América está en París [Jonathan Usher]

por **Alfred Brooks** Miér Dic 29, 2010 4:17 pm

Por la condición de su compañero al final siempre era Alfred el que tenía que salir de compras. No solo eso, era el que se encargaba de la mayoría de los negocios, las transacciones y el salir a la calle, en general. La verdad es que la vida de los vampiros era bastante complicada, pensaba él. O sea, como hombrelobo era cierto que una noche al mes era la bestia más peligrosa del mundo, pero en general el resto del tiempo era como un humano normal.

- Sin contar esa ligera fobia a la plata, por supuesto - pensó recordando aquella fatídica ocasión en que sin saber tomó un cuchillo de plata en una reunión de negocios en América y acabó con quemaduras en tercer grado en la palma de la mano.

En ese momento estaba buscando por el mercado cosas para comprar para la semana. Ya que Jérôme no comía nada (que se pudiese mencionar) todo lo que compraba era para él y le gustaba variar, aunque no sabía realmente cocinar mucho.

Mientras estaba inclinado sobre un puesto de verduras pensando si comprar coles o lechuga (ya que por él comer solo carne, pero la voz de su madre diciéndole sobre lo bueno de frutas y verduras seguía repitiéndose en su cabeza), cuando una voz le llamó la atención. No era la voz en realidad sino que era el acento. Un ligero acento americano. Quién lo diría.

[Privado]

por **Jonathan Usher** Miér Dic 29, 2010 4:46 pm

No hacía ni una semana que Usher había llegado a este caótico lugar. Vale, todo el mundo estaba en lo correcto, París era un exótico lugar, lleno de mágia, misticismo, mujeres, alcohol, grandes monumentos, maravillosos bosques y un sinfín de cosas más.
Aún así, no le terminaba de gustar, todos parecían ser tan..., superfluos, que le irritaba hasta cierto punto.
Se vió deambulando entre las calles, admirando la diversidad de personas, eran tan iguales, pero tan distintas a la vez, que le asombraba. Quizá Usher aún no estaba preparado para salir a ver nuevos horizontes, o quizá estaba pensando en tantos prejuicios que no le dejaban apreciar todo lo que se abría ante él.
-Si eso debe ser- se dijo para sí mismo el cambiaformas mientras encontraba una calle que no había transitado en ella antes. El letrero astillado y corroído citaba que era un mercado ambulante. Se adentró a él con curiosidad, además de que los borgoritmos delataban su hambrienta persona.
Caminó entre la gente típica, mientras buscaba algo apetitoso y natural que pudiera engullir de forma casi inmediata. La gente parloteaba frenética mientras pedían sus alimentos. Eso le recordó al mercado dominguero en América, salvo algunas discrepancias, pero ¿quién se sentaba a señalarlas?
-¿Qué son esos?- preguntó curioso a una comerciante, nunca había visto aquel fruto, a lo mejor si, pero no se detenía a ver lo que comía cuando su madre cocinaba, solo comía y listo.
-debí prestar más atención- se reprochó acercándose a el puesto, donde el fruto granate mostraba su intenso color carmesí.

por **Alfred Brooks** Sáb Ene 08, 2011 2:15 pm

Su mirada se posó en el joven a su lado, aquel que preguntaba a un malhumorado vendedor acerca de qué era un tomate. No pudo evitar sonreír con algo de diversión, pero al ver que el otro sujeto le respondía de forma molesta y pasaba a ignorarlo yendo a atender a alguien más, su ceño se frunció.

Se acercó al joven y le tocó el hombro, sonriéndole - Hola, qué tal... estos son tomates - le habló en inglés - Y si no sabes que son creo que realmente hace mucho que no entras a una cocina - se rió un poco y le estiró la mano - Alfred Brooks, soy de Filadelfia, Pensilvania, y creo que compartimos el pertenecer a América, eso al menos me dice tu acento - le sonrió tranquilamente.

Llamó al vendedor en francés y le pidió lo que necesitaba y miró al joven. Se veía un poco joven, pero también vestía y se veía como alguien que no lo había pasado tan bien últimamente - ¿Y qué te trae tan lejos de casa, jovencito? - preguntó mientras el otro hombre juntaba su pedido.

por **Jonathan Usher** Lun Ene 10, 2011 6:07 pm

Frunció el ceño al ver la extensa cortesía que el comerciante tenía para con él, Usher estaba acostumbrado a tal falta, en realidad no le importaba mucho, simplemente significaba un escalón más en su sentido común.
Dio un leve respingo al sentir el contacto de otra persona a su lado, no la había sentido llegar, o quizá estaba muy ensimismado en su mundo frutal o como fuese, ladeó ligeramente la cabeza, para poder mirar a aquel hombre que se mostraba cortés con el joven Usher.
Enarcó una ceja al escuchar el nombre de la fruta, pensando en lo penoso del asunto, se daba cuenta que en verdad no conocía hasta las cosas más básicas, como era ello, según había escuchado, el tomate era utilizado para salsas y comidas de gran renombre en América, y ¿aún así no era capaz de identificar?, sacudió la cabeza con cierta incredulidad, soltando una risita divertida por tal torpeza.
-Uhmm..., creo que me hace falta estar al pendiente en las artes culinarias- dijo con una sonrisa amigable curvándole los labios.
Estrechó la mano del caballero con fervor, quizá amenidad, -mucho gusto, soy Jonathan Usher, de Virginia del Norte- se presentó dando una suave sacudida a la mano de Brookes para después soltarla con soltura, -¿tan evidente soy?, supongo que debo practicar, aunque el acento es lo último en perfeccionar- comentó alzándose sutilmente de hombros.
Volvió a alzar una ceja extrañado, creía que su apariencia ya no suponía una corta edad, al menos en juventud. -Quería pensar que descubriendo mis límites en el mundo, pero ahora creo que ya no sé- expresó con aire dubitativo.

por **Alfred Brooks** Mar Ene 11, 2011 9:51 am

Entre todas las cosas que había visto, esa era precisamente una de las cosas de las que se había dado cuenta en ese tiempo que llevaba en París, que a pesar de no ser mucho le había servido para conocer un poco de la cultura parisiana: La enorme diferencia social.

Mientras por las calles no era difícil ver exuberantes mujeres con vestidos cual más lujosos, mostrando sus alhajas más fastuosas y caras, por las esquinas siempre habían vagabundos, gente de clase baja y media intentando vivir sus vidas al linde de toda aquella riqueza desproporcionada. ¿Cómo se podía esperar que no hubiese una gran cantidad de robos? Los ricos se paseaban por París casi con un letrero en el cuelo de 'Por favor, róbame, tengo demasiado'. Eso no ocurría en América, al menos no a ese nivel.

En París las diferencias se veían en todo. En las ropas, los modales, las casas, las compras y por supuesto la atención al entrar a un local. Los vendedores tan solo veían su sombrero y pasaban de él como si fuese parte del tapizado de la pared. Si no fuese por todo el dinero que traía en el bolsillo, gentileza de su trabajo con Jérôme, probablemente ni siquiera se dignarían a atenderle. Así era, lamentablemente Alfred sentía que no podía acostumbrarse, por eso comprendió al muchacho a su lado.

Le sonrió dándole una palmadita amistosa - Está bien, realmente yo tampoco tengo mucha idea de cocinar, sin embargo la necesidad tiene cara de hereje, dicen. Así que, por no pasar hambre, hasta cocina hay que aprender - se rió un poco.

-Así que Virginia, somos casi vecinos entonces - divertido, para luego encogerse de hombros - Si querías ocultarlo, tengo la lamentable obligación de decirte que fallaste, pero tampoco veo porque deberías ocultar tu procedencia, ¿no? - a menos que estuviese escapando de Estados Unidos pero... que absurdo, ¿no?.

