AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La Lune est jalouse de toi ~ Libre
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La Lune est jalouse de toi ~ Libre
Siete y media de la mañana. Sol entrando por la ventana. Toque de puerta. Entrada de enfermera –generalmente con una toalla en las manos-. Saludo cordial -45% cortesía, 55% falsedad-. Petición amable de que me vaya a bañar a la tina. Negativa por mi parte. Nueva petición reformulada de mejor manera –generalmente agregándole epítetos “halagadores”-. Segunda y última negativa mía –sólo lo hacía por molestar-. Nueva petición reformulada con amenazas casi imperceptibles. Termino cediendo. Baño. Desayuno. Mierda, mierda, mierda. Almuerzo. Más mierda. Horario de visitas, nadie viene. ¿Mierda?
Lancé el libro que estaba leyendo hacia un lado y dejé que un largo suspiro se escapara por mis labios. Fingir que estaba leyendo mientras recapitulaba los acontecimientos del día, no había sido para nada entretenido; sobre todo porque había descubierto que lo que había hecho era: nada. Total y absolutamente nada. Me acaricié la sien con algo de ansiedad. No quería perder el control, de verdad que no, estaba poniendo de mi parte esta vez para que los tratamientos funcionaran, me sacaran toda la mierda que me tenían que sacar y así poder, no sé…, regresar a la escuela de pintura. La de París, no tenía la metodología y los lujos de la universidad de Berlín pero era lo suficientemente aceptable como para querer inscribirme en ella. Una vez que saliera de allí, claro estaba.
Contemplé el reloj de la estancia, ¡maldito reloj! Quizá eran los medicamentes pero juraba por Leonardo Da Vinci que aquellas manecillas estaban sonando más fuerte que de costumbre. Tic, tac, tic, tac. ¡Argh! Tic tac y la madre que te parió. Deslicé la silla hacia atrás de mala gana haciendo un ruido que atrajo más de una mirada. ¿Dónde estaba Alfred? Dijo que iba a llegar a las tres y media de la tarde aunque, conociéndolo, seguro y se había perdido. Si no lo estimara tanto como lo estimaba, ya lo hubiera enviado al carajo y… traído de vuelta porque para ser sinceros no confiaba en nadie más que él.
Me levanté de mala gana y comencé a caminar rumbo a la recepción para buscarlo, seguramente era allí donde estaba preguntando en dónde quedaba el cuarto de Brendan C. Wulff, casi podía escucharlo. Bajé las escaleras, deteniéndome del barandalillo de latón, haciendo uso de mi temblorosa mano porque la otra estaba sentida por los sueros del día anterior. Grace, mi enfermera asignada, apareció como por arte de magia por el pasillo y llevaba una cantidad infinita de pastillas que, suponía, eran para mí. ¡Mierda! Seguro y la maldita se había enterado que era mi turno para recibir visitar e iba a torturarme para hacerme tomar todas aquellas basuras.
Doblé a la izquierda enseguida e ingresé al primer cuarto que encontré abierto. Un doctor acababa de salir, y bueno, no lo había dejado cerrado. –Maldita, maldita, maldita.- Me mantuve asomado por un pequeño espacio que dejé y, sólo pude respirar tranquilo, cuando vi su regordete trasero desaparecer. ¡Ja! Perra, no me iba a encontrar arriba.
Me acomodé el cuello de mi camisa para felicitarme por mi gran proeza y fue en ese momento en el que escuché un carraspeo a mis espaldas. ¡Qué mierda! ¿La gorda se había aparecido ahi dentro? Giré sobre mis talones esperando encontrarme sus verdes ojos mirándome con decepción pero… sólo me topé con un chico. Un chico delgado, de pelo largo –por debajo de los hombros- y que me miraba con cara de confusión. –Ehm… hola.- Lo saludé con mi terrible acento. –Normalmente no acostumbro a irrumpir en la privacidad de los cuartos pero… tuve mis motivos.- Tomé asiento en la camilla frente a la de él y lo analicé con la mirada. Luego de eso, salí rápidamente sintiéndome estúpido.
