AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Chamaemelum nobile
2 participantes
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Chamaemelum nobile
"Los gatos no tenemos nombre [...]. Vosotras, las personas,
tenéis nombre porque no sabéis quiénes sois.
Nosotros sabemos quiénes somos,
por eso no necesitamos nombres"
Neil Gaiman "Coraline"
tenéis nombre porque no sabéis quiénes sois.
Nosotros sabemos quiénes somos,
por eso no necesitamos nombres"
Neil Gaiman "Coraline"
Podía decirse que Tsetsé acababa de asesinar todo retazo de dignidad que le quedaba nada más robar del comedor comunitario. Lo gracioso, sin embargo, si podía decirse que era divertido, es que ni si quiera se había percatado de que podía haber obtenido la comida gratis. Sin embargo, ya era demasiado tarde. Cruzaba el norte de París con intención se hallar un lavadero en el que poder desinfectar la escasa ropa que tenía cuando el aroma del guiso explotó placentera y urgente en su nariz. La necesidad hizo rugir su estómago y salivar su boca. Cuando se quiso dar cuenta, estaba colándose por la ventana, oculta tras una de sus ilusiones para robar uno de aquellos deliciosos platos. Se escabulló por lo que creo ser la parte trasera del edificio, sin embargo, al dar de bruces con una inmensa cola de gente esperando se cercioró de su despiste. Hubiese sido doblemente humillante de no haber estado oculta por su brujería. Sin embargo, ahí estaba, parada, observando como personas de su misma condición esperaban para ser alimentadas. Tsetsé gruñó por lo bajo y se retiró a una callejuela oculta por árboles y arbustos. En silencio, devoró su pollo. ¡Delicioso! Hacía…Ni si quiera sabía cuándo había sido la última vez que había comido algo así. No era como si lo recordara. Le propinó otro mordisco y su estómago respondió con un gruñido. Gruñidos extraños como poco. Tan extraños que parecían maullidos. Tsetsé alzó las pestañas y ahí estaba. Un felino, negro como el carbón y tan desamparado como ella. Sus ojos ambarinos se clavaron en los propios y volvió a maullar, hambriento. La bruja separó el pollo de sus labios y se lo tendió. La soledad venció al hambre.
Durante los siguientes días, regresó al comedor social. Esta vez, sin la necesidad de robar algo que ofrecían. Sin embargo, siempre llevaba consigo algo de comida para ofrecérsela a su nuevo amigo.
―¿Tú también estas solo? ―le preguntó.
El gato respondió entre maullidos mientras devoraba los últimos trozos de pescado.
El domingo, el minino no regresó.
Y el lunes, lo hizo cuando Tsetsé estaba a punto de marcharse. Pero no lo hizo como siempre. Su caminar era torpe y esta vez sus escandalosos maullidos iban acompañados con un deje triste. Estaba cojo. Tsetsé le ofreció las migajas de pan untado que había traído consigo y el gato se acercó a duras penas. Sintió lastima, tanta que hundió la mano en su pequeño bolso para extraer el botiquín que siempre llevaba consigo desde que se topó con Herman. Extrajo manzanilla seca y un minimalista bote de cristal que calentó con unas efímeras palabras. Humedeció el paño envuelto alrededor de la manzanilla y lo aplicó a la pata del animal. El gato bufó y ella tuvo que sujetarlo, obteniendo un arañazo como recompensa. La manzanilla era cicatrizante y ayudaba que la herida se cerrase y desinfectara con mayor velocidad, sin embargo, no podía explicar eso a un animal, que el único idioma que entendía era el del dolor. Cerró los ojos, evocando las palabras, lejanas y familiares, de modo que aceleró el proceso. Pronto, el animal dejó de pelear para comenzar a ronronear entre sus brazos. Complacida, Tsetsé lo acarició bajo la barbilla. Ni si quiera se percató de la presencia de otra persona hasta que escuchó el chasquido de las ramas tras de sí. Alarmada, levantó la vista, preguntándose si dicho visitante habría encontrado sospechoso la facilidad con la que había curado al felino.
Con suerte, simplemente le echarían la bronca por sacar la comida del comedor a la calle. Esperaba no meterse en problemas.
Otra vez.
Tsetsé Verte- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 13/05/2017
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Re: Chamaemelum nobile
"A veces la única forma de superar la adversidad,
es imaginarse como sería el mundo
si nuestros sueños se hicieran realidad"
Arthur Golden "Memorias de una Geisha"
es imaginarse como sería el mundo
si nuestros sueños se hicieran realidad"
Arthur Golden "Memorias de una Geisha"
Hacía ya tiempo que apenas tenía un poco de respiro desde que había vuelto a empezar a trabajar en el museo, miré los papeles que había sobre la mesa y mis dientes mordieron con suavidad la pluma que sostenía entre mis dedos mientras repasaba todos y cada uno de los artefactos y reliquias que se enumeraban en aquella lista, una que debía de repasar en la semana que entraba. Anoté algo al final de la hoja para que no se me olvidara, dejé la hoja sobre el escritorio y la pluma en el tintero solo para lanzar un suspiro y mirar al techo un par de segundos. Estaba cansada, después de mi regreso de Egipto en aquel viaje para el museo donde tuve que catalogar ciertas reliquias que se habían encontrado y que el museo quería verificar que eran ciertos antes de exponerlos, apenas había parado. Era la única que el museo tenía que trabajaba en el departamento de antigüedades egipcias, la gente le gustaba más las que procedían de su cultura y de la romana y griega, la mía había que decir que era más complicada por los jeroglíficos, pero no por ello menos interesante o hermosa. Si a eso le sumabas que entre el trabajo que tenía que hacer, que me llevaba casi todo el día salvo cuando inusualmente salía una tarde muy temprano, estaba organizando mi boda. Si echaba la vista atrás a tan sólo un par de años cuando mi vida era completamente diferente, y alguien me hubiera dicho que me iba a casar... me habría reído en su cara.
Básicamente porque antes, cuando quedé relegada a ser una cortesana por infortunios de la vida, jamás habría pensado que llegaría a casarme y mucho menos a obtener la libertad para hacer lo que realmente quería: seguir los pasos de mi padre y convertirme en egiptóloga. Bien, dos años más tarde y tras muchos baches que cambiaron mi vida por completo y en los que casi la había perdido ahí me encontraba; en mi propio despacho y a falta de tres semanas para casarme. Cerré los ojos dejando mi espalda apoyada contra la silla y suspiré, organizar una boda con tan poco tiempo para dedicarme a la misma me estaba agotando aunque por suerte contaba con ayuda. Unos golpes en la puerta llamaron mi atención relegando mis pensamientos para dar un “adelante” viendo a uno de mis compañeros de trabajo en el museo asomar su rostro para mirarme de forma fija. Él se encargaba de otro departamento pero su oficina quedaba justo enfrente de la mía y me pregunté qué querría exactamente, a veces le mandaban por error alguna que otra caja que era para mí y temí, por unos breves segundos, que se tratara de eso.
-Oh, dime que no se trata de otra caja extraviada otra vez –hubo un poco de pesar en mi voz, no me quejaba de mi trabajo, pero tenía faena acumulada y no veía el momento de ponerme al día para salir antes y dedicar algo más de tiempo a mí boda, mi compañero simplemente sonrió y negó con la cabeza. No lo pude evitar, suspiré de alivio cuando negó mis palabras.
-Sólo venía a decirte que es tarde y que están a punto de cerrar -¿ya era la hora del cierre? Cuando me enfrascaba perdía la noción del tiempo totalmente- deberías de ir a casa y descansar, se te nota cansada –sonreí de forma vaga y recogí los papales del escritorio para levantarme y coger el bolso.
-Últimamente apenas tengo tiempo entre el trabajo y la boda –me acerqué a la puerta y pude ver una sonrisa algo pícara en sus labios, algo que me hizo sonreír levemente- ¿qué, en qué andas pensando?
-En que creo que hay algo más que te tiene entretenida... –dejó caer el comentario con gracia y, ciertamente, me reí porque también tenía razón, ¿para qué negar que mi prometido influía en eso? Negué con la cabeza divertida.
-Quizás la próxima vez que lo veas se lo puedes preguntar tú mismo... –entre risas salimos del museo despidiéndonos en la puerta y me encaminé hacia casa, no me di mucha prisa por llegar dejando que la leve brisa de la noche me despejara un poco de estar casi todo el día encerrada, sino el museo mi casa. Respiré con fuerza bajo esa noche estrellada con la luna de testigo pensando en el estrés que se me venía encima, sumado al nerviosismo conforme se fuera acercando la fecha. Estaba totalmente distraída en mis pensamientos dejando que mis pies que ya conocían el camino a casa me guiaran, esa noche tomé un atajo que me permitiría llegar antes a casa y fue entonces cuando sin quererlo me encontré con la escena que tenía frente a mí. Casi siempre pasaba cerca de aquel comedor social al que por fortuna no había tenido que acudir nunca a él pero esa vez me desvié por el callejón contiguo para contemplar a una joven arrodillada en el suelo con un pequeño bolso al lado, su piel era algo morena y su cabello castaño que brillaba bajo los haces plata de la luna que iluminaban el callejón. Mis ojos observaron como la joven con delicadeza y cuidado, a pesar de que el gato se revolvía entre sus brazos, parecía curarle una herida que tenía mientras la oía murmurar unas palabras que no entendí pero supe lo que estaba haciendo: magia. Conocía la magia aunque yo no pudiera practicarla nunca, me habían enseñado a curar algunas heridas pero ni de lejos mis conocimientos eran amplios en esa gama, de hecho, teniendo en cuenta que mi prometido era propenso a sufrir heridas... ya había pensado en volver a que me enseñaran de nuevo, nada de magia por supuesto, pero si remedios y hierbas que pudiera utilizar en su lugar. Me delaté cuando pisé una de las ramas que había en el lugar, centrada en ver lo que la joven hacía con el gato negro y cuando sus ojos se centraron en los míos me pregunté, por un momento, si pensaría que iba a hacerle algo... así que sonreí, de forma sincera, y me paré a unos pasos contemplándolos a ambos, viendo el botecito que había en el suelo, el paño alrededor de la pata del minino y como este parecía dejarse hacer por la joven, me agaché despacio quedando a la altura de ambos y le sonreí a la joven acariciando levemente al gato, me recordaba al que tuve hacía unos años y que falleció por la edad, era igual de negro con aquellos ojos ambarinos que me miraban de forma fija. Adoraba ese tipo de actos, tan nobles, tan desinteresados... decían demasiado de una persona- me parece muy noble lo que has hecho por el gato, tuviera lo que tuviera –mis ojos entonces se centraron en los de la joven sin quitar mi sonrisa- me llamo Naitiri –en ese momento me fijé en sus ropas, algo que denotaba que quizás no estaba en ese callejón cerca del comedor por casualidad y me mordí el labio, a veces la vida nos ponía en situaciones adversas que debíamos de convivir y superar.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Chamaemelum nobile
“Me parece muy noble lo que has hecho por el gato, tuviera lo que tuviera. Me llamo Natiri”
La muchacha se había levantado veloz, como un animal salvaje recién descubierto en su hábitat natural. Sin embargo, las palabras de la desconocida consiguieron calmarla. Su tenue voz la sobrecogió por un instante, desarmándola y, Tsetsé se detuvo. Sin duda había visto cosas extrañas, hechos insólitos y criaturas turbulentas, sin embargo, hasta el momento no había dado con nadie con una belleza tan única como la de la muchacha que tenía frente a ella. Era...exótica, por decirlo de algún modo. La bruja ladeó el rostro con curiosidad. Después, sus ojos descendieron por las galas de la muchacha, pulcras y elegantes. Fue entonces cuando comenzó a mirar tras de sí, nadie con aquel tipo de porte se acercaba a ella si no era con intenciones maquiavélicas, por eso probablemente no se estuviera dirigiendo a ella. Sin embargo, detrás no había nadie. Miró a la muchacha de nuevo, sus ojos clavados en su rostro. No podía comprender, porqué le hablaba a ella. Probablemente estaría loca, Tsetsé lo decidió así. Había pasado suficiente tiempo en París como para aprender que nadie quería mezclarse con los de su calaña. Esa mujer debía de ser una demente.
