AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lacerante
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Lacerante
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Ahí tienes la imagen perfecta de la autoridad: a la bestia le obedecen por su cargo.
París, noche trágica
[Que bien luce el Conde con su porte, vaya hombría a de bramar]
París, noche trágica
[Que bien luce el Conde con su porte, vaya hombría a de bramar]
—Meine Senore, disculpe mi interrupción—. Con el respeto entonado, la reverencia y las palabras expuestas no eran del agrado del Conde.
—Günter, ¿qué es lo que sucede? Habla que mi yegua está intranquila.— El jinete se alzó por los movimientos de la yegua, relinchando que quiere galopar con desespero por haber perdido el deseo de su jinete.
—Meine Senore, ha aparecido el mensajero, lo han encontrado en la penitenciaría que se halla en las lejanías de la ciudad, se dice que está siendo interrogado—. Y sin esperar, echó a correr a la yegua, galopando por la rapidez, sabe que en sus patas está el tiempo justo tras salir de la mansión y adentrarse al oscuro bosque, pero a su paso pasaban los árboles, pues el viento en la carrera quiere participar, que con diestra toma las riendas, domando con elegancia a su yegua, cuya victoria se festeja al llegar al destino.
Deteniéndose con una asombrosa agilidad, descendiendo demanda a su bella yegua aguardar, fue que ahí sus botas negras se vislumbraban relucientes, sin ningun rastro de suciedad, y la seda que embellece esa hombría esculpida, pues bien le entonaba ese pantalón ajustado y el pañuelo que se esconde en su cuello.
Pero era demasiado tarde, no por él, sino a su informante, dado que la estancia había sido vaciada y el cuerpo tendido sobre el polvo yacía, ya que matar era el único deber en esta ocasión…«Y hasta la lengua te destrozaron, maldito, si hubieras aguantado un poco más, te habría dejado la lengua al último… ¡Ridícula porquería!». Negó, decepcionado, dirigiéndose al templo pútrido, en el que comenzó a revisar su ropaje pero nada tenía, ni una pista que le ofreciera, púes ya se había cumplido el quinto día bajo las pisadas del mensajero real, ¡Pobre peón que fue derrumbado con su voto de silencio! Esto le hacía enfurecer al Conde, un animal menos que no logro tenerlo en las manos y jugar contra el mal solo por entretenimiento. Había fallecido ese, se pudrió por no haber abierto la boca y traicionar a los que lo abandonaron, sabía lo que sucedería y ni por dinero le bailaba su libertad…
Vaya pérdida de tiempo, osaron interrumpir su banquete, insultaron las bellas patas de su yegua y todo por ver la desilusión de la muerte. No había más por hacer en ese lugar, emprendió su caminata, alejándose de la ruina mientras deleita a su divina yegua, ahí se dedicó a acariciar su pelaje para después alistarla para el regreso.
Mientras se demarca el sendero de regreso, apresurada la yegua se agita a galopear, quería matar la desilusión, seducía al Conde queriendo trotar, y vaya que lo deleita su jinete, admiraba su brilloso pelaje, invitándole a que recorriera el sendero con sus danzantes patas. —Siempre me recuerdas a mi nación; Anda, corre, deja que sienta en tu lomo la fuerza de nuestro poder; veloz y audaz, mi hermosa Cordelia. Vamos, que tu señor está molesto y quiere cortar cabezas.— Seducido por los saltos, siente la intensidad del suelo al recibir como a una reina sus pisadas, corriendo entre las enemistades de la naturaleza, acechando el poder inmenso que enaltece los Rosenthal, esa morada resguardada por el luto del honor, por el viento o sin el viento, con una mirada ansiosa…
Haciendo punto de contacto con el suelo, recibido por sus mozos que a uno abofetea por su grandísima estupidez. —¿Cuántas veces he de perdonarte la vida? Manda una carta avisando lo sucedido, y esta vez encárgate de cumplirlo.— Con un sumo respeto entregó a Cordelia tras despedirse de ella, sin darle la espalda porque al mismo tiempo ambos se dieron la espalda. Enfurecido se torno, adentrándose al Palacio mirando los espejos que reflejan su presencia y el fuete que lleva lo mueve en posición de guardia. —Günter en guardia…— Maquilla una sonrisa puesto que le fascinaba las acciones de su mayordomo.
