AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Almost african —Euphrasie ID
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Almost african —Euphrasie ID
Euphrasie
18 aparentes / 36 reales
Cambiante rumiante
Clase baja
Heterosexual
Francia, París
Transformaciones:
Habilidad/poder
HABILIDADES Y ATRIBUTOS INNATOS:
Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad, fuerza sobrehumana y longevidad.
Transformación.
Sanación acelerada.
Percepción del aura.
HABILIDADES PARTICULARES:
Visión compartida y visión remota.
Fortaleza.
Rastreo.
Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad, fuerza sobrehumana y longevidad.
Transformación.
Sanación acelerada.
Percepción del aura.
HABILIDADES PARTICULARES:
Visión compartida y visión remota.
Fortaleza.
Rastreo.
Descripción psicológica
Euphrasie es un soplo de vida, siempre repleta de energía y dispuesta a cumplir con su labor; disfruta de mantenerse atareada, puesto que el aburrimiento tiende a inducirle sopor.
Es una jovencita risueña y optimista, prefiere pasearse con una sonrisa incluso en tiempos de desgracia con el único objetivo de mantener la armonía. Es sumamente eficiente y devota, mujer de palabra por sobre todas las cosas.
Aunque carente de determinados privilegios académicos, es una muchachita despierta e inteligente, tiene una habilidad extraordinaria para aprender velozmente y replicar sus tareas a la perfección. Es capaz de anticiparse a los hechos y aportar soluciones —generalmente rebuscadas, pero no por ello menos eficaces— a todo contratiempo que se le presente.
Es apasionada y perceptiva, acostumbra a manifestar empatía hacia aquellos que se encuentren en miseria, independientemente de todas sus implicancias, intentará sembrar sonrisas en los rostros de las almas en pena.
Posiblemente como resultado de su particular naturaleza, tiende a desenvolverse con cierta paranoia, siempre precavida a la hora de accionar y alerta ante cualquier indicio de peligro.
A pesar de haber sido estrictamente adiestrada por las mujeres de Cristo, sus modales dejan mucho que desear, de vez en cuando hace un esfuerzo por comportarse como debería, pero la mayoría de las ocasiones se resigna a ser, simplemente, ella misma.
Es una cristiana empedernida, si bien sus experiencias bajo custodia de las hermanas no fueron las más placenteras, encuentra en la religión su piedra angular. Participa de las actividades festivas católicas siempre que su labor le permite hacerse con el tiempo necesario y se dedica, cada noche, a rezar un rosario completo en pos del bienestar de sus hermanos.
Es una jovencita risueña y optimista, prefiere pasearse con una sonrisa incluso en tiempos de desgracia con el único objetivo de mantener la armonía. Es sumamente eficiente y devota, mujer de palabra por sobre todas las cosas.
Aunque carente de determinados privilegios académicos, es una muchachita despierta e inteligente, tiene una habilidad extraordinaria para aprender velozmente y replicar sus tareas a la perfección. Es capaz de anticiparse a los hechos y aportar soluciones —generalmente rebuscadas, pero no por ello menos eficaces— a todo contratiempo que se le presente.
Es apasionada y perceptiva, acostumbra a manifestar empatía hacia aquellos que se encuentren en miseria, independientemente de todas sus implicancias, intentará sembrar sonrisas en los rostros de las almas en pena.
Posiblemente como resultado de su particular naturaleza, tiende a desenvolverse con cierta paranoia, siempre precavida a la hora de accionar y alerta ante cualquier indicio de peligro.
A pesar de haber sido estrictamente adiestrada por las mujeres de Cristo, sus modales dejan mucho que desear, de vez en cuando hace un esfuerzo por comportarse como debería, pero la mayoría de las ocasiones se resigna a ser, simplemente, ella misma.
Es una cristiana empedernida, si bien sus experiencias bajo custodia de las hermanas no fueron las más placenteras, encuentra en la religión su piedra angular. Participa de las actividades festivas católicas siempre que su labor le permite hacerse con el tiempo necesario y se dedica, cada noche, a rezar un rosario completo en pos del bienestar de sus hermanos.
Historia
Cuando naces y creces en las calles, pierdes los escrúpulos y adquieres una particular habilidad para maravillarte frente a las cosas más intrascendentes que provee la vida; más aún si tu esperanza de vida duplica la del ser humano convencional. Para Euphrasie en sus primeros años de existencia, por ejemplo, la posibilidad de que un recipiente de porcelana, cerámica o barro pudiese contener suficiente agua tibia como para que una persona se sumergiera dentro de él, experimentando placer al hacerlo y saliendo, luego, ilesa y perfumada, resultaba una utopía, si no un disparate. Se crio a orillas de un río turbio y pestilente, su definición de baño apenas le quitaba la suciedad que recolectaba en la ciudad y ya ni hablar de líquidos a temperatura afable.
La niña nació para preceder un acopio de siete hermanos, todos paridos por la misma prostituta, pero engendrados de distinto padre. Aquel que echara un vistazo a los muchachitos habría negado rotundamente la posibilidad de que se hallaran emparentados, de no ser porque todos y cada uno compartían una belleza singular, oculta debajo de toneladas de inmundicia, claro está. El primer techo que Euphrasie recuerda sobre su cabeza a cualquier ciudadano culto hubiera resultado simpático denominarlo hogar y no puente, porque eso es lo que era. Día y noche transitaban carruajes, corceles y transeúntes sobre la estructura; la actividad, aunque ruidosa, proveía a los muchachos de algún que otro franco procedente de la pena o los alimentos machucados que se fugaban de sus cajones. Para la jovencita, que en ese entonces tendría unos seis años a juzgar por su apariencia —aunque el doble en experiencia— el arte de mendigar se había convertido en un fuerte de acción, puesto que, una vez reunida suficiente consciencia, tomó la decisión de responsabilizarse de sus hermanos, asegurándose de proveerles con alimentos y seguridad todo el tiempo que le fuera posible.
Aquella madre que eventualmente retornaba para abandonar algún otro polluelo en el nido de desamparados había desaparecido hacía tiempo, ya los menores de la familia no recordaban su rostro y Euphrasie había decidido creer que, simplemente, no regresaría. En parte era devastador, pero, por otro lado, podía suponer un alivio; si seguían sumándose bocas que rellenar y nombres que memorizar, la jovencita acabaría perdiendo la cordura.
Cuando la mayoría de sus hermanos alcanzó edad propicia —ella ya llevaba unos veintidós desde su nacimiento, que caía en Navidad— comenzaron a dedicarse al asalto premeditado. Cada nuevo cargamento que surcara el puente de los bandidos, como empezó a conocérsele, acababa debiendo entregar la cantidad de bienes equivalente a la capacidad de los delgados brazos de la coalición para cargarla. Sería una tontería brindarles excesivo prestigio, puesto que, tan pronto empezó a correr la voz de los atracos en la zona, las fuerzas policiales se presentaron para encargarse de que no volvieran a acontecer. Oh, calma, Euphrasie logró rescatar a todos sus hermanos de la ira autoritaria, un chapuzón en el río y vía directa hacia la libertad; aunque más comparable con una caída en picada hacia la miseria.
La mayor de los siete debió tomar una decisión drástica para asegurarse la supervivencia de sus hermanos, la posibilidad de extrañarles con desesperación no la detuvo a la hora de golpear las puertas de los orfanatos donde los fue repartiendo, dejándoles ir con la promesa de un futuro y definitivo reencuentro.
La suciedad y las enfermedades se desperdigaban por las calles como ratas en el alcantarillado y, a pesar de la mala reputación edificada alrededor de las casas para niños sin hogar sustentadas por la iglesia, ella prefirió una y mil veces que durmieran en claustros con el estómago repleto de sopa y no debajo de los alféizares destartalados hurtados a los vagabundos y gitanos.
Euphrasie se encontró sola al cabo de unos días, deambulando por los monasterios en busca de un sitio en el que instalarse, pues, a pesar de haber superado ya la edad necesaria para considerarse un adulto independiente, su cuerpo no cumplía con las aptitudes que aquello parecía requerir.
La acogieron en un orfanato administrado por un grupo de monjas de clausura, donde le obligaron a vestir de blanco y asistir a misa cuatro veces a la semana, cinco en Cuaresma. Euphrasie recibió una educación decente en aquella institución, si bien jamás conoció los extremos alcanzados por las ciencias, sí aprendió a leer los misales, a ordenar su habitación y tender su cama, doblar sus prendas, limpiarse el rostro antes de desayunar su taza de té con una hogaza de pan y a cantar las alabanzas a Dios. Ah, descubrió cuánto disfrutaba entonando aquellos cánticos en latín que no comprendía y qué tan inspirador podía ser bailar a su compás cuando la superiora no estaba presente, puesto que fueron varias las veces en que debió permanecer cuatro horas de pie sobre una silla por haber sido descubierta deshonrando las estrofas de los salmos.
Euphrasie hizo del orfanato su hogar, cuidó de las hermanas más pequeñas y vio los años transcurrir detrás de aquellos muros impenetrables. Algo, sin embargo, un sentimiento indescriptible e intenso le llamaba a abandonar su prosperidad para sumergirse en un universo que se extendía desconocido a su conciencia. Una noche de luna llena, cuando las monjas dormían y las serenas propagaban sus mudas plegarias, la jovencita se aventuró a responder aquel enigmático clamor. Se perdió en las calles adoquinadas hasta las afueras de la ciudad, aún sin ser consciente de que la velocidad empleada para correr hasta su destino no podía ser considerada usual para un ser humano, mucho menos para una chiquilla que aparentaba poseer no más de quince años de edad. En el vasto prado que recibió su cuerpo agitado Euphrasie experimentó su primera transformación. Puede que, en realidad, ya lo hubiera padecido antes, pero nunca a consciencia, no recordándolo con tal nitidez.
Euphrasie descubrió que la hierba bañada en rocío era más sabrosa que la avena especial de Semana Santa y que podía corretear tan aprisa como los caballos, saltar cinco veces más lejos de lo que un hombre adulto podría aproximarse en su vida entera, oír y olfatear vegetación, además de otras especies, a distancias inimaginables.
La velada de su revelación supuso para ella un renacer, además de convertirse en la jornada de su primera menstruación y el comienzo del escándalo mensual por el cual debería permanecer en cama cinco días en cada ocasión y abstenerse del baño hasta que, a fin de cuentas, el periodo acabara.
Euphrasie no permaneció mucho más tiempo en el mismo orfanato, puesto que las niñas a su alrededor crecían mucho más deprisa y abandonaban los claustros antes que ella. Se trasladó a otras dos residencias para huérfanos en el transcurso de su maduración hasta aparentar, finalmente, unos diecisiete años verosímiles.
Tras rechazar rotundamente la posibilidad de adherirse a las filas de las célibes devotas a Cristo, en favor de su destreza coral durante las misas y su afable personalidad, además de la bondad de los fieles, logró obtener un empleo en una taberna próxima al puerto de París. Euphrasie está convencida de su capacidad para reunir dinero suficiente y permitirse el reencuentro con sus hermanos, para establecerse, en suma, juntos y dignamente como la familia que alguna vez soñaron ser.
La niña nació para preceder un acopio de siete hermanos, todos paridos por la misma prostituta, pero engendrados de distinto padre. Aquel que echara un vistazo a los muchachitos habría negado rotundamente la posibilidad de que se hallaran emparentados, de no ser porque todos y cada uno compartían una belleza singular, oculta debajo de toneladas de inmundicia, claro está. El primer techo que Euphrasie recuerda sobre su cabeza a cualquier ciudadano culto hubiera resultado simpático denominarlo hogar y no puente, porque eso es lo que era. Día y noche transitaban carruajes, corceles y transeúntes sobre la estructura; la actividad, aunque ruidosa, proveía a los muchachos de algún que otro franco procedente de la pena o los alimentos machucados que se fugaban de sus cajones. Para la jovencita, que en ese entonces tendría unos seis años a juzgar por su apariencia —aunque el doble en experiencia— el arte de mendigar se había convertido en un fuerte de acción, puesto que, una vez reunida suficiente consciencia, tomó la decisión de responsabilizarse de sus hermanos, asegurándose de proveerles con alimentos y seguridad todo el tiempo que le fuera posible.
