Yvonnick Malard | ID

Habilidades & Poderes

# Habilidades: Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana.

# Atributos: Colmillos afilados, uñas afiladas (en algunos casos), piel y cuerpo resistentes (aunque suave al tacto y a la vista), e inmortalidad.

# Sanación acelerada: Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento, si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves.

# Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros vampiros e identificar a los licántropos gracias a su aura colorada y su característico olor.

# Persuasión: Habilidad para controlar las acciones o el razonamiento de otra persona. Este poder logra que otras personas realicen acciones, sin que éstas puedan negarse o incluso darse cuenta, mediante palabras con entonación imperativa, es decir, ordenándolas.

# Inflingir dolor por medio de la mente: Capacidad que consiste en infringir dolor a una persona. Esto sólo funciona por medio de la concentración mental y el contacto visual.

# Manipulación de la memoria: Concede la amnepatía y la recuperación mental, además ver los recuerdos de la gente y si se quiere proyectarlos en imágenes visibles para todos. También se puede aturdir a la gente mediante confusiones mentales dejándolos como "Enfermos mentales", pero solo temporalmente. Es muy difícil usar esta capacidad sin contacto ya que se requiere de mucha experiencia.

Descripción Psicológica

Yvonnick es un vampiro antiguo, casi tanto como se puede ser, tanto que sus registros se han perdido. Ha vivido diferentes y variadas eras, que los humanos sólo pueden imaginar, no pueden más que creer que las absurdas historias que cuentan sus libros son reales.

Su antigüedad ha hecho de él un hombre auto-suficiente, orgulloso, complicado y difícil de complacer. Tan difícil que a veces se nota que es mucho mayor de lo que aparenta, de manera que las pocas veces que ha intentado cortejar a una dama ha terminado por ahuyentarla, aunque esto ha sido casi siempre adrede.

Hasta el momento la única persona importante para este vampiro es él mismo, el resto son sólo utensilios que usa mientras le sean de ayuda, y de los que puede prescindir posteriormente. Sin embargo, últimamente se ha sentido demasiado sólo y por ello sus recientes intentos por cortejar alguna joven, con el secreto deseo de encontrar alguna a la que convertir y mantener a su lado, pero ninguna lo convence.

A pesar de su carácter fuerte, no se muestra altivo, de hecho suele ser bastante accesible, amable y muy respetuoso, aunque con un humor pesado y poco comprendido, lo que dificulta el darse cuenta cuando habla en serio y cuando está siendo sarcástico o irónico, ya que siempre tiene el mismo semblante.

Es muy paciente, en extremo, por lo que hacerlo enfadar en bastante complicado. No es un hombre explosivo, pero si provocas su ira deberás cuidarte. Es un hombre sencillo, pero siempre busca lo mejor, no para alardear sino para sentirse satisfecho consigo mismo. Posee gustos refinados en todos los sentidos: comida, bebidas, mujeres, vestuario…

Siempre busca imponerse sobre los demás. Su opinión es la mejor y el que no piensa como él está equivocado.

Historia

Mi historia no es una llena de tragedias o tristezas que marcaron mi vida y por ello mi comportamiento, no hubo una infancia difícil ni padres que me maltrataron. Soy como soy porque así lo he decidido desde muy temprana edad, y tengo lo que tengo porque he trabajado para ello, sin importar el costo, sin importar lo que he tenido que hacer para conseguirlo. Simplemente he sido ambicioso e inteligente, para tomar por buenas o por malas lo que he querido siempre que he podido, manchando de sangre mis manos desde mucho antes de adquirir la inmortalidad que me hará pronto cumplir cinco mil años de edad.

Nací alrededor del año 3200a.C, es difícil especificar un año cuando se tiene tantos, en la ciudad de Tinis, bajo el gobierno de Menes quien unificó a Bajo Egipto y Alto Egipto, convirtiéndolo en el Imperio Egipcio del que hoy se tiene registros. Menes no sólo fue el unificador, también el primer faraón de la Dinastía I, y mi padre. Mi madre fue una de sus concubinas. Sin embargo, las constantes luchas podrían poner en peligro al futuro heredero, por lo que Menes hizo casar a mi madre con uno de sus hombres de confianza, un hombre que habían comprobado era estéril, con el único propósito darme un padre, pero que mi madre sólo engendrara hijos suyos.

