AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Persona
Nada sobre la tierra que yo quisiese tener,
nadie sobre la tierra que yo pudiese envidiar.
C.M.
nadie sobre la tierra que yo pudiese envidiar.
C.M.
El efecto de la droga hacía que con cada arremetida los huesos de su cuerpo crujieran todos al unísono, aquella extraña reacción, además de haberle vuelto casi loco, le había producido un tic y ahora no podía dejar de mover los dedos de las manos de forma extraña y en posiciones cada vez más raras. Para su suerte la prostituta que ahora le prestaba sus servicios había visto cosas mucho más extrañas y ni el crujido ni las inusuales pociones de sus manos le parecían dignas de su atención, en su lugar, por un momento, sus pensamientos se desviaron entre lo que tendría que hacer después de que esto terminara y el próximo cliente y terminó por reparar en lo inusual de el lugar en el que el acto estaba sucediendo pues no era la primera vez que tenía sexo con John ahí, aunque como toda mujer entrenada en sus artes esperó a que el vampiro acabara para preguntarle la razón de tan inusual elección.
— Creo que de todos los hombres que han pagado por mis servicios tú eres le único que me ha pedido, específicamente, que lo hagamos en este basurero – le dijo mientras se acomodaba el vestido — No sé si sepas pero con la paga viene incluida la habitación – continuó arreglándose mientras esperaba que John le respondiera, aunque mientras avanzaba con su maquillaje se percató que en realidad casi nunca había escuchado que una palabra saliera de la boca del Médico — Mira, deberías estar agradecido, esto casi no lo hago con nadie, sabes, creo que es porque eres lindo, hay algo en ti que me hace querer complacerte, no como un cliente, creo. Igual me estás pagando ¿no? – nada, ni una palabra, siquiera una ligera sonrisa o una leve mueca — Bueno, supongo que hoy no será el día en el que te haré hablar. ¿Te veré aquí la próxima semana, supongo? – un último esfuerzo que sólo se vio recompensado por un par de billetes que le extendía John sin decir nada aún — Tomaré eso como un sí. Piensa en lo que te dije, quizá la próxima vez podamos ir a tu casa o incluso a la mía si quieres, podría ser divertido y… menos – observó el lugar donde estaban por última vez, el callejón trasero del burdel donde la basura era recolectada y no era más que el hogar de todo tipo de alimañas — sucio – en ese momento mientras ella alcanzaba el dinero que John le ofrecía este le tomo por la muñeca y le observó fijamente a los ojos — ¿Quién te dijo que lo quería limpio? – de inmediato su tic le hizo soltarle. La chica tomo el dinero y corrió adentro del lugar sin mirar atrás.
De cierta forma era verdad, John había estado visitando el burdel no porque quisiera que lo trataran bien o para que le mintieran, no, John visitaba este lugar para hacer lo que nunca antes hacía. Su adicción comenzaba a tomar el control y entre otras cosas, tener sexo con prostitutas en un callejón sucio sobre la basura de tres días se había convertido en uno más de los síntomas.
Me parece ahora que voy a necesitar a alguien más, alguien con más clase – pensó después de acomodarse el traje para dirigirse al burdel de nuevo no sin antes sacar de su bolsillo una pequeña dosis de su fórmula. Tan pronto el compuesto estuvo en su cuerpo el sonido que hacían sus huesos paró así como el tic en sus manos.
— Eso fue rápido – le dijo el cantinero tan pronto lo vio regresar directo a la barra — ... Me pregunto, mi querido amigo, si alguno, cualquiera, sólo uno de estos hombres te paga para que hagas algo más que llenarle su vaso – le respondió John sin siquiera mirarle. La reacción del cantinero fue la esperada y sin decir una palabra más puso un vaso de whiskey frente a John y lo llenó de inmediato, finalmente una ligera sonrisa por parte de John le hizo retirarse al otro lado de la barra.
— Supongo que se lo merecía – escucho a un lado de él.