Aquella madre que eventualmente retornaba para abandonar algún otro polluelo en el nido de desamparados había desaparecido hacía tiempo, ya los menores de la familia no recordaban su rostro y Euphrasie había decidido creer que, simplemente, no regresaría. En parte era devastador, pero, por otro lado, podía suponer un alivio; si seguían sumándose bocas que rellenar y nombres que memorizar, la jovencita acabaría perdiendo la cordura.
Cuando la mayoría de sus hermanos alcanzó edad propicia —ella ya llevaba unos veintidós desde su nacimiento, que caía en Navidad— comenzaron a dedicarse al asalto premeditado. Cada nuevo cargamento que surcara el puente de los bandidos, como empezó a conocérsele, acababa debiendo entregar la cantidad de bienes equivalente a la capacidad de los delgados brazos de la coalición para cargarla. Sería una tontería brindarles excesivo prestigio, puesto que, tan pronto empezó a correr la voz de los atracos en la zona, las fuerzas policiales se presentaron para encargarse de que no volvieran a acontecer. Oh, calma, Euphrasie logró rescatar a todos sus hermanos de la ira autoritaria, un chapuzón en el río y vía directa hacia la libertad; aunque más comparable con una caída en picada hacia la miseria.
La mayor de los siete debió tomar una decisión drástica para asegurarse la supervivencia de sus hermanos, la posibilidad de extrañarles con desesperación no la detuvo a la hora de golpear las puertas de los orfanatos donde los fue repartiendo, dejándoles ir con la promesa de un futuro y definitivo reencuentro.
La suciedad y las enfermedades se desperdigaban por las calles como ratas en el alcantarillado y, a pesar de la mala reputación edificada alrededor de las casas para niños sin hogar sustentadas por la iglesia, ella prefirió una y mil veces que durmieran en claustros con el estómago repleto de sopa y no debajo de los alféizares destartalados hurtados a los vagabundos y gitanos.
Euphrasie se encontró sola al cabo de unos días, deambulando por los monasterios en busca de un sitio en el que instalarse, pues, a pesar de haber superado ya la edad necesaria para considerarse un adulto independiente, su cuerpo no cumplía con las aptitudes que aquello parecía requerir.
La acogieron en un orfanato administrado por un grupo de monjas de clausura, donde le obligaron a vestir de blanco y asistir a misa cuatro veces a la semana, cinco en Cuaresma. Euphrasie recibió una educación decente en aquella institución, si bien jamás conoció los extremos alcanzados por las ciencias, sí aprendió a leer los misales, a ordenar su habitación y tender su cama, doblar sus prendas, limpiarse el rostro antes de desayunar su taza de té con una hogaza de pan y a cantar las alabanzas a Dios. Ah, descubrió cuánto disfrutaba entonando aquellos cánticos en latín que no comprendía y qué tan inspirador podía ser bailar a su compás cuando la superiora no estaba presente, puesto que fueron varias las veces en que debió permanecer cuatro horas de pie sobre una silla por haber sido descubierta deshonrando las estrofas de los salmos.
Euphrasie hizo del orfanato su hogar, cuidó de las hermanas más pequeñas y vio los años transcurrir detrás de aquellos muros impenetrables. Algo, sin embargo, un sentimiento indescriptible e intenso le llamaba a abandonar su prosperidad para sumergirse en un universo que se extendía desconocido a su conciencia. Una noche de luna llena, cuando las monjas dormían y las serenas propagaban sus mudas plegarias, la jovencita se aventuró a responder aquel enigmático clamor. Se perdió en las calles adoquinadas hasta las afueras de la ciudad, aún sin ser consciente de que la velocidad empleada para correr hasta su destino no podía ser considerada usual para un ser humano, mucho menos para una chiquilla que aparentaba poseer no más de quince años de edad. En el vasto prado que recibió su cuerpo agitado Euphrasie experimentó su primera transformación. Puede que, en realidad, ya lo hubiera padecido antes, pero nunca a consciencia, no recordándolo con tal nitidez.
Euphrasie descubrió que la hierba bañada en rocío era más sabrosa que la avena especial de Semana Santa y que podía corretear tan aprisa como los caballos, saltar cinco veces más lejos de lo que un hombre adulto podría aproximarse en su vida entera, oír y olfatear vegetación, además de otras especies, a distancias inimaginables.
La velada de su revelación supuso para ella un renacer, además de convertirse en la jornada de su primera menstruación y el comienzo del escándalo mensual por el cual debería permanecer en cama cinco días en cada ocasión y abstenerse del baño hasta que, a fin de cuentas, el periodo acabara.
Euphrasie no permaneció mucho más tiempo en el mismo orfanato, puesto que las niñas a su alrededor crecían mucho más deprisa y abandonaban los claustros antes que ella. Se trasladó a otras dos residencias para huérfanos en el transcurso de su maduración hasta aparentar, finalmente, unos diecisiete años verosímiles.
Tras rechazar rotundamente la posibilidad de adherirse a las filas de las célibes devotas a Cristo, en favor de su destreza coral durante las misas y su afable personalidad, además de la bondad de los fieles, logró obtener un empleo en una taberna próxima al puerto de París. Euphrasie está convencida de su capacidad para reunir dinero suficiente y permitirse el reencuentro con sus hermanos, para establecerse, en suma, juntos y dignamente como la familia que alguna vez soñaron ser.
Datos extra
●Euphrasie logró dar con un libro de fauna universal en una de sus aventuras en la biblioteca del convento; allí halló referencias a su especie animal y su hábitat natural. Desde entonces, está convencida de que su linaje desciende de inmigrantes africanos y ha convertido en su sueño la posibilidad de viajar a este continente.
●Manifiesta un profundo respeto hacia los esclavos procedentes de África, además de una atosigante curiosidad por su tierra natal.
●Tiene la costumbre de defenderse a cabezazos o empujones cuando se la incordia físicamente. Es relativamente torpe con los puños, pero ágil para las huidas.
●Tantos años entre creyentes le condujeron a despertar una profunda devoción por la religión cristiana, cree en un Dios bondadoso y misericordioso. Va a Misa todos los domingos y se consagra a cantar los salmos por sobre todas las cosas.
●Desconoce el apellido de su madre tanto como el de su padre, por ende, no porta uno. Si le preguntan, suele atribuirse el nombre del primer orfanato donde se alojó como tal; piensa que, si algún día llegara a casarse, adoptaría el de su marido para acabar con el inconveniente.
●Manifiesta un profundo respeto hacia los esclavos procedentes de África, además de una atosigante curiosidad por su tierra natal.
●Tiene la costumbre de defenderse a cabezazos o empujones cuando se la incordia físicamente. Es relativamente torpe con los puños, pero ágil para las huidas.
●Tantos años entre creyentes le condujeron a despertar una profunda devoción por la religión cristiana, cree en un Dios bondadoso y misericordioso. Va a Misa todos los domingos y se consagra a cantar los salmos por sobre todas las cosas.
●Desconoce el apellido de su madre tanto como el de su padre, por ende, no porta uno. Si le preguntan, suele atribuirse el nombre del primer orfanato donde se alojó como tal; piensa que, si algún día llegara a casarse, adoptaría el de su marido para acabar con el inconveniente.
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Euphrasie- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 15/02/2018
Re: Almost african —Euphrasie ID
FICHA APROBADA
bienvenido/a a victorian vampires
¡ENHORABUENA! YA ERES PARTE DE VICTORIAN VAMPIRES Y TE DAMOS LA MÁS CORDIAL BIENVENIDA.
ANTES DE HACER CUALQUIER OTRA COSA, TE INVITO A LEER LAS NORMAS QUE TENEMOS EN EL FORO PARA QUE ESTÉS BIEN ENTERADO/A DE CÓMO MANEJAMOS TODO EN ESTE SITIO Y ASÍ EVITARTE FUTUROS MALOS ENTENDIDOS. A CONTINUACIÓN TE DEJO LOS LINKS MÁS IMPORTANTES PARA QUE PUEDAS CONOCER LA INFORMACIÓN, Y SI DESPUÉS DE LEER SIGUES TENIENDO ALGUNA DUDA, PUEDES CONTACTARME A MÍ O A OTRO DE LOS ADMINISTRADORES; ESTAMOS PARA SERVIRTE.
¡QUE TE DIVIERTAS!
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» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour