AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Compasión irritable
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Compasión irritable
Tsetsé estuvo segura de que la avidez se reflejó en sus ojos cuando vio tanto dinero en la palma de la mano del desconocido. Rápidamente, negó con la cabeza para no darle la idea equivocada.
No había tardado demasiado en percatarse de que se encontraba en las callejuelas que rodeaban un burdel, o al menos eso creía que era. Ni si quiera estaba segura de si alguna vez había visto alguno, básicamente porque no recordaba nada.
El hombre, sacudió la cabeza irritado y extrajo una mayor cantidad de dinero. Tsetsé no comprendió por qué era tan insistente con ella cuando evidentemente tenía muchas mujeres para elegir. Probablemente el hecho de que conservara todos sus dientes tenía algo que ver. La muchacha reculó un paso, tratando de explicarle que se había confundido de persona y fallando en el intento. No entendió ni una sola de sus palabras. Al igual que ella, que no comprendió nada de lo que chilló el hombre mientras la aferraba por los hombros y la empujaba contra la pared.
―¡Maldita zorra! ¿Tan privilegiada os creéis sois que deseais arruinarme por cinco míseros minutos? Ni si quiera sois tan hermosa.
Su robusta mano se deslizó hasta sus caderas, dónde comenzó a levantar su vestido. Tsetsé entró en pánico.
―No hablo francés, no hablo francés ―repitió en su idioma una y otra vez, frenética, desesperada por desembarazarse.
―Ya lo sé, puta, ¡precisamente! ¿Así retribuís a país que se ha molestado en suministraros trabajo?
Se abalanzó sobre ella, con su boca húmeda por delante. La muchacha apartó el rostro y lo empujó, pero el hombre le doblaba en estatura y corpulencia. Era un cerdo, un cerdo que despedía hedor a sudor y alcohol.
Estaba a punto de vomitar.
Sintió la lengua del desconocido deslizarse por su clavícula y algo como la rabia se prendió en su cabeza. Cegada, ancló las uñas en la mejilla del hombre y las arrastró por su piel, sintiendo las capas ceder bajo sus yemas. El tipo, se apartó antes de que alcanzar el ojo.
―¡Perra! ―gimió.
Corre. Ahora, se dijo.
Pero de nuevo, era demasiado tarde. La aferró del cabello y la mandó contra el suelo. Cuando Tsetsé trató de incorporarse, el levantó la mano para abofetearla. La joven, cerró los ojos, abrió los labios y unas palabras desconocidas emergieron de ellos. El golpe, nunca llegó.
Despegó un parpado, luego otro y ante ella, el extraño, había detenido la palma de su mano a centímetros del rostro de la muchacha. Parecía tan confundido como ella. Por alguna extraña razón, Tsetsé se identificó como la culpable de que el hombre no pudiera mover ni un músculo.
Su fascinación se convirtió en desconcierto y más tarde en una repentina pérdida del control. El tipo emergió del extraño bloqueo en el que lo había sumido y su mano colisionó contra su rostro con brusquedad.
La joven gimió.
No había tardado demasiado en percatarse de que se encontraba en las callejuelas que rodeaban un burdel, o al menos eso creía que era. Ni si quiera estaba segura de si alguna vez había visto alguno, básicamente porque no recordaba nada.
El hombre, sacudió la cabeza irritado y extrajo una mayor cantidad de dinero. Tsetsé no comprendió por qué era tan insistente con ella cuando evidentemente tenía muchas mujeres para elegir. Probablemente el hecho de que conservara todos sus dientes tenía algo que ver. La muchacha reculó un paso, tratando de explicarle que se había confundido de persona y fallando en el intento. No entendió ni una sola de sus palabras. Al igual que ella, que no comprendió nada de lo que chilló el hombre mientras la aferraba por los hombros y la empujaba contra la pared.
―¡Maldita zorra! ¿Tan privilegiada os creéis sois que deseais arruinarme por cinco míseros minutos? Ni si quiera sois tan hermosa.
Su robusta mano se deslizó hasta sus caderas, dónde comenzó a levantar su vestido. Tsetsé entró en pánico.
―No hablo francés, no hablo francés ―repitió en su idioma una y otra vez, frenética, desesperada por desembarazarse.
―Ya lo sé, puta, ¡precisamente! ¿Así retribuís a país que se ha molestado en suministraros trabajo?
Se abalanzó sobre ella, con su boca húmeda por delante. La muchacha apartó el rostro y lo empujó, pero el hombre le doblaba en estatura y corpulencia. Era un cerdo, un cerdo que despedía hedor a sudor y alcohol.
Estaba a punto de vomitar.
Sintió la lengua del desconocido deslizarse por su clavícula y algo como la rabia se prendió en su cabeza. Cegada, ancló las uñas en la mejilla del hombre y las arrastró por su piel, sintiendo las capas ceder bajo sus yemas. El tipo, se apartó antes de que alcanzar el ojo.
―¡Perra! ―gimió.
Corre. Ahora, se dijo.
Pero de nuevo, era demasiado tarde. La aferró del cabello y la mandó contra el suelo. Cuando Tsetsé trató de incorporarse, el levantó la mano para abofetearla. La joven, cerró los ojos, abrió los labios y unas palabras desconocidas emergieron de ellos. El golpe, nunca llegó.
Despegó un parpado, luego otro y ante ella, el extraño, había detenido la palma de su mano a centímetros del rostro de la muchacha. Parecía tan confundido como ella. Por alguna extraña razón, Tsetsé se identificó como la culpable de que el hombre no pudiera mover ni un músculo.
Su fascinación se convirtió en desconcierto y más tarde en una repentina pérdida del control. El tipo emergió del extraño bloqueo en el que lo había sumido y su mano colisionó contra su rostro con brusquedad.
La joven gimió.
Tsetsé Verte- Hechicero Clase Baja
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Re: Compasión irritable
Silencioso como un ladrón llegó
hasta quedarse en el rojo de su mejilla.
Entonces aún no sabía que el dolor la haría más fuerte.
hasta quedarse en el rojo de su mejilla.
Entonces aún no sabía que el dolor la haría más fuerte.
El inconfundible sonido de piel colisionando contra piel y de huesos al dar con el suelo, inundó el pestilente callejón. Ese sonido mezclado con la súplicas veladas de la voz femenina que repetía aquellas palabras en una lengua extranjera, le dieron las pistas suficientes para entender lo que sucedía allí. Una discusión entre prostituta y cliente en la que ella tendría todas las perder, como siempre sucedía con las mujeres parisinas. Rara vez le pasaba eso a una mujer vikinga, tenían la misma mala leche que los propios guerreros y las que querían aprendían a empuñar armas igual que ellos. Pero su madre no era guerrera, ni falta que le hacía, era capaz de hacer grandes cosas y digna de su admiración y respeto. Sin embargo su debilidad física le había reportado múltiples problemas a lo largo de su vida; le había contado muchas veces cómo conoció a su padre, el general Ulf, y fue porque lo vio en visiones acudir a salvarla de la salvaje paliza que le dio un nosferatu. Podría haber muerto allí si su padre no hubiera intervenido.
Quizás esa muchacha no tenía ningún Ulf que la salvase de su nosferatu particular, y aunque no solía meterse donde no lo llamaban, no toleraba el abuso impune como ese. Se ponía en el lugar de aquella joven, que podría ser su madre años atrás o alguna de sus hermanas antes de aprender todo lo que debían... y automáticamente saltaba su vena protectora. No le iba bien hacerse el héroe, sus dioses determinarían cuando llegaría el momento decisivo, y no sería ese...o lo habría visto en algún trance. Tampoco era para tanto, el hombretón estaba fofo y le sobraba grasa, así que no le duraría ni un asalto.
Detuvo la mano que iba en dirección al pelo de la muchacha, directo a cazarla para golpearla más o a saber qué. El tipo se giró enfurruñado y se encontró con dos ojos fríos comos los témpanos de los glaciares.
— ¿No has escuchado a la señorita? no habla francés. Coge tu dinero y súbete la bragueta, vete a molestar a otra parte.
El hombre apretó los dientes y trató de golpear a Brökk con más voluntad que precisión, y el resultado fue tan predecible que el rubio hasta chasqueó la lengua con desprecio bufando, apretando su muñeca, forzando la articulación y haciendolo doblar las rodillas hasta que el hombre suplicó que lo soltara. Negó con la cabeza y lo soltó.
— eres un mierdas... ¡largo!
Lo siguió con los ojos hasta que salió del callejón y entonces le tendió la mano a la chica que estaba en el suelo. Fue entonces cuando se percató de su aura, era una bruja. Su madre le había enseñado a temer el poder de los hechiceros más que el del acero y siempre se curaba en salud. Había hablado en una extraña lengua que identificó como del norte del país vecino. No hacía falta ser filólogo para entender que le estaba diciendo al mentecato gordinflón que no hablaba su idioma. Probó con el español, quizás lo entendiese, el suyo estaba algo oxidado, pero se había criado en Nueva Orleans hablando francés, inglés y español criollo, además de que su padre le hablaba en noruego.
— ¿estás...bien?.— bufó y sonrió de medio lado, se acababa de dar cuenta de lo estúpido de la pregunta.— no, claro que no estás bien, estás histérica y te acaban de golpear...¿Cómo te llamas?
Brökk Tollak- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/07/2017
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Re: Compasión irritable
De pronto el aire nocturno era lo único que amenazaba la piel desnuda de sus brazos. Un momento el hombre estaba sobre ella y al siguiente había otro desconocido asaltando a su agresor. Tsetsé se preguntó qué tipo de cadena alimentaria seguían los parisinos. Si hubiese sido lista, se hubiese marchado en cuanto el hombre corpulento dejó de prestarle atención. Y lo hubiese hecho de no ser porque algo llamó su atención…
Un reflejo.Su reflejo.
El muchacho que estaba despachando a su agresor con mano de hierro. Y no, no se parecía nada a ella, pero lo era, era como ella de alguna forma.
Humillado, el agresor se marchó entre tambaleos. Tsetsé, ni si quiera le prestó atención, sus ojos estaban clavados sobre los del joven de cabellos dorados. El extraño, le tendió la mano. La hostilidad que había emanado de él, se había marchado con su agresor, así que Tsetsé decidió fiarse. Tomó su mano para levantarse y la sensación se volvió más fuerte, así que lo soltó mareada. Despegó los labios para preguntar, pero tan pronto como los abrió, los cerró. No la iba a comprender. Para su sorpresa, fue él quién habló primero:
“¿Estás bien? No, claro que…”
El resto de palabras se perdieron en un mar de felicidad cuando la muchacha se percató de que estaba hablando su mismo idioma. Tal fue su emoción por hallar una persona con la que podía comunicarse, que se abalanzó sobre él en un brusco abrazo. Pronto, se percató de lo extraño de su acción. Estaba fuera de lugar cuanto menos.
Soltó al tipo y miró sus pies mortificada.
―Lo siento ―mascullo―. Tan solo…me siento agradecida. Me encantaría poder ofrecerle algo en recompensa, pero no tengo a mi disposición nada que le pueda resultar útil.
Alzó las pestañas, clavando sus ojos en él. La familiar sensación la volvió a abrumar. Era familiar, pero no como si lo conociera. ¿O sí…? Había perdido la memoria, ¿quién le decía que aquel muchacho no sabía ya quién era y por ello ya la había ayudado?
