Berowne — ID

Inquebrantable. Indomable. Guerrero. A pesar de todo, sigue siendo un rey, con toda la dignidad y el portento que eso significa. Y aunque no lo dice, en su interior lo sabe, sabe lo que es y por ello no se deja dominar, lo que le ha valido muchos, muy variados castigos, pero éstos sólo le ayudan a reafirmar ese orgullo que siente por ser quien es, por su origen y su historia. Es un hombre que tiene un alto sentido de la trascendencia histórica, y por ello, hará hasta lo imposible por regresar a su tierra y reconstruir su reino desde las cenizas. Es alguien que respeta las tradiciones, a sus ancestros, y la labor que le fue conferida como último eslabón de una larga cadena. En extremo serio, comprometido y orgulloso, resulta también noble y justo, aunque éstas virtudes quedan opacadas por su situación actual.

Tiene un punto débil para con los niños, le gustan mucho y lamenta no haber tenido los propios. Los hijos más pequeños de sus muchos amos parecen entender eso, y esa convivencia, ese pan robado por manos infantiles, le ha servido para mantenerse cuerdo todo este tiempo. Aguerrido, ha golpeado a más de uno de sus dueños, no sin consecuencias. La espalda entera la tiene marcada, los brazos, las piernas, el torso, todo el cuerpo es un mapa de cicatrices provocadas por todo tipo de armas.

A pesar de todas las vejaciones, humillaciones, golpes, castigos y trabajos forzados, de la culpa que siente también por creerse artífice de la caída de su gente, es alguien que sigue manteniendo la frente en alto, y eso, sabe bien, no gusta nada en este lugar donde los blancos dominan. Hay algo de retador en su actitud, en ese sentimiento de sentirse superior que ellos, pero más que rebeldía, es el recuerdo y aferrarse a la idea de lo que alguna vez fue y quiere volver a ser, un rey, el más justo y el más noble.






Uduak fue un niño muy deseado. La Casa de Koromah, que reinaba sobre la nación mendé del Sur y Este de lo que actualmente es Sierra Leona, temía su extinción, y con ello los conflictos de los pueblos unificados por el rey Otobong, pues él y su esposa Ime sólo habían tenido niñas: Ifiok e Itoro.

Ime visitó muchos chamanes y hechiceros de la región, hasta que pudo concebir un varón, y el día de su nacimiento fue de fiesta entre los mendé.



Así, Uduak fue criado y cuidado como pocos príncipes, pues sobre él recaía la continuación de los Koromah. Desde muy joven lo entendió y se volvió un chico sumamente responsable, hábil en la cacería, el arte mendé, y siempre al lado de su padre.

Algunos lo acusaron de ser demasiado estricto, pero ¿qué podía esperarse de alguien al que le dieron senda responsabilidad desde que nació?



Cuando Uduak tenía apenas dieciséis años, el rey Otobong falleció en un accidente de caza. Ayudado por su madre y sus hermanas, el joven príncipe asumió el trono, y aunque claro que la reina madre Ime tenía mucha injerencia en las decisiones, el nuevo rey mostró ser bastante hábil para gobernar.



Una de las primeras crisis que enfrentó fue cuando el agua del río del que se servía su gente pareció estar envenenada. Al contrario de los consejos de su madre y su corte, Uduak fue a investigar por sí mismo.

Fue él quien descubrió los cadáveres de algunos animales en el delta, lo cual no era normal, y contra todos sus instintos, fue más allá, donde hombres pálidos lo emboscaron.



Una vez frente a ellos, y con intérpretes de por medio, Uduak explicó que él era rey de esas tierras. Los hombres sólo estaban explotando el suelo, rico en diamantes.

Uduak llegó a un trato con ellos, pues los diamantes nunca fueron de especial valor entre su gente. Los dejó seguir excavando, con la condición que dejaran en paz a su gente. Fue así que delimitó un área que llamó sus terrenos, donde prohibió a los plebeyos cazar. No les dijo la razón, pues no quería que fueran a curiosear en busca del hombre blanco.



Por años ese trato se mantuvo en pie y se volvió un rey rígido, pero justo. Gobernó con mano dura pero siempre procurando velar por los intereses de su gente.

