¿Quiénes somos? Un mundo cruel y lleno de catástrofes incidentes de batalla, sangre, mediciones y lo que un amor puede llegar a representar, y los miedos que se posesionan de lo que un fue y será.

Maeniel, ¿quién es él? Realmente ya se desconoce él mismo, no se puede decir con detalle lo que fue, fue perdiendo su identidad, al paso en el que la maldición de su familia le fue heredera, un médium siempre ha sido desde pequeño, nacido en Hamburgo, en Alemania, de origen  étnico sirio, que hoy en día vive confundido, tantas vidas ha tenido en su templo, entre sus manos, que conforme iba creciendo fue enloqueciendo, nadie le creía, y su familia se iba suicidando por los temores que representaban los espíritus, tantos episodios crueles marcaron su vida, volviéndose temeroso conforme avanzaba, creyendo a veces que se sumergía  en un profundo sueño de pesadillas, en las que se hacían realidad y los daños se exteriorizaban, le dejaban marca de lo que las voces, el mundo paranormal le atrapaban.

Y la clave de esto, es que cada vez que un espíritu posee su cuerpo, este encarna sus recuerdos, su vida en él, haciéndole creer que es el mismo fantasma y no él. Más hay poderes que solo surgen, no siempre los puede emplear, sólo cuando hay luna llena, porque aquí es donde se intensifican las ánimas y es como puede complementarse en uno. Pero hay dos memorias en su cabeza, la demencia se fue convirtiendo en una habilidad para su existencia. Recuerda que es un hombre lobo, y adquiere un don especial para convertirse en hombre, pero comprobó que el mundo de los humanos es mucho más complejo, salvaje y peligroso que las montañas en las que había vivido. El ingenuo lobo hombre se ve envuelto en una serie de conspiraciones y venganzas, al tiempo que descubre el amor y la pasión de las mujeres, la fuerza y el odio de los hombres... y su propia capacidad para superarlos. Viajó a los bosques de la Galia al corazón de la Roma clásica en busca de aventuras, venganza y justicia, enfrentándose al poder de las legiones, el Senado y el mismo Julio César. Puede verse acampado en Ginebra con los ejércitos de Carlomagno, dispuestos a sumar Italia a la larga lista de conquistas de su señor. Al otro lado de los Alpes, las fuerzas mercenarias del corrupto rey vigilan los pasos de montaña con gatos impacientes, agazapados frente a la ratonera. Entre ambos bandos se abre una salvaje e inhóspita tierra en la que los cambiaformas moran sin turbación, protegidos por su líder Maher (el nombre de este espíritu) y su esposa Regeane. Pero ahora las guerras de los hombres amenazan con destruir la cuidadosa obra de siglos. La parte humana de Maher jura lealtad a Carlomagno... pero el lobo no reconoce a señor alguno. A pesar de todo, es como lobo y como hombre que Maher se embarca en una peligrosa misión en nombre de Carlomagno. Capturado, el cambiaformas es condenado a morir dos veces, una como espía y otra como demonio cambiante. Ahora, con la ayuda de un guerrero sajón cuyo amor presenta peligros propios, Regeane se enfrentará a las gélidas quebradas y simas de los Alpes para rescatar a su esposo, solo para descubrir que éste es el cebo de una trampa tendida por un villano de su pasado más oscuro, un hombre que no se detendrá ante nada para reclamar la venganza con la que sueña.
Y ese odio reina en él, siempre golpeando en sus sueños. Y la otra, una vida de torturas, desquiciante, un espíritu más ambiguo, pero él no sabe que son espíritus, su cordura perdió estribos, se cree que es él, y que ha vivido vidas que nadie se podría imaginar y hasta él, y la que está preservando en su desarrollo, en su propia maldición andante. Porque no solo en la luna llena aumenta la fuerza, hay un espíritu que un no puede descender, y es cuando se le presenta a Maeniel, en la luna llena, se llama Moncef Milou De Babenberg, con la edad de 4000 años, salida de Austria y bautizada como mujer a pesar de tener un cuerpo de hombre. Esa es la vida que más le está cabreando, escribe, dibuja todo lo que sueña, lo que vive.