— Creo que de todos los hombres que han pagado por mis servicios tú eres le único que me ha pedido, específicamente, que lo hagamos en este basurero – le dijo mientras se acomodaba el vestido — No sé si sepas pero con la paga viene incluida la habitación – continuó arreglándose mientras esperaba que John le respondiera, aunque mientras avanzaba con su maquillaje se percató que en realidad casi nunca había escuchado que una palabra saliera de la boca del Médico — Mira, deberías estar agradecido, esto casi no lo hago con nadie, sabes, creo que es porque eres lindo, hay algo en ti que me hace querer complacerte, no como un cliente, creo. Igual me estás pagando ¿no? – nada, ni una palabra, siquiera una ligera sonrisa o una leve mueca — Bueno, supongo que hoy no será el día en el que te haré hablar. ¿Te veré aquí la próxima semana, supongo? – un último esfuerzo que sólo se vio recompensado por un par de billetes que le extendía John sin decir nada aún — Tomaré eso como un sí. Piensa en lo que te dije, quizá la próxima vez podamos ir a tu casa o incluso a la mía si quieres, podría ser divertido y… menos – observó el lugar donde estaban por última vez, el callejón trasero del burdel donde la basura era recolectada y no era más que el hogar de todo tipo de alimañas — sucio – en ese momento mientras ella alcanzaba el dinero que John le ofrecía este le tomo por la muñeca y le observó fijamente a los ojos — ¿Quién te dijo que lo quería limpio? – de inmediato su tic le hizo soltarle. La chica tomo el dinero y corrió adentro del lugar sin mirar atrás.
De cierta forma era verdad, John había estado visitando el burdel no porque quisiera que lo trataran bien o para que le mintieran, no, John visitaba este lugar para hacer lo que nunca antes hacía. Su adicción comenzaba a tomar el control y entre otras cosas, tener sexo con prostitutas en un callejón sucio sobre la basura de tres días se había convertido en uno más de los síntomas.
Me parece ahora que voy a necesitar a alguien más, alguien con más clase – pensó después de acomodarse el traje para dirigirse al burdel de nuevo no sin antes sacar de su bolsillo una pequeña dosis de su fórmula. Tan pronto el compuesto estuvo en su cuerpo el sonido que hacían sus huesos paró así como el tic en sus manos.
— Eso fue rápido – le dijo el cantinero tan pronto lo vio regresar directo a la barra — ... Me pregunto, mi querido amigo, si alguno, cualquiera, sólo uno de estos hombres te paga para que hagas algo más que llenarle su vaso – le respondió John sin siquiera mirarle. La reacción del cantinero fue la esperada y sin decir una palabra más puso un vaso de whiskey frente a John y lo llenó de inmediato, finalmente una ligera sonrisa por parte de John le hizo retirarse al otro lado de la barra.
— Supongo que se lo merecía – escucho a un lado de él.
John W. Halsted- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 27/06/2015
Re: Persona
«Su cuerpo esculpido en la penumbra, era más pálido aún que la oscuridad que lo rodeaba.»
La calidad de la sangre parece ser más decadente con cada año que transcurre. Anteriormente Mavra hubiese sido capaz de relamer los hilos escarlatas que brotan desde las esquinas en sus fauces, sin embargo, con lo exigente de su paladar, aquel acto resultaba innecesario. Era realmente una lástima que aquella mujer no tuviese el sabor necesario para mantenerse con vida; la belleza que poseía no podía igualarse a la correspondiente a las demás chicas. Sus mejillas, pese al robo de sangre, aún se observaba el color rojo en contraste con lo blanquecino de su piel. Un par de hermosos ojos azules que le hicieron a recordar a la lamia los tiempos en que el hombre le temía al océano y como labios, ¡Esos malditos y delgados labios incitadores! Lo mejor, era el olor de su piel. Sí, definitivamente, fue una pena haberle asesinado por engañar al gusto con el olfato y es que no todo lo que se ve y huele bien, sabe de la misma manera. Sin demasiado escándalo y bastante propia, la pelirroja invocó a la muerte ajena con la ruptura de cuello. Un final simple para alguien aún más simple.
Al entrar a la habitación, pese a reconocer el cadáver de la chica, la encargada del burdel no hizo más que exhalar el aire que había guardado en los pulmones. Sonó decepcionante, pero más que eso, resultaba ser un alarido silencioso de abatimiento. Pese a que el asesinato de prostitutas no era bastante común, los trabajadores de tal lugar reconocían aquella posibilidad sin lugar a dudas. La mujer, con un cuerpo rechoncho, pero sin llegar a la obesidad, tomó las escasas posesiones de la occisa y salió de la habitación informando a los guardias sobre las características particulares del “hombre” que había estado con ella en la habitación y principal sospechoso del crimen. Para su propio morbo, Mavra utilizó esa maravillosa habilidad de engañar a los mortales con ilusiones simplonas, consiguiendo así que los presentes -en lugar de ver su rostro llegar- observasen el perfil, porte e identidad de su antiguo y ya desgastado amante, Ethan Montagne.