Alfred no había llegado aún ¿es que se había olvidado? Pensé en esperarlo sentado, pero la verdad es que necesitaba salir de la pocilga. Salí finalmente, y ya que me hube alejado unos metros, saqué unos cigarrillos que había conseguido con trucos. Lo calé un poco antes de darle el golpe, pero yo ya habia echado a andar hacia algunas calles más populosas esperando encontrar algún atractivo en mi día libre. Preferentemente hasta el anochecer.
Lancé el libro que estaba leyendo hacia un lado y dejé que un largo suspiro se escapara por mis labios. Fingir que estaba leyendo mientras recapitulaba los acontecimientos del día, no había sido para nada entretenido; sobre todo porque había descubierto que lo que había hecho era: nada. Total y absolutamente nada. Me acaricié la sien con algo de ansiedad. No quería perder el control, de verdad que no, estaba poniendo de mi parte esta vez para que los tratamientos funcionaran, me sacaran toda la mierda que me tenían que sacar y así poder, no sé…, regresar a la escuela de pintura. La de París, no tenía la metodología y los lujos de la universidad de Berlín pero era lo suficientemente aceptable como para querer inscribirme en ella. Una vez que saliera de allí, claro estaba.
Contemplé el reloj de la estancia, ¡maldito reloj! Quizá eran los medicamentes pero juraba por Leonardo Da Vinci que aquellas manecillas estaban sonando más fuerte que de costumbre. Tic, tac, tic, tac. ¡Argh! Tic tac y la madre que te parió. Deslicé la silla hacia atrás de mala gana haciendo un ruido que atrajo más de una mirada. ¿Dónde estaba Alfred? Dijo que iba a llegar a las tres y media de la tarde aunque, conociéndolo, seguro y se había perdido. Si no lo estimara tanto como lo estimaba, ya lo hubiera enviado al carajo y… traído de vuelta porque para ser sinceros no confiaba en nadie más que él.
Me levanté de mala gana y comencé a caminar rumbo a la recepción para buscarlo, seguramente era allí donde estaba preguntando en dónde quedaba el cuarto de Brendan C. Wulff, casi podía escucharlo. Bajé las escaleras, deteniéndome del barandalillo de latón, haciendo uso de mi temblorosa mano porque la otra estaba sentida por los sueros del día anterior. Grace, mi enfermera asignada, apareció como por arte de magia por el pasillo y llevaba una cantidad infinita de pastillas que, suponía, eran para mí. ¡Mierda! Seguro y la maldita se había enterado que era mi turno para recibir visitar e iba a torturarme para hacerme tomar todas aquellas basuras.
Doblé a la izquierda enseguida e ingresé al primer cuarto que encontré abierto. Un doctor acababa de salir, y bueno, no lo había dejado cerrado. –Maldita, maldita, maldita.- Me mantuve asomado por un pequeño espacio que dejé y, sólo pude respirar tranquilo, cuando vi su regordete trasero desaparecer. ¡Ja! Perra, no me iba a encontrar arriba.
Me acomodé el cuello de mi camisa para felicitarme por mi gran proeza y fue en ese momento en el que escuché un carraspeo a mis espaldas. ¡Qué mierda! ¿La gorda se había aparecido ahi dentro? Giré sobre mis talones esperando encontrarme sus verdes ojos mirándome con decepción pero… sólo me topé con un chico. Un chico delgado, de pelo largo –por debajo de los hombros- y que me miraba con cara de confusión. –Ehm… hola.- Lo saludé con mi terrible acento. –Normalmente no acostumbro a irrumpir en la privacidad de los cuartos pero… tuve mis motivos.- Tomé asiento en la camilla frente a la de él y lo analicé con la mirada. Luego de eso, salí rápidamente sintiéndome estúpido.
Alfred no había llegado aún ¿es que se había olvidado? Pensé en esperarlo sentado, pero la verdad es que necesitaba salir de la pocilga. Salí finalmente, y ya que me hube alejado unos metros, saqué unos cigarrillos que había conseguido con trucos. Lo calé un poco antes de darle el golpe, pero yo ya habia echado a andar hacia algunas calles más populosas esperando encontrar algún atractivo en mi día libre. Preferentemente hasta el anochecer.
