AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Let me go, forget that I existed [Mijáil Golitsin]
2 participantes
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Let me go, forget that I existed [Mijáil Golitsin]
"La vida no se mide por las veces que respiras,
si no por los momentos que te dejan sin aliento."
si no por los momentos que te dejan sin aliento."
La música en su mente es respondida por su canto en tanto realiza las labores comunes de su hogar, limpiando, barriendo, sacudiendo, lavando el piso, la ropa. ¿Por qué una mujer que estuvo en la punta de la pirámide de la sociedad está ahora en esta lamentable situación? La historia tiene formas inexplicables de ser afectada por el destino. Las manos de aquélla que tuviera joyas y guantes de seda, ahora son un pálido reflejo de la suavidad que la caracterizaba. Cubiertas por unos guantes que protegen la piel hasta el primer nudillo, mantienen el calor para evitar que la punta de sus dedos se congelen por el frío del lugar al tiempo que le permiten hacer las actividades caseras.
Es esa voz la que sale de lo ordinario cuando sólo existe la soledad la que le da ánimos para continuar la jornada a pesar de estar trabajando en el día. El llegar a la casa solitaria pesa, cuando se estuvo acostumbrada por quince años a estar rodeada de sirvientes y familiares. Ahora, la heredera de los Holstein-Gottorp tiene que hacer su propia colada, con el reloj anunciando las diez de la noche, sale al patio con el cesto en la cintura para ir colgando cada prenda decente que tiene. La que tiene mayor tiempo es para el uso de la casa, por lo que el vestido dista de poder compararse con los que tenía en Rusia. Su natal Rusia.
Aspira aire apretando el diafragma para que cada nota salga perfecta en tanto sus manos siguen atareadas. Incluso toma el cesto a medio vaciar para moverse como si danzara un vals, uno de tantos aprendidos en su país entre tantos caballeros que ansiaban tenerla entre sus brazos. Todo eso ha quedado atrás. ¿Le pesa? Quizá. El dolor es mayor cuando piensa en sus padres quien ahora extraña y anhela a su lado. Cuando recuerda a sus tutores, sobre todo a Ivanovich con esa adusta presencia tan señorial que le encantaba mirar. Una larga exhalación invade el lugar con una voz tremenda cuando el aria es terminada antes de sonreír a la luna llena para pronunciar en su natal ruso - luna de plata, luna maternal, esta noche quiero implorar un deseo desesperado, haz que tenga un mejor lugar donde estar, que en esta ocasión tarden en llegar a mí, que pueda mantener las amistades que he forjado en este corto tiempo, luna de plata, madre mía, por favor, cumple mi súplica - ruega con esa voz dulce antes de tomar la cesta para volver al interior de su hogar.
La figura delgada demuestra la falta de alimentación que tiene con tal de conservar el sitio que para ella es imprescindible alejada de la muchedumbre que puede mirar con mala intención sus andares. Muchos anhelan su belleza, para bien y para mal. Las envidias corroen los corazones humanos y en ocasiones fomentan los bajos deseos y actuares. Ha sido presa en incontables ocasiones de la lujuria humana, se ha librado por poco en otras tantas, en la mayoría de las veces tiene un sexto sentido que le obliga a dar media vuelta antes de que algo malo acontezca. Desanda sus pasos al baño donde la tina la espera expectante, vacía el agua calentada a base de leños secos para dejar la temperatura adecuada para su baño. Después de desnudarse, se sumerge en ella, lavando su cuerpo en tanto el canto vuelve a emerger con la misma melodía y entonación vibrante y delicada.
El agua resbala por su piel marfileña en tanto ella sigue cantando contenta por terminar la jornada con bien, recibir su poco dinero que es suficiente para pagar sus gastos y lo que le falte, será cuestión de ir al bosque cuando sea de día para recolectar bayas y hongos para comer. ¿Le entristece su raquítica existencia? No, porque sigue viva, sabe que en cualquier momento las situaciones pueden modificarse y crear un nuevo rumbo para su vida. Ha estado en peores aprietos, al menos ahora tiene la confianza de que quienes le rodean son buenas personas, es por eso que ha pedido como cada mes, su deseo a la diosa de la luna. A Selene quien justo le concede los anhelos cuando lo hace con tal vehemencia como ahora.
El baño termina, la tela agujereada que le sirve de toalla envuelve su cuerpo para que lo seque con movimientos lentos y suaves, después de eso, unta en su piel los aceites para mantenerla lozana, pues algo que es imperdible es la coquetería. Terminado todo el ritual, se pone sus mejores prendas para después, acercarse mirando su reflejo al espejo, acomoda algunos mechones de su cabello con una habilidad de quien ha pasado días enteros manejando los peinados más elaborados para crear una oda a la belleza con tan poco. Es justo su rostro lo que da el marco para que pueda lucir cualquier peinado que por nimio, resalta en su figura.
Se acerca a la cocinita, sirve en un plato su comida que hoy será perdiz con hongos y se sienta a la mesa con los cubiertos para comer en soledad, sin perder los modales. Su mirada se levanta a la silla vacía frente a ella. Es abrumadora la inexistencia de alguien que le acompañe, más ya habrá otros momentos para tener la mesa llena. El plato se va vaciando en el transcurso de la noche y una vez ingeridos todos los alimentos, se levanta, asea la mesa, los cacharros y entonces, se dirige a su cama para desvestirse, ponerse la bata que hace las veces de camisón para dormir. Al día siguiente tendrá una jornada agotadora, lo bueno es que todas sus labores están terminadas. Se dedica a dormir, a descansar, aunque en lo profundo de su ser anhela volver a ver a ese misterioso pelirrojo que de vez en vez invade sus sueños desde que llegó a París. ¿Por qué? Cuando una es feliz, no hay que hacer preguntas tontas, sólo disfrutar.
Tatyana Holstein-Gottorp- Humano Clase Media
- Mensajes : 49
Fecha de inscripción : 31/05/2018
Re: Let me go, forget that I existed [Mijáil Golitsin]
¿Mijáil Vasilievich Golitsin era un hombre de hábitos y rutinas?
Cuando se le daba la gana sí, cuando lo necesitaba, sí.
Y estamos de acuerdo que de sobre necesidad se trata la obsesión y la fijación.
Cuando el varego encontraba algo que tuviera ambas de estas palabras, no había quién se lo hiciera olvidar, con devoción lo seguía, adoraba y amaba, y podía contar con los dedos de solo una mano las cosas a las que había sido devoto en su vida y siendo demasiados años, le restaban dedos.
Tres cosas, no muy sencillas, todas habían robado parte de su vida y una de ellas lo hacía derramar su sangre de manera figurativa, al hacerle tomar un gusto y deseo compulsivo, casi una necesidad, por aprenderla y casi dominarla. La segunda, había derramado su sangre y robado su alma, literalmente. La tercera, compartía de lo anterior lo literal, había derramado su sangre para dejarla en un campo de batalla y lo había marcado con algunas cicatrices en la piel.
En tal orden se presentan ante ustedes: la música y la dramaturgia, su Sire y la guerra.
Todas amadas con el alma que aún cree que tiene sin ningún pero o miedo, con la vehemencia más pura.
Para el director de la opera de París, toda rutina es como una pieza, una obra que el público, como sus actores deben seguir al pie de la letra y se desarrolla con calma y con la víspera, porque incluso las rutinas, tienen alto y bajos, puntos decisivos porque el mundo como el arte, no es plano.
Hace algunos días una más se había agregado a la corta lista, hace más de quinientos años que no sucedía y eso sin duda era un suceso que destacar y conmemorar. Tanto era su deseo, que habían días en que Mijáil solo entraba a su oscura habitación hasta que los rayos del sol amenazaban con hacerle quemar entero en los más pobres callejones de París o en el umbral de su mansión dejando solo un cumulo de cenizas que el viento primaveral se encargaría de extinguir haciéndolo volar por toda Francia y Europa. Hubiera sido un espectáculo que algunos de sus vecinos se habrían perdido, sabía que por lo menos tres o cuatro de ellos debían ya descansar porque eran como él, vampiros.
La razón de su obsesión tenía un nombre que ya conocía, no por propios labios de ella, por susurros que escuchaba, un nombre que amaba, un nombre que recordaba, que amaba con pasión, que tatuó como su fe y le taladraba el alma desde hace novecientos dos años. Tatyana. Desde la oscuridad y el silencio, pensó que era gracioso y penoso que desde que había conocido a Tanya, su Sire, se hubiese olvidado de sus hijos y esposa, esa que quedó en Kiev preguntándose qué habría sido de su esposo, que lo lloró, que pensó en qué le diría a sus hijos y qué haría con ellos. No debía ser exagerado, no se había olvidado por completo o de un día para otro de ellos, no los primeros años.
Al principio, habían sido los tres un dibujo claro en colores sepias, había visto sus ojos al sin tener que cerrar los suyos y sus facciones, sus sonrisas y la forma en que lo miraban, recordaba el tono de su voz, el llanto de sus pequeños clamando su ayuda o consuelo, la forma en que le hacía el amor a su esposa y como su piel se erizaba, la presión de ambos sexos cuando ambos alcanzaban el climax, su olor. Poco después tuvo que cerrar los ojos, que apretarlos y aún así solo fueron bocetos indefinidos de una idea, casi al final solo manchas y el la inminente conclusión, solo un papel amarillento que pasaba por nuevo para iniciar otra historia.
En los rostros de su descendientes, esos que había visto hace años en las calles de Moscú y San Petersburgo había recordado y reconocido a sus hijos, con dificultad, mucha. Pero de quien nunca había podido olvidarse, de nada y a quien evocaba cada día, las veinticuatro horas de su eternidad era a su creadora. Más ahora que la podía ver en esa mujer a pesar de sus cabellos negros y esos ojos azules que le decían, gritaban queriendo confundirlo que no era ella. Hace poco que había vuelto a sentir a quién lo hizo lo que ahora era, la visión que ambos compartían había regresado más fresca y nítida, juvenil, unos contados meses y eso le había renovado las esperanzas de que su Sire estaba viva, aunque le remordía la mente, las entrañas, el pensamiento como huracanes queriendo destruir todo a su paso, porque nada encajaba con lo que debía ser, nada, no veía sangre ni sentía hambre de esta, no había lujos ni sirvientes. ¿Tanto había cambiado su vampiresa en todos aquellos años que con simplicidad se había entregado a lo sencillo y corriente de la clase baja?
Pasó las manos por su rostro, tratando de encontrar respuestas, de nuevo, como hace semanas lo venía haciendo.
Rutina desesperante.
Toda su rutina tiene una banda sonora que cambia con las noches y que solo aquella humana elige a voluntad, bella y mística que le acompaña en su día a día en casa, en la noche a noche en la opera. Esa opera que ha tenido abandonada para observarla, seguirla, para entender, para alimentar el deseo de sentirla cerca, de devorarla, de abrazarla, de hacerla suya y probar su sangre y reconocer en ella a la mujer que ama y hace tanto dejó.
Sacando de su bolsillo el artefacto, miró su reloj. El tiempo que antes era un suceso aislado que no le interesaba pasó a convertirse en el supervisor de su nueva rutina.
La diez y con el aliento agitado se preparó para volver a verla, tal cuál se siente cuando se estrena alguna de las obras de la opera, solo que esta es su vida y no la ficción que se muestra en el escenario.
La puerta del patio de la pobre casa se abrió dejando ver los rayos de luz del interior y una grácil, delgada y femenina sombra sobre el exterior hacerse cada vez más clara. El vampiro no retrocedió, está seguro en el escondite que ha encontrado con noches de antelación entre el tronco alto de un viejo árbol y una zarza de frambuesas, pero si le hubiese llegado a ver no teme, se presentara ante ella.
Frambuesas, incluso su rutina tiene olor, uno que en primavera envuelve todo a su alrededor. Por fin la vio y su imagen no le robó sonrisa alguna, le dio ansia, hambre, hizo que sus pupilas crecieran y sus iris se enrojecieran, respiró profundo una vez más y permitió que su voz lo envolviera y elevara como desde hace días dejaba que lo hiciera. Él cree que puede, se engaña con que es quien elige hacerlo.
Rutinas. Armoniosas y musicales rutinas.
Pero hoy parecía que todo sería diferente, escuchó por primera vez un deseo que hace suyo, quien ose lastimarla sentirá su furia, nadie sabe el enemigo que puede ser un vampiro varego.
Como la rutina lo dicta, la perdió.
Pero también se dijo que hoy no será así, hoy se atrevió a dar un paso más y la siguió hasta su puerta sin que ella lo sintiera, es bueno para eso y agradeció ser lo que es como hace mucho no lo hacía. Topándose con la madera de la desvencijada puerta, dejó pasar un minuto escuchando cómo se alejaba, la empujó con la fuerza suficiente para dejar que se abra de par en par, para entrar mirando a sus espaldas, nadie le veía, la noche era suya y si no se contenía, ella igual lo sería. Sus piernas como su cuerpo se movieron para entrar, pero se detuvo de inmediato con la cabeza baja mirando al suelo. Sombrío.
Le debía quedar algo claro si deseaba que aquello siguiera un poco más, no, no poco, mucho, mucho más. No puede lastimarla.