Las voces explotaron detrás de sí, dando fe y testimonio de las señas particulares de aquel hombre. En los labios de la vampiresa, se figuró una sonrisa colmilluda, al reconocer que la descripción de Ethan quedaba bastante corta al hacer alarde de su belleza. Sí, era verdad que ella lo odiaba, no obstante, no podía negarse que, a pesar de todo, él siempre sería como Narciso, tanto en la beldad como en la perdición. Se aproximó a la barra. Ésta vez sí era ella. Una mujer de aspecto salvaje pero perfectamente presentable. Hermosa y al mismo tiempo maldita. Cualquiera que tuviese la fortuna de cruzarse con su mirada entendería que la mejor opción es alejarse de su camino. Con cada paso, incluso en pleno silencio, el aura desprendida de su ser auguraba muerte. Al sentarse en el único taburete vacío, cruzó su pierna derecha por encima de la izquierda. Acto que no puede ser apreciado por las faldas largas de color esmeralda y degrades en negro pertenecientes a su escuálido pero hermoso vestido. Reclinó su cuerpo sobre la barra y apoyó los codos sobre la misma. El largo cabello rojizo y rizado cayó por el frente de sus hombros y ocultó parte de su rostro.
-Supongo que se lo merecía- Murmuró al tiempo que se llevaba una botella de licor a la boca. Existen días en los que es necesario arrastrarse en la inmundicia para poder apreciar todo lo demás, quizás ese era uno de ellos o tal vez sólo se debía a que cualquier cosa que probara sabría mejor que la sangre rancia de minutos atrás.
-Al cantinero se le olvida que aquí todos somos carnada- Finalizó. No lo decía sólo por pretender ser una más de las mujerzuelas del lugar, sino porque en un mundo lleno de posibilidades, todos pueden ser vendidos y violados como cualquier otra puta. Incluso ella, incluso él.
Al entrar a la habitación, pese a reconocer el cadáver de la chica, la encargada del burdel no hizo más que exhalar el aire que había guardado en los pulmones. Sonó decepcionante, pero más que eso, resultaba ser un alarido silencioso de abatimiento. Pese a que el asesinato de prostitutas no era bastante común, los trabajadores de tal lugar reconocían aquella posibilidad sin lugar a dudas. La mujer, con un cuerpo rechoncho, pero sin llegar a la obesidad, tomó las escasas posesiones de la occisa y salió de la habitación informando a los guardias sobre las características particulares del “hombre” que había estado con ella en la habitación y principal sospechoso del crimen. Para su propio morbo, Mavra utilizó esa maravillosa habilidad de engañar a los mortales con ilusiones simplonas, consiguiendo así que los presentes -en lugar de ver su rostro llegar- observasen el perfil, porte e identidad de su antiguo y ya desgastado amante, Ethan Montagne.
Las voces explotaron detrás de sí, dando fe y testimonio de las señas particulares de aquel hombre. En los labios de la vampiresa, se figuró una sonrisa colmilluda, al reconocer que la descripción de Ethan quedaba bastante corta al hacer alarde de su belleza. Sí, era verdad que ella lo odiaba, no obstante, no podía negarse que, a pesar de todo, él siempre sería como Narciso, tanto en la beldad como en la perdición. Se aproximó a la barra. Ésta vez sí era ella. Una mujer de aspecto salvaje pero perfectamente presentable. Hermosa y al mismo tiempo maldita. Cualquiera que tuviese la fortuna de cruzarse con su mirada entendería que la mejor opción es alejarse de su camino. Con cada paso, incluso en pleno silencio, el aura desprendida de su ser auguraba muerte. Al sentarse en el único taburete vacío, cruzó su pierna derecha por encima de la izquierda. Acto que no puede ser apreciado por las faldas largas de color esmeralda y degrades en negro pertenecientes a su escuálido pero hermoso vestido. Reclinó su cuerpo sobre la barra y apoyó los codos sobre la misma. El largo cabello rojizo y rizado cayó por el frente de sus hombros y ocultó parte de su rostro.