La bruja se encogió de hombros ligeramente y dio un paso atrás. Puede que fuera una asesina en serie. O puede que estuviera exagerando y realmente se tratara de una buena persona de clase alta. De cualquier modo, mientras rondaba todas aquellas posibilidades, había pasado el tiempo suficiente como para que la situación comenzara a tornarse incomoda. Perfecto. Ahora parecía ella la loca. Se apresuró a responder. A pesar de que su francés no era perfecto, comenzaba a comprender más de lo que se hubiese creído capaz. Hablarlo, le costaba más que comprenderlo. Sin embargo, sabía dar las gracias y presentarse.
─Gracias─ musitó con un marcado acento─. Tsetsé.
Esbozó una sonrisa trémula, tan oxidada que le recordó su gran ausencia de interacción social. Ni si quiera sabía cómo se saludan cortésmente en París. Aunque para ser sinceros, tampoco recordaba como lo hacían en España.
El felino maulló junto a ella y lamió su pierna. Después se limpió las uñas giró sobre sus zarpas para alejarse. Quizás ella también debería marcharse. Aquella situación comenzaba a tornarse todavía más incómoda si era posible. La desconocida la miraba de una forma extraña, algo que la descolocaba. No tenía intenciones hostiles, lo habría percibido. Quiso explicar que se marchaba, pero no conocía suficiente vocabulario como para dar explicaciones así que simplemente dijo:
─Adiós.
Y se dio la vuelta para marcharse de forma apresurada. Al parecer estaba tan poco acostumbrada a ser abordada por personas que no fueran hombres lascivos o borrachos, que no sabía lidiar con una persona normal y corriente.
Definitivamente, la loca era ella.
La muchacha se había levantado veloz, como un animal salvaje recién descubierto en su hábitat natural. Sin embargo, las palabras de la desconocida consiguieron calmarla. Su tenue voz la sobrecogió por un instante, desarmándola y, Tsetsé se detuvo. Sin duda había visto cosas extrañas, hechos insólitos y criaturas turbulentas, sin embargo, hasta el momento no había dado con nadie con una belleza tan única como la de la muchacha que tenía frente a ella. Era...exótica, por decirlo de algún modo. La bruja ladeó el rostro con curiosidad. Después, sus ojos descendieron por las galas de la muchacha, pulcras y elegantes. Fue entonces cuando comenzó a mirar tras de sí, nadie con aquel tipo de porte se acercaba a ella si no era con intenciones maquiavélicas, por eso probablemente no se estuviera dirigiendo a ella. Sin embargo, detrás no había nadie. Miró a la muchacha de nuevo, sus ojos clavados en su rostro. No podía comprender, porqué le hablaba a ella. Probablemente estaría loca, Tsetsé lo decidió así. Había pasado suficiente tiempo en París como para aprender que nadie quería mezclarse con los de su calaña. Esa mujer debía de ser una demente.
La bruja se encogió de hombros ligeramente y dio un paso atrás. Puede que fuera una asesina en serie. O puede que estuviera exagerando y realmente se tratara de una buena persona de clase alta. De cualquier modo, mientras rondaba todas aquellas posibilidades, había pasado el tiempo suficiente como para que la situación comenzara a tornarse incomoda. Perfecto. Ahora parecía ella la loca. Se apresuró a responder. A pesar de que su francés no era perfecto, comenzaba a comprender más de lo que se hubiese creído capaz. Hablarlo, le costaba más que comprenderlo. Sin embargo, sabía dar las gracias y presentarse.
─Gracias─ musitó con un marcado acento─. Tsetsé.
Esbozó una sonrisa trémula, tan oxidada que le recordó su gran ausencia de interacción social. Ni si quiera sabía cómo se saludan cortésmente en París. Aunque para ser sinceros, tampoco recordaba como lo hacían en España.
El felino maulló junto a ella y lamió su pierna. Después se limpió las uñas giró sobre sus zarpas para alejarse. Quizás ella también debería marcharse. Aquella situación comenzaba a tornarse todavía más incómoda si era posible. La desconocida la miraba de una forma extraña, algo que la descolocaba. No tenía intenciones hostiles, lo habría percibido. Quiso explicar que se marchaba, pero no conocía suficiente vocabulario como para dar explicaciones así que simplemente dijo:
─Adiós.
Y se dio la vuelta para marcharse de forma apresurada. Al parecer estaba tan poco acostumbrada a ser abordada por personas que no fueran hombres lascivos o borrachos, que no sabía lidiar con una persona normal y corriente.
Definitivamente, la loca era ella.
Tsetsé Verte- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 13/05/2017
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Re: Chamaemelum nobile
Podía ver cierta sorpresa en el rostro de la joven quien no se había percatado de mi presencia, había estado tan sumida ayudando al gato que había en aquel callejón que ni se había dado cuenta de que había alguien más en el lugar y que vi lo que hizo con el gato para curarlo. Pocas personas se paraban a ayudar a un animal callejero como eran los gatos y los perros, pocas personas les importaba lo que les sucediera y les pasara y lo cierto es que había sido un gesto muy noble aun cuando quizás ella también necesitara cierta ayuda, se podía ver por los ropajes que llevaba y por el lugar donde se encontraba, sin embargo había curado al gato que ahora quedaba junto a su pierna como si no le hubiera pasado nada, lamía sus uñas despreocupado y ajeno totalmente a lo que estaba pasando a su alrededor. Mis ojos se centraron en la joven que tenía frente a mí notando que esta me recorría con la mirada, quizás podría pensar que me había acercado por algún motivo en concreto o porque quería molestarla de alguna manera, era consciente del lugar donde estábamos y sobre todo de la gente que acudía a ese comedor que quedaba en la calle de atrás, no hacía falta ser demasiado elocuente para comprender que ella acudía a ese comedor, pero sin embargo lo que me había fascinado era lo que hizo por el felino. Pude ver cómo miraba tras mi espalda quizás esperándose encontrar a alguien pero no era esa la situación, estaba yo sola y aunque había sido algo arriesgado el acercarme de esa forma porque no sabía cómo podía reaccionar ella le sonreí de forma tranquila intentando, en parte, tranquilizarla a ella también para que viera que no tenía nada que temer conmigo, sabiendo que era hechicera poco podía hacer contra ella, por lo que tenía entendido los hechiceros podían ver las auras de las demás personas, quizás mirando la mía se diera cuenta de que no podía hacer ningún mal.
Mis palabras fueron básicamente a la acción que había hecho con el gato, me fijé algo más en ella dándome cuenta de que su tez también era algo morena aunque no tanto como la mía, sus ojos castaños me recorrieron por entera y no hice amago alguno cuando dio un paso hacia atrás, me quedé donde estaba de forma tranquila mientras esperaba que de alguna forma ella se presentara. Ante mis palabras se encogió de hombros como si lo que hubiera hecho por el gato no tuviera valor o importancia alguna, pero para mí que era una amante de los animales sí que le daba valor y le daba importancia, tenía una pastora belga negra llamada Isis que había recogido de la calle cuando tan solo tenía apenas tres meses, y antes de tenerla a ella había tenido un gato muy parecido al que había ahora en el callejón y que tras limpiar sus uñas se había ido dejándonos a las dos a solas con aquel silencio que se había instalado en aquel momento. Me dio las gracias y pude darme cuenta de que no era francesa por el marcado acento que tenía, lo que me dio a entender que quizás podría no conocer demasiado el idioma porque solo dijo un “gracias” y luego su nombré, francamente un nombre un tanto extraño pero que sonreí tras la presentación. Unos segundos más tarde un “adiós” fue todo lo que dijo antes de darse la vuelta para comenzar a caminar alejándose de allí.
