Between bombshells

por **Cassandra Tsitak** Dom Ene 30, 2011 11:53 pm

Desde que llegue a Paris me di cuenta de que todo era nuevo para mí, todo era diferentes inclusive las plantas y flores. De entre todos mis paseos había escuchado hablar a una pareja sobre rosas de castilla, decían que las mejores estaban en el jardín botánico y aunque particularmente la rosa no me agrada mucho algo más debía de tener ese lugar, tal vez tulipanes, amaba esas flores, eran mis preferidas pero en mi natal macedonia para encontrar flores así de hermosas tenías que adéntrate en la zona de bosques y por lo menos llegar a la parte de los lagos. Esa mañana había amanecido de muy buen humor, levante la vista para ver mis ojos verdes por el espejo que me devolvía mi reflejo, Paris tenía ese no sé qué, que me hacía feliz. Me puse el sombrero sobre el levantado de rizos y salí por la puerta de madera con aire infantil.

Hacía mucho que no sonreía. Era un día tan bonito que no podía dejar de sonreír, incluso las mejillas me dolían pero cuanto más lo pensaba más sonreía. El chofer del carruaje abrió la puerta y me ayudo a subir con cuidado, ya había destrozado uno de mis vestidos y hacer lo mismo con ese sería una verdadera estupidez así que mire dos veces antes de pisarlo. Me acomode hasta el rincón del asiento asomando mi cabeza por la ventana del vehículo, solo esperaba llegar y ver las flores y todo lo que el jardín botánico podía ofrecerme. Aun cuando odiaba estar quieta el viaje de ida no fue tan largo, cuando me di cuenta ya estaba caminando a lado de una especie de lago. La sombrilla de color hueso que llevaba en la mano estaba siendo arrastrada de forma despistada por el piso, no tenía muchas ganas de alzarlo, estaba muy ocupada viendo la flores.

Me acerque a una persona que se encontraba cerca de mí, yo era muy sociable y me gustaba hablar-¿Son hermosas verdad?-pregunte de forma desinteresada y con ese extraño acento que me empeñaba en esconder, mientras me inclinaba ligeramente para oler el perfume que emanaba de ellas.

por **Cassie Abelli** Jue Feb 03, 2011 2:56 pm

Mi obsesión con la muerte de mi verdadera madre había llegado a obsesionarme hasta el punto en el que ya me había olvidado de las pequeñas cosas de la vida. De los lugares hermosos de París, de disfrutar con las personas que me rodeaban, de buscarme algún entretenimiento además de satisfacer los deseos morbosos de mis clientes. Supongo que fue por ello por lo que, cuando pasé frente a una librería bastante pobre en la que los libros parecían baratos (aunque eso sí: muy estropeados), entré para comprar uno. En la portada tenía dos rosas entrelazadas y unas letras tan estropeadas que casi no se podía diferenciar los trazos.

Busqué un lugar en el que poder leer con tranquilidad, sin tener que preocuparme por las personas que me rodeaban, el ruido de los coches de caballos, etc. Finalmente, llegué a lo que parecía un jardín botánico. He de ser sincera: Aunque llevaba más de media vida en París nunca mis piernas me habían llevado a lugar tan hermoso como aquel. Todo estaba lleno de colores, de formas diferentes, de dibujos. Si se me hubiese dado bien pintar (puesto que era nula en dicha arte), habría acabado yendo a aquel lugar para poder plasmar todas aquellas luces de colores en el tapiz de un cuadro. Lástima que se me diese tan mal...

Sin prestar atención a las personas que me rodeaban acabé en un lugar algo alejado del resto de las personas, frente a unos tulipanes. Cerré los ojos un momento disfrutando del aire limpio que entraba en mis pulmones y, me dispuse a comenzar con la tarea de absorber cada letra que había sobre los folios color amarillento del libro. Tan ensimismada estaba en la historia que no me di cuenta de que una persona se acercaba a mí hasta que estuvo casi encima mía.

Levanté la vista del escrito y me quedé mirándola un momento, antes de que ella me hablase. Sonreí de lado y me dispuse a contestar, pues yo aunque no lo parezca era una persona que había sido muy bien educada.

-Son preciosas. Sobretodo los tulipanes -Susurré con una voz que parecía demasiado amable para ser mía. Qué extraño... parece ser que el dedicarme un poco de tiempo a mí misma conseguía tranquilizarme. Mi acompañante era una muchacha que parecía ser de buena familia. Llevaba puesto un vestido precioso que muchas mujeres habrían deseado tener algún día y, para tapar su rostro de la luz del sol, portaba una sombrilla de mano. No sé a qué se debería aquella estúpida moda de llevar sombrillas... si de todas formas la mayoría estábamos paliduchas aunque no fuésemos ricas.

-Mi nombre es Cassie, es un placer conocerla -Hice una pequeña reverencia. Realmente, no me puedo explicar el por qué de aquel comportamiento.

por **Cassandra Tsitak** Jue Feb 03, 2011 4:38 pm

-Honestamente vine más bien por las rosas pero no pude dejar de ver los tulipanes-le sonreí ligeramente mientras me volvía a erguir cuan alta era y daba un paso hacia atrás, creo que eso de estar en Paris comenzaba a influenciar mi persona, no estaba respetando el espacio vital de aquella señorita-Soy Karolina y el gusto es mío-le volví a sonreír justificando con esto mi francés pésimo que salía cuando trataba de pronunciar mi nombre en una forma más parisina. Cassie era bonita, tenía unos rasgos afilados muy hermosos y parecía de mi edad pero lo que más me llamaba la atención de todo aquello era su atuendo, no se parecía al de la princesa ni de cualquier otra noble y tampoco podía considerarse alguien que no tenía dinero, supuse que era una de esas chicas que dejaban el corazón por caricias y en realidad no me molestaba entablar conversación con ella.

Yo no juzgaba por clases sociales, si no por actitudes y mientras no se metieran conmigo todo marcharía perfecto-¿Eres parisina?-pregunte mientras pasaba dos dedos por los finos pétalos de aquellas flores que me recordaban a los duraznos. Era increíble como en un mundo en donde cada quien tenía sus problemas, algunos más importantes que otros existían cosas como un jardín botánico que te hacían olvidarlo todo. Tal vez era inclinación rara la que yo tenía por las plantas y las flores pero en donde había nacido no veías más que montañas tupidas de un color verde hermoso y rayos de sol que las cruzaban haciéndolas ver aún más espectaculares. Los Balcánicos habíamos decidido no urbanizar tanto como en Paris, en donde encontrabas de todo en cada esquina.

Todo era tan diferente que temía parecer una pueblerina sin idea de nada. Me gire a ver a Cassie, era una suerte haber nacido en Paris, tenías todo a tu alcancé aunque no diría eso puesto que según sabia algunas de las chicas que trabajan en los burdeles tenían historias bastantes tristes y fuertes pero estaba de moda tener esa clase de historias, incluso yo tenía una. A mi padre le había conocido varias amantes no en persona pero era obvio porque cada mes o dos meses llegaba con un perfume diferente impregnado en la ropa, esa parte de mi cerebro en el accidente de mis padres se borró.

por **Cassie Abelli** Jue Feb 10, 2011 1:44 pm

-¿Las rosas? Oh... -Mi madre siempre me había hablado de que las rosas eran la flor de las mujeres bondadosas, delicadas y enamoradas. Se nota desde lejos que no estaban hechas para mí pues ninguna de esas cualidades se me puede atribuir a mí. No creo en el amor, no soy delicada sino más bien arisca y brusca (aunque intento retener mis instintos) y... ¿Bondadosa? Depende del día que me encuentres aunque normalmente acabarás llevándote la desilusión del siglo: Soy más bien caprichosa. -Karolina, ¿Estás enamorada? -Solté de repente. Seguramente ella se molestaría por mi pregunta pues era una mujer de los altos cargos. La nobleza siempre está ligeramente reprimida en estos temas. ¿Qué se le va a hacer? Soy de esa clase de personas que, cuando piensan una cosa, no son capaces de reprimirla aunque decirla pueda causar grandes males.

-Siento mi comportamiento... no estoy muy acostumbrada a esto del trato cordial -Y menos entre mujeres, acabé mentalmente. Mis relaciones se reducían a las mujeres que compartían el burdel conmigo y a los hombres que me acompañaban hacia el lecho para acostarse conmigo. Sí, muy bonito todo. Se nota lo caballerosos, románticos, buenos y todos esos otros dones de los que se califican; que son los hombres. ¡Nada de eso! Son justo lo contrario. Solo piensan en lo mismo, poseer un joven cuerpo, dejarse llevar por la lujuria y... si acaso, buscarse una madre para sus hijos. A veces me siento afortunada por el no tener que casarme nunca. Claro está, soy prostituta, las prostitutas no se casan ni tienen hijos.

-Soy italiana aunque me trasladé a la ciudad de París hace muchos años, cuando solo era una niña. Por tu acento creo apreciar el que tú también eres extranjera... ¿De dónde exactamente? -Sonreí con dulzura. La verdad es que ese tipo de sonrisas a mí nunca me salían... supongo que me estaba acostumbrando demasiado al hecho de mentir a toda persona que me rodeaba hasta el punto de volverme una actriz de la propia vida.

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