Victorian Vampires
Cristina M. Balanescu. 2WJvCGs


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Cristina M. Balanescu. 2WJvCGs
PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Sáb Dic 25, 2010 6:39 pm

Cristina Mirabela Balanescu Anghel
Cristina M. Balanescu. 2z5n7sm
La esencia de la realeza se basa en una burbuja de cristal…pero no para ella.

Raza:
Vampiro.

Fecha de nacimiento:
23 de agosto de 1620.

Fecha de muerte:
25 de febrero de 1644.

Edad real:
156.

Edad Aparente:
24.

Lugar de Origen:
Bucarest - Rumania.


Habilidad/Poder:
Control mental: Manipula con excelencia las acciones, pensamientos y emociones de los demás.
Telepatía: Leer mentes e introducir sus propia voz e hilos de pensamientos en quien desee.
Ilusión: Aparentemente reales. Puede crear ¨espejismos¨ ante quien quiera, jugando con los recuerdos o conocimientos de sus victimas. Util en todos sus sentidos pues no se duda ni un instante en su semejanza a la realidad.


Descripcion Fisica:
Diosa Hermosa…en todos sus sentidos ante los ojos que sacian su vacio al verla. Piel tersa y cremosa, de un pálido inconfundible como cualquier inmortal. Ojos como el viscoso chocolate, oscuros cuando tiene sed, se transforman rápidamente desde luego, seductores, cultos, pacíficos, profundos e inocentes, una mezcla complementaria. Larga cabellera castaña, algunas veces ondulada, otras en suaves y lisas hebras, depende de cómo desee ella llevarla. Labios delgados y sonrosados, apetecibles. Un cuerpo lleno de curvas y caderas no tan pronunciadas junto a un busto carnoso y redondeado que cubre con misteriosos escotes, piernas perfiladas, largas altura media.
Spoiler:


Descripcion Psicologica:
Orgullosa, llena de lujuria y vanidad, seductora y dispuesta a conseguir lo que quiera al precio que sea; Inteligente, presa de cultura, educación y conocimientos, por ello piensa antes de actuar ya que no pretende errar y muy poco lo hace; Protectora al que lo necesite, defiende al que lo valga y muy pocos logran ganarse su benevolencia, un precio alto para el insignificante. No le agrada la monotonía, la rompe ya que le hastía de sobremanera vivir de manera metódica. De igual manera vive su libertad, no le gustan las ataduras y toma la reacción que le parezca al momento que sea.

Puede ser irónica e hiriente, odiar con todo su ser al que lo merezca y pobre del que lo haga, no se cohíbe ni retracta; No siente, no busca hacerlo, es difícil herirla y odia que descubran sus altibajos, sus debilidades que oculta tan minuciosamente. Cambia su animo a su antojo, puede ser un ángel dulce y misterioso o llevar el demonio a flor de piel.; Justa y equilibrada, no involucra los asuntos de estado con su ser, mantiene esas separaciones muy claras y no hay duda de ello; Valiente y nada insegura, no da vueltas al tomar una decisión ni teme pues cree que es a ella quien debe de temerse.


Historia:
Los gritos no la conmovían, los llantos y las aclamaciones de auxilio no movían ni una sola facción de la pequeña de rizos bronce que reposaba sentada en una silla, calmada, pacifica, con una mirada curiosa en el brillo infantil de su mirada.

Cristina, la princesa primogénita, se sobresalto al oír un llanto, agudo y mínimo que exigía atención. Enseguida el rey Armando se levanto como si de un golpe vulgar lo hubieran despertado de su trance. Las sirvientas Lina y Matilde salieron del caluroso lugar con rostros llenos de preocupación que la pequeña princesa podía entender a pesar de sus escasos 4 años, su mente solo le indicaba a gritos lejos de cualquier sospecha que su madre había finalizado el trabajo de parto, que Rumania tenía una nueva princesa, una heredera que le seguiría aunque su capricho de infante le insistiera que solo seria ella, que sus celos eran comunes y que la única que correría con libertad por los jardines seria ella, Cristina.

