Colega (Quetzal Vernier)

por **Jacquin Toussaint** Jue Feb 23, 2017 9:46 am

Viernes otra vez.

Cada viernes por la tarde, Jacquin se encontraba con su colega y amigo para ponerse al día, no solo sobre las novedades en sus vidas, sino también en las respectivas investigaciones que ambos conducían. Durante la semana se cruzaban en un pasillo u otro del enorme complejo estudiantil, pero no podían detenerse a conversar, el ritmo impuesto por la rutina no se los permitía, por eso habían acordado que cada viernes aquel sitio sería su punto de encuentro.

Por primera vez, Jacquin le hablaría sobre su proyecto más ambicioso, ese que le quitaba el sueño y que lo había obligado a dormir con papel y pluma a la mano para tener dónde anotar todo, hasta lo que en sueños se le ocurriera. Había tardado en tomar la decisión, pues podía parecer algo descabellado y no sabía si su colega lo entendería, pero sabía que necesitaba de la opinión calificada de Quetzal, de su mirada sobre aquello que tan absorto lo mantenía.
Además, y sin ser menos importante, quería decirle que el mes próximo bautizarían a Ígor –su hijo más pequeño-, pues querían hacerlo antes de que él cumpliese los dos años, como era tradición en la familia Toussaint. Junto a su esposa habían pensado en Quetzal como el padrino de bautismo ideal para el niño y Jacquin quería comunicárselo oficialmente.

Se acomodó en la cafetería de profesores que La Académie de París tenía en el segundo de los patios traseros a la espera de que su amigo llegase. Solía demorarse pues llevaba la clase de Ciencias y nunca faltaban los alumnos que lo detenían con preguntas y entregas atrasadas pese a que la clase hubiera terminado ya.

Jacquin suspiró y abrió el periódico de la ciudad, dispuesto a esperar la llegada de su colega estando bien entretenido.
Una noticia llamó particularmente su atención. Era breve, solo un recuadro perdido en el margen inferior izquierdo de una de las últimas páginas, pero a él le pareció sumamente importante: vecinos de los barrios bajos testificaban que un lobo de enormes proporciones había causado destrozos durante la noche del pasado martes. Algunos negros libertos aseguraban que era resultado de magia negra, que se trataba de un ser completamente sobrenatural. Al parecer, las autoridades policiales abrirían una investigación al respecto y por eso la prensa se había hecho eco de la situación.
Jacquin recortó el pequeño informe –manchándose los dedos de tinta-, y se lo guardó en el bolsillo interno de la chaqueta negra. Ya se interiorizaría mejor con aquello, pues algo le decía que podía relacionarse con su investigación.

Su colega llegó y, al oírlo, Jacquin dio un respingo sobresaltado. Su mente había quedado prendada de la idea del lobo sobrenatural rondando por las zonas precarias de la ciudad.

por **Quetzal Vernier** Miér Jul 26, 2017 12:24 am

Hubiese sido falaz de mi parte disociarme de la idea de libertad. Y refiero a la libertad con la intención de no caer en terminologías que pudieran ensuciar mis tentaciones; consideraciones propias del hombre soez, ajeno a la consciencia y el bien. Pero, ¿era realmente la interpretación que se le debía dar? ¿Eran mis inquietudes reflejos de vulgaridad? Porque con quienes entonces trataba eran estudiantes, mentes en formación, y eso me hacía desconsiderado con el juramento hipocrático. Sería conveniente aludir a un juego de palabras, y decir que deviene de la hipocresía.
Vamos, debía darme ánimos con algo.

Las mentes de los estudiantes no estaban en formación, oh, claro que no. Muchos de ellos desembocaban en la academia con una estructura perfectamente delimitada por los intereses sociales que pudieran interiorizar desde la crianza en las altas esferas. Y sin embargo ese no era mi punto principal, pero desde luego servía de anclaje para entender el porqué de mi constante molestia.