Brendan C. Wulff- Humano Clase Alta
- Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 25/07/2017
Re: La Lune est jalouse de toi ~ Libre
"Alegrárame el mal de los mortales,
y yo en aquesto no tan inhumano
seré contra mi ser cuanto parece:
alegraréme , como hace el sano,
no de ver a los otros en los males,
sino de ver que dellos él carece."
Garcilaso de la Vega
y yo en aquesto no tan inhumano
seré contra mi ser cuanto parece:
alegraréme , como hace el sano,
no de ver a los otros en los males,
sino de ver que dellos él carece."
Garcilaso de la Vega
La noche había caído con la misma rapidez con la que él había salido de la Mansión, evitando con maestría a cualquiera de los sirvientes que le atosigaban con preguntas sobre dónde se encontraban sus hermanos. Si supiera la respuesta a eso, él mismo iría a buscarlos. Aquellos irresponsables habían huido del nido como ratas de un barco que se hunde.
El declive de su familia se veía venir, afortunadamente no eran los únicos, según sus fuentes, la familia Bordeaux también había desaparecido de la noche a la mañana. Quizás por eso aún se reía divertido con todas aquellas muertes entre ambas familias, porque a pesar de todo, el perro de los D'Auxerre seguía esperando fielmente en la Mansión.
Se detuvo delante de un escaparate iluminado aún con los dueños que recogían las telas en su interior. Contempló su rostro sobre el reflejo de un espejo que había cerca del cristal, sonrió para su gemelo y peinó sus cabellos con cierta coquetería. Casi podía ver allí a su hermano Sébastiane, la cruel mueca que bailaba en aquella sonrisa era idéntica a la suya. Aquel cinismo del que ya no le importa nada en el mundo.
Apartó sus ojos y se dedicó a continuar caminando sin mirar atrás para ver si el espejo aún conservaba algo de aquella parte cruel que se encargaba de ocultar incluso a sí mismo. No quería ver su pasado llamarle, tantas cosas que tenían a su maestro entre sus actos más destacables por maldad.
Pasó entre otras personas que descendían por una amplia calle peatonal, damas con hermosos abrigos cuidando, de sus frágiles y pálidas gargantas, que no se enfermasen con el traicionero frío que llegaba en los últimos meses del verano. Caballeros acompañándolas o caminando entre ellos, bromeando sobre alguna nueva maldad juvenil. Algún amor fugaz y absurdo con alguna sirvienta o viuda disponible. Incluso un perro que correteaba suelto disfrutando el ser perseguido por un sirviente preocupado y angustiado con perderlo de vista y ser despedido de su amo.
La maravillosa y concurrida ciudad parisina, con tantas hermosas criaturas que asustar y acorralar en un callejón solitario y sin salida, con esa deliciosa sangre en su interior.
Sacó uno de sus cigarrillos de dentro de su abrigo y se sorprendió al descubrir que sus cerillas no estaban donde siempre, junto al estuche de cigarrillos en el bolsillo de su chaleco, justo encima de su corazón. Debería haberlas olvidado su mozo de cuarto, tendría que recordarle a aquel vago que su presencia era lo suficiente importante como para que él jamás se olvidase de ningún detalle referente a ella. Entre las muchas cosas que le caracterizaban, la limpieza, la elegancia y moda, eran cosas que jamás pasaba por alto. Nunca.
Miró a su alrededor, pensando dónde iba a encontrar algo con el que encender aquel cigarrillo que sostenía entre los dedos. Fue entonces cuando dio con un joven que parecía disfrutar tanto como él de aquel paseo. No fue su belleza o animosidad lo que le atrajeron, sino el humo de su cigarrillo encendido.
- Disculpe caballero, ¿podría ayudarme? - Le dedicó una sonrisa sólo porque quería conseguir algo de fuego. Levantó su mano y le mostró su cigarro fino y delicado, hecho seguramente con las manos de esclavos negros.- ¿Tiene cerillas?