El pelirrojo apretó los puños calmando la bestia sedienta que deseaba lastimarla con lujuria y ternura ciega, la domó, o sintió que eso alcanzaba para que fuera así un rato. Y seguro de que no podría golpeó con furia el marco de la puerta con ambos puños, dejando en ambos lugares que sus manos impactaron, la madera astillada.
La casa parecía que seguiría siendo un misterio. Tendría que seguir imaginando el toque que la extraña mujer puso en lo que debía llamar su hogar.
Ansioso y enamorado más por sentirla desnuda que verla, de volver a estar como lo hacía con su antigua e inolvidable amante entre sábanas y las llanuras bañadas solo con la luna, así se quedó aguardando entre hondos suspiros, con la hermosa voz de soprano, el agua que dibujó las curvas de ella en su cabeza, esas que fueron las mismas que sus manos habían tocado y sus ojos visto en el pasado que tanto añoraba. Y la rabia, esa continuó, burlona en el depredador que se juega la vida queriendo devorar un manjar que sabe nunca más podrá encontrar en el mundo así le de la vuelta de pies a cabeza.
Con los ojos cerrados y su olfato sintió el aceite perfumado con el que consintió su piel, recuerda las frambuesas. El roce de la tela en su cuerpo al vestirla, como debieron haber quedado sus cabellos al peinarlos. Con sus sentidos acompañó sus pasos sin moverse ni un centímetro del umbral que no había traspasado, ni ninguno de sus músculos o siquiera los puños que seguían siendo lastimados sin problema o molestia alguna por las astillas que hace unos segundos él mismo había creado, olió lo que descubrió como una perdiz, a los hongos que la acompañaban y celebró su soledad, porque eso solo significaba que no tenía ningún estorbo a quien pedir permiso - eliminar- para hacerla suya, nadie a quien ella piense, o con eso es con lo que se engañó.
Allí iba de nuevo el rito de la mujer, levantarse, recoger la mesa, lavar los trastes y...la hora de dormir, esa que Mijáil amaba, en la que disfrutaba del silencio. Donde se preguntaba con qué soñaría la joven, ¿con él?¿con algún viejo pasado en el que ambos se besaban y ella le ordenaba poseerla?
Aguardó mucho más, solo necesita paciencia, demasiada así le pareciera irritante tener que pedirse más. Una vez más pasó la mano por su rostro. Está desesperado pero emocionado, sonrió mientras daba varios pasos al interior y miró la oscuridad que lo esperaba, amplió su sonrisa. De todo lo que había en la casa, de toda la noche que los cubría, él era lo más oscuro.
Cerró la puerta quedando aún más en tinieblas.
Comenzaba la rutina improvisada.
Fue inquietante que no haya dudado tanto en entrar, que el método para hacerlo, el que siempre pensó tendría que llevar a cabo al atreverse haya sido por completo olvidado y despreciado. Lo bueno era que tenía buena disposición para respetar y conservar su vida, lo podía jurar si se lo preguntaban mientras rozaba con sus largos y finos dedos las paredes de la casucha, el florero que adornaba la mesa vieja que se encontró en su camino, el viejo candelabro con el que se debía alumbrar la sala en joven noche.
Giró por el pasillo a la derecha, donde escuchaba provenía la respiración tranquila de quien está a puertas de soñar, sus pasos fueron más suaves sin ninguna dificultad, se desviaron del camino para llevarlo a usar como ruta una de las paredes que lo rodeaban. Colocó tras la oreja los mechones que comenzaron a cubrir su rostro con el cambio de dirección y guardó ambas manos en sus bolsillos, siguió ascendiendo hasta que sus pies pisaron el techo y así entró a su habitación. El brillo en los ojos que se tornaron rojo escarlata, la respiración entrecortada por la emoción fue viva muestra de cómo su corazón latiría si aquel espacio en su pecho no estuviera muerto.
Se dirigió hasta la cabecera de la cama, donde sus cabellos casi rozaron el rostro de la joven, la vista le pareció hermosa y una sonrisa tranquila, como la que hace mucho tiempo no tenía, embargó sus labios y su alma, una mano salió de uno de sus bolsillos con la intención de acariciar sus mejillas, pero se cerró deteniéndose para volver a esconderse bajo la tela. El cabello de su Tanya era dorado, no negro que se pierde en la noche como los que veía. Suspirando profundo Mijáil cerró los ojos para dar la vuelta, dar un pequeño paseo por el cuarto y atravesar el techo hasta el otro extremo de la habitación, una muy pequeña, volvió a bajar por la pared para regresar sus pies a eso que los humanos conocían como suelo.
Sobre el muro descansó su espalda resbalándose por esta hasta sentarse, apoyando un brazo sobre una de sus rodillas flexionadas, para así colocar su rostro entre esta mano, como si estuviese cansado. Quizás si lo estaba, de tanto esperar, de tanto buscar. ¿Qué buscaba? Se preguntó mientras cerraba los ojos para encontrar un descanso como el que hace mucho no encontraba. ¿Podría? Levantó la mirada pudiendo verla dormir, estaba allí tan hermosa y pacífica, como si ningún problema la rozará aún en la pobreza en que vivía. Cerró los ojos dejando que sus párpados cayeran pesados, su rostro fue bañado por la luna y sus rayos que se colaban por la ventana.
Si tan solo pudiera soñar, solo una vez más.
Cuando se le daba la gana sí, cuando lo necesitaba, sí.
Y estamos de acuerdo que de sobre necesidad se trata la obsesión y la fijación.
Cuando el varego encontraba algo que tuviera ambas de estas palabras, no había quién se lo hiciera olvidar, con devoción lo seguía, adoraba y amaba, y podía contar con los dedos de solo una mano las cosas a las que había sido devoto en su vida y siendo demasiados años, le restaban dedos.
Tres cosas, no muy sencillas, todas habían robado parte de su vida y una de ellas lo hacía derramar su sangre de manera figurativa, al hacerle tomar un gusto y deseo compulsivo, casi una necesidad, por aprenderla y casi dominarla. La segunda, había derramado su sangre y robado su alma, literalmente. La tercera, compartía de lo anterior lo literal, había derramado su sangre para dejarla en un campo de batalla y lo había marcado con algunas cicatrices en la piel.
En tal orden se presentan ante ustedes: la música y la dramaturgia, su Sire y la guerra.
Todas amadas con el alma que aún cree que tiene sin ningún pero o miedo, con la vehemencia más pura.
Para el director de la opera de París, toda rutina es como una pieza, una obra que el público, como sus actores deben seguir al pie de la letra y se desarrolla con calma y con la víspera, porque incluso las rutinas, tienen alto y bajos, puntos decisivos porque el mundo como el arte, no es plano.
Hace algunos días una más se había agregado a la corta lista, hace más de quinientos años que no sucedía y eso sin duda era un suceso que destacar y conmemorar. Tanto era su deseo, que habían días en que Mijáil solo entraba a su oscura habitación hasta que los rayos del sol amenazaban con hacerle quemar entero en los más pobres callejones de París o en el umbral de su mansión dejando solo un cumulo de cenizas que el viento primaveral se encargaría de extinguir haciéndolo volar por toda Francia y Europa. Hubiera sido un espectáculo que algunos de sus vecinos se habrían perdido, sabía que por lo menos tres o cuatro de ellos debían ya descansar porque eran como él, vampiros.
La razón de su obsesión tenía un nombre que ya conocía, no por propios labios de ella, por susurros que escuchaba, un nombre que amaba, un nombre que recordaba, que amaba con pasión, que tatuó como su fe y le taladraba el alma desde hace novecientos dos años. Tatyana. Desde la oscuridad y el silencio, pensó que era gracioso y penoso que desde que había conocido a Tanya, su Sire, se hubiese olvidado de sus hijos y esposa, esa que quedó en Kiev preguntándose qué habría sido de su esposo, que lo lloró, que pensó en qué le diría a sus hijos y qué haría con ellos. No debía ser exagerado, no se había olvidado por completo o de un día para otro de ellos, no los primeros años.
Al principio, habían sido los tres un dibujo claro en colores sepias, había visto sus ojos al sin tener que cerrar los suyos y sus facciones, sus sonrisas y la forma en que lo miraban, recordaba el tono de su voz, el llanto de sus pequeños clamando su ayuda o consuelo, la forma en que le hacía el amor a su esposa y como su piel se erizaba, la presión de ambos sexos cuando ambos alcanzaban el climax, su olor. Poco después tuvo que cerrar los ojos, que apretarlos y aún así solo fueron bocetos indefinidos de una idea, casi al final solo manchas y el la inminente conclusión, solo un papel amarillento que pasaba por nuevo para iniciar otra historia.
En los rostros de su descendientes, esos que había visto hace años en las calles de Moscú y San Petersburgo había recordado y reconocido a sus hijos, con dificultad, mucha. Pero de quien nunca había podido olvidarse, de nada y a quien evocaba cada día, las veinticuatro horas de su eternidad era a su creadora. Más ahora que la podía ver en esa mujer a pesar de sus cabellos negros y esos ojos azules que le decían, gritaban queriendo confundirlo que no era ella. Hace poco que había vuelto a sentir a quién lo hizo lo que ahora era, la visión que ambos compartían había regresado más fresca y nítida, juvenil, unos contados meses y eso le había renovado las esperanzas de que su Sire estaba viva, aunque le remordía la mente, las entrañas, el pensamiento como huracanes queriendo destruir todo a su paso, porque nada encajaba con lo que debía ser, nada, no veía sangre ni sentía hambre de esta, no había lujos ni sirvientes. ¿Tanto había cambiado su vampiresa en todos aquellos años que con simplicidad se había entregado a lo sencillo y corriente de la clase baja?
Pasó las manos por su rostro, tratando de encontrar respuestas, de nuevo, como hace semanas lo venía haciendo.
Rutina desesperante.
Toda su rutina tiene una banda sonora que cambia con las noches y que solo aquella humana elige a voluntad, bella y mística que le acompaña en su día a día en casa, en la noche a noche en la opera. Esa opera que ha tenido abandonada para observarla, seguirla, para entender, para alimentar el deseo de sentirla cerca, de devorarla, de abrazarla, de hacerla suya y probar su sangre y reconocer en ella a la mujer que ama y hace tanto dejó.
Sacando de su bolsillo el artefacto, miró su reloj. El tiempo que antes era un suceso aislado que no le interesaba pasó a convertirse en el supervisor de su nueva rutina.
La diez y con el aliento agitado se preparó para volver a verla, tal cuál se siente cuando se estrena alguna de las obras de la opera, solo que esta es su vida y no la ficción que se muestra en el escenario.
La puerta del patio de la pobre casa se abrió dejando ver los rayos de luz del interior y una grácil, delgada y femenina sombra sobre el exterior hacerse cada vez más clara. El vampiro no retrocedió, está seguro en el escondite que ha encontrado con noches de antelación entre el tronco alto de un viejo árbol y una zarza de frambuesas, pero si le hubiese llegado a ver no teme, se presentara ante ella.
Frambuesas, incluso su rutina tiene olor, uno que en primavera envuelve todo a su alrededor. Por fin la vio y su imagen no le robó sonrisa alguna, le dio ansia, hambre, hizo que sus pupilas crecieran y sus iris se enrojecieran, respiró profundo una vez más y permitió que su voz lo envolviera y elevara como desde hace días dejaba que lo hiciera. Él cree que puede, se engaña con que es quien elige hacerlo.
Rutinas. Armoniosas y musicales rutinas.
Pero hoy parecía que todo sería diferente, escuchó por primera vez un deseo que hace suyo, quien ose lastimarla sentirá su furia, nadie sabe el enemigo que puede ser un vampiro varego.
Como la rutina lo dicta, la perdió.
Pero también se dijo que hoy no será así, hoy se atrevió a dar un paso más y la siguió hasta su puerta sin que ella lo sintiera, es bueno para eso y agradeció ser lo que es como hace mucho no lo hacía. Topándose con la madera de la desvencijada puerta, dejó pasar un minuto escuchando cómo se alejaba, la empujó con la fuerza suficiente para dejar que se abra de par en par, para entrar mirando a sus espaldas, nadie le veía, la noche era suya y si no se contenía, ella igual lo sería. Sus piernas como su cuerpo se movieron para entrar, pero se detuvo de inmediato con la cabeza baja mirando al suelo. Sombrío.
Le debía quedar algo claro si deseaba que aquello siguiera un poco más, no, no poco, mucho, mucho más. No puede lastimarla.
El pelirrojo apretó los puños calmando la bestia sedienta que deseaba lastimarla con lujuria y ternura ciega, la domó, o sintió que eso alcanzaba para que fuera así un rato. Y seguro de que no podría golpeó con furia el marco de la puerta con ambos puños, dejando en ambos lugares que sus manos impactaron, la madera astillada.
La casa parecía que seguiría siendo un misterio. Tendría que seguir imaginando el toque que la extraña mujer puso en lo que debía llamar su hogar.
Ansioso y enamorado más por sentirla desnuda que verla, de volver a estar como lo hacía con su antigua e inolvidable amante entre sábanas y las llanuras bañadas solo con la luna, así se quedó aguardando entre hondos suspiros, con la hermosa voz de soprano, el agua que dibujó las curvas de ella en su cabeza, esas que fueron las mismas que sus manos habían tocado y sus ojos visto en el pasado que tanto añoraba. Y la rabia, esa continuó, burlona en el depredador que se juega la vida queriendo devorar un manjar que sabe nunca más podrá encontrar en el mundo así le de la vuelta de pies a cabeza.
