AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Últimos temas
Credence Kingshead.
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Credence Kingshead.
▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲
Credence Albert Kingshead▲EDAD▲
Veintisiete aparentes, cincuenta y cuatro reales.▲ESPECIE▲
Cambiante (cánidos).▲FACCIÓN A LA QUE PERTENECE▲
Ninguna. ▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲
Clase media.▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲
Bisexual.▲LUGAR DE ORIGEN▲
Bath, Inglaterra.▲HABILIDADES/PODERES▲
⟶ Transformación, sanación acelerada, percepción del aura.⟶ Memoria fotográfica, o la capacidad para recordar al detalle. Rastreo, o la habilidad para localizar lo perdido. Visión remota, o la habilidad de compartir lo visualizado.
Extrovertido, socarrón, orgulloso, y a veces, cargante. Esos son los cuatro adjetivos que mejor definirían a Credence Kingshead. Aunque a veces hace uso de su buena astucia, pocas veces piensa de manera maliciosa.
Pero como un árbol que es alcanzado por un rayo, el temperamento de Credence se enciende en cuestión de segundos. Podría decirse que casi se convierte en otra persona, por no hablar de cuando cambia a su forma menos controlada casi sin pensarlo. Se vuelve irascible y deja de pensar consecuentemente, y sólo alguien con buena mano puede pararle los pies. Le es complicado percatarse de la realidad de las situaciones, y sólo lo hace por cuenta propia cuando el choque con ésta es inesperado y, muchas veces, doloroso. Y es que, bajo todo ese manto de efusividad y soberbia que le representa, no sigue siendo más que alguien sensible y más que aterrorizado por todo lo que él mismo es y puede llegar a ser.
En latín, credere significa 'creer', mientras que credentia se traduce como 'creencia' o fe. Sin embargo, el protagonista de esta historia tiene poco de devoto o religioso.
Credence Kingshead nació en el seno de una familia católica de clase media-alta en Bath, una ciudad cercana a Bristol, en el sudoeste de Inglaterra. Era el segundo más pequeño de cinco hermanos, todos varones a excepción de su hermana, la benjamina de la familia, a la que sacaba casi tres años de diferencia. Vivían un tanto apartados del centro, lejos de lo que sus padres consideraban como un 'lugar lleno de vicios y corrupción del alma', creyendo que así mantendrían a salvo a sus retoños y que de esa manera, tomarían el camino que Dios había planeado para todos ellos.
Pero cuando tu dios te abandona, no importa dónde vivas o a qué clase social pertenezcas, ¿verdad?
A medida que Credence iba cumpliendo años, sus progenitores se percataban de que algo no iba bien con la conducta del niño. Era nervioso, molesto, una astilla entre los dedos. Tampoco enfermaba nunca El resto de sus hermanos se burlaba de él, y por si fuera poco, parecía que no crecía lo más mínimo. Los conocidos de la familia Kingshead comenzaban a hablar de más sobre el joven Credence, que bien poco podía decir ante gente tan mayor y terca, ya que éstos no le escucharían. Esperó a que sus padres no se creyeran tales habladurías y que siguiesen queriéndole como siempre, pero no tardaron en dejarse llevar por el qué dirán. Lo hicieron hasta el punto en el que, dentro de ellos, comenzó a originarse el pensamiento de que su hijo estaba maldito. Aún así no lo exteriorizaron, pero el cambio en el trato hacia el pequeño de diez años cambió radicalmente.
Maldito, un niño de diez años. Qué ridiculez a los ojos de cualquier adelantado a esos tiempos. Pero la sociedad de aquel entonces era agorera y morbosa y mantenía siempre un ojo sobre aquello que era considerado escabroso o antinatural. El pequeño fue sumando años rodeado de miradas furtivas y palabras hirientes, provenientes hasta de su propia familia. Y aquello le dolía aún más.
