Kethyr ID.

por **Kethyr Paine** Dom Ene 22, 2017 7:23 am

DATOS BÁSICOS

▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲

Kethyr Paine.

▲EDAD▲

22 años reales y aparentes.

▲ESPECIE▲

Licántropo.

▲FACCIÓN A LA QUE PERTENECE▲

-

▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲

Clase baja.

▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲

Bisexual

▲LUGAR DE ORIGEN▲

Le Havre, Francia.

▲HABILIDADES/PODERES▲

→ Habilidades: Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana.

→ Atributos: Garras afiladas, dentadura afiliada, rasgos lobunos (en su forma transformada) y longevidad.

→ Transformación: Habilidad de cambiar de forma humana a animal y viceversa. Cuando el licántropo está en su forma transformada aumenta un 50% su potencia física.

→ Sanación acelerada: Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento; si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves.

→ Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros licántropos cuando no están transformados e identificar a los vampiros gracias a su aura pálida y su característico olor.

→ Fortaleza: Capacidad de resistencia extrema al dolor físico.

→ Adherencia: Capacidad para pegarse a las paredes. Esta habilidad le permite trepar grandes edificios.

→ Telepatía y comunicación con los animales: Habilidad para comunicarse con otros licántropos por medio de la mente (cuando están transformados) y con otros animales que no sean parte de su raza (incluidos los cambiantes). Funciona únicamente a cortas distancias.

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

Reflexivo, inteligente, calmado. La vida ha enseñado a Keith a analizar la situación antes de actuar, para evitarse los problemas que pueden traer los comportamientos impulsivos. En la calle, una mirada lanzada a la persona equivocada podía implicar contraer un apuñalamiento agudo. Una palabra equivocada, acabar en el cepo una noche entera para aprender la lección. Conocer los carácteres ajenos o interpretar el lenguaje no verbal era, por lo tanto, cuestión de vida o muerte; y es que una mano oculta tras la espalda podía guardar tanto un trozo de pan como una daga, y el niño que no aprendía a distinguir una de otra pronto acababa muerto en algun oscuro callejón, violado o incluso vendido como esclavo a los americanos.

Como consecuencia de su dura infancia, Keth desarrolló también un fuerte apego por las pocas personas que le importaban. En la calle no podías confiar en nadie, porque ese sentimiento podía acabar propiciando tu caída. Pero fue la única lección que él jamás aprendió; no porque no supiera cómo podía acabar, sino porque no quería seguirle el juego al difícil mundo en el que le había tocado vivir. De modo que sus amistades eran escasas, pero verdaderas; y a día de hoy, cualquiera que se gane su lealtad lo hará para siempre, hasta las últimas consecuencias.

Ello implica también que cualquiera que ose ponerle un dedo encima a los que él ama pasará a ser su objetivo. Porque su ira es como un huracán enloquecido; arrasa con todo a su paso, y no siempre es sencillo verlo venir. Por suerte, esos estallidos son escasos y breves, y nunca injustificados. Una vez perdona a los demás, ya no les guarda rencor. Simplemente no olvida, para evitar volver a caer en el mismo error más de una vez.

En cuanto al amor, todavía no ha llegado a su vida. Ha tenido encuentros sexuales con varias mujeres (y también con algunos hombres), pero ninguno ha conseguido llegar todavía a su corazón. Y es que la profesión de su madre le ha enseñado a cubrir sus sentimientos con una coraza, para que nadie pueda acceder a ellos y hacerle un daño irreparable.

HISTORIA

No era extraño en el burdel que una de sus jóvenes prostitutas diera a luz en él. Pese a las precauciones que algunas de ellas tomaban, consistentes en brebajes de hierbas, tripas de cabra y ciclos lunares, era inevitable que tarde o temprano, acabasen quedando embarazadas de sus clientes. Maud no fue ninguna excepción. A sus diecisiete años de edad, se encontraba tumbada sobre uno de los sucios lechos de paja del prostíbulo, asistida por algunas de sus compañeras y una anciana comadrona. La mujer trabajaba entre sus piernas mientras Maud gritaba, aferrándose a las sudorosas manos de las chicas mientras empujaba con todas sus fuerzas. El parto duró varias horas, pero por fin Kethyr nació, chillando con toda la fuerza de sus pequeños pulmones. Era el primer hijo de Maud, y aunque entonces no lo sabía, también sería el único que sobreviviría. Y es que la prostituta sería madre en tres ocasiones más a lo largo de los años, pero uno de los pequeños nació ya muerto; otra, murió a las pocas horas; y hubo una tercera, una niña llamada Talla, que fue atropellada por un carro de caballos cuando sólo tenía dos años.

