AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Rencor contra el clero (priv. Stefan)
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Rencor contra el clero (priv. Stefan)
"Cae la noche niebla eterna
ocultase ya la luz..."
ocultase ya la luz..."
La noche se alzaba calmada, fria, propia de esta epoca del año año, dispuesta a amenazar lluvia, incluso había cierta niebla que acariciaba los frios ladrillos de los edificios, una noche donde la luna estaba casi en su totalidad tapada por las nubes de color oscuro debido a que amenazaban tormenta. Más la muchacha de melena blanquecina era una agradable noche, el frio de su piel casi hacía que la temperatura ambiente pareciera templada, sonriendo de medio lado al percibir el aroma de la siguiente presa, tenía hambre, hambre que estaba dispuesta a saciar, pero esta noche no le apetecía un actor, o alguien que levantase suspiros a las damas que les viera. No, esta noche no cazaria en los alrededores del teatro o la opera, hoy tenía hambre de rufian, hoy quería matar, algo interesante, algo que le fuese divertido, que se defendiense y atacase, algo que matar, ya que normalmente cuando se alimentaba de artistas nunca los mataba.
Pronto localizo a su proxima presa, un hombre, entrado ya en los treinta años, grande, eso arrancó una maliciosa sonrisa en los labios de la joven vampiresa, que ladeaba la cabeza, colocandose su abrigo largo negro acomodado, y la capucha que tapaba la gran parte de su rostro dejando visibles solo parte de su nariz y la boca, el resto oculto bajo la oscuridad de la capucha.
-Buenas noches.- Dijo en un tono tranquilo, casi dulce se podría añadir, cosa que hizo que el matón se girarse a observarla. -¿No es un lugar peligroso para una niña ande sola, pequeña?- Respondió en un notable tono jocoso, quizá con intenciones demasiado oscuras si Arikel fuera una pobre muchacha parisina mortal, pero ese hombre no sabía que se encontraba ante el depredador y no ante la presa, la muchacha pasó la lengua por sus afilados colmillos mientras tenía los ojos clavados en ese grande hombre de aspecto feroz. - Me he despistado un poco...tal vez....¿como se vuelve hacía el centro de la ciudad?- Mantuvo el tono inocente, dulce, suave...ese tono que no inspraba ningún pavor, ese tono que hacía que los mortales la vieran absolutamente indefensa, absolutamente dulce. El hombre se acercaba con una sonrisa malevola que habría producido escalofrios a cualquiera, mientras con paso firme se dirigia al menudo cuerpo de la chica, mientras alargaba el brazo para tomar el hombro de la joven y tirar de ella hacía él. - Pobre chiquilla.- Dijo en un tono cargado de malas intenciones que Arikel rapidamente percibió y dibujó una sonrisa ladeada, permitiendo que la tomase del hombro y la empujase hacía el.
-Pobre chiquillo...- Repitió ahora la rubia en un tono amenazador, sonrió ampliamente dejando que él mortal viera esos afilados colmillos que se gastaba la noruega. -¡¡¿Pero qué?!!- El hombre se alteraba y sacó su puñal que hundió en el abdomen de la joven que apenas se imutó salvo para carcajearse y agarrar el brazo por el que el hombre lo tenía agarrada fracturandole la muñeca. El hombre se retorció de dolor mientras la rubia sacaba el puñal de su abdomen y se llevó la hoja manchada de su propia sangre a los labios, pasando la lengua por el filo ante el horrorizado rostro del hombre, la muchacha se retiro la capucha dejando ver su rostro entero, y como sus ojos de color celeste se tiñeron de color Rubí y un bufido sobrenatural, rapidamente se lanzó bruscamente sobre él para que mostrase el cuello y mordió con fuerza embriagandose con el sabor de la sagre deslizandose por la garganta, más algo percibió mientras se alimentaba, no estaba sola, pues notaba otra presencia vampirica cerca, asi que apuró su alimentó de la caza de la noche.
Arikel Voerman- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 382
Fecha de inscripción : 15/11/2017
Re: Rencor contra el clero (priv. Stefan)
Rencor contra el clero
París | Stefan Wozniak | 20/04/2018
Hace varios días, Estados Pontificios, Roma, Italia
La noche caía una vez más sobre el cielo nocturno de la antigua y bendecida Roma, cubriéndose una vez más por el manto del nocturno de un firmamento que lejos de verse iluminado por astros celestes, se hallaba cubierto por la negrura de un espesor de nubes que parecía anunciar la llegada de una tormenta. Y aunque pareciese difícil de creer, ahí, justo donde Pedro había puesto los cimientos de la Iglesia de Cristo, los hijos de Caín, aquellos que se negaban a responder a esa maldición tan antigua como la humanidad misma, también encontraban un espacio en las manos de Dios como fieles servidores de la Iglesia y del Santo Padre. Eran los antiguos y olvidados Inquisidores, y entre ellos, Stefan Wozniak, El Sacerdote como lo conocían los sobrenaturales, era si no el más antiguo de los miembros de la ahora secreta pero letal organización, uno de los primeros en nacer como Inquisidor.
Esa noche, a paso rápido, el vástago con imagen de hombre, vestido de ropas pobres y sacerdotales propias de las primeras órdenes y los cristianos primitivos, cabalgaba a lomos de un caballo en medio de la solitaria plaza de San Pedro con viento dando en su cara, dejando atrás todo y sin ver a algún otro punto que no fuese mientras su rostro se ocultaba debajo de la capucha que utilizaba para esconder la marca de los primeros inquisidores: Una cruz tatuada de forma dolorosa que señalaba el origen de todo y la lealtad hacia Dios y la Iglesia.
El Sacerdote pasó los lumbrales del gran pórtico de madera de la Basílica de San Pedro, y el suelo, de mármol puro, resonaba con el repiqueteo de sus pasos, acercándose más y acortando la distancia entre él y el altar dispuesto para los rezos del Santo Padre ante el Credo. El condenado puso rodilla en tierra, y con la mirada baja, presentó sus respetos a la Cruz, persignándose. –Alivia hoy tu corazón, hijo mío, porque el Señor escucha tus plegarias.– Dijo una voz que Stefan reconoció enseguida. –Eminencia Reverendísima.– Se levantó y presentó sus respetos al Cardenal. –La Iglesia y Dios te reciben.– Mencionó la autoridad. –Me alegra que vuelvas a casa.– La mirada fría del condenado se levantó de soslayo, y asintió en señal de agradecimiento por la condescendía, porque le agradaba volver a casa. –Pero, me temo que esta vez tu estadía no será tan larga. Ven, demos un paseo.
–Tenemos informes preocupantes de una gran cantidad de sobrenaturales asentados en Francia, y vamos a requerir toda la dedicación posible para continuar esta guerra y ganarla.– Stefan miró al cardenal. –¿Qué ha sucedido con los inquisidores de la región?– El cardenal continuo caminando. –Sus resultados han sido favorables, pero los sobrenaturales nos siguen ganando terreno. París es hoy una de las ciudades más pecaminosas del hombre, y se hace un rico cardumen para la propagación de la maldición de Caín y de los hombres lobo.– Y, sacando un libro, se lo entregó al Sacerdote. –Yo mismo ordene eso para ti. Es un compendió de sobrenaturales de los que tenemos registros, por supuesto que habrán de existir muchos más, pero eso al menos te será una guía para comenzar.– El Cardenal continúo caminando, y miró al condenado a los ojos, los mismos ocultos tras la capucha. –Eres nuestro miembro más valioso, y el Santo Padre confía en ti para que demos un certero golpe a las criaturas de la oscuridad.– Stefan miró el libro y sentenció con frialdad. –La mano de Dios juzgará y salvará.– El Cardenal sonrió. –Sé que lo hará, y por eso confiamos en ti. Dios y la Iglesia lo hacen.– Stefan asintió con la cabeza, y se dispuso a emprender, una vez su camino. –Stefan…– Dijo la voz del Cardenal. –…Recuerda no olvidar, que alguna vez fueron humanos, igual que tú. Están condenados, y aún ellos tienen la piedad de Dios. No olvides tu humanidad.– El Sacerdote se mantuvo dando la espalda. –Es algo que el filo de mis armas nunca olvida, Cardenal.– El Cardenal volvió a reír. –Lo sé. Ve con Dios, hijo mío.
Actualidad
–…Recuerda no olvidar, que alguna vez fueron humanos, igual que tú. Están condenados, y aún ellos tienen la piedad de Dios. No olvides tu humanidad.– Aquellas palabras resonaron una vez más en la mente del condenado. Stefan había pasado un tanto más de 600 años dando muerte a vampiros, hombres lobo, hechiceros y cambiantes. Todos y cada uno, sangre derramada por su mano, eran quizá una dura mancha que machacaba con alevosía alguna parte de su humanidad. Sin embargo, en sus ojos, al matar, no había remordimiento, no había duda, no había odio, no había rencor, no había nada. Solo frialdad y silencio. Stefan entendía bien, que todo sobrenatural era, al igual que él, un alma, y que por causas propias, o del destino, habían terminado bajo una condición que para Dios era pecaminosa y maldita, igual que él. Su trabajo no era juzgar, sino matar, para que cada alma, llegase a cielo, y fuese juzgada según los designios de Dios.
Y esa misma forma de dar muerte a los sobrenaturales, era lo que le convertía en lo que la Iglesia llamaba: un arma perfecta. Un arma que algunos sobrenaturales, especialmente los vampiros, entre ellos algunos tan antiguos como la tierra, temían. Que un ser así sirviese a la Iglesia, era motivo de miedo, y terror, y más siendo sabido que se trataba de un asesino con exactamente las mismas habilidades que cualquier hijo de Caín. Y entonces, mientras el Sacerdote aún rondaba por las afueras de la cosmopolita ciudad, una figura había llamado su atención. Como vampiro, le era fácil reconocer el aura de otro sobrenatural igual que él, y decidió seguirle. Observo desde la penumbra, pero no se lanzó a salvar al hombre de inmediato y salió por detrás de ella, a una distancia suficiente, para sintiese su presencia. –Mucho tiempo has huido ya, Arikel Voerman. Hoy la mano de Dios cae sobre ti.– Dijo la voz fría, seca y sería, debajo de la capucha y las vestimentas sacerdotales.
Stefan Zamoyski- Condenado/Vampiro/Clase Media
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Fecha de inscripción : 14/04/2017
Re: Rencor contra el clero (priv. Stefan)
"Frío yermo, rompe y hiela
Lágrimas del corazón"
Lágrimas del corazón"
La sangre se deslizaba por su garganta densa como la miel embriagandose de poder, y cerrando la herida que se había dejado inflingir saciandose de la sangre, esta rebosaba por sus labios mientras seguía manteniendo la mordida, vaciando hasta absorver una arteria colapsada y vacía, soltó por que notó la presencia muy cerca, a su espalda, podia percibir su aura, era un vampiro como ella, por el brillo de esta podía hacer un ligero calculo de la edad, dejó caer el cuerpo en el suelo y pasó suavemente los dedos por su mentón, limpiando los requicios de sangre fresca que acababa de conducir, entonces el escalofrío se hizo, el vampiro olía también a incienso, un olor caracteristicos de un grupo en particular, inclinó ligeramente la cabeza para observarle de reojo cuando le escuchó hablar, un inquisidor...un maldito inquisidor, el ansia cambiaba sus celestes ojos al color del rubí, el deseo irreflenable de moverse a velocidad sobrenatural y perderse por las calles de París dejandole atras, huyendo...los temía, los odiaba...la ansiedad se agolpaba en su ser y ladeaba la cabeza.
Lentamente empezó a girar para encontrarse cara a cara con el vampiro, observandole, estudiandole, era más joven que ella, eso podía ser a su favo. -¿Dios? no...Dios no....Odín el padre de todos me reclamara o quizás Fenrir, o quizá Hela....pero tu Dios no...- Dijo dejando clara sus creencias religiosas, despues de tanto tiempo, sus creencias propias de Noruega seguían ahí.
Se giró dispuesta a perderse en la oscuridad de la noche, y dar esquinazo a ese vampiro, pero eso no era una solución, no era una solución de abolutamente nada. Dió unos pasos pero se detuvo observandole nuevamente, bufó mostrandole sus muy afilados colmillos y su actitud hostil. -Deberías darte media vuelta y salir corriendo con el rabo entre las piernas, para mí eres un chiste, un neófito..- Dijo encarandose finalmente, adoptando una postura de seguridad, y dejando ver cuan engreida podía llegar a ser la vampiresa, más a pesar de sus 1015 años de edad, la humanidad no había sido perdida, y conservaba ese comportamiento que tenía cuando fue mordida, el de la adolescencia, su edad aparente era el de una chica de 17 años recien cumplidos, y aun mantenía ese comportamiento, aunque la nacionalidad tiraba mucho, asi que era toda una adolescente vikinga.
Desenfundó una de sus viejas dagas, la que perteneció a su hermano, aun afilada, y había tenido mucho tiempo para ser muy buena en el manejo de armas. No obstante observó a ese inquisidor, sabía su nombre y su apellido, sabía que había estado escapando de las garras de la inquisición, y quizás escarmentar o mermar las filas haría que los inquisidores se achantaran a la hora de importurnarla, abrió la boca emitiedo esos bufidos vampirizales. -Te lo advierto...puedo ser muy mala...para tí.- Su tono sonó con notable ironia, mientras esbozaba una macabra sonrisa mosntrando sus colmillos que asomaban por entre sus labios, abrió la boca sacando la lengua con burla, adquiriendo una forma juguetona pero amenazante a su misma vez, no se iba a dejar intimidad, no esta vez, esta vez iba a plantar cara, aunque se preguntaba muchas cosas en ese mismo instante...y algo la perturbaba, sacudió su cabeza y procuró mantener la distancía de primer momento, mientras buscó moverse primeramente haciendo una sacudida de daño mental, aunque fuera de modo de advertencia.
Arikel Voerman- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/11/2017
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