Moncef, vio cómo nació en una maldición perpetua de mujeres. Su madre, Cordelia, la meretriz de la existencia y la diosa de la eternidad. Le ha odiado por ser el único varón de su descendencia, repudia el hecho de no haber nacido como mujer. Pues escrito estaba que cada descendiente- y mujeres eran- poseerán la elección de la muerte. (Mujeres que debían de ser convertidas en vampiro tras alumbrar a su descendiente). Más Moune (término que Moncef escogió), se le ha negado la libertad de poseer la generación a su descendencia. Y todo, ¡Por no tener un útero! ¡Por no ser una mujer! Estaba dispuesto a habitar el deseo, arriesgar su vida por el linaje. Pero no, no era lo suficiente. Le han negado su naturaleza, se le prohíbe que sea un niño, un joven, un hombre. Después de unos días de haber nacido, el secreto se fue escondiendo. Su miembro no debía de ser mencionado, ya que comenzó a ser una niña. Y, ¿Por qué? Porque estaba comprometida con el guardián de las Babenberg. El único príncipe que se le concedería el privilegio de proteger a las hijas de Cordelia, ya que la luna estaba a su favor. Y las noches serían escoltadas por los hombres lobo.
Muy pronto, los perjuicios se conocieron, el Rey al enterarse por medio de su hijo que habían cometido alta traición. Asesinó a su madre, a su amada Cordelia, y el pacto entre los linajes cambio. No debían proteger a sus hermanas, se demandó que a cada una fuese asesinada. Y a Moune, no hubo piedad alguna; Violada, ultrajada una y otra vez de mil maneras perversas y dolorosas. Suplico, porque pararan. Se le trató peor que a un animal, ¡le daban asco! ¡Cada maldita noche! Lloraba, golpeada, pateada como vil insecto. Fue  víctima de esta hazaña bélica, fue la que pagó por los errores cometidos. Hasta que, él, su esposo, le destroza el cuerpo, logrando extirpar su miembro. Insultandola al verle como un templo con un agujero donde puede entrar las veces que quiera pero nunca observó su rostro. Era el único rastro que le quedaba como hombre, aunque sus facciones siempre habían sido finas y perfectas.

Grito, que sintió haber perdido su voz. Queria despertar de esa pesadilla, Pidiendo ayuda, nunca perdía las esperanzas hasta que cayó. Tantos días y noches torturadas. Soportando demasiado que ni Dios se apiado de ella. Había muerto y ella lo vio. Fue un lamento terrible, vio su cuerpo colgando, una flacidez horrenda que los huesos parecían querer salirse y no los culpo, padecieron por mucho. Así, fue como se convirtió en un olor de ángel muerto que tiene visiones que colman de sonrisas de cadáver, y una plateada bala en la cabeza. El desgraciado le disparó, a pesar de que muerta ya estaba. Le seguía bañando en sangre, dolor, y solo dolor agónico fue la única forma que lograron pintar su autorretrato, con matices de pena, llanto y deformidad.

Ya no quedaba nada, nadie se compadeció de su templo, este permaneció años en la alcantarilla colgando, rodeado de cadáveres putrefactos, quizás esperaban que cayera con ellos. ¡No sabe qué sucedió! Ya no quiso verlo, salió de ese oscuro lugar después de acabarse las lágrimas, y lo mato, Mato al Rey para que subiera al trono el hijo y después vengaría su tragedia.

He vagado entre el linaje del marido y el suyo, sabe que han cambiado la realidad de esta historia, así como sabe que jamás existió para el futuro. Vio como los lobos mataron a su linaje, una por una, así como al viudo de su hermana protegió a la única Babenberg, la única en la que la esperanza del linaje continuará.

Es así como Maeniel esconde estas verdades ocultas, viviendo de su arte, porque está claro que lo que dibuja son las crueldades que los espíritus intranquilos padecieron, solo así se expresa, y cuando habla, es todo una actuación, porque las voces siempre hablan en su cabeza, y por culpa de estos episodios, se está volviendo adicto a los lobos, por estas dos vidas en común, en las que un licántropo interviene, el olor, el sabor, y ese placer que genera en su cuerpo cuando consume sangre hacen que se vuelva en paz, porque sólo así puede cerrar su cuerpo para que nadie pueda atravesarlo, y es él, Maeniel, pero tristemente prefiere actuar como mudo, no habla, solo dibuja, y se dedica a administrar galerías.