Ladeó el rostro, estudiándolo.
―Soy Tsetsé ―musito―. ¿Me conoces?
Se dio cuenta de la estupidez de su pregunta, si la conociera, probablemente sería por otro nombre. Su verdadero nombre. El cual, tampoco recordaba.
Un reflejo.Su reflejo.
El muchacho que estaba despachando a su agresor con mano de hierro. Y no, no se parecía nada a ella, pero lo era, era como ella de alguna forma.
Humillado, el agresor se marchó entre tambaleos. Tsetsé, ni si quiera le prestó atención, sus ojos estaban clavados sobre los del joven de cabellos dorados. El extraño, le tendió la mano. La hostilidad que había emanado de él, se había marchado con su agresor, así que Tsetsé decidió fiarse. Tomó su mano para levantarse y la sensación se volvió más fuerte, así que lo soltó mareada. Despegó los labios para preguntar, pero tan pronto como los abrió, los cerró. No la iba a comprender. Para su sorpresa, fue él quién habló primero:
“¿Estás bien? No, claro que…”
El resto de palabras se perdieron en un mar de felicidad cuando la muchacha se percató de que estaba hablando su mismo idioma. Tal fue su emoción por hallar una persona con la que podía comunicarse, que se abalanzó sobre él en un brusco abrazo. Pronto, se percató de lo extraño de su acción. Estaba fuera de lugar cuanto menos.
Soltó al tipo y miró sus pies mortificada.
―Lo siento ―mascullo―. Tan solo…me siento agradecida. Me encantaría poder ofrecerle algo en recompensa, pero no tengo a mi disposición nada que le pueda resultar útil.
Alzó las pestañas, clavando sus ojos en él. La familiar sensación la volvió a abrumar. Era familiar, pero no como si lo conociera. ¿O sí…? Había perdido la memoria, ¿quién le decía que aquel muchacho no sabía ya quién era y por ello ya la había ayudado?
Ladeó el rostro, estudiándolo.
―Soy Tsetsé ―musito―. ¿Me conoces?
Se dio cuenta de la estupidez de su pregunta, si la conociera, probablemente sería por otro nombre. Su verdadero nombre. El cual, tampoco recordaba.
Tsetsé Verte- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 13/05/2017
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Re: Compasión irritable
Se quedó completamente rígido cuando la muchacha se le abrazó. Vale, era un gesto efusivo sin más, pero lo pilló por sorpresa. Iba siempre tan centrado en escrutar el peligro, en ser el primero en detectarlo y vencerlo, su mente de soldado se había acostumbrado a analizar como un robot todos los datos de la escena y calcular las debilidades del oponente, las posibilidades de escape, la distancia correcta y el arma precisa...que a veces se olvidaba que no todo el mundo era una amenaza, que no todos querían liquidarlo antes de tiempo por ser el "elegido" por sus dioses.
Cuando iba a decir algo, incómodo, la chica se separó (menos mal!) y lo miró confusa, como si dudara de algo. Tsetsé.
— ¿Qué demonios...? te llamas como la mosca del sueño? eso es...raro. No, creo que no nos hemos visto antes.— se rascó la nuca y se dispuso a marcharse. Se pasó la mano por el pelo acomodando algunas guedejas rubias que solían caerle sobre los ojos.— Ve con cuidado Tsetsé, las calles de esta ciudad no son...
No pudo completar la frase. Una visió lo asaltó a traición, inesperada y brutal, apoyó la mano sobre una pared de ladrillo y su cuerpo se venció contra ésta, mientras se le ponían los ojos en blanco. Las brumas lo engulleron y lo arrastraron al plano espiritual, al cruce de caminos donde Legba, el dios vudú, el Loa que mediaba entre los mortales y los dioses, esperaba sentado en un sillón de cuero rojo. Llevaba sombrero de copa, las cuencas vacías y negras y la boca cosida. Su aspecto era macabro y desagradable, pero era uno de los más sabios entre los Loa. Sus padres lo conocían bien, no en vano su madre hablaba con él frecuentemente y su padre había pisado las brumas cuando fue en busca de ella, años atrás, cuando sus vidas eran un contínuo caos.
Normalmente no accedía al plano espiritual del vudú haitiano, él estaba consagrado a los Æsir, los dioses noruegos y vikingos. Le estaba vetado servir a los Loa, ése era el pacto que firmaron sus padres para que le levantasen el veto a Ulf y que pudieran engendrarlo. El dios negro lo miró mientras se fumaba un puro y exhalaba el humo a grandes bocanadas.
— Brökk...el hijo de Giuliana y Ulf. Ya iba siendo hora de conocerte.
— No puedo hablar contigo, no me está permitido.— el Loa emitió una risa queda entre aquellos labios unidos con cordel.
— No te preocupes muchacho, tus dioses no pueden saber que estás aquí, esto es nuestro terreno, y te dejaré marchar en seguida. No te he hecho venir para preguntarte qué tal te va por Asgard, te he traído hasta aquí para mostrarte algo.— el dios chasqueó los dedos y frente a Brökk, como si fuera un sueño, se empezó a proyectar una secuencia de imágenes donde aparecía la muchacha que acababa de ayudar en el callejón. Pira de fuego en una plaza y una mujer quemándose mientras un religioso la observaba con velada satisfacción. Odio, esa opresiva sensacion instalada en el pecho y que rezumaba de los ojos de aquella niña que practicaba la magia en una cueva. Sangre, gritos, maldiciones...y un cuerpo rodando por el suelo. La otra voz diciendo su nombre: Ametz. Voz que siseaba entre dos colmillos nacarados que brillaban en la noche... y después más gritos, el sonido de un acordeón, quizás el del músico callejero de la Rue de Frochot, y sangre sobre los adoquines.
Legba lo expulsó de la visión sin más y Brökk se tambaleó al regresar al mundo real. ¿Qué coño había sido eso? ¿Por qué los Loa le mandaban esa visión inconexa sobre la joven del callejón? Confundido, sacudió la cabeza un par de veces y se pellizcó el puente de la nariz. Eso había sido extraño, le recordó a lo que su madre le contó sobre la visión que la alertó de que un nosferatu iba a darle una paliza y por eso pudo avisar a Ulf. ¿Le estaban avisando de que a esa chica iba a pasarle algo?
Cuando iba a decir algo, incómodo, la chica se separó (menos mal!) y lo miró confusa, como si dudara de algo. Tsetsé.
— ¿Qué demonios...? te llamas como la mosca del sueño? eso es...raro. No, creo que no nos hemos visto antes.— se rascó la nuca y se dispuso a marcharse. Se pasó la mano por el pelo acomodando algunas guedejas rubias que solían caerle sobre los ojos.— Ve con cuidado Tsetsé, las calles de esta ciudad no son...
No pudo completar la frase. Una visió lo asaltó a traición, inesperada y brutal, apoyó la mano sobre una pared de ladrillo y su cuerpo se venció contra ésta, mientras se le ponían los ojos en blanco. Las brumas lo engulleron y lo arrastraron al plano espiritual, al cruce de caminos donde Legba, el dios vudú, el Loa que mediaba entre los mortales y los dioses, esperaba sentado en un sillón de cuero rojo. Llevaba sombrero de copa, las cuencas vacías y negras y la boca cosida. Su aspecto era macabro y desagradable, pero era uno de los más sabios entre los Loa. Sus padres lo conocían bien, no en vano su madre hablaba con él frecuentemente y su padre había pisado las brumas cuando fue en busca de ella, años atrás, cuando sus vidas eran un contínuo caos.
Normalmente no accedía al plano espiritual del vudú haitiano, él estaba consagrado a los Æsir, los dioses noruegos y vikingos. Le estaba vetado servir a los Loa, ése era el pacto que firmaron sus padres para que le levantasen el veto a Ulf y que pudieran engendrarlo. El dios negro lo miró mientras se fumaba un puro y exhalaba el humo a grandes bocanadas.
— Brökk...el hijo de Giuliana y Ulf. Ya iba siendo hora de conocerte.
— No puedo hablar contigo, no me está permitido.— el Loa emitió una risa queda entre aquellos labios unidos con cordel.
— No te preocupes muchacho, tus dioses no pueden saber que estás aquí, esto es nuestro terreno, y te dejaré marchar en seguida. No te he hecho venir para preguntarte qué tal te va por Asgard, te he traído hasta aquí para mostrarte algo.— el dios chasqueó los dedos y frente a Brökk, como si fuera un sueño, se empezó a proyectar una secuencia de imágenes donde aparecía la muchacha que acababa de ayudar en el callejón. Pira de fuego en una plaza y una mujer quemándose mientras un religioso la observaba con velada satisfacción. Odio, esa opresiva sensacion instalada en el pecho y que rezumaba de los ojos de aquella niña que practicaba la magia en una cueva. Sangre, gritos, maldiciones...y un cuerpo rodando por el suelo. La otra voz diciendo su nombre: Ametz. Voz que siseaba entre dos colmillos nacarados que brillaban en la noche... y después más gritos, el sonido de un acordeón, quizás el del músico callejero de la Rue de Frochot, y sangre sobre los adoquines.
Legba lo expulsó de la visión sin más y Brökk se tambaleó al regresar al mundo real. ¿Qué coño había sido eso? ¿Por qué los Loa le mandaban esa visión inconexa sobre la joven del callejón? Confundido, sacudió la cabeza un par de veces y se pellizcó el puente de la nariz. Eso había sido extraño, le recordó a lo que su madre le contó sobre la visión que la alertó de que un nosferatu iba a darle una paliza y por eso pudo avisar a Ulf. ¿Le estaban avisando de que a esa chica iba a pasarle algo?
Brökk Tollak- Hechicero Clase Media
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Re: Compasión irritable
Sí, se llamaba como una...mosca. Quizás debería de haber escogido un nombre menos desesperanzado que el de un insecto. Realmente no era demasiado inspirador. Hola, me llamo Tsetsé y no recuerdo quién soy. Cómico y triste. Dejó escapar un suspiro de disgusto. Ahora era demasiado tarde, le había cogido incluso cariño.
Despegó los labios para justificar su respuesta pero el muchacho ya se estaba despidiendo, dejándola sola. Y por un momento se había sentido protegida, querida, resguardada. Sin embargo no fue aquella acogedora sensación lo que la llevó a seguir los pasos del desconocido, sino su esencia, lo qué era. La curiosidad movió sus piernas sin permiso y con el ceño fruncido, se vio obligada a caminar tras él. Molesta, como una mosca.
Lo alcanzó y de pronto, sus ojos estaban en blanco.
Tsetsé dio un respingo, ahogando un chillido de espanto. Se preguntó si al joven le estaba dando un ataque. Tenía que ser eso, no había otra forma de justificar su repentina rigidez. Sin embargo no parecía enfermado, sino sumido en algún tipo de trance del cual no parecía ser capaz salir.
Dubitativa, se debatió entre darse la vuelta espantada o tratar de ayudar al joven.
Él la había ayudado, sería injusto por su parte no devolverle el favor.
—¡Oiga! —lo llamó—. ¡Perdonad!
Nada. Se mordió el labio, sin saber muy bien que hacer.
A final, decidió sacudirlo con delicadeza, pero no le sirvió de nada. Así que lo sacudió con más fuerza y la única respuesta que obtuvo, fue las mismas orbes albinas. De aquella forma, Tsetsé descubrió algo nuevo sobre sí misma, y es que la joven, no era alguien con una paciencia destacable.
