AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Recuerdo del primer mensaje :
El rescate de Stein fue bastante accidentado. Cuando Xaryne y Elora le pidieron que fuera con ellas, no lo dudó, hacía días que no veía a Stein y la Inquisición ya les había fastidiado bastante con el asunto de Assur Black, así que no podía permitir que le sucediese algo al protegido de Cirilla.
Lo que encontraron bajo la Catedral fue toda una sorpresa, el cura aquel tirando de Stein, liberándolo de la tortura y la inminente muerte, los inquisidores pisándoles los talones, la bruja conjurando sombras que fueron de lo más útiles, y luego Xaryne y ella impartiendo misericordia como La Parca y La Muerte Negra, implacables y letales.
Llevaron al brujo a una pequeña iglesia donde el cura y una monja prometieron cuidarlo. Allí levantaría pocas sospechas, a casa de la bruja no podía ir, porque sería el primer lugar donde mirarían. La iglesia no era segura. Lo habló con Axel y estuvo de acuerdo en trasladarlo a su casa. La sede tampoco sería segura, así que lo fueron a buscar la noche del tercer día y se lo llevaron a la mansión Blackmore. Mansión era un término exagerado, era una buena casa de dos plantas y desván. En la superior tenían las habitaciones, apenas una decena; y en al inferior el salón, el despacho, la biblioteca, el saloncito de té y las cocinas.
El hechicero estaba agotado, los religiosos lo habían cuidado bien, habían limpiado sus heridas y vendado, pero su energía se había desvanecido, necesitaba guardar reposo. La criada de Aveline, que se llamaba Typhaine, tenía órdenes de pasar cada hora a ver cómo estaba y si los vendajes supuraban, limpiarlos; pero a esa hora la mujer se había marchado a llevar unos vestidos de la señorita al tinte.
Aveline descansaba la vista un rato, pellizcándose el puente de la nariz, inclinada sobre un libro de partituras sentada en un sillón tapizado de rojo, al lado de la ventana, haciéndole compañía al alemán aunque seguía inconsciente.
El rescate de Stein fue bastante accidentado. Cuando Xaryne y Elora le pidieron que fuera con ellas, no lo dudó, hacía días que no veía a Stein y la Inquisición ya les había fastidiado bastante con el asunto de Assur Black, así que no podía permitir que le sucediese algo al protegido de Cirilla.
Lo que encontraron bajo la Catedral fue toda una sorpresa, el cura aquel tirando de Stein, liberándolo de la tortura y la inminente muerte, los inquisidores pisándoles los talones, la bruja conjurando sombras que fueron de lo más útiles, y luego Xaryne y ella impartiendo misericordia como La Parca y La Muerte Negra, implacables y letales.
Llevaron al brujo a una pequeña iglesia donde el cura y una monja prometieron cuidarlo. Allí levantaría pocas sospechas, a casa de la bruja no podía ir, porque sería el primer lugar donde mirarían. La iglesia no era segura. Lo habló con Axel y estuvo de acuerdo en trasladarlo a su casa. La sede tampoco sería segura, así que lo fueron a buscar la noche del tercer día y se lo llevaron a la mansión Blackmore. Mansión era un término exagerado, era una buena casa de dos plantas y desván. En la superior tenían las habitaciones, apenas una decena; y en al inferior el salón, el despacho, la biblioteca, el saloncito de té y las cocinas.
El hechicero estaba agotado, los religiosos lo habían cuidado bien, habían limpiado sus heridas y vendado, pero su energía se había desvanecido, necesitaba guardar reposo. La criada de Aveline, que se llamaba Typhaine, tenía órdenes de pasar cada hora a ver cómo estaba y si los vendajes supuraban, limpiarlos; pero a esa hora la mujer se había marchado a llevar unos vestidos de la señorita al tinte.
Aveline descansaba la vista un rato, pellizcándose el puente de la nariz, inclinada sobre un libro de partituras sentada en un sillón tapizado de rojo, al lado de la ventana, haciéndole compañía al alemán aunque seguía inconsciente.
Última edición por Aveline Blackmore el Vie Feb 24, 2017 11:55 am, editado 1 vez
Aveline Blackmore- Cazador Clase Alta
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Se bajó a la cocina para recuperarse un poco, para recoger los pedazos de coraza que habían sido rotos en el fragor de la batalla y recomponer a La Parca de nuevo. Stein sacudía sus cimientos de una forma muy poco habitual, y no estaba preparada para que eso fuera siempre así. ¿Qué quedaría de ella si se colaba por un brujo sin escrúpulos? Vale, sabía que ella no le era indiferente y que le gustaba su compañía, pero no lo veía de esos tipos que se podían comprometer. Empezó a prepararse un desayuno digno de una reina para ir ventilando sus preocupaciones, pero Stein irrumpió en la cocina.
La cocinera se marchó apresuradamente y no discurrieron ni cinco segundo cuando lo tenía pegado a su espalda volviendo a incendiar la mecha que parecía no agotarse nunca entre ellos. Pensaba que iba a continuar con otro asalto pero entonces lo que dijo hizo que saltaran trodas las alarmas de la cazadora. ¿Casarse? ¿Negocio? ¿libertad? en tan poca frase había dinamitado todo su mundo por los aires.
Ella era de la nobleza, se esperaba de ella que se casase con...con... ¿quien? a esas alturas no se esperaba ni que se casase. Y la mentira de aquel baile había resultado más productiva de lo que pensaba, pero no esperaba que pasara a mayores. ¿Y qué esperaba? que hiciera un comunicado? que la gente se olvidase? no sabía lo que esperaba pero desde luego no era eso. Stein le estaba pidiendo matrimonio de conveniencia. De alguna manera dolió. Sabía que ella no era fácil, y que ya se le empezaba a pasar el arroz, pero la Faith que subyacía por dentro aún esperaba que alguien le dijese "te quiero" si más, sin intereses ni negocios de por medio. La ilusa de Faith, la que no debía salir nunca más a la luz porque se la comerían.
Había dejado de cortar para apretar los labios unos instantes mientras reflexionaba. Dejó el cuchillo sobre la tabla y giró la cabeza para estar pegada a Stein.
