AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una función para las almas solitarias (Aidan)
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Una función para las almas solitarias (Aidan)
Siempre cae la noche en una ciudad condena, y no puedo dormir porque solo caes pensando en la almohada, no hay nada mejor que caminar por esas noches de condena en un paraíso sin salida, donde solo suenan cascabeles y una flauta incansable.
Aun no se crea nada en este mundo que me sorprenda, Juana pierde todos los días la cabeza y llora las noches por un jarabe de cereza. Suena ese murmullo de las botas que sobre la duela de madera, avanzan con cautela. No soy un hombre, pero mi atuendo parece de tal, un hombre de época, con un sombrero de copa y mi levita, unos guantes de caballero y un bastón del cual me apoyo. Bailo un poco divirtiéndome de un capricho que complace mi padre. Cierra este teatro para su única hija, un arlequín caprichoso con un maquillaje en un mal día, Luminita...
Ding Dong.
Dos gigantes humanos caminan a mis espaldas, solitarias torres que protegen a su ama, no es necesario que la cuiden, pero ahí están con ese encantamiento hecho por el rey y me siguen como perros. Shawn ¿Dónde estará caperucita en este momento?Solo recuerdo las noches que pasamos en ese sótano mientras se escucha la guerra en el exterior, las hormigas no eran vienvenidas y solo teníamos de comer a sus perros, que luego olían a podrido y sus ojos tristes me causaban ancias. A ella le gustaba la piel y las entrañas, a mi sus ojos... pero no eran dignos de mi colección.
Ding Dong.
La muñeca decapitada quiere jugar y cae sobre uno de los taburetes y dejo mi bastón junto a ella, mientras toco a Hamelín, una flauta de plata, es uno de mis fieles acompañantes. El sonido de la flauta es dulce, como su se tratase de un encantamiento hecho por ser celestial.
Aun no se crea nada en este mundo que me sorprenda, Juana pierde todos los días la cabeza y llora las noches por un jarabe de cereza. Suena ese murmullo de las botas que sobre la duela de madera, avanzan con cautela. No soy un hombre, pero mi atuendo parece de tal, un hombre de época, con un sombrero de copa y mi levita, unos guantes de caballero y un bastón del cual me apoyo. Bailo un poco divirtiéndome de un capricho que complace mi padre. Cierra este teatro para su única hija, un arlequín caprichoso con un maquillaje en un mal día, Luminita...
Ding Dong.
Dos gigantes humanos caminan a mis espaldas, solitarias torres que protegen a su ama, no es necesario que la cuiden, pero ahí están con ese encantamiento hecho por el rey y me siguen como perros. Shawn ¿Dónde estará caperucita en este momento?Solo recuerdo las noches que pasamos en ese sótano mientras se escucha la guerra en el exterior, las hormigas no eran vienvenidas y solo teníamos de comer a sus perros, que luego olían a podrido y sus ojos tristes me causaban ancias. A ella le gustaba la piel y las entrañas, a mi sus ojos... pero no eran dignos de mi colección.
Ding Dong.
La muñeca decapitada quiere jugar y cae sobre uno de los taburetes y dejo mi bastón junto a ella, mientras toco a Hamelín, una flauta de plata, es uno de mis fieles acompañantes. El sonido de la flauta es dulce, como su se tratase de un encantamiento hecho por ser celestial.
Dana Luminita- Vampiro Clase Alta
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Re: Una función para las almas solitarias (Aidan)
Quién sabe qué estaba haciendo yo por esos rumbos, las manos en los bolsillos caminando por los rincones más inhóspitos de las calles parisinas y sin darme cuenta había llegado al área comercial, la noche protegía los rostros de los errantes que pasaban, no quería ser reconocido y cuando quería podía pasar por un civil cualquiera incluso mis ropas eran cambiadas cuando dejaba los carros, los caballos y los guardias de la realeza en un lugar donde no me estorbaran cuando quería caminar solo por las calles y mezclarme en las costumbres y vicios de la plebe.
Esta era una de esas noches donde hacia lo que quería, donde quería, cuando quería. Entre tiendas de todo un poco a cual mejor se gana la vida el sombrero, la perfumista el titiritero, todos tan débiles y tan solo muñecos de papel que hasta podía reírme de sus oficios bien cuidados por los cuales mantenía la cabeza en alto con una ilustre mirada de dignidad que su trabajo les daba, como si eso fuera todo, su fin era como las hojas de los árboles, tan sensibles ante una simple brisa, tan desprotegidos ante la muerte que caminaba entre ellos noche tras noche alimentándose de su sangre, lo único verdaderamente valioso que esos idiotas humanos poseían, lo material que vendían no era nada, unas cuantas monedas de oro podían comprar incluso sus almas.
Buscaba alguna diversión, quizá un bar y comprobar que tanto había cambiado Paris desde la última vez que la viera con ojos humanos, quien diría que todo sería tan diferente en la actualidad. Un sonido lejano llamo mi atención, un silbido, una flauta, una melodía que me parecía conocida mas no recordaba de donde o quizá era que cuando uno vivía tanto tiempo creía que ya lo conocía todo pero eso era lo menos importante. Me deje guiar por el sonido y entre a un teatro privado donde había una especie de función, sorpresa para mí, el público era tanto que podía echarme en las pocas sillas que había si quería. Frente a ellas una figura que por poco me da risa, una especie de bufón de esos que solían en la corte hacer sus artes para entretener a los nobles pero este arlequín, payaso, bufón o lo que fuera era quien tocaba la flauta.