De no haber sido por Jacquin Toussaint, lo más probable es que hubiera terminado con un empleo que distara muchísimo del profesorado en el área científica. El hombre parecía ser uno de los pocos (por no decir el único) que no dudaba de mis capacidades como docente e investigador. Eventualmente se convertiría, quién lo diría, en una amistad que podría considerarse leal. En lo que resta de la cátedra, podían irse al mismísimo demonio, al igual que mucho de los universitarios que gustaban de convertir mi labor en una triste sátira. Eran pocos los alumnos que retribuían el respeto con el cual uno inicialmente piensa incentivarlos; mi trato con estos últimos era muy diferente. Desearía poder decir que mi paciencia con los otros era motivo de envidia, pero para qué vamos a engañarlos. ¿Quién en sano juicio podría mostrar igual devoción hacia aquellos que forman parte de la sociedad del espectáculo, e intentan hacerte partícipe de ella?

Por fortuna, mi turno de los viernes había finalizado y, según dictaba, debía encontrarme con Toussaint. Al ir al sitio de encuentro, me encontré con un hombre completamente absorto en lo que parecía ser un pedazo de papel. La expresión de su rostro al notar mi llegada me produjo cierta gracia.
Tomé asiento frente a él, cruzándome tanto de brazos como de pierna. Había logrado con suerte mantener un gesto irritado. Claro, tenía que divertirme un poco.
—No te preocupes. Sea lo que guardes allí, dudo que me inquiete viniendo de alguien como tú.

por **Jacquin Toussaint** Jue Sep 14, 2017 10:09 pm

Lo mejor de todo era que podría apostar hasta su casa -con la plena seguridad de que no la perdería-, pues estaba convencido de que su colega se equivocaba; sí que le interesaría aquello que traía entre manos, sí que le inquietaría la pista que él le propondría seguir, y en el mejor sentido de la expresión inquietar, justamente. Eran hombres de ciencia, ¿cómo no emocionarse ante aquello? Lo conocía lo suficiente como para tener la certeza de que Quetzal poseía algo de lo que él carecía: espíritu aventurero. Y ya con eso le bastaba para poder imaginarlo como cómplice de lo que fuese que la investigación les deparase. Jacquin Toussaint estaba convencido de que aquella era la causa de su vida, el mayor objetivo –y misterio- al que se enfrentaría jamás y todo lo que tuviese que dar de él –sea físico, económico o hasta emocional- sería poco, todo con gusto lo entregaría si con eso se asegurase que hallaría esas respuestas que hacía años que lo desvelaban.

Estrechó la mano de su amigo a modo de saludo y le indicó que tomase asiento, pese a que no había necesidad real de hacerlo pues la confianza los envolvía como bruma escocesa. Hizo una señal en el aire, esperando que el mesero lo viese. Siempre con señas le pidió dos cafés, el de él ya sería el tercero en lo que iba de la tarde.

-Sé que te interesará, Quetzal… Estoy seguro –le dijo, pero dejó el recorte a buen resguardo en su bolsillo. No podía mostrárselo todavía, primero debía darle algunas explicaciones-: tiene que ver con mi investigación, creo que al fin he dado con una pista real, con algo que podría dar por ciertas algunas de mis teorías. -Creía que sus gestos faciales no podrían ocultar su emoción, su entusiasmo y esperanza.

Pero se contuvo, haciendo un gran esfuerzo. Primero debía referirle lo competente al bautismo, antes que sufriera un olvido. Ya tendrían algunas horas por delante para que le pudiese hablar sobre los sobrenaturales que, al parecer, comenzaban a cuidarse menos de ser vistos. Se estaban animando a exponerse y no podrían haber elegido mejor momento para salir del sector oscuro de París, a Jacquin y a su investigación aquello le resultaba tan conveniente…

-¿Qué te ha demorado? ¿Alumnos de aprendizaje tardío? –se rió, solían bromear con eso, Jacquin estaba convencido de que las nuevas generaciones tardaban mucho más en asimilar los conceptos, que les costaba más estudiar de lo que les había costado a ellos en su época-. Antes que nada, quería comentarte que el mes próximo bautizaremos a Ígor, claro que estás invitado a la ceremonia y a agasajo posterior. Además, te hemos elegido como padrino –lo miró expectante-, ¿qué dices?

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