Brönte d'Auxerre- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 95
Fecha de inscripción : 18/04/2014
Re: La Lune est jalouse de toi ~ Libre
-Disculpe caballero ¿tiene cerillas?
Escuché una voz aterciopelada mis espaldas, que no pude dejar escapar la oportunidad, de darme cuenta de quién se trataba. Generalmente las conversaciones que yo no iniciaba, las mandaba a tomar por saco ya que no me interesaban en lo más mínimo, pero esa voz gallarda y aterciopelada que me pedía ayuda, no podía dejarla pasar desapercibida. Además se trataba de un hombre alto bien parecido que necesitaba mi ayuda, y yo tan noble y buen mozo que era (JA!) tenía que sacarlo del apuro. Era mi oportunidad de buscar un motivo que prometiera un tanto de distracción aquella noche, porque ya lo era. Las escasas estrellas en el alto cielo así lo dictaminaban.
-Claro, permítame.
Rebusqué entrar mis ropas una cerilla nueva. No es que tuviera demasiadas, porque el contrabando dentro del sanatorio había estado en las flacas las últimas semanas, pero desprenderme de mis tesoros por algo de plática de un sujeto que parecía medianamente cuerdo, valía la pena. Harto estaba de escuchar los gritos de los locos del pasillo de abajo o de los ronquidos del paciente del cuarto de a lado, que traspasaba las gruesas paredes, guiando su molesta sonoridad hasta mis oídos.
El maldito pedazo de madera se negaba salir de mi bolsillo, pero ¡era la única que tenía! Ésto iba a costarme tres meriendas, y no es que la comida fuera un manjar de hecho era una mierda, más comida era comida y el vicio aparte. La encendí y le ofrecí fuego de prisa.
-¡Vaya noche aburrida! ¿no? -una vez su cigarrillo encendió, apagué el trozo de madera con avidez y lo guardé con disimulo, tal vez pudiera hacerlo arder un par de veces más mediante algún truco. -Para tratarse de París hay poco movimiento ¿no le parece? -las palabras salieron una a una en el orden adecuado, tratando de que mi acento no me delatara.
Escuché una voz aterciopelada mis espaldas, que no pude dejar escapar la oportunidad, de darme cuenta de quién se trataba. Generalmente las conversaciones que yo no iniciaba, las mandaba a tomar por saco ya que no me interesaban en lo más mínimo, pero esa voz gallarda y aterciopelada que me pedía ayuda, no podía dejarla pasar desapercibida. Además se trataba de un hombre alto bien parecido que necesitaba mi ayuda, y yo tan noble y buen mozo que era (JA!) tenía que sacarlo del apuro. Era mi oportunidad de buscar un motivo que prometiera un tanto de distracción aquella noche, porque ya lo era. Las escasas estrellas en el alto cielo así lo dictaminaban.
-Claro, permítame.
Rebusqué entrar mis ropas una cerilla nueva. No es que tuviera demasiadas, porque el contrabando dentro del sanatorio había estado en las flacas las últimas semanas, pero desprenderme de mis tesoros por algo de plática de un sujeto que parecía medianamente cuerdo, valía la pena. Harto estaba de escuchar los gritos de los locos del pasillo de abajo o de los ronquidos del paciente del cuarto de a lado, que traspasaba las gruesas paredes, guiando su molesta sonoridad hasta mis oídos.
El maldito pedazo de madera se negaba salir de mi bolsillo, pero ¡era la única que tenía! Ésto iba a costarme tres meriendas, y no es que la comida fuera un manjar de hecho era una mierda, más comida era comida y el vicio aparte. La encendí y le ofrecí fuego de prisa.
-¡Vaya noche aburrida! ¿no? -una vez su cigarrillo encendió, apagué el trozo de madera con avidez y lo guardé con disimulo, tal vez pudiera hacerlo arder un par de veces más mediante algún truco. -Para tratarse de París hay poco movimiento ¿no le parece? -las palabras salieron una a una en el orden adecuado, tratando de que mi acento no me delatara.