— No es mala idea. Me lo pensaré.— Retomó el cuchillo y cortó un par de porciones más clavandolo despues en la tabla con un movimiento seco. Se apartó de él para sentarse en la mesa de la cocina, algo enfadada, pero manteniendo la frialdad y la calma. ¿Por qué estaba enfadada? realmente Stein se lo había pedido muy correctamente, después de una noche loca de pasión, y bien argumentado. Posiblemente era la mejor opción que tendría, y cada cual podría hacer su vida sin interferir en la del otro. Una relacion abierta y sin complicaciones, un negocio. ¿Y por qué la enfadaba? Porque no era verdad. Porque en el fondo ella quería tener algo verdadero, auténtico, porque deseaba que Stein sintiera por ella algo más, de la misma forma que ella empezaba a sentir por él. Pero a la vez sabía que eso no llegaría. — Lo hablaré con mi hermano, a ver qué opina. Yo no llevo los negocios de la familia.
La cocinera se marchó apresuradamente y no discurrieron ni cinco segundo cuando lo tenía pegado a su espalda volviendo a incendiar la mecha que parecía no agotarse nunca entre ellos. Pensaba que iba a continuar con otro asalto pero entonces lo que dijo hizo que saltaran trodas las alarmas de la cazadora. ¿Casarse? ¿Negocio? ¿libertad? en tan poca frase había dinamitado todo su mundo por los aires.
Ella era de la nobleza, se esperaba de ella que se casase con...con... ¿quien? a esas alturas no se esperaba ni que se casase. Y la mentira de aquel baile había resultado más productiva de lo que pensaba, pero no esperaba que pasara a mayores. ¿Y qué esperaba? que hiciera un comunicado? que la gente se olvidase? no sabía lo que esperaba pero desde luego no era eso. Stein le estaba pidiendo matrimonio de conveniencia. De alguna manera dolió. Sabía que ella no era fácil, y que ya se le empezaba a pasar el arroz, pero la Faith que subyacía por dentro aún esperaba que alguien le dijese "te quiero" si más, sin intereses ni negocios de por medio. La ilusa de Faith, la que no debía salir nunca más a la luz porque se la comerían.
Había dejado de cortar para apretar los labios unos instantes mientras reflexionaba. Dejó el cuchillo sobre la tabla y giró la cabeza para estar pegada a Stein.
— No es mala idea. Me lo pensaré.— Retomó el cuchillo y cortó un par de porciones más clavandolo despues en la tabla con un movimiento seco. Se apartó de él para sentarse en la mesa de la cocina, algo enfadada, pero manteniendo la frialdad y la calma. ¿Por qué estaba enfadada? realmente Stein se lo había pedido muy correctamente, después de una noche loca de pasión, y bien argumentado. Posiblemente era la mejor opción que tendría, y cada cual podría hacer su vida sin interferir en la del otro. Una relacion abierta y sin complicaciones, un negocio. ¿Y por qué la enfadaba? Porque no era verdad. Porque en el fondo ella quería tener algo verdadero, auténtico, porque deseaba que Stein sintiera por ella algo más, de la misma forma que ella empezaba a sentir por él. Pero a la vez sabía que eso no llegaría. — Lo hablaré con mi hermano, a ver qué opina. Yo no llevo los negocios de la familia.
Aveline Blackmore- Cazador Clase Alta
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Pasan unos días y lo que ocurre se puede leer AQUI
Tras la puñalada que recibe Aveline en Ópera y la intervención de Corbin, la relación con Stein sigue su curso. Roleado en CB.
—————————— ~ o0o~ ———————————
Por fin, llegó el día en que Melinda y William Chase Blackmore vendrían a visitar a sus dos hijos mayores. Pero no era una visita cualquiera. Lady Blackmore madre venía a conocer al prometido de su hija, un tal Stein Ackerman, hombre de negocios que acababa de afincarse en París y del que se comentaba que sólo buscaba casarse con Aveline Blackmore por dinero.
Lo que pocos se imaginaban era que lo que en realidad buscaba era la protección que aquel nombre le proporcionaría ante la Inquisición. Tras escaparse una vez gracias a la ayuda de cierto párroco, le tenían en el punto de mira, y tampoco le convenía demasiado llamar la atención de los religiosos.
Stein se peinó un poco con la mano y se alisó la gabardina. Iba vestido de traje, con el pelo recién cortado y un poco revuelto, pero sin corbata. Ni le gustaban, ni iba a engañar a lady Blackmore con una falsa ranciedad que no tenía, ya que Aveline le había advertido de que su madre tenía un gran instinto. Pues bien, se mostraría tal cual era. Llamó a la puerta tres veces y esperó.
Le abrió el ama de llaves, que le guardó la gabardina y le indicó que la siguiera al salón de té, cuya puerta estaba entreabierta y se escuchaban voces tras ella. Melina Blackmore estaba sentada entre sus dos hijos, en una butaca, vestida con un elegante vestido de cuello alto de encaje en un color burdeos, con su pelo castaño claro ondulado recogido en un moño bajo y con algunos mechones sueltos. Llevaba joyas discretas y tenía la misma estructura que Aveline, alta, ligera y de facciones bien dibujadas. William Chase no se parecía ni a Axel ni a su hermana, era moreno y tenía cara de ser avispado, más irónico que el capitán y más acostumbrado a lidiar con gente de negocios, era un tiburón de las finanzas.
El brujo entró por la puerta saludando al ama de llaves con la cabeza, ya que últimamente pisaba bastante la mansión Blackmore... sobre todo la habitación de la cazadora.
Recordó con una sonrisa entre dientes la pasada noche.
Aveline se había recuperado de la puñalada, por lo que habían tenido que celebrarlo en dos mesas y el colchón de aquella cama, donde acabaron...
Se obligó a centrarse. El ama de llaves fue a presentarle, pero entró directamente, no era un hombre de paciencia. Justo cuando el ama de llaves decía:
- Madame, mademoiselle, monsieur, ha llegado el señor S...
