Viaje ansiado

por **Alessa Windsor** Dom Dic 05, 2010 11:07 pm

Sonaban las doce de la noche en el imponente reloj de pared, el eco de las campanadas invadían los pasillos del inmenso castillo. Quedaban algunos pocos sirvientes murmurando desde las habitaciones bajas del lugar, y el brillo intermitente de las últimas velas iban develando sombras un tanto conocidas.
Alessa se hallaba de pie junto al ventanal de su recámara, mientras la luz de la luna ingresaba testigo iluminando su perfil. Una repentina sonrisa curvaba las comisuras de la princesa, quien con mirada circunspecta se hallaba atenta al portal de enredaderas que resguardaba la entrada de su castillo.
Alejada de los sonidos de la noche, jugueteaba con los listones del semitransparente camisolín, como si aguardara algo que suponía llegar en breve.
-Debes irte- ordenó la vampira al sirviente que se hallaba sentado en una de los sillones de la habitación, sin apartar la vista de los jardines frontales. –Ya me has servido por hoy- repuso aún sonriente mientras el muchacho iba lentamente abotonándose la ensangrentada camisa.
-Si me necesita…- dijo el joven, y antes de que pudiese terminar la oración, la vampira giró en su dirección con los ojos aún enrojecidos de la sed respondiendo…
-Cuando necesite de tus servicios, lo sabrás… me hallarás saboreando tu pulso-
El muchacho pálido, pero aún así irremediablemente atraído por la princesa se permitió una torpe reverencia, para luego salir de la recámara dejándola así completamente sola.
Una insólita brisa comenzó a desparramar las hojas secas del jardín, alborotando a la misma vez, el largo cabello de la vampira; a lo lejos se aproximaba un carruaje, dando ansiosos pero entrecortados pasos, Alessa se aproximó hacia el balcón. Las enredaderas fueron apartadas cuando la carroza las atravesó y con una amplia sonrisa la princesa Von Bükert murmuró…
-Por fin ha llegado…-
El frío de la noche comenzó a hacerse presente, erectando con gracia los pezones de la joven haciéndolos notorios por encima del camisolín semitransparente. Sin apresurarse, descendió las escaleras de la amplia residencia, y saliendo a la luz de la luna, recibió a un sombrío sujeto que salía de lo profundo del carruaje…
-¿Su majestad se encuentra lista?- dijo el cochero haciendo una reverencia.
-Pasarás la noche aquí, ya que partiremos al amanecer, será mejor de ese modo- Respondió sin gesto alguno, ella debía partir hacia Francia, y había solicitado al chofer perfecto, fiel, reservado, la llevaría a París sin hacer preguntas, ya que conocía los orígenes y la identidad de la monarca. Y para completar los requisitos, Morris era licántropo, se hallaba al servicio de su familia desde hacía ya muchas décadas. Era muy particular la relación de ambos, Alessa había considerado buena idea salvar la vida de Morris cuando éste se hallaba en pelea, y el licántropo haciendo caso omiso de sus instintos, adquirió aprecio y profundo respeto por la princesa.
Con el cantar de los grillos, ambos seres ingresaron nuevamente en la residencia, para partir con el cese del rocío la mañana siguiente.
Tomaron el camino más corto, y aprovechando el sueño diurno de Alessa, llegaron más pronto de lo que imaginaron.