Con los ojos cerrados y su olfato sintió el aceite perfumado con el que consintió su piel, recuerda las frambuesas. El roce de la tela en su cuerpo al vestirla, como debieron haber quedado sus cabellos al peinarlos. Con sus sentidos acompañó sus pasos sin moverse ni un centímetro del umbral que no había traspasado, ni ninguno de sus músculos o siquiera los puños que seguían siendo lastimados sin problema o molestia alguna por las astillas que hace unos segundos él mismo había creado, olió lo que descubrió como una perdiz, a los hongos que la acompañaban y celebró su soledad, porque eso solo significaba que no tenía ningún estorbo a quien pedir permiso - eliminar- para hacerla suya, nadie a quien ella piense, o con eso es con lo que se engañó.
Allí iba de nuevo el rito de la mujer, levantarse, recoger la mesa, lavar los trastes y...la hora de dormir, esa que Mijáil amaba, en la que disfrutaba del silencio. Donde se preguntaba con qué soñaría la joven, ¿con él?¿con algún viejo pasado en el que ambos se besaban y ella le ordenaba poseerla?
Aguardó mucho más, solo necesita paciencia, demasiada así le pareciera irritante tener que pedirse más. Una vez más pasó la mano por su rostro. Está desesperado pero emocionado, sonrió mientras daba varios pasos al interior y miró la oscuridad que lo esperaba, amplió su sonrisa. De todo lo que había en la casa, de toda la noche que los cubría, él era lo más oscuro.
Cerró la puerta quedando aún más en tinieblas.
Comenzaba la rutina improvisada.
Fue inquietante que no haya dudado tanto en entrar, que el método para hacerlo, el que siempre pensó tendría que llevar a cabo al atreverse haya sido por completo olvidado y despreciado. Lo bueno era que tenía buena disposición para respetar y conservar su vida, lo podía jurar si se lo preguntaban mientras rozaba con sus largos y finos dedos las paredes de la casucha, el florero que adornaba la mesa vieja que se encontró en su camino, el viejo candelabro con el que se debía alumbrar la sala en joven noche.
Giró por el pasillo a la derecha, donde escuchaba provenía la respiración tranquila de quien está a puertas de soñar, sus pasos fueron más suaves sin ninguna dificultad, se desviaron del camino para llevarlo a usar como ruta una de las paredes que lo rodeaban. Colocó tras la oreja los mechones que comenzaron a cubrir su rostro con el cambio de dirección y guardó ambas manos en sus bolsillos, siguió ascendiendo hasta que sus pies pisaron el techo y así entró a su habitación. El brillo en los ojos que se tornaron rojo escarlata, la respiración entrecortada por la emoción fue viva muestra de cómo su corazón latiría si aquel espacio en su pecho no estuviera muerto.
Se dirigió hasta la cabecera de la cama, donde sus cabellos casi rozaron el rostro de la joven, la vista le pareció hermosa y una sonrisa tranquila, como la que hace mucho tiempo no tenía, embargó sus labios y su alma, una mano salió de uno de sus bolsillos con la intención de acariciar sus mejillas, pero se cerró deteniéndose para volver a esconderse bajo la tela. El cabello de su Tanya era dorado, no negro que se pierde en la noche como los que veía. Suspirando profundo Mijáil cerró los ojos para dar la vuelta, dar un pequeño paseo por el cuarto y atravesar el techo hasta el otro extremo de la habitación, una muy pequeña, volvió a bajar por la pared para regresar sus pies a eso que los humanos conocían como suelo.
Sobre el muro descansó su espalda resbalándose por esta hasta sentarse, apoyando un brazo sobre una de sus rodillas flexionadas, para así colocar su rostro entre esta mano, como si estuviese cansado. Quizás si lo estaba, de tanto esperar, de tanto buscar. ¿Qué buscaba? Se preguntó mientras cerraba los ojos para encontrar un descanso como el que hace mucho no encontraba. ¿Podría? Levantó la mirada pudiendo verla dormir, estaba allí tan hermosa y pacífica, como si ningún problema la rozará aún en la pobreza en que vivía. Cerró los ojos dejando que sus párpados cayeran pesados, su rostro fue bañado por la luna y sus rayos que se colaban por la ventana.
Si tan solo pudiera soñar, solo una vez más.
Mijáil Golitsin- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 10/05/2018
Localización : París, Francia
Re: Let me go, forget that I existed [Mijáil Golitsin]
"Y entre sueños, la vida regresa
y con ella, el deseo de morir."
y con ella, el deseo de morir."
La fresca tela de la funda de la almohada va entibiándose al contacto de la piel de la joven que duerme apacible sobre ésta, agotada por la constante carrera de las ocupaciones diarias. Las piernas desfallecen en ocasiones, provocando sus caídas. Tiene marcas y cicatrices en éstas producto de algunos tropiezos y sí, de la desnutrición de que es presa. Tiempo hay poco en el día a día para conseguir los alimentos necesarios que su organismo requiere. Dinero, también escasea entre el pago del lugar que insiste sea exclusivo y grande como recuerdo de lo que tuvo en la otrora Rusia. Consiguiendo los pocos muebles que adornan el sitio, pagando algunos a muy bajos precios. Reparando otros. Se ha convertido en el paso del tiempo en una buena reparadora de muebles. Si pudiera, se contrataría. Pocos son los que aprecian su labor siendo más solicitada como tutriz y una pequeña epidemia de gripe le impide dar las clases pertinentes. Así que al siguiente día estará yendo a tocar las puertas de los comercios para ver si necesitan a alguien que funja como mensajera o inclusive, podría ir a esa cafetería para ayudar como mesera o afanadora.
Lo que sea para reunir el dinero de su siguiente pago mensual por el lugar. Mueve las piernas inquieta con todavía la conciencia preocupada por esos temas tan insignificantes para quien tiene toda una vida por delante. Cambia de posición. De estar boca arriba, a su lateral siniestro, casi llegando a la orilla de la cama. Sus rodillas suben a su pecho adoptando una posición de defensa antigua para el ser humano, aquélla que todo infante tiene en el vientre de su madre. Y su mente, su férrea mente se transporta a otro tiempo, a otro lugar, con la nariz llena del aroma de alguien que ha invadido su espacio con atrevimiento haciendo que el alma de la joven se sobresalte al reconocer a su dueño, aquél ser al que ha estado llamando desde que llegó a París. Al que contactó dejando que a sus ojos llegaran retazos de una historia para él olvidada. Para esta esencia que hace años desapareció, el vampiro presente fue, es y será el amor que ni siquiera el tiempo, la distancia o la muerte pudo arrancar. Y como tal, pequeñas lágrimas saladas resbalan por los ojos de carne del alma atormentada al tiempo que un canto resuena en su cabeza.
EL ONÍRICO MUNDO DE TANYA
Afueras de Eslovaquia
Hace más de quinientos años
"Donde sólo tú puedes tocar lo que para mí, es el pasado que incendia mi alma"
Afueras de Eslovaquia
Hace más de quinientos años
"Donde sólo tú puedes tocar lo que para mí, es el pasado que incendia mi alma"
Dmitry espolea el carruaje que va tomando velocidad conforme nos acercamos al lugar cuyas pesquisas pueden conducirme a ti, mi varego. Mi amor, mi amante perdido en la oscuridad de la cobardía. Me dejaste sola sabiendo que necesito de ti para continuar, yéndote a una guerra sin sentido donde los perdedores fuimos nosotros y no aquéllos con los que luchaste hombro con hombro, acero con acero. Y para defenderme de los embates de las bestias que siguen buscando mi fin, me orillaste a crear a otro vampiro, Dmitry. Se parece tanto a ti, son esos cabellos de fuego los que me convencieron al final. Es su rostro de alabastro lo que me incitó a concederle la vida eterna. Es su fuerza, que comparada con la tuya es inferior, la que me atormentó para despojar su cuerpo de la vida y entregarle la oscuridad. ¿Acaso ignoras cuánto te necesito? Entiendo por qué te fuiste, jamás por qué te quedaste lejos de mi vera hasta que el paso del tiempo me hizo comprender que si alguien tiene que moverse para recuperar lo que me perteneció, esa debo ser yo.
Y temo, tengo tanto miedo de dejar Kiev en tanto Dmitry me convenció durante años y años de que era la mejor opción. Los rumores parecen concluir en que estás ahí, en Eslovaquia. ¿Por qué te has ido tan lejos? ¿Por qué has decidido exiliarte? Con mi valentía endeble, con la piel erizada a pesar del tiempo que pasó tras la última vez que pude sentir algo de calor en ella, me decidí a subir a este carruaje para ser dirigida a tus brazos. Si cierro los ojos podría ver el brillo de tus orbes de bosque en el que acostumbraba sumergirme para sentir esa contención que sólo tú puedes brindarme. Me apena mi nuevo child, me entristece que él haga lo imposible por darme una seguridad que es tan frágil como el cristal de las copas en las que bebíamos vitae. ¿Las recuerdas, mi varego? Observando la noche por mi ventana puedo sonreír tímida con la intención de recuperar tus brazos, de sujetar tu prenda para hacer que desvíes la mirada del frente para regresar a tus espaldas, a tu pasado.
¿Sólo soy tu pasado, Misha? ¿Me has olvidado? Temo las respuestas a esas preguntas, más sé con cierta fragilidad en el corazón, que tanto es lo que compartimos que una huella debió quedar en tu piel. ¿Crees que estoy demasiado nerviosa y temerosa de que me rechaces? Eso es lo que sentí cuando te fuiste sin mirar atrás. En el instante en que la guerra terminó, esperé ansiosa tu regreso. Ordené pulir los pisos, asear la casa, airear las habitaciones, lavar las cortinas, las sábanas, para que a tu llegada encontraras todo perfecto, a tu gusto. En lugar de ello, todo se cubrió de una fina capa de polvo cuando entendí que en tus planes estaba el continuar adelante dejándome en el pasado. ¿Por qué? ¿Por qué, amor? Es por esa respuesta que me dirijo a toda velocidad a Eslovaquia. Para recuperar al menos tu voz. Si tu intención es permanecer alejado de mí, lo aceptaré. Sólo me arrastraré a tus pies para pedir una sola noche más. Sólo una. En la que nuestros cuerpos se unan, donde pueda bien despedirme para continuar esta existencia solitaria y vacía. Fría y cruel. ¿Acaso no sientes cuánto te amo? ¿Cuánto te echo en falta?
Si mi egoísmo al tenerte a mi lado te impidió ver a tu familia, pediré perdón de rodillas. Si mis miedos más profundos provocaron que te fueras de mi lado, seré valiente. Me comprometo a iniciar una nueva vida en la que la valentía sea parte de mi personalidad, donde el temor esté lejos de mi mente en tanto pueda conservar tu presencia a mi lado. Seré fuerte, seré tenaz, audaz. Iré a donde estés sin miedos porque me alcancen. Voy a por ti, esta vez nada me detendrá - ¡Apurad el paso, Dmitry, estamos cerca! - susurro ansiosa cuando la visión del poblado está tan cerca que podría alargar la mano para acariciarlo. Como si de tu rostro se tratara, Misha, voy a por ti. Esta vez será diferente, lo haremos juntos. Viviremos uno al lado del otro, prometo que no me arrepentiré de pelear por ti. Aprenderé a luchar por mi propia mano. Sólo te pido, mi varego, que me enseñes a hacerlo. Si mi miedo te alejó, será mi valentía por el anhelo de una vida a tu lado, lo que te atraiga de nuevo a mi vera.
***
Quinientos años después, dos lágrimas se acumulan en el órgano que las forma para resbalar por las mejillas de una mujer que esperó siglos para volver al lado de quien ahora espera en la oscuridad una señal por encontrar en ella a quien amara en otra vida. A quien deseara recuperar. Esta alma peleó con uñas y dientes para regresar al mundo, a los brazos de quien fuera su primer, único y eterno amor.
Tatyana Holstein-Gottorp- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 31/05/2018
Re: Let me go, forget that I existed [Mijáil Golitsin]
Desde su primer día como vampiro, Mijáil había hallado dos cosas impresionantes, una tétrica y muy útil, la segunda ilógica porque su existencia era la mera negación de la primera cosa, ilógica y triste para el hombre que añora un pasado que sabe ya se le fue negado, por el mismo, por simple deseo y voluntad de los dioses varegos a los que tanto había rezado a lo largo de su honorable y sangrienta vida de guerrero humano.
La primera era que no podía dormir con la profundidad con que lo había hecho antes de que su corazón se parara, por más que lo intentara, que diera vueltas entre suaves sábanas de seda, entre cómodos cojines, sobre la tierra llena de piedras o la húmeda hierba de cualquier lugar en el mundo que sus pasos recorrieron.
Dar vueltas como sentía ella lo hacía al otro lado de la habitación, allí donde la luz de la luna lo ignoraba y acariciaba el rostro de la mujer que llamaba perfecta, si no para los demás, para él lo era, tan delgada como se veía, tan desgastada por los advenimientos de la vida de la clase baja y aún así seguía siendo sublimemente bella. Allí era donde Mijáil habría querido haber gastado sus años en trabajar por mejorar las condiciones de un mundo que siempre había ignorado, incluso siendo el equivalente a príncipe en la Rusia de Kiev.
Lo habría intentado mejorar para que cuando ella llegara tuviera una comida fresca y buena cada día, vestidos bonitos y joyas dignas de la reina que era, un lugar cómodo donde descansar y no aquella casucha llena de agujeros. Una vida más amable y no por altruismo con la humanidad, su pensamiento era mero egoísmo porque si ella estaba bien, él también.
Sí, no podía dormir igual pero podía usar aquel tiempo para cosas más importantes como practicar eso a lo que había dedicado su nueva vida, el arte en la música y el drama, llenar a París con sus obras, podía entrenar siguiendo en el baile de la espada los vestigios de su violento pasado, podía, podía y podía...tantas cosas, incluso estar allí, como acosador en rincones oscuros, un depredador que se coloca cadenas por su propio bien.
- Eres un hombre muy egoísta, Mijáil.- se dijo, sin que decirlo fuera algo que martirizara su mente. Lo era ¿y qué?
El segundo evento, el más triste, era que si podía soñar, vivido y sin poder controlar nada de lo que se le era mostrado, si soñaba que se caía de su caballo en plena batalla, sentía el dolor del impacto en sus huesos y carne, si soñaba que besaba a su Sire, sentía la forma en que su corazón carente de vida volvía a llenarse de luz, como cuando el sol tocaba con tibieza mañanera su piel en las estepas de su amada Rusia. Lo complicado era que la mayoría del tiempo soñaba con ella y que ya no podía tenerla.
¿Pero quién era ella entonces, esa que dormitaba a unos pasos de él? ¿Quizás un grabado vivido de Tanya que había sobrevivido al tiempo? Quizás era otro sueño de los suyos, esos en los que se le daba lo que había tenido y había dejado, esos que se le quitaban de manera tan cruel como recuerdo de sus pecados.
- No te quejes, bastardo pelirrojo. Le has quitado mucho más al mundo y con creces, a tu esposa y a tus hijos les arrebataste a su esposo y padre, a miles su sangre incluso siendo un inocente guerrero y humano, no puedes venir a llorar por esa parte que se te ha sido arrebatada como compensación.- la voz en su cabeza, esa vocecilla era la más dura, el único juez inquisidor al que temía.
- Maldita ley de la equivalencia. Me quito una cosa, solo una cosa y la única que tenía sentido.- levantó la cabeza, la mirada avellana se convirtió en escarlata, era furia. ¿Pero furia con quién? ¿Acaso podía enojarse con el destino? ¿Aquella entidad etérea sin forma alguna que flotaba alrededor del mundo siendo intocable pero afectándolos a todos? ¿Acaso había perdido tanto la razón?
Se sabía que no era bueno hacerse de enemigos importantes y el destino era de esos.
Para no despertarla con la ira que debe ser contenida, porque sabe que fue culpa de dos, de él mismo y el azar, pero creyendo firmemente que solo fue una marioneta de papel mecida por el viento cerró sus ojos, queriendo solo olvidar y poder volver a comenzar, con ella, para escribir una nueva historia donde la culpa no le ganara terrero cubriendo de negra imposibilidad la tierra que a fuerza debería pisar. Pero no fue consuelo lo que vino, fue uno de los más temidos momentos en el día del Director de la Opera, esos que erizaban su piel y que a la vez lo llenaban de eso que muchos encontraban atrayente en el vampiro, melancolía, eso, sus cabellos y su adquirido sentido agrio y negro del humor.
¿Sabes, Tanya? Tarde, quizás...espero que no, con el alma que me dices que siendo lo que somos aún poseemos, que sé que es así porque así lo has dicho y que dejó de ser de mis dioses hace años para solo ser tuya, espero con infinita devoción que no, que el tiempo aún sea reciente y que todo siga igual. Que a tus ojos yo sea el de antes para que me sigas amando como lo recuerdo.
Mira, de algo me he dado cuenta, la culpa no es más fuerte que el amor que nos une, la vergüenza que cubre los corazones y colorea mejillas, paralizando manos para escribir cartas jamás será invencible como la luz de la luna que cual hoguera la descongela rompiendo su oscuro hechizo y nos da libertad. La libertad de volver a lugar a la persona a la que pertenecemos, allí en quien hemos echado raíces.
Mi padre decía que más vale tarde que nunca y para mi, recordar sus palabras más que su rostro, es la fuerza que necesito para que mis pies continúen caminando sin cansarse para solo llegar a ti y tus brazos, para cerrar mis ojos descansando mi cabeza sobre tu regazo mientras me cubres de besos y así calmar mi alma sedienta de paz.
Tengo tanta sed, mi Amada Tanya... Y no de sangre, yo podría atravesar toda esta tierra sin ningún ápice de agotamiento o hambre si tú me esperas al final del camino.
Kiev me recibe extraña, diferente e indiferente. ¿Qué podría esperar luego de tantos años? Muchos de los que conocí desde la distancia que da vivir en el cielo deben haber muerto, si no fue mientras dormían, en la guerra, junto a como debía hacerlo yo y miremos, aquí estoy y puedo jurarte que el pecho me late, tan fuerte como marchó nuestro ejercito, lleno de pasión y ansía de victoria para proteger nuestra patria; tanta es la pasión por nuestro cercano encuentro que tengo miedo de olvidarme de que ya no soy un humano y disminuir la velocidad con la que camino y permitir que el amanecer me bañe. Pero no pasara, lo único que quiero es llegar a ti y arrodillarme.
Sí, eso haré, solo siénteme llegar y ábreme la puerta.
Espero que la cobardía no haya cambiado mi rostro.
Me pesa el alma porque creo que luche por nada, te deje por nada, pero no hay heridas en mi cuerpo que lo demuestren, esas están en mi mirada, asesine a tantos y tantos me asesinaron, vi sus caras de victoria cuando sus espadas me habían atravesado y vi el horror en sus ojos cuando me levantaba de nuevo, con más fuerza en mi espada y mis colmillos, cuando la locura, la confusión y la fiebre de la guerra me encubría, se saciaban de la sangre de mis enemigos. Cuide mi pecho, tal como me lo dijiste y enseñaste, lo protegí porque mi vida ya no es mía y tú, yo, el cielo y la tierra, el viento y el fuego, el agua y la sangre, Czernobog y Belobog, todos nosotros sabemos quién es la dueña.
El camino a casa es el mismo, atravesando el pueblo y alejado de este. Cada pedazo de esta tierra tiene un recuerdo tuyo, a cada paso la distancia disminuye y siento más vívida tu voz que me llama.
Sólo ábreme la puerta, mi Diosa.
Las escaleras del pórtico crujen como siempre, la villa se alza ante mi como un gigante y la puerta...todo es igual, es como si me hubiese ido ayer, mi mano se estira para tocar la aldaba y anunciar mi llegada. Y lo hago, incluso con mis dedos temblorosos, lo hago.
El eco del toque resuena por toda la casa cual campanada que grita melodiosa el final, como Prometeo siendo torturado, me recorre de arriba a abajo su sonido y termina con una sonrisa en mi rostro.
Amarga es, que se mezcla con las lágrimas que comienzan a bajar por mis mejillas.
¿A quién he querido engañar?
Hace kilómetros que sé que la casa está vacía y aún así seguí creando fantasías en mi mente y este monólogo. Si hay algo más fuerte que el amor, es la esperanza que nace de este y vive para este.
Rio, rio, rio, a viva voz, mis gritos desgarran la solitaria escena como un loco dolido entre lágrimas. Soy un maldito cobarde y este es el precio a pagar.
¡Tanya, ábreme la puerta! ¡Te juro que jamás volveré a irme! ¡Te juro que así como lo hago ahora, arrodillado, seguiré tus pasos besando el suelo que pisas!
Tan solo...tan solo abre que ya casi amanece, amor mío.
Sus ojos se abren con brusquedad queriendo escapar del recuerdo antes de lo siguiente y tal como lo sabe, aún se encuentra en el lado más oscuro de la habitación.
El escarlata se deja ver de nuevo en sus orbes, solo que ya no hay rabia, hay un vestigio de humedad y una tristeza cegadora que no es suficiente para dejar de ver a la morena que se hace más clara al pasar lo segundos.
Mijáil ya no puede llorar.
Más de quinientos años reviviendo fragmentos de su historia le han dado tal superpoder que no es más que una maldición, porque debe ver como la mujer que ha decidido creer como un misterio ligado a su Sire, durmiendo llora.
Cuan alto es se levanta y camina hasta ella con su cadencia natural.
Es dolorosamente curioso el parecido, incluso dormida es ella, es Tanya.
Uno de sus dedos índices roza la mejilla derecha sintiendo la natural tersura de su piel, capturando una de las bonitas lágrimas entre su yema. Solo vio una vez llorar a su vampiresa, esa noche en la que él había decidido ir a la guerra. - No llores, красивая и маленькая Таня.-* susurró, levantando su mano a la altura de sus ojos, mirando su dedo y pensando que las lágrimas parecían la contraparte inocente de la sangre.
- Ya no estás sola. - hubo gentileza en su voz, pero la verdad innegable que más lo emocionaba era que él tampoco, y eso lo hacía feliz.
Mijáil, eres un un vampiro muy egoísta.
*Hermosa y pequeña Tanya.
La primera era que no podía dormir con la profundidad con que lo había hecho antes de que su corazón se parara, por más que lo intentara, que diera vueltas entre suaves sábanas de seda, entre cómodos cojines, sobre la tierra llena de piedras o la húmeda hierba de cualquier lugar en el mundo que sus pasos recorrieron.
Dar vueltas como sentía ella lo hacía al otro lado de la habitación, allí donde la luz de la luna lo ignoraba y acariciaba el rostro de la mujer que llamaba perfecta, si no para los demás, para él lo era, tan delgada como se veía, tan desgastada por los advenimientos de la vida de la clase baja y aún así seguía siendo sublimemente bella. Allí era donde Mijáil habría querido haber gastado sus años en trabajar por mejorar las condiciones de un mundo que siempre había ignorado, incluso siendo el equivalente a príncipe en la Rusia de Kiev.
Lo habría intentado mejorar para que cuando ella llegara tuviera una comida fresca y buena cada día, vestidos bonitos y joyas dignas de la reina que era, un lugar cómodo donde descansar y no aquella casucha llena de agujeros. Una vida más amable y no por altruismo con la humanidad, su pensamiento era mero egoísmo porque si ella estaba bien, él también.
Sí, no podía dormir igual pero podía usar aquel tiempo para cosas más importantes como practicar eso a lo que había dedicado su nueva vida, el arte en la música y el drama, llenar a París con sus obras, podía entrenar siguiendo en el baile de la espada los vestigios de su violento pasado, podía, podía y podía...tantas cosas, incluso estar allí, como acosador en rincones oscuros, un depredador que se coloca cadenas por su propio bien.
- Eres un hombre muy egoísta, Mijáil.- se dijo, sin que decirlo fuera algo que martirizara su mente. Lo era ¿y qué?
El segundo evento, el más triste, era que si podía soñar, vivido y sin poder controlar nada de lo que se le era mostrado, si soñaba que se caía de su caballo en plena batalla, sentía el dolor del impacto en sus huesos y carne, si soñaba que besaba a su Sire, sentía la forma en que su corazón carente de vida volvía a llenarse de luz, como cuando el sol tocaba con tibieza mañanera su piel en las estepas de su amada Rusia. Lo complicado era que la mayoría del tiempo soñaba con ella y que ya no podía tenerla.
¿Pero quién era ella entonces, esa que dormitaba a unos pasos de él? ¿Quizás un grabado vivido de Tanya que había sobrevivido al tiempo? Quizás era otro sueño de los suyos, esos en los que se le daba lo que había tenido y había dejado, esos que se le quitaban de manera tan cruel como recuerdo de sus pecados.
- No te quejes, bastardo pelirrojo. Le has quitado mucho más al mundo y con creces, a tu esposa y a tus hijos les arrebataste a su esposo y padre, a miles su sangre incluso siendo un inocente guerrero y humano, no puedes venir a llorar por esa parte que se te ha sido arrebatada como compensación.- la voz en su cabeza, esa vocecilla era la más dura, el único juez inquisidor al que temía.
- Maldita ley de la equivalencia. Me quito una cosa, solo una cosa y la única que tenía sentido.- levantó la cabeza, la mirada avellana se convirtió en escarlata, era furia. ¿Pero furia con quién? ¿Acaso podía enojarse con el destino? ¿Aquella entidad etérea sin forma alguna que flotaba alrededor del mundo siendo intocable pero afectándolos a todos? ¿Acaso había perdido tanto la razón?
Se sabía que no era bueno hacerse de enemigos importantes y el destino era de esos.
Para no despertarla con la ira que debe ser contenida, porque sabe que fue culpa de dos, de él mismo y el azar, pero creyendo firmemente que solo fue una marioneta de papel mecida por el viento cerró sus ojos, queriendo solo olvidar y poder volver a comenzar, con ella, para escribir una nueva historia donde la culpa no le ganara terrero cubriendo de negra imposibilidad la tierra que a fuerza debería pisar. Pero no fue consuelo lo que vino, fue uno de los más temidos momentos en el día del Director de la Opera, esos que erizaban su piel y que a la vez lo llenaban de eso que muchos encontraban atrayente en el vampiro, melancolía, eso, sus cabellos y su adquirido sentido agrio y negro del humor.