- Stein Ackerman, un placer. - miró a Melinda y William y su mente empezó a bullir. Se notaba que el hombre estaba tratado a tratar con mucha gente, ya que le caló en cuanto había entrado, señal de que en su trabajo era bueno. Sin embargo, la madre de Aveline tenía el porte que cualquier reina hubiera deseado. Se notaba mucho el parecido entre ellas, y si su lengua era igual de afilada, sería un reto más que estimulante.
Todos se levantaron para saludar. Faith llevaba esta vez un vestido color crema con dibujos azules y el pelo recogido en un moño hecho de trenzas y sujeto con unos pasadores de color plata. Se notaba que se había arreglado para recibir a su familia. No es que fuera descuidada, pero con los últimos acontecimientos no se caracterizaba por haber estado presentable.
— El placer es mío.— William fue el primero en extenderle la mano.
— Lo mismo digo, teníamos muchas ganas de conocerle, no sabe el revuelo que se ha organizado en Londres con lo que mi hija y usted han… organizado.— Melinda le ofreció la mano para que la besara, y en su tono ya había cierto reproche por cómo habían hecho las cosas.
— Martha, traigale al señor un café con Baileys por favor.— Aveline le pidió al ama de llaves que le trajera a Stein una bebida de su agrado, sabía que él no soportaba el té y no iba a obligarlo a algo así teniendo el arreglo tan sencillo.
Stein observó curioso a la familia de Ave, midiendo la primera impresión que iban a tener de él y los sentimientos que les estaba provocando. Porque para algo era mentalista.
- Señor Blackmore. - le dio un firme y respetuoso apretón de manos, pero su atención estaba puesta, sobre todo, en la madre de Faith. Prometía ser una mujer intrigante, exactamente igual que su hija. El brujo se acercó a Lady Blackmore e hizo una sencilla reverencia. Cualquier otro se hubiera inclinado más, con más florituras, sin mirarla a los ojos y con el pulgar entre la mano y los labios del que saludaba, por pura cuestión de protocolo e intención de agradar a la dama.
Pero la mujer que tenía ante sus ojos no quería protocolos. Así que se inclinó lo justo, sin apartar los ojos de los de Melinda Blackmore y dejó un suave beso en el dorso de la mano de ella, soportando esa mirada verde y escrutadora que prometía ácido a raudales, después de su primera frase cargada de intención. Pero no le soltó la mano hasta después de preguntar con voz grave:
- ¿Revuelo? Mentiría si dijera que no me divertí en aquella fiesta, mi lady. - una media sonrisa terminó las presentaciones, poniéndose al lado de Aveline, a la que guiñó un ojo sin ningún disimulo.
— No me cabe la menor duda, señor Ackerman, mi hija me lo contó por carta y a estas alturas cuando Faith escribe “Tendrías que haber visto la cara de la señora Brukheimer” me hago a la idea de que debió ser épico.— Sonrió de medio lado y bebió un sorbo de té dejando despues la taza en el plato.
— Es que deberías haber visto su cara fue….ohm.— Aveline le sonrió a Stein, estaba nerviosa, claro, pero es que todo aquello era surrealista.
— Ya sabemos que usted es brujo mentalista, lo que no nos contó Faith, nos lo contó Axel, digamos que somos una familia muy unida.— William tenía una pierna cruzada sobre la otra y se zampó un pastelito después de hablar.— Eso es interesante….muy interesante. Sobre todo para los negocios.— Un brillo inteligente se apoderó de los ojos del hermano.
Stein enarcó una ceja ante las palabras del hermano al que sonrió de lado.
- Si se refiere a la utilidad que ésto puede traer a los negocios sí, es bastante útil, aunque no puedo leer el pensamiento, si es a lo que quiere referirse. Consigo las cosas... de otras maneras. - un brillo algo siniestro inundó su mirada hacia William cuando recordó el chantaje a monsiuer Deuisson con sus gustos sexuales, pero enseguida cambió a divertida cuando vio a Faith tan nerviosa. Volvió a dirigir su atención a Lady Blackmore.
- Oh, sin duda fue épico, aunque me costó la amenaza de su hija de que me sacaría las tripas con un tenedor si me acercaba a una mesa. Así que no pude comer nada aquella noche. - un brillo burlón inundó sus orbes zafiro y soltó una pequeña risa. - Una mujer muy dulce, su hija.
Melinda pudo observar en Stein lo que a su hija le había calado: era orgulloso, seguro de sí mismo, con una fachada elaborada que aún estaba por descubrir si era sólo superficial o si detrás había algo más profundo. Dudaba que Faith se quisiera casar con un payaso, con un bocazas insensato.
— Tiene usted pinta de apreciar las cosas dulces… sí.— empleó un tono irónico.— pero a mi hija no le hace falta serlo, tiene sus propios encantos. A veces las tripas esparcidas tienen su punto.
Aveline puso los ojos en blanco, ciertamente era muy expresiva y le costaba controlar sus gestos faciales y corporales.
—Stein trabaja con nosotros en la Sede, es el enviado de la Logia y hacemos buen equipo.
—Lo sé querida, tu hermano informa a la Orden de todas esas minucias. Lo que verdaderamente quiero escuchar es ¿qué le empuja a este matrimonio, señor Ackerman? quiero oirlo de sus propios labios.— Buuuuuum!. Directa al grano.
Stein sonrió ante la pregunta de Lady Blackmore. Sabía que llegaría. E intuía lo que Aveline creía que iba a responder. Que se trataba de una simple cuestión de negocios, de conveniencia dado el estatus de Aveline y la precariedad vital que mis poderes me otorgaban. Así que me limité a agacharme para coger el café con Baileys que Martha me había preparado, agarrando sólo la taza y bebiendo un trago distraídamente. Caminé con lentitud hacia la chimenea encendida mientras hablaba.
- Le seré sincero, mi lady. No le regalaré una mentira elaborada sobre que me enamoré de ella a primera vista y que todo es como en los cuentos para niños. - se apoyó a un lado de la chimenea y miró a Lady Blackmore con sinceridad. - Al principio, sólo era un negocio. Un simple matrimonio de conveniencia. Protección por tranquilidad. La Inquisición me dejaría en paz y a ella tener un marido la aportaría dejar de ser el centro de todas las miradas. - volvió la vista a Aveline. - Pero luego, algo cambió. Y dejó de ser Aveline Blackmore.
Los ojos de Stein se volvieron de un profundo azul oscuro y dijo sin rastro de duda:
- Y con Faith, llegó la única luz que he tenido en mi vida.
Lo cierto es que esos días desde que la apuñalaron, se habían acercado el uno al otro de una forma intensa, no sólo sobre la cama o el sofá, sino que habían tenido tiempo de hablar, de conocerse mejor, de contarse cosas y también de tirarse de la lengua en ese continuo tira y afloja que tenían. Stein le gustaba, no cabía duda, y realmente era muy polifacético, y podría llevarse bien con sus hermanos y desenvolverse bien en ese medio. Pero estaba la cuestión de la confianza. Sabía que no se podía fiar al 100% de él, sus sentimientos podrían ser firmes, no lo ponía en duda, pero ¿hasta cuando? no confiaba en que a Stein no se le cruzasen los cables y mandase su lealtad a tomar viento. Si algun brujo que viera el futuro le dijera que Stein no estaba en él porque se marchó tras otras faldas o tras una sotana…lo creería. Por eso se negaba a si misma el entregarle por completo su corazón, cosa que sabía podría hacer con Corbin, pero no lo haría porque él solo se llevaría sufrimiento.
— No sabe cuánto me alegro. Espero que le dure esa luz para siempre, pero por si eso no sucede…sólo quiero que sepa que si la apaga por su culpa, la Inquisición será el menor de sus problemas.— Melinda levantó la taza hacia el centro.— un brindis por que jamás se apague vuestra luz.
Una pequeña risa salió de su boca cuando oyó la amenaza clara de Melinda Blackmore. Asintió con la cabeza y se acercó al centro, levantando su taza levemente y sin dejar de mirar a Aveline intensamente hasta que habló dirigiéndose a su madre:
- No se preocupe, mi lady, estoy seguro de que usted es peor que ese puñado de fanáticos. No quisiera desatar su ira. - hace gesto de brindar y mira a Aveline cn media sonrisa. - Por mantener alejadas a las sombras.
Faith enarcó una ceja y puso una mueca.— Por las familias ehm… unidas. Esas que hacen cosas como…hum.. amenazar a los prometidos. Salud!!.— William se echó a reir y sacudió la cabeza en gesto de negación.
— Bienvenido a la familia, ahora ya sabes lo que los hombres Blackmore hemos tenido que sufrir.
— ¡Oye! que no ha sido para tanto, mentiroso!! que tú siempre has tenido preferencia por ser el enfermizo de pequeño!!! cuando a mí me castigaban sin cenar a ti te daban dulces… que injusticia más grande.
Y así es como esa merienda se fue relajando en tono e incomodidad. Eso sí, Melinda jamás bajaba la guardia, esos eran sus cachorros, y nadie en la faz de la tierra les haría daño y viviría para contarlo mientras ella estuviese en este mundo.
La merienda se relajó bastante, aunque Melinda Blackmore no le quitó los ojos de encima al brujo en toda la tarde, escrutándole a cada momento. Por su parte Stein, habló con William sobre negocios y se comprometió a acompañarle en alguna reunión en la que el hermano de Aveline necesitara un poco de... persuasión extra. El joven Blackmore parecía encantado con los talentos del alemán, intentando enfocarlo todo a cómo prosperarían sus empresas si tenía a los inversores más conflictivos bajo control. Inteligente y sagaz, a Stein le cayó bien aquel hombre... aunque su atención estuvo en su mayoría puesta en Melinda y Aveline, tan parecidas y diferentes a la vez.
Al final se hizo tarde, y Stein miró a Aveline con la pregunta en los ojos. ¿Quería que fuera, o se quedara a cenar? Porque supuso que Melinda no vería con buenos ojos que se quedara a dormir con ella sin estar casados. No sabía todavía lo conservadora que era aquella mujer en esos temas.
Faith lo cogió de la mano y se lo llevó al despacho un rato, porque también quería hablar con él de ciertas cosas.
— William te necesitará, es estupendo que puedas acompañarle…porque la negociación que lleva entre manos no es para los Blackmore sino para la Orden, eso asegurará ingresos extra para los cazadores y para mantener los bienes que la Inquisición quiere quitarnos.— Cerró despacio la puerta y pegó la espalda a la pared resoplando.— Ha ido bien ¿no crees? Es mejor que esta noche te quedes en el Golden Cat…quiero sondearlos a ver qué tal y además hoy no viene Axel a cenar, sigue en la cacería esa. Quizás mañana podamos vernos, me gustaría que te conocieran un poco mejor. Así todo es más fácil.
Paseó por el despacho y apoyó el dedo en los lomos de los libros sin leer los títulos, estaba evitando la pregunta pero finalmente tendría que hacerla. Se detuvo y se giró espacio.
— Lo que dijiste antes. tus ojos me pareció que… iba en serio.
Acompañó a Aveline hasta el despacho y se quitó la chaqueta del traje, arremangándose la camisa para estar más cómodo, como era habitual en él.
- Te dije que iría bien. Además, me divertiré chantajeando a los inversores de tu hermano. - le guiñó un ojo y se apoyó en el escritorio, cruzándose de brazos. Observó la inquietud de Faith cuando se puso a pasear y por fin, llegó la pregunta.
- He dicho muchas cosas esta tarde, tendrás que ser más específica. - Vio cómo Aveline iba a protestar, pero el brujo se adelantó, hablando con sinceridad.
- Si te refieres a lo de que eres la luz de mi vida, sí, iba en serio.
Se la quedó mirando fijamente y sus ojos se volvieron de un profundo azul zafiro. No mentía ni estaba bromeando. Esta vez iba en serio.
Lo miró algo impresionada porque no esperaba eso de Stein. Había confesado sus sentimientos a Corbin y éste a ella, pero con él era todo tan fácil…con Stein no se atrevía a darlo todo y jamás pensó que el brujo pudiera confesar algo así.