—Meine Senore dispénseme, el joven amo ha escapado.— Günter con su maldita fuerza de lealtad era el motivo por el que lo mantenía a su lado, negando que solo su compostura resalta—Así que logró escapar, vaya a saber ahora con cual puta ha de copular.
—Eso no es todo, le están esperando, prefiriendo ocultar su identidad hasta que usted mismo lo vea—. Y con sus sabias palabras logró calmar la tempestad que se liberó con la noticia de que el perro había huido de la cama, preguntándose; «¿Cómo te has de remover para haberte liberado? Terminaste este juego, asqueroso humano, tu olor aun impregnado en mi piel y aun no es impedimento para destrozarte, hace falta más de un bozal y cadenas para domarte». Asintiendo, tomando el hombro de su mayordomo. —Le esperare en el despacho—. Retiró la mano y dio vuelta, golpeando con el fuete en la propia mano mientras avanzaba, tomando esa necesidad de represalia contra el cachorrito que hambriento estaba por haber escapado de este lugar.
Fue ahí, que cavilo acerca de la identidad de dicha presencia, tenía demasiados asuntos que atender, pero ese alguien no estaba en sus planes. En breve descubrirá de quien se trata, a pocos segundos, tomó aquella perilla y le empujó al girarla, ingresando al despacho, se posa en su diván, ansioso por la inesperada visita que para aceptar que se vieran era por el interés que se percibió de Günter, tenían caprichos parecidos y que manera de arriesgar a esa persona.
Sokolović Rosenthal- Vampiro/Realeza
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Re: Lacerante
"En las negociaciones no existe la confianza
sino sólo la aparencia de ella
Deseamos tanto en los incentivos
que subestimamos las sanciones."
Karlheinz Feuerbach
sino sólo la aparencia de ella
Deseamos tanto en los incentivos
que subestimamos las sanciones."
Karlheinz Feuerbach
Hacía tiempo ya que Karlheinz no era el mozo inexperto e idealista que había ingresado como aprendiz de soldado a la facción de la que ahora era líder. Llevaba en la mirada años acumulados de fuego amigo y muchas decepciones. No era ajeno a los degeneramientos cometidos por miembros de la misma Inquisición, a quienes debía, en lo posible, encaminar.
Pero no importaba cuántos años transcurrieran por su carne ni el calibre de los crímenes presenciados, había ciertas fechorías que le causarían arcadas hasta el fin de sus días: los ultrajes, la pederastía y la sodomía. Sobre este último delito, la Inquisición era bastante más benigna que los tribunales civiles, prefiriendo las penas de cárcel y la confiscación de bienes de los arrepentidos antes que la pena capital. Sin embargo, cuando se tenían sospechas suficientes sobre los crímenes de un hereje, la sodomía era una agravante que usaban para sacarles la mayor información que pudieran.
La sodomía fue el motivo que usaron para capturar en su momento a Ghenadie Monette, un afeminado del que sospechaban fuertes conexiones con seres sobrenaturales descarriados. La mayor prueba fue el rescate al que acudió su poderoso amante, Nicolás D' Lenfent. Su afán por salvar a su querido fue tan lejos que pagó su libertad con el nombre de un pez más gordo: Sokolović Rosenthal.
Rosenthal era un ente al cual le seguían la pista hacía algunos meses, pero sin pruebas concretas de nada; el muy bastardo eliminaba las pruebas antes de que fueran demasiado lejos. No obstante, con la valiosa intervención de D' Lenfent, lograron desentrañar un nicho de decadencia tan peligroso para la sociedad que costaba creer que fuera producto de un solo ser.
A Karlheinz le sentaba horriblemente negociar con criminales, pero como Líder de los Soldados no estaba llamado a obedecer sus deseos personales, sino a contribuir a los fines que convenían tanto a la Inquisición como a la sociedad que debían proteger. Su conciencia le decía que tanto Rosenthal como D’ Lenfent debían ser sentenciados a morir en la hoguera, pero el soldado le hacía ver que habían dos perniciosos vampiros en guerra y que era conveniente no sólo mantenerla, sino que avivarla.
Feuerbach clavó las espuelas para dirigirse al sitio que sus espías indicaban como la residencia de Rosenthal. Quería terminar con lo que iba a hacer lo antes posible. Se anunció allí con pocas formalidades, pero sus ropas elegantes y la finura de la bestia que cabalgada dieron la impresión a los criados de ser una persona de renombre, por lo que lo hicieron pasar. Le pidieron que dejara sus armas en la entrada, a lo cual accedió parcialmente.
Si había una regla que jamás tranzaba era nunca, jamás de los jamases, ir desarmado. Debía conservar, por lo menos, un cuchillo de plata y una pistola de bolsillo. Ambos fáciles de esconder.
Ser dirigido al despacho de Rosenthal fue como caminar por el jardín del infierno. Si escuchaba con atención, podía oír las risas del hechicero que lo había maldecido entre los condenados.
Fue hecho pasar a su destino, ignorando el dolor incipiente en su pecho. Frente a él, una sombra de plata y oro, seguía cada uno de sus gestos.
— Alto y poderoso señor — saludó Karlheinz siguiendo el tratamiento protocolario —. El sigilo de mi identidad no es honorable, pero tampoco lo son las circunstancias. Quien soy no importa, pero mi función sí. Me presento ante usted como Líder de la facción de los Soldados de la Inquisición. Una institución que, me parece, le es más que familiar. Nuestras intenciones son benignas, le aseguro. Que mi presencia aquí, sin intermediarios, sea prueba de lo que digo. Sabemos lo que con tanto esmero busca, pero no lo encontrará solo. ¿Está dispuesto a dialogar para encontrarlo?
Karlheinz Feuerbach- Inquisidor Clase Alta
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Re: Lacerante
Tan prometedor es lo que escudriña el Conde, un reconocido fetidez, mismo que se saborea tras relamerse los labios en conjunto con una curva expresada en esos carnosos labios, se está mofando de las piezas empleadas en su juego de ajedrez, porque eso es lo que significan para él, no puede explicar el cómo identifica a los de esa especie, muy a pesar de que poseen un aura oscura, tan densa y desafiante que no es común a la de los humanos, ese corazón hace un sonido tan provocativo que es difícil resistir a querer estrujarlo entre su mano hasta hacerlo añicos. Más, la interrogante es el motivo de su llegada, sobre todo cómo es que se informó de su residencia principal, nadie conocía este tipo de información porque era secreto su estancia, cosa que ya le advirtieron que está siendo vigilado. Así que, lo único que podría esperar es que no fueran tan imbeciles para adentrarse a su propia tumba, ni convertir ese lugar en un campo de batalla. ¿Qué afán ha de tener para querer verlo? Aunque hayan exigido entregar sus armas, y acceder a mostrarse débiles ante él, sabe muy bien que no es así, que a veces se juegan la vida por un momento de suerte.
Las puertas por fin se abrieron, esperando darle un rostro a tal voz, y un cuerpo a tan asqueroso aroma. Teniendolo justo enfrente, de máscara a máscara, sosteniendo aquellas iris penetrantes y altivas, pero no tanto como las de ese Conde que resaltan con un brillo execrable. Recibiendo al intruso sin levantarse con un solo ademán para tomar asiento frente a él. Aquel hombre poseía buenos modales, evidenciando ser un auténtico falaz, pero eso solo significaba una cosa: desea algo.
—Y dígame, ¿qué es lo que tanto busco? —Pronunció ante farisaicas palabras, desde su llegada ha demostrado la cautela que le tiene la Inquisición para ser sujeto de vigilancia, y como bien ha mencionado, le es más que familiar.