Del pasado vivido de Mijáil, descendiente puro del Gran Riurik.
Hace más de quinientos años.
Kiev.
Hace más de quinientos años.
Kiev.
¿Sabes, Tanya? Tarde, quizás...espero que no, con el alma que me dices que siendo lo que somos aún poseemos, que sé que es así porque así lo has dicho y que dejó de ser de mis dioses hace años para solo ser tuya, espero con infinita devoción que no, que el tiempo aún sea reciente y que todo siga igual. Que a tus ojos yo sea el de antes para que me sigas amando como lo recuerdo.
Mira, de algo me he dado cuenta, la culpa no es más fuerte que el amor que nos une, la vergüenza que cubre los corazones y colorea mejillas, paralizando manos para escribir cartas jamás será invencible como la luz de la luna que cual hoguera la descongela rompiendo su oscuro hechizo y nos da libertad. La libertad de volver a lugar a la persona a la que pertenecemos, allí en quien hemos echado raíces.
Mi padre decía que más vale tarde que nunca y para mi, recordar sus palabras más que su rostro, es la fuerza que necesito para que mis pies continúen caminando sin cansarse para solo llegar a ti y tus brazos, para cerrar mis ojos descansando mi cabeza sobre tu regazo mientras me cubres de besos y así calmar mi alma sedienta de paz.
Tengo tanta sed, mi Amada Tanya... Y no de sangre, yo podría atravesar toda esta tierra sin ningún ápice de agotamiento o hambre si tú me esperas al final del camino.
Kiev me recibe extraña, diferente e indiferente. ¿Qué podría esperar luego de tantos años? Muchos de los que conocí desde la distancia que da vivir en el cielo deben haber muerto, si no fue mientras dormían, en la guerra, junto a como debía hacerlo yo y miremos, aquí estoy y puedo jurarte que el pecho me late, tan fuerte como marchó nuestro ejercito, lleno de pasión y ansía de victoria para proteger nuestra patria; tanta es la pasión por nuestro cercano encuentro que tengo miedo de olvidarme de que ya no soy un humano y disminuir la velocidad con la que camino y permitir que el amanecer me bañe. Pero no pasara, lo único que quiero es llegar a ti y arrodillarme.
Sí, eso haré, solo siénteme llegar y ábreme la puerta.
Espero que la cobardía no haya cambiado mi rostro.
Me pesa el alma porque creo que luche por nada, te deje por nada, pero no hay heridas en mi cuerpo que lo demuestren, esas están en mi mirada, asesine a tantos y tantos me asesinaron, vi sus caras de victoria cuando sus espadas me habían atravesado y vi el horror en sus ojos cuando me levantaba de nuevo, con más fuerza en mi espada y mis colmillos, cuando la locura, la confusión y la fiebre de la guerra me encubría, se saciaban de la sangre de mis enemigos. Cuide mi pecho, tal como me lo dijiste y enseñaste, lo protegí porque mi vida ya no es mía y tú, yo, el cielo y la tierra, el viento y el fuego, el agua y la sangre, Czernobog y Belobog, todos nosotros sabemos quién es la dueña.
El camino a casa es el mismo, atravesando el pueblo y alejado de este. Cada pedazo de esta tierra tiene un recuerdo tuyo, a cada paso la distancia disminuye y siento más vívida tu voz que me llama.
Sólo ábreme la puerta, mi Diosa.
Las escaleras del pórtico crujen como siempre, la villa se alza ante mi como un gigante y la puerta...todo es igual, es como si me hubiese ido ayer, mi mano se estira para tocar la aldaba y anunciar mi llegada. Y lo hago, incluso con mis dedos temblorosos, lo hago.
El eco del toque resuena por toda la casa cual campanada que grita melodiosa el final, como Prometeo siendo torturado, me recorre de arriba a abajo su sonido y termina con una sonrisa en mi rostro.
Amarga es, que se mezcla con las lágrimas que comienzan a bajar por mis mejillas.
¿A quién he querido engañar?
Hace kilómetros que sé que la casa está vacía y aún así seguí creando fantasías en mi mente y este monólogo. Si hay algo más fuerte que el amor, es la esperanza que nace de este y vive para este.
Rio, rio, rio, a viva voz, mis gritos desgarran la solitaria escena como un loco dolido entre lágrimas. Soy un maldito cobarde y este es el precio a pagar.
¡Tanya, ábreme la puerta! ¡Te juro que jamás volveré a irme! ¡Te juro que así como lo hago ahora, arrodillado, seguiré tus pasos besando el suelo que pisas!
Tan solo...tan solo abre que ya casi amanece, amor mío.
***
Sus ojos se abren con brusquedad queriendo escapar del recuerdo antes de lo siguiente y tal como lo sabe, aún se encuentra en el lado más oscuro de la habitación.
El escarlata se deja ver de nuevo en sus orbes, solo que ya no hay rabia, hay un vestigio de humedad y una tristeza cegadora que no es suficiente para dejar de ver a la morena que se hace más clara al pasar lo segundos.
Mijáil ya no puede llorar.
Más de quinientos años reviviendo fragmentos de su historia le han dado tal superpoder que no es más que una maldición, porque debe ver como la mujer que ha decidido creer como un misterio ligado a su Sire, durmiendo llora.
Cuan alto es se levanta y camina hasta ella con su cadencia natural.
Es dolorosamente curioso el parecido, incluso dormida es ella, es Tanya.
Uno de sus dedos índices roza la mejilla derecha sintiendo la natural tersura de su piel, capturando una de las bonitas lágrimas entre su yema. Solo vio una vez llorar a su vampiresa, esa noche en la que él había decidido ir a la guerra. - No llores, красивая и маленькая Таня.-* susurró, levantando su mano a la altura de sus ojos, mirando su dedo y pensando que las lágrimas parecían la contraparte inocente de la sangre.
- Ya no estás sola. - hubo gentileza en su voz, pero la verdad innegable que más lo emocionaba era que él tampoco, y eso lo hacía feliz.
Mijáil, eres un un vampiro muy egoísta.
*Hermosa y pequeña Tanya.
Mijáil Golitsin- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 10/05/2018
Localización : París, Francia
Re: Let me go, forget that I existed [Mijáil Golitsin]
"Ven a mí, Morfeo.
Que tus pelirrojos cabellos cubran mi rostro
limpiando mis lágrimas."
Que tus pelirrojos cabellos cubran mi rostro
limpiando mis lágrimas."
Sus lágrimas se suceden una a la otra, es esta soledad que el propio vampiro aprecia, la que le atormenta a cada paso que da. Maldecida es una y otra vez, por un pasado del que poco comprende y por un futuro incierto donde el tiempo se cierne sobre ella como una avalancha, amenazando con sepultarla en una solitaria existencia en la que nadie podrá ayudarle y quien lo hace, es arrancado de raíz de su camino hasta que ni siquiera la hierba crece en su jardín. ¿Por qué? Se pregunta demasiadas veces sin entender del todo. ¿Por quién? Y ese bastón a la distancia, que apareció en dos de las escenas del crimen, es quien le responde llevando sus recuerdos a aquél que conociera en la Rusia. Ese pelirrojo que avanzara seguro de lo que representaba y quien la deseaba desde los pies hasta el último de sus negros cabellos alas de cuervo. ¿Qué es lo que hace Tatyana para incitar a los instintos más feroces de ese ente? Lo desconoce. Ahora, en París, sus sueños vuelven a ser plagados por esos pelirrojos cabellos a los que teme y al mismo tiempo ama. ¿Es el mismo ser que la persigue? Su instinto le dice que no. Que debe alcanzar su mano hasta apretarla entre las suyas evitando que se esfume, porque sólo él le brindará la seguridad y la contención que necesita.
Las respuestas a sus preguntas siguen vedadas por el onírico suceso que noche a noche, vuelve a ella, cada vez con mayor fuerza. Como un grito que busca ser escuchado para que su espíritu durmiente entre las oscuras montañas de su mente, despierte con la voz que ansía como un sediento el agua cristalina del oasis. Que la traiga a la vida, a esta nueva era, ruega en tanto sus lágrimas siguen recorriendo sus mejillas. La voz de quien amó durante tanto tiempo es percibida por sus oídos y es su voz la que termina el hechizo para dar una pauta, un pequeño momento para susurrar con voz aterciopelada - no te vayas de mi lado, varego. No me dejes en la soledad, ¿Qué hice para que decidieras abandonarme? ¿Qué hice para que marchites lo que por tanto tiempo regaste? Mira lo que dejas por una guerra. ¿Es la guerra más importante que el amor que nos tenemos? ¿Es la guerra la verdadera amante de tu ser? ¿Por qué te vas? - las mismas preguntas que se hiciera en su mente cuando el vampiro traspasó el umbral para nunca volver, son las que ahora se riegan en la estancia como agua en el piso que no puede ser acumulada de nuevo, ni siquiera un trapo y un balde serán capaces de volver a contener lo que por años fue el alma atormentada por la desdicha que ahora llora y clama por el amor que tuvo y que la abandonó.
- ¿Por qué no ves que me matas con tu actuar, con tu partida dejando atrás un amor hecho añicos que te esperará hasta el último palpitar de este muerto corazón que sólo revivió a tu lado? ¿Es acaso tan poco el amor que nos unió que ni siquiera pudiste volver a mi vera? ¿Qué tengo que hacer para que regreses? ¿Es que tengo que ir a por vos? - esas son las palabras que dijera antes de emprender su último viaje. El que la llevaría a Eslovaquia para nunca más ver la luz de la luna.
EL ONÍRICO MUNDO DE TANYA
Eslovaquia
"Iré hasta el mismo infierno si con ello, te devuelvo a mi lado".
Eslovaquia
"Iré hasta el mismo infierno si con ello, te devuelvo a mi lado".
Dmitry apea el carruaje, no espero a que abra la puerta cuando salgo a toda velocidad llegando al umbral del enorme inmueble en el que me han dicho que estás, mi varego. Que te encuentras esperándome. Esta vez seré valiente, no cederé ante las amenazas. Me verás frente a ti reclamando lo que por derecho me corresponde: tu presencia, tu amor. La frialdad de tus labios, el fuego de tu mirada. Estoy aquí, esta vez nada me detendrá. Cruzo la puerta con la intención de encontrar a quien fue mi child y que con el paso del tiempo se convirtió en el pilar de esta enorme existencia que a su lado, sólo fue un pequeño instante de felicidad. Sí, los años y siglos a tu lado fueron poco, la dicha que compartimos, los episodios que tuvimos, son justo la belleza de la que tanto hablan los poetas y que sólo algunos tuvimos la plenitud de tocar con los dedos.
Entro al sitio buscando con la mirada con rapidez, me adentro con la celeridad propia de mi condición vampírica desesperada por encontrar al pelirrojo que hizo de mi vida un cuento de hadas. Justo a mitad del único salón circular, donde ningún mueble se encuentra, un escalofrío sobrenatural recorre mi cuerpo. Puedo observar la alfombra blanca como la nieve que se marca con mi calzado. El escudo de armas con los lobos entrelazados me da la bienvenida acomodado encima de la chimenea ardiendo. Los nueve ventanales que me rodean son el preludio de lo que por tanto tiempo temí y que ahora, cual cruel cuento, me susurran lo que viene a continuación. Doy un paso atrás, mi boca se abre a sabiendas de que esta vez estoy sola. Por inercia, volteo hacia el umbral por donde entré para encontrar a un pelirrojo que me sonríe recargado en el marco de la puerta. No, ese hombre de rojos cabellos no eres tú, mi varego. Es Dmitry que me observa con arrogancia - ¿Creíste quizá, mi sire, que él estaría aquí? Es un cobarde, es un don nadie. Debiste hacer caso de aquél que besaba el suelo que pisabas. Debiste amarme. En cambio, sólo recibí migajas de tu corazón. No volverá a pasar. ¿Sabes por qué? Porque esta vez, seré yo quien sonría cuando tu nombre llegue a mis oídos. Si no eres mía, no serás de nadie. ¿Acaso creíste que él sería valiente para volver a tu lado? ¿Acaso pensaste que él te amaba como yo? Estás ciega - sus palabras son dagas en mi corazón. Lo van destrozando con cada entonación en esa voz que es un reproche a quien le creó.
Sí, es mi progenie y me traiciona como jamás habrías hecho. Mi boca se abre para pronunciar palabra, en cambio, tartamudeo algo que ni yo comprendo, me parece insólito que tanto intenté escapar de mi sino vaticinado desde mucho tiempo atrás y que hoy, esta noche, cuando por fin te iba a dar alcance, cuando había decidido dejar mis miedos, el destino me golpeé con un enorme mazo dejándome indefensa. - ¿Dmitry? ¿Acaso no te amé lo suficiente? ¿No te entregué todo lo que querías? Fuiste un child demasiado consentido, ni siquiera te puse demasiadas pruebas - me parece increíble que él esté anunciando algo que para mí, es la peor traición que nadie cometiera en mi contra. ¿Es que me volví débil? ¿Es que fui tan perversa con este nuevo niño que creé para que me ayudase a olvidarte? Y aún así, entiendo que fui una ilusa porque nadie podría borrar de mi memoria tu existencia. - ¡DEBISTE SER MÍA, TANYA! En cambio siempre estuvo él entre nosotros. ¡Siempre le amaste más que a mí! ¿Acaso es tan maravilloso? ¡Es un cobarde! Yo fui quien te protegió cuando él se fue, ¡YO FUI QUIEN TE AMÓ EN SU AUSENCIA! Sólo recibí migajas. ¡No volverás a pisotearme en su nombre! Tu amado varego está muerto. ¡Muerto! Le he matado con mis propias manos - el golpe que debió dejarme de rodillas, sólo tiene como consecuencia que mi cabeza se mueva de diestra a siniestra porque lo sé. ¡Lo sé! Estás vivo, en algún lugar de la creación estás existiendo.
- ¿Por qué mentís? Ambos sabemos que Mijáil está vivo. ¿Por qué intentas lastimarme con el pensamiento de su muerte? ¿Por qué estás haciendo todo ésto, Dmitry? Sabías que lo amaba, te lo dije antes de transformarte. Fui sincera desde la parte más oscura de mi alma. ¿Por qué reclamas algo que no te correspo...? - no termino la frase cuando él se acerca con velocidad exorbitante tomando mi cuello para alzarme centímetros del suelo provocando que mis manos intenten aflojar la presa que me ata a su voluntad - ¡PORQUE CREÍ QUE ME AMARÍAS CUANDO LO DESTERRARA DE TU MENTE! - el grito resuena en toda la estancia como el siguiente paso de este martirio que, empiezo a sospechar, será mi fin.
Quise buscarte, Misha. Quise encontrarte, en lugar de ello, estoy viviendo la peor de mis pesadillas porque sé que mis esfuerzos serán en vano. Encontraré la muerte antes de ver de nuevo tus ojos. Es mi penitencia por el pecado de no seguirte esa noche que me dejaste atrás.
***
En la inmensidad de la noche, en esa pequeña habitación donde dos almas se reencuentran, las lágrimas son imposibles de contener. El cuerpo de la humana se remueve en un intento de alejarse de estos sueños que le abren surcos en su corazón porque es tanto el dolor que aprecia, tan insoportable. El sufrimiento es tan intenso, que le parte en dos.
Tatyana Holstein-Gottorp- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 31/05/2018
Re: Let me go, forget that I existed [Mijáil Golitsin]
La contemplación no fue calma, mucho menos alegría alguna para el varego que tuvo que escuchar todo, absolutamente todo lo que la joven susurraba entre sueños. Parecía ser que lo conocía porque lo recordaba y que no estaba tan loco como se imaginaba o ¿pudiera ser que si? Se estaba volviendo loco, inevitablemente así era porque él veía en ella, en una mundana mortal a su amada Sire y ahora también imaginaba palabras, colocándose en labios de la joven humana, dándose un lugar importante que quizás sólo la locura le estaba otorgando. ¿Quién era él para permitirse fantasear con que la magia de las vidas pasadas existía? Más… ¿quién era ella, esa a la que él le había dado el poder de desordenar su vida, sus hábitos antiguos, creando nuevos que con infinita devoción había comenzado a seguir desde que la conoció? ¿A la que deseaba seguir hasta el fin de sus días?
No, Mijáil no deseaba seguirla, quería todo lo contrario y que fuera suya. O eso se decía.
Sin tener idea alguna se encontró escuchando palabras en un aterciopelado idioma femenino, siguiendo dos rutas claras: su pensamiento y la voz de la durmiente Tatyana. Varego le llamaba. O quizás él quería con el alma que así lo hiciera porque añoraba tanto a su amada que era capaz de ver en aquella extraña lo que había tenido, de escuchar lo que le habían dicho. Ojalá pudiera revivir a los que los habían antes conocido, a sus jugosas y dulces víctimas, a sus sirvientes y amigos. Era seguro que dirían que se estaba volviendo loco y que la mujer que contemplaba no era para nada similar a su creadora.
Para él lo era, demasiado...Demencia.
Pero...¿Quién como ella? Aún más...¿Quién la conocía como él?
Aún con la duda de su realidad supo que como en su ilusión la joven parecía, él también estaba triste. ¿A ese dolor se parecía cuando la estaca se hundía en el corazón del vampiro?
La piel de Julia es suave como un durazno, muy blanca con el don de broncearse pareciendo oro con la luz del sol en cálido verano, tanto que a veces puedo ver claramente la manera en que fluye la sangre a través de sus venas.
Julia no es una cortesana y mucho menos una prostituta corriente, aunque tampoco puedo nombrarme libre de pecado siendo un humano y lo que ahora soy, al haber probado ya los placeres de las calles oscuras de Bratislava y de otros parajes, pero desde hace unas semanas no, porque ella solo es y es una compañía que se ha nombrado a sí misma mi esclava de por vida, pero que yo sé que será momentánea. ¿Qué cómo lo sé? Porque aunque haya pasado un tiempo escuchando sus historias y enamorando su alma, no busco ocupar el lugar de mi Tanya, no busco ni puedo, menos es algo que quiero.
Sería un estúpido al pensar que podría reemplazar a mi amada Sire con cualquier hembra humana, esas que son solo bocadillos y un paliativo para la oscuridad sin ella, esas que carecen de la misma magia que me ato a la mujer más hermosa del mundo. Estupidos son los que creen que puedo olvidarla, ilusas las que creen podrán opacarla.
Julia se acerca caminando como leopardo hasta la cama, una vez más me deja disfrutar de sus suaves curvas que no tienen necesidad de ser demasiado insinuantes para despertar los deseos de cualquier bestia, incluso sé de sus pretendientes, puedo ver las miradas que roba a sus vecinos, sé que el hombre que vende el pan lleva enamorado de ella antes de que yo llegara a su vida, a sus vidas, le he visto y sentido rondar su casa en las noches queriendo ver lo que hace o mejor, lo que hacemos.
- A mi la realidad es que no me interesa quien te mire y quien no, Julia.- pienso con una sonrisa ladina mientras siento el peso de su cuerpo sobre la cama. - A la única a la que celaría con la fuerza de una borrasca en otoño o tempestad en el más duro y siberiano invierno sería a la que no es mujer sino diosa y ya no está, la que dejó nuestro hogar vacío por culpa de mi demora y cobardía.- la sonrisa se desvanece y llega la furia, una contra mi mismo, una contra el mundo entero al que le dí mi sangre y por el que deje todo para entregar mi espada como el salvaje y valiente varego que nací y que soy hace muchos años...que fui. Lo cierto es que ya no sé qué soy.
Solo sé que tengo tristeza por ella y por mi, una inmensa como el tiempo que nos y que siento dividirá, tengo ira, melancolía, vacuidad, cero silencio en mi cabeza y sé que todo esto que siento solo me causa hambre.
Tengo hambre y tengo a Julia. - Bella, Юля.- susurro con ternura, acercándome para terminar con nuestra distancia y así acariciar la aureola de su pecho izquierdo, esa que reluce rosa entre tanta palidez. -¿Qué clase de monstruo se atrevería a lastimarte?- digo en voz susurrante y la miro curioso ladeando mi rostro, quiero buscar su beso, pero deseo que ella me encuentre. Lo hace ansiosa solo después de mirarme sin entender a qué me refiero. Cierro los ojos, la beso como si fueras tú, sé que siente que la amo con la locura y la entrega que da el amor de milenios. Yo solo sé que ella me besa como si no fueras tú. ¿Puedes saber cuánto duele eso?
Una pregunta asalta mi mente como un asesino que con hacha en mano deambula las calles a la medianoche.
¿También habrás encontrado a alguien nuevo? Mis manos se cierran con intensidad alrededor de los hombros de la humana, ya comienzo a olvidar su nombre. ¿Serás feliz con él y por eso te fuiste del lugar donde vivimos? ¿Para olvidarme? ¿Le habrás dado el regalo que yo no he podido dar a nadie desde tu pérdida?
Desciendo a su cuello y mi lengua juguetea por su fina piel, podría hacerla mi acompañante y no estar solo si he recibido la misma traición de tu parte, amada mía.
¿Por qué me siento tan triste? Qué pregunta más insípida...¿Por qué no estarlo? Esa está mejor.
Comienzo a dejar que mis pensamientos celosos y crueles se mezclen con la realidad de sus gemidos femeninos y la excitación que sentimos.
Algo me dice que así fue, puedo sentir a tu lado a alguien más y es solo al estar junto a otra que puede aquella sensación ser más clara.
Dar mi regalo - tu regalo- y crear mi nueva vida, ¿eso es lo que quieres, Tanya? ¿A esto va a llevarme mi error? ¿A la conformista búsqueda de la felicidad que no se dará de manera espontánea y natural como se dio la nuestra? Con la ira mis colmillos se muestran ante uno de los pechos de Julia, ¿así se llama? Sí, estoy seguro que sí. La acuesto sobre la cama, quedando sobre ella, es muy cálida.
¿Estás seguro de querer hacer esto, Mijáil?
No, pero al diablo con lo que esté bien o mal, ser yo es una muestra de que la ley de la equivalencia no existe.
Hundo con suavidad agresiva mis dientes en su carne, saboreo su sangre y ella solo gime más fuerte mientras también mi masculinidad penetra con profundidad pasiva en su sexo. Está cálida y húmeda. Tampoco gime como tú, pero siendo sincero no me desagrada, menos ahora que los celos me consumen por lo que estoy seguro has hecho.
Será mía, siempre será mía como una muñeca de porcelana, no la dejaré ir de mi lado, nunca como tú me dejaste ir a la guerra, así sea su deseo, así sea infeliz. - Юля, останься со мной.- *susurró, lamiendo las gotas de sangre que ruedan lento por su piel, asciendo a sus labios, quiero sus besos pero todos sabemos que los deseados son los tuyos.
Mi pelvis golpea con fuerza la suya y besándola con dureza en cada encuentro. Las manos que tocan tu cuerpo ya no son solo dos, parecen multiplicarse como ratas sin timidez sobre lo excelso.
¿Aún eres mía, Tanya? La rudeza con que la penetro se hace consciente cuando escucho su gemido, aún así no me suelta o hace algo para alejarse de mi y sabiendo el monstruo que soy, parece siempre haberle gustado que lo sea, jamás entenderé eso de los humanos, jamás entenderé eso de mi, porque siendo aún uno, yo ya te amaba, cayendo presa de tu hechizo. ¿Habrás hechizado a otro como lo hiciste conmigo?
Por mi parte, una estampida más. Por la de ella un gemido aún más agudo y desinhibido, sus uñas se entierran en mi espalda, son simples caricias en comparación a todo lo que he vivido, incluso a tu mismísimo abrazo y el incentivo lejano del amante no correspondido a mi ira que sigue nadando y hundiéndose en la melaza que ella y tú han transformado en deseo.
Sólo un paso más y será mía, te lo advierto, diosa. Uno más y dejaré de ser tuyo para hacer mi vida, creando mi propio camino a la eternidad como tú hiciste con el tuyo. ¿Abandonaste a tu Sire? Jamás hablamos de eso…
Un paso más, Танья.
¡Ya basta de advertencias cobardes! ¡Es momento de tomar las decisiones por mis propios deseos! ¡Sin pedir consentimiento a nadie! ¿Acaso no fue suficiente con haber abandonado a mi familia como una vil alimaña?
Sin darme cuenta mi lengua se llenó de nuevo con mi anhelado y escarlata alimento, sin timidez abrían mis colmillos un poco más la carne de su cuello decidido a vengarme de mi creadora. Tú, la que me olvidaste, dando algo que no pedí pero que me hizo absolutamente feliz… Cuando estaba a tu lado.
¿Cómo te llamas exquisita y frágil criatura?
Ya apenas distingo algunos sonidos entre mi idioma ruso que puedan ayudarme a saberlo, pero es cada vez más lejano el recuerdo de alguna vez haber conocido a la mujer de la piel de durazno con el sol dorado del verano que sigue sin resistirse a mi sed y hambre, no como mi mente, pero si como mis ansias. Nadie es suficiente, no para este corazón muerto y esta alma malherida, cruel y pérfida, en eso en lo que me estoy convirtiendo y que no me asusta, al contrario, empiezo a pensar que es mi verdadera naturaleza no creer en nada, ni siquiera en el narcicismo.
En la febrilidad de lo primario, en el éxtasis de mi pene y las manos que me impiden tocarte olvido el presente, incursionando en imágenes bizarras y lujuriosas de las formas en que otros te harán lo que solo yo debería, imaginando sus caras y reviviendo en la saliva de una humana lo etéreo y dulce de tu sexo.
Cuando decido que es suficiente tortura regreso de un golpe a la habitación, al sexto piso del hotel donde actualmente me hospedo y el que por lo que veo, tendré que abandonar mañana en la noche, como tuve que dejar mi antigua mansión en esta misma ciudad unas semanas. Ahora ya recuerdo cómo se llamaba, Julia. La bella, Julia.
Lo que más resalta es el rojo y no por mis cabellos que comienzan a mezclarse con el llamativo y escandaloso color.
