiró e intentó desanudarse los lazos del vestido, quería quitarselo, le apretaba el corsé, solo quería meterse en la cama y esperar a que bajase su fiebre para calmar los nervios de Kaiden.
Wendy Di Coppola- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 11/10/2016
Re: Murmullos {Kaiden}
La preocupación se apoderaba del Kowalczyk conforme las dudas le acribillaban. No tenía ni idea de qué debía hacer. Ya no sólo había mirado a su alrededor para buscar al culpable, también para buscar a alguien que pudiera ayudarle. Él nunca había cuidado de nadie, ni siqueira de sí mismo. Y le jodía no saber qué hacer. Porque era la rubia quien podría sufrir las consecuencias.
No le tranquilizó demasiado que ella le acariciase la mejilla, mucho menos cuando parecía estar a punto de caer en un profundo sueño. Fuera como fuese, Kaiden corrió hacia la casa. No tardó demasiado, al fin y al cabo, no había encontrado a la rubia muy lejos de allí. Lo primero que hizo fue dejarla sobre la cama para observarla con mayor detenimiento. Intentaba saber qué hacer. Alguna pista. Cualquier cosa. Porque, por culpa del agobio que sentía en esos momentos, únicamente era capaz de pensar en que el opio le recorriera las venas.
Intentó calmarse, aparentar tranquilidad o que tenía todo bajo control. Si le salía bien o no, lo decidiría Wendy. El caso es que llevó una mano a la frente de la susodicha y la notó ardiendo. Fiebre. Sí, parecía tener fiebre. Inconscientemente recordó lo que su madre hacía con él de pequeño cuando tenía fiebre, así que fue directo a mojar un par de paños, los primeros que vio. Bien podrían ser unas camisas suyas dichos paños. No le importaba. Debían estar ahora sobre la frente de Wendy, mojados. Y se quedó mirándola tras hacerlo, sentado en la cama, como si por arte de magia aquello fuera a conseguir que la rubia mejorase en el acto. Irónico, ¿verdad? Hablar de magia, que él sepa algunas cosas al respecto, y aún así no saber cómo ayudarla.
No pasó desapercibido para él que ella intentara desanudarse el corsé. Tal vez le agobiase. Intentó ayudarla, para que pudiera respirar mejor y se relajase. Y ya creía que no sabía hacer nada más útil en aquella situación, así que se mantuvo sentado en la cama, al lado de la rubia.
- Wendy... - murmuró, queriendo que la rubia le dijera algo. Con que fuera capaz de decir el nombre del culpable, a él le bastaba por el momento. No hacía falta que Wendy dijese más. Podía quedarse en silencio si quería, pero Kaiden necesitaba un nombre. Alguien a quien darle una paliza de muerte.
No le tranquilizó demasiado que ella le acariciase la mejilla, mucho menos cuando parecía estar a punto de caer en un profundo sueño. Fuera como fuese, Kaiden corrió hacia la casa. No tardó demasiado, al fin y al cabo, no había encontrado a la rubia muy lejos de allí. Lo primero que hizo fue dejarla sobre la cama para observarla con mayor detenimiento. Intentaba saber qué hacer. Alguna pista. Cualquier cosa. Porque, por culpa del agobio que sentía en esos momentos, únicamente era capaz de pensar en que el opio le recorriera las venas.
Intentó calmarse, aparentar tranquilidad o que tenía todo bajo control. Si le salía bien o no, lo decidiría Wendy. El caso es que llevó una mano a la frente de la susodicha y la notó ardiendo. Fiebre. Sí, parecía tener fiebre. Inconscientemente recordó lo que su madre hacía con él de pequeño cuando tenía fiebre, así que fue directo a mojar un par de paños, los primeros que vio. Bien podrían ser unas camisas suyas dichos paños. No le importaba. Debían estar ahora sobre la frente de Wendy, mojados. Y se quedó mirándola tras hacerlo, sentado en la cama, como si por arte de magia aquello fuera a conseguir que la rubia mejorase en el acto. Irónico, ¿verdad? Hablar de magia, que él sepa algunas cosas al respecto, y aún así no saber cómo ayudarla.
