AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Últimos temas
Shasta ID. ~100%~
2 participantes
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Shasta ID. ~100%~
▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲
Shasta Redbear.▲EDAD▲
18 años.▲ESPECIE▲
Humana.▲FACCIÓN A LA QUE PERTENECE▲
-▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲
Esclava. Clase social muy baja.▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲
Heterosexual.▲LUGAR DE ORIGEN▲
Nueva Orleans, América.▲HABILIDADES/PODERES▲
-Shasta no ha llevado una vida sencilla. Criada en el seno de la esclavitud americana, desde pequeña aprendió a controlar sus emociones y pensamientos para evitar ser castigada. Por ello, viste constantemente una máscara de impasibilidad, que otorga a su voz y gestos una tonalidad suave y delicada. Sumisa, femenina; lo que los amos blancos esperan de una buena esclava. Sabe cuáles son sus funciones, y las desempeña sin queja alguna; aunque en realidad, en el fondo de su alma esté clamando por las injusticias que sufre a diario.
Le cuesta confiar en los demás, a sabiendas de que muchos podrían traicionarla por unas simples palmaditas del amo. Como consecuencia, la joven siempre pasa sola su tiempo libre, bordando, tejiendo o incluso aprendiendo a leer. Es muy curiosa e inteligente, y muestra una voracidad ante las cosas nuevas que intenta ocultar a los demás. Porque no está bien visto que una mujer, y mucho menos una negra, quiera saber hacer algo más allá de lo que le corresponde.
Le cuesta confiar en los demás, a sabiendas de que muchos podrían traicionarla por unas simples palmaditas del amo. Como consecuencia, la joven siempre pasa sola su tiempo libre, bordando, tejiendo o incluso aprendiendo a leer. Es muy curiosa e inteligente, y muestra una voracidad ante las cosas nuevas que intenta ocultar a los demás. Porque no está bien visto que una mujer, y mucho menos una negra, quiera saber hacer algo más allá de lo que le corresponde.
¿Qué sucedería si una muchacha en parte negra en parte cherokee diese a luz a un hijo del amo? Esa era la pregunta que los esclavos de la plantación se hicieron cuando Dakotah se quedó embarazada de Shasta.
Todos sabían que, desde que la esclava se había convertido en mujer, había recibido numerosas visitas del amo; igual que otras jóvenes de la extensa plantación, obligadas a soportar sus constantes atenciones. Dakotah no era la primera en comprender que, para su desesperación, iba a traer al mundo a un niño fruto de una casi violación. Pero sí que era la primera en hacerlo sin tener la piel tan negra como la teca. La esclava era una belleza de cabellos como ala de cuervo y cuerpo cobrizo, y el amo, un blanco de piel nívea y ojos azules como el hielo. Por ello, todos se preguntaban qué clase de criatura sería aquella que la muchacha estaba esperando. Si heredaría los rasgos de su abuelo, un africano traído en un barco negrero; los de su abuela, una india americana con peor suerte que sus congéneres. O tal vez los de la familia del amo, todos ellos rubios y pálidos como un rayo de luna.
Los niños, tan aburridos como sus padres por la escasa acción de su día a día, añadieron sus propias aportaciones. Los blancos siempre decían que mezclar estaba mal; que las aberraciones fruto de una unión entre blancos y negros no eran ni de una raza ni de otra. Así que empezaron a especular, hasta que al final, todos los esclavos esperaban que el pequeño naciera con malformaciones fruto de Satanás, como castigo por los pecados cometidos por sus padres.
El resultado fue decepcionante para ambas partes. Y es que la niña resultó ser un bebé normal y corriente. No tenía patas de cabra, ni tampoco hocico de cerdo. Su trasero era pequeño y redondeado, sin rastro alguno de cola, o dos sexos entre sus piernas. Si bien era cierto que su piel algo más clara que la de su madre y sus ojos mostraban un anormal tono cristalino, era una niña normal, sana. Una niña que pronto dotó de sentido a la vacía existencia de Dakotah, que encontró un nuevo aliciente para continuar levantándose por las mañanas.
La vida en las plantaciones era muy dura para los negros. Incluía largas jornadas abrasivas bajo el sol, en las que se dejaban los músculos para sacar adelante los cultivos del amo. Índigo, algodón, tabaco. Eran responsabilidad de los esclavos, que trabajaban desde el alba hasta el atardecer bajo la atenta mirada del supervisor.
Algunos pocos afortunados escapaban a ese triste destino. Criadas, cocheros, caballerizos, herreros. Su trabajo era, a su manera, igual de duro, pero estaban menos sometidos a las inclemencias del tiempo. Y a las del orgullo. Porque el amo siempre se interponía entre ellos y la felicidad, como una sombra oscura capaz de dirigir su vida y su muerte.
Dakotah trabajaba en los campos de algodón, y durante la infancia más tierna de Shasta, la cargaba en un capazo que depositaba a poca distancia de donde trabajaba. Cuando la niña empezó a ser capaz de andar, correteaba con los otros pequeños entre los esclavos que trajinaban entre los blancos y marrones copos, animando con su risa los ánimos caídos de aquellos que la rodeaban. Los niños no trabajaban hasta los seis años, edad en la que empezaban a ayudar a sus padres en las tareas que desempeñaban. Pero Shasta tuvo más suerte que las demás; y es que al ser hija del amo, éste la destinó para servir en las cocinas, donde aprendió entre el resto de mujeres a trabajar los alimentos y a limpiar el hogar.
Su puesto privilegiado no impedía que recibiera el mismo trato denigrante que los demás. Cuando su mejor amiga Yula escapó junto a un muchacho, fue azotada hasta que su espalda quedó en carne viva. Creían que había sido cómplice de su desaparición, pero lo cierto es que Shasta no había sabido nada hasta el mismísimo día en que los jóvenes se esfumaron.
La mujer del amo tampoco le guardaba ningún aprecio. Sabía que su marido, igual que el resto de indianos, frecuentaba las cabañas de las esclavas como quien acudía a un burdel. Pero eso no menguaba el rechazo que sentía, cuando los frutos de otras mujeres entraban y la rodeaban en su propia casa.
El hecho de que su piel fuera prácticamente blanca tampoco ayudaba a la criada. Los blancos la rechazaban, creyéndola una negra con aspiraciones antinatura. Y los negros la miraban con desconfianza, creyendo que debido a su condición podría traicionarlos ante los blancos. Shasta era una mezcla de varias razas, pero todas ellas la rechazaban. Los blancos perpetuaban su odio hacia quienes consideraban animales; los negros perpetuaban su esclavitud, corroborando con su actitud la opinión generalizada de que las razas eran distintas per se. Cualquier otra muchacha de su edad se habría sentido sola y excluida. Pero Shasta no. Porque además de haber vivido cosas más duras que el mero desprecio, comprendió que ambas partes estaban equivocadas.
Si la supremacía blanca estaba basada en el color de la piel, ¿porqué ella, que prácticamente era una blanca más, tenía que estar sometida a su yugo? ¿no era entonces la esclavitud algo aleatorio, injusto y esencialmente anticristiano?
Esas ideas arraigaron en ella como el veneno, haciéndola acumular odio día tras día. Algo que preocupaba a su madre, que veía cómo su hija se marchitaba por dentro. "Déjalo estar, mijita. Las cosas son como son." Solía decirle, arropándola mientras ella lloraba por la frustración. "Acéptalas. Y aunque reces porque los rumores de Cuba sean ciertos, porque nuestra libertad esté próxima, no te busques problemas. Puede que parezcan como tú, pero ya sabes que para los blancos siempre vas a ser una negra. Y no quiero que te hagan daño.".
Años después, Shasta pensaría que haber hecho caso a su madre. Pero en aquel entonces sólo podía hervir de desesperación, sintiendo que debía hacer algo para cambiarlo todo. Así que cuando unos cazadores trajeron en un carro el ensangrentado cuerpo de un fugitivo, antes de que el amo lo ejecutase, la muchacha se interpuso y empujó el arma de fuego. El tiro erró, perdiéndose en el horizonte, pero su desafió quedó flotando en el ambiente.
A cualquier otra persona la habrían hecho azotar. Pero no era la primera vez que Shasta tentaba a la suerte. Envenenado por las palabras de su esposa, el amo decidió que había llegado el momento de venderla. De obtener el beneficio que representaban tarde o temprano los esclavos, cuando ya no servían para su tarea. Así que, atándola frente a una llorosa Dakotah, la criada fue enviada junto con otros esclavos al muelle de subastas, donde fue adjudicada a un señorito francés que vivía en ultramar.
Todos sabían que, desde que la esclava se había convertido en mujer, había recibido numerosas visitas del amo; igual que otras jóvenes de la extensa plantación, obligadas a soportar sus constantes atenciones. Dakotah no era la primera en comprender que, para su desesperación, iba a traer al mundo a un niño fruto de una casi violación. Pero sí que era la primera en hacerlo sin tener la piel tan negra como la teca. La esclava era una belleza de cabellos como ala de cuervo y cuerpo cobrizo, y el amo, un blanco de piel nívea y ojos azules como el hielo. Por ello, todos se preguntaban qué clase de criatura sería aquella que la muchacha estaba esperando. Si heredaría los rasgos de su abuelo, un africano traído en un barco negrero; los de su abuela, una india americana con peor suerte que sus congéneres. O tal vez los de la familia del amo, todos ellos rubios y pálidos como un rayo de luna.
Los niños, tan aburridos como sus padres por la escasa acción de su día a día, añadieron sus propias aportaciones. Los blancos siempre decían que mezclar estaba mal; que las aberraciones fruto de una unión entre blancos y negros no eran ni de una raza ni de otra. Así que empezaron a especular, hasta que al final, todos los esclavos esperaban que el pequeño naciera con malformaciones fruto de Satanás, como castigo por los pecados cometidos por sus padres.
El resultado fue decepcionante para ambas partes. Y es que la niña resultó ser un bebé normal y corriente. No tenía patas de cabra, ni tampoco hocico de cerdo. Su trasero era pequeño y redondeado, sin rastro alguno de cola, o dos sexos entre sus piernas. Si bien era cierto que su piel algo más clara que la de su madre y sus ojos mostraban un anormal tono cristalino, era una niña normal, sana. Una niña que pronto dotó de sentido a la vacía existencia de Dakotah, que encontró un nuevo aliciente para continuar levantándose por las mañanas.
La vida en las plantaciones era muy dura para los negros. Incluía largas jornadas abrasivas bajo el sol, en las que se dejaban los músculos para sacar adelante los cultivos del amo. Índigo, algodón, tabaco. Eran responsabilidad de los esclavos, que trabajaban desde el alba hasta el atardecer bajo la atenta mirada del supervisor.
Algunos pocos afortunados escapaban a ese triste destino. Criadas, cocheros, caballerizos, herreros. Su trabajo era, a su manera, igual de duro, pero estaban menos sometidos a las inclemencias del tiempo. Y a las del orgullo. Porque el amo siempre se interponía entre ellos y la felicidad, como una sombra oscura capaz de dirigir su vida y su muerte.
Dakotah trabajaba en los campos de algodón, y durante la infancia más tierna de Shasta, la cargaba en un capazo que depositaba a poca distancia de donde trabajaba. Cuando la niña empezó a ser capaz de andar, correteaba con los otros pequeños entre los esclavos que trajinaban entre los blancos y marrones copos, animando con su risa los ánimos caídos de aquellos que la rodeaban. Los niños no trabajaban hasta los seis años, edad en la que empezaban a ayudar a sus padres en las tareas que desempeñaban. Pero Shasta tuvo más suerte que las demás; y es que al ser hija del amo, éste la destinó para servir en las cocinas, donde aprendió entre el resto de mujeres a trabajar los alimentos y a limpiar el hogar.
Su puesto privilegiado no impedía que recibiera el mismo trato denigrante que los demás. Cuando su mejor amiga Yula escapó junto a un muchacho, fue azotada hasta que su espalda quedó en carne viva. Creían que había sido cómplice de su desaparición, pero lo cierto es que Shasta no había sabido nada hasta el mismísimo día en que los jóvenes se esfumaron.
La mujer del amo tampoco le guardaba ningún aprecio. Sabía que su marido, igual que el resto de indianos, frecuentaba las cabañas de las esclavas como quien acudía a un burdel. Pero eso no menguaba el rechazo que sentía, cuando los frutos de otras mujeres entraban y la rodeaban en su propia casa.
El hecho de que su piel fuera prácticamente blanca tampoco ayudaba a la criada. Los blancos la rechazaban, creyéndola una negra con aspiraciones antinatura. Y los negros la miraban con desconfianza, creyendo que debido a su condición podría traicionarlos ante los blancos. Shasta era una mezcla de varias razas, pero todas ellas la rechazaban. Los blancos perpetuaban su odio hacia quienes consideraban animales; los negros perpetuaban su esclavitud, corroborando con su actitud la opinión generalizada de que las razas eran distintas per se. Cualquier otra muchacha de su edad se habría sentido sola y excluida. Pero Shasta no. Porque además de haber vivido cosas más duras que el mero desprecio, comprendió que ambas partes estaban equivocadas.
Si la supremacía blanca estaba basada en el color de la piel, ¿porqué ella, que prácticamente era una blanca más, tenía que estar sometida a su yugo? ¿no era entonces la esclavitud algo aleatorio, injusto y esencialmente anticristiano?
Esas ideas arraigaron en ella como el veneno, haciéndola acumular odio día tras día. Algo que preocupaba a su madre, que veía cómo su hija se marchitaba por dentro. "Déjalo estar, mijita. Las cosas son como son." Solía decirle, arropándola mientras ella lloraba por la frustración. "Acéptalas. Y aunque reces porque los rumores de Cuba sean ciertos, porque nuestra libertad esté próxima, no te busques problemas. Puede que parezcan como tú, pero ya sabes que para los blancos siempre vas a ser una negra. Y no quiero que te hagan daño.".
Años después, Shasta pensaría que haber hecho caso a su madre. Pero en aquel entonces sólo podía hervir de desesperación, sintiendo que debía hacer algo para cambiarlo todo. Así que cuando unos cazadores trajeron en un carro el ensangrentado cuerpo de un fugitivo, antes de que el amo lo ejecutase, la muchacha se interpuso y empujó el arma de fuego. El tiro erró, perdiéndose en el horizonte, pero su desafió quedó flotando en el ambiente.
A cualquier otra persona la habrían hecho azotar. Pero no era la primera vez que Shasta tentaba a la suerte. Envenenado por las palabras de su esposa, el amo decidió que había llegado el momento de venderla. De obtener el beneficio que representaban tarde o temprano los esclavos, cuando ya no servían para su tarea. Así que, atándola frente a una llorosa Dakotah, la criada fue enviada junto con otros esclavos al muelle de subastas, donde fue adjudicada a un señorito francés que vivía en ultramar.
- Su mayor sueño es lograr comprar su libertad algún día. Para ello, ahorra cada escaso franco que cae en sus cobrizas manos.
- No ha abandonado la esperanza de cambiar las cosas, aunque hasta habituarse a su nuevo entorno, no se atreverá a emprender ninguna clase de acciones.
- No ha abandonado la esperanza de cambiar las cosas, aunque hasta habituarse a su nuevo entorno, no se atreverá a emprender ninguna clase de acciones.
Última edición por Shasta Redbear el Vie Mayo 19, 2017 3:57 am, editado 3 veces
Shasta Redbear- Esclavo
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 18/05/2017
Re: Shasta ID. ~100%~
FICHA EN PROCESO
incompleta
TU FICHA ESTÁ INCOMPLETA. CUANDO HAYAS TERMINADO, POR FAVOR POSTEA A CONTINUACIÓN EN ESTE MISMO TEMA PARA QUE UN MIEMBRO DEL STAFF PASE A REVISARLA Y TE DE COLOR Y RANGO SI TODO ESTÁ EN ORDEN.
NO OLVIDES QUE PARA PODER ACEPTARLA ES NECESARIO QUE PRIMERO HAYAS REALIZADO LOS REGISTROS OBLIGATORIOS EN ESTE APARTADO Y QUE CUMPLAS CON LO QUE PEDIMOS EN EL ESQUELETO DE LA FICHA, INFORMACIÓN QUE PUEDES VER AQUÍ.
GRACIAS.
CODE BY NIGEL QUARTERMANE
Administración- Admin
- Mensajes : 3140
Fecha de inscripción : 03/05/2011
Re: Shasta ID. ~100%~
¡Acabada, gracias!
Shasta Redbear- Esclavo
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 18/05/2017
Re: Shasta ID. ~100%~
FICHA APROBADA
bienvenido/a a victorian vampires
¡ENHORABUENA! YA ERES PARTE DE VICTORIAN VAMPIRES Y TE DAMOS LA MÁS CORDIAL BIENVENIDA.
ANTES DE HACER CUALQUIER OTRA COSA, TE INVITO A LEER LAS NORMAS QUE TENEMOS EN EL FORO PARA QUE ESTÉS BIEN ENTERADO/A DE CÓMO MANEJAMOS TODO EN ESTE SITIO Y ASÍ EVITARTE FUTUROS MALOS ENTENDIDOS. A CONTINUACIÓN TE DEJO LOS LINKS MÁS IMPORTANTES PARA QUE PUEDAS CONOCER LA INFORMACIÓN, Y SI DESPUÉS DE LEER SIGUES TENIENDO ALGUNA DUDA, PUEDES CONTACTARME A MÍ O A OTRO DE LOS ADMINISTRADORES; ESTAMOS PARA SERVIRTE.
¡QUE TE DIVIERTAS!
ANTES DE HACER CUALQUIER OTRA COSA, TE INVITO A LEER LAS NORMAS QUE TENEMOS EN EL FORO PARA QUE ESTÉS BIEN ENTERADO/A DE CÓMO MANEJAMOS TODO EN ESTE SITIO Y ASÍ EVITARTE FUTUROS MALOS ENTENDIDOS. A CONTINUACIÓN TE DEJO LOS LINKS MÁS IMPORTANTES PARA QUE PUEDAS CONOCER LA INFORMACIÓN, Y SI DESPUÉS DE LEER SIGUES TENIENDO ALGUNA DUDA, PUEDES CONTACTARME A MÍ O A OTRO DE LOS ADMINISTRADORES; ESTAMOS PARA SERVIRTE.
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