Aha, fue el nombre por el que mi madre me llamó. Crecí en el castillo del Rey pensando siempre que se trataba únicamente del trabajo del que yo para entonces creía mi padre, por lo que en numerosas ocasiones tuve la oportunidad de tropezar con mi verdadero progenitor, charlar con él, e incluso recibir algunas invitaciones a comer. Tuve otros 4 hermanos y 2 hermanas, y a partir de los 6 años, cada uno de nosotros comenzó a recibir una educación digna de un príncipe, incluso las mujeres, quienes se convertirían en las más preciosas joyas del faraón, las niñas de sus ojos. Dado que era conocido el aprecio del líder por los infantes, nunca generó ninguna sospecha el hecho que él se encargara de todos los supuestos hijos de su general más cercano.

Menes buscó para su pequeña prole a los mejores maestros en historia, artes, economía, política y sociología; no pensaba incluir luchas en nuestra instrucción, pero pensó que si personalmente mostrábamos interés en ella, no nos la negaría. Siendo el primogénito, también fui el primero en ser entrenado. Los mejores y más fuertes luchadores fueron puestos a mi disposición para acudir a ellos cada vez que deseara entrenar, cosa que ocurría a diario. Mi madre esperaba de todo corazón que aquel placer a la hora de luchar desapareciera pronto y me dedicara a aquellas materias que no pusieran en peligro mi vida. Pero como siempre, se equivocó conmigo. Fue entonces que mis deseos de poder comenzaron a crecer.

El transcurso de los años como el pupilo del faraón me volvieron un hombre seguro de mí mismo, a quien poco le importaba la aceptación de nadie más que el mismísimo Rey, ya que consideraba que la opinión de nadie que estuviera por debajo de mí era realmente importante, y a mis 16 años no consideraba que alguien aparte del Rey estuviera por encima de mí. Para entonces me había ganado la confianza plena de Menes, me había convertido en su consejero y estratega principal, aún si mi supuesto padre no había muerto. Me dio también total libertad de acceder a su Harem privado, entrenándome como un joven casanova que iba tomando a cuanta dama se le pasara por el frente, virgen o prostituta, joven o madura; cuanta dama deseaba, conseguía llevar a mi cama.

Para mi vigésimo cumpleaños, Menes muere de una enfermedad repentina a la que no se le consigue cura, dejando en su testamento la verdad respecto a mí y mis hermanos, tomándonos a todos desprevenidos. Lo que no fue una sorpresa para nadie es que me nombrara su heredero principal, de fortuna, nombre y cargo, como Faraón Egipcio. El hombre nunca se casó, y lo más cercano a un hijo en actitud y cariño que tenía era yo, por lo que, hijo legítimo o no, su sucesor sería yo. Aunque aún no podía perdonarlo por no haberme dicho la verdad, debía admitir que quería al viejo.

Durante los siguientes 5 años goberné Egipto tal y como mi padre lo había hecho antes de mí. Me había convertido en el hombre más poderoso del reino, llevé a Egipto a la cúspide, había tomado una esposa y juntos esperábamos a nuestro primer hijo, pero todavía me faltaba algo. Al principio pensé que era simple aburrimiento, nos encontrábamos en una época de paz y no podía tomar a mi mujer debido a su condición, la suma de estas dos situaciones me dejaban sin mucho qué hacer que fuera de mi verdadero interés, por lo que mataba las horas en bebiendo y jugando en el harem. Todo se desarrollaba como se suponía, todo era normal y tranquilo. Fue cuando mi hijo nació, dando felicidad al pueblo, que supe que aquel no era el poder que yo deseaba, yo quería más. Tener verdadero poder sobre la mente y el cuerpo de los demás, que mis órdenes fueran cumplidas al pie de la letra sin objetar ni cuestionar. Había un sinfín de cosas que deseaba y de las que no era capaz siendo el faraón, aquello para mí no era soberanía absoluta.

