Un día de verano - privado

por **Amalia De Leon** Sáb Ago 25, 2018 9:35 am

Vivir con Rasmus, ser su mujer, era lo que había deseado desde el momento en que le conoció. Aunque muchos le temían, y con justa razón, para ella, su amado, era la persona mas confiable, mas justa y recta, que alguna vez hubiera conocido. Era verdad que no le conocía profundamente, que el pasado de su pareja, era un verdadero misterio, pero en verdad, mientras él estuviera a su lado, mientras la abrazaba, todo lo demás, poco y nada importaba.

Así fueron pasando las semanas, desde su llegada al hogar del vampiro, y aunque él le dijera que debía mantenerse en la habitación, con el tiempo, y sabiendo que en horarios diurnos, era mas probable estar a salvo, comenzó a dejar la habitación, para rondar por los diferentes lugares de la mansión, en especial la biblioteca, en donde el perfume de su amado, siempre estaba presente. Eso le daba mucha confianza, pues era un lugar especial para él y por lo tanto un santuario que ninguno de los otros inmortales intentaría profanar. Otra cosa eran los pasillos y las escaleras, lugares en semi - sombra que provocaban en la hechicera, que todos sus cabellos y bellos del cuerpo se erizaran, pues sentía que no eran lugares seguros.

En una de esas incursiones por los diferentes lugares de la mansión, llegó a las cristaleras que daban al jardín, una zona un tanto olvidadas de la casa, ya que el vampiro, ni sus congéneres dejaban la seguridad de la mansión, en días de profuso sol, como eran aquellos hermosos días de verano. Al darse cuenta de ello, abrió la puerta y salió al jardín, feliz, comenzó a caminar por los caminos que bordeaban parterres que a pesar de estar algo descuidados, se notaban que alguien los cuidaba, ¿sería un jardinero, o lo haría el ama de llave en oras nocturnas? lo mas probable sería que fuera una de las inmortales que en sus momentos de esparcimiento, ponía un poco de esfuerzo en aquel lugar, pero en verdad, se notaba que necesitaba mas cuidado y ella estaba dispuesta a dar todo su tiempo libre a ello. Lo único que necesitaría sería poder encontrar a un ayudante, que le trajera los elementos necesarios, pues no estaba segura si su amad le permitiría salir de la mansión.

Feliz con su descubrimiento, se sentó en una de las bancas y comenzó a cantar una vieja canción de su tierra, pensó en que le pediría a su amado, le trajera ayuda y haría de ese lugar, su pequeño refugio. Cuanto deseaba poder compartir sus días con una amiga, o con un animalito, ¿acaso él le permitiría tener un perrito?