Siempre tuvo presentes las palabras de su padre, aquellas de que él tenía que continuar con la dinastía Koromah. Y aunque urgía que se casara con la hija de algún líder de otra tribu o de los pueblos unificados por su padre, decidió casar primero a sus hermanas, y les encontró maridos dignos y que supieran respetarlas. Cuando los sobrinos llegaron, Uduak resultó un tío cariñoso y un hombre que se entendía bien con los niños.



Aquel parecía un juicio más. Un hombre había entrado al territorio prohibido a cazar y tenía que hacer vales sus decretos, sino su súbditos comenzarían a verle la cara. Nadie sabía del trato que aún mantenía con los hombres blancos y que todo eso era por el propio bien de los mendé.

Uduak jamás se había tentado el corazón al dictar sentencia, pero hubo algo en este sujeto, o en sus hijas, mejor dicho, que casi lo hace flaquear.

De todos modos, el juicio no pudo continuar. De pronto, fueron invadidos por hombres blancos.



Fue capturado, como el resto de la gente congregada en aquel juicio, y quién sabe cuántos más de los mendé. Quisieron quebrarlo, quisieron sacarle más información, pero no dijo nada y sufrió las consecuencias. Pero Uduak no iba a traicionar al pueblo que su padre amó, y que él amaba.

Ante él llegaron los hombres blancos con los que hizo el trato, y le dijeron que ellos los habían delatado, porque uno de los suyos se había adentrado en el territorio prohibido. Uduak supo que negociar con esos demonios había sido un error.



Llegó a Inglaterra. Francis Hooper era el hombre que comerciaría con él. Era presentado como el rey del continente negro, porque ¿quién no iba a querer tener a un rey como esclavo? Uduak se callaba, no decía nada, pero si alguien se acercaba, tiraba la mordida.

A pesar del encanto de ser un monarca, fue complicado tratar de venderlo porque jamás se dejó dominar. Por un tiempo sirvió al propio Hooper, quien lo llamó Berowne, pero pronto se hartó de sus aires de grandeza y lo malbarató.



La leyenda del rey que ahora era esclavo se fue apagando, hasta quedar en el olvido. A nadie le importaba ya. Pocos querían a Berowne como su esclavo y cambió de familia en familia por toda Europa.

Sufrió lo indecible, por no querer someterse: azotes, quemaduras, hambre, de todo, pero se mantuvo firme y orgulloso.



A pesar de todo, Berowne es un esclavo que aprende rápido, aunque habla poquísimo y siempre con el marcado y tosco acento de su idioma natal. Y aunque mayormente ha sido utilizado para los trabajos más pesados por su corpulencia, resultó más eficaz en labores más delicadas, como la agricultura.



Logró escapar un par de veces, pero siempre fue encontrado, castigado, y regresado a sus amos. Eso jamás ha disminuido sus ganas de regresar a la Nación Mendé, ver los estragos que el hombre blanco dejó ahí, y tratar de reconstruir el legado de sus antepasados.



Así se ha mantenido, cambiando de amo, de familia, de país, de labores, de castigos. Todo lo ha visto ya y cada día pierde más la fe en que pueda existir algo bueno en este mundo de hombres blancos.

Tiene la costumbre de no revelar su nombre real, tampoco que era rey, ya a nadie le interesa eso de él, y cree que es mejor así.



Finalmente llegó a París, donde espera a su nuevo amo, a su nueva familia, ¿cuánto lo tolerarán? Porque el Rey Uduak no se doblega ante nadie.



→ Muchas veces le han tratado de sonsacar su nombre verdadero, a la fuerza o no, pero jamás lo ha dicho, aquí y ahora es sólo Berowne.
→ Fue llamado así, Berowne, por un personaje de Much Ado About Nothing de Shakespeare.
→ En sus raros momentos a solas para pensar, le da por tallar madera, recordando el arte de su pueblo. Luego quema, rompe o tira las piezas que hace. No deja que sus captores las vean.
→ Siente que haber pactado con los europeos que fueron por diamantes influyó en gran parte en la captura de él y los suyos, y tiene un tremendo remordimiento por ello.
→ Desconoce el paradero de su madre, hermanas, cuñados y sobrinos.
→ Sólo una vez se ha topado con alguien que lo conocía, un anciano que le habló del gran rey que había sido su padre y de lo bien que lo estaba haciendo él. Vio cómo mataron a ese viejo por ya no servir, fue la primera vez que intentó escapar.
→ Da de comer a las ratas que suele encontrarse donde duerme. En general le gustan los animales y se lleva bien con ellos.