Un cuerpo femenino yace inerte sobre la cama y debajo del mío, si la hubiese querido asesinar sería incluso gracioso, ahora es solo dantesco y tétrico ver juntos dos cuerpos cuyos corazones no laten después de un sexo que no sé cuando terminó. Me tengo que levantar de la cama, los ojos cerrados hoy son demasiado para mi, sé que está muerta y aunque asesinar nunca fue un obstáculo desde que era un guerrero humano, hasta ser una bestia, hoy si lo es. Cae en mi todo el peso del silencio del cuarto y del corazón de la eslovaca que quiso amarme y acompañarme, que estuve tan cerca de permitir que lo hiciera. Aún así mi hambre y mi sed, se encuentran saciadas.
-No lo merecías… No así. Debiste haber intentado detenerme. - susurros lastimeros escapan de mi boca frente a la cama contemplando por última vez la bella silueta y piel de Julia.
Justo cuando deseaba comenzar mi progenie.
Un padre diría que estoy maldito, un bondadoso que quizás no me convenía, un filósofo que así es la vida, las huéspedes vecinas de al lado dirían pobre chica, los pretendientes me perseguirían buscando lincharme. ¿Y tú? ¿? Qué dirías, Tanya? ¿Podrías jugarme por la magnitud de mi intento aún cuando no fue más que un experimento fallido? ¿Aún cuando tú has hecho lo mismo teniendo éxito?
¿Has tenido éxito?
¿Tu nuevo te ama como yo lo hice? ¿De la manera más pura y desinteresada? ¿De esa manera en que mi propio cuerpo e instintos me traicionan para asesinar a mis posibles prospectos?
*Quédate conmigo.
De pie cerca de la cama y en el presente, Mijail vuelve a replantearse la idea, no estaría mal buscar una nueva compañera para su eternidad. Quizás debería darse la oportunidad cuando sus ojos y su mente le engañan haciéndole creer que es ella, cuando la vida le da una segunda oportunidad ahora que quizás ha aprendido algo nuevo después de miles de años. ¿Qué es lo que ha aprendido?
Sus puños se cierran con fuerza, no encuentra similitud entre la mujer que sus ojos ven ahora y Julia, esa jovencita a la que guardó lo que podría ser similar a un luto, no se parecen pero resalta a la vista el hecho de saber que si la llega a morder podría no detenerse, como en el pasado y ¿cuántos años más deberá esperar para encontrar un río en el que mirar, tocar y beber el reflejo de su creadora?
Muerde sus propios labios para calmar su sed, aunque no solo eso necesita alivio. -¿A dónde irá a parar mi vida, Татьяна?- esta vez no pregunta a su amada, pregunta a la mujer que yace dormida en la cama, la que se remueve entre sus gastadas sábanas hundiéndose mientras lo arrastra con ella a un pozo de una oscura tristeza.
No, Mijáil no deseaba seguirla, quería todo lo contrario y que fuera suya. O eso se decía.
Sin tener idea alguna se encontró escuchando palabras en un aterciopelado idioma femenino, siguiendo dos rutas claras: su pensamiento y la voz de la durmiente Tatyana. Varego le llamaba. O quizás él quería con el alma que así lo hiciera porque añoraba tanto a su amada que era capaz de ver en aquella extraña lo que había tenido, de escuchar lo que le habían dicho. Ojalá pudiera revivir a los que los habían antes conocido, a sus jugosas y dulces víctimas, a sus sirvientes y amigos. Era seguro que dirían que se estaba volviendo loco y que la mujer que contemplaba no era para nada similar a su creadora.
Para él lo era, demasiado...Demencia.
Pero...¿Quién como ella? Aún más...¿Quién la conocía como él?
Aún con la duda de su realidad supo que como en su ilusión la joven parecía, él también estaba triste. ¿A ese dolor se parecía cuando la estaca se hundía en el corazón del vampiro?
Bratislava
La piel de Julia es suave como un durazno, muy blanca con el don de broncearse pareciendo oro con la luz del sol en cálido verano, tanto que a veces puedo ver claramente la manera en que fluye la sangre a través de sus venas.
Julia no es una cortesana y mucho menos una prostituta corriente, aunque tampoco puedo nombrarme libre de pecado siendo un humano y lo que ahora soy, al haber probado ya los placeres de las calles oscuras de Bratislava y de otros parajes, pero desde hace unas semanas no, porque ella solo es y es una compañía que se ha nombrado a sí misma mi esclava de por vida, pero que yo sé que será momentánea. ¿Qué cómo lo sé? Porque aunque haya pasado un tiempo escuchando sus historias y enamorando su alma, no busco ocupar el lugar de mi Tanya, no busco ni puedo, menos es algo que quiero.
Sería un estúpido al pensar que podría reemplazar a mi amada Sire con cualquier hembra humana, esas que son solo bocadillos y un paliativo para la oscuridad sin ella, esas que carecen de la misma magia que me ato a la mujer más hermosa del mundo. Estupidos son los que creen que puedo olvidarla, ilusas las que creen podrán opacarla.
Julia se acerca caminando como leopardo hasta la cama, una vez más me deja disfrutar de sus suaves curvas que no tienen necesidad de ser demasiado insinuantes para despertar los deseos de cualquier bestia, incluso sé de sus pretendientes, puedo ver las miradas que roba a sus vecinos, sé que el hombre que vende el pan lleva enamorado de ella antes de que yo llegara a su vida, a sus vidas, le he visto y sentido rondar su casa en las noches queriendo ver lo que hace o mejor, lo que hacemos.
- A mi la realidad es que no me interesa quien te mire y quien no, Julia.- pienso con una sonrisa ladina mientras siento el peso de su cuerpo sobre la cama. - A la única a la que celaría con la fuerza de una borrasca en otoño o tempestad en el más duro y siberiano invierno sería a la que no es mujer sino diosa y ya no está, la que dejó nuestro hogar vacío por culpa de mi demora y cobardía.- la sonrisa se desvanece y llega la furia, una contra mi mismo, una contra el mundo entero al que le dí mi sangre y por el que deje todo para entregar mi espada como el salvaje y valiente varego que nací y que soy hace muchos años...que fui. Lo cierto es que ya no sé qué soy.
Solo sé que tengo tristeza por ella y por mi, una inmensa como el tiempo que nos y que siento dividirá, tengo ira, melancolía, vacuidad, cero silencio en mi cabeza y sé que todo esto que siento solo me causa hambre.
Tengo hambre y tengo a Julia. - Bella, Юля.- susurro con ternura, acercándome para terminar con nuestra distancia y así acariciar la aureola de su pecho izquierdo, esa que reluce rosa entre tanta palidez. -¿Qué clase de monstruo se atrevería a lastimarte?- digo en voz susurrante y la miro curioso ladeando mi rostro, quiero buscar su beso, pero deseo que ella me encuentre. Lo hace ansiosa solo después de mirarme sin entender a qué me refiero. Cierro los ojos, la beso como si fueras tú, sé que siente que la amo con la locura y la entrega que da el amor de milenios. Yo solo sé que ella me besa como si no fueras tú. ¿Puedes saber cuánto duele eso?
Una pregunta asalta mi mente como un asesino que con hacha en mano deambula las calles a la medianoche.
¿También habrás encontrado a alguien nuevo? Mis manos se cierran con intensidad alrededor de los hombros de la humana, ya comienzo a olvidar su nombre. ¿Serás feliz con él y por eso te fuiste del lugar donde vivimos? ¿Para olvidarme? ¿Le habrás dado el regalo que yo no he podido dar a nadie desde tu pérdida?
Desciendo a su cuello y mi lengua juguetea por su fina piel, podría hacerla mi acompañante y no estar solo si he recibido la misma traición de tu parte, amada mía.
¿Por qué me siento tan triste? Qué pregunta más insípida...¿Por qué no estarlo? Esa está mejor.
Comienzo a dejar que mis pensamientos celosos y crueles se mezclen con la realidad de sus gemidos femeninos y la excitación que sentimos.
Algo me dice que así fue, puedo sentir a tu lado a alguien más y es solo al estar junto a otra que puede aquella sensación ser más clara.
Dar mi regalo - tu regalo- y crear mi nueva vida, ¿eso es lo que quieres, Tanya? ¿A esto va a llevarme mi error? ¿A la conformista búsqueda de la felicidad que no se dará de manera espontánea y natural como se dio la nuestra? Con la ira mis colmillos se muestran ante uno de los pechos de Julia, ¿así se llama? Sí, estoy seguro que sí. La acuesto sobre la cama, quedando sobre ella, es muy cálida.
¿Estás seguro de querer hacer esto, Mijáil?
No, pero al diablo con lo que esté bien o mal, ser yo es una muestra de que la ley de la equivalencia no existe.
Hundo con suavidad agresiva mis dientes en su carne, saboreo su sangre y ella solo gime más fuerte mientras también mi masculinidad penetra con profundidad pasiva en su sexo. Está cálida y húmeda. Tampoco gime como tú, pero siendo sincero no me desagrada, menos ahora que los celos me consumen por lo que estoy seguro has hecho.
Será mía, siempre será mía como una muñeca de porcelana, no la dejaré ir de mi lado, nunca como tú me dejaste ir a la guerra, así sea su deseo, así sea infeliz. - Юля, останься со мной.- *susurró, lamiendo las gotas de sangre que ruedan lento por su piel, asciendo a sus labios, quiero sus besos pero todos sabemos que los deseados son los tuyos.
Mi pelvis golpea con fuerza la suya y besándola con dureza en cada encuentro. Las manos que tocan tu cuerpo ya no son solo dos, parecen multiplicarse como ratas sin timidez sobre lo excelso.
¿Aún eres mía, Tanya? La rudeza con que la penetro se hace consciente cuando escucho su gemido, aún así no me suelta o hace algo para alejarse de mi y sabiendo el monstruo que soy, parece siempre haberle gustado que lo sea, jamás entenderé eso de los humanos, jamás entenderé eso de mi, porque siendo aún uno, yo ya te amaba, cayendo presa de tu hechizo. ¿Habrás hechizado a otro como lo hiciste conmigo?
Por mi parte, una estampida más. Por la de ella un gemido aún más agudo y desinhibido, sus uñas se entierran en mi espalda, son simples caricias en comparación a todo lo que he vivido, incluso a tu mismísimo abrazo y el incentivo lejano del amante no correspondido a mi ira que sigue nadando y hundiéndose en la melaza que ella y tú han transformado en deseo.
Sólo un paso más y será mía, te lo advierto, diosa. Uno más y dejaré de ser tuyo para hacer mi vida, creando mi propio camino a la eternidad como tú hiciste con el tuyo. ¿Abandonaste a tu Sire? Jamás hablamos de eso…
Un paso más, Танья.
¡Ya basta de advertencias cobardes! ¡Es momento de tomar las decisiones por mis propios deseos! ¡Sin pedir consentimiento a nadie! ¿Acaso no fue suficiente con haber abandonado a mi familia como una vil alimaña?
Sin darme cuenta mi lengua se llenó de nuevo con mi anhelado y escarlata alimento, sin timidez abrían mis colmillos un poco más la carne de su cuello decidido a vengarme de mi creadora. Tú, la que me olvidaste, dando algo que no pedí pero que me hizo absolutamente feliz… Cuando estaba a tu lado.
¿Cómo te llamas exquisita y frágil criatura?
Ya apenas distingo algunos sonidos entre mi idioma ruso que puedan ayudarme a saberlo, pero es cada vez más lejano el recuerdo de alguna vez haber conocido a la mujer de la piel de durazno con el sol dorado del verano que sigue sin resistirse a mi sed y hambre, no como mi mente, pero si como mis ansias. Nadie es suficiente, no para este corazón muerto y esta alma malherida, cruel y pérfida, en eso en lo que me estoy convirtiendo y que no me asusta, al contrario, empiezo a pensar que es mi verdadera naturaleza no creer en nada, ni siquiera en el narcicismo.
En la febrilidad de lo primario, en el éxtasis de mi pene y las manos que me impiden tocarte olvido el presente, incursionando en imágenes bizarras y lujuriosas de las formas en que otros te harán lo que solo yo debería, imaginando sus caras y reviviendo en la saliva de una humana lo etéreo y dulce de tu sexo.
Cuando decido que es suficiente tortura regreso de un golpe a la habitación, al sexto piso del hotel donde actualmente me hospedo y el que por lo que veo, tendré que abandonar mañana en la noche, como tuve que dejar mi antigua mansión en esta misma ciudad unas semanas. Ahora ya recuerdo cómo se llamaba, Julia. La bella, Julia.
Lo que más resalta es el rojo y no por mis cabellos que comienzan a mezclarse con el llamativo y escandaloso color.
Un cuerpo femenino yace inerte sobre la cama y debajo del mío, si la hubiese querido asesinar sería incluso gracioso, ahora es solo dantesco y tétrico ver juntos dos cuerpos cuyos corazones no laten después de un sexo que no sé cuando terminó. Me tengo que levantar de la cama, los ojos cerrados hoy son demasiado para mi, sé que está muerta y aunque asesinar nunca fue un obstáculo desde que era un guerrero humano, hasta ser una bestia, hoy si lo es. Cae en mi todo el peso del silencio del cuarto y del corazón de la eslovaca que quiso amarme y acompañarme, que estuve tan cerca de permitir que lo hiciera. Aún así mi hambre y mi sed, se encuentran saciadas.
-No lo merecías… No así. Debiste haber intentado detenerme. - susurros lastimeros escapan de mi boca frente a la cama contemplando por última vez la bella silueta y piel de Julia.
Justo cuando deseaba comenzar mi progenie.
Un padre diría que estoy maldito, un bondadoso que quizás no me convenía, un filósofo que así es la vida, las huéspedes vecinas de al lado dirían pobre chica, los pretendientes me perseguirían buscando lincharme. ¿Y tú? ¿? Qué dirías, Tanya? ¿Podrías jugarme por la magnitud de mi intento aún cuando no fue más que un experimento fallido? ¿Aún cuando tú has hecho lo mismo teniendo éxito?
¿Has tenido éxito?
¿Tu nuevo te ama como yo lo hice? ¿De la manera más pura y desinteresada? ¿De esa manera en que mi propio cuerpo e instintos me traicionan para asesinar a mis posibles prospectos?
*Quédate conmigo.
***
De pie cerca de la cama y en el presente, Mijail vuelve a replantearse la idea, no estaría mal buscar una nueva compañera para su eternidad. Quizás debería darse la oportunidad cuando sus ojos y su mente le engañan haciéndole creer que es ella, cuando la vida le da una segunda oportunidad ahora que quizás ha aprendido algo nuevo después de miles de años. ¿Qué es lo que ha aprendido?
Sus puños se cierran con fuerza, no encuentra similitud entre la mujer que sus ojos ven ahora y Julia, esa jovencita a la que guardó lo que podría ser similar a un luto, no se parecen pero resalta a la vista el hecho de saber que si la llega a morder podría no detenerse, como en el pasado y ¿cuántos años más deberá esperar para encontrar un río en el que mirar, tocar y beber el reflejo de su creadora?
Muerde sus propios labios para calmar su sed, aunque no solo eso necesita alivio. -¿A dónde irá a parar mi vida, Татьяна?- esta vez no pregunta a su amada, pregunta a la mujer que yace dormida en la cama, la que se remueve entre sus gastadas sábanas hundiéndose mientras lo arrastra con ella a un pozo de una oscura tristeza.
Mijáil Golitsin- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 10/05/2018
Localización : París, Francia
Re: Let me go, forget that I existed [Mijáil Golitsin]
"Te perdí,
no quiero volver a sentirlo
nunca más."
no quiero volver a sentirlo
nunca más."
Incapaz de ir más allá de los sueños, de alcanzar lo que estos meses ha tenido en sus oníricos recuerdos, la joven que antes fuera una aristócrata y que vino a menos por un obsesivo sujeto de pelirrojos cabellos, se sume en el pozo de la desesperación constante donde ni siquiera los demonios se atreven a asomar siquiera la cabeza para vislumbrar su contenido. Es pues, en esta escena, donde la rusa intenta despertar sin éxito, de lo que a continuación será el último episodio de una vida cuya magia se esfumó con la partida del que fuera ese amor que se internara tanto en su ser, que impregnara su alma del desespero y la ansiedad por recuperar, reencarnando en un cuerpo de sangre y hueso, frágil y grácil que ahora permanece yaciendo en el lecho rasgando las sábanas en tanto su voz suena atormentada - ¡Basta, basta! - son sus últimas palabras mortales antes de dar rienda suelta a la tortura que en sueños, le recordara la verdad de su esencia.
EL ONÍRICO MUNDO DE TANYA
Eslovaquia
"Podría claudicar, más soy demasiado terca, prepárate
volveré a tu lado".
Eslovaquia
"Podría claudicar, más soy demasiado terca, prepárate
volveré a tu lado".
La escena se desenvuelve ante mis ojos con Dmitry apretando mi cuello en apariencia frágil. Podría quitar esa mano de encima para hacerle pagar la traición que siento en carne propia por el que fue sangre de mi sangre. Mi soberbia fue el peor de mis males en esta existencia que sólo tuvo sentido cuando tus pasos estuvieron a mi lado, mi varego. Aprenderé porque sé que a pesar de todo, podré volver a tu lado, ni siquiera el infierno será capaz de evitar que regrese. Ni el propio demonio en persona podría impedirlo. Soy terca, ese es otro de mis defectos. Y si es cierto, sé que encontraré la forma de cruzar nuestros caminos, ni siquiera la furia de Dmitry me produce mayor cosquilleo en el cuerpo sabiendo cuál es mi destino ahora. Que mi camino está cortado por un gran abismo, el de la muerte y continúa mucho más lejos, siglos después, para unirse al tuyo y no separarse si es que tienes la fuerza para reconocer en aquélla que se mostrará ante ti, a quien ahora perece entre las manos de un child fuera de control y un grupo de lobos que se han unido para obtener la cabeza de aquélla que, a su parecer, cometió demasiadas infracciones.
Si mi cuerpo sufre, mi mente está demasiado sumida en mis recuerdos, en todos esos episodios donde tu voz es mi aliciente, tus ojos mi guía y tu rostro mi obsesión. Puedo apreciar tus manos recorriendo mi piel, la de mi rostro, la de mi cuerpo, en tanto tu barítona voz resuena dulce en mis oídos incitándome a perder la cabeza y olvidar mis tapujos para dejarme poseer por quien fue en esta vida, el único amor. Tan intenso e inmenso, que ni la muerte es capaz de superar la experiencia de sentirme tuya, con los cuerpos entrelazados y tus colmillos perforando mi piel hasta sustraer la dulce savia de mi ser. En tanto tu voz se convertía en esos magníficos gemidos que erotizaban cada parte de mi mente y mi cuerpo, respondiendo a tus insistentes llamados con mi propia voz antes del culmen donde sentía alcanzar el mismo cielo con un ángel de rojos cabellos y ojos de bosque que sonreía al tiempo que me alcanzaba en esa cima bebiendo de mi rojo elixir.
¿Cuántas veces no compartimos presa? Bebiendo de su cuello y su muñeca de forma simultánea con tus orbes fijos en los míos deleitándonos en el dulce sabor de la sangre. ¿Cuántas veces hicimos del mundo de los hombres la peor pesadilla cuando incursionábamos con el fin de diezmar las voluntades de aquéllos que se creían superiores para demostrarles que, al menos en esta vida, eran menos que ganado para un par de seres inmortales como nosotros? Cierto es que pequé de arrogancia al sentir que estaba completa, que nada me faltaba y podía ser dueña y ama del mundo con sólo tener tu mano en mi hombro para observar a aquéllos inferiores y poder aplastarlos con la planta del pie. Eras el impulsor de mis peores atrocidades, como de mis más grandes demostraciones de humanidad como cuando rescatamos a esa villa de los horrores de un vampiro fuera de control. Éramos juez, jurado y verdugo. Incitabas a mi bestia, la desatabas con tus manos de guerrero para luego, envolverla en grandes cadenas para buscar mi consuelo a tus tristezas que se hacían las mías pues no quería que jamás sufrieras, Mijail.
Te amo, eres la parte más importante de mi alma y quien me complementa. Sé que en mi ausencia, avanzarás por la vida a trompicones y no por petulancia. Si no porque haría lo mismo, hice lo mismo sin ti. Y mis propios actos fueron los precursores de mi muerte. En mi último aliento, sintiendo que la vida se escapa por cada herida, en cada mordida y garrazo que ahora adornan mi cuerpo, mirando hacia el techo de esta enorme mansión, viendo cómo mi vitae riega la blanca y prístina alfombra bajo mi ser, puedo alzar la voz con mi último aliento, para alargar lo que queda de mi brazo sonriendo hacia la nada, alcanzando tus suaves rizos para apreciar su textura, suavidad y sedosidad de fuego entre mis manos de nieve, desprovistas del rojizo líquido, para susurrar al viento - tuya para siempre, por toda la eternidad - antes de que las bestias caigan de nuevo, llevándome a la oscuridad del limbo, a esperar en el sueño de los ¿Justos? la reencarnación.
Si mi cuerpo sufre, mi mente está demasiado sumida en mis recuerdos, en todos esos episodios donde tu voz es mi aliciente, tus ojos mi guía y tu rostro mi obsesión. Puedo apreciar tus manos recorriendo mi piel, la de mi rostro, la de mi cuerpo, en tanto tu barítona voz resuena dulce en mis oídos incitándome a perder la cabeza y olvidar mis tapujos para dejarme poseer por quien fue en esta vida, el único amor. Tan intenso e inmenso, que ni la muerte es capaz de superar la experiencia de sentirme tuya, con los cuerpos entrelazados y tus colmillos perforando mi piel hasta sustraer la dulce savia de mi ser. En tanto tu voz se convertía en esos magníficos gemidos que erotizaban cada parte de mi mente y mi cuerpo, respondiendo a tus insistentes llamados con mi propia voz antes del culmen donde sentía alcanzar el mismo cielo con un ángel de rojos cabellos y ojos de bosque que sonreía al tiempo que me alcanzaba en esa cima bebiendo de mi rojo elixir.
¿Cuántas veces no compartimos presa? Bebiendo de su cuello y su muñeca de forma simultánea con tus orbes fijos en los míos deleitándonos en el dulce sabor de la sangre. ¿Cuántas veces hicimos del mundo de los hombres la peor pesadilla cuando incursionábamos con el fin de diezmar las voluntades de aquéllos que se creían superiores para demostrarles que, al menos en esta vida, eran menos que ganado para un par de seres inmortales como nosotros? Cierto es que pequé de arrogancia al sentir que estaba completa, que nada me faltaba y podía ser dueña y ama del mundo con sólo tener tu mano en mi hombro para observar a aquéllos inferiores y poder aplastarlos con la planta del pie. Eras el impulsor de mis peores atrocidades, como de mis más grandes demostraciones de humanidad como cuando rescatamos a esa villa de los horrores de un vampiro fuera de control. Éramos juez, jurado y verdugo. Incitabas a mi bestia, la desatabas con tus manos de guerrero para luego, envolverla en grandes cadenas para buscar mi consuelo a tus tristezas que se hacían las mías pues no quería que jamás sufrieras, Mijail.
Te amo, eres la parte más importante de mi alma y quien me complementa. Sé que en mi ausencia, avanzarás por la vida a trompicones y no por petulancia. Si no porque haría lo mismo, hice lo mismo sin ti. Y mis propios actos fueron los precursores de mi muerte. En mi último aliento, sintiendo que la vida se escapa por cada herida, en cada mordida y garrazo que ahora adornan mi cuerpo, mirando hacia el techo de esta enorme mansión, viendo cómo mi vitae riega la blanca y prístina alfombra bajo mi ser, puedo alzar la voz con mi último aliento, para alargar lo que queda de mi brazo sonriendo hacia la nada, alcanzando tus suaves rizos para apreciar su textura, suavidad y sedosidad de fuego entre mis manos de nieve, desprovistas del rojizo líquido, para susurrar al viento - tuya para siempre, por toda la eternidad - antes de que las bestias caigan de nuevo, llevándome a la oscuridad del limbo, a esperar en el sueño de los ¿Justos? la reencarnación.
***
En esta enorme habitación, como si fuera un símil de aquélla en la que perdiera la vida, Tanya intenta por todos los medios empujar la neblina de la mente para emerger rasguñando con sus uñas esa parte del inconsciente que le impide llegar hasta aquél que la espera, que puede sentir con lo poco que le queda de fuerza para hacerle saber que ha vuelto, que está en este mundo dispuesta a continuar a su lado. A explorar todos los nuevos secretos que tiene esta época y ser para él, de nuevo, su acompañante. La mano de la joven rasga el aire con la misma desesperación de lo que en su interior está desatado. Llamando en silencio a quien es el único que puede reconfortar su alma. Escuchado su voz, el atronador sentimiento de culpa la sepulta, rasgando con fiereza, por fin logra emerger de nuevo, por última vez quizá, hasta que los secretos de la vitae desaten su magia oculta, hasta el presente. Logra sentarse en el lecho, alargando la mano hacia aquél que se convirtió en su child y ahora, por azares del destino, le corresponde ocupar el opuesto. Su gemido es extraño en el silencio del lugar, antes de que Tanya abra los ojos, levantando esos pesados párpados para reflejar sus dorados orbes cual miel, dando la luna llena una visión fantasmagórica de quien fue.
La magia de su vitae, la última parte de ésta, inmersa en su alma, da ese efecto para transformar durante pocos minutos, a la carne nueva, vistiéndola con viejos rasgos. - Terminada la historia, no hay nada más que nos una, sólo fantasmas que jamás volverán a latir. Quería que vieras mi pasado y avanzaras en el tiempo, lo que fue, no será - susurra con voz tan queda, que es imposible de escuchar a oídos humanos, sólo un sobrenatural podría alcanzar ese timbre tan suave, tan perenne como la eternidad.
La magia de su vitae, la última parte de ésta, inmersa en su alma, da ese efecto para transformar durante pocos minutos, a la carne nueva, vistiéndola con viejos rasgos. - Terminada la historia, no hay nada más que nos una, sólo fantasmas que jamás volverán a latir. Quería que vieras mi pasado y avanzaras en el tiempo, lo que fue, no será - susurra con voz tan queda, que es imposible de escuchar a oídos humanos, sólo un sobrenatural podría alcanzar ese timbre tan suave, tan perenne como la eternidad.
TEMA FINALIZADO
Tatyana Holstein-Gottorp- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 31/05/2018
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