— Habla de nuestras intenciones, pero el estar justo frente a mi, dentro de mi residencia, ¿no le parece irónico? Ya que me da a entender que me tienen en la mira, pero, ¿bajo qué argumento? —cada réplica es emitida con supremacía. Optando por levantarse de su diván para dirigirse hacia la licorera. —Me ofende cuando tratan de engañarme, peor aun bajo mi techo, así que dejémonos de insignificancias y de palabras innecesarias... —sirvió él mismo dos vasos de whisky, especialmente Esencia de Tokaji. — Estamos de acuerdo en que su presencia no es venerable, y menos el que esté en mis tierras. Es un dicterio su llegada, y más que no haya sido informada con anticipación tal visita. Cuyas intenciones no son nada benignas, se lo puedo asegurar. Primero; por el hecho de que no está desarmado, puedo percibir la plata desde aquí. En segundo; a sabiendas que tengo cierta conexión con la inquisición, ambos sabemos que lo que más desean es inculparme de sus propios crímenes, mismos que no diría qué tienen benignas intenciones. En tercer lugar; el dar con el paradero de mi residencia principal da la sola razón de que estoy al acecho, mismo que puedo asegurar de que no se encuentra totalmente solo. —Tomó ambos vasos y caminó en dirección de aquel, ofreciendo con cortesía hacia su valor de atreverse a engañar.
—Pero eso no es todo, algo me llamó el interés después de toda esa mendacidad. Así que le escucho, ¿que es aquello que no encontrare solo?—. Elevo el propio vaso a la altura de la nariz, olfateando el whisky, embriagándose con el aroma exquisito para finalmente dar un buen trago en lo que encuentra las verdades entre secretos y falsedades. Siendo evidente su falta memoria hacia su persona, es un verdadero monstruo, lo saben, y lo acepta, pero, ¿por qué arriesgarse a tanto? Eso es lo que le detuvo para no matarlo justo ahí, descubrir el juego que traman y no ser él el ejecutor de todo eso.
Las puertas por fin se abrieron, esperando darle un rostro a tal voz, y un cuerpo a tan asqueroso aroma. Teniendolo justo enfrente, de máscara a máscara, sosteniendo aquellas iris penetrantes y altivas, pero no tanto como las de ese Conde que resaltan con un brillo execrable. Recibiendo al intruso sin levantarse con un solo ademán para tomar asiento frente a él. Aquel hombre poseía buenos modales, evidenciando ser un auténtico falaz, pero eso solo significaba una cosa: desea algo.
—Y dígame, ¿qué es lo que tanto busco? —Pronunció ante farisaicas palabras, desde su llegada ha demostrado la cautela que le tiene la Inquisición para ser sujeto de vigilancia, y como bien ha mencionado, le es más que familiar.
— Habla de nuestras intenciones, pero el estar justo frente a mi, dentro de mi residencia, ¿no le parece irónico? Ya que me da a entender que me tienen en la mira, pero, ¿bajo qué argumento? —cada réplica es emitida con supremacía. Optando por levantarse de su diván para dirigirse hacia la licorera. —Me ofende cuando tratan de engañarme, peor aun bajo mi techo, así que dejémonos de insignificancias y de palabras innecesarias... —sirvió él mismo dos vasos de whisky, especialmente Esencia de Tokaji. — Estamos de acuerdo en que su presencia no es venerable, y menos el que esté en mis tierras. Es un dicterio su llegada, y más que no haya sido informada con anticipación tal visita. Cuyas intenciones no son nada benignas, se lo puedo asegurar. Primero; por el hecho de que no está desarmado, puedo percibir la plata desde aquí. En segundo; a sabiendas que tengo cierta conexión con la inquisición, ambos sabemos que lo que más desean es inculparme de sus propios crímenes, mismos que no diría qué tienen benignas intenciones. En tercer lugar; el dar con el paradero de mi residencia principal da la sola razón de que estoy al acecho, mismo que puedo asegurar de que no se encuentra totalmente solo. —Tomó ambos vasos y caminó en dirección de aquel, ofreciendo con cortesía hacia su valor de atreverse a engañar.
—Pero eso no es todo, algo me llamó el interés después de toda esa mendacidad. Así que le escucho, ¿que es aquello que no encontrare solo?—. Elevo el propio vaso a la altura de la nariz, olfateando el whisky, embriagándose con el aroma exquisito para finalmente dar un buen trago en lo que encuentra las verdades entre secretos y falsedades. Siendo evidente su falta memoria hacia su persona, es un verdadero monstruo, lo saben, y lo acepta, pero, ¿por qué arriesgarse a tanto? Eso es lo que le detuvo para no matarlo justo ahí, descubrir el juego que traman y no ser él el ejecutor de todo eso.
Sokolović Rosenthal- Vampiro/Realeza
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Re: Lacerante
Por supuesto que, para alguien de la calaña de Rosenthal, las correspondientes cortesías eran percibidas como mentiras amenazantes. No sólo era una criatura del infierno asolando la tierra, sino que además yacía con otros hombres. Una abominación así sólo podía ir cuesta abajo, porque “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” 1 Juan 3:8. Era un consuelo saber que seres así no iban a ninguna parte una vez que eran eliminados; sólo desaparecían.
Pero no había venido a este lugar para darle fin a Rosenthal. No esa noche. Venía a negociar, y para que una negociación entre dos seres tan opuestos tuviera éxito, el ego debía dejarlo de lado. De Rosenthal difícilmente alguien podría esperar lo mismo, pero podía vivir con ello, porque su vida humana, por muy frágil y corta que fuese, mantenía latente la esperanza. El mañana era una oportunidad para mejorar lo que fuese que lo atormentase, para dejar atrás rencores, para ser un buen católico. Para los vampiros no salía el sol. No existía la promesa de un padre amoroso esperándolos al final del túnel.
Eventualmente Rosenthal dejaría de existir; sólo había que practicar el método correcto. Su propia condenada raza, por ejemplo.
A pesar de la arriesgada posición en la que se había puesto por voluntad propia, Karlheinz mantuvo una conducta tranquila y serena, suprimiendo la ansiedad mediante controlada respiración y concentrándose en la tarea en cuestión. Así tomaría decisiones racionales sin sentirse abrumado por el depredador insaciable frente a él. Con ese espíritu aceptó el vaso del vampiro y agradeció el gesto, aunque no bebió una gota. Iba más allá de la desconfianza que generaba beber de lo que ofrecía un enemigo; era un asunto de principios.
— Rosenthal, usted sabe tan bien como yo que nuestras intenciones son la menor de sus preocupaciones — dijo Karlheinz oliendo el whiskey, dejando que las notas dulces lo apartaran del ambiente turbio del lugar —. Podría interesarle más cómo llegamos hasta aquí, o mejor dicho gracias a quién. A veces sólo hace falta un individuo para amenazar o incluso arrebatarnos todo lo que tenemos. Dios es testigo de que lo sé.
Aquello último dejó un rastro amargo a su paso. Se le vino a la mente el hechicero Tondreau, el infeliz cuya maldición consumía lenta y dolorosamente su vida mortal. Quizás por eso estaba cometiendo cada temeridad que se le ofrecía.
— No es ningún secreto que la Iglesia ve su comportamiento como pecaminoso. Su sola existencia implica crímenes que no podemos condonar, así como usted no es capaz de continuar sin beber sangre. Es lo natural y obvio que nos enfrentemos mutuamente. Lo raro sería que ninguno de los dos deseara la muerte del otro, pero ¿qué pasa con los enemigos que no son tan obvios? Cambia el escenario, ¿no le parece? No por nada son ellos quienes tienen la mayor probabilidad de ponernos en jaque — un padre, una madre, un semejante —. Este… ser parecía saber mucho de usted. La ubicación de su residencia es sólo una muestra. Pues bien, podría haber venido acompañado de mis mejores soldados y un puñado de condenados. Podría haber movido hasta el último franco para atacarlo por sorpresa y hacerme con su cabeza, pero aquí estoy, armado como detectó, pero sólo lo mínimo para salvaguardar mi integridad; nunca para acabar con usted. No tendré los años que se rumoran que usted tiene, pero este no es el primer intercambio que tengo con un vampiro. Sé muy bien que en estas condiciones no podría matarlo aunque quisiera. Será que vine porque tengo algo que ofrecer, aunque puedo estar equivocado y no le interese en absoluto que quien lo delató esté libre y a salvo para seguir divulgando información. Para ese entonces serán mucho más que visitas no anunciadas.
Si bien las creencias fundamentales de Karlheinz se mantenían firmes, no podía ignorar la noción de justicia. Bajo su punto de vista, era mejor permitir que los herejes se matasen entre ellos; después de todo, eran producto del vicio y la destrucción. De la misma forma se irían.
Pero no había venido a este lugar para darle fin a Rosenthal. No esa noche. Venía a negociar, y para que una negociación entre dos seres tan opuestos tuviera éxito, el ego debía dejarlo de lado. De Rosenthal difícilmente alguien podría esperar lo mismo, pero podía vivir con ello, porque su vida humana, por muy frágil y corta que fuese, mantenía latente la esperanza. El mañana era una oportunidad para mejorar lo que fuese que lo atormentase, para dejar atrás rencores, para ser un buen católico. Para los vampiros no salía el sol. No existía la promesa de un padre amoroso esperándolos al final del túnel.
Eventualmente Rosenthal dejaría de existir; sólo había que practicar el método correcto. Su propia condenada raza, por ejemplo.
A pesar de la arriesgada posición en la que se había puesto por voluntad propia, Karlheinz mantuvo una conducta tranquila y serena, suprimiendo la ansiedad mediante controlada respiración y concentrándose en la tarea en cuestión. Así tomaría decisiones racionales sin sentirse abrumado por el depredador insaciable frente a él. Con ese espíritu aceptó el vaso del vampiro y agradeció el gesto, aunque no bebió una gota. Iba más allá de la desconfianza que generaba beber de lo que ofrecía un enemigo; era un asunto de principios.
— Rosenthal, usted sabe tan bien como yo que nuestras intenciones son la menor de sus preocupaciones — dijo Karlheinz oliendo el whiskey, dejando que las notas dulces lo apartaran del ambiente turbio del lugar —. Podría interesarle más cómo llegamos hasta aquí, o mejor dicho gracias a quién. A veces sólo hace falta un individuo para amenazar o incluso arrebatarnos todo lo que tenemos. Dios es testigo de que lo sé.
Aquello último dejó un rastro amargo a su paso. Se le vino a la mente el hechicero Tondreau, el infeliz cuya maldición consumía lenta y dolorosamente su vida mortal. Quizás por eso estaba cometiendo cada temeridad que se le ofrecía.
— No es ningún secreto que la Iglesia ve su comportamiento como pecaminoso. Su sola existencia implica crímenes que no podemos condonar, así como usted no es capaz de continuar sin beber sangre. Es lo natural y obvio que nos enfrentemos mutuamente. Lo raro sería que ninguno de los dos deseara la muerte del otro, pero ¿qué pasa con los enemigos que no son tan obvios? Cambia el escenario, ¿no le parece? No por nada son ellos quienes tienen la mayor probabilidad de ponernos en jaque — un padre, una madre, un semejante —. Este… ser parecía saber mucho de usted. La ubicación de su residencia es sólo una muestra. Pues bien, podría haber venido acompañado de mis mejores soldados y un puñado de condenados. Podría haber movido hasta el último franco para atacarlo por sorpresa y hacerme con su cabeza, pero aquí estoy, armado como detectó, pero sólo lo mínimo para salvaguardar mi integridad; nunca para acabar con usted. No tendré los años que se rumoran que usted tiene, pero este no es el primer intercambio que tengo con un vampiro. Sé muy bien que en estas condiciones no podría matarlo aunque quisiera. Será que vine porque tengo algo que ofrecer, aunque puedo estar equivocado y no le interese en absoluto que quien lo delató esté libre y a salvo para seguir divulgando información. Para ese entonces serán mucho más que visitas no anunciadas.
Si bien las creencias fundamentales de Karlheinz se mantenían firmes, no podía ignorar la noción de justicia. Bajo su punto de vista, era mejor permitir que los herejes se matasen entre ellos; después de todo, eran producto del vicio y la destrucción. De la misma forma se irían.
Karlheinz Feuerbach- Inquisidor Clase Alta
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Re: Lacerante
E
s de un excelente estratega, emplear el engaño en una batalla; es una suprema herramienta para el combate, una forma tan pulcra de no ensuciarse las manos y someter al enemigo, considerada como la mejor victoria de vencer sin siquiera combatir, y justo esto es lo que está descifrando frente a esa asquerosa faceta que se presenta con aires de embustería, porque eso es lo que encara Karlheinz. Mientras la virtud de Sokolović es exactamente este tema; conoce esta hazaña, sabe cómo se tiene que mover y es lo que hace de esto un interesante movimiento por parte del inquisidor. Así es como comienza el juego de las mentiras y verdades, es una sugestión de la contradicción, en el que Sokolović y, puede asegurar también de Karlheinz, demuestran lo opuesto de lo que verdaderamente sé es. De modo que, él que es capaz ante una batalla debe fingir incapacidad; si se está preparado para entrar al combate, fingir que no lo está; si uno se encuentra cerca, fingir estar lejos o viceversa. He aquí la gran hazaña del inmortal, tan lejos lo creen sus enemigos, pero está más cerca que nada. Confundir a sus enemigos para capturarlos. Y en este caso, lo que podría deducir para aquel, de si es poderoso, evitarlo, o si es colérico, provocarlo, justo lo que hizo en su llegada.
