Kalos, kakos

por **Hereb Stokehurst** Sáb Jul 22, 2017 2:33 am

Una sensación de aburrimiento, arañandole la espada como un gato desesperado por salir fuera por una buena noche. Hereb escudriño la sala con parpados pesados rellenando su copa de jerez, pensando en atisbar a algún sirviente que llevara algo más fuerte como el borbón o el coñac. Las mujeres mariposeaban en una esquina envueltas en sus trajes de gamusa y muselinas brillantes, ataviadas de joyas, admiraban los cuadros, los colores.

Los hombres en su lugar debatían sobre la calidad del pintor, su nombre y lo que los críticos habían o no publicado en los diarios. Hereb pensaba en el precio, en lo costoso que era mantener un buen nombre rellenando desdeñosamente las paredes de su mansión con aquellas pinturas, cierto era que para él fuera del estilo clásico o el claro oscuro no admiraba para nada los trazos del impresionismo, furiosas pinceladas de color no hacían mella en él. Lo que el irlandés amaba eran los libros, las letras, la sensación sobrecogedora de muros forrados de cuero olorosos a polvo. Estaba en la galería , viendo los cuadros cada que se llevaba un trago a los labios para comprar, para regodearse con lo que los nobles, lo que los pares del reino no podían comprar, demostrar su capacidad monetaria, lo poco que le importaba el dinero y se burlaba con eso de ellos y su sangre azul.

Perezoso también sentía las miradas ávidas de las féminas, enredadas en sus piernas, trepándole por los muslos hasta el pecho y el rostro, bebían de él como él bebía del vino. Con el mismo placer y el mismo deseo. Y Hereb lo disfrutaba maliciosamente.
Inclinando al frente, una vez que estuvo frente a un potente desnudo masculino ladeo la cabeza como un felino, como si dentro de la pintura se encontraba atrapado el significado oculto y verdadero de la virilidad.

—¿Qué eres y como debo explicarte?—Susurró al cuadro, levantando una mano para rozar a un joven curador que se encontraba nerviosamente en la sala, a la espera de atender a los compradores.—Eh, muchacho...

por **Soren Kaarkarogf** Sáb Jul 22, 2017 7:16 am

La suerte por fin le había sonreído desde que había decidido salir de la tierra y reinstalarse en la sociedad Parisina. Por supuesto no siendo un hombre supersticioso, Soren no confiaba su destino a los astros o a los mismísimos dioses, sin embargo haber conseguido ese trabajo como curador, (aunque fuera solamente por esa noche para remplazar al curador oficial cuyo tren se había retrasado en llegar desde Alemania) parecía un acto de procedencia divina.

Después de todo, el Vampiro no tenía conexiones en la alta sociedad como para que alguien le hubiese recomendado para el trabajo. Había sido todo por pura casualidad, el dueño de la galería había colocado un aviso buscando una persona con cierta experiencia en arte, para ese trabajo urgente y así era como, contra todo pronóstico, él había sido elegido para el remplazo.

Esa noche, previniendo que los visitantes del recinto vestirían elegantes trajes, le pidió a su mentor ropa prestada, pues su viejo abrigo y suéteres de lana no eran adecuados (y quería evitar que lo echaran a patadas por equivocación), así que esa noche iba vestido con un chaleco negro, camisa de satín blanca y corbatín azul oscuro, dándole cierta imagen de tener algo de dinero en el bolsillo, aunque su expresión no resultara altiva o digna como los distinguidos hombres de la clase alta.

Se giró cuando alguien le llamó por la espalda, había estado caminando al rededor del sitio con expresión nerviosa, deseando no tener que hablar mucho con la gente, (al menos de que se tratara de hablar de arte, claro, estaba, de lo contrario le iba fatal en el arte de la socialización humana), sus ojos azul claro se encontraron con los ojos familiares de un rostro que en el momento no supo reconocer y se tardó unos momentos en hablar.

- ¿Qué desea Monsieur...? - Se quedó a medio de la frase, porque a su memoria llegó el recuerdo de lo ocurrido semanas atrás, había tendido un encuentro bastante extraño con aquel humano, quien había descubierto su naturaleza vampírica gracias a que no había podido controlar su maldita sed. ¿Cómo podía ser posible? no supo si en realidad se trataba de la buena suerte o de una broma del destino - Ah... ¿en qué puedo... ayudarle monsieur? -

Quizás si disimulaba, ese hombre no se acordaría de él.

Kalos, kakos

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Re: Kalos, kakos