El rey entro a la habitación. La morena no olvida el rostro de su padre, los ojos brillantes cuando se encontraron con la curiosidad de niña que se había adentrado a la habitación impulsada por el deseo de ver a su madre. Ella no se movía, estaba tiesa y blanca como el mármol de las altas columnas del castillo. Su iris claro como el cielo solo reposaba en una de las criadas que en sus brazos acunaban a la pequeña recién nacida, la culpable, la que no tenía ni la más mínima idea de lo que le esperaba, del desprecio que había sembrado al dar su primer respiro, en la culpabilidad que le inducirían su padre y su propia hermana de la muerte de su amada madre.

Creció; inteligente y hermosa como solo Cristina podía llegar a ser, mas vivaz que las chicas de la época, capaz de mostrar su etiqueta más perfecta frente a la corte y la sensualidad y pasión al escaparse de las murallas del castillo para bailar dentro de las carpas gitanas, donde miles de hombres la deseaban, donde se estremecían con el movimiento de sus curvas desnudas y el rostro enmascarado de la desconocida de cabellos bronces, alborotados y salvajes. Huía a la hora exacta, su hermana, despreciada y a la vez protegida por ella, guardaba el secreto de las llegada a escondidas y volvía a sumirse en sus libros de historia. Era la vida que podía desear toda mujer; fortuna, poder, belleza, inteligencia y todo lo que merecía en bandeja de plata. Con solo 22 años Cristina ya había recorrido prácticamente el mundo, nutriendo su ser, enorgulleciendo a su padre que se mantenía como su único pilar, su dios, su vida. Lo más sincero que podía sentir era esa admiración, ese amor intenso a su progenitor, al que le daría su puesto en unos años, el que la coronaria con sus propias manos.

Los días pasaban siguiendo su cauce lento y monótono, para los ojos externos a la princesa, claro está. Por ello la noticia llego al castillo como alimento caliente al pueblo; el rey había conocido a una dama de la corte extrajera en uno de sus viajes y ahora era la invitada de honor a las celebraciones culturales del país. La noticia no le agrado en lo absoluto a Cristina, y en el fondo a su hermana tampoco. No esperaba una hermandad con aquella mujer, eso estaba más que claro. Era hermosa, más hermosa que las mujeres que habían conocido, por eso no fue de extrañarse los labios entreabiertos y los ojos sin parpadeo cuando la duquesa Camille descendió del carruaje de fina madera, con un largo vestido vino tinto, un corsé ajustado, pechos carnosos, cuello fino y labios delgados, una cabellera negra como la noche y ojos negros…como la oscuridad. Se hospedaba en un hotel cercano puesto que su educación y moral eran tales que le prohibían quedarse en los murales del castillo cerca de las niñas. Era dudoso, como no, pero la tranquilidad de la heredera era evidente y no haría nada por acercarse a la dama de la noche, si, sus compromisos no dejaban que se viera cerca de la luz del día y todo ello tras el tiempo que paso en Rumania, donde el amor del rey parecía crecer cada vez más, como si no fuera poco los escandalosos detalles que le hacía, a los cuales ella parecía hacerse adicta.

Llegaba cansada, el sudor perlado recorría su ser hasta posarse en su vientre sin perderse en la falda del atrevido atuendo que llevaba descubriendo sus perfiladas piernas bajo la capa oscura que dejo caer al entrar en su habitación, por lo menos le agradecía a su inocente hermanita que descubriera los pasajes secretos del castillo, los que le permitían ir y venir a su libre albedrio. Había sido una magnifica velada, la música, la gente, los gritos ante la mirada sensual de la dama de la máscara, las jóvenes que la veían con recelo y los deseosos caballeros que se apresaban en las ansias de tocarla en vanos intentos. No tardo para vestirse adecuadamente para dormir, todo después de un baño cálido y lleno de esencias marinas. Se quitaba con cuidado el guardapelo de su cuello cuando sintió unas manos que trabajaban por ello. Se asusto, como era de esperarse pues solo podía ver la máscara negra en el espejo, no había reflejo pero aun así las manos heladas dejaban caer el guardapelo, que se perdió en medio de su pecho, deslizándose bajo el albornoz hasta caer al suelo de madera resonando de manera estridente para el silencio sepulcral que reinaba.

¿Quién era? Tal palabra no se formo en sus labios sonrosados, pero si se dio la vuelta decidida y lo que sus ojos vieron fue lo que menos se imagino en su incitada mente, era ella…la duquesa Rogue. Dio un paso atrás, encaminándose a su cama, no podía hablar, la mujer tenía un extraño poder que la hacía permanecer muda, sin tomar un hilo de sus pensamientos por más que intentara buscarlos. La belleza oscura la hizo sentarse, con un pequeño impulso para nada delicado. La joven cayó en el lecho de doseles blancos y el temor recorrió su espina dorsal al recordar la escena que la torturaba desde niña y a la que ella había logrado superar; su madre, los pasillos desiertos, su hermana…. Como un áspid logro mantenerla acorralada en la columna de madera fina de su cama, se acercaba peligrosamente y la mente virginal de Cristina no estaba preparada para ver más. Sin embargo la traición surgió en su cuerpo cuando sus ojos solo parpadearon al sentir las yemas pétreas de la mujer deslizar su atuendo en búsqueda de sus piernas, no, no algo tan básico, subieron sin dudas, como un jaguar cazador hacia la cavidad de sus muslos, donde reposaba su calidez juvenil, solo entonces se dio cuenta que era capaz de desear, de arder en el mismo infierno si era tocada de esa manera, aunque una mujer no fuera su visión y el asco y desprecio martillara su sien al ver de quien se trababa.

Un gemido certero y ahogado dio pie a que la duquesa hiciera presión con sus dedos, buscando encerrar a su presa en su mismo deseo. La chica arqueo la espalda sin contenerse, apretando sus pechos redondeados contra el corsé de gala que mantenía la mujer. Esta última no le dio tiempo, moría sin tenerla, la veía, en las cenas a su honor, cuando se vestía para salir en sus rebeldes huidas, ella era una criatura diabólica y legendaria que obtenía lo que quería al precio que fuese y aunque la pequeña no compartiera su mismo llamado se saciaría con su preciado elixir antes de apagar sus ojos por última vez.

Cristina no sintió más, su voz se ahogo cuando la piel de su cuello fue perforada por dos pequeñas y filosas hojillas, era como si bebieran poco a poco de lo que su cuerpo mantenía, y no erraba en lo absoluto. Camille se saciaba cual bestia, bebía y drenaba sin parar, aferrándose a las caderas de la joven de ojos oscuros, no sería suya, seria egoísta poseerla sin su consentimiento y mas ironía recorrió su vacio ser al recordar lo virgen que era la princesa. Oyó unos pasos torpes que espiaban tras la puerta, se volteo hastiada y enojada, más de lo que quería admitir y vio las trenzas que ondeaban con el correr de una figura de menor estatura, era la chiquilla, el monstro que Armando tantas veces le había contado en sus largas charlas de consuelo en su su vivienda.

La dejo, la dejo a su suerte, se iría y los dejaría a su fortuna, pero no sin antes condenarlos puesto sabía que su peor castigo seria vivir para siempre en la soledad, tal como ella, solo que a esas alturas para Camille era un regalo, un presente divino que le abría las puertas de las brazas del infierno que tanto disfrutaba al robar vidas, al llenarse de la sangre de sus víctimas. Cómo amaba su propia vida, como se llenaba de deseo al refutar lo que era.

Su orbe borroso solo vio la figura tenebrosa correr a toda velocidad en busca de su hermana, quería levantarse, odiaba a esa maldita, odiaba a la que había destruido su vida desde niña, pero era su propia sangre y el legado de la reina difunta y ella no acabaría con eso. Intento levantarse pero el dolor fue peor, la carcomía, la quemaba, gritaba intentado controlarlo pero no podía. Incluso su mente divagaba de manera recóndita que los empleados de seguro en sus placidos sueños la escucharían gemir de dolor. Se contraía con furia, gritando maldiciones, como si muriera pero a la vez renaciera. Escucho un último latido, lo reconoció después de tanto suplicar al supuesto Dios que borrara su sufrimiento. La sangre morbosa caía en gruesas gotas por su cuello hasta adherir el albornoz a su curvilíneo cuerpo, se sentía…fuerte…divina, escuchaba susurros, pasos que no se detuvo a reconocer, percibía el pasto húmedo y el olor de los perros guardianes. Alzo la mirada antes de que alguien irrumpiera en la habitación…era su padre.