¡PLASH!
La colisión de la palma de su mano contra la mejilla de su salvador, resonó por todo el callejón junto al chillido de la muchacha:
—¡Despierta!
Aquella noche también descubrió algo más, sabía dar buenas bofetadas.
Despegó los labios para justificar su respuesta pero el muchacho ya se estaba despidiendo, dejándola sola. Y por un momento se había sentido protegida, querida, resguardada. Sin embargo no fue aquella acogedora sensación lo que la llevó a seguir los pasos del desconocido, sino su esencia, lo qué era. La curiosidad movió sus piernas sin permiso y con el ceño fruncido, se vio obligada a caminar tras él. Molesta, como una mosca.
Lo alcanzó y de pronto, sus ojos estaban en blanco.
Tsetsé dio un respingo, ahogando un chillido de espanto. Se preguntó si al joven le estaba dando un ataque. Tenía que ser eso, no había otra forma de justificar su repentina rigidez. Sin embargo no parecía enfermado, sino sumido en algún tipo de trance del cual no parecía ser capaz salir.
Dubitativa, se debatió entre darse la vuelta espantada o tratar de ayudar al joven.
Él la había ayudado, sería injusto por su parte no devolverle el favor.
—¡Oiga! —lo llamó—. ¡Perdonad!
Nada. Se mordió el labio, sin saber muy bien que hacer.
A final, decidió sacudirlo con delicadeza, pero no le sirvió de nada. Así que lo sacudió con más fuerza y la única respuesta que obtuvo, fue las mismas orbes albinas. De aquella forma, Tsetsé descubrió algo nuevo sobre sí misma, y es que la joven, no era alguien con una paciencia destacable.
¡PLASH!
La colisión de la palma de su mano contra la mejilla de su salvador, resonó por todo el callejón junto al chillido de la muchacha:
—¡Despierta!
Aquella noche también descubrió algo más, sabía dar buenas bofetadas.
Tsetsé Verte- Hechicero Clase Baja
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Re: Compasión irritable
Regresó a la realidad de forma contundente y abrupta, por un segundo se sintió como el hueso de un melocotón que es escupido con violencia por un mono. Y cuando la realidad lo atrapó el bofetón fue tremendamente real. Le había dado una soberana hostia que le había cruzado la cara.
— eeh!.— protestó con el ceño fruncido. Sacudió la cabeza un par de veces tratando de sacarse de encima el atontamiento que producían las visiones.— ...de nada!!! gggrrrmf.
Rebufó por el "agradecimiento" recibido, pero luego cuando se le pasó el sulfuramiento comprendió que estaba tratando de despertarlo. Probablemente había sido un espectáculo dantesco. Él ya estaba acostumbrado a ver a su madre rígida, convulsionar y entrar en trance, pero seguramente esa chica no lo había presenciado nunca.
— sí, he entrado en trance, pero se supone que ya deberías saberlo, joder. Algunos de nosotros trenemos ese don, no es tan raro..— se frotó la mejilla y agarró a Tsesé del codo arrastrándola fuera del callejón. Le señaló la avenida y la miró a los ojos, poniéndole las manos en los hombros como si estuviera aleccionando a un crío de 5 años.— ¿ves esa avenida? es el boulevard de Clichy, evítalo. Ve por esa calle y no te desvíes hasta atravesar la plaza d'Estienne, cruza el parque por fuera, sin entrar y sigue recto. Pero bajo ningun concepto te acerques a la Rue Frochot, y si oyes un acordeón, camina en dirección contraria, tanto hoy como cualquier otro día ¿me oyes?. Repítelo.
Quizás la trataba como si fuera un pequeño cadete inútil, pero era importante que lo entendiese. Su visión podía suceder o no, podía pasar esa noche o dentro de cinco años, quién sabe. Pero esos elementos habían sido meridianamente claros en lo que el Loa le había mostrado. Necesitaba saber que se alejaría del peligro. La otra parte de dicha visión no sabía interpretarla, tenía que pedirle consejo a su madre, ella sabría qué hacer. Esperó la contestación de la chica antes de soltarla y exhaló el aire con cierta preocupación.
¿Por qué Legba había contactado con él cuando sabía que lo tenía prohibido? ¿acaso esa chica no estaba en el destino que los Æsir nórdicos habían tejido para él? ¿estaban intentando los dioses vudú ponerla en su vida para alejarlo de su destino? ¿o quizás eran los dioses de Asgard los que no la querían en él porque lo alejaría de su fe? todo era una maraña imposible de desentrañar y parecía que la cabeza le fuese a estallar.
— ¿dónde te hospedas? necesito saberlo, he visto algo en ese trance que no sé explicar. Será más seguro si no sales sola por ahí.
— eeh!.— protestó con el ceño fruncido. Sacudió la cabeza un par de veces tratando de sacarse de encima el atontamiento que producían las visiones.— ...de nada!!! gggrrrmf.
Rebufó por el "agradecimiento" recibido, pero luego cuando se le pasó el sulfuramiento comprendió que estaba tratando de despertarlo. Probablemente había sido un espectáculo dantesco. Él ya estaba acostumbrado a ver a su madre rígida, convulsionar y entrar en trance, pero seguramente esa chica no lo había presenciado nunca.
— sí, he entrado en trance, pero se supone que ya deberías saberlo, joder. Algunos de nosotros trenemos ese don, no es tan raro..— se frotó la mejilla y agarró a Tsesé del codo arrastrándola fuera del callejón. Le señaló la avenida y la miró a los ojos, poniéndole las manos en los hombros como si estuviera aleccionando a un crío de 5 años.— ¿ves esa avenida? es el boulevard de Clichy, evítalo. Ve por esa calle y no te desvíes hasta atravesar la plaza d'Estienne, cruza el parque por fuera, sin entrar y sigue recto. Pero bajo ningun concepto te acerques a la Rue Frochot, y si oyes un acordeón, camina en dirección contraria, tanto hoy como cualquier otro día ¿me oyes?. Repítelo.
Quizás la trataba como si fuera un pequeño cadete inútil, pero era importante que lo entendiese. Su visión podía suceder o no, podía pasar esa noche o dentro de cinco años, quién sabe. Pero esos elementos habían sido meridianamente claros en lo que el Loa le había mostrado. Necesitaba saber que se alejaría del peligro. La otra parte de dicha visión no sabía interpretarla, tenía que pedirle consejo a su madre, ella sabría qué hacer. Esperó la contestación de la chica antes de soltarla y exhaló el aire con cierta preocupación.
¿Por qué Legba había contactado con él cuando sabía que lo tenía prohibido? ¿acaso esa chica no estaba en el destino que los Æsir nórdicos habían tejido para él? ¿estaban intentando los dioses vudú ponerla en su vida para alejarlo de su destino? ¿o quizás eran los dioses de Asgard los que no la querían en él porque lo alejaría de su fe? todo era una maraña imposible de desentrañar y parecía que la cabeza le fuese a estallar.
— ¿dónde te hospedas? necesito saberlo, he visto algo en ese trance que no sé explicar. Será más seguro si no sales sola por ahí.
Brökk Tollak- Hechicero Clase Media
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Re: Compasión irritable
Vale, pude que se hubiese sobrepasado con el guantazo. La mirada del muchacho se lo confirmó, por no hablar de sus palabras.
Alguno de nosotros tenemos ese don, no es tan raro.
¿Nosotros?, quiso preguntar Tsetsé, aunque tuvo la sensación de que sabía exactamente a qué se refería. Tan solo que no lo recordaba. No tuvo oportunidad de explorar el tema, ya que el joven la tomó por el codo y la guió hasta la boca del callejón, donde comenzó a darle una serie de instrucciones. Tsetsé frunció el ceño confundida. Todo su discurso tenía sentido, hasta que le aconsejó no aproximarse al sonido del acordeón. Arqueó una ceja y lo miró.
—¿Por qué odias el acordeón? —inquirió, pero el desconocido continuó con sus direcciones y ahora, preguntas.
Necesitaba saber dónde vivía puesto que su trance le había enseñado cosas. ¿En que clase de trances se veía sumido aquel tipo? Tsetsé se encogió de hombros, no tenía mucho reparo en mostrarle su "casa". Lo único que se vería dañado era su dignidad y después de verla siendo atacada por un hombre ebrio y maloliente, todo pudor se había disipado. Además, con suerte la lastima afloraría en el joven y le ofrecería un lugar mejor donde dormir. No descartó al posibilidad de que quizás él era incluso peor que el tipo con el que se había cruzado minutos antes, pero como había dicho, no tenía nada que perder. En la calle había ratas enfermas, en las casas; humanos enfermos.
Tiró de los ropajes del muchacho y lo animo a seguirla.
—Por aquí —indicó, regresando por el camino que había tomado cuando su principal objetivo era dar con algo de dinero.
En menos de cinco minutos, llegaron a su callejón habitual, dónde escondía su atlas bajo unos cuantos harapos.
—Aquí... es donde me hospedo habitualmente. Si me siento abrumada por la ciudad, me retiro al cementerio y en ocasiones me acerco al puente del Sena pero cuando anochece las orillas del río son gélidas. ¿Cual es el motivo de vuestra pregunta si me lo permitís? ¿Buscáis también donde hospedaros? Podemos compartir lugar si lo desea, probablemente el calor humano sea mejor que estas finas mantas.
Alzó la mirada y trató de componer su mejor expresión de desamparo. Cruzó los dedos para parecer los suficientemente lastimosa.
Alguno de nosotros tenemos ese don, no es tan raro.
¿Nosotros?, quiso preguntar Tsetsé, aunque tuvo la sensación de que sabía exactamente a qué se refería. Tan solo que no lo recordaba. No tuvo oportunidad de explorar el tema, ya que el joven la tomó por el codo y la guió hasta la boca del callejón, donde comenzó a darle una serie de instrucciones. Tsetsé frunció el ceño confundida. Todo su discurso tenía sentido, hasta que le aconsejó no aproximarse al sonido del acordeón. Arqueó una ceja y lo miró.
—¿Por qué odias el acordeón? —inquirió, pero el desconocido continuó con sus direcciones y ahora, preguntas.
Necesitaba saber dónde vivía puesto que su trance le había enseñado cosas. ¿En que clase de trances se veía sumido aquel tipo? Tsetsé se encogió de hombros, no tenía mucho reparo en mostrarle su "casa". Lo único que se vería dañado era su dignidad y después de verla siendo atacada por un hombre ebrio y maloliente, todo pudor se había disipado. Además, con suerte la lastima afloraría en el joven y le ofrecería un lugar mejor donde dormir. No descartó al posibilidad de que quizás él era incluso peor que el tipo con el que se había cruzado minutos antes, pero como había dicho, no tenía nada que perder. En la calle había ratas enfermas, en las casas; humanos enfermos.
Tiró de los ropajes del muchacho y lo animo a seguirla.
—Por aquí —indicó, regresando por el camino que había tomado cuando su principal objetivo era dar con algo de dinero.
En menos de cinco minutos, llegaron a su callejón habitual, dónde escondía su atlas bajo unos cuantos harapos.
—Aquí... es donde me hospedo habitualmente. Si me siento abrumada por la ciudad, me retiro al cementerio y en ocasiones me acerco al puente del Sena pero cuando anochece las orillas del río son gélidas. ¿Cual es el motivo de vuestra pregunta si me lo permitís? ¿Buscáis también donde hospedaros? Podemos compartir lugar si lo desea, probablemente el calor humano sea mejor que estas finas mantas.