-¡Espera! –Dije parándola al tomarla del brazo para que no se fuera, mi agarre no fue fuerte sino más bien suave, como un sutil toque para que no se marchara y en cuanto se giró para mirarme aparté mi mano para que no pensara que quería hacerle algo a ella pero no retrocedí tampoco- encantada, Tsetsé –dije tras su presentación y la miré- veo que no eres francesa –aunque tampoco sabía muy bien de dónde podría ser, pero entendía lo que era estar en una tierra desconocida con un idioma que no entendías demasiado bien, la sensación de sentirte perdida... la conocía, había aprendido el francés a base de palos y golpes cuando tan solo era una niña pequeña, sabía perfectamente por lo que estaba pasando. Por un momento me vi en la tesitura de que no sabía exactamente por qué la había parado, quizás porque en algún punto me recordó a cuando yo era pequeña, quizás porque al haberla visto curando a ese gato se me pasó la idea de que quizás ella podría enseñarme algo que yo desconocía, yo no sabía nada sobre magia pero sí sabía sobre curar, quizás ella pudiera enseñarme algo más sobre eso. Era una idea un tanto loca porque no nos conocíamos de nada pero ese gesto decía mucho más de ella sin duda alguna- yo.... me gustaría, bueno... –me mordí el labio porque ¿cómo le explicaba la idea loca que se me había ocurrido en aquel momento?- es una idea loca pero podemos ayudarnos –hice una pausa para ver si me seguía y me entendía- yo te ayudo con el idioma –hice por gestos o como pude por gestos- y tú me enseñas a curar –señalé su bolso y al gato que se había ido por el callejón corriendo- podemos ayudarnos –acabé esperando que me hubiera entendido algo de lo que le había dicho.
Mis palabras fueron básicamente a la acción que había hecho con el gato, me fijé algo más en ella dándome cuenta de que su tez también era algo morena aunque no tanto como la mía, sus ojos castaños me recorrieron por entera y no hice amago alguno cuando dio un paso hacia atrás, me quedé donde estaba de forma tranquila mientras esperaba que de alguna forma ella se presentara. Ante mis palabras se encogió de hombros como si lo que hubiera hecho por el gato no tuviera valor o importancia alguna, pero para mí que era una amante de los animales sí que le daba valor y le daba importancia, tenía una pastora belga negra llamada Isis que había recogido de la calle cuando tan solo tenía apenas tres meses, y antes de tenerla a ella había tenido un gato muy parecido al que había ahora en el callejón y que tras limpiar sus uñas se había ido dejándonos a las dos a solas con aquel silencio que se había instalado en aquel momento. Me dio las gracias y pude darme cuenta de que no era francesa por el marcado acento que tenía, lo que me dio a entender que quizás podría no conocer demasiado el idioma porque solo dijo un “gracias” y luego su nombré, francamente un nombre un tanto extraño pero que sonreí tras la presentación. Unos segundos más tarde un “adiós” fue todo lo que dijo antes de darse la vuelta para comenzar a caminar alejándose de allí.
-¡Espera! –Dije parándola al tomarla del brazo para que no se fuera, mi agarre no fue fuerte sino más bien suave, como un sutil toque para que no se marchara y en cuanto se giró para mirarme aparté mi mano para que no pensara que quería hacerle algo a ella pero no retrocedí tampoco- encantada, Tsetsé –dije tras su presentación y la miré- veo que no eres francesa –aunque tampoco sabía muy bien de dónde podría ser, pero entendía lo que era estar en una tierra desconocida con un idioma que no entendías demasiado bien, la sensación de sentirte perdida... la conocía, había aprendido el francés a base de palos y golpes cuando tan solo era una niña pequeña, sabía perfectamente por lo que estaba pasando. Por un momento me vi en la tesitura de que no sabía exactamente por qué la había parado, quizás porque en algún punto me recordó a cuando yo era pequeña, quizás porque al haberla visto curando a ese gato se me pasó la idea de que quizás ella podría enseñarme algo que yo desconocía, yo no sabía nada sobre magia pero sí sabía sobre curar, quizás ella pudiera enseñarme algo más sobre eso. Era una idea un tanto loca porque no nos conocíamos de nada pero ese gesto decía mucho más de ella sin duda alguna- yo.... me gustaría, bueno... –me mordí el labio porque ¿cómo le explicaba la idea loca que se me había ocurrido en aquel momento?- es una idea loca pero podemos ayudarnos –hice una pausa para ver si me seguía y me entendía- yo te ayudo con el idioma –hice por gestos o como pude por gestos- y tú me enseñas a curar –señalé su bolso y al gato que se había ido por el callejón corriendo- podemos ayudarnos –acabé esperando que me hubiera entendido algo de lo que le había dicho.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Chamaemelum nobile
Había escogido mal el nombre. Natiri no era la primera ni la última persona que lo hallaba chistoso. Tsetsé contuvo la necesidad de poner los ojos en blanco. Tarde era, para percatarse que todo aquello que consiguiera sería desacreditado por un nombre saleroso.
En cuanto a su situación, no supo que le hizo detenerse, escuchar a la desconocida y regresar sobre sus pasos para atender a sus palabras. En un día normal, no lo hubiese hecho, cuando la llamaban no era para nada bueno. Sin embargo, aquello era…diferentes, por decirlo de algún modo. Lo cierto era que la situación se le presentaba tan idílica, que la sospecha la consumió casi al instante. Ignoró su no amenazadora aura, inofensiva incluso y, la escrudiñó de arriba abajo.
Pero Natiri no se detuvo allí, sino que la volvió a sorprender con una inesperada oferta. La bruja frunció ligeramente el ceño, tensa, sin saber muy bien que hacer. No podía ser tan fácil, aquello olía a gato encerrado. Sin percatarse de ello, se halló a sí misma, dando vueltas alrededor de la desconocida, estudiándola, como quién no se fía lo suficiente como para esperar que tratara de desgarrarle la yugular de un momento a otro.
Tal vez todo aquello se tratase de un espejismo. Puede que se estuviera volviendo loca. Sí, debía de ser eso. A pesar de que últimamente había tenido la suerte de entrar en más contacto humano, seguía estando en periodo de adaptación. Sin duda, una mujer de aquel calibre no podía acercarse a una andrajosa como ella sin que se tratara de un espejismo. Un espejismo…muy real ya que casi podía degustar su perfume. La muchacha aspiró, ella también quería un perfume, un vestido, un cabello limpio…
No. No quería clases para aprender el idioma. Le bastaba con el día a día en aquella endiablada ciudad (más o menos). Lo que deseaba, era lo que ella tenía; un hogar, ropa decente…
Dignidad.
Puede que con algo así, incluso consiguiera apaciguar al monstruo de su interior. Silenciarlo. Hacer que se marchara para siempre. Era un riesgo que podía tomar.
Dio dos pasos más y se detuvo frente a la muchacha, que continuaba esperando una respuesta. Al fin, esbozó una pequeña sonrisa, complaciente.
─Vale…No idioma…─consiguió balbucear─. Dinero─ añadió resuelta.
Ladeó el rostro, ansiosa. Dinero. Se acabaron los hurtos se terminó el asaltar a borrachos indecentes, el robo de ropa… Con una mano detrás de la espalda, cruzó los dedos.
─Yo enseñar tu cura, tu a mi dinero.
Para ser sincera, no estaba muy segura de sus conocimientos herbolarios. Recordaba algo, pero tras la pérdida de su memoria la mayoría de las veces lo hacía sin manual, de forma intuitiva y después, cuando trataba de recordar el método, no conseguía evocarlo. Sin embargo, esperaba poder apañárselas de forma suficiente como para complacer a la joven. Ocultó la otra mano tras su espalda y cruzó también los dedos a la espera de su respuesta.
Cuatro dedos entrelazados.
En cuanto a su situación, no supo que le hizo detenerse, escuchar a la desconocida y regresar sobre sus pasos para atender a sus palabras. En un día normal, no lo hubiese hecho, cuando la llamaban no era para nada bueno. Sin embargo, aquello era…diferentes, por decirlo de algún modo. Lo cierto era que la situación se le presentaba tan idílica, que la sospecha la consumió casi al instante. Ignoró su no amenazadora aura, inofensiva incluso y, la escrudiñó de arriba abajo.
Pero Natiri no se detuvo allí, sino que la volvió a sorprender con una inesperada oferta. La bruja frunció ligeramente el ceño, tensa, sin saber muy bien que hacer. No podía ser tan fácil, aquello olía a gato encerrado. Sin percatarse de ello, se halló a sí misma, dando vueltas alrededor de la desconocida, estudiándola, como quién no se fía lo suficiente como para esperar que tratara de desgarrarle la yugular de un momento a otro.
Tal vez todo aquello se tratase de un espejismo. Puede que se estuviera volviendo loca. Sí, debía de ser eso. A pesar de que últimamente había tenido la suerte de entrar en más contacto humano, seguía estando en periodo de adaptación. Sin duda, una mujer de aquel calibre no podía acercarse a una andrajosa como ella sin que se tratara de un espejismo. Un espejismo…muy real ya que casi podía degustar su perfume. La muchacha aspiró, ella también quería un perfume, un vestido, un cabello limpio…
No. No quería clases para aprender el idioma. Le bastaba con el día a día en aquella endiablada ciudad (más o menos). Lo que deseaba, era lo que ella tenía; un hogar, ropa decente…
Dignidad.
Puede que con algo así, incluso consiguiera apaciguar al monstruo de su interior. Silenciarlo. Hacer que se marchara para siempre. Era un riesgo que podía tomar.
Dio dos pasos más y se detuvo frente a la muchacha, que continuaba esperando una respuesta. Al fin, esbozó una pequeña sonrisa, complaciente.
─Vale…No idioma…─consiguió balbucear─. Dinero─ añadió resuelta.
Ladeó el rostro, ansiosa. Dinero. Se acabaron los hurtos se terminó el asaltar a borrachos indecentes, el robo de ropa… Con una mano detrás de la espalda, cruzó los dedos.
─Yo enseñar tu cura, tu a mi dinero.
Para ser sincera, no estaba muy segura de sus conocimientos herbolarios. Recordaba algo, pero tras la pérdida de su memoria la mayoría de las veces lo hacía sin manual, de forma intuitiva y después, cuando trataba de recordar el método, no conseguía evocarlo. Sin embargo, esperaba poder apañárselas de forma suficiente como para complacer a la joven. Ocultó la otra mano tras su espalda y cruzó también los dedos a la espera de su respuesta.
Cuatro dedos entrelazados.
Tsetsé Verte- Hechicero Clase Baja
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Re: Chamaemelum nobile
Tsetsé en cierto sentido me recordaba a mí hacía muchos años, a cuando era una niña pequeña que había llegado a la ciudad tras que nos abordaran los piratas y me vendieran a un proxeneta con tan solo ocho años. Conocía la sensación de incertidumbre, el sentirse perdida en un lugar que no conocías para nada y sobre todo la barrera del idioma que yo había tenido que aprender a base de palos y de abusos, una época lejana que desterré de mi mente con un movimiento de cabeza observando a la joven que tenía frente a mí, no parecía tener más años que yo y seguramente rondáramos la misma edad, pero estaba claro que sus condiciones de vida no eran las mejores y espera que pronto pudiera cambiar eso, la observé tras decirle como pude aquella idea loca que se me había pasado por la cabeza explicándoselo como buenamente pude porque no sabía si me estaba entendiendo o no, pero algo en su mirada me hizo saber que sí había entendido lo que le había dicho. Otra cosa ya era que quisiera aceptar o no, si no lo hacía hasta lo entendería porque ¿cómo hacerlo cuando no nos conocíamos de nada? Había notado sus dudas cuando la paré tomándola de la muñeca, aunque la había soltado rápido porque no quería que pensara lo contrario, notaba sus ojos recorriéndome por entera como si de alguna forma me estuviera evaluando, quizás para medir si podría representarle algún problema pero desde luego que yo no lo haría. Por cómo había visto salir al gato y sabiendo lo que había en aquel mundo supe que se trataba de una hechicera, según tenía entendido estos como los vampiros también podían leer las auras de las personas y solo con leer la mía podría darse cuenta de que era totalmente inofensiva para ella. Fue cuando la miré mientras ella me daba vueltas observándome, no me moví mientras permanecía a la espera de su respuesta aunque si se lo estaba pensando y no me había dicho ya un “no” es porque quizás pudiera haber una oportunidad. Evidentemente no quería que me enseñara magia, para mí era imposible ya que yo no era hechicera, pero sabía que muchos hechiceros tenían conocimiento sobre medicinas, sobre plantas curativas y yo sí que sabía sobre eso, quería seguir aprendiendo y ampliar conocimientos... a cambio yo podría ayudarla con el idioma si así ella lo quería, podía ser un intercambio beneficioso para ambas.
Me sonrió mientras acortaba un poco la distancia que nos separaba y yo me mordí el labio a la espera de su respuesta, para mí enorme sorpresa porque en un principio pensé que me iba a decir que no, aceptó el trato que le había propuesto salvo por una pequeña condición: no quería que le enseñara el idioma, quería dinero a cambio de sus conocimientos. Eso me hizo esbozar una sonrisa porque no lo veía demasiado descabellado, en cierto sentido ella me estaría enseñando así que ¿por qué no? El dinero no era algo que me preocupase y tras el puesto que ocupaba en el museo mucho menos así que no tuve que pensármelo demasiado cuando dijo que quería dinero por enseñarme lo que ella sabía. Si continuaba en la ciudad al fin y al cabo el idioma lo iría aprendiendo día a día y seguro que el dinero le venía mucho mejor que lo otro. No tenía mucho que pensármelo así que tras sonreír por ello acepté asintiendo con la cabeza haciéndole ver que estaba de acuerdo con lo que me había propuesto. La cuestión ahora era dónde me enseñaba, aunque lo más sensato y lo más seguro es que se hiciera en mi casa ya que no era muy bueno que lo hiciéramos en la calle, sabía que los hechiceros eran buscados y perseguidos así que cuanto menos estuviéramos a la vista mejor y en mi casa nadie podría molestarnos, ella me enseñaría y nos entenderíamos por señas y por gestos, así que así me propuse a hacérselo saber como buenamente pude porque parecía que entendía algo del idioma, pero no su totalidad.
-Acepto el trato, Tsetsé –dije y luego comencé a explicarle por señas lo que le estaba diciendo con palabras- tú me enseñas a curar, y yo te pago por tus lecciones –hice otra pausa, quería buscar la forma simple de que entendiera el hecho de que me enseñara en mi casa- puedes enseñarme en mi casa –dije parando para ver si me entendía o no- allí no nos puede molestar ni ver nadie –no la conocía de nada y quizás otra persona considerara un disparate meter a alguien ajeno y desconocido a su casa, pero después de ver cómo había curado a ese gato callejero no pensaba que fuera una mala persona, siempre había considerado que las mejores personas eran las que sentían empatía por los animales aunque estos fueran callejeros o animales abandonados, yo había encontrado a Isis –mi pastora belga- una tarde de lluvia de vuelta a casa, desde entonces llevaba año y medio conmigo y era la mejor perra que habría podido tener nunca- ven conmigo, te voy a enseñar donde vivo –así podríamos acordar las veces que ella pudiera enseñarme y se presentaría allí, de esa forma nos evitábamos correr algún tipo de peligro y riesgo y todo quedaría entre nosotras- ¿vamos? –Pregunté haciendo un gesto con la cabeza para que me siguiera, así era más cómodo y más rápido.
Me sonrió mientras acortaba un poco la distancia que nos separaba y yo me mordí el labio a la espera de su respuesta, para mí enorme sorpresa porque en un principio pensé que me iba a decir que no, aceptó el trato que le había propuesto salvo por una pequeña condición: no quería que le enseñara el idioma, quería dinero a cambio de sus conocimientos. Eso me hizo esbozar una sonrisa porque no lo veía demasiado descabellado, en cierto sentido ella me estaría enseñando así que ¿por qué no? El dinero no era algo que me preocupase y tras el puesto que ocupaba en el museo mucho menos así que no tuve que pensármelo demasiado cuando dijo que quería dinero por enseñarme lo que ella sabía. Si continuaba en la ciudad al fin y al cabo el idioma lo iría aprendiendo día a día y seguro que el dinero le venía mucho mejor que lo otro. No tenía mucho que pensármelo así que tras sonreír por ello acepté asintiendo con la cabeza haciéndole ver que estaba de acuerdo con lo que me había propuesto. La cuestión ahora era dónde me enseñaba, aunque lo más sensato y lo más seguro es que se hiciera en mi casa ya que no era muy bueno que lo hiciéramos en la calle, sabía que los hechiceros eran buscados y perseguidos así que cuanto menos estuviéramos a la vista mejor y en mi casa nadie podría molestarnos, ella me enseñaría y nos entenderíamos por señas y por gestos, así que así me propuse a hacérselo saber como buenamente pude porque parecía que entendía algo del idioma, pero no su totalidad.
-Acepto el trato, Tsetsé –dije y luego comencé a explicarle por señas lo que le estaba diciendo con palabras- tú me enseñas a curar, y yo te pago por tus lecciones –hice otra pausa, quería buscar la forma simple de que entendiera el hecho de que me enseñara en mi casa- puedes enseñarme en mi casa –dije parando para ver si me entendía o no- allí no nos puede molestar ni ver nadie –no la conocía de nada y quizás otra persona considerara un disparate meter a alguien ajeno y desconocido a su casa, pero después de ver cómo había curado a ese gato callejero no pensaba que fuera una mala persona, siempre había considerado que las mejores personas eran las que sentían empatía por los animales aunque estos fueran callejeros o animales abandonados, yo había encontrado a Isis –mi pastora belga- una tarde de lluvia de vuelta a casa, desde entonces llevaba año y medio conmigo y era la mejor perra que habría podido tener nunca- ven conmigo, te voy a enseñar donde vivo –así podríamos acordar las veces que ella pudiera enseñarme y se presentaría allí, de esa forma nos evitábamos correr algún tipo de peligro y riesgo y todo quedaría entre nosotras- ¿vamos? –Pregunté haciendo un gesto con la cabeza para que me siguiera, así era más cómodo y más rápido.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Chamaemelum nobile
Por nada del mundo hubiera aceptado la oferta de dejarse guiar por una desconocida hasta su casa. Aquello hubiese sido lo más estúpido que pudiera haber hecho nunca. Y sin embargo, contra todo pronóstico, Tsetsé aceptó. Estaba desesperada, cierto era, pero no era tonta. La única razón por la que había decidido ir con Natiri era única y exclusivamente por la familiaridad que irradiaba su aura. Demasiado bondadosa y cercana, tanto, que Tsetsé comenzó a creer que era un espejismo, trucos de su mente para aliviar su dolor. Habían sido pocas las almas inmaculadas que había encontrado en aquellas calles, por no decir nulas. Era extraño, ver el reflejo de una persona como era ella, sin una sola mota de oscuridad. Bien sabía ella, lo fácil que era caer en la tentación de las malas acciones, olvidar el control y permitir que otro lo tomara. O en su caso, otra. Ella. La que estaba en su subconsciente a la espera de emerger. Quizás aquella era su oportunidad para despedirse de su monstruo interior para siempre. Si ganaba dinero, quizás llegaba a permitirse vivir lejos de las calles y por tanto evitar los asaltamientos que tanto la alteraban, que hacían emerger su miedo, su ira y en consecuencia al monstruo asesino que albergaba los recónditos más oscuros de su mente.
─Gracias ─murmuró, más que agradecida.
Siguió a la mujer de cerca, sin quitarle el ojo ni un solo momento. Confiaba en sus intenciones, pero todavía resultaba complicado fiarse de alguien. Cuando alcanzaron su hogar, Tsetsé sintió la envidia borbotear en la superficie de su mente. Añoraba tanto un hogar, un hogar que desde que tenía memoria, nunca había tenido. La invitó a pasar y ella hizo lo propio, abrumada por las paredes que la acogieron, a salvo, tranquila, en paz.
─Gracias ─volvió a susurrar, tan bajito que dudó que la hubiese oído.
Se dejó guiar hasta donde Natiri decidió y ella persiguió sus pasos. Permitió que la acomodara y ella se dejó, sin rechistar, acongojada ante la cercanía del hogar. Las emociones hicieron mella en ella y por poco derramó una lagrima. Agitó la cabeza, reafirmándose.
─¿Curar? ¿Medicina? ¿Herida? ¿Cabeza doler? ─preguntó, tratando de encontrar la razón de sus inquietudes ante la razón de su contratación─. Plantas, em…Libro… ¿Entiendes? Un libro de botánica─. Trató de explicarse y para ello indicó una pila de libros.
Podía enseñarle las nociones básicas que recordar, las cuales no eran mucho. Sin embargo, tenía que fingir sobre sus conocimientos. Necesitaba el dinero. Esperaba que, tras echar una ojeada a un libro de botánica, fuera capaz de rememorar la mayoría de ellos.
─También…poción de amor. Amor hierbas, ¿si chico ama? ─sugirió, ligeramente humorosa y después susurro en castellano─. Afrodisíacos.
Por alguna extraña razón, recordaba exactamente todas las plantas que podían ofrecer ese tipo de servicios. Perversa ella. Le dedicó una sonrisilla a Natiri, una sonrisa oxidada, sin usar.
─Gracias ─murmuró, más que agradecida.
Siguió a la mujer de cerca, sin quitarle el ojo ni un solo momento. Confiaba en sus intenciones, pero todavía resultaba complicado fiarse de alguien. Cuando alcanzaron su hogar, Tsetsé sintió la envidia borbotear en la superficie de su mente. Añoraba tanto un hogar, un hogar que desde que tenía memoria, nunca había tenido. La invitó a pasar y ella hizo lo propio, abrumada por las paredes que la acogieron, a salvo, tranquila, en paz.
─Gracias ─volvió a susurrar, tan bajito que dudó que la hubiese oído.
Se dejó guiar hasta donde Natiri decidió y ella persiguió sus pasos. Permitió que la acomodara y ella se dejó, sin rechistar, acongojada ante la cercanía del hogar. Las emociones hicieron mella en ella y por poco derramó una lagrima. Agitó la cabeza, reafirmándose.
─¿Curar? ¿Medicina? ¿Herida? ¿Cabeza doler? ─preguntó, tratando de encontrar la razón de sus inquietudes ante la razón de su contratación─. Plantas, em…Libro… ¿Entiendes? Un libro de botánica─. Trató de explicarse y para ello indicó una pila de libros.
Podía enseñarle las nociones básicas que recordar, las cuales no eran mucho. Sin embargo, tenía que fingir sobre sus conocimientos. Necesitaba el dinero. Esperaba que, tras echar una ojeada a un libro de botánica, fuera capaz de rememorar la mayoría de ellos.
─También…poción de amor. Amor hierbas, ¿si chico ama? ─sugirió, ligeramente humorosa y después susurro en castellano─. Afrodisíacos.
Por alguna extraña razón, recordaba exactamente todas las plantas que podían ofrecer ese tipo de servicios. Perversa ella. Le dedicó una sonrisilla a Natiri, una sonrisa oxidada, sin usar.
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- Las palabras en cursiva quieren decir que está hablando en castellano
Tsetsé Verte- Hechicero Clase Baja
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Re: Chamaemelum nobile
Cuando le pedí a Tsetsé que viniera conmigo en un principio la vi titubear y lo cierto es que no la culpaba en absoluto, no nos conocíamos de nada y aunque habíamos hecho un “acuerdo” en el que ella me enseñaba a cambio de que yo le pagara ninguna sabíamos absolutamente nada acerca de la otra. Ambas podríamos sentirnos recelosas en terminar de confiar en la otra persona y nadie podría culparnos por ello, los tiempos que corrían desconfiar de quien no conocías tampoco era nada demasiado extraño así que no me sorprendió tampoco que dudara, la miré hasta que vi que parecía estar dispuesta a seguirme y acabé andando saliendo de aquel callejón para de nuevo mezclarnos entre el bullicio de la gente, notaba que me seguía de cerca para no perderme demasiado de vista aunque a veces, solo para cerciorarme, miraba hacia atrás asegurándome de que me seguía y de que no me había perdido de vista. Seguimos andando por las calles sin hablar demasiado o casi nada realmente hasta que llegamos a la zona residencial, pasamos un par de casas de la zona hasta que finalmente saqué la llave del bolso que llevaba y la introduje en la cerradura, la giré hacia la derecha para abrir la puerta y empujé esta para pasar al interior, como siempre mi pastora belga negra no tardó demasiado en venir a saludarme, acostumbrada como siempre hacía cada vez que volvía a casa ya la oía venir correteando hasta mí hasta que plantó sus patas delanteras en mi pecho, con la boca abierta, la lengua colgando de un lado y moviendo el rabo con cierta energía que me hizo reír entre dientes. Tenía casi dos años y desde que la había encontrado en la calle con apenas dos meses se había convertido en mi compañera fiel, la que siempre me había hecho compañía en los peores momentos y que de alguna forma siempre trataba de animarme cuando peor me encontraba, tenía la facilidad de sacarme una sonrisa incluso en el peor día. A veces me sentaba un poco mal el tener que dejarla en casa tanto tiempo, pero el trabajo en el museo –sobre todo cuando venían obras y reliquias nuevas que catalogar- era bastante largo, así que la compensaba con mis días libres en los que la sacaba a pasear y nos íbamos al parque, siempre intentaba sacarla todos los días porque tampoco quería que estuviera encerrada todo el día.
-Hola bonita –dije acariciando su cabeza unos segundos para luego ver que bajaba y se acercaba a Tsetsé, curiosa como era mi perra, aunque en una actitud bastante tranquila y que denotaba su curiosidad- tranquila, Isis no hace nada –olfateó su ropa mientras le daba una vuelta y al final acabó por volver al salón donde seguramente estuviera tumbada cuando esta la tocó un poco que era lo que mi perra buscaba- adelante, pasa –dije cerrando la puerta tras ella para conducirla al salón y se sentara, mejor si hablábamos tranquilamente en el salón mientras preparaba algo para que tomara, ella agradeció aquel gesto y yo solo sonreí mientras le indicaba que volvía enseguida y que me esperara un momento, fui a la cocina a preparar en una bandeja algo para poder sacar y volví dejándola sobre la pequeña mesita de cristal que había frente al sofá en el que nos encontrábamos sentadas, le dejé la taza delante y mientras añadía algo de azúcar a mi taza para el té comencé a moverla con la cuchara escuchando lo que ella tenía que decirme, iba a ser un poco complicado que nos entendiéramos por la diferencia de idioma aunque algunas palabras que ella decía se parecían o sonaban de forma muy similar en francés, pero por gestos también nos podíamos entender y seguramente ella fuera poco a poco adquiriendo más conocimientos sobre el idioma y podría defenderse mejor. Sus preguntas hicieron que sonriera levemente porque se pensaba que mi insistencia a que me enseñara se debía, más bien, curar jaquecas, dolores superficiales... ya tuve alguien que me enseñó sobre hierbas, curaciones y demás pero por problemas dicha persona tuvo que marcharse y no terminó de enseñarme todo lo que sabía, tampoco quería aprender magia porque no era algo que fuera m propósito, pero sí ciertas curaciones y hierbas que los hechiceros conocían para curar, quería ampliar esos conocimientos y más teniendo en cuenta que me había prometido con un hombre que se pasaba la mitad de su vida en el campo de batalla... sabía curar pero lo que sabía era muy superficial y quería más conocimientos sobre ello. Enarqué una ceja intentando saber qué era lo que me pedía hasta que la vi apilar unos libros, señalar a la pequeña biblioteca que tenía en el salón- ¡ah, libros! Sí tengo algunos libros –me levanté para acercarme a dicha librería mientras pasaba mi dedo índice por los lomos de dichos tomos, buscando los que dicha persona me había entregado en su momento y que eran básicamente sobre curaciones básicas- aquí están –cogí los dos libros que tenía y se los enseñé a Tsetsé para que pudiera verlos- me los dio una persona que me enseñó ciertas cosas pero es muy.... básico, muy superficial –di un sorbo a la taza de té esperando que aquello que hubiera en los libros pudiera servirle porque eran cosas que yo sin tener conocimiento alguno sobre botánica podría aprender, lo cierto es que no había tocado los libros porque no había nadie que pudiera enseñarme. Luego la miré cuando comenzó a hablarme de nuevo, algo por su tono de voz y por la leve sonrisa que hizo supe a lo que se estaba refiriendo, a lo que me reí observándola negando con la cabeza porque no me hacía falta de esas hierbas que ella hablaba- oh, de eso no voy a necesitar –elevé mi mano donde tenía el anillo de compromiso en mi dedo y le sonreí- voy a casarme en tres semanas, y por Ra, no necesito que ese hombre aumente su deseo sexual más de lo que ya lo tiene –me reí por ello entre dientes sabiendo que Tsetsé no lo entendería, pero mi prometido era demasiado activo como para querer afrodisíacos aunque me hizo gracia la forma que tuvo de decírmelo- es un guerrero y siempre acabo curándolo, pero mis nociones son muy básicas... por eso quiero que me enseñes –no sería la primera vez, ni la última, que tuviera que curar a mi prometido tras una batalla, pero me daba miedo que me encontrara con algo más grande a lo que no pudiera hacer frente, así que conocer ciertas plantas y sus propiedades así el mezclarlas con otras para obtener diferentes resultados era lo que quería.