— hum.. pues…vaya… no sé qué decir.— Sin palabras, había conseguido que Aveline Blackmore no tuviera respuesta a eso. Se acercó despacio y lo cogió de las manos perdiéndose en esos ojos de un azul oscuro insondable como el mar.— parece un buen comienzo ¿no?.– Levantó la barbilla pidiéndole un beso.
Observó la reacción de Aveline y sonrió de lado, aunque la sonrisa cuando no supo qué contestarle a aquella profunda confesión no le llegó a los ojos. Se imaginaba que Faith nunca se atrevería a declararse porque nunca confiaría del todo en él. Era algo que le dolía, pero lo entendía, ya que hasta hacía muy poco no le habría recomendado a nadie que confiara en el brujo. Volvió de sus pensamientos cuando le cogió de las manos y entrelazó sus dedos con las de ella, llevándose sus manos juntas a la espalda para pegarla a su cuerpo cuando vio el gesto de su barbilla. Sonrió suavemente y le dio un suave beso cerrando los ojos, como pocas veces se los habían dado. Quizás el más tranquilo que le hubiera dado nunca, ya que solían ir acompañados de una salvaje necesidad del cuerpo ajeno.
Stein suspiró en sus labios y dijo contra ellos:
- Todo lo que empieza tiende a ser bueno. Y no... hace falta que digas nada. - no iba a obligarla a decir algo que quizas ella ni siquiera sentía, y aunque lo entendía, seguía con una pequeña espinita clavada en su interior.
¿Sería posible que en verdad aquella farsa al final resultase en algo verdadero? Se atraían, conectaban en alunas facetas importantes como el trabajo y el sexo. ¿Pero de verdad iban a ser un matrimonio de esos que empezaron de conveniencia y acabaron queriéndose? le parecía tan disparatado que no se atrevía a creerselo aún.
Disfrutó del beso tanto como el brujo y cuando éste le dijo que no eran necesarias las palabras, apoyó la cabeza en su pecho y lo abrazó, dejándose abrazar. Eso era un momento tierno, uno que había sucedido sin ser obligatorio, porque ella ya estaba repuesta físicamente. Suspiró, relajándose. — Ya no quiero sacarte las tripas con el tenedor…— Por el momento era la confesión más torpe que podía hacerle, pero es que ella no estaba preparada para algo así. En ese instante se abrió la puerta y Melinda carraspeó.
— Cuando puedas Faith… el doctor Aurelius viene a comprobar tu salud.
El brujo escuchó la confesión del tenedor de boca de Faith y una pequeña risa gutural salió de su pecho. Algo era algo, y ya era más de lo que esperaba.
- Bueno, es un alivio, ya podré acercarme a las mesas a comer...
La abrazó suavemente cuando se apoyó en su pecho y le acarició la nuca con el pulgar, apoyando la barbilla en su cabeza y perdido en sus pensamientos.
Hasta que un carraspeo le devolvió al mundo real. Melinda Blackmore apareció por la puerta, anunciando que el hermano Aurelius venía para hacerle un chequeo médico a Faith. Stein sonrió con cara de niño al que le habían pillado con las manos en la masa y dejó un beso en la cabeza de Faith antes de soltarla.
- Y no queremos que el hermano Aurelius se enfade. Ve, tranquila, yo me marcho ya.
Se puso bien las mangas de la camisa y la chaqueta del traje, que se abotonó y alisó en un momento. Miró a Melinda y Aveline e hizo un gesto hacia la puerta.
- Las sigo, señoritas. - sonrió de lado a la madre de Aveline, curioso por ver la reacción ante lo que acababa de ver.
Faith salió de ese despacho primero algo confusa pero después con una sonrisa radiante. Ese era el verdadero poder de Stein sobre ella. Podía sacarla de sus casillas o hacerla flotar. Maldito fuera!!.
— Aurelius…¿como está el mejor carnicero de París?.—
— Señorita Blackmore, si vuelve a decirme eso le pondré laxantes en el té y veremos quien se ríe más… será posible!! uno lleva toda la vida consagrada a curar y que le tengan tann poco respeto…ggrgrgrgr…— Ambos se perdieron escaleras arriba, Faith metiéndose con él y el fraile quejándose, como siempre. Todo en orden.
Melinda acompañó a Stein a la puerta y se detuvo en el hall mientras el ama de llaves le traía su gabardina.
— señor Ackerman, déjeme que le diga una última cosa. Mi hija es fuerte, valiente, a veces hasta rozar lo descabellado, y no duda en anteponer lo que le importa a sí misma y a su seguridad. Sé que usted lo sabe. Me da igual si no está a la altura de lo que impone la sociedad, el título o el trabajo,me importan dos pimientos si no es lo que la gente espera que sea. Pero desde el momento que le prometa que estará con ella hasta el fin de sus días, esa será su única misión. No la defraude en eso. Lo demás es secundario.
Tras la puñalada que recibe Aveline en Ópera y la intervención de Corbin, la relación con Stein sigue su curso. Roleado en CB.
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Por fin, llegó el día en que Melinda y William Chase Blackmore vendrían a visitar a sus dos hijos mayores. Pero no era una visita cualquiera. Lady Blackmore madre venía a conocer al prometido de su hija, un tal Stein Ackerman, hombre de negocios que acababa de afincarse en París y del que se comentaba que sólo buscaba casarse con Aveline Blackmore por dinero.
Lo que pocos se imaginaban era que lo que en realidad buscaba era la protección que aquel nombre le proporcionaría ante la Inquisición. Tras escaparse una vez gracias a la ayuda de cierto párroco, le tenían en el punto de mira, y tampoco le convenía demasiado llamar la atención de los religiosos.
Stein se peinó un poco con la mano y se alisó la gabardina. Iba vestido de traje, con el pelo recién cortado y un poco revuelto, pero sin corbata. Ni le gustaban, ni iba a engañar a lady Blackmore con una falsa ranciedad que no tenía, ya que Aveline le había advertido de que su madre tenía un gran instinto. Pues bien, se mostraría tal cual era. Llamó a la puerta tres veces y esperó.
Le abrió el ama de llaves, que le guardó la gabardina y le indicó que la siguiera al salón de té, cuya puerta estaba entreabierta y se escuchaban voces tras ella. Melina Blackmore estaba sentada entre sus dos hijos, en una butaca, vestida con un elegante vestido de cuello alto de encaje en un color burdeos, con su pelo castaño claro ondulado recogido en un moño bajo y con algunos mechones sueltos. Llevaba joyas discretas y tenía la misma estructura que Aveline, alta, ligera y de facciones bien dibujadas. William Chase no se parecía ni a Axel ni a su hermana, era moreno y tenía cara de ser avispado, más irónico que el capitán y más acostumbrado a lidiar con gente de negocios, era un tiburón de las finanzas.
- Melinda Blackmore:
- William C.Blackmore:
El brujo entró por la puerta saludando al ama de llaves con la cabeza, ya que últimamente pisaba bastante la mansión Blackmore... sobre todo la habitación de la cazadora.
Recordó con una sonrisa entre dientes la pasada noche.
Aveline se había recuperado de la puñalada, por lo que habían tenido que celebrarlo en dos mesas y el colchón de aquella cama, donde acabaron...
Se obligó a centrarse. El ama de llaves fue a presentarle, pero entró directamente, no era un hombre de paciencia. Justo cuando el ama de llaves decía:
- Madame, mademoiselle, monsieur, ha llegado el señor S...
- Stein Ackerman, un placer. - miró a Melinda y William y su mente empezó a bullir. Se notaba que el hombre estaba tratado a tratar con mucha gente, ya que le caló en cuanto había entrado, señal de que en su trabajo era bueno. Sin embargo, la madre de Aveline tenía el porte que cualquier reina hubiera deseado. Se notaba mucho el parecido entre ellas, y si su lengua era igual de afilada, sería un reto más que estimulante.
Todos se levantaron para saludar. Faith llevaba esta vez un vestido color crema con dibujos azules y el pelo recogido en un moño hecho de trenzas y sujeto con unos pasadores de color plata. Se notaba que se había arreglado para recibir a su familia. No es que fuera descuidada, pero con los últimos acontecimientos no se caracterizaba por haber estado presentable.
— El placer es mío.— William fue el primero en extenderle la mano.
— Lo mismo digo, teníamos muchas ganas de conocerle, no sabe el revuelo que se ha organizado en Londres con lo que mi hija y usted han… organizado.— Melinda le ofreció la mano para que la besara, y en su tono ya había cierto reproche por cómo habían hecho las cosas.
— Martha, traigale al señor un café con Baileys por favor.— Aveline le pidió al ama de llaves que le trajera a Stein una bebida de su agrado, sabía que él no soportaba el té y no iba a obligarlo a algo así teniendo el arreglo tan sencillo.
Stein observó curioso a la familia de Ave, midiendo la primera impresión que iban a tener de él y los sentimientos que les estaba provocando. Porque para algo era mentalista.
- Señor Blackmore. - le dio un firme y respetuoso apretón de manos, pero su atención estaba puesta, sobre todo, en la madre de Faith. Prometía ser una mujer intrigante, exactamente igual que su hija. El brujo se acercó a Lady Blackmore e hizo una sencilla reverencia. Cualquier otro se hubiera inclinado más, con más florituras, sin mirarla a los ojos y con el pulgar entre la mano y los labios del que saludaba, por pura cuestión de protocolo e intención de agradar a la dama.
Pero la mujer que tenía ante sus ojos no quería protocolos. Así que se inclinó lo justo, sin apartar los ojos de los de Melinda Blackmore y dejó un suave beso en el dorso de la mano de ella, soportando esa mirada verde y escrutadora que prometía ácido a raudales, después de su primera frase cargada de intención. Pero no le soltó la mano hasta después de preguntar con voz grave:
- ¿Revuelo? Mentiría si dijera que no me divertí en aquella fiesta, mi lady. - una media sonrisa terminó las presentaciones, poniéndose al lado de Aveline, a la que guiñó un ojo sin ningún disimulo.
— No me cabe la menor duda, señor Ackerman, mi hija me lo contó por carta y a estas alturas cuando Faith escribe “Tendrías que haber visto la cara de la señora Brukheimer” me hago a la idea de que debió ser épico.— Sonrió de medio lado y bebió un sorbo de té dejando despues la taza en el plato.
— Es que deberías haber visto su cara fue….ohm.— Aveline le sonrió a Stein, estaba nerviosa, claro, pero es que todo aquello era surrealista.
— Ya sabemos que usted es brujo mentalista, lo que no nos contó Faith, nos lo contó Axel, digamos que somos una familia muy unida.— William tenía una pierna cruzada sobre la otra y se zampó un pastelito después de hablar.— Eso es interesante….muy interesante. Sobre todo para los negocios.— Un brillo inteligente se apoderó de los ojos del hermano.
Stein enarcó una ceja ante las palabras del hermano al que sonrió de lado.
- Si se refiere a la utilidad que ésto puede traer a los negocios sí, es bastante útil, aunque no puedo leer el pensamiento, si es a lo que quiere referirse. Consigo las cosas... de otras maneras. - un brillo algo siniestro inundó su mirada hacia William cuando recordó el chantaje a monsiuer Deuisson con sus gustos sexuales, pero enseguida cambió a divertida cuando vio a Faith tan nerviosa. Volvió a dirigir su atención a Lady Blackmore.
- Oh, sin duda fue épico, aunque me costó la amenaza de su hija de que me sacaría las tripas con un tenedor si me acercaba a una mesa. Así que no pude comer nada aquella noche. - un brillo burlón inundó sus orbes zafiro y soltó una pequeña risa. - Una mujer muy dulce, su hija.
Melinda pudo observar en Stein lo que a su hija le había calado: era orgulloso, seguro de sí mismo, con una fachada elaborada que aún estaba por descubrir si era sólo superficial o si detrás había algo más profundo. Dudaba que Faith se quisiera casar con un payaso, con un bocazas insensato.
— Tiene usted pinta de apreciar las cosas dulces… sí.— empleó un tono irónico.— pero a mi hija no le hace falta serlo, tiene sus propios encantos. A veces las tripas esparcidas tienen su punto.
Aveline puso los ojos en blanco, ciertamente era muy expresiva y le costaba controlar sus gestos faciales y corporales.