Alzó la mirada y trató de componer su mejor expresión de desamparo. Cruzó los dedos para parecer los suficientemente lastimosa.
Tsetsé Verte- Hechicero Clase Baja
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Re: Compasión irritable
Vale, toda esa perorata había sonado extraña, y si a él un completo desconocido le dijese que evitase no se qué calles y los acordeones pensaría que el pobre diablo había comido setas alucinógenas en mal estado. ¿Pero cómo explicárselo?
— grmf... no los odio.— gruñó.— es sólo un mal presentimiento que tiene que ver con esa música y contigo. Tan sólo evítalos ¿de acuerdo? no es tan difícil. Si ves uno, o lo escuchas, pues tú te vas por otro lado ¿lo ves? no es complicado.
Atravesaron algunos callejones hediondos y llegaron a otro peor. Allí entre unas cajas, inmundicia, mierda de rata y peste a orines que debían remontarse al paleozoico, decía vivir la muchacha. Miró aquellos harapos y de nuevo a ella y de nuevo a los harapos y ...
— joder...mierda!!. No puedes vivir aquí!! eres un blanco muy fácil!!.— como si ella pudiera elegir donde vivir. Estaba claro que estaba en la calle, que no era prostituta y que estaba muy lejos de su casa. ¿Cómo habría acabado allí? ¿La estaba persiguiendo la Inquisición?
"Brökk, Brökk... esto huele a problemas. Si la persigue la Iglesia... problemas. Si la llevas a casa...problemas. ¿Y si es una espía? más problemas." Resopló tras reflexionar unos segundos, se pasó las manos por la cara y observó el gesto de ella, que al preguntarle si él estaba buscando sitio donde quedarse, ella podía compartirlo con él para obtener algo de calor en aquellas gélidas noches, se le cayó el alma a los pies. No podía dejarla allí. Bufó de nuevo y puso los ojos en blanco un segundo.
— Está bien... ven conmigo, le preguntaré a mi madre si puedes quedarte esta noche y después...te buscaremos algún lugar. Pero si intentas alguna cosa extraña, no saldrás bien parada, te lo advierto.— le apuntó con el dedo índice. No iba a decirle nada más, porque en cuanto viera el aura oscura de Giuliana lo comprendería, era una bruja negra muy poderosa. Y si su padre estaba en casa el lobo fiero que llevaba en su interior, la despedazaría sin pestañear.
Caminaron un buen rato rumbo este hasta que llegaron a la Rue des Rondeaux, una de las calles que colindaba con el cementerio de Pêre-Lechaise. Allí continuaba la casa de los Mordrake, la familia materna de Brökk, donde su madre vivió al llegar a París desde Nueva Orleans. El cementerio era uno de sus lugares favoritos y allí es donde conoció a su padre. A él ni fu ni fa, prefería el campo de entrenamiento o salir de juerga con Orn y Dritt cuando regresaban de alguna campaña. Era una casa triste, Arthur Mordrake la compró cuando su mujer Amelia estaba ya muy enferma y ese aire melancólico, como el de la adolescencia de Giuliana, se mantenía pegado a las paredes. Pero dentro estaba llena de vida, la familia Tollak había tomado de nuevo el caserón y lo había llenado de risas infantiles. Brökk sacó su llave y abrió la puerta, y de inmediato se coló por el hueco el sonido de una discusión, eran dos de sus hermanos a grito pelado arriba, recriminándose a saber qué.
— grmf... no los odio.— gruñó.— es sólo un mal presentimiento que tiene que ver con esa música y contigo. Tan sólo evítalos ¿de acuerdo? no es tan difícil. Si ves uno, o lo escuchas, pues tú te vas por otro lado ¿lo ves? no es complicado.
Atravesaron algunos callejones hediondos y llegaron a otro peor. Allí entre unas cajas, inmundicia, mierda de rata y peste a orines que debían remontarse al paleozoico, decía vivir la muchacha. Miró aquellos harapos y de nuevo a ella y de nuevo a los harapos y ...
— joder...mierda!!. No puedes vivir aquí!! eres un blanco muy fácil!!.— como si ella pudiera elegir donde vivir. Estaba claro que estaba en la calle, que no era prostituta y que estaba muy lejos de su casa. ¿Cómo habría acabado allí? ¿La estaba persiguiendo la Inquisición?
"Brökk, Brökk... esto huele a problemas. Si la persigue la Iglesia... problemas. Si la llevas a casa...problemas. ¿Y si es una espía? más problemas." Resopló tras reflexionar unos segundos, se pasó las manos por la cara y observó el gesto de ella, que al preguntarle si él estaba buscando sitio donde quedarse, ella podía compartirlo con él para obtener algo de calor en aquellas gélidas noches, se le cayó el alma a los pies. No podía dejarla allí. Bufó de nuevo y puso los ojos en blanco un segundo.
— Está bien... ven conmigo, le preguntaré a mi madre si puedes quedarte esta noche y después...te buscaremos algún lugar. Pero si intentas alguna cosa extraña, no saldrás bien parada, te lo advierto.— le apuntó con el dedo índice. No iba a decirle nada más, porque en cuanto viera el aura oscura de Giuliana lo comprendería, era una bruja negra muy poderosa. Y si su padre estaba en casa el lobo fiero que llevaba en su interior, la despedazaría sin pestañear.
Caminaron un buen rato rumbo este hasta que llegaron a la Rue des Rondeaux, una de las calles que colindaba con el cementerio de Pêre-Lechaise. Allí continuaba la casa de los Mordrake, la familia materna de Brökk, donde su madre vivió al llegar a París desde Nueva Orleans. El cementerio era uno de sus lugares favoritos y allí es donde conoció a su padre. A él ni fu ni fa, prefería el campo de entrenamiento o salir de juerga con Orn y Dritt cuando regresaban de alguna campaña. Era una casa triste, Arthur Mordrake la compró cuando su mujer Amelia estaba ya muy enferma y ese aire melancólico, como el de la adolescencia de Giuliana, se mantenía pegado a las paredes. Pero dentro estaba llena de vida, la familia Tollak había tomado de nuevo el caserón y lo había llenado de risas infantiles. Brökk sacó su llave y abrió la puerta, y de inmediato se coló por el hueco el sonido de una discusión, eran dos de sus hermanos a grito pelado arriba, recriminándose a saber qué.
Brökk Tollak- Hechicero Clase Media
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Re: Compasión irritable
Tsetsé asintió, una, dos veces y continuó haciéndolo dando la razón absoluta al muchacho con la esperanza reflejada en sus ojos. No, no podía vivir en aquel lugar. Desde luego que no, ella no estaba hecha para las calles. A simple vista, su piel de porcelana y sus uñas bien cuidadas, dejaban entrever que no estaba acostumbrada a deslizarse por los adoquines mugrientos de París. Ella lo sabía y el joven lo sabía.
Cruzó los dedos tras su espalda
— ¡Os lo prometo! —se apuró a decir ante la propuesta—. ¡Os prometo que no intentaré nada raro!No sabría como expresar mi gratitud...
Lo siguió ansiosa. Había contenido las ganas de abalanzarse sobre él de la misma forma en la que lo había hecho cuando le habló en castellano, sin embargo supuso que con incomodarlo una vez era suficiente. Además, no quería hacerle cambiar de idea, pero se sentía tremendamente agradecida. Eran una imagen extravangante sin duda, un muchacho malhumorado y erguido, seguido de cerca por una joven de cabellos enmarañados que echaba a correr cada pocos segundos para alcanzarlo. Tsetsé tuvo la sensación de estar caminando durante horas, al parecer tampoco estaba acostumbrada a desplazarse por su propia cuenta. Debía de ser una mujer con riquezas para tener todo aquel tipo de privilegios. Se preguntó si en algún lugar, continuaría teniendo riquezas. Cuando al fin alcanzaron la casa, Tsetsé no cabía en su gozo. Estaba derrotada pero no podía esperar para darse un baño al fin.
Accedieron a la entrada y antes de que él pudiera avanzar más, Tsetsé lo tomó por la muñeca y lo detuvo. Una sonrisa cálida se abrió paso en el rostro de la joven, una sonrisa de gratitud y pura emoción.
—Decidme vuestro nombre, os lo pido, o jamás sabré a quién tengo que agradecer...
Cruzó los dedos tras su espalda
— ¡Os lo prometo! —se apuró a decir ante la propuesta—. ¡Os prometo que no intentaré nada raro!No sabría como expresar mi gratitud...
Lo siguió ansiosa. Había contenido las ganas de abalanzarse sobre él de la misma forma en la que lo había hecho cuando le habló en castellano, sin embargo supuso que con incomodarlo una vez era suficiente. Además, no quería hacerle cambiar de idea, pero se sentía tremendamente agradecida. Eran una imagen extravangante sin duda, un muchacho malhumorado y erguido, seguido de cerca por una joven de cabellos enmarañados que echaba a correr cada pocos segundos para alcanzarlo. Tsetsé tuvo la sensación de estar caminando durante horas, al parecer tampoco estaba acostumbrada a desplazarse por su propia cuenta. Debía de ser una mujer con riquezas para tener todo aquel tipo de privilegios. Se preguntó si en algún lugar, continuaría teniendo riquezas. Cuando al fin alcanzaron la casa, Tsetsé no cabía en su gozo. Estaba derrotada pero no podía esperar para darse un baño al fin.
Accedieron a la entrada y antes de que él pudiera avanzar más, Tsetsé lo tomó por la muñeca y lo detuvo. Una sonrisa cálida se abrió paso en el rostro de la joven, una sonrisa de gratitud y pura emoción.
—Decidme vuestro nombre, os lo pido, o jamás sabré a quién tengo que agradecer...
Tsetsé Verte- Hechicero Clase Baja
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Re: Compasión irritable
—Brökk...me llamo Brökk.— entró en el hall de la casona y se escuchaba la discusión entre sus hermannos arriba por algo que uno había hecho y la otra no se lo permitía. Se acercó para susurrarle a la chica.— esos dos son Alrek y Eira, van después de mi, que soy el mayor. Supongo que Yrian y Kenna ya estarán durmiendo, es tarde. Ven por aquí.
La hizo pasar a la sala de estar, que era grande y tenía varios sofás y butacones frente a la chimenea, delante de la cual había una piel de oso extendida, recuerdo de una campaña de Ulf en el norte. En un sillón orejero, una mujer de unos cuarenta años y melena dorada como la de Brökk, leía un libro. Levantó la vista cuando su hijo mayor entró en la sala, lo vio acompañado y el aura inconfundible de aquella chica la hizo mirar al rubio intensamente. Seguro que tendría alguna buena razón, no dudaba de que los dioses ponían los peones en el tablero y ellos poco podía hacer salvo jugar la partida.
—God kveld, buenas noches.— Había aprendido noruego a fuerza de convivir con u vikingo de pura cepa, y normalmente era el idioma de la casa. Solo que Giuliana hablaba a sus hijos en todos los idiomas que conocía, porque hablar lenguas siempre era bueno.— veo que traes visita...
— no habla francés madre, sólo español.
