Novae Terrae

por **Killian De'Ath** Miér Nov 22, 2017 7:31 pm

Países Bajos, 1685.

“Solo una noche, para saber la verdad”

Hay noches en las que se dan a conocer las más furtivas sorpresas. Lo sé, ha sido un requisito explícito acostumbrarse a tales casos desde el instante que acepté probar el fruto prohibido. Algunos siguen creyendo en la fábula de la manzana y la serpiente, pero la verdad que temen aceptar es que todo gira en torno a la sangre. Es el néctar codiciado. Por ella es que el dinero alcanza tal importancia; otro concepto infundado para ocultar lo que persigue. Es en noches como estas que me pregunto si, de casualidad, fue el fervor hacia la sangre lo que en realidad mi padre notó en mí. Si fue esa la razón oculta baja el amor a su esposa lo que le hizo deshacerse de su hijo menor.

Aún pienso que es ridículo documentar tales estupideces. Soy un vampiro, maldita sea. Tengo la eternidad para recordar. Sin embargo, Taeyang asegura que podré controlarme. Que es una forma vaga para distraer la mente mientras viajamos. Mientras me acostumbro al frío y las calles descoloridas de esta tierra. La única verdad es que con lo fugaz que es una de sus sonrisas, no podía negarme luego de recibir una por primera vez en quinientos años. Así era él de reservado. Meticuloso incluso con la curvatura de sus labios.

Sí escribir mis traumas en papel me acerca al callado de los Seung, con gusto plasmaré cada detalle. Puedo escribir todo un libro si lo desea. Empero, insisto en que es absurdo, sabe que no refutaría en dejarle invadir mi mente ¿por qué tomarse esta molestia? ¿Cuál era la diferencia?

Se supone que estamos escribiendo sobre mi. No los tentadores labios del hermano menor de mi creador. Quizás es por ello, digo, ha de haber una razón por la cual mencione por tercera vez sus labios. Tal vez solo estoy enloqueciendo. No es que la sexualidad sea un tema de preocupación para un inmortal ¿para qué es la eternidad sino para explorar? O es lo que dice Hyun cuando quiere crear nuevos métodos de tortura. En definitivo ha de ser la sangre de su reducido y letal clan lo que me ata. Era el caso cuando era un esclavo de sangre. Ahora que me han regalado la oscuridad por completo, los efectos han de incrementar en demasía. Tanto como para desear sus labios sobre mi piel.

Maldición.

Está mañana le aseguré no tener nada que contar, a nadie. Me observó con esos ojos suyos que alardean de saberlo todo a su alrededor, de ver más allá de lo que estoy dispuesto a decir. “Difiero” por un segundo pareció intentar palmear mi hombro, pero, una vez más, volvemos a terminar en Taeyang, las relaciones no son su fuerte. Ni siquiera él podía ser tan perfecto. Intento creer que no lo es. Entre estas hojas y ello, he de confesar que si tengo bastante que contar. La noche anterior seguí las palabras del demonio que me regresó a la vida, y salí en busca de nuevas experiencias me urgía saber lo que fuera que estuviese pasando conmigo. Y como les he visto hacer en mil y una ocasión, jugué con mi comida. Era un muchacho que con suerte llegaba a los veinticinco, asiático, alto, con cabello oscuro y sonrisa ingenua. Pero no era para nada Taeyang; no podría llegarle ni siquiera al talón. Empero, la pobre emulación fue suficiente para explorar.
Apuesto toda la fortuna de los Seung a que su piel es mucho más suave.

Aun así, me permití disfrutarlo. Tanto los placeres de su cuerpo como el sabor de su sangre. Comprendí por qué le llaman pecado. Le di nombre y sentido al deleite que experimento de la mano de la carne y la sangre. Aprendí, que siempre podría entretener la mente y pretender la noche siguiente que nada fuera de lo irracional ocurría.

En noches como estás es cuando me gusta admirar la siniestra curvatura de sus labios y el remordimiento en su rostro cuando asesina un inocente. Disfruto el ángel que ha sido devorado por el vil demonio y alardeo de estar lo bastante demente para permanecer a su lado.