Brendan C. Wulff- Humano Clase Alta
- Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 25/07/2017
Re: La Lune est jalouse de toi ~ Libre
Son siempre las amistades
las que te empujan al vicio
causando un gran estropicio
llegando incluso a maldades.
Alejandro O. de León Soto
las que te empujan al vicio
causando un gran estropicio
llegando incluso a maldades.
Alejandro O. de León Soto
Estaba de suerte, aquel desconocido había cedido con facilidad su cerilla. Debía formar parte de aquel grupo de gente educada que respondía a todos los que necesitaban ayuda, ¿Cómo los llamaban los cristianos, "buenos samaritanos"?. Aquella religión iba a ser muy divertida si realmente todos iban a poner la otra mejilla y amarse los unos a otros como hermanos. Quizás debería presentarles a su familia para que entendieran que, a veces, eso de ser hermanos, no siempre era algo bueno.
Se inclinó hacia él para que pudiera encenderle el cigarro con mayor facilidad, a veces le sorprendía ver cómo algunas personas tomaban algunos de sus gestos como algo amenazador, así que solía ser lento para que no se asustaran. ¿O quizás era que se olvidaba de que " era humano " y se movía con tanta rapidez que parecía haberse teletransportado para alguien no sobrenatural? Era difícil contener siempre sus poderes o habilidades, más cuando a él no le importaba que la gente supiera que era extraño o un monstruo. Pero le debía respeto a su familia, no podía dejar que hubiera una caza de vampiros sólo porque a él le encantaba ver el miedo en los ojos de los demás.
Inhaló parte del humo de su cigarrillo, tomando unos segundos de tranquilidad antes de responder. Le gustaba practicar ciertos rituales, como el cerrar sus ojos a la primera calada de un cigarrillo, llenar su garganta de humo, saboreando lentamente aquel veneno, antes de exhalar y dejar aquella perniciosa bruma blanquecina en el aire.
- Gracias - Su sonrisa se había ladeado hacia uno de los costados de su boca, haciéndole parecer un diablillo pícaro. Le gustaba aquel chico, parecía no tener los suficientes modales como para ocultar sus ansias de explorar la noche parisina. Debía ser uno de esos jóvenes ricos que sólo querían diversión y alcohol.
- En realidad, caballero, creo que se encuentra simplemente en la calle equivocada.- Rió y le indicó con su cabeza el noroeste de la ciudad. - Los bares suelen estar por allí, tenía pensado tomar algo de vino como entrante y después tomar algo más consistente como un buen bourbon de plato principal. - Se apartó hacia un lado para poder colocarse cerca de Brendan, caminar a su lado le permitiría seguirle el paso y no forzarle a corretear por París.
- Si me lo permite, me gustaría invitarle a algo a cambio de su cerilla. No podría permitirme la descortesía de no devolverle el favor. - Le guiñó un ojo y comenzó a caminar hacia alguno de sus bares favoritos, llegarían con suerte en una media hora de caminata, así podría saber si aquel joven era sólo un estúpido aristócrata más o alguien divertido con el que pasar algo del tiempo de su noche, antes de regresar de nuevo a la Mansión D'Auxerre y trabajar en formas de esconder su ataúd sin que nadie lo molestase en una temporada.
Brönte d'Auxerre- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 95
Fecha de inscripción : 18/04/2014
Re: La Lune est jalouse de toi ~ Libre
Música para mis oídos. ¡MÚSICA! Música, música, ¡bebida gratis por encender un cigarro! ¿Creen que iba a dejar semejante oportunidad? Ni en mis peores momentos de locura lo dejaría ir. Pero también tenía hambre. El plato del hospital con una sustancia extraña dentro no me daba buena espina. Como me negaba a tomar mis medicamentos estaba completamente seguro de que me lo molían con toda esa mierda de color verde.
-Acepto el trago, pero antes quiero comer algo. No he probado nada decente en semanas. Mis padres no han podido alimentarme como es debido. - armé mi cara con esa mueca de indigente muerto de hambre que nunca fallaba. Mi letal y efectiva arma secreta. ¡Jo! Yo era todo un manipulador de emociones. Debí haber sido actor, abogado, o cualquier otra cosa, menos pintor. O quién sabe...
Comencé a andar a su lado. El tipo caminaba bastante rápido, a grandes zancadas. Dos de mis pasos hacían uno de él. Intentaba ser agradable medianamente para ganarme un buen plato con mucha grasa. Estaba prácticamente en los huesos, un poco famélico, como una auténtica tripa parada que caminaba como muerto viviente.
-¿Camina frecuentemente por aquí? Porque podría encenderle el cigarrillo cada vez que venga por ésta calle. ¡Tómala! Si decía que si, aseguraba comida. Si no, estaba jodido, porque era la primera vez que conseguía un resultado a cambio de casi nada. Allá en el loquero tenías que entregar la virginidad prácticamente. ¡Ah no! Yo trataba de ser un buen negociante, así habían sido mis primeras relaciones con hombres, siendo yo el que llevaba la batuta, eso si, todos menores que yo.
-¿A qué se dedica? ¿Es policía? - esperaba que no, pero tenía una pinta de chico malo, de aquí a cinco bloques más allá.
-Acepto el trago, pero antes quiero comer algo. No he probado nada decente en semanas. Mis padres no han podido alimentarme como es debido. - armé mi cara con esa mueca de indigente muerto de hambre que nunca fallaba. Mi letal y efectiva arma secreta. ¡Jo! Yo era todo un manipulador de emociones. Debí haber sido actor, abogado, o cualquier otra cosa, menos pintor. O quién sabe...
Comencé a andar a su lado. El tipo caminaba bastante rápido, a grandes zancadas. Dos de mis pasos hacían uno de él. Intentaba ser agradable medianamente para ganarme un buen plato con mucha grasa. Estaba prácticamente en los huesos, un poco famélico, como una auténtica tripa parada que caminaba como muerto viviente.
-¿Camina frecuentemente por aquí? Porque podría encenderle el cigarrillo cada vez que venga por ésta calle. ¡Tómala! Si decía que si, aseguraba comida. Si no, estaba jodido, porque era la primera vez que conseguía un resultado a cambio de casi nada. Allá en el loquero tenías que entregar la virginidad prácticamente. ¡Ah no! Yo trataba de ser un buen negociante, así habían sido mis primeras relaciones con hombres, siendo yo el que llevaba la batuta, eso si, todos menores que yo.
-¿A qué se dedica? ¿Es policía? - esperaba que no, pero tenía una pinta de chico malo, de aquí a cinco bloques más allá.
Brendan C. Wulff- Humano Clase Alta
- Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 25/07/2017
Re: La Lune est jalouse de toi ~ Libre
Aquel muchacho era un descarado, realmente no se contenía a la hora de pedir cosas. Lo cual no terminaba por desagradarle del todo, es más, era tan familiar para él las personas que hacían pucheros para intentar manipularlo, que casi podía sentirse " como en casa ". Así que asintió lentamente como si creyese realmente que alguien como él no tenía alguna persona débil de carácter que cediera a esos magníficos gestos adolescentes.
- Puedes comer mientras yo bebo, siempre y cuando seas lo suficientemente educado en la mesa como para que no desee echarte de ella de una patada - Sonrió con una dulzura que daba más veracidad a sus palabras. No había cosa que odiara más que las criaturas sucias, maleducadas y pestilentes. El muchacho cumplía el requisito de ser aseado y divertido como para distraerlo un poco, sólo rezaba porque supiera usar los cubiertos y el uso de las servilletas de tela.
El tiempo era realmente agradable incluso en aquellas fechas, podía ver a algunas personas caminar animadamente con sus periódicos debajo de los brazos, casi correteando de regreso a sus casas. Seguramente buscarían lo mismo que aquel desconocido que hablaba con ánimo a su lado, era sorprendente la inocencia de la juventud. Esa forma de fluir hacia el peligro como un animal hacia el matadero, sin siquiera plantearse lo mal que podría terminar la noche o si realmente lo iba a acompañar a un bar y no a un callejón oscuro.