No pasó desapercibido para él que ella intentara desanudarse el corsé. Tal vez le agobiase. Intentó ayudarla, para que pudiera respirar mejor y se relajase. Y ya creía que no sabía hacer nada más útil en aquella situación, así que se mantuvo sentado en la cama, al lado de la rubia.
- Wendy... - murmuró, queriendo que la rubia le dijera algo. Con que fuera capaz de decir el nombre del culpable, a él le bastaba por el momento. No hacía falta que Wendy dijese más. Podía quedarse en silencio si quería, pero Kaiden necesitaba un nombre. Alguien a quien darle una paliza de muerte.
Kaiden Kowalczyk- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 15/10/2016
Re: Murmullos {Kaiden}
Notó que la ayudaban, en medio de mareo, a retirarse el corsé y respiró hondo, aliviada, volviendo a tumbarse, notando el fresco de los trapos sobre la frente, aliviaba, aliviaba mucho, sonrió y lanzó un suspiro abriendo los ojos. Kaiden, a su lado, parecía alterado. Soltó un ligero bufido de risa.
No estaba bien alegrarse de que el chico se sintiera tan alterado, lo sabía bien, pero era tan agradable que, por una vez, se preocuparan por ella. De niña, a pesar de tener hermanos, nunca habían sido una familia especialmente unida, "artistas" había pensado en su momento, pero no, no era por ser artistas, su familia, sencillamente, no había sido cariñosa ni agradable. Ella raramente se ponía enferma, y cuando sus hermanos lo hacían, era ella la que, al final, acababa cuidandolos para que sus padres pudieran seguir actuando.
Al desaparecer de su amada toscana, comenzó a cuidarse a si misma en soledad, le resultó agradable el cambio, preocuparse solo por ella misma, sin depender de nadie, pero pronto había quedado claro para ella que no era una persona que se desentendiera de todo con facilidad, no, si quería a alguien, lo cuidaba, al final, siempre acababa cuidando de los demás, también de Kaiden, que la preocupaba cuando desaparecía, y más desde que supo lo de su adicción, pero cuidarla a ella, esa era, posiblemente, la primera vez que alguien la cuidaba así.
Nervioso, torpe, preocupado, la cara de Kaiden era un reflejo de un centenar de emociones que no sabría diferenciar bien, pero que, de algún modo, la hacían sentir tan segura, a salvo y protegida, que incluso con las ganas de aplacar su estado que tenía, le permitían relajarse. Estaba claro que el frío del trapo de su frente ayudaba, pero, sobretodo, la calma. Sonrió y le tomó la mano, girándose en la cama para mirarlo con una sonrisa ligera, aun con la visa borrosa y la fiebre.
- Kai, gracias, eres el mejor.- sonrió cerrando los ojos, con la mano del chico entre las suyas, esperando que, con su tacto, y viendo que podía hablar, él se calmase, tembló un poco, con frío, y se acercó más a él, que era su fuente de calor más cercana, estaría nervioso, pero le resultaba adorable, y saber que estaba así porque quería cuidarla, era lo más bonito que le había pasado en muchos, muchos años, tal vez lo segundo más bonito, después de conocerle.
No estaba bien alegrarse de que el chico se sintiera tan alterado, lo sabía bien, pero era tan agradable que, por una vez, se preocuparan por ella. De niña, a pesar de tener hermanos, nunca habían sido una familia especialmente unida, "artistas" había pensado en su momento, pero no, no era por ser artistas, su familia, sencillamente, no había sido cariñosa ni agradable. Ella raramente se ponía enferma, y cuando sus hermanos lo hacían, era ella la que, al final, acababa cuidandolos para que sus padres pudieran seguir actuando.
Al desaparecer de su amada toscana, comenzó a cuidarse a si misma en soledad, le resultó agradable el cambio, preocuparse solo por ella misma, sin depender de nadie, pero pronto había quedado claro para ella que no era una persona que se desentendiera de todo con facilidad, no, si quería a alguien, lo cuidaba, al final, siempre acababa cuidando de los demás, también de Kaiden, que la preocupaba cuando desaparecía, y más desde que supo lo de su adicción, pero cuidarla a ella, esa era, posiblemente, la primera vez que alguien la cuidaba así.