-Supongo que se lo merecía- Murmuró al tiempo que se llevaba una botella de licor a la boca. Existen días en los que es necesario arrastrarse en la inmundicia para poder apreciar todo lo demás, quizás ese era uno de ellos o tal vez sólo se debía a que cualquier cosa que probara sabría mejor que la sangre rancia de minutos atrás.
-Al cantinero se le olvida que aquí todos somos carnada- Finalizó. No lo decía sólo por pretender ser una más de las mujerzuelas del lugar, sino porque en un mundo lleno de posibilidades, todos pueden ser vendidos y violados como cualquier otra puta. Incluso ella, incluso él.
Mavra C. Bulgákov- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 32
Fecha de inscripción : 05/11/2015
Re: Persona
Su comentario le arranco una sonrisa. Su falsa modestia le hizo recordar sus primeros años en la escuela de medicina. Aquel sitio no era tan diferente que el burdel donde se encontraban. Nada más que mentiras y falsas verdades. La mayoría del mundo quería ser alguien, pero aquellos que lo lograban no sólo lo deseaban más sino que querían, más que nada, estar por encima de todos. Pero no estaba en desacuerdo con ella, de alguna forma tenía razón.
— Algunos más que otros, supongo – le dijo justo después de darse cuenta de la naturaleza de la dueña de aquellas palabras. John no solía encontrarse con seres como él y cuando lo hacía seguía siendo un inadaptado social como lo había sido siempre. Muy pocas cosas podían hacerle hablar de otra cosa que no fuesen huesos, carne y sangre. Además, no habían pasado más de 10 minutos desde aquella escena en el callejón y la droga aún se movía por su cuerpo, él tenía por tanto total control sobre sus impulsos.
Cuando giró para verle, con copa en mano, la única reacción que atino a hacer fue realizar un saludo hacía ella levantando la misma y emulando sin mucho éxito la sonrisa que momentos atrás había mostrado. La encargada del burdel quien recientemente había ido a buscar a quien sería el reemplazo de la prostituta del callejón se le acerco sigilosamente y le habló al oído. Al parecer quien se convertiría en la acompañante de John por el resto de la noche estaba ahora muerta. La habían encontrado en su habitación hace tan sólo unos minutos. Era sin duda una lamentable situación, no sólo para John sino también para la misma patrona pues aquella chica, según lo que le había prometido, no era como las demás.
No le tomo mucho tiempo a John hacer las conjeturas necesarias, incluso hasta le resulto irónico. Cuando la encargada del burdel se ofreció a encontrarle a alguien más, John la detuvo y le dijo que él mismo encontraría a alguien, ahora que el chasquido y el temblor en sus manos se había detenido, su mente también se había liberado de los efectos de la abstinencia. La encargada se retiró entonces, tenía ahora un problema menos que resolver, o por lo menos eso creía.
— Imagino que pudiste escuchar todo –le dijo mientras terminaba el contenido de su copa y le hacía señas al cantinero para que trajera una botella — Supongo también que debería estar molesto. Aquello que me habían prometido parecía ser algo digno de preservar. Espero que haya valido la pena –y con esa última frase se retiraba con el mismo gesto con el que le había saludado. Sin embargo no pudo dar siquiera un par de pasos pues cuando lo intento el piso pareció moverse bajo sus pies. Aquello que estaba sintiendo era el equivalente más secano a una temprana borrachera, al parecer el haber mezclado algo de alcohol con su la sustancia que aún recorría su cuerpo no había sido la mejor de las ideas. La situación no pudo más que resultarle cómica pues no podía recordar la última vez que había experimentado tal sensación. En verdad que su invención seguía impresionándole, tantas posibilidades, tantas puertas por abrir.
— “Aquí todos somos carnada” –repitió al tiempo que se movía hacía atrás buscando apoyo en la barra.
— Algunos más que otros, supongo – le dijo justo después de darse cuenta de la naturaleza de la dueña de aquellas palabras. John no solía encontrarse con seres como él y cuando lo hacía seguía siendo un inadaptado social como lo había sido siempre. Muy pocas cosas podían hacerle hablar de otra cosa que no fuesen huesos, carne y sangre. Además, no habían pasado más de 10 minutos desde aquella escena en el callejón y la droga aún se movía por su cuerpo, él tenía por tanto total control sobre sus impulsos.
