La cena esta servida {Ignatius}

por **Marguerite** Miér Mayo 17, 2017 4:53 pm

El manto nocturno cubre el cielo en la que llaman la ciudad del amor, y tal cual es el sobrenombre de la ciudad la joven que camina por la calle en dirección al hotel parece extraña, se ve distante y distraída y necesitada de algo en especifico, por suerte va en pos de ello. Por obra divina se ha topado con un nuevo proveedor que no a pedido mas que aquello a lo que se dedica, un poco de sexo y un poco de comida que resulta ser un simple intercambio de sangre. La de el por la de ella y ambos saldrán beneficiado. –Buenas noches, busco a mi hermano, me informo que se hospedaría aquí solicitando la habitación mil trescientos trece– el hombre la observa ya sin juzgarle, hace mucho dejo de hacer eso, la conoce y sabe que es la habitación que suele utilizar para sus “encuentros” con sus “clientes” de forma habitual. Busca en su pequeño archivo de tarjetas la reservación e informa el nombre para que le confirme –Es correcto– sonríe ella mirando con ternura. El recepcionista ofrece la llave a la joven y desea una feliz estadía, recita algunas de las promociones existentes, agrega los horarios para el servicio a cuarto y finaliza deseándole buenas noches.

Conoce perfectamente el recorrido que debe realizar para llegar a la habitación, el botones le desea buenas noches al salir del elevador y al ingresar ala habitación se quita la capa, dejándola en una de las sillas de la salita que antecede a la habitación principal. Sequita los zapatos y afloja los cordones de elaborado y elegante pero desgastado vestido de seda quedándose en interiores mostrando un atractivo, delicado y femenino conjunto con transparencias. De su bolso saca una bata de seda con flores y continua hacia las puestas que separan la habitación principal. Los femeninos y delicados nudillos llaman a la puerta, su corazón palpita con fuerza al escuchar que se adentre a los terrenos de aquel depredador con cara de ángel – Messieurs Vasíliev, espero n o haberle hecho esperar demasiado– susurra con voz angelical abriéndose la batín mirándolo con el gesto adormilado pero la mirada brillante esperando la orden de aquel al que se ofrece por un poco de aquella droga que su cuerpo clama con abrazadora desesperación.