El rey había escuchado el correr de su hija menor por los pasillos, de seguro otra discusión con su hermana mayor a la que él no recorrería sin el mayor remordimiento. Pero su alma se congelo al escuchar gritos, la puerta era la barrera que no le permitía escuchar mas allá pero aun sentía las vibraciones de la garganta de Cristina, melódicas, pero pedían un alto a un desconocido dolor. Todo esto se redujo a polvo cuando abrió la puerta y la vio, no, no era ella, era…magnifica, celestial, un mirar endemoniado contenido por un camisón lleno de sangre. Esa no era su hija y las creencias vagas del rey se apoderaron de él con furia, como un oleaje interno imposible de sentir, se abalanzo, dispuesto a encontrar a su verdadera primogénita, a su hija bajo ese cuerpo maléfico.

El alto percibir de Cristina le permitió darse cuenta, como si fueran movimientos lentos y ajenos a ella. Su padre, su maestro, su corazón…se acercaba como un asesino a ella, sus manos se formaban como si buscaran cerrarse en torno a su garganta ¿Qué hacia?. Solo pudo detenerlo, tomo sus manos y en su iris se reflejo la traición, la decepción a que su propio padre estuviera a punto de buscar acabar con su vida, con una que acababa de iniciar sin fin alguno. La rabia se fundió como hierro permanente en su ser, doblo las manos sin escuchar los gritos gruesos de su padre, las estrangulaba, sentía los huesos crujirse bajo su palma, podía sentirlos al tocar sus manos y bañarlas de más sangre, hasta…separarlas de la anatomía de su padre. Su olfato logro encontrar una fuente de metal, y volteo a encontrarse con una pequeña bandeja de comida, su cena que para entonces le parecía tierra podrida, un cuchillo brillo con la luz de la luna, esta lo tomo con velocidad y lo ensarto en el pecho de su padre, en su corazón que dejo de latir al instante, permitiendo que gotas del liquido humano tocaran los labios y el rostro de Cristina…estaba muerto, ella misma lo había matado.

Limpio sus labios con la punta de su lengua ávida mientras caminaba por la habitación, el cadáver apestaría y mancharía la alfombra, poco le importaba quien, el se había olvidado de su supuesto amor eterno y ella lo haría también. Tomo el cuerpo, con su fuerza fue capaz de llevarlo a los terrenos cercanos, puso sus manos en sus labios, el muy desgraciado no podría decir quien lo mandaba al mismísimo abismo y de la misma forma le quito la ropa, quería humillarlo, que le doliera incluso después de la muerte. Lanzo a su padre al lago, la corriente decidiría su paradero, seguramente en las cascadas lejanas al castillo que lo conducirían al mismo purgatorio.

Su hermana formo parte de su olvido, la duquesa perdida no fue un tema nuevo a tratar y la muerte de su padre fue una amplia narración de la que se enorgullece y finge un gran dolor al contar, haciéndolo quedar como un torpe héroe al defender a su nación tras saldar cuentas con un oscuro enemigo.

Desaparecio del linaje real, indispuesta a seguír con el mandato de su padre, indispuesta a reinar en el trono marcado por su propio asesinato. Los años pasaron igualmente y la vida nocturna la hacía hermosa y radiante, gozosa de su vida sin importar el pasar del tiempo. Volvío años despues, encontrandose con un nuevo linaje monarquico, un recién heredero al trono que poco despues pasó a ser rey. Logró así mismo seducir a la corte rumana, y con sus conocimientos, belleza y misterio fue la supuesta dama de la sociedad de Rumana que seria perfecta para el vacante de reina. Así mismo fue comprometida con el desconocido Dante Pontis. Detesta las ataduras pero serán soportables al lograr lo que desea. No ama, solo es un ansia carnal, desprecio e interés por el rey; compartidos, lo que le impide matarlo a toda costa y llevar sin traspiés su puesto en el palco político.

Cristina Balanescu, reina de Rumania; Respetada, amada, correcta…mascaras van, mascaras vienen, ella sabe a quién mostrárselas, quien lo merece…


Datos Extras:
Amante de la música y toca el violín con precisión.
Es excelente en la pintura.
Siempre ha deseado volver por lo menos una vez a su andanza adolescente lejos de la etiqueta, solo que esta vez los gitanos pasaron a un nivel menos agradable para ella aunque cada día recuerda sus movimientos en el escenario.
Las esencias le encantan, le apasiona un aroma nuevo.
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Invitado
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Cristina M. Balanescu. Empty Re: Cristina M. Balanescu.

Mensaje por Aifric Colfer Sáb Dic 25, 2010 6:58 pm

Ficha Aceptada!
Re-bienvenida! gracias por continuar con nosotros :3
Aifric Colfer
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