— Entiendo...Buenas noches ¿cómo está? me llamo Giuliana, soy la madre de Brökk, bienvenida. Disculpe nuestro español, es criollo, de Nueva Orleans y lo tengo algo oxidado.— la bruja se acercó a Tsetsé y le tendió la mano. Había dicho la misma frase que su hijo.
— hemos tenido un pequeño encontronazo y ... luego te cuento con detalle, pero es que está en la calle, lejos de su casa..— esas palabras significaban que había algo que quería decirle en privado, asi que no puso objeciones, confiaba en su primogénito.
— Entiendo. En esta casa sobra alguna habitación, no le garantizo el descanso porque siempre hay mucho ruido hasta que se duermen todos. No tenemos más servicio que el de cocina y limpieza, me temo que si necesita alguna cosa, tendrá que apañarse con lo que pueda encontrar. Si eso no le resulta un inconveniente...
En la casa de los Mordrake no tenían criados como en las casas nobles, no porque no se lo pudieran permitir, es que la bruja no quería chismorreos ni intrusos, tenían el servicio justo para no tener que cocinar ni ocuparse de las labores de la casa. Tan sólo Florence, la antigua ama de llaves de su madre, permanecía con ellos día y noche. Pero en aquella familia, cada cual se buscaba la vida, se preocupaba de sus cosas y trataba de mantener el orden de su cuarto. Tener cinco hijos mimados y caprichosos no estaba en los planes de Ulf y Lana, así que los educaban para valerse por si mismos y para que no se deslumbrasen por la comodidad y los bienes materiales.
Ascendieron juntos a la planta superior y de camino hacia el cuarto que le iban a asignar, Alrek y Eira, de 18 y 17 años respectivamente dejaron de pelearse y observaron a Tsetsé con curiosidad.
— ¿es tu novia?.— le preguntó Alrek en noruego. Brökk lo fulminó con la mirada y Eira se echó a reir y luego le dijo también en noruego.
— parece un gato mojado!!.— La madre levantó una mano en un gesto de "esto se acaba aquí" y dejaron de cotorrear para saludar.
—en español, niños.
— no somos niños!!!...Bonjou...esto...Buenas noches.
— Hola! soy Eira. No te conviene, ronca como un cerdo.— señaló a Brökk, esbozó una sonrisa pérfida y salió corriendo hacia su cuarto. El mayor puso los ojos en blanco y negó con la cabeza. Giuliana agarró a su segundo hijo por el hombro y lo obligó a meterse en su cuarto, gritrándole en noruego a Eira que iba para allá y más le valía que todo estuviera en orden.
— esta es la tuya. Yo duermo al final del pasillo, si necesitas algo me lo dices. El baño más cercano está ahí, y en el armario encontrarás mantas, toallas y lo que necesites. Si quieres cenar algo, dentro de un rato iré a la cocina a ver qué encuentro.
La hizo pasar a la sala de estar, que era grande y tenía varios sofás y butacones frente a la chimenea, delante de la cual había una piel de oso extendida, recuerdo de una campaña de Ulf en el norte. En un sillón orejero, una mujer de unos cuarenta años y melena dorada como la de Brökk, leía un libro. Levantó la vista cuando su hijo mayor entró en la sala, lo vio acompañado y el aura inconfundible de aquella chica la hizo mirar al rubio intensamente. Seguro que tendría alguna buena razón, no dudaba de que los dioses ponían los peones en el tablero y ellos poco podía hacer salvo jugar la partida.
—God kveld, buenas noches.— Había aprendido noruego a fuerza de convivir con u vikingo de pura cepa, y normalmente era el idioma de la casa. Solo que Giuliana hablaba a sus hijos en todos los idiomas que conocía, porque hablar lenguas siempre era bueno.— veo que traes visita...
— no habla francés madre, sólo español.
— Entiendo...Buenas noches ¿cómo está? me llamo Giuliana, soy la madre de Brökk, bienvenida. Disculpe nuestro español, es criollo, de Nueva Orleans y lo tengo algo oxidado.— la bruja se acercó a Tsetsé y le tendió la mano. Había dicho la misma frase que su hijo.
— hemos tenido un pequeño encontronazo y ... luego te cuento con detalle, pero es que está en la calle, lejos de su casa..— esas palabras significaban que había algo que quería decirle en privado, asi que no puso objeciones, confiaba en su primogénito.
— Entiendo. En esta casa sobra alguna habitación, no le garantizo el descanso porque siempre hay mucho ruido hasta que se duermen todos. No tenemos más servicio que el de cocina y limpieza, me temo que si necesita alguna cosa, tendrá que apañarse con lo que pueda encontrar. Si eso no le resulta un inconveniente...
En la casa de los Mordrake no tenían criados como en las casas nobles, no porque no se lo pudieran permitir, es que la bruja no quería chismorreos ni intrusos, tenían el servicio justo para no tener que cocinar ni ocuparse de las labores de la casa. Tan sólo Florence, la antigua ama de llaves de su madre, permanecía con ellos día y noche. Pero en aquella familia, cada cual se buscaba la vida, se preocupaba de sus cosas y trataba de mantener el orden de su cuarto. Tener cinco hijos mimados y caprichosos no estaba en los planes de Ulf y Lana, así que los educaban para valerse por si mismos y para que no se deslumbrasen por la comodidad y los bienes materiales.
Ascendieron juntos a la planta superior y de camino hacia el cuarto que le iban a asignar, Alrek y Eira, de 18 y 17 años respectivamente dejaron de pelearse y observaron a Tsetsé con curiosidad.
— ¿es tu novia?.— le preguntó Alrek en noruego. Brökk lo fulminó con la mirada y Eira se echó a reir y luego le dijo también en noruego.
— parece un gato mojado!!.— La madre levantó una mano en un gesto de "esto se acaba aquí" y dejaron de cotorrear para saludar.
—en español, niños.
— no somos niños!!!...Bonjou...esto...Buenas noches.
— Hola! soy Eira. No te conviene, ronca como un cerdo.— señaló a Brökk, esbozó una sonrisa pérfida y salió corriendo hacia su cuarto. El mayor puso los ojos en blanco y negó con la cabeza. Giuliana agarró a su segundo hijo por el hombro y lo obligó a meterse en su cuarto, gritrándole en noruego a Eira que iba para allá y más le valía que todo estuviera en orden.
— esta es la tuya. Yo duermo al final del pasillo, si necesitas algo me lo dices. El baño más cercano está ahí, y en el armario encontrarás mantas, toallas y lo que necesites. Si quieres cenar algo, dentro de un rato iré a la cocina a ver qué encuentro.
Brökk Tollak- Hechicero Clase Media
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Re: Compasión irritable
Hubiera mentido al decir que no sintió una pizca de envidia al conocer su familia. A decir verdad, más que una pizca. Su ilusión se apagó cuando Bbrökk la dejó sola en la habitación. Tsetsé se preguntó si ella también tenía una familia, una familia que la echara en de menos. El calor de unos manos maternas, el crepitar del fuego... Sin embargo tan solo consiguió evocar la nada, abriendo una necesidad más fuerte que el hambre en su interior. Amarga, trató de dejar aquellos pensamientos de lado y centrarse en la buena fortuna que había tenido aquel día. Sin embargo, mientras limpiaba la mugre en los aseos, no pudo evitar pensar en todo lo que no tenía. Regresó a la habitación que Brökk le había ofrecido.
Tenía gracia, que estando bajo un techo seguro, fuera cuando la realidad le había goleado con mayor fuerza. Se enredó entre las sábanas de la cama y sin poder contenerse, dejó escapar un gemido de satisfacción. Agradecido, su cuerpo se relajó al instante y su mente fue arrebatada por Morfeo inmediatamente.
Tsetsé divagó en océanos oníricos de acuarela y sueños rotos. Se sumergió en mareas carmesí, reinadas por un príncipe de caninos afilados y sonrisa cruel. La muchacha nadó hasta él y se acurrucó a sus pies con intención de venerarlo, tocarlo, tomarlo y...matarlo.
Matarlo, matarlo, matarlo, matarlo...
Él era el culpable. Su media mitad, su némesis.
Enroscó los dedos alrededor de su cuello y ancló las uñas en su piel. Apretó. Apretó. APRETÓ.
Sumida en el mundo onírico y el caos de sus recuerdos, Tsetsé no era consciente de que aquello era un sueño y que ya no estaba en su cama. Sonámbula, se había desplazado hasta la habitación más cercana, en la cual Brökk descansaba. Se había colado entre sus sábanas con la elegancia de una serpiente y ahora lo asfixiaba a él y no al príncipe maquiavelico.
Apretó, apretó, apretó.
Tenía gracia, que estando bajo un techo seguro, fuera cuando la realidad le había goleado con mayor fuerza. Se enredó entre las sábanas de la cama y sin poder contenerse, dejó escapar un gemido de satisfacción. Agradecido, su cuerpo se relajó al instante y su mente fue arrebatada por Morfeo inmediatamente.
Tsetsé divagó en océanos oníricos de acuarela y sueños rotos. Se sumergió en mareas carmesí, reinadas por un príncipe de caninos afilados y sonrisa cruel. La muchacha nadó hasta él y se acurrucó a sus pies con intención de venerarlo, tocarlo, tomarlo y...matarlo.
Matarlo, matarlo, matarlo, matarlo...
Él era el culpable. Su media mitad, su némesis.
Enroscó los dedos alrededor de su cuello y ancló las uñas en su piel. Apretó. Apretó. APRETÓ.
Sumida en el mundo onírico y el caos de sus recuerdos, Tsetsé no era consciente de que aquello era un sueño y que ya no estaba en su cama. Sonámbula, se había desplazado hasta la habitación más cercana, en la cual Brökk descansaba. Se había colado entre sus sábanas con la elegancia de una serpiente y ahora lo asfixiaba a él y no al príncipe maquiavelico.
Apretó, apretó, apretó.
Tsetsé Verte- Hechicero Clase Baja
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Re: Compasión irritable
Parecía que la invitada no tenía intención de compartir cena o sobremesa con los Tollak, así que Brökk pudo contarle a su madre todo aquel extraño suceso.
— ¿y dices que Legba chasqueó los dedos y te ofreció la visión que me has contado? ¿seguro que era él?
— Si, madre. Cuencas vacías, boca cosida, sombrero de copa...
— ya, ya... Es sólo que me parece extraño. Le he preguntado cien veces si tenía planes para tí, rogándole que no interfiriese en tu vida ya que la consagraste a los Æsir, y siempre me dice que no me preocupe y que lo hemos hecho bien. No entiendo a qué vienen ahora esas visiones, está claro que esa chica está en tu vida porque los dioses lo han dispuesto así, y no somos más que meros instrumentos en sus manos. Pero me preocupa que los nórdicos no opinen lo mismo. Le preguntaré en cuanto pueda.
— madre... no es necesario que entres en trance, soy mayorcito para cuidarme. Sabré manejarlo, yo sirvo a Loki y a los dioses del Valhalla, allí es donde con gusto entregaré mi alma cuando me venga a buscar la...
— Ya, Brökk, para. Pareces tu padre. Ya me sé todo ese discurso de la última cena y las valquirias y todo eso. Me encanta que así lo creas y lo sientas, así es como te hemos educado. Pero esto va más allá de ti y de mi. Es un conflicto que puede afectar a ambos panteones y ya sabes lo que ocurriría si los Æsir consideran que estás adentrándote en el vudú y que sigues esa senda.
— que mis hermanos sufrirán las consecuencias.