- ¿Estás ofreciéndote como joven de las cerillas? - Se rió sólo de imaginarlo cargando aquellas piezas de madera, vendiéndolas sólo por algunas monedas que servirían para darle algo de comida al final del día. - No sé si eres muy inteligente o demasiado descuidado.
Sacudió su cabeza sin querer profundizar más en aquello, no era su asunto la forma en la que decidían ir a la muerte los demás. Él había elegido en su momento la forma en la que quería vivir, lo que jamás volvería a permitirle a nadie hacer y la aceptación completa de que cometería muchos errores.
- ¿Policía? - Eso aumentó el ritmo de sus carcajadas, realmente era un chico interesante. - Por supuesto que no, jamás serviría para decirle a los demás que sean buenos samaritanos.- Llevó su cigarro de nuevo a sus labios y los apretó para sujetarlo. Tenía que recordar aparentar humano, así que frotó sus manos en un gesto simple, pareciendo que intentaba darles calor. Solía hacer taradas similares cuando sentía que llevaba mucho tiempo haciendo cosas simples como caminar como una tabla sin respirar.
- Sólo soy un aburrido empresario y amante de las ciencias. Viajo de aquí para allá sin rumbo definido. - El cigarrillo danzó entre sus labios mientras hablaba, hasta que volvió a recogerlo entre sus dedos para soltar el humo que había recogido con otra calada. - Nada interesante, ¿ Y tú jovencito, con qué ocupas tu tiempo ?
- Puedes comer mientras yo bebo, siempre y cuando seas lo suficientemente educado en la mesa como para que no desee echarte de ella de una patada - Sonrió con una dulzura que daba más veracidad a sus palabras. No había cosa que odiara más que las criaturas sucias, maleducadas y pestilentes. El muchacho cumplía el requisito de ser aseado y divertido como para distraerlo un poco, sólo rezaba porque supiera usar los cubiertos y el uso de las servilletas de tela.
El tiempo era realmente agradable incluso en aquellas fechas, podía ver a algunas personas caminar animadamente con sus periódicos debajo de los brazos, casi correteando de regreso a sus casas. Seguramente buscarían lo mismo que aquel desconocido que hablaba con ánimo a su lado, era sorprendente la inocencia de la juventud. Esa forma de fluir hacia el peligro como un animal hacia el matadero, sin siquiera plantearse lo mal que podría terminar la noche o si realmente lo iba a acompañar a un bar y no a un callejón oscuro.
- ¿Estás ofreciéndote como joven de las cerillas? - Se rió sólo de imaginarlo cargando aquellas piezas de madera, vendiéndolas sólo por algunas monedas que servirían para darle algo de comida al final del día. - No sé si eres muy inteligente o demasiado descuidado.
Sacudió su cabeza sin querer profundizar más en aquello, no era su asunto la forma en la que decidían ir a la muerte los demás. Él había elegido en su momento la forma en la que quería vivir, lo que jamás volvería a permitirle a nadie hacer y la aceptación completa de que cometería muchos errores.
- ¿Policía? - Eso aumentó el ritmo de sus carcajadas, realmente era un chico interesante. - Por supuesto que no, jamás serviría para decirle a los demás que sean buenos samaritanos.- Llevó su cigarro de nuevo a sus labios y los apretó para sujetarlo. Tenía que recordar aparentar humano, así que frotó sus manos en un gesto simple, pareciendo que intentaba darles calor. Solía hacer taradas similares cuando sentía que llevaba mucho tiempo haciendo cosas simples como caminar como una tabla sin respirar.
- Sólo soy un aburrido empresario y amante de las ciencias. Viajo de aquí para allá sin rumbo definido. - El cigarrillo danzó entre sus labios mientras hablaba, hasta que volvió a recogerlo entre sus dedos para soltar el humo que había recogido con otra calada. - Nada interesante, ¿ Y tú jovencito, con qué ocupas tu tiempo ?
Brönte d'Auxerre- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/04/2014
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