Que en lo que continúa observando, lo hallaba demasiado calmo, por lo que lo obligará a actuar, al igual que si está unido, lo dividirá. Lo atacará cuando no esté preparado, o se lanzará contra él si no se lo espera. Esto es como los estrategas propician su victoria, pero la única regla es no decidirse de antemano. Entonces, ¿en cuál de estas fórmulas se encuentra Sokolović, y aún mejor, en qué turno está el inquisidor? Una interrogante tan importante de descubrir en ese encuentro, que por cada acción, es una provocación para saberlo.
Y como nadie conoce en realidad a Sokolović, seguirá demostrando la bestialidad que representa, así que aquel creyó que su advertencia le provocaría, pero dejará que siga pensando eso, expresándolo con una mirada molesta pero por dentro logró lo que quería. Justo aquel vino con las intenciones de provocar su furia para lanzarlo a la guerra contra su enemigo, que entre ellos dos se maten sin siquiera intervenir la inquisición. Bien que descubrió cómo desean someterlos sin combatir aquellos, de este modo conservan sus fuerzas, su ejército no desfallece y sus riquezas se mantienen íntegras, quitándose a dos grandes enemigos de la inquisición. Una excelente jugada a decir verdad. —Veo que estás tan inspirado en hablar, así que continúa, dime el nombre de quién les está dando información de mi paradero, y de mi persona? —habló el desdén nacido de esa boca, siendo amenazante su tonada, queriendo chocar con el filo de cada palabra de ese inquisidor, es así como le llaman, una bestia, pues es lo que está viendo, que piense que ha caído en su trampa.
¡Ah! como disfruta de esa intervención, podía sentir cada palabra emitida como notas musicales combinándose, produciendo un exquisito sonido e incitándolo a emitir una descarada pero tan seductora sonrisa, esta si era real. —Entre seres como nosotros no existe el pecado, el pecado solo acecha a los humanos como tú, y por sus aspiraciones es que caen a ella. Así que no hablemos del pecado, sin en cambio, por naturaleza estamos destinados a enfrentarnos hasta que solo uno sobreviva. —tomó el vaso y lo inclinó a su boca, dando un buen trago, siendo la quemazón de ese líquido en su garganta, todo un manjar. —Hasta que en algo estamos de acuerdo, pero no se adelante, nunca debe de dar por asentado algo hasta que se termine—. Desvió la mirada sobre el vaso ajeno, chasqueando la lengua por no degustar del licor.
—Si querías toda mi atención, pues lo has logrado. Estás frente a mí, con información valiosa. Lo que me hace pensar que, si has venido hasta aquí, con el riesgo de no salir vivo, el amenazarme y despreciar mi atención, es porque es un enemigo tan peligroso para ustedes. Me hace cuestionar, ¿Qué sabrá para querer arriesgarse e incitar en acabarnos mutuamente? —liberó, cambiando un poco la jugada, confundir es lo que estaba haciendo, no dar su verdadera tirada. —Si no has venido con tu ejército, es porque te desfavorece el terreno para combatir, así que evita suposiciones innecesarias. Y el que conozcas ya a un inmortal, no quiere decir que sabes sobre mi. Lo importante es que aceptas lo difícil que es matar a los de mi especie o quizás, no todos—. Se acomodó en el diván, observando al inquisidor mientras comienza a conectar los recientes eventos ocasionados con su hermano, y en ciertas negociaciones, quizás y de quién sospecha sea el mismo que podría salir de esa boca.
Sokolović Rosenthal- Vampiro/Realeza
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Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour