Uruha Kouyou

-Nombre del Personaje: Uruha Kouyou

-Edad: 21 años.

-Especie: Cambiaforma

- Tipo y Nivel Social: Clase Alta. Extranjero.

- Sexualidad: Hombre, Homosexual

-Lugar de Origen: Prefectura de Kanagawa, Japón.

-Fecha de Muerte: --

-Habilidad/Poder: Puede transformarse en un guepardo delgado con pocas manchas y en un ocelote casi blanco. Incluso en esas formas es un poco tímido por lo que usa mucho el sigilo aunque no se sienta amenazado. Como guepardo es muy veloz, pero evita cualquier confrontación de poderlo evitar. Como ocelote, aprovecha sus mínimas manchas y su tamaño para hacerse pasar por un gato común y a veces conseguir refugio con más facilidad.

-Descripción Física: Con un look de pelo que no se molesta en arreglar, Uruha suele vestir ropa larga y elegante pero el corte francés al vestir no es algo que le guste mucho, por lo que prefiere trajes negros con capas, o colores oscuros. Mide 177 centímetros y pesa menos de 60 kilos. Su piel es de tonos claros, placidos amarillentos por su descendencia nipona, pero bien cuidada. Suele traer siempre el cabello largo y suelto, dejando que cubra su ojo derecho por puro fetichismo. No usa anillos en las manos, pero pinta sus uñas con frecuencia, acoplando el tono a la ropa que lleve. Le gusta los colguijes y si son de plata o con cruces labradas mucho mejor. No deja de usarlos.
Acostumbrado hasta los dieciséis años a los lujos, sus pantalones suelen ser de seda, finos, costosos y bien planchados, torneando unas piernas bien estilizadas pero no con mucho trabajo. Sus tobillos son delgados, cubiertos por pantuflas cuando está descansando o con botas de piel y agujetas, que suben hasta sus rodillas. En general su figura no embarneció lo necesario, dejándole un aspecto débil y gentil, tranquilo, pese a que cambia a un joven menos centrado cuando de tocar se trata. Las uñas de sus pies están tan bien cuidadas como las de sus manos y nunca le falta alguien que cuide su apariencia.

Uruha:

Spoiler:

Guepardo y Ocelote:

Spoiler:

-Descripción Psicológica: Se trata de un joven tranquilo, pese a su talento nunca ha demostrado tener grandes expectativas de la vida. Ha matado sus ilusiones infantiles entre fiestas de la alta sociedad, donde solo puedes comportarte “correctamente” o no asistir. Uruha, estaba en cuerpo en esas fiestas, pero su mente siempre divagaba en un mundo que su sociedad no tocaba y por ello, se consideraba encerrado constantemente. Observando a su alrededor con altivez, evadía su propia necesidad de respirar, escondiendo constantemente sus deseos de decir “¡No!” y salir corriendo desnudo de prejuicios u buenos modales. No era orgulloso, pero la complacencia de su familia le daba algo de valor a él mismo. Introvertido, pasa horas leyendo o durmiendo cuando no tiene clases, desde joven a estado aburrido de la vida y no se le ha compuesto ese carácter flojo pero es algo que quiere cambiar.

Falto de iniciativa en sus primeros años de adolescente, no encontraba motivos ni para pararse por las mañanas. A su alrededor todos se movían a un ritmo especificado que su cabeza no podía seguir y aunque es inteligente y puede aprovechar las oportunidades si se le presentan, es su flojera dada por el modo soso en el que vive, la que no le deja abrirse a nuevos descubrimientos. Llego a odiar a su familia, inocente de su encierro mental, culpándoles por no ser capaz de liberarle de correrlo de esa vida en que lo único que importaba era como sus dedos le sacaban jugo a ese piano de cola. Pero Uruha era en verdad amado por su familia, pero no lo supo hasta que se hubo marchado, yendo en pos de la libertad ansiada por fin.

Incluso bajo el descubrimiento de sus transformaciones, tardo tiempo en tomarlo como una aventura, prefiriendo quedarse varado en medio de una habitación para recibir órdenes sobre que ropa llevar y a donde ir. Sin saberlo, ansiaba la libertad más que la riqueza o el comprometerse con alguien para hacerse conde. Convirtió la música en su escape y con ella expreso lo enfermo y miserable que se sentía. Uruha no se valora a sí mismo, no se aprecia como persona y por ello, nadie lo aprecia tampoco.

-Historia: Uruha Kouyou nació el Nueve de Junio en la antigua prefectura de Kanagawa en Japón, hijo único de un matrimonio bien acomodado, familiares cercanos del emperador que regia en ese momento al país, deseaban que su hijo se convirtiera en algún secretario o miembro del Parlamento, pero Uruha tenía sus propios planes y al cumplir apenas los cinco años de edad, quedo completamente enamorado del piano extranjero que había en su casa. El chico quería ser músico y desde ese momento tocaba cada que podía, pero para sus padres la carrera política les daría más fortuna de la que poseían y era un seguro que no querían perder. Uruha fue terco hasta la medula, bien, sus padres también.

Al ir creciendo, fue obligado a asistir a fiestas donde el Emperador y su familia directa eran los anfitriones, y el chico de apenas doce años, tenía que ser un perfecto caballero para no decepcionar a nadie; y se volvió un frívolo rodeado de gente frívola. Chicas bonitas a las que tocaba de la cintura y les hacia dar vueltas, ofreciendo un espectáculo de maestría en el baile regional y occidental extraordinario, demasiado bueno para ser un joven con falta de interés en esos temas. Sin notarlo, su naturaleza animal estaba emergiendo rápidamente. Uruha deseaba terminar con esto y sabía que sus padres estaban buscándole una esposa con urgencia y si no se decidía, ellos mismos le impondrían a una. Entre sus conciertos privados de piano, pues nunca dejo de practicar y tomar clases a escondidas, entre todas esas presentaciones, logro dar con una joven que parecía más interesada en el sonido que en el joven casi andrógino que tocaba. Uruha, siendo aun un preadolescente, la escogió.

Su nombre era Hanna. Un nombre americanizado dada su procedencia nipona pero inglesa también. Uruha nunca la toco, era muy pequeño para eso, pero vaya que hablaban, de música, de sucesos de fiesta, de cualquier tontería; estaban acercándose por medio de una amistad muy inocente que nunca fue presionada por los cuatro padres, que les miraban desde lejos, esperando que la espera diese frutos. Los dio, pero estos fueron retorcidos de dementes. El chico estaba emocionado, quería darle un regalo a ella por su pronto cumpleaños. En secreto, estuvo practicando con una Cítara que consiguió con su propio dinero y estreno su primera función solo para ella. Fue un éxito y a ella le encanto pero de ahí en adelante todo fueron gritos. La chica regreso sin ningún tipo de daño físico, pero sin la capacidad de expresarse por lo que había visto. Uruha desaprecio por espacio de dos meses.

La familia que lo cuido durante ese tiempo, le dijo a sus padres que lo habían encontrado desnudo, en las laderas del rio cerca a su casa. Uruha nunca “recordó” lo sucedido, pero no quiso volver a ver a Hanna y cayó en un cautiverio en el que apenas lo sacaban de su habitación. Sus padres decidieron sonsacarlo, ofreciéndole uno de sus mayores deseos, la posibilidad de estudiar música en un conservatorio de clase alta del país. Uruha acepto, se mudo lejos con sus padres y los tres pudieron conseguir un nuevo futuro. El humor del chico pareció mejorar siempre y cuando no se mencionara aquella noche que reventaba su carácter y lo ponía furioso sin aparente motivo. Fuera de aquellos deslices, le tomo cerca de cinco años el comprender lo sucedido y lo que aquello representaría para su vida.

Uruha decidió contarles a sus padres lo sucedido cuando era un chico, esperando que tuvieran la suficiente comprensión para entenderle, aunque no le creyeran. Una noche en la primavera de sus diecisiete años, cuando había terminado por fin con la carrera de música, se sentaron los tres en la sala y halaron largamente, su hijo casi se quedo afónico cuando les conto, amenazándoles con mostrárselos si no decían nada de pues de haber estado horas mudos, estáticos. Su hijo era de esos, que en otras antiguas culturas llamaban “nahuales”, su hijo era un demonio folklórico de su cultura. Se sintió traicionado por su propia sangre y desde esa noche se convirtió en fantasma de su propia casa. No podía tocar ningún instrumento, no podía salir de cuarto sin avisar. Una jaula con puertas.

Ese infierno le duro un año, un año en el que nada se manifestó, en el que Uruha fue sumiso y en el que sus dedos se hicieron fríos y tiesos, faltos de actividad y deseosos de posarse sobre las teclas o las cuerdas de cualquier instrumento. Entonces el chico sintió odio, odio por su familia, por esa existencia espantosa, por el dolor de pertenecer a un lugar donde no era comprendido. Se sintió solo y aislado y durante mucho tiempo no le dirigió la palabra a nadie en su hogar. No fue a fiestas, argumentando enfermedades estúpidas que nadie negaba. Por medio de rumores, supo que Hanna estaba muy ben y, claro, comprometida con alguien más, mejor así, se dijo, las mujeres no le iban bien, pero no entendía por qué. Empero, como mencione arriba, Uruha no sabía cuánto amor sentían sus padres por él, no lo supo hasta que sus padres entraron en la habitación y le entregaron un boleto, dándole la decisión de escapar de ese lugar y comenzar de nuevo por su cuenta.

Nada le faltaría y podría seguir estudiando música y hacer lo que deseara. Uruha acepto, dolido por el tener que irse con medias mentiras ya que la excusa de su partida había sido la continuación de sus estudios en música. El lugar de destino era la bella Francia, una ciudad enigmática, hermosa y profunda. Partió con su Cítara y para su nuevo hogar, consiguió un piano de cola que cumplió con sus expectativas y más adelante muebles menos importantes. Podría decirse que es un vago, pues hace lo que quiere pero nunca, nunca deja de tocar. Su pasión por eso es lo único que llena su vida, lo único importante hasta ahora. También, en estas tierras extranjeras tiene la posibilidad de explorar sus formas animales, las que se va acostumbrando conforme las usa.

-Datos Extras: Su tipo de sangre es: O. Tiene cuatro perforaciones en la oreja derecha y cinco en la izquierda, se las hizo poco después de llegar a Francia. Es un fanático del billar, juego francés que capto su atención nada más llegar al país; lo juega lo suficiente como para poseer su propia mesa. Sabe tocar el piano, la cítara y el flautín, que casi nunca toca. Le gusta pasearse por zonas modestas y populosas, gozando la libertad por primera vez.
Habla bien el ingles y está comenzando a comprender el francés.