-Hola bonita –dije acariciando su cabeza unos segundos para luego ver que bajaba y se acercaba a Tsetsé, curiosa como era mi perra, aunque en una actitud bastante tranquila y que denotaba su curiosidad- tranquila, Isis no hace nada –olfateó su ropa mientras le daba una vuelta y al final acabó por volver al salón donde seguramente estuviera tumbada cuando esta la tocó un poco que era lo que mi perra buscaba- adelante, pasa –dije cerrando la puerta tras ella para conducirla al salón y se sentara, mejor si hablábamos tranquilamente en el salón mientras preparaba algo para que tomara, ella agradeció aquel gesto y yo solo sonreí mientras le indicaba que volvía enseguida y que me esperara un momento, fui a la cocina a preparar en una bandeja algo para poder sacar y volví dejándola sobre la pequeña mesita de cristal que había frente al sofá en el que nos encontrábamos sentadas, le dejé la taza delante y mientras añadía algo de azúcar a mi taza para el té comencé a moverla con la cuchara escuchando lo que ella tenía que decirme, iba a ser un poco complicado que nos entendiéramos por la diferencia de idioma aunque algunas palabras que ella decía se parecían o sonaban de forma muy similar en francés, pero por gestos también nos podíamos entender y seguramente ella fuera poco a poco adquiriendo más conocimientos sobre el idioma y podría defenderse mejor. Sus preguntas hicieron que sonriera levemente porque se pensaba que mi insistencia a que me enseñara se debía, más bien, curar jaquecas, dolores superficiales... ya tuve alguien que me enseñó sobre hierbas, curaciones y demás pero por problemas dicha persona tuvo que marcharse y no terminó de enseñarme todo lo que sabía, tampoco quería aprender magia porque no era algo que fuera m propósito, pero sí ciertas curaciones y hierbas que los hechiceros conocían para curar, quería ampliar esos conocimientos y más teniendo en cuenta que me había prometido con un hombre que se pasaba la mitad de su vida en el campo de batalla... sabía curar pero lo que sabía era muy superficial y quería más conocimientos sobre ello. Enarqué una ceja intentando saber qué era lo que me pedía hasta que la vi apilar unos libros, señalar a la pequeña biblioteca que tenía en el salón- ¡ah, libros! Sí tengo algunos libros –me levanté para acercarme a dicha librería mientras pasaba mi dedo índice por los lomos de dichos tomos, buscando los que dicha persona me había entregado en su momento y que eran básicamente sobre curaciones básicas- aquí están –cogí los dos libros que tenía y se los enseñé a Tsetsé para que pudiera verlos- me los dio una persona que me enseñó ciertas cosas pero es muy.... básico, muy superficial –di un sorbo a la taza de té esperando que aquello que hubiera en los libros pudiera servirle porque eran cosas que yo sin tener conocimiento alguno sobre botánica podría aprender, lo cierto es que no había tocado los libros porque no había nadie que pudiera enseñarme. Luego la miré cuando comenzó a hablarme de nuevo, algo por su tono de voz y por la leve sonrisa que hizo supe a lo que se estaba refiriendo, a lo que me reí observándola negando con la cabeza porque no me hacía falta de esas hierbas que ella hablaba- oh, de eso no voy a necesitar –elevé mi mano donde tenía el anillo de compromiso en mi dedo y le sonreí- voy a casarme en tres semanas, y por Ra, no necesito que ese hombre aumente su deseo sexual más de lo que ya lo tiene –me reí por ello entre dientes sabiendo que Tsetsé no lo entendería, pero mi prometido era demasiado activo como para querer afrodisíacos aunque me hizo gracia la forma que tuvo de decírmelo- es un guerrero y siempre acabo curándolo, pero mis nociones son muy básicas... por eso quiero que me enseñes –no sería la primera vez, ni la última, que tuviera que curar a mi prometido tras una batalla, pero me daba miedo que me encontrara con algo más grande a lo que no pudiera hacer frente, así que conocer ciertas plantas y sus propiedades así el mezclarlas con otras para obtener diferentes resultados era lo que quería.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Re: Chamaemelum nobile
Tsetsé pasó las páginas del libro con una sonrisa evidente en los labios. Indicó el dibujo de un mortero con un dedo y una jarra de agua para que la muchacha pudiera traerlo. Después, extrajo algunas de las hierbas que le quedaban en su saco, las expuso sobre la mesa y busco; chamaemelum nobile, comúnmente conocida como manzanilla. Asintió para sí misma, mostrando la planta a la muchacha y dejándola caer sobre el mortero que le había pedido que le trajera. La machacó, añadiendo un poco de agua de vez en cuando, hasta que quedó una pasta color mostaza.
─De noche. Siempre coger noche ─trató de explicarle─. Tiene más poder así.
Cuando el sol caía, era el momento idóneo para recoger ingredientes ya que el contenido alcaloide de las plantas era mayor tras haber estado expuestas al sol durante todo el día. Una vez la pasta quedó compacta, se la mostró a la joven.
─Para heridas, ¿pequeñas? ─supuso, jugando con el idioma.
Extendió las manos, dando a entender que deseaba que posara las suyas sobre las propias. Cuando lo hizo, probó suerte intentando hallar algún rasguño en las elegantes manos de la egipcia. Le remangó un poco las mangas y al fin dio con lo que buscaba; un ligero arañazo.
─Heridas pequeñas ─le recordó, mientras tomaba la masa con los dedos y la extendía sobre el rasguño─. Dejar secar y más tarde quitas. Mezcla es muy buena para ojos enrojecidos también. Y beber en té, si tripa enferma.
Terminó de aplicar la masa mientras sonreía, complacida con sus conocimientos. Si bien no había estado muy segura de sus habilidades, conforme sus ojos recorrían las imágenes de aquel libro, la memoria comenzaba a avivársele poco a poco. Su mirada y sus dedos descansaron sobre la ilustración de unas flores violetas de cálices invertidos. Las indicó.
─Cerca rio, puedes recogerlas ─murmuró─. Cuando herida más grande, añadir a mezcla y ponerlo. ¿Entendido? Pero si herida muy muy grande, no hacer nada de eso. Poder limpiar con estas flores y agua, pero tener coserla. Puede que infectes si echas mezcla encima. ¿Vale?
La contempló, tranquila, apaciguada, más de lo que había estado desde su llegada a París. Y es que, sin percatarse de ello, aquel encuentro era lo mejor que le habían podido dar. Estaba de nuevo, bajo el techo de una casa, aunque fuera por un corto periodo de tiempo, junto a una muchacha que parecía amigable y que la iba a obsequiar con algo de dinero a cambio.
─¿Preguntas? ¿Duda?
─De noche. Siempre coger noche ─trató de explicarle─. Tiene más poder así.
Cuando el sol caía, era el momento idóneo para recoger ingredientes ya que el contenido alcaloide de las plantas era mayor tras haber estado expuestas al sol durante todo el día. Una vez la pasta quedó compacta, se la mostró a la joven.
─Para heridas, ¿pequeñas? ─supuso, jugando con el idioma.
Extendió las manos, dando a entender que deseaba que posara las suyas sobre las propias. Cuando lo hizo, probó suerte intentando hallar algún rasguño en las elegantes manos de la egipcia. Le remangó un poco las mangas y al fin dio con lo que buscaba; un ligero arañazo.
─Heridas pequeñas ─le recordó, mientras tomaba la masa con los dedos y la extendía sobre el rasguño─. Dejar secar y más tarde quitas. Mezcla es muy buena para ojos enrojecidos también. Y beber en té, si tripa enferma.
Terminó de aplicar la masa mientras sonreía, complacida con sus conocimientos. Si bien no había estado muy segura de sus habilidades, conforme sus ojos recorrían las imágenes de aquel libro, la memoria comenzaba a avivársele poco a poco. Su mirada y sus dedos descansaron sobre la ilustración de unas flores violetas de cálices invertidos. Las indicó.
─Cerca rio, puedes recogerlas ─murmuró─. Cuando herida más grande, añadir a mezcla y ponerlo. ¿Entendido? Pero si herida muy muy grande, no hacer nada de eso. Poder limpiar con estas flores y agua, pero tener coserla. Puede que infectes si echas mezcla encima. ¿Vale?
La contempló, tranquila, apaciguada, más de lo que había estado desde su llegada a París. Y es que, sin percatarse de ello, aquel encuentro era lo mejor que le habían podido dar. Estaba de nuevo, bajo el techo de una casa, aunque fuera por un corto periodo de tiempo, junto a una muchacha que parecía amigable y que la iba a obsequiar con algo de dinero a cambio.
─¿Preguntas? ¿Duda?
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Re: Chamaemelum nobile
Cuando le entregué los libros que me habían dado hacía ya un tiempo esperé que pudiera ayudarla, más bien ayudarnos, para entendernos mejor aunque a decir verdad nos entendíamos bien con lo poco que ella hablaba en francés, pero por los gestos nos era más fácil explicarnos así que por el momento todo iba bastante bien. Mis nociones sobre curar heridas lo cierto es que eran bastante básicas y casi que de algunas cosas me había olvidado, pero me iba a casar con un hombre que enfrentaba a la muerte cara a cara y que vendría con alguna herida que otra y no con simples rasguños, quería estar preparada para poder ayudarlo con lo que pudiera tener en casa, o consiguiendo algunas plantas, antes de llevarlo a algún sitio de ser necesario. No sería la primera vez, ni tampoco la última, que había tenido que curar sus heridas y coserlas pero dada la tendencia de ese hombre me preocupaba en exceso no saber lo suficiente, ya que había empezado hacía tiempo con aquellas enseñanzas lo mejor sería refrescarlas y poder aprender algo que me fuera de utilidad, mientras ella hojeaba uno de los libros que le había traído y que llevaban en aquella estantería algunos años yo cogí una hoja para poder apuntar lo que ella me decía, así me sería más fácil recordarlo en caso de que se me olvidara y me serviría como apunte, la vi mirar las hojas pasándolas observando los dibujos que habían con atención hasta que finalmente pareció encontrar lo que buscaba. Dejó el libro con la página que había buscado y su dedo señaló la planta para que la mirara, asentí con la cabeza y apunté el nombre en la hoja que tenía siguiendo sus indicaciones como por ejemplo coger de noche porque así su efecto era mayor que si la cogía durante el día, le sonreí cuando me preguntó si lo quería para heridas pequeñas y asentí con la cabeza porque todo lo que me dijera iba a ser bien recibido. Le vi señalarme un mortero y dejando la hoja y la pluma sobre la mesa fui a la cocina para coger lo que necesitaba, también me había pedido algo de agua así que lo llevé todo dejándolo sobre la mesa para que pudiera proceder y yo mientras la observaba hacer. Comenzó a machacar la planta hasta que quedó como una pasta de color mostaza, me pidió que le tendiera las manos y así lo hice mientras ella parecía buscar alguna herida, la encontró subiendo un poco mis mangas en un pequeño arañazo que ni sabía que tenía y comenzó a aplicar la pasta en mi piel mientras yo la observaba.
-Extender y dejar secar para luego retirarla, y usarla en heridas pequeñas –repetí asintiendo con la cabeza para luego anotarlo en la hoja que había llevado, igual que anoté que quitaba la rojez de los ojos y que aliviaba el dolor de tripa aunque recordaba que me habían dado alguna que otra vez eso para esos dolores- todo apuntado –dije para hacerle saber que me había quedado claro para qué podía utilizar esa planta, ella siguió pasando las hojas hasta que finalmente dio con otra que tenía los pétalos violetas y el cáliz invertido, apunté el nombre cuando su dedo daba algunos toques sobre la imagen y la miré para que me dijera qué usos tenía esa planta. Crecían cerca del río y por lo que entendí se podía mezclar con la otra si la herida era algo más grande, pero si era muy grande podía limpiarla con esas flores y luego tendría que coser, algo que había hecho en alguna que otra herida de mi prometido, lo anoté todo y asentí con la cabeza a lo que me decía y que me podría ser de ayuda para futuras ocasiones, yo de plantas no tenía mucha idea así que todo lo que pudiera decirme lo anotaría porque seguramente en algún momento tendría que aplicarlo, es lo que tenía cuando tu prometido era un guerrero que enfrentaba a la muerte y que volvía a casa herido- ¿te apetece tomar algo Tsetsé? –Pregunté observándola dejando un momento de lado la hoja y la pluma, antes de que me contestara fui a la cocina y preparé algo para sacar en una bandeja, tenía un par de pastelitos que había comprado esa misma tarde y lo saqué dejando la bandeja sobre la mesa, así como una jarra con algo de zumo en su interior- puedo preparar algo de té si lo prefieres –dije mientras dejaba el plato con los pastelitos sobre la mesa y apartaba la bandeja a un lado, parecía algo más tranquila de cuando me la había encontrado, desconfiada por lo que le había pedido, pero después de haber visto que era verdad y que no traía maldad alguna parecía más relajada. Me dijo si tenía alguna pregunta o alguna duda y, tras coger un pastelito y comérmelo asentí con la cabeza- lo cierto es que sí, pero supongo que eso podrías enseñármelo otro día –me levanté y me dirigí hacia los libros que le había dejado buscando uno en concreto, uno que podía tacharse quizás de “oscuro” pero en mis manos carecía de peligro alguno, sabía que en ese libro pequeño habían plantas para curar heridas aunque quien me dio aquel libro me dijo, una vez, que no todos las utilizaban quizás porque lo desconocían. Cogí el libro entre mis manos, me senté en la silla que había ocupado y le mostré el libro a Tsetsé- en este libro vienen plantas diferentes que no se mencionan en los demás, yo no entiendo mucho de todo esto pero me interesaría saber también cómo se pueden curar heridas provocadas por algo de magia, o que estén infectadas, y sobre todo con veneno... por eso es que necesito que me ayudes.