— exacto. Y los Loa lo saben. Te han respetado 20 años y no sé muy bien por qué ahora te mandan visiones...me temo que puede ser un plan superior.
— ¿Superior? ¿hay dioses superiores sobre los Loa y los Æesir?
— Para los vudú, sí. Mawu y Lisa, la fuerza femenina y la masculina, luna y sol, tierra y aire... son la fuerza creadora que está por encima de los Loa y que habla a través de ellos. Por encima de Odín están Bhor y otros dioses superiores que desconozco que fue de ellos, he encontrado vagas referencias en los libros y tu padre sólo sabe contarme leyendas folklóricas que no me aclaran nada.
— todo eso es... extraño.
— lo sé, mi amor. Déjamelo a mí, yo me ocuparé de averiguar por qué te mandaron esas visiones. ¿Le subes algo de cenar?
La bruja acarició su barba, era un hombre pero para ella sería siempre su niño, el primero, el bendecido y más deseado. El que tendría que proteger hasta el fin de sus días. Brökk subió algo de cena para Tsetsé, pero la halló dormida y decidió dejarle la bandeja sobre una mesita y marcharse a descansar.
Le costó conciliar el sueño, pero cuando lo hizo, cayó como un plomo en las brumas de la inconsciencia. Soñó con el dios de la boca cosida, con páramos llenos de nieve y el bosque oscuro de Trollheim. De entre los arbustos emergieron dos enemigos contra los que desenvainó la espada, pero sin saber cómo, uno de ellos le agarró del cuello y lo intentó ahogar. La sensación de ahogo era tremendamente real...le faltaba el aire...hasta que abrió los ojos y notó las manos en su gaznate y a la joven sobre él, tratando de matarlo.
Se volteó con fuerza cayendo ambos al suelo con un sonoro "clonck" y sus manos fueron raudas a sacársela de encima, empujándola hacia atrás con violencia. Recuperó el oxígeno sustraido in extremis, dando grandes bocanadas y jadeando.
— ¡¡¡¡¡¿¿¿qué haces???!!!!! ¿estás loca??? lo sabía!! no podía fiarme de ti!!!
— ¿y dices que Legba chasqueó los dedos y te ofreció la visión que me has contado? ¿seguro que era él?
— Si, madre. Cuencas vacías, boca cosida, sombrero de copa...
— ya, ya... Es sólo que me parece extraño. Le he preguntado cien veces si tenía planes para tí, rogándole que no interfiriese en tu vida ya que la consagraste a los Æsir, y siempre me dice que no me preocupe y que lo hemos hecho bien. No entiendo a qué vienen ahora esas visiones, está claro que esa chica está en tu vida porque los dioses lo han dispuesto así, y no somos más que meros instrumentos en sus manos. Pero me preocupa que los nórdicos no opinen lo mismo. Le preguntaré en cuanto pueda.
— madre... no es necesario que entres en trance, soy mayorcito para cuidarme. Sabré manejarlo, yo sirvo a Loki y a los dioses del Valhalla, allí es donde con gusto entregaré mi alma cuando me venga a buscar la...
— Ya, Brökk, para. Pareces tu padre. Ya me sé todo ese discurso de la última cena y las valquirias y todo eso. Me encanta que así lo creas y lo sientas, así es como te hemos educado. Pero esto va más allá de ti y de mi. Es un conflicto que puede afectar a ambos panteones y ya sabes lo que ocurriría si los Æsir consideran que estás adentrándote en el vudú y que sigues esa senda.
— que mis hermanos sufrirán las consecuencias.
— exacto. Y los Loa lo saben. Te han respetado 20 años y no sé muy bien por qué ahora te mandan visiones...me temo que puede ser un plan superior.
— ¿Superior? ¿hay dioses superiores sobre los Loa y los Æesir?
— Para los vudú, sí. Mawu y Lisa, la fuerza femenina y la masculina, luna y sol, tierra y aire... son la fuerza creadora que está por encima de los Loa y que habla a través de ellos. Por encima de Odín están Bhor y otros dioses superiores que desconozco que fue de ellos, he encontrado vagas referencias en los libros y tu padre sólo sabe contarme leyendas folklóricas que no me aclaran nada.
— todo eso es... extraño.
— lo sé, mi amor. Déjamelo a mí, yo me ocuparé de averiguar por qué te mandaron esas visiones. ¿Le subes algo de cenar?
La bruja acarició su barba, era un hombre pero para ella sería siempre su niño, el primero, el bendecido y más deseado. El que tendría que proteger hasta el fin de sus días. Brökk subió algo de cena para Tsetsé, pero la halló dormida y decidió dejarle la bandeja sobre una mesita y marcharse a descansar.
Le costó conciliar el sueño, pero cuando lo hizo, cayó como un plomo en las brumas de la inconsciencia. Soñó con el dios de la boca cosida, con páramos llenos de nieve y el bosque oscuro de Trollheim. De entre los arbustos emergieron dos enemigos contra los que desenvainó la espada, pero sin saber cómo, uno de ellos le agarró del cuello y lo intentó ahogar. La sensación de ahogo era tremendamente real...le faltaba el aire...hasta que abrió los ojos y notó las manos en su gaznate y a la joven sobre él, tratando de matarlo.
Se volteó con fuerza cayendo ambos al suelo con un sonoro "clonck" y sus manos fueron raudas a sacársela de encima, empujándola hacia atrás con violencia. Recuperó el oxígeno sustraido in extremis, dando grandes bocanadas y jadeando.
— ¡¡¡¡¡¿¿¿qué haces???!!!!! ¿estás loca??? lo sabía!! no podía fiarme de ti!!!
Brökk Tollak- Hechicero Clase Media
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Re: Compasión irritable
Clonck
Soltó un jadeo de sorpresa y abrió los ojos. Las pupilas iracundas de Brökk le devolvieron la mirada. Por un instante miró en rededor confundida. Estaba agitada y sentía el corazón bombeando con violencia contra su pecho, abrumándola con olas de odio incomprensible.
―¿Qué…? ¿Qué pasa…? ―musitó aturdida. En su pecho, el trote de su corazón la hizo encogerse sobre si misma―. ¿D-de qué estas hablando? ¿Qué haces en mi habit-?
La pregunta quedó en el aire cuando la bruja se percató de que era ella quién estaba en la habitación de Brökk y no al revés. Se levantó como un resorte y el vértigo la abrumó en respuesta, así que se aferró a la esquina de la cama de la que acaba de caer.
―¿Qué ha pasado? ―volvió a preguntar.
Un nudo en su garganta amenazaba con desencadenar en histeria. Y no era su repentina aparición en aquel lugar lo que la inquietaba y atemorizaba, sino el sentimiento enquistado en su pecho. Odio, odio y…pasión. Lo peor es que aquella contradicción de emociones no le resultó desconocida. Y eso le aterró. Ni si quiera se preguntó a quién iban dirigidos esos sentimientos. No eran hacia Brökk, lo sabía sino a la sombra de sus pesadillas. Desorientada, miró a su compañero que tenía las manos sobre su propia garganta. No quiso preguntar lo peor que a juzgar por la tensión de sus dedos, había ocurrido.
―No me encuentro bien…―balbuceó.
Escondió el temblor de sus manos, juntando ambas y comenzó a dar vueltas alrededor de la habitación.
―No me encuentro bien ―farfulló de nuevo, una y otra vez.
Le faltaba aire, no podía respirar, se ahogaba.
Soltó un jadeo de sorpresa y abrió los ojos. Las pupilas iracundas de Brökk le devolvieron la mirada. Por un instante miró en rededor confundida. Estaba agitada y sentía el corazón bombeando con violencia contra su pecho, abrumándola con olas de odio incomprensible.
―¿Qué…? ¿Qué pasa…? ―musitó aturdida. En su pecho, el trote de su corazón la hizo encogerse sobre si misma―. ¿D-de qué estas hablando? ¿Qué haces en mi habit-?
La pregunta quedó en el aire cuando la bruja se percató de que era ella quién estaba en la habitación de Brökk y no al revés. Se levantó como un resorte y el vértigo la abrumó en respuesta, así que se aferró a la esquina de la cama de la que acaba de caer.
―¿Qué ha pasado? ―volvió a preguntar.
Un nudo en su garganta amenazaba con desencadenar en histeria. Y no era su repentina aparición en aquel lugar lo que la inquietaba y atemorizaba, sino el sentimiento enquistado en su pecho. Odio, odio y…pasión. Lo peor es que aquella contradicción de emociones no le resultó desconocida. Y eso le aterró. Ni si quiera se preguntó a quién iban dirigidos esos sentimientos. No eran hacia Brökk, lo sabía sino a la sombra de sus pesadillas. Desorientada, miró a su compañero que tenía las manos sobre su propia garganta. No quiso preguntar lo peor que a juzgar por la tensión de sus dedos, había ocurrido.
―No me encuentro bien…―balbuceó.
Escondió el temblor de sus manos, juntando ambas y comenzó a dar vueltas alrededor de la habitación.
―No me encuentro bien ―farfulló de nuevo, una y otra vez.
Le faltaba aire, no podía respirar, se ahogaba.
Tsetsé Verte- Hechicero Clase Baja
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Re: Compasión irritable
El rubio se dio cuenta de que ella estaba dormida cuando cayeron y abrió los ojos con cara de desconcierto. Pero realmente estaba tan asfixiado que en ese momento le dio igual, necesitaba aire para respirar y lo encontraría lejos de ella.
Consiguió normalizar la respiración poco a poco, sintiendo que el dolor punzante en la nuez se iba disipando y que su tráquea aplastada no se había roto, o ya estaría muerto. Entornó los ojos mirándola un instante. ¿Estaba fingiendo? si lo hacía era muy buena actriz, sin duda. ¿De verdad iba sonámbula? pero qué narices!!! ningún sonámbulo se cuela en tu cuarto a estrangularte, como mucho deambulan torpemente o hablan locuras en sueños.
Lo cierto es que parecía muy alterada, no paraba de repetir "no me encuentro bien". Bufó, desde su posición sentado con la espalda contra la pared y las manos palpando el cuello.
— Oh, pues qué lastima, porque yo sí, estoy estupendamente...pfffff. ¿Qué ha pasado? que has intentado matarme. Solo eso, nada grave.
Se levantó de un respingo y acortó la distancia hasta ella agarrándola por una muñeca y retociéndosela tras la espalda. Activó su barrera de nergía, nada iba a traspasarla, así que más le valía a la bruja no intentar echarle una bola de fuego o lo que fuera que supiera hacer. Acercó su cara a la de Tsetsé, y pronunció aquellas palabras realmente dolido.
— te ayudé en ese callejón, te traje a mi casa, hasta te subí la cena y tú intentas matarme...¿te das cuenta? ¿qué habría pasado si en vez de a mi se lo haces a mis hermanos???ellos no se pueden defender como yo... eres un peligro...me da igual que no lo hayas hecho a propósito!!! podrías haber matado a la mitad de mi familia sin apenas despeinarte...— la soltó con un gesto de repulsa negando con la cabeza. Daba igual que los Loa la hubieran enviado o vaya usted a saber. Estaba tan cabreado que no pensaba con claridad. Sólo quería que se marchara.
Se escucharon pasos al otro lado del pasillo, Giuliana se acercaba al haber escuchado ruidos. Llamó suavemente con los nudillos.
— ¿Brökk, va todo bien?.— le hizo un gesto a Tsetsé para que guardase silencio.