No atreví a sentarme porque no me quería quedar, solo quería escuchar el final de esa melodía y desde donde estaba me quede escuchando y mirando a la vez a esa persona. Y como quien a veces quiere que las cosas se conserven en su ser nada pudo evitar que la melodía terminara y que un solo aplauso inundara todo el espacio, el mío, aplaudí resonante ante el flautista, quizá hasta burlonamente por ser el único público -Una moneda por un trabajo, a menos que creas que mereces mas, dime tu cosa, cual es el precio de esa melodía, cuál es tu precio- dije y reí seguidamente de ello, me acerque al sujeto y me di cuente en la cercanía de que se trataba de una mujer, curve una sonrisa -Tocas solo para un espectador?, habla mujer o vuelve a tocar- la mire desafiándola a que diera cualquier respuesta.
Esta era una de esas noches donde hacia lo que quería, donde quería, cuando quería. Entre tiendas de todo un poco a cual mejor se gana la vida el sombrero, la perfumista el titiritero, todos tan débiles y tan solo muñecos de papel que hasta podía reírme de sus oficios bien cuidados por los cuales mantenía la cabeza en alto con una ilustre mirada de dignidad que su trabajo les daba, como si eso fuera todo, su fin era como las hojas de los árboles, tan sensibles ante una simple brisa, tan desprotegidos ante la muerte que caminaba entre ellos noche tras noche alimentándose de su sangre, lo único verdaderamente valioso que esos idiotas humanos poseían, lo material que vendían no era nada, unas cuantas monedas de oro podían comprar incluso sus almas.
Buscaba alguna diversión, quizá un bar y comprobar que tanto había cambiado Paris desde la última vez que la viera con ojos humanos, quien diría que todo sería tan diferente en la actualidad. Un sonido lejano llamo mi atención, un silbido, una flauta, una melodía que me parecía conocida mas no recordaba de donde o quizá era que cuando uno vivía tanto tiempo creía que ya lo conocía todo pero eso era lo menos importante. Me deje guiar por el sonido y entre a un teatro privado donde había una especie de función, sorpresa para mí, el público era tanto que podía echarme en las pocas sillas que había si quería. Frente a ellas una figura que por poco me da risa, una especie de bufón de esos que solían en la corte hacer sus artes para entretener a los nobles pero este arlequín, payaso, bufón o lo que fuera era quien tocaba la flauta.
No atreví a sentarme porque no me quería quedar, solo quería escuchar el final de esa melodía y desde donde estaba me quede escuchando y mirando a la vez a esa persona. Y como quien a veces quiere que las cosas se conserven en su ser nada pudo evitar que la melodía terminara y que un solo aplauso inundara todo el espacio, el mío, aplaudí resonante ante el flautista, quizá hasta burlonamente por ser el único público -Una moneda por un trabajo, a menos que creas que mereces mas, dime tu cosa, cual es el precio de esa melodía, cuál es tu precio- dije y reí seguidamente de ello, me acerque al sujeto y me di cuente en la cercanía de que se trataba de una mujer, curve una sonrisa -Tocas solo para un espectador?, habla mujer o vuelve a tocar- la mire desafiándola a que diera cualquier respuesta.
Invitado- Invitado
Re: Una función para las almas solitarias (Aidan)
Mis manos que tienen esos guantes de caballero se mueven mientras toco la flauta y solo observo con detenimiento el lugar, es tan vacio... Una esencia llama mi atención, algo trajo Hamelín, mi mirada se fija en aquella creatura que pasa la estancia, solo hay eco de los movimientos sigilosos...
Tenemos compañía Juana.
La flauta concluye con su melodía en un final sublime, la giro entre mis dedos y termina en una funda en el interior de mi saco como su fuese una espada. Escucho los pasos de las ratas debajo del suelo... ¿Las escuchas Juana? Las dos torres se ponen alerta. Salen de tras de las cortinas dos hombres gigantescos y levanto una mano para que se marchen un movimiento que ellos comprenden. Se detienen. No se marchan. Se quedan como dos estatuas en las cortinas a mis espaldas. Mis ojos se dirigen hacia donde está aquella presencia, sus facciones se delinean sombrías. Las palabras entran como oleajes en mis oídos y una sonrisa lineal se queda en mi boca de arlequín en una pesadilla.
Tomo mi bastón y saludo de forma educada haciendo mover mi cabello platinado con mechas en rosa, extraño para esta época, puedo ver unos segundos mis botas lustradas en rojo carmesí, levanto las puntas levemente. Está frente a mí y puedo observarle con detenimiento, le miro directamente a los ojos, sin premura, sin ningún sentimiento que realmente me importe...
-¿Qué valor tiene una moneda?... –doy un giro sobre mi bastón de forma teatral y danzante- Querrán cortar tus alas para que no te eleves, pero, nada importa si el corazón se mueve... –Rio un poco mirando de soslