Sin Reyes Ni Nobles (Sashura)

por **Alarick** Lun Dic 04, 2017 3:02 pm

Alarick se encontraba en los barrios bajos de París, haciendo una entrega de sus especias a un cliente incógnito que se reuniría con él en un burdel bastante pobre en infraestructura, pues el espacio era muy reducido, por lo que normalmente se producían orgías y las cosas que pasaban en el lugar se veían a simple vista. Las personas vestían en harapos y paños rotos, no tenían baño para asearse, las heces estaban a las afueras y había demasiado olor a alcohol, fluidos sexuales y sudor. Aquella noche Alarick iba vestido con una túnica negra larga y su capucha en punta le cubría gran parte de su rostro.

En el pequeño burdel era un espacio cuadrado, que por lo menos mediría unas dos habitaciones completas, sin separación. Las camas de dos plazas estaban pegadas una de la otra, y casi no había espacio para caminar. Era un lugar, plenamente para ir a follar con las escasas mujerzuelas que vendían sus cuerpos por el franco diario. Alarick era demasiado hermético para sacar conclusiones acerca del lugar, de su gente y de la miseria que allí se presentaba.

La miseria es algo que Alarick tomaba con calma, algo natural. Los vejámenes de la sociedad existían y Alarick estaba bien al tanto de ello. Se detuvo a observar, hasta que por una percepción mágica, halló al responsable del que ahora sería su cliente. Entregó las especias acordadas, el cliente revisaba su contenido, y le pagó a Alarick con unos francos sucios, pero su rostro demostraba que hubiese preferido gastar aquello en una prostituta. Luego de esto, el cliente se alejó rápidamente después de que Alarick le hiciera una seña resolutiva, de que el trabajo estaba hecho.

-Con esta cantidad, no hay necesidad de que vuelvas a contactarme directamente de nuevo- finalizó Alarick al cliente. Del cual, no le importaba el nombre, quién era o de dónde provenía ni para que utilizaría las especias que le compró, sólo le importaba aquellos francos que guardaba ahora en su bolsa con naturalidad.

Alarick se disponía a retirarse, cuando para su impresión, vio no muy lejos de su posición a una mujer que estaba deambulando por el lugar, pero no exactamente para el servicio sexual. La verdad es que no tenía apariencia de estar en ese servicio, más parecía una visitante reflexiva, observando a su alrededor todo lo que estaba pasando, todos los pecados que inundaban aquel basurero. La miró despacio, con algo de curiosidad y supo al leer su aura, que se trataba de una cambiante.

¿Qué haría una de esas criaturas allí, tan lejos de sus escondites misteriosos o quizás Alarick estaba irrumpiendo en su territorio?...

No supo saberlo a ciencia cierta, y trató de simular su curiosidad, pero la admiración debido a las inusuales apariciones de esos seres entre la sociedad, lo dejó más que atónito.

por **Sashura** Vie Dic 15, 2017 5:23 pm

-Y al jinete blanco, Victoria... le otorgaron un arco, una guerrera.

El otoño llegaba a su fin, noches más frías que en breve se coronarían de lluvia y nieve. Noches en las que se animaba a salir y contemplar un mundo que poco a poco se iba consumiendo. La avaricia del que ya lo tenía todo, deseando y abarcando más de lo que necesitaban y podían mantener a flote. Tan fácil tratar con ese tipo de persona, ofrecerle un poco de poder les llevaba a perder la cordura y vendían hasta su propia alma. Un juego de niños a la hora de mover ficha en este gran tablero de ajedrez, en los que uno mismo es la propia ficha.

Peones en las manos del jinete blanco, capaz de poner a sus pies a cualquier ejército, hombre influyente de cualquier raza y posición. La estrategia jugaba a su favor, grandes conquistadores, seres con el único fin de ser dioses, o...intentarlo al menos en este mundo de tinieblas. La mano derecha a la que consultar cualquier movimiento, uno en falso sin su supervisión y todo desmoronarse ante sus ojos. Como no, siempre sacaba tajada de ello, una gran guerrera y estratega, guardaba el as bajo la manga.

Alerta y confiada en sí misma, recorría las calles de París sin ningún destino concreto. El bullicio quedó en el centro, en dónde se arremolinaba a esas horas la clase alta para algún evento para aliviar la noche. Allí sólo encontraría hombres y mujeres aburridos de sus vidas, intentando distraerse en vano... para volver a sus camas rogando tener algo de luz en sus tristes vidas.

Pobres almas sin descanso, pobres infieles provocando al mismo Dios...ninguno sabe lo que hace, no al menos con el fin que se desea

Como un ángel recién llegado del cielo, sus pasos fueron aminorando, sin querer se había sumergido en los suburbios, dónde gente de la peor calaña realizaban sus típicos negocios clandestinos, quedadas a la luz de la luna, ajustes de cuentas, sexo, pobreza absoluta que mendigaba por una miga de pan, ofreciendo su propia vida.

Buscaban algo que dudaba pudiesen encontrar, pecadores, infieles... alguien como ella no pasaba desapercibido. Se sintió observada, entre las miradas de admiración, extrañeza, alguien no apartaba la mirada de ella. No buscó quién, siguió caminando entre las calles en donde el olor a agua estancada, el aire pesado podía masticarse. Olía a muerte y desolación, le recordó a su hermano Don. Allí haría un gran favor.

Chasqueó la lengua acelerando el paso, perdiéndose por una boca calle que desembocaba a un callejón en donde el olor no sólo era nauseabundo, una pelea se celebraba justo al inicio de dicha calle. Una sombra, una silueta podía vislumbrar entre la claridad de algunas farolas que aún lograban lucir, sonrió de medio lado, se percató de que la buscaba... seguía preguntándose cosas que era imposible adivinar en su mente.

-Buena luna -un susurro apenas audible, sólo dedicado a aquel que le mostraba toda la atención que merecía -¿Qué os preguntais? ¿qué hago aquí o qué haceis vos? -melodiosa, su voz se fue apagando a medida que se iba acercando a él con cautela, observándolo en silencio -Podriais vuelto en vuestros pasos pero seguís aquí haciendoos preguntas sin sentido -

por **Alarick** Dom Dic 17, 2017 3:44 pm

El contacto con la criatura fue inmediato, escuchó que ella le hablaba con una voz armoniosa y ancestral. Le traía recuerdos de otros mundos, que nadie de los que habían alrededor de ambos, se podrían imaginar. La silueta de la mujer resaltaba en un lienzo malgastado de ese barrio y un tanto sorprendido, no pudo evitar esbozar una sonrisa recelosa:
-Tú… eres… bueno, ya sabes… es imposible no quedar atónito frente a un misterioso ser tan milenario como tú. Yo te he visto, pero no en este plano de la realidad.- declaró con sinceridad mientras dejó de importarle el resto del mundo, pues nadie en el lugar podría conocerla realmente.

Aquellos pasos ligeros que la mujer dio, sonaron como timbales en sus oídos y la voz de la escénica criatura parecía provenir de mundos indescriptibles que ni siquiera podría expresar en palabras concretas. –Eres la voz del juicio.- dijo reflexionando ante su descubrimiento. –Si, la verdad es que tengo muchas preguntas, pero quizás deberíamos volver a lo mundano y pretender como que no nos hemos visto jamás.- dijo decepcionado, pues para él este no era un simple encuentro con un cambiaformas.

Para él todo lo que traía el mundo espiritual era demasiado importante, y casi como un deber que Alarick intentara comprenderlo. Estaba en la esencia de su ser, estaba en lo más profundo de su sendero encontrar todas sus verdades.
Luego observó a su alrededor y sintió un rechazo al no estar completamente solo con aquella criatura.

-Tú… decides.- dijo a la mujer, mientras ocultaba su rostro lo más que podía en su capucha negra, de los demás transeúntes.

por **Sashura** Miér Dic 27, 2017 2:03 pm

-Sí, yo decido -la cercanía entre ambos se acortó cuando sus pasos se dirigieron hacia el encapuchado, aseguraba que no era la primera vez en el que sus caminos se cruzaban. Sonrió con suficiencia, “volver a lo mundano y pretender como que no nos hemos visto jamás”, podría dejándose ver ante los mortales como una aparición divina.

-¿Qué ocultas, hechicero? -el aura no mentía, aura en tonos verdosos con destellos más oscuros casi negros. Magia negra. En sus pétalos rosados, se formó una sonrisa complaciente, le agradaba apreciar la oscuridad, pensamientos compartidos en un callejón estrecho en el que la inmundicia brillaba como protagonista entre los dos.

Como si realmente flotase, acortó la distancia hasta el encapuchado, sin pensar y con decisión. Esa noche encontró más de lo que llegó a imaginar, dejando a un lado a esos pecadores y centrarse en el desconocido. Intriga y desconcierto, no solían dirigirse de aquel modo solemne, quién era realmente. Un par de metros los separaban, suficiente para apreciar su rostro semi oculto, sonreír por lo que apreciaban sus profundos ojos claros.

-Os concedo la oportunidad de saciar vuestra curiosidad, espero que sepáis elegir bien la pregunta. Tengo cosas mejores que hacer, eso os lo aseguro. -impaciente, dejó escapar un suspiro desanimado, dejando que sus dedos acariciasen uno de sus mechones blancos como la nieve, una que no tardaría en caer sobre París, dibujándola a un más hermosa de lo que ya parecía -Sólo una, dos si no pierdo el tiempo. Asegurais conocerme... lamento no decir lo mismo, sólo recuerdo lo importante e imprescindible -la soberbia brillaba, la sonrisa de perlados dientes mostrada durante unos segundos.

por **Alarick** Dom Feb 18, 2018 1:03 pm

Esperaba las respuestas de aquella criatura y no le decepcionaba ver que no se encontraba frente a una farsante. Algunas personas suelen mostrase como algo que no son, pero el brillo en los ojos de ella le demostraban su original esencia antigua. Y era mucho más impresionante ver a esa mujer, en el cuerpo de una cambiante. Alarick había experimentado ya, muchos encuentros con ese tipo de seres y no sabía si sentirse agradecido o algo más.

-…Pues todo tiene un por qué – dijo Alarick reflexionando un poco más para sí mismo. – Deseo saber qué haces aquí y por qué puedo verte. ¿Hay algo que necesites de mí? – dijo en un tono serio y tranquilo, mientras que los alrededores inundados de miseria lo hacían querer alejarse más del lugar pues ese intrínseco momento, estando junto a la jinete deseó que no fuera profanado.

-Me llamo Alarick, pocos saben mi verdadero nombre. Soy el espíritu de un caos primigenio, y estoy aquí frente a ti, cuando te he visto en mis trances. Es difícil de explicar en este momento, ya que así mismo, estoy declarando cosas demasiado peligrosas para esta humanidad.- le explicó Alarick a la criatura: -y tú, ¿cómo te llaman aquí en la Tierra?- preguntó con intriga, aunque los nombres físicos no importaban demasiado para él.

La cercanía de la mujer lo hizo a él, tomarle delicadamente del brazo: -Por favor, te pido que me acompañes a una pequeña casa cerca de aquí, en dónde podremos seguir conversando mucho mejor. – dijo con naturalidad, observando a su alrededor tratando de buscar algún indicio de amenaza para avanzar junto a ella un poco más rápido. Era importante para el hechicero permitirse dicha privacidad, puesto a que no le gustaban para nada las miradas curiosas de los transeúntes, ni mucho menos en un momento tan inusual y que de seguro, es por algo importante.

-Verte en forma de mujer, es bastante curioso. Pues, dependiendo del mago las apariciones se presentan conforme a lo que él está acostumbrado a ver y sentirse más cómodo – añadió con su voz neutral y misteriosa de siempre, de un volumen tan bajo que sólo ella podría escuchar.

por **Sashura** Jue Feb 22, 2018 5:38 pm

Las palabras del recipiente humano, provocaron en el jinete una breve sonrisa. ¿Por qué podía verla? Él podía, él mismo se acababa de responder a su pregunta pero ¿podría responderle a ella? El tiempo y el espacio se detuvo, en cuanto las miradas se cruzaron, la distancia fue acortada y pudo verlo, apreciar el poder que anidaba en el hechicero. El aura oscura, gris metalizado, poderosa e insaciable. La piel de la albina, se erizó como si la misma piel le quemase, un igual entre la multitud... por fin sus plegarias fueron escuchadas.

-A ti. Te necesito a ti. Y si puedes verme y yo a ti, no es por simple casualidad. Me buscabas sin ser consciente de ello y esta noche, tenía una misión. ¿Adivinas cuál es? Lo sabes. -un susurro murió entre ambos y la sonrisa, aún permanecía en los labios de la cambiante. Su naturaleza no pudo ser indiferente, una vuelta alrededor de su compañero hasta que aceleró el paso al encontrarse a la espalda del desconocido pero conocido ser.

-No importa el nombre, si estamos aquí es por una sencilla razón. Te necesito y me necesitas. ¿Acaso importa quién o no seamos...Alarick? Bonito nombre, delicioso recipiente has elegido para no pasar desapercibido, no podrías aunque lo deseases -tan tentadora, su risa murió en la nuca del hechicero, los dedos de Victoria, se enredaron en la capucha que cubría el rostro ajeno para de un tirón quitarla, apreciar los rasgos de aquel que había estado esperando.

Los ojos azules, se enredaron en el perfil expuesto, mordiéndose el labio inferior por el descubrimiento. Ese aura...brillaba con tal fuerza que tan sólo encontrarse apenas unos centímetros podía notar el poder que desprendía de forma aún más cegadora, en esa batalla ambos tenían mucho que ganar.

-Haces demasiado énfasis en mi aspecto, cualquiera diría que no te gusta lo que ves -tomó su brazo, enredando su brazo libre en la cintura ajena, ocultándose en cierto modo de las miradas, llevando el control de los pasos, no importándole si iba a una casa o al bosque, lo que más le intrigaba en ese momento, el hecho de encontrar una pieza clave para sus fines -Alarick, cualquiera diría que no te gusta lo que ves, no me importa.. -la risa infantil se apagó cuando los dedos blancos como la nieve tomaron uno de los mechones del hechicero, enredándolos, guiarlos hasta sus labios donde dejó un roce a su atenta mirada.

-¿Qué deseas? Me has pedido conversar...¿sobre qué? ¿qué hacías en el peor barrio de París? ¿buscando almas inocentes a las que conseguir sucumbir? Tu poder es mayor que tal cosa... ¿sembrar...el caos? Soy una especialista, hace demasiado tiempo....y puede que esta noche...te sientas por fin vivo, los dos. -remarcó cada letra de la palabra, mirándole a los ojos, deleitándose en la imagen de aquel a quién llamaba “caos”, qué bonita palabra. Le tendió su mano, una invitación silenciosa.

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