A su veintena ya tenía la apariencia de un niño que rozaba la adolescencia. Era pequeño y destartalado, y los grandes ojos azules que una vez estuvieron llenos de energía estaban enrojecidos constantemente. Para aquel entonces su familia ya no ocultaba la aversión que le tenía, excepto por su hermana. Más de una golpiza se había llevado ésta por haberle defendido delante de cualquiera. Su hermana menor, que parecía sacarle cinco años con suma facilidad. Con ella supo que no todo el mundo era malvado ni le trataría mal, y era el único de su familia que no la degradaba por el simple hecho de ser mujer.
Por eso, fue la primera persona a la que Credence decidió enseñarle su verdadera naturaleza como cambiante.
Lo descubrió a sus veinticinco años, pero no lo demostró hasta los treinta y dos, cuando ya vivía en el centro de la ciudad de Bath, lejos de su familia. Aquello le asustó y sobrecogió, y le hizo pensar que su familia había estado en lo cierto durante toda su vida. ¿Cómo, si no, podría justificar que tomara la apariencia de un perro en determinadas situaciones? Pronto averiguó que podía transmutar en otras dos versiones y ya lo podía hacer más a su antojo, exceptuando las veces en las que su físico tomaba la forma de un lobo gigante. Ahí era cuando más miedo pasaba, pues apenas tenía control de sus actos y no quería causar ningún destrozo para confirmar lo que tanta gente sospechaba de él, aunque no fuera correcto. Cuando su hermana, su mayor confidente, pudo ver qué le ocurría, sólo alcanzó a darle un breve consejo.
"Márchate a París. Allí tendrás la libertad que aquí te quitaron".
No se lo pensó dos veces. En cuestión de semanas ya se encontraba en la Ciudad de la Luz, donde hablaría con un fotógrafo de Montmartre para ser su ayudante. Estuvo viviendo en el estudio del mismo hasta que encontró una casa tan sólo a unos metros de su nuevo lugar de trabajo. Y es que tuvo la suerte de hacer pensar a todo el mundo que era un chiquillo de casi veinte años cuando en realidad no le faltaba mucho para alcanzar los cuarenta.
En París se encontró con un sentimiento que había echado de menos durante muchos años: la felicidad de ser libre. Era dueño de su propio destino y no dependía de un Dios que le había abandonado hacía décadas. También, explorando por las callejuelas parisinas, se topó con la existencia de más personas como él... o peores. Muchas noches volvía a casa lleno de magulladuras y arañazos por haber tenido alguna que otra pelea con alguien con ganas de gresca.
Sin duda, París le había dado toda la vida que había perdido. Pero los peligros seguían estando ahí fuera.
Credence Kingshead nació en el seno de una familia católica de clase media-alta en Bath, una ciudad cercana a Bristol, en el sudoeste de Inglaterra. Era el segundo más pequeño de cinco hermanos, todos varones a excepción de su hermana, la benjamina de la familia, a la que sacaba casi tres años de diferencia. Vivían un tanto apartados del centro, lejos de lo que sus padres consideraban como un 'lugar lleno de vicios y corrupción del alma', creyendo que así mantendrían a salvo a sus retoños y que de esa manera, tomarían el camino que Dios había planeado para todos ellos.
Pero cuando tu dios te abandona, no importa dónde vivas o a qué clase social pertenezcas, ¿verdad?
A medida que Credence iba cumpliendo años, sus progenitores se percataban de que algo no iba bien con la conducta del niño. Era nervioso, molesto, una astilla entre los dedos. Tampoco enfermaba nunca El resto de sus hermanos se burlaba de él, y por si fuera poco, parecía que no crecía lo más mínimo. Los conocidos de la familia Kingshead comenzaban a hablar de más sobre el joven Credence, que bien poco podía decir ante gente tan mayor y terca, ya que éstos no le escucharían. Esperó a que sus padres no se creyeran tales habladurías y que siguiesen queriéndole como siempre, pero no tardaron en dejarse llevar por el qué dirán. Lo hicieron hasta el punto en el que, dentro de ellos, comenzó a originarse el pensamiento de que su hijo estaba maldito. Aún así no lo exteriorizaron, pero el cambio en el trato hacia el pequeño de diez años cambió radicalmente.