— Si, madre...descansa, Tsetsé no podía dormir, vino conmigo y me caí de la cama en sueños.
— ¿seguro? me ha parecido escuchar un grito...
— estaba soñando, pero ya está, tranquila.
— de acuerdo, buenas noches.
Agarró a la chica ahora por ambas muñecas y la hizo sentar sobre la cama, soltándola después y trayendose una silla para él y sentándose delante.
— si estabas pensando en marcharte, vas lista. De aquí no vas a salir hasta que me expliques que coño está mal contigo.
Consiguió normalizar la respiración poco a poco, sintiendo que el dolor punzante en la nuez se iba disipando y que su tráquea aplastada no se había roto, o ya estaría muerto. Entornó los ojos mirándola un instante. ¿Estaba fingiendo? si lo hacía era muy buena actriz, sin duda. ¿De verdad iba sonámbula? pero qué narices!!! ningún sonámbulo se cuela en tu cuarto a estrangularte, como mucho deambulan torpemente o hablan locuras en sueños.
Lo cierto es que parecía muy alterada, no paraba de repetir "no me encuentro bien". Bufó, desde su posición sentado con la espalda contra la pared y las manos palpando el cuello.
— Oh, pues qué lastima, porque yo sí, estoy estupendamente...pfffff. ¿Qué ha pasado? que has intentado matarme. Solo eso, nada grave.
Se levantó de un respingo y acortó la distancia hasta ella agarrándola por una muñeca y retociéndosela tras la espalda. Activó su barrera de nergía, nada iba a traspasarla, así que más le valía a la bruja no intentar echarle una bola de fuego o lo que fuera que supiera hacer. Acercó su cara a la de Tsetsé, y pronunció aquellas palabras realmente dolido.
— te ayudé en ese callejón, te traje a mi casa, hasta te subí la cena y tú intentas matarme...¿te das cuenta? ¿qué habría pasado si en vez de a mi se lo haces a mis hermanos???ellos no se pueden defender como yo... eres un peligro...me da igual que no lo hayas hecho a propósito!!! podrías haber matado a la mitad de mi familia sin apenas despeinarte...— la soltó con un gesto de repulsa negando con la cabeza. Daba igual que los Loa la hubieran enviado o vaya usted a saber. Estaba tan cabreado que no pensaba con claridad. Sólo quería que se marchara.
Se escucharon pasos al otro lado del pasillo, Giuliana se acercaba al haber escuchado ruidos. Llamó suavemente con los nudillos.
— ¿Brökk, va todo bien?.— le hizo un gesto a Tsetsé para que guardase silencio.
— Si, madre...descansa, Tsetsé no podía dormir, vino conmigo y me caí de la cama en sueños.
— ¿seguro? me ha parecido escuchar un grito...
— estaba soñando, pero ya está, tranquila.
— de acuerdo, buenas noches.
Agarró a la chica ahora por ambas muñecas y la hizo sentar sobre la cama, soltándola después y trayendose una silla para él y sentándose delante.
— si estabas pensando en marcharte, vas lista. De aquí no vas a salir hasta que me expliques que coño está mal contigo.
Brökk Tollak- Hechicero Clase Media
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Re: Compasión irritable
La asaltó y Tsetsé trató de zafarse. No quería oírle, deseaba con todas sus fuerzas poder taparse los oídos para no escuchar lo que tenía que decir. En aquel instante digerir la verdad era una tarea complicada, ya que era la única verdad que conocía.
— Lo siento —masculló con un susurro apenas audible.
Después calló cuando la madre de Brökk apareció en el umbral. Tstsé bajó la cabeza, avergonzada, como si con un solo vistazo la mujer pudiera deducir que había tratado de asesinar a su hijo e insultar su hospitalidad. El ardor se agolpó en su garganta y tragó saliva. Pero Brökk despachó a la mujer rápidamente, gesto que agradeció. Ya era bastante humillante tratar de dar explicaciones a una sola persona de un acto tan demente.
El muchacho la arrastró con él hasta la cama y después la soltó. La joven se frotó las muñecas aliviada, no sabía dar una explicación exacta del porqué, pero que la retuvieran en contra de su voluntad hacia que su piel ardiera iracunda y sabía que aquel sentimiento le pertenecía a su yo pasado. Sin despegar los ojos del suelo, trató de justificar sus actos.
— He... he tenido un sueño, una pesadilla, ni siquiera recordaba haberme levantado de la cama. Me siento muy avergonzada, no era mi intención, quiero decir, era mi intención pero no te he asfixiado conscientemente. Quería deshacerme de algo, de alguien...No recuerdo quién...pero...Q-quería acabar con él y...—profanarlo también, pensó—. L-lo siento mucho de verdad. Realmente agradezco tu hospitalidad y no podré recompensarla, mucho menos después de esto...
Alzó las pestañas por primera vez desde que había vuelto en sí y, clavó sus ojos en los iracundos del muchacho.
— Tomaré mis cosas para marcharme...
— Lo siento —masculló con un susurro apenas audible.
Después calló cuando la madre de Brökk apareció en el umbral. Tstsé bajó la cabeza, avergonzada, como si con un solo vistazo la mujer pudiera deducir que había tratado de asesinar a su hijo e insultar su hospitalidad. El ardor se agolpó en su garganta y tragó saliva. Pero Brökk despachó a la mujer rápidamente, gesto que agradeció. Ya era bastante humillante tratar de dar explicaciones a una sola persona de un acto tan demente.
El muchacho la arrastró con él hasta la cama y después la soltó. La joven se frotó las muñecas aliviada, no sabía dar una explicación exacta del porqué, pero que la retuvieran en contra de su voluntad hacia que su piel ardiera iracunda y sabía que aquel sentimiento le pertenecía a su yo pasado. Sin despegar los ojos del suelo, trató de justificar sus actos.
— He... he tenido un sueño, una pesadilla, ni siquiera recordaba haberme levantado de la cama. Me siento muy avergonzada, no era mi intención, quiero decir, era mi intención pero no te he asfixiado conscientemente. Quería deshacerme de algo, de alguien...No recuerdo quién...pero...Q-quería acabar con él y...—profanarlo también, pensó—. L-lo siento mucho de verdad. Realmente agradezco tu hospitalidad y no podré recompensarla, mucho menos después de esto...
Alzó las pestañas por primera vez desde que había vuelto en sí y, clavó sus ojos en los iracundos del muchacho.
— Tomaré mis cosas para marcharme...
Tsetsé Verte- Hechicero Clase Baja
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Re: Compasión irritable
Bufó y se pasó las manos por la cara exasperado. Vale, no debía ser tan estúpida como para intentar asfixiar a un guerrero que podía partirle el cuello con un gesto de sus manos. Debía estar diciendo la verdad, alguna vez había soñado algo intenso y había golpeado al compañero que dormía a su lado en el campamento. Pero desde luego no podía dejarla ir, era un peligro.
— No, no te irás. Mañana hablarás con mi madre y que nos diga qué podemos hacer para tu falta de memoria, seguro que hay una poción para eso o... yo que sé. Pero mientras tanto, dormirás ahí mismo, y no te voy a quitar ojo.
Se levantó y pasó la llave en la cerradura de su cuerto, metiédola luego en el bolsillo. Si Tsetsé intentaba quitársela se enteraría, y las cosas se pondrían feas para la bruja. Agarró uno de los almohadones y una manta y se echó en el suelo, había dormido en sitios mucho peores, la guerra tenía la manía de no acontecer en palacios ni hoteles, normalmente en barrizales pelándose de frío y hambre. Refunfuñó algo por lo bajo y se echó allí mirando al techo y cruzando las manos bajo la cabeza.
¿Por qué había aparecido Legba para mostrarle esas cosas de Tsetsé? hasta que no comprendiera mejor las visiones, lo más adecuado era no decirle nada al respecto, porque podía interferir erróneamente en el plan que los dioses tuvieran para ella. Había visto dolor, rechazo, odio y venganza...pero también una figura oscura altamente inquietante.
Mañana sería un día nuevo, por esa noche ya habían tenido suficientes emociones, y seguramente no encontrarían las respuestas que buscaban en los hechos que ya habían sucedido.
— No, no te irás. Mañana hablarás con mi madre y que nos diga qué podemos hacer para tu falta de memoria, seguro que hay una poción para eso o... yo que sé. Pero mientras tanto, dormirás ahí mismo, y no te voy a quitar ojo.
Se levantó y pasó la llave en la cerradura de su cuerto, metiédola luego en el bolsillo. Si Tsetsé intentaba quitársela se enteraría, y las cosas se pondrían feas para la bruja. Agarró uno de los almohadones y una manta y se echó en el suelo, había dormido en sitios mucho peores, la guerra tenía la manía de no acontecer en palacios ni hoteles, normalmente en barrizales pelándose de frío y hambre. Refunfuñó algo por lo bajo y se echó allí mirando al techo y cruzando las manos bajo la cabeza.
¿Por qué había aparecido Legba para mostrarle esas cosas de Tsetsé? hasta que no comprendiera mejor las visiones, lo más adecuado era no decirle nada al respecto, porque podía interferir erróneamente en el plan que los dioses tuvieran para ella. Había visto dolor, rechazo, odio y venganza...pero también una figura oscura altamente inquietante.
Mañana sería un día nuevo, por esa noche ya habían tenido suficientes emociones, y seguramente no encontrarían las respuestas que buscaban en los hechos que ya habían sucedido.
Brökk Tollak- Hechicero Clase Media
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Re: Compasión irritable
Y de pronto Brökk estaba en el suelo. La muchacha se quedó erguida como un candelabro y parpadeó. Le ofrecía su cama. Aquello sin duda era indecoroso, sin embargo, la situación lo demandaba. La muchacha despegó los labios para discutirle pero antes de hacerlo, se percató de que ya conocía lo suficiente al muchacho como para saber que no cedería. Él dormiría en el suelo y la vigilaría... Tsestsé se acurrucó sobre el mismo lugar en el que segundos antes había tratado de asfixiar al joven. En su mejilla encontró una lágrima solitaria. No supo decir el porqué de ella, aturdimiento, desconcierto o simplemente se encontraba abrumada por la amabilidad del muchacho. Ella sin duda, hubiese expulsado de su hogar a cualquiera que hubiese soñado si quiera en agredirla. Sin percatarse de ello, Brökk le había dado una lección más importante que cualquiera que hubiese podido aprender en los callejones de París.
―Gracias…―musito en un susurro apenas audible ―, Brökk.
El sueño la meció, pero por lo que quedó de noche, no fue capaz de volver a pegar ojo. Temía dormir y encontrar sangre en sus manos. Cuando el amanecer se derramó por los tejados de París, Tsetsé se levantó para contemplarlo por la ventana. Brökk continuaba sobre su improvisada cama y ella ignoraba si dormía o no lo hacía. Se acercó a él y acuclillada a su lado, lo observó de cerca preguntándose que clase de habilidades tenía como hechicero. Ella, no recordaba las suyas. Emergían cuando menos se lo esperaba, pero era incapaz de recordar su uso adecuado. Quizás él supiera como ayudarla, sin embargo, no quería abusar de su hospitalidad. Ya había hecho bastante perdonándole un intento de homicidio.
―Buenos días ―saludo. El rugir de su estómago saludó también
―Gracias…―musito en un susurro apenas audible ―, Brökk.