En cualquier caso, Keth fue siempre para ella motivo de alegría. Era un niño muy alegre, siempre sonriendo a pesar del difícil ambiente en el que se crió. Pese a que Maud apenas tenía horas para pasarlas con el niño, a él no le importaba; desde que tuvo edad para salir sólo que ya correteaba por las abarrotadas calles del puerto, hablando con los marineros y visitantes para que le contasen historias sobre el mundo. Estuvo con diferentes grupos de pilluelos, que le enseñaron a utilizar las cuchillas de los cortabolsas; e incluso pasó un par de años ayudando a un falso mago, que entretenía al público con sus trucos mientras Keth le cortaba la bolsa a los peatones. Con una mano señalaba el increíble truco de magia, mientras deslizaba la otra por las bolsitas de cuero para robar su brillante contenido. De esa manera ganaba unas cuantas monedas más, y así compensaba la pérdida de clientes que tenía su madre conforme envejecía.

Keth también tuvo sus malos momentos. Cuando sólo tenía seis años, se ganó una paliza por parte de un marinero que le pilló con la mano en su bolsa. Acabó tan malherido que no pudo moverse en una semana; aunque cuando se curó, volvió a lanzarse a las calles con la misma determinación que antes. Sólo estuvo a punto de morir una vez, a manos de la Inquisición; lo acusaron de practicar la magia tras atrapar al estafador al que había ayudado, pero una joven monja se apiadó de él al escuchar su historia e intercedió para salvarle. El mago fue quemado en la hoguera, pero Keth se salvó, desarrollando un sano temor a la Iglesia que permanecería con los años.

A los catorce años, encontró trabajo como mozo de carga para uno de los mayores comerciantes de Le Havre. No era el más fuerte, pero sí el más constante; y años de duro sacrifico acabaron torneando sus músculos, hasta hacerle ser uno de los trabajadores más reconocidos del puerto. No le faltaba trabajo, y había días en los que se pasaba más de dieciséis horas faenando en el puerto. Alternaba sus ocupaciones habituales con trabajos estacionales, y ayudas puntuales a los pescadores en las épocas de abundancia. Conforme pasaban los años, tenía que trabajar más y más; y es que su madre a duras penas tenía ya clientes, envejecida por el paso del tiempo y las penalidades de la vida que había llevado.

Fue la necesidad lo que le hizo adentrarse por primera vez en el mundo del opio. Los contrabandistas sabían que Kethyr tenía contactos, y acudieron a él para que les ayudase a introducir la famosa droga en los puertos franceses. Al principio todo parecía ir bien, pero hubo un chivatazo, y el castaño fue el blanco más evidente por tratarse del último que había entrado al negocio. Le tendieron una emboscada que casi lo mató, dejándolo a las puertas de la muerte en uno de los bosques que rodeaba la ciudad. Su intención no era dejarlo con vida, pero algo les causó tal impresión que acabaron huyendo despavoridos: una bestia de casi dos metros de alto, cuyo pelaje erizado era tan oscuro como una noche sin luna. El animal se lanzó en primer lugar hacia Keth, mordiéndole con tanta fuerza el antebrazo que casi se lo arrancó de cuajo. Sin embargo, y al ver que el muchacho estaba casi muerto, prefirió perseguir a los traficantes. Sus instintos salvaron la vida de Keth, dejándolo maldito pero vivo en el lecho de hojas. Nada volvería a ser igual para él, aunque tardó un mes en darse cuenta de qué era lo que había sucedido. De la razón por la cual todas sus heridas se habían curado aquella misma noche, permitiéndole volver a su casa por su propio pie.

Era un licántropo. Un hombre lobo.

Y las noches de luna llena, también un asesino.

Pasaron dos meses hasta que se decidió a contárselo a su madre, y para su sorpresa, Maud no reaccionó como él esperaba. Le habló sobre uno de sus clientes, un tal Leif, animándole a acudir a buscarlo a la gran ciudad de París. Él podría ayudarle, le dijo, ya que era como él. Y se lo debía. Porque era su padre.

La revelación dejó algo confundido a Kethyr, que había creído durante toda su vida que su madre no conocía la identidad de su progenitor. Pero tras despertar durante el alba de su tercer plenilunio ensangrentado, decidió que no podía aplazar más su decisión. Tomando sus escasas pertenencias, tomó pasaje en un barco que remontaría el curso del Sena, desembarcando en París apenas una semana después.

DATOS EXTRA

- Tiene varios tatuajes, cada uno de los cuales cuenta una pequeña parte de su historia.

- No sabía quién era su padre hasta que fue mordido por un licántropo. Sólo entonces le reveló su madre su identidad, para que pudiera acudir a él en busca de ayuda.

- Se transforma en un lobo blanco, aunque no lo hace casi nunca. Y es que todavía no ha asumido las circunstancias en las que se encuentra debido a su nueva condición.

- Prefieren que le llamen Keth.

por Invitado Dom Ene 22, 2017 9:58 am

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