Maldito, un niño de diez años. Qué ridiculez a los ojos de cualquier adelantado a esos tiempos. Pero la sociedad de aquel entonces era agorera y morbosa y mantenía siempre un ojo sobre aquello que era considerado escabroso o antinatural. El pequeño fue sumando años rodeado de miradas furtivas y palabras hirientes, provenientes hasta de su propia familia. Y aquello le dolía aún más.
A su veintena ya tenía la apariencia de un niño que rozaba la adolescencia. Era pequeño y destartalado, y los grandes ojos azules que una vez estuvieron llenos de energía estaban enrojecidos constantemente. Para aquel entonces su familia ya no ocultaba la aversión que le tenía, excepto por su hermana. Más de una golpiza se había llevado ésta por haberle defendido delante de cualquiera. Su hermana menor, que parecía sacarle cinco años con suma facilidad. Con ella supo que no todo el mundo era malvado ni le trataría mal, y era el único de su familia que no la degradaba por el simple hecho de ser mujer.
Por eso, fue la primera persona a la que Credence decidió enseñarle su verdadera naturaleza como cambiante.
Lo descubrió a sus veinticinco años, pero no lo demostró hasta los treinta y dos, cuando ya vivía en el centro de la ciudad de Bath, lejos de su familia. Aquello le asustó y sobrecogió, y le hizo pensar que su familia había estado en lo cierto durante toda su vida. ¿Cómo, si no, podría justificar que tomara la apariencia de un perro en determinadas situaciones? Pronto averiguó que podía transmutar en otras dos versiones y ya lo podía hacer más a su antojo, exceptuando las veces en las que su físico tomaba la forma de un lobo gigante. Ahí era cuando más miedo pasaba, pues apenas tenía control de sus actos y no quería causar ningún destrozo para confirmar lo que tanta gente sospechaba de él, aunque no fuera correcto. Cuando su hermana, su mayor confidente, pudo ver qué le ocurría, sólo alcanzó a darle un breve consejo.
"Márchate a París. Allí tendrás la libertad que aquí te quitaron".
No se lo pensó dos veces. En cuestión de semanas ya se encontraba en la Ciudad de la Luz, donde hablaría con un fotógrafo de Montmartre para ser su ayudante. Estuvo viviendo en el estudio del mismo hasta que encontró una casa tan sólo a unos metros de su nuevo lugar de trabajo. Y es que tuvo la suerte de hacer pensar a todo el mundo que era un chiquillo de casi veinte años cuando en realidad no le faltaba mucho para alcanzar los cuarenta.
En París se encontró con un sentimiento que había echado de menos durante muchos años: la felicidad de ser libre. Era dueño de su propio destino y no dependía de un Dios que le había abandonado hacía décadas. También, explorando por las callejuelas parisinas, se topó con la existencia de más personas como él... o peores. Muchas noches volvía a casa lleno de magulladuras y arañazos por haber tenido alguna que otra pelea con alguien con ganas de gresca.
Sin duda, París le había dado toda la vida que había perdido. Pero los peligros seguían estando ahí fuera.
⟶ Sus formas cambiantes son tres: un Braco de Weimar de corta edad cuando simplemente necesita pasar desapercibido por las calles de París, un zorro rojo cuando está en las afueras y un lobo gigante o Direwolf cuando siente que está en peligro o amenazado. Esta forma no la controla muy bien aún.
⟶ Vive en la calle Lepic, rodeado de la escena artística de París.
- Aquí las formas:
⟶ Vive en la calle Lepic, rodeado de la escena artística de París.
Credence Kingshead- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 6
Fecha de inscripción : 17/03/2017
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Credence Kingshead.
FICHA APROBADA
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¡QUE TE DIVIERTAS!
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