Mi nombre.

por **Lady Rouge** Mar Jul 11, 2017 8:10 pm

─Es demasiado tarde, señorita N..., las damas del río dicen que puede enfermar.

─No me preocupa en absoluto, es imposible que algo tan lindo pueda hacerme daño.

(Esas voces... no logro reconocerlas)

Saltó al agua una vez más ignorando las advertencias de su compañera, quién reía con forzado gesto intentando disimular su intensa preocupación. Cualquiera en su sano juicio evitaría bañarse en la orilla del río tras caer la noche, es de sobra sabido que los espíritus abundan y las brujas acechan a las jóvenes vírgenes en la oscuridad, enviando sus rancias y débiles voces a través de caricias en el viento y en las gotas que salpican sus rostros y el empapado cabello.

No te alejes del camino a casa. Si las estrellas comienzan a alumbrar, estate quieta y duerme bajo un tronco del que brote una hoja rota. Te protegerá de las bestias del corazón.

(Mi abuela solía cantarme sobre las hadas que viven bajo las piedras)

La querida y vieja Tía G... siempre recomendaba a las jovencitas ir con precaución. Usar la cabeza con prudencia y evitar contraer de aquellos piojos que se meten bajo la piel, se arrastran hasta los ojos y los llenan de fantasías y engaños de sombras. Apretadas a sus faldas como lapas al casco de las galeras, temblaban y se estremecían de miedo a enfermar de mundo. Pequeñas manos blancas hacían y deshacían trenzas en sus rizos, llenas de tensión y culpabilidad. Más los chapoteos no cedieron a sus mudas peticiones.

─Tenemos que regresar, Ma. Bonnet se enfadará de nuevo y nos prohibirá volver al río.

─No le temo a esa amargada. Sus arrugas no tienen ninguna validez o deje de autoridad sobre mi.

─Siempre haces como te place, voy a dejarte sola. No quiero seguir quedándome sin pan por hacerte caso.

(Entonces se marchó... y los grillos enmudecieron)

Entonces se marchó y los grillos enmudecieron. Y el hada perdió sus alas y su larga cabellera al enredarse en un hilo de seda.

Todos saben que la seda es su debilidad. Y que las damas del río castigan con maldiciones a aquellos tan insolentes como para adentrarse en su territorio a altas horas de la noche, bajo la luz de la sagrada luna azul. La tela más fina llega a pesar como el plomo al humedecerse, así como pesan los recuerdos al llorar. La orilla quedó inundada con su estela y bajo una cobija de fríos nervios llamó a su hermana, sin respuesta, sin esperarla.

(No hay mirada tan dura como la que no tiene forma)

No hay miedo más grande como el miedo a imaginar. No hay mente más inquieta que la de los niños. Sobre todo si se dejan contagiar de piojos.

por **Lady Rouge** Miér Jul 12, 2017 12:20 pm

La pequeña dama encontró alivio al descubrir los lienzos secos y cálidos que aquella malhumorada aburrida no se atrevió a llevar consigo. No existía en su corazón ninguna cruel porción que se regocijase con abandonar a su suerte y empapada a la más testaruda de sus hermanas de afecto. O tal vez simplemente le temía y no podría verse capaz de hacerle alguna clase de travesura en la que luego pueda afirmarse para venganzas.

(Por la razón que fuese, pudo dejar en la tela estampas de su pequeña aventura)

Y sobre su viejo vestido recién puesto, gotas de amargura por verse teniendo que atravesar el camino a casa en obligada y merecida soledad. Le robó sus preciados guijarros al suelo y los apretó dentro de sus puños hasta que la piel en sus nudillos cambió de color. Tales eran sus nervios, pues aquella que más alto grita es a quien más le tiemblan los pies. Envuelta la tela mojada en una bolsa improvisada que pudiese llevar firme contra su pecho, emprendió la caminata más ardua de su breve existencia.

Bien dicen que a las prudentes y serenas les espera una larga vida, pero aquellas que se aventuran, viven mucho más.

Una mente ocupada en imaginar las reprimendas que esperaban al volver tal vez la dejaría lo suficientemente distraida como para fijarse en su entorno, en aquellas almas que esperaban el primer paso en falso para atemorizarla con sus ecos. La hierba se quejaba bajo sus pies descalzos, entre sus dedos lastimados de correr. Nada podrían hacer aquellas piezas redondeadas que mantenía firmes en sus manos, pero le aportaban cierta sensación de seguridad que ayudaba a dejar su ánimo lo más intacto posible. Lamentablemente, bastaría un susurro del viento algo más alto de lo normal que desprendiese una triste hoja, para causarle un sobresalto.

(Demasiadas historias, demasiado escuchar a las señoras de mundo)

¿Qué era aquello que llegaba a sus oídos? ¿Sería acaso el famoso canto de las damas del río? Notas tan bajas que podrían confundirse con su propia respiración, tan confusas que podrían tomarse por acúfenos. El frío le mordía con saña en las puntas de los dedos, las orejas y aquella nariz pequeña que portaba con orgullo y pretensión. Ideas aterradoras paseaban por su mente e incluso se quedaban a tomar el té con sus viejas pesadillas. Creyó ver por un instante el pliegue de una falda conocida tras la vegetación a su izquierda. El corazón brincó en un latido lo suficientemente fuerte como para lastimarle el pecho y la tensión, contenida hasta ese momento, se transformó en furia de alivio que subió a sus mejillas y le permitió tragar temblores y correr al sitio.

─¡Serás mala! Victoire, ya dejó de ser gracioso. Sal de ahí y volvamos a casa, Ma. Bonnet debe estar furiosa, prometo decir que te obligué a venir.

Las señoritas como ustedes deben aprender a reconocer las maldades que hay en la ciudad y en nuestros amados campos. Y sobre todas las cosas, la maldad que nace de ustedes mismas.

(Lamentablemente, las señoritas tampoco tienen colmillos como aquellos)

Mi nombre.

Mi nombre.

Re: Mi nombre.