El sueño la meció, pero por lo que quedó de noche, no fue capaz de volver a pegar ojo. Temía dormir y encontrar sangre en sus manos. Cuando el amanecer se derramó por los tejados de París, Tsetsé se levantó para contemplarlo por la ventana. Brökk continuaba sobre su improvisada cama y ella ignoraba si dormía o no lo hacía. Se acercó a él y acuclillada a su lado, lo observó de cerca preguntándose que clase de habilidades tenía como hechicero. Ella, no recordaba las suyas. Emergían cuando menos se lo esperaba, pero era incapaz de recordar su uso adecuado. Quizás él supiera como ayudarla, sin embargo, no quería abusar de su hospitalidad. Ya había hecho bastante perdonándole un intento de homicidio.
―Buenos días ―saludo. El rugir de su estómago saludó también
Tsetsé Verte- Hechicero Clase Baja
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Re: Compasión irritable
- are you okay?:
La noche pasó como en blanco, ninguno dormía realmente, pensaban en sus cosas y se mecían en una especie de duermevela cuando los ojos necesitaban descanso, pero muy lejos del sueño reparador que ambos necesitaban para olvidar lo acontecido.
Los primeros rayos del alba trajeron la luz y el nuevo día, y su madre solía decirle que no hay nada que no se pueda dejar atrás cuando amanece un nuevo día. Ese era el propósito. Tsetsé necesitaba ayuda,eso era evidente, y los dioses habían querido cruzarlo en su camino, y no al revés. Estaba errado al pensar que ella había sido colocada en su senda, había sido egoista por su parte pensarlo, por muy protegido y elegido que fuera, no dejaba de ser un mortal, un juguete en las manos superiores, al igual que ella. Y eso era todo. Esta vez era él, Brökk Tollak el que había sido enviado a intervenir de alguna forma en la vida de esa bruja.
Se levantó despacio y se pasó las manos por el pelo, que a veces era indomable, y su gesto aunque no era risueño, tampoco cargaba con la furia de la madrugada.
— Buenos días ¿estás bien?.— escrutó sus ojos oscuros y terminó de incorporarse, plegando la manta y dejandola sobre la cama.— será mejor que bajemos a desayunar.
Sacó la llave y descorrió el cerrojo, invitándola a salir con un gesto de su mano. Abajo ya se escuchaba el cacharrear de Florence, el ama de llaves y la cocinera, que estaban preparando el desayuno a la numerosa familia. Tan sólo Giuliana estaba en pie, pero seguía en su cuarto, probablemente cepillándose el largo cabello y cambiándose de ropa. A veces se demoraba un poco realizando bendiciones que protegieran a Ulf allá donde estuviera.
Se sentaron en la mesa del comedor y al momento Florence les dio los buenos días y trajo una tetera humeante, una jarra de leche y otra de zumo de granada, no era temporada de naranjas. Al poco regresó con pan caliente, bollería francesa, mantequilla y confitura de frutos del bosque, y finalmente una fuente de salchichas y huevos. En esa familia había damas refinadas y gurreros bárbaros, así que el desayuno se componía de todo tipo de manjares.
El rubio se sirvió un buen plato, podías saber cómo comenzaba el día pero nunca como iba a acabar, así que mejor afrontarlo con energías.
— ¿qué vas a hacer hoy? he pensado que podrías hablar con mi madre contarle lo que sea que crees que te ha pasado y ver si ella puede ayudarte, pero...no sé. Es cosa tuya. Mi habilidades como hechicero son muy básicas en comparación a la suyas.
Había un periódico sobre la mesa y lo hojeó, más que nada porque quería saber las noticias sobre el desembarco de los ingleses en Poitiers, el ambiente estaba tenso en Francia. Un anuncio le llamó la atención y se lo pasó a Tsetsé. Un "médico" o similar, que se anunciaba como la panacea para "la cura del habla". Tenía pinta de ser un timo, como la mayoria de esas cosas, pero si ese anuncio podía significar algo...podrían probar, nada se perdía.
Brökk Tollak- Hechicero Clase Media
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Re: Compasión irritable
Le hizo una pregunta para la que no obtuvo respuesta. No sabía si estaba bien, a decir verdad, no había sabido si estaba bien desde que el conductor del carruaje con el que llegó la despachó en las calles de París. Asintió débilmente, esbozando una extraña sonrisa que no acompañó al brillo de sus ojos. Sin mediar palabra, básicamente porque no tenía nada que decir después de todo lo sucedido, siguió a Brökk hasta la mesa de desayuno. Les trajeron manjares que hicieron que la muchacha se olvidara absolutamente de todo. Su estómago rugió hasta apagar el ruido del exterior y sus ojos se aguaron tanto como su boca. Incluso olvido dónde y con quién estaba, evaporando sus modales en el aire. Cuando se quiso dar cuenta, tenía la boca llena y las manos ocupadas. Devoró el pan caliente, sensación que le produjo un deja vú extraño. Sin embargo, lo pasó por alto cuando reparó en el resto de los alimentos. Engulló hambrienta hasta que tuvo que coger aire para poder continuar y su estómago gruñó, esta vez de dolor. Era suficiente. Se llevó una mano a la tripa, incómoda y al fin, levantó la vista de su comida para observar la expresión de horror del sirviente. Si cabía duda de que había salido de la calle, ahora estaba bien claro, parecía una salvaje. Rápidamente, se limpió los labios con un trapo y se irguió, recobrando la clase que había perdido.
Sus ojos se posaron en los de Brökk y se sonrojó, avergonzada por su súbita necesidad. Parpadeó y tosió una vez, centrándose en las palabras del muchacho.
―Gracias, pero has hecho suficiente por mí. Tú y tu familia, dejando que pasara aquí la noche y alimentándome. Es más de lo que podría haber pedido y más después de lo sucedido…
El muchacho le mostró el periódico y con ello, la noticia. Tsetsé arqueó la ceja a la espera de que le tradujera. Lo escuchó atentamente. A decir verdad, no sabía exactamente si estaba preparada para afrontar sus recuerdos. En un primer momento, su único objetivo había sido ese; recordar. Sin embargo, tras lo sucedido la noche anterior, temía hacerlo. No sabía lo que le deparaba, quién era, qué era, qué deseaba… Se guardó la noticia sin embargo, dispuesta a echar mano de ella cuando cambiara de idea. Le volvió a agradecer al muchacho.
―Pienso que lo mejor para todos será que me marche… ―le dedicó una trémula sonrisa y se levantó de la mesa―. Estoy infinitamente agradecida Brökk, hasta ayer no había conocido una mano samaritana. Sabes dónde encontrarme, siempre habrá un hueco para ti en los adoquines del suelo de mi callejón.
Dejó escapar una triste risilla e inclinó la cabeza.
Sus ojos se posaron en los de Brökk y se sonrojó, avergonzada por su súbita necesidad. Parpadeó y tosió una vez, centrándose en las palabras del muchacho.
―Gracias, pero has hecho suficiente por mí. Tú y tu familia, dejando que pasara aquí la noche y alimentándome. Es más de lo que podría haber pedido y más después de lo sucedido…
El muchacho le mostró el periódico y con ello, la noticia. Tsetsé arqueó la ceja a la espera de que le tradujera. Lo escuchó atentamente. A decir verdad, no sabía exactamente si estaba preparada para afrontar sus recuerdos. En un primer momento, su único objetivo había sido ese; recordar. Sin embargo, tras lo sucedido la noche anterior, temía hacerlo. No sabía lo que le deparaba, quién era, qué era, qué deseaba… Se guardó la noticia sin embargo, dispuesta a echar mano de ella cuando cambiara de idea. Le volvió a agradecer al muchacho.
―Pienso que lo mejor para todos será que me marche… ―le dedicó una trémula sonrisa y se levantó de la mesa―. Estoy infinitamente agradecida Brökk, hasta ayer no había conocido una mano samaritana. Sabes dónde encontrarme, siempre habrá un hueco para ti en los adoquines del suelo de mi callejón.
Dejó escapar una triste risilla e inclinó la cabeza.
Tsetsé Verte- Hechicero Clase Baja
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Re: Compasión irritable
Observó el apetito de la muchacha alucinando un poco con su voracidad, pero podía entenderla, él a veces regresaba después de una campaña dura y se daba un atracón de los buenos porque comer era un placer a la vez que una necesidad. Su padre siempre bromeaba diciéndole que se cuidara o se pondría gordo, que él no había heredado su condición de cambiante y no partía con la misma ventaja.
— Mi madre siempre dice que no hay que juzgar a los demás, porque nunca se sabe qué batallas pueden estar librando. Supongo que sólo hice lo correcto. Entiendo que te vayas, la situación es algo extraña...pero sólo prométeme que no irás hacia donde suena el acordeón y que te mantendrás alejada del peligro. Pasaré a verte cuando pueda, porque ahora me siento de alguna forma responsable de lo que te pase..— se rascó la nuca.— ya sé que no debería, pero es que soy así y eso tampoco se puede cambiar.
Terminaron el desayuno y la acompañó a la puerta, no sin antes darle un paquete que Florence había preparado a su orden, era más comida, y unos paños limpios y jabón.
— si me necesitas, ya sabes cómo encontrarme, no dudes en venir aqui y llamar a la puerta.— resopló.— ¿seguro que no quieres...? da igual... ve, soy un pesado.— Enganchó su antebrazo a modo de saludo vikingo, como hacía con cualquiera de sus camaradas, mirándola directamente a los ojos y hablandole muy solemne.— que volvamos a vernos.
Esa era una promesa más que una expectativa, sabía que las visiones de los Loa no se le habían enviado porque sí, aquello tendría más sentido en algun momento y mientras tanto, tendría que averiguar por qué narices los dioses lo venían a buscar a él, cuando siempre habían respetado el pacto. La vio marchar con cierta sensación de inquietud, pero nada podía hacer, ella debía encontrar sus propios pasos.
— Mi madre siempre dice que no hay que juzgar a los demás, porque nunca se sabe qué batallas pueden estar librando. Supongo que sólo hice lo correcto. Entiendo que te vayas, la situación es algo extraña...pero sólo prométeme que no irás hacia donde suena el acordeón y que te mantendrás alejada del peligro. Pasaré a verte cuando pueda, porque ahora me siento de alguna forma responsable de lo que te pase..— se rascó la nuca.— ya sé que no debería, pero es que soy así y eso tampoco se puede cambiar.
Terminaron el desayuno y la acompañó a la puerta, no sin antes darle un paquete que Florence había preparado a su orden, era más comida, y unos paños limpios y jabón.
— si me necesitas, ya sabes cómo encontrarme, no dudes en venir aqui y llamar a la puerta.— resopló.— ¿seguro que no quieres...? da igual... ve, soy un pesado.— Enganchó su antebrazo a modo de saludo vikingo, como hacía con cualquiera de sus camaradas, mirándola directamente a los ojos y hablandole muy solemne.— que volvamos a vernos.
Esa era una promesa más que una expectativa, sabía que las visiones de los Loa no se le habían enviado porque sí, aquello tendría más sentido en algun momento y mientras tanto, tendría que averiguar por qué narices los dioses lo venían a buscar a él, cuando siempre habían respetado el pacto. La vio marchar con cierta sensación de inquietud, pero nada podía hacer, ella debía encontrar sus propios pasos.
Brökk Tollak- Hechicero Clase Media
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Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
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