—Stein trabaja con nosotros en la Sede, es el enviado de la Logia y hacemos buen equipo.
—Lo sé querida, tu hermano informa a la Orden de todas esas minucias. Lo que verdaderamente quiero escuchar es ¿qué le empuja a este matrimonio, señor Ackerman? quiero oirlo de sus propios labios.— Buuuuuum!. Directa al grano.
Stein sonrió ante la pregunta de Lady Blackmore. Sabía que llegaría. E intuía lo que Aveline creía que iba a responder. Que se trataba de una simple cuestión de negocios, de conveniencia dado el estatus de Aveline y la precariedad vital que mis poderes me otorgaban. Así que me limité a agacharme para coger el café con Baileys que Martha me había preparado, agarrando sólo la taza y bebiendo un trago distraídamente. Caminé con lentitud hacia la chimenea encendida mientras hablaba.
- Le seré sincero, mi lady. No le regalaré una mentira elaborada sobre que me enamoré de ella a primera vista y que todo es como en los cuentos para niños. - se apoyó a un lado de la chimenea y miró a Lady Blackmore con sinceridad. - Al principio, sólo era un negocio. Un simple matrimonio de conveniencia. Protección por tranquilidad. La Inquisición me dejaría en paz y a ella tener un marido la aportaría dejar de ser el centro de todas las miradas. - volvió la vista a Aveline. - Pero luego, algo cambió. Y dejó de ser Aveline Blackmore.
Los ojos de Stein se volvieron de un profundo azul oscuro y dijo sin rastro de duda:
- Y con Faith, llegó la única luz que he tenido en mi vida.
Lo cierto es que esos días desde que la apuñalaron, se habían acercado el uno al otro de una forma intensa, no sólo sobre la cama o el sofá, sino que habían tenido tiempo de hablar, de conocerse mejor, de contarse cosas y también de tirarse de la lengua en ese continuo tira y afloja que tenían. Stein le gustaba, no cabía duda, y realmente era muy polifacético, y podría llevarse bien con sus hermanos y desenvolverse bien en ese medio. Pero estaba la cuestión de la confianza. Sabía que no se podía fiar al 100% de él, sus sentimientos podrían ser firmes, no lo ponía en duda, pero ¿hasta cuando? no confiaba en que a Stein no se le cruzasen los cables y mandase su lealtad a tomar viento. Si algun brujo que viera el futuro le dijera que Stein no estaba en él porque se marchó tras otras faldas o tras una sotana…lo creería. Por eso se negaba a si misma el entregarle por completo su corazón, cosa que sabía podría hacer con Corbin, pero no lo haría porque él solo se llevaría sufrimiento.
— No sabe cuánto me alegro. Espero que le dure esa luz para siempre, pero por si eso no sucede…sólo quiero que sepa que si la apaga por su culpa, la Inquisición será el menor de sus problemas.— Melinda levantó la taza hacia el centro.— un brindis por que jamás se apague vuestra luz.
Una pequeña risa salió de su boca cuando oyó la amenaza clara de Melinda Blackmore. Asintió con la cabeza y se acercó al centro, levantando su taza levemente y sin dejar de mirar a Aveline intensamente hasta que habló dirigiéndose a su madre:
- No se preocupe, mi lady, estoy seguro de que usted es peor que ese puñado de fanáticos. No quisiera desatar su ira. - hace gesto de brindar y mira a Aveline cn media sonrisa. - Por mantener alejadas a las sombras.
Faith enarcó una ceja y puso una mueca.— Por las familias ehm… unidas. Esas que hacen cosas como…hum.. amenazar a los prometidos. Salud!!.— William se echó a reir y sacudió la cabeza en gesto de negación.
— Bienvenido a la familia, ahora ya sabes lo que los hombres Blackmore hemos tenido que sufrir.
— ¡Oye! que no ha sido para tanto, mentiroso!! que tú siempre has tenido preferencia por ser el enfermizo de pequeño!!! cuando a mí me castigaban sin cenar a ti te daban dulces… que injusticia más grande.
Y así es como esa merienda se fue relajando en tono e incomodidad. Eso sí, Melinda jamás bajaba la guardia, esos eran sus cachorros, y nadie en la faz de la tierra les haría daño y viviría para contarlo mientras ella estuviese en este mundo.
La merienda se relajó bastante, aunque Melinda Blackmore no le quitó los ojos de encima al brujo en toda la tarde, escrutándole a cada momento. Por su parte Stein, habló con William sobre negocios y se comprometió a acompañarle en alguna reunión en la que el hermano de Aveline necesitara un poco de... persuasión extra. El joven Blackmore parecía encantado con los talentos del alemán, intentando enfocarlo todo a cómo prosperarían sus empresas si tenía a los inversores más conflictivos bajo control. Inteligente y sagaz, a Stein le cayó bien aquel hombre... aunque su atención estuvo en su mayoría puesta en Melinda y Aveline, tan parecidas y diferentes a la vez.
Al final se hizo tarde, y Stein miró a Aveline con la pregunta en los ojos. ¿Quería que fuera, o se quedara a cenar? Porque supuso que Melinda no vería con buenos ojos que se quedara a dormir con ella sin estar casados. No sabía todavía lo conservadora que era aquella mujer en esos temas.
Faith lo cogió de la mano y se lo llevó al despacho un rato, porque también quería hablar con él de ciertas cosas.
— William te necesitará, es estupendo que puedas acompañarle…porque la negociación que lleva entre manos no es para los Blackmore sino para la Orden, eso asegurará ingresos extra para los cazadores y para mantener los bienes que la Inquisición quiere quitarnos.— Cerró despacio la puerta y pegó la espalda a la pared resoplando.— Ha ido bien ¿no crees? Es mejor que esta noche te quedes en el Golden Cat…quiero sondearlos a ver qué tal y además hoy no viene Axel a cenar, sigue en la cacería esa. Quizás mañana podamos vernos, me gustaría que te conocieran un poco mejor. Así todo es más fácil.
Paseó por el despacho y apoyó el dedo en los lomos de los libros sin leer los títulos, estaba evitando la pregunta pero finalmente tendría que hacerla. Se detuvo y se giró espacio.