Cuando giró para verle, con copa en mano, la única reacción que atino a hacer fue realizar un saludo hacía ella levantando la misma y emulando sin mucho éxito la sonrisa que momentos atrás había mostrado. La encargada del burdel quien recientemente había ido a buscar a quien sería el reemplazo de la prostituta del callejón se le acerco sigilosamente y le habló al oído. Al parecer quien se convertiría en la acompañante de John por el resto de la noche estaba ahora muerta. La habían encontrado en su habitación hace tan sólo unos minutos. Era sin duda una lamentable situación, no sólo para John sino también para la misma patrona pues aquella chica, según lo que le había prometido, no era como las demás.
No le tomo mucho tiempo a John hacer las conjeturas necesarias, incluso hasta le resulto irónico. Cuando la encargada del burdel se ofreció a encontrarle a alguien más, John la detuvo y le dijo que él mismo encontraría a alguien, ahora que el chasquido y el temblor en sus manos se había detenido, su mente también se había liberado de los efectos de la abstinencia. La encargada se retiró entonces, tenía ahora un problema menos que resolver, o por lo menos eso creía.
— Imagino que pudiste escuchar todo –le dijo mientras terminaba el contenido de su copa y le hacía señas al cantinero para que trajera una botella — Supongo también que debería estar molesto. Aquello que me habían prometido parecía ser algo digno de preservar. Espero que haya valido la pena –y con esa última frase se retiraba con el mismo gesto con el que le había saludado. Sin embargo no pudo dar siquiera un par de pasos pues cuando lo intento el piso pareció moverse bajo sus pies. Aquello que estaba sintiendo era el equivalente más secano a una temprana borrachera, al parecer el haber mezclado algo de alcohol con su la sustancia que aún recorría su cuerpo no había sido la mejor de las ideas. La situación no pudo más que resultarle cómica pues no podía recordar la última vez que había experimentado tal sensación. En verdad que su invención seguía impresionándole, tantas posibilidades, tantas puertas por abrir.
— “Aquí todos somos carnada” –repitió al tiempo que se movía hacía atrás buscando apoyo en la barra.
John W. Halsted- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 27/06/2015
Re: Persona
«Encarar al diablo, morir mientras susurra con debilidad el nombre de todos los miedos; el reflejo.»
El barullo parecía cada vez más insoportable. Siempre las mismas jergas, las cantatas, las peleas… No había nada especial en esa maldita taberna, no existe nada extraordinario tampoco en las calles. A veces no se necesita que pase algo completamente fuera de lo normal para que las decadentes noches en la eternidad valgan la pena. En ocasiones sólo bastaba con bajar la mirada un poco, observar la copa y disfrutar de la miseria. Quien no lo hace, aún no tiene idea de lo que es la vida. Y, aunque la garganta reseca y el disgusto por no haber obtenido calidad en su cena, Mavra estaba ahí, apoyada sobre la barra bebiendo de los peores vinos en la taberna y sosteniendo esa característica sonrisa en sus labios.
-¿Ah?- Preguntó. No estuvo consciente en la mayor parte de la conversación y no importaba que fuese ella quien la había iniciado. Simplemente se ensimismó en otro tipo de pensamientos. Retrocedió dentro de su cabeza y se enfocó en la vocecilla que provenía detrás de ella, se deshizo de todos los elementos que ofuscaban el entendimiento de las palabras ajenas, trató de componer algunas de las frases y después de varios segundos, consiguió darle sentido a lo que él dijo. Detrás de sus fauces, los colmillos fueron desenfundados al unísono de su carcajada.
-No. Un libro sobreevaluado por mentes pueriles, no lo hace una obra de arte- Musitó en respuesta a la interrogante sobre la calidad de la joven. Mavra no sabía que aquel hombre fuese precisamente a aquel tétrico lugar buscando una aventura prometedora, pero al igual que ella, lo había hecho y lo lamentable es que en verdad ambos creyeron que lo conseguirían ¿Acaso no resultaba todo aquello ser absurdo? Tras repasarlo, negó con la cabeza. Regresó su pose inicial dando otro profundo sorbo a su botella. Al retirarla, observó la boquilla de la misma. Su ceño se frunció dando por obvio un pensamiento errático, el cual tan pronto como llegó, fue completamente desechado.