Los siguientes cinco años los pasé en búsqueda de algo que todos decían no existía, pero que mi cuerpo me pedía, dejando atrás a la que era mi esposa y al hijo que juntos habíamos tenido. Nada era para mí más importante; era como si yo hubiera nacido para tenerlo, pero aún no sabía qué era. Una noche en un burdel lo encontré. No era la rubia perfecta enfrente de mí, no eran sus curvas, no eran sus ojos celestes ni sus labios carmín, era algo en su interior lo que me llamaba, y ella parecía estar esperándome. Aquella noche me hizo prometer que me convertiría en su esclavo si ella me dada aquello que yo tanto anhelaba, una promesa vacía que rompí tan pronto como pude controlar mi sed y conocí todo lo necesario respecto a mi nueva naturaleza. Tan pronto como fui totalmente independiente de ella, la maté y bebí toda su milenaria sangre, fortaleciéndome mucho sólo con eso. Junto con su sangre también me apoderaba de sus memorias y sus poderes.

Para entonces mi hijo ya debía tener unos 15 años y yo seguía aparentando 30. Simplemente había desaparecido sin siquiera conocerlo y ahora regresaba no para retomar mi lugar como faraón o como padre, el poder de un Rey no era nada con lo que un vampiro podía hacer, pero si una debilidad tiene este ser ambicioso es, al igual como lo fue la de mi padre, mi descendencia. Incluso en la actualidad sigo el rastro de algunos de mis descendientes. Por más que hayan pasado cinco mil años, todos ellos llevan en la piel un aroma característico que me permite reconocerlos.

En aquel entonces no llegué a conocer al niño que era mi descendiente directo, pero años más tarde, convertido en hombre y cuando no podría ni sospechar quién era yo, viéndolo reír con su mujer y aquellos que eran mis nietos, quise presentarme ante él; darme cuenta que no conocía ni siquiera su nombre me contuvo. Mi única intención era verlo, saber si se había convertido en un buen gobernante para Egipto, cerciorarme que no hubiera cometido el error que cometí yo de abandonar a mi propio hijo. Él heredó lo mejor de mí y lo mejor de su madre en una proporción perfecta, era un hombre lo suficientemente ambicioso y orgulloso para siempre buscar mejorar y no dejarse pisotear por nadie, pero también era un humano sensible al dolor ajeno. Él sin duda sería un mejor líder para el imperio que una vez amé.

Los siglos, para los inmortales, se hacían tan cortos como un año lo era para un humano, descubrí pronto. En un abrir y cerrar de ojos la era Egipcia terminó, dando paso a los Griegos y Romanos, y así mismo ellos también cayeron. Los jeroglíficos que apenas se inventaban en la época de mi nacimiento quedaron pronto en el olvido, con el desarrollo de tantas lenguas distintas y posteriormente la escritura como es conocida hoy en día. Estar actualizado en todas estas nuevas invenciones ha sido un verdadero reto, pero ser tan antiguo me da cierta ventaja al menos en el ámbito histórico. Con tantas historias mal contadas de boca en boca antes de la creación de la escritura y los libros, muchas de ellas han sido tergiversadas, arruinando la fluidez que debe cumplir.

Durante todos estos siglos mi nombre ha variado tanto que yo no recuerdo todas mis pasadas identidades. El único nombre que considero importante es aquel que me fue dado al nacer. Actualmente soy conocido como Yvonnick Malard, un francés de clase alta, heredero de una fortuna lo bastante cuantiosa como para ser considerado uno de los solteros más codiciados de París para la época. El ansia de poder murió hace ya bastantes siglos por lo que ahora ejerzo el papel de un aburrido y monótono profesor de historia antigua. Pero estoy seguro que con un par de décadas este nombre y esta identidad caerán también en el olvido, incluido rango y ‘país natal’, buscando uno nuevo por una próxima temporada. Finalmente, nada es eterno. Egipto no lo fue y seguramente yo no lo seré, un día cercano yo me cansaré de este mundo, que no variaba en absoluto con el paso del tiempo, no hacía más que oscilar en las mismas situaciones una y otra vez, en países distintos eso sí, pero siempre de forma cíclica, y me entregaría a la nada.

Otros Datos

# Siente debilidad por las criaturas abandonadas o incomprendidas.

# Aprecia la compañía, especialmente la femenina. Es cliente frecuente de aquellas que cobran por sus caricias.

# Aunque irónico, en los tiempos actuales está totalmente en contra de la esclavitud.

# Es fanático de todas las artes, pero especialmente de la arquitectura, la música y la danza.