— Lo que dijiste antes. tus ojos me pareció que… iba en serio.
Acompañó a Aveline hasta el despacho y se quitó la chaqueta del traje, arremangándose la camisa para estar más cómodo, como era habitual en él.
- Te dije que iría bien. Además, me divertiré chantajeando a los inversores de tu hermano. - le guiñó un ojo y se apoyó en el escritorio, cruzándose de brazos. Observó la inquietud de Faith cuando se puso a pasear y por fin, llegó la pregunta.
- He dicho muchas cosas esta tarde, tendrás que ser más específica. - Vio cómo Aveline iba a protestar, pero el brujo se adelantó, hablando con sinceridad.
- Si te refieres a lo de que eres la luz de mi vida, sí, iba en serio.
Se la quedó mirando fijamente y sus ojos se volvieron de un profundo azul zafiro. No mentía ni estaba bromeando. Esta vez iba en serio.
Lo miró algo impresionada porque no esperaba eso de Stein. Había confesado sus sentimientos a Corbin y éste a ella, pero con él era todo tan fácil…con Stein no se atrevía a darlo todo y jamás pensó que el brujo pudiera confesar algo así.
— hum.. pues…vaya… no sé qué decir.— Sin palabras, había conseguido que Aveline Blackmore no tuviera respuesta a eso. Se acercó despacio y lo cogió de las manos perdiéndose en esos ojos de un azul oscuro insondable como el mar.— parece un buen comienzo ¿no?.– Levantó la barbilla pidiéndole un beso.
Observó la reacción de Aveline y sonrió de lado, aunque la sonrisa cuando no supo qué contestarle a aquella profunda confesión no le llegó a los ojos. Se imaginaba que Faith nunca se atrevería a declararse porque nunca confiaría del todo en él. Era algo que le dolía, pero lo entendía, ya que hasta hacía muy poco no le habría recomendado a nadie que confiara en el brujo. Volvió de sus pensamientos cuando le cogió de las manos y entrelazó sus dedos con las de ella, llevándose sus manos juntas a la espalda para pegarla a su cuerpo cuando vio el gesto de su barbilla. Sonrió suavemente y le dio un suave beso cerrando los ojos, como pocas veces se los habían dado. Quizás el más tranquilo que le hubiera dado nunca, ya que solían ir acompañados de una salvaje necesidad del cuerpo ajeno.
Stein suspiró en sus labios y dijo contra ellos:
- Todo lo que empieza tiende a ser bueno. Y no... hace falta que digas nada. - no iba a obligarla a decir algo que quizas ella ni siquiera sentía, y aunque lo entendía, seguía con una pequeña espinita clavada en su interior.
¿Sería posible que en verdad aquella farsa al final resultase en algo verdadero? Se atraían, conectaban en alunas facetas importantes como el trabajo y el sexo. ¿Pero de verdad iban a ser un matrimonio de esos que empezaron de conveniencia y acabaron queriéndose? le parecía tan disparatado que no se atrevía a creerselo aún.
Disfrutó del beso tanto como el brujo y cuando éste le dijo que no eran necesarias las palabras, apoyó la cabeza en su pecho y lo abrazó, dejándose abrazar. Eso era un momento tierno, uno que había sucedido sin ser obligatorio, porque ella ya estaba repuesta físicamente. Suspiró, relajándose. — Ya no quiero sacarte las tripas con el tenedor…— Por el momento era la confesión más torpe que podía hacerle, pero es que ella no estaba preparada para algo así. En ese instante se abrió la puerta y Melinda carraspeó.
— Cuando puedas Faith… el doctor Aurelius viene a comprobar tu salud.
El brujo escuchó la confesión del tenedor de boca de Faith y una pequeña risa gutural salió de su pecho. Algo era algo, y ya era más de lo que esperaba.
- Bueno, es un alivio, ya podré acercarme a las mesas a comer...
La abrazó suavemente cuando se apoyó en su pecho y le acarició la nuca con el pulgar, apoyando la barbilla en su cabeza y perdido en sus pensamientos.
Hasta que un carraspeo le devolvió al mundo real. Melinda Blackmore apareció por la puerta, anunciando que el hermano Aurelius venía para hacerle un chequeo médico a Faith. Stein sonrió con cara de niño al que le habían pillado con las manos en la masa y dejó un beso en la cabeza de Faith antes de soltarla.
- Y no queremos que el hermano Aurelius se enfade. Ve, tranquila, yo me marcho ya.
Se puso bien las mangas de la camisa y la chaqueta del traje, que se abotonó y alisó en un momento. Miró a Melinda y Aveline e hizo un gesto hacia la puerta.
- Las sigo, señoritas. - sonrió de lado a la madre de Aveline, curioso por ver la reacción ante lo que acababa de ver.
Faith salió de ese despacho primero algo confusa pero después con una sonrisa radiante. Ese era el verdadero poder de Stein sobre ella. Podía sacarla de sus casillas o hacerla flotar. Maldito fuera!!.
— Aurelius…¿como está el mejor carnicero de París?.—
— Señorita Blackmore, si vuelve a decirme eso le pondré laxantes en el té y veremos quien se ríe más… será posible!! uno lleva toda la vida consagrada a curar y que le tengan tann poco respeto…ggrgrgrgr…— Ambos se perdieron escaleras arriba, Faith metiéndose con él y el fraile quejándose, como siempre. Todo en orden.
Melinda acompañó a Stein a la puerta y se detuvo en el hall mientras el ama de llaves le traía su gabardina.
— señor Ackerman, déjeme que le diga una última cosa. Mi hija es fuerte, valiente, a veces hasta rozar lo descabellado, y no duda en anteponer lo que le importa a sí misma y a su seguridad. Sé que usted lo sabe. Me da igual si no está a la altura de lo que impone la sociedad, el título o el trabajo,me importan dos pimientos si no es lo que la gente espera que sea. Pero desde el momento que le prometa que estará con ella hasta el fin de sus días, esa será su única misión. No la defraude en eso. Lo demás es secundario.
Aveline Blackmore- Cazador Clase Alta
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