-Extender y dejar secar para luego retirarla, y usarla en heridas pequeñas –repetí asintiendo con la cabeza para luego anotarlo en la hoja que había llevado, igual que anoté que quitaba la rojez de los ojos y que aliviaba el dolor de tripa aunque recordaba que me habían dado alguna que otra vez eso para esos dolores- todo apuntado –dije para hacerle saber que me había quedado claro para qué podía utilizar esa planta, ella siguió pasando las hojas hasta que finalmente dio con otra que tenía los pétalos violetas y el cáliz invertido, apunté el nombre cuando su dedo daba algunos toques sobre la imagen y la miré para que me dijera qué usos tenía esa planta. Crecían cerca del río y por lo que entendí se podía mezclar con la otra si la herida era algo más grande, pero si era muy grande podía limpiarla con esas flores y luego tendría que coser, algo que había hecho en alguna que otra herida de mi prometido, lo anoté todo y asentí con la cabeza a lo que me decía y que me podría ser de ayuda para futuras ocasiones, yo de plantas no tenía mucha idea así que todo lo que pudiera decirme lo anotaría porque seguramente en algún momento tendría que aplicarlo, es lo que tenía cuando tu prometido era un guerrero que enfrentaba a la muerte y que volvía a casa herido- ¿te apetece tomar algo Tsetsé? –Pregunté observándola dejando un momento de lado la hoja y la pluma, antes de que me contestara fui a la cocina y preparé algo para sacar en una bandeja, tenía un par de pastelitos que había comprado esa misma tarde y lo saqué dejando la bandeja sobre la mesa, así como una jarra con algo de zumo en su interior- puedo preparar algo de té si lo prefieres –dije mientras dejaba el plato con los pastelitos sobre la mesa y apartaba la bandeja a un lado, parecía algo más tranquila de cuando me la había encontrado, desconfiada por lo que le había pedido, pero después de haber visto que era verdad y que no traía maldad alguna parecía más relajada. Me dijo si tenía alguna pregunta o alguna duda y, tras coger un pastelito y comérmelo asentí con la cabeza- lo cierto es que sí, pero supongo que eso podrías enseñármelo otro día –me levanté y me dirigí hacia los libros que le había dejado buscando uno en concreto, uno que podía tacharse quizás de “oscuro” pero en mis manos carecía de peligro alguno, sabía que en ese libro pequeño habían plantas para curar heridas aunque quien me dio aquel libro me dijo, una vez, que no todos las utilizaban quizás porque lo desconocían. Cogí el libro entre mis manos, me senté en la silla que había ocupado y le mostré el libro a Tsetsé- en este libro vienen plantas diferentes que no se mencionan en los demás, yo no entiendo mucho de todo esto pero me interesaría saber también cómo se pueden curar heridas provocadas por algo de magia, o que estén infectadas, y sobre todo con veneno... por eso es que necesito que me ayudes.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Chamaemelum nobile
Una gratitud abrumadora la tomó presa, ejerciendo un vil nudo en su garganta por el que Tsetsé hizo el esfuerzo de no romperlo. No quería llorar delante de la humilde muchacha porque le hubiese ofrecido algo para tomar. La idea sonaba ridícula y, sin embargo, le afecto de tal modo que sus ojos tornaron vidriosos. Simuló un estornudo y se apresuró a secarlos rápidamente cuando se agachó. Trató de recomponerse a pesar de que la emoción continuaba removiendo algo cálido y reconfortante en su interior. Estaba acostumbrada a ser tratada como desperdicio o prostituta en las calles. Incluso había llegado a la conclusión de que lo merecía, de que aquel era su castigo por su pasado, un pasado oculto y desconocido, pero frio y próximo como la hoja de un cuchillo en las cálidas entrañas de un ser vivo. Era irónico o un divino contraste en el que Tsetsé se había apoyado. Comenzaba a despreciarse incluso, sucumbiendo a las ideas del resto. Solo Ametz se tenía aprecio a si misma, pero ella no era Ametz, era Tsetsé, lo que quedaba de la bruja. Y por todas esas razones, el ofrecimiento de Natiri resulto insoportablemente reconfortante. Asintió entusiasmada ante la idea. La idea del té la sedujo ya que había descubierto que era amante del mismo. Sin embargo, no queriendo ser desagradecida, se conformó con lo ofrecido, que no era poco. Dio un trago a su zumo, sintiendo la inminente necesidad de guardar los pastelitos en su saco para otro día. Había comido en el comedor social, lugar que no frecuentaba a menudo y quería aprovechar que tenía el estómago medianamente lleno para guardar el ofrecimiento. Racionalizar era su prioridad. Sin embargo, resultaría demasiado embarazoso que la descubriera guardando la comida que le ofrecía. Así que solo se arriesgó con uno, metiéndolo fugazmente en su saco cuando la mujer se levantó para tomar un libro entre las manos. Le propinó un trago al zumo, sintiendo como si lamiera el séptimo cielo. Estaba realmente bueno. Tal fue su trance, que las palabras de Natiri quedaron en el olvido. Sacudió la cabeza rápidamente, tratando de atenderla. Sus ojos se detuvieron sobre el libro, frunciendo el ceño al tiempo en cuanto echó un vistazo entre sus páginas.
─¿Quién te dártelo? ─preguntó, curiosa, ya que no parecía tratarse de un libro normal, más bien de algo con lo que estaba bastante familiarizada; magia oscura. Pasó las páginas, atenta a la pregunta de la muchacha─. Lo que pides menos fácil que algo sencillo. Hablo de remedios de hechiceros, tu no puedes…Tu no tienes magia…Pero, puedes congelarlos. ¿Entiendes? Puedes parar efecto de la magia o infección hasta que llegue un hechicero. El efecto de magia tu sola no puedes quitarlo y la infección…─hizo un gesto de cortar, de amputación─. Solo podrías eso o esperar a un hechicero…
Le explicó que existía una planta llamada “Brisa” con la que se podía detener momentáneamente el avance de un hechizo, durante media hora hasta que esta continuara su peligroso destino. Si la victima la tomaba seca en un recipiente con agua, lo mantendría estable durante media hora. Pensó en algo; en un amuleto. No recordaba bien el funcionamiento de estos, pero con algo de información, Tsetsé podría realizarlo.
─Un cristal para dos. Dices mi nombre tres veces y te llevará hasta mi cuando problemas…─se silenció, dubitativa─. Pero no tengo materiales… ¿Podrías conseguirlos? Puedo volver y hacerlo otro día. Dos amatistas.
La contempló, a la espera de una respuesta. No le importaba ayudar a la joven. No comprendía por qué necesitaba toda aquella información, pero debía de estar metida en algún tipo de problema si cada dos por tres necesitaba ejercer como curandera.
─¿Te gustaría?
─¿Quién te dártelo? ─preguntó, curiosa, ya que no parecía tratarse de un libro normal, más bien de algo con lo que estaba bastante familiarizada; magia oscura. Pasó las páginas, atenta a la pregunta de la muchacha─. Lo que pides menos fácil que algo sencillo. Hablo de remedios de hechiceros, tu no puedes…Tu no tienes magia…Pero, puedes congelarlos. ¿Entiendes? Puedes parar efecto de la magia o infección hasta que llegue un hechicero. El efecto de magia tu sola no puedes quitarlo y la infección…─hizo un gesto de cortar, de amputación─. Solo podrías eso o esperar a un hechicero…
Le explicó que existía una planta llamada “Brisa” con la que se podía detener momentáneamente el avance de un hechizo, durante media hora hasta que esta continuara su peligroso destino. Si la victima la tomaba seca en un recipiente con agua, lo mantendría estable durante media hora. Pensó en algo; en un amuleto. No recordaba bien el funcionamiento de estos, pero con algo de información, Tsetsé podría realizarlo.
─Un cristal para dos. Dices mi nombre tres veces y te llevará hasta mi cuando problemas…─se silenció, dubitativa─. Pero no tengo materiales… ¿Podrías conseguirlos? Puedo volver y hacerlo otro día. Dos amatistas.
La contempló, a la espera de una respuesta. No le importaba ayudar a la joven. No comprendía por qué necesitaba toda aquella información, pero debía de estar metida en algún tipo de problema si cada dos por tres necesitaba ejercer como curandera.
─¿Te gustaría?