Escuchó al hombre alejarse repitiendo la misma frase con la que ella condenó al cantinero y a cualquiera que estuviese dentro de la taberna en esa precisa noche. Hizo un brindis con la nada y arrojó el resto del licor garganta abajo. En el momento en que el líquido raspó en sus entrañas, el sujeto regresó al hueco que dejó. Sus movimientos eran inconsistentes, errados y quizá desproporcionados. La vampiresa no entendía la naturaleza de aquella inestabilidad. Observó los mohines, las facciones expresadas en el rostro ajeno y esa posible satisfacción en él al descubrir el mareo. ¿Qué clase de imbécil estaría feliz por encontrarse en esa situación? Oh, es verdad, ella…
-Pase lo que pase esta noche, yo culpo al alcohol- Dijo de forma burlesca e imitando el sonido de la lengua arrastrada por el adormecimiento y la torpeza de una borrachera. Hizo la botella hacia un lado. –Vamos, le debo a usted una cena y yo sé dónde podemos encontrar algo mejor que esto- Se bajó del banquillo con un brinco. –O bien puedo ofrecerle de la mía, aunque no estoy muy segura que supere la calidad. No la he probado- Encogiéndose de hombros realiza un guiño y acto seguido extiende la mano hasta él esperando que la tomara, ya sea para salir de ahí o para morderla, eso no tenía relevancia.
-¿Ah?- Preguntó. No estuvo consciente en la mayor parte de la conversación y no importaba que fuese ella quien la había iniciado. Simplemente se ensimismó en otro tipo de pensamientos. Retrocedió dentro de su cabeza y se enfocó en la vocecilla que provenía detrás de ella, se deshizo de todos los elementos que ofuscaban el entendimiento de las palabras ajenas, trató de componer algunas de las frases y después de varios segundos, consiguió darle sentido a lo que él dijo. Detrás de sus fauces, los colmillos fueron desenfundados al unísono de su carcajada.
-No. Un libro sobreevaluado por mentes pueriles, no lo hace una obra de arte- Musitó en respuesta a la interrogante sobre la calidad de la joven. Mavra no sabía que aquel hombre fuese precisamente a aquel tétrico lugar buscando una aventura prometedora, pero al igual que ella, lo había hecho y lo lamentable es que en verdad ambos creyeron que lo conseguirían ¿Acaso no resultaba todo aquello ser absurdo? Tras repasarlo, negó con la cabeza. Regresó su pose inicial dando otro profundo sorbo a su botella. Al retirarla, observó la boquilla de la misma. Su ceño se frunció dando por obvio un pensamiento errático, el cual tan pronto como llegó, fue completamente desechado.
Escuchó al hombre alejarse repitiendo la misma frase con la que ella condenó al cantinero y a cualquiera que estuviese dentro de la taberna en esa precisa noche. Hizo un brindis con la nada y arrojó el resto del licor garganta abajo. En el momento en que el líquido raspó en sus entrañas, el sujeto regresó al hueco que dejó. Sus movimientos eran inconsistentes, errados y quizá desproporcionados. La vampiresa no entendía la naturaleza de aquella inestabilidad. Observó los mohines, las facciones expresadas en el rostro ajeno y esa posible satisfacción en él al descubrir el mareo. ¿Qué clase de imbécil estaría feliz por encontrarse en esa situación? Oh, es verdad, ella…
-Pase lo que pase esta noche, yo culpo al alcohol- Dijo de forma burlesca e imitando el sonido de la lengua arrastrada por el adormecimiento y la torpeza de una borrachera. Hizo la botella hacia un lado. –Vamos, le debo a usted una cena y yo sé dónde podemos encontrar algo mejor que esto- Se bajó del banquillo con un brinco. –O bien puedo ofrecerle de la mía, aunque no estoy muy segura que supere la calidad. No la he probado- Encogiéndose de hombros realiza un guiño y acto seguido extiende la mano hasta él esperando que la tomara, ya sea para salir de ahí o para morderla, eso no tenía relevancia.
Mavra C. Bulgákov- Vampiro/Realeza
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