Le escuchó con atención y sonrió un poco - ¿No sabes? Eso es porque para poder buscar tus límites debes estar en todas tus condiciones, y por lo que veo no lo estás del todo - apuntando a su estómago que sono y sonrió - Venga, ¿no te apetece a comer conmigo? Te invito por el espíritu del Pueblo Americano, que estés donde estés te ayudará - le guiñó el ojo - Pero tendrás que ayudarme con las compras - le mostró las bolsas.

No creía que Jérôme se enfadase por llevar a alguien a la casa.

por **Jonathan Usher** Dom Ene 30, 2011 1:14 am

En algunas ocasiones Jonathan creí que no tenía más que a sí mismo y a Galatea su fiel compañera de locuras quien gentilemente se ocupaba de sus pertenencias cuando él viajaba, no creía que estar especialmente solo fuera un problema pero ahora que lo replanteaba se daba cuenta que si lo era, puesto que debía arregarselas solo, totalmente solo.

Aunque también se percataba que todavía existía gente que le ayudaba, que le tendía la mano en momentos en que de verdad lo necesitaba, por ello debía apreciar hasta el más mínimo gesto de afabilidad que le mostraran sus semejantes. Sonrió ampliamente demostrando sinceramente la atención que tenía el caballero para con él, -supongo que tiene usted razón, quizá es hora de que comience a aprender- comentó pensando en que eso tenía bastante lógica, después de todo no podía pasar toda su vida comiendo frutos en los bosques o ratones cuando era una lechuza, bueno quizá no ratones, eso nunca lo había hecho pero sabía que pronto el hambre sería tal que tendría que comportarse como el cambiaforma que era.

-En lo absoluto, no intentaba ocultarlo- se apresuró a decir, -bueno quizá un poco, solo por el racismo que abunda en París- admitió haciendo una mueca de disculpa, suponía que el caballero entendía un poco su comentario.

Sonrió apenado ante tal demostración, -disculpe uno no controla el hambre- soltó una risita divertida, -que amable que es, apreciaría ese gesto- sonrió afablemente sintiéndose más reconfortado, -encantado de ayudarle faltaba más- dijo tendiendole la mano para ayudarle con las bolsas, lo menos que podía hacer era servir de ayuda en remuneración por la cortesía mostrada por el americano.

off: lamento la tardanza estaba algo enfermo pero ya ando de vuelta xD

por **Alfred Brooks** Mar Feb 01, 2011 1:38 pm

En el momento en que Alfred perdió a su familia fue cuando recién comenzó a tomar la importancia y la dificultad que significaba vivir solo. Vivir por si mismo, moverse en una casa vacía y darse cada mañana una razón pseudo lógica por la que tenía que levantarse de la cama, cuando al sentirse completamente no le encontraba mayor sentido.

Fue en ese tiempo cuando le costaba levantar siquiera una cuchara, cuando comer era apenas algo necesario... gracias al cielo todo ese tiempo había pasado.

Por lo que el muchacho le había dicho el hombrelobo había podido inferir que no solo estaba lejos de casa, sino que nadie le acompañaba. Una madre no hubiese permitido que su pequeño, porque eso le parecía a Alfred el jovenzuelo, anduviese hambriento por las calles de París. Su madre nunca lo hubiese permitido. Así que sintiéndose extrañamente algo responsable de él, no pudo evitar sonreír ampliamente al ser su oferta aceptada, dándole una palmada amistosa en la espalda.

- ¡Me alegro de que aceptes, boy! El agradecimiento es mucho mejor que un rechazo por orgullo. Ya me caes mejor, ¿ves? - le guiñó el ojo ligeramente pasándole algunas bolsas y él tomando otras luego de pagar las compras - Vamos a comprar algo de carne y vamos... en cuanto a aprender a cocinar, Usher, lo mejor es el ensayo y error - acomodándose el sombrero con la bolsa en la mano - Ya sabes, ir probando hasta que salga bien. Pero no hay que desperdiciar comida, así que si te queda mal debes comerla igual - le apuntó con el dedo, para luego sonreír - Así tienes un recordatorio extra "¡No quiero volver a comer algo así!", so acabas esforzándote más -.

Así había aprendido a cocinar él en esos años que llevaba al lado de Jérôme, antes de eso solo se hacía sopas de cosas: agua, carne, verduras y al fuego.

Un suspiro abandonó su garganta mientras esquivaba a un hombre que llevaba un cordero al hombro y miró al joven - París es una gran y hermosa ciudad, Usher, pero es cierto que donde abunda la belleza también abunda la envidia y la discriminación... entiendo el que quieras ocultar tu acento, pero yo te diría que deberíamos usarlo aún más orgullosos de nuestros orígenes y no pertenecer a esta gente estirada y arribista... aunque, claro, es solo lo que yo pienso... - se encogió de hombros mientras llegaban al puesto del carnicero.

Carnes de vacuno, cordero, cerdo y aves varias poblaban la mesa, cubiertos con telas manchadas de rojo para que las moscas no se les parasen encima. Atados por las patas a uno de los palos habían algunos conejos. El mayor se quedó pensativo mirando todo y al final se giró a su acompañante - ¿Tú que piensas? ¿qué te apetece comer? - le sonrió apuntando.

(No te preocupes =3)

por **Jonathan Usher** Jue Feb 03, 2011 5:52 pm

Comenzaba a imaginarse su nueva forma de vida experimental en todos los aspectos, no solo en el ámbito culinario, sino en mucho más. Pero ¿cómo se suponía que aprendería a cocinar si nisiquiera contaba con una cocina?, ni un hogar vaya. Estaba solo en el vástago mundo, se la pasaba en viajes de aquí a allá sin encontrar ningún espacio en el planeta en que en verdad pudiera definirlo como un hogar.

Sonrió reflejando en su mirada lo risueño que podía llegar a ser, claro que muchas veces no lo demostraba porque era mejor que pensara en él como uno más del monton, la atención le fastidiaba, tomó las bolsas sin decir palabra solo manteniendo su sonrisa de sincero agradecimiento.
Rió al escuchar el comentario del joven, si algo sabía hacer bien Jonathan era comer cosas desagradables, pero eso no era algo que debiera recordar ahora así que se limitó a reir, meneó la cabeza disipando sus recuerdos, -creo que podrá hacerlo, ¿qué es lo peor que podría pasarme?- miró los siguientes comercios, la gente pedía casi a gritos, no parecía ser un lugar apropiado para comprar, había bastante bullicio y eso no permitía ser crítico a la hora de comprar.

Volvió a dirigir su atención a aquel caballero, ciertamente tenía lógica, Usher no quería pertenecer a ello, eso no lo pensaba, pero si podía tener algo de adaptación era mejor que ser visto como un extranjero que agravia a París con su indeseable presencia, suspiró condescendientemente, sus ideas nunca habían sido las mejores, aún era un inexperto y necesitaba tener más libertades para poder ver sus alrededores con perspectivas distintas, forjándose la propia, esperaba que el tiempo le apremiara a hacerlo, deseaba conocer más, volverse rico en su forma de pensar y algún día ser considerado también como un cabellero.

Caminaron hasta llegar al lugar donde las carnes eran vendidas, su estómago dio un vuelco, no le gustaba ver la sangre, le daba náuseas, aún así se controlo mostrándose inexpresivo. Con un suave parpadeo vió a su acompañante alternando la mirada de él a la carne, detuvo su mirada en los animales apretando los labios en una mueca indecisa. Era obvio que no comería ninguna ave, eso iría en contra de sus instintos, aunque muchas aves comían a las de su propia raza, pero él no lo haría, mordió su labio inferior desde dentro saboreando el sabor ferroso de su sangre, -res esta bien- una leve sonrisa curvó sus labios antes de volver a desviar la mirada de aquellos animales, esperaba que nunca llegara a terminar así. Claro que una lechuza o un halcón peregrino nunca terminaría en estas condiciones, sino colgados en las paredes cual trofeos de masculinadad, pero al cabo era casi lo mismo.

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