Tsetsé Verte- Hechicero Clase Baja
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Re: Chamaemelum nobile
Aunque al principio la joven que tenía frente a mi había tenido sus dudas cuando le dije que viniera conmigo ahora parecía bastante agradecida por que pudiera ayudarla económicamente a cambio de lecciones sobre plantas y curaciones, algo que necesitaba mucho más que el que le enseñara el lenguaje que aprendería en las calles si pasaba más tiempo en la ciudad escuchando a la gente, como si hubiera visto el cielo abierto tras aceptar su oferta pensando que quizá iba a negarme. El dinero no me era un problema en absoluto y no me costaba nada pagarle por unas enseñanzas ya que en teoría eso era lo justo, como un quid pro quo que hacía la gente y en el que ambos se beneficiaban a partes iguales, ese era el trato al que habíamos llegado la joven y yo en esos momentos. Ella me enseñaría algo más que lo básico o al menos eso es lo que esperaba, yo no pretendía utilizar la magia porque esta nunca se había manifestado en mí y no pretendía aprender sobre ella, pero sí sobre algunas pociones hechas con hierbas que pudiera hacer para ayudar y que no necesitara de magia alguna, no era eso lo que le pedía porque yo era muy consciente de que no podía hacer magia, a pesar de que tuviera algunos libros de magia en mi casa, libros que jamás había utilizado y que cuando me los dieron en su momento los guardé simplemente por si algún día me hicieran falta, día como ese precisamente. Miré a la joven que me observaba, entre agradecida y sorprendida, porque hubiera sacado una simple bandeja con algunos pastelitos que tenía por casa así como un zumo, no sabía si quería otra cosa pero pareció bastante agradecida cuando saqué la bandeja dejándola sobre la mesa. No lo dijo con palabras pero sí con la forma de mirarme, quizás ella no lo supiera pero era bastante expresiva. Además aunque no lo pensara en ese momento también sabía lo que era estar en su situación, sobre todo cuando llegué a París y yo era tan pequeña cuando me vendieron a aquel proxeneta, mis comienzos en París fueron muy duros y muy difíciles, ya no solo por aprender el idioma sino porque la cortesía no era algo que encontrara en mi día a día y tampoco la humildad, la empatía... si quería comer tenía que ganármelo ya que era una mera esclava y, como tal, yo no tenía privilegios.
La contemplé mientras bebía del zumo y cogía algunos pastelitos y yo bebía del vaso con el zumo que me había sacado, no lo había hecho sino por agradecimiento porque me ayudara porque bien podría haberse negado o engañarme, no me conocía y para ello con su magia le saldría muy cómodo y sencillo salirse con la suya y que yo hiciera lo que quisiera, sabía lo que la magia podía hacer y sin embargo ella había aceptado ayudarme. Fue que dejó los pastelitos cuando le saqué uno de los libros que había estado guardando, algo que consideraba magia oscura, magia peligrosa que en mis manos era totalmente inofensiva, en unas manos sin escrúpulos y malvadas podría causar mucho daño. Quizás por ese mismo motivo me lo dieron, porque yo no podía utilizar ni hacer nada de lo que ahí estaba escrito, en mis manos estaba “seguro” ese libro, lejos de gente que sí podía utilizarlo para hacer el mal. La vi observar las páginas pasándolas mientras miraba lo que había escrito, sus ojos subieron a los míos con curiosidad y dejé que siguiera observándolo mientras me comía uno de los pastelitos que había sacado esperando que aquello pudiera no solo servirla a ella, sino servirme a mí también. Parecía que estudiaba todo lo que había en ese libro y yo paciente esperé a que terminara para saber si lo que le pedía podía ayudarme a lograrlo o no, no sabía si ella pensaba que enseñándole ese libro quería magia, pero lo cierto es que no era así. Yo solo quería aprender todo lo que me fuera necesario, nada más. Sus ojos volvieron a subir a los míos preguntándome quién me había regalado aquel libro, sonreí de lado tomando otra vez el vaso con el zumo y dándole un trago para dejarlo sobre la mesa. Su nombre, para ella, no tenía relevancia alguna ni tampoco era importante... fue alguien que me lo quiso dar porque tampoco quería tenerlo él ni que cayera en malas manos, en una simple mujer como yo que carecía de magia nadie sospecharía que podría tener un libro como ese.
-Un viejo amigo que no quería tenerlo en su poder –hice una pequeña pausa- soy consciente de que es un libro importante y peligroso, no quiero aprender magia ni tener nada que ver con ella... solo lo que pueda utilizar para salvar a las personas que me importan y que quiero –aseguré por si ella tenía alguna duda, fue entonces cuando dijo que aquello era más peligroso y difícil de hacer que lo que me había explicado, que yo no podía hacerlo porque no tenía magia y asentí con la cabeza- sé que yo no poseo magia ni quiero poseerla –dejé mi mano sobre una de las páginas del libro- pero si algo de lo que hay aquí puede servirme me gustaría saberlo –la miré hasta que habló de que podía congelarlo- ¿congelarlo? ¿A qué te refieres? –Pregunté enarcando una ceja mientras ella se explicaba, podía parar el efecto de la magia pero no quitarla del todo, ralentizarla en todo caso, además de cortar la infección pero por lo demás debería de esperar a un hechicero. Lo que me decía es que, si era algo muy peligroso, podía ganar tiempo parando el hechizo hasta que alguien llegara a ayudarme. Iba a decir algo cuando me habló de una planta, una llamada “Brisa” que podía parar el efecto de un hechizo concediéndome media hora para que un hechicero llegara y pudiera pararlo del todo... al menos eso era mejor que nada. Luego la miré cuando habló sobre un cristal para dos sin saber a lo que se estaba refiriendo, un cristal con el que si la llamaba tres veces me llevaría hasta ella cuando tuviera problemas- dices como ¿un talismán? –Pregunté a lo que ella asintió cuando hice el gesto con mi mano, como un colgante que colgaba del cuello. Necesitaba unos objetos para poder hacerlo y si yo los conseguía ella podría hacerlo- muy bien, ¿qué necesitas? –Pregunté esperando a que me dijera qué necesitaba. Dos amatistas, necesitaba dos piedras de esas para que hiciera los talismanes, asentí con la cabeza porque más o menos podía conseguirlo, no es que fuera demasiado difícil- yo me encargaré de conseguir las piedras que necesitas, nos vemos aquí en dos días ¿te parece bien? Para cuando vengas habré conseguido las amatistas y podrás hacer el amuleto que me has dicho –teníamos un trato y parecía que, por ese día, era más que suficiente. Antes de que se marchara volviendo a quedar en mi casa en dos días le dije que se llevara los pastelitos que habían quedado, ella iba a necesitarlos más que yo.
La contemplé mientras bebía del zumo y cogía algunos pastelitos y yo bebía del vaso con el zumo que me había sacado, no lo había hecho sino por agradecimiento porque me ayudara porque bien podría haberse negado o engañarme, no me conocía y para ello con su magia le saldría muy cómodo y sencillo salirse con la suya y que yo hiciera lo que quisiera, sabía lo que la magia podía hacer y sin embargo ella había aceptado ayudarme. Fue que dejó los pastelitos cuando le saqué uno de los libros que había estado guardando, algo que consideraba magia oscura, magia peligrosa que en mis manos era totalmente inofensiva, en unas manos sin escrúpulos y malvadas podría causar mucho daño. Quizás por ese mismo motivo me lo dieron, porque yo no podía utilizar ni hacer nada de lo que ahí estaba escrito, en mis manos estaba “seguro” ese libro, lejos de gente que sí podía utilizarlo para hacer el mal. La vi observar las páginas pasándolas mientras miraba lo que había escrito, sus ojos subieron a los míos con curiosidad y dejé que siguiera observándolo mientras me comía uno de los pastelitos que había sacado esperando que aquello pudiera no solo servirla a ella, sino servirme a mí también. Parecía que estudiaba todo lo que había en ese libro y yo paciente esperé a que terminara para saber si lo que le pedía podía ayudarme a lograrlo o no, no sabía si ella pensaba que enseñándole ese libro quería magia, pero lo cierto es que no era así. Yo solo quería aprender todo lo que me fuera necesario, nada más. Sus ojos volvieron a subir a los míos preguntándome quién me había regalado aquel libro, sonreí de lado tomando otra vez el vaso con el zumo y dándole un trago para dejarlo sobre la mesa. Su nombre, para ella, no tenía relevancia alguna ni tampoco era importante... fue alguien que me lo quiso dar porque tampoco quería tenerlo él ni que cayera en malas manos, en una simple mujer como yo que carecía de magia nadie sospecharía que podría tener un libro como ese.
-Un viejo amigo que no quería tenerlo en su poder –hice una pequeña pausa- soy consciente de que es un libro importante y peligroso, no quiero aprender magia ni tener nada que ver con ella... solo lo que pueda utilizar para salvar a las personas que me importan y que quiero –aseguré por si ella tenía alguna duda, fue entonces cuando dijo que aquello era más peligroso y difícil de hacer que lo que me había explicado, que yo no podía hacerlo porque no tenía magia y asentí con la cabeza- sé que yo no poseo magia ni quiero poseerla –dejé mi mano sobre una de las páginas del libro- pero si algo de lo que hay aquí puede servirme me gustaría saberlo –la miré hasta que habló de que podía congelarlo- ¿congelarlo? ¿A qué te refieres? –Pregunté enarcando una ceja mientras ella se explicaba, podía parar el efecto de la magia pero no quitarla del todo, ralentizarla en todo caso, además de cortar la infección pero por lo demás debería de esperar a un hechicero. Lo que me decía es que, si era algo muy peligroso, podía ganar tiempo parando el hechizo hasta que alguien llegara a ayudarme. Iba a decir algo cuando me habló de una planta, una llamada “Brisa” que podía parar el efecto de un hechizo concediéndome media hora para que un hechicero llegara y pudiera pararlo del todo... al menos eso era mejor que nada. Luego la miré cuando habló sobre un cristal para dos sin saber a lo que se estaba refiriendo, un cristal con el que si la llamaba tres veces me llevaría hasta ella cuando tuviera problemas- dices como ¿un talismán? –Pregunté a lo que ella asintió cuando hice el gesto con mi mano, como un colgante que colgaba del cuello. Necesitaba unos objetos para poder hacerlo y si yo los conseguía ella podría hacerlo- muy bien, ¿qué necesitas? –Pregunté esperando a que me dijera qué necesitaba. Dos amatistas, necesitaba dos piedras de esas para que hiciera los talismanes, asentí con la cabeza porque más o menos podía conseguirlo, no es que fuera demasiado difícil- yo me encargaré de conseguir las piedras que necesitas, nos vemos aquí en dos días ¿te parece bien? Para cuando vengas habré conseguido las amatistas y podrás hacer el amuleto que me has dicho –teníamos un trato y parecía que, por ese día, era más que suficiente. Antes de que se marchara volviendo a quedar en mi casa en dos días le dije que se llevara los pastelitos que habían quedado, ella iba a necesitarlos más que yo.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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