Nervioso, torpe, preocupado, la cara de Kaiden era un reflejo de un centenar de emociones que no sabría diferenciar bien, pero que, de algún modo, la hacían sentir tan segura, a salvo y protegida, que incluso con las ganas de aplacar su estado que tenía, le permitían relajarse. Estaba claro que el frío del trapo de su frente ayudaba, pero, sobretodo, la calma. Sonrió y le tomó la mano, girándose en la cama para mirarlo con una sonrisa ligera, aun con la visa borrosa y la fiebre.
- Kai, gracias, eres el mejor.- sonrió cerrando los ojos, con la mano del chico entre las suyas, esperando que, con su tacto, y viendo que podía hablar, él se calmase, tembló un poco, con frío, y se acercó más a él, que era su fuente de calor más cercana, estaría nervioso, pero le resultaba adorable, y saber que estaba así porque quería cuidarla, era lo más bonito que le había pasado en muchos, muchos años, tal vez lo segundo más bonito, después de conocerle.
Wendy Di Coppola- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 11/10/2016
Re: Murmullos {Kaiden}
Los temblores en su mano derecha, con la que había puesto el paño mojado en la frente de la rubia, no tardaron mucho en reaparecer. El nerviosismo, la preocupación… ambos eran factores clave. Siempre que se sentía alterado o preocupado, se drogaba. Y en esos momentos nada le apetecía más que un poco de opio. Bueno, mentira. Sí que había algo que le apetecía más. Algo que en esos momentos ansiaba más que cualquier tipo de droga. El bienestar de Wendy. Necesitaba saber que la rubia estaba bien. Necesitaba que se pusiera bien.
Puede que ni siquiera fuera grave, pero realmente él no estaba hecho para cuidar de personas. Por mucho que en el fondo quisiera cuidar de su rubia, no sabía hacerlo. Y estaba perdido. De ahí que estuviera tan alterado y preocupado, porque el bienestar de Wendy parecía depender en esos momentos de él. Y no estaba seguro de que aquello fuera bueno.
A pesar de todo, el temblor en su mano derecha desapareció en el momento en que Wendy la agarró. No sabría decir exactamente por qué. Simplemente desapareció. Junto con el nerviosismo. La preocupación, sin embargo, seguía ahí dando por saco.
- Quién ha sido - el tono de pregunta ni siquiera le sale en esos momentos, porque exige saber un nombre. En esos momentos, es lo único que necesita saber. Le importa más saber a quién poder darle una paliza que el ‘qué había pasado’. ¿Por qué? Porque, cualquier cosa que le hicieran a su rubia, en él despertaría el mismo instinto. Siente rabia. Rabia que pensaba descargar con el culpable del estado actual de Wendy.
Puede que ni siquiera fuera grave, pero realmente él no estaba hecho para cuidar de personas. Por mucho que en el fondo quisiera cuidar de su rubia, no sabía hacerlo. Y estaba perdido. De ahí que estuviera tan alterado y preocupado, porque el bienestar de Wendy parecía depender en esos momentos de él. Y no estaba seguro de que aquello fuera bueno.
A pesar de todo, el temblor en su mano derecha desapareció en el momento en que Wendy la agarró. No sabría decir exactamente por qué. Simplemente desapareció. Junto con el nerviosismo. La preocupación, sin embargo, seguía ahí dando por saco.
- Quién ha sido - el tono de pregunta ni siquiera le sale en esos momentos, porque exige saber un nombre. En esos momentos, es lo único que necesita saber. Le importa más saber a quién poder darle una paliza que el ‘qué había pasado’. ¿Por qué? Porque, cualquier cosa que le hicieran a su rubia, en él despertaría el mismo instinto. Siente rabia. Rabia que pensaba descargar con el culpable del estado actual de Wendy.
Kaiden Kowalczyk- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 15/10/2016
Re: Murmullos {Kaiden}
Sonrió un poco al notar que cesaba su temblor y puso los labios sobre los dedos de la mano de Kai que ella tenía enredados entre los suyos. No le gustaba verlo ansioso, furioso o alterado. Él estaba haciendo un gran esfuerzo, no había visto que se drogase en días, y no quería que, por un resfriado, volviera a recaer. No, no iba a dejar que por su culpa el esfuerzo del chico cayera en saco roto.
Abrió algo los ojos, y se perdió, por un instante en la mirada seria de Kaiden. Si tan solo no temiera que se alejase de ella, que desapareciera como el humo, si no tuviera tanto miedo de volver a perderle como lo había creído muerto, le calmaría los nervios y las ansias con caricias y besos. Pero no era posible, lo sabía, y se retendría todo lo que pudiera y más, aunque le doliera. Porque le dolía, físicamente hablando, le acababa doliendo.
Le pinchaban los brazos de las veces que detenía sus músculos temerosa de abrazarle, le picaban los labios por los besos no dados, le dolía la cabeza de las dudas que rondaban su mente, y le temblaban las piernas, cansadas de sostener todo el peso. Los nervios le llegaban a la espalda, provocándole pesadez, no era simplemente que le doliera el alma, es que ella misma se volvía un revoltijo de dolor que se ocultaba tras una sonrisa, porque, aunque no pudiera actuar a penas, los gestos más nimios le merecían la pena.
Una caricia, un abrazo, o incluso una mirada preocupada por parte de Kaiden significaba mucho más que cualquier gesto de cualquier otra persona. Solo con mirarlo, incluso con la fiebre que tenía, podía decir que estaba preocupado, y parecía necesitar golpear algo para sacar la frustración, pero, aun con todo, se sentía segura, porque sabía con la misma certeza que lo que sentía, que jamás le pondría una mano encima.
- No lo se... iban en carro, me atropellaron en forma de gato.- comentó con los labios sobre sus dedos, dándole un suave beso en ellos.- Kai... de veras que estoy bien, solo he de descansar un rato.- le aseguró cerrando los ojos.- ¿Vienes?- preguntó en a penas un susurró mirándolo con ojos afiebrados e inocentes, apartándose un poco, con un leve temblor de frío, sin soltar su mano.
Entendía que él estaba furioso, pero, tal vez, con un abrazo, se calmase, pensaba, no sabía si ingenuamente, que era algo que les vendría bien a ambos, a ella porque cuando estaba mala se volvía más cariñosa, y a él porque, con algo de suerte, le calmaría los nervios y le haría ver que no había de que preocuparse.
Abrió algo los ojos, y se perdió, por un instante en la mirada seria de Kaiden. Si tan solo no temiera que se alejase de ella, que desapareciera como el humo, si no tuviera tanto miedo de volver a perderle como lo había creído muerto, le calmaría los nervios y las ansias con caricias y besos. Pero no era posible, lo sabía, y se retendría todo lo que pudiera y más, aunque le doliera. Porque le dolía, físicamente hablando, le acababa doliendo.
Le pinchaban los brazos de las veces que detenía sus músculos temerosa de abrazarle, le picaban los labios por los besos no dados, le dolía la cabeza de las dudas que rondaban su mente, y le temblaban las piernas, cansadas de sostener todo el peso. Los nervios le llegaban a la espalda, provocándole pesadez, no era simplemente que le doliera el alma, es que ella misma se volvía un revoltijo de dolor que se ocultaba tras una sonrisa, porque, aunque no pudiera actuar a penas, los gestos más nimios le merecían la pena.
Una caricia, un abrazo, o incluso una mirada preocupada por parte de Kaiden significaba mucho más que cualquier gesto de cualquier otra persona. Solo con mirarlo, incluso con la fiebre que tenía, podía decir que estaba preocupado, y parecía necesitar golpear algo para sacar la frustración, pero, aun con todo, se sentía segura, porque sabía con la misma certeza que lo que sentía, que jamás le pondría una mano encima.
- No lo se... iban en carro, me atropellaron en forma de gato.- comentó con los labios sobre sus dedos, dándole un suave beso en ellos.- Kai... de veras que estoy bien, solo he de descansar un rato.- le aseguró cerrando los ojos.- ¿Vienes?- preguntó en a penas un susurró mirándolo con ojos afiebrados e inocentes, apartándose un poco, con un leve temblor de frío, sin soltar su mano.
Entendía que él estaba furioso, pero, tal vez, con un abrazo, se calmase, pensaba, no sabía si ingenuamente, que era algo que les vendría bien a ambos, a ella porque cuando estaba mala se volvía más cariñosa, y a él porque, con algo de suerte, le calmaría los nervios y le haría ver que no había de que preocuparse.
Wendy Di Coppola- Cambiante Clase Media
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