Siriana - The hermit

Descripción Psicológica
La personalidad de Siriana es contradictoria. Toda ella es una contradicción en sí misma. Puede ser dulce, risueña, amable, sumamente despierta y optimista pero, al mismo tiempo, cuando se enfada tiene un humor de perros, volverse el ser más pesimista sobre la faz de la Tierra y junto con esa negra nube que la sobrevuela en esos momentos, dejarse llevar por un torrente de agresiva e innecesaria violencia. La parte buena es que cuesta mucho enojarla.

Es una joven normal, aunque sus hormonas parecen alteradas más allá de lo habitual. Ya tiene diecinueve años pero se comporta, muchas veces, como si aún tuviera catorce o quince. Es infantil, rebelde y despreocupada. Soñadora como una niña y jovial como tal.

Al haber vivido siempre únicamente con su padre y no haberse relacionado jamás con nadie que rondara su edad, su padre la ha consentido más de lo debido y por ello ha prolongado su infancia de manera excesiva.

Tiene su lado peleón y cuando discute con su padre, a éste no le queda más opción que resignarse pues nunca tiene las de ganar. Sólo hay un tema en el que no da jamás su brazo a torcer con su niña y es en su estilo de vida. Siempre vivirán alejados de la civilización y sobre eso no hay charla posible al respecto.


Historia
Había una vez una pareja sumamente enamorada. Los dos vivían de trabajar la tierra, aunque él había sido anteriormente panadero y, cuando la situación lo había requerido, un espléndido guerrero que protegiera las tierras que formaran su hogar.

Durante uno de aquellos ataques y épocas en las que el mundo se veía sumido en tinieblas y ríos carmesí, la esposa fue raptada por los hombres de un cruel tirano, ella como tantas, y muchas fueron violadas para luego ser devueltas con sus maridos, sumidas en la vergüenza de haber sido tomadas por hombres que no eran a los que ellas querían. Las más débiles no soportaron el asalto y murieron resistiéndose, las fuertes volvieron a sus hogares, algunas de ellas portando en sus vientres las semillas de aquellos desgraciados. Un par de mujeres, las “afortunadas”, llevaban en sus entrañas la sangre del déspota que mermaba las filas del ejército y masacraba los pueblos. Una de ellas era la mujer de aquel honrado antiguo panadero que a pesar de ser recibida con amor por su esposo, se vio sumida en una depresión imposible de superar que se llevó la vida de la dama la noche misma del parto.

Una vez viudo y temiendo que, algún día, el verdadero padre de lo único que le quedaba de su esposa, volviera para reclamarla y convertirla en su esclava o algo peor, decidió coger sus cosas y marcharse al exilio. Viviría como un ermitaño, oculto entre los bosques y las montañas, alejado de toda civilización, protegiendo a su pequeña Siriana.

Alejados de todo y todos, la pequeña niña crece rodeada de naturaleza y sin más compañía que la de su padre, la de los animales y, esporádicamente, la de un hombre al que, por instinto, comienza a llamar tío. Ella no sabe el verdadero parentesco que tiene cono ese varón que, realmente, es su primo. Para ella, no tienen vínculo de sangre alguno, pues su padre le oculta su origen, obviamente, por protegerla a ella y porque no considera que el hecho de haber violado a su madre, eso convierta a aquel tirano en su verdadero padre.

La niña crece aprendiendo a valerse de todo aquello que tiene a su alcance. Su padre le enseña aquello que él mismo ha ido aprendiendo con los años. A cazar, despellejar, cultivar, cocinar, construir, manufacturar y coser. Todo se lo tienen que hacer ellos mismos y lo único que, de vez en cuando, trae aquel supuesto tío, son libros para leer y alguna vez muñecos de trapo o piel.

Al no tener contacto con nadie, la relación con su padre es de completa devoción, dependencia y, al mismo tiempo, está llena de tiranteces, pues después de casi dos décadas de convivir con esa única persona y no poder separarte de ella, los roces además de cariño crean discusiones.

A pesar de esos momentos de rebeldía y malos tragos para el progenitor, Siriana es feliz, aunque siempre intenta sacar el mismo tema a colación, uno que en la familia está prohibido por mucho que los interrogantes se formulen de modos distintos, pero que, precisamente por eso, es aún más tentador: ¿Qué ocurre en la ciudadela? ¿Cómo viven los otros jóvenes como ella? ¿Qué será charlar con alguien distinto? ¿Podrá alguna vez visitar la tumba de su madre?