Antes de que sea tarde

por **Daria A. Viazomskaia** Mar Mayo 30, 2017 10:10 pm

Hijo mío:

Tan pequeño y tan grande a la vez. Pensar que desde que has nacido no dejaste de crecer. Sí, es lo lógico, lo que se supone que debe ocurrir porque la vida no se detiene, siempre avanza y nunca retrocede, cambia todo el tiempo, así como cambias tú.

A penas puedo mirarte, Antón, siempre me ha costado tocarte –desde que naciste fue así-, pero tengo la enorme necesidad de hablarte aunque no pueda hacerlo y estas letras acaben solo siendo acariciadas por el aire que todo lo llena.

Antón, quisiera poder decirte alguna vez la verdad. Poder mirar tus ojos inocentes y serte sincera porque, aunque una madre siempre mienta para proteger a su hijo, la verdad seguirá siendo un derecho innegociable, suceda lo que suceda.
La verdad no es otra que ésta: fuiste, en un comienzo, un niño buscado, un niño deseado y amado. Cuando crecías en mí, acostumbraba a dormirme cantándote canciones, deseándote mis mejores bendiciones… Y no sé precisar en qué momento todo cambió, tal vez cuando saliste de mí y dejamos de ser uno, quizás en ese momento dejé de sentirte mío -o parte fundamental de mí- y comenzó toda esta locura grisácea que cargo.

No quiero hacerte daño. No quiero traspasarte mi dolor, mis miedos y angustias, no quiero que seas como yo. ¡Sé como tu padre, hijo mío! ¡Aprende solo de él! Nada bueno, ni el más nimio ejemplo diario, podrás tomar de mí, te lo aseguro. Y mientras tanto yo seguiré aquí, espiándote desde lejos, fingiendo que nada que tenga que ver con tu crecimiento me interesa. Aunque en verdad… en verdad te amé desde tu primer latido.

por **Daria A. Viazomskaia** Vie Oct 06, 2017 5:01 pm

Mi vida ha cambiado para siempre, pienso en lo vivido en las últimas semanas y no puedo creer que soy yo la protagonista de tanto dolor... Repaso mi vida y tengo la sensación de que bien podría tratarse de la trama de algún libro de esos que le gustaba leer a mi esposo frente a la chimenea y con una medida de coñac sobre la mesilla de junto. No sé quién soy, dónde estoy o cómo debo seguir viviendo de ahora en más. ¿Cómo puedo ordenarle a mi cuerpo que se olvide de respirar esta noche o la noche siguiente? ¡Me odio tanto! ¡Sólo atraigo desgracias! ¡Quisiera morir! No, tengo que seguir adelante porque él lo hubiese querido así, porque tenemos un hijo... ¡Ni siquiera siendo viuda me libro de los mandatos de la sociedad! No, no quiero ser libre, no quiero dejar de recordarlo o de obedecerlo. Sólo quiero volver el tiempo atrás para no aceptar su invitación, para decirle que es mejor pasar esa noche en la casa, para que no le disparen en cuanto baje del coche, para que no muera en mis brazos...

Y ahora estoy aquí, después de todo el horror, después de la sangre, la muerte y el miedo. Después de los atentados que me persiguen hasta en los sueños, estoy aquí. Estamos aquí, queriendo vivir, queriendo luchar para salvar nuestra vida. ¿Dónde es aquí? Ni yo puedo creérmelo, abandoné mi helada y amada tierra para poder cuidar de Antón y ahora mi aquí es París, es la casa de mi cuñada, es esta habitación de huéspedes desde la que estoy escribiendo esto para poder liberar parte de la angustia que está consumiendo mis huesos. Yo, que gustaba de ver la nieve caer y que juré jamás irme de la Madre Rusia estoy aquí en la ruidosa y cretina París. La vida es irónica, burlona, y la única que sabe cómo ganar en este juego que cada día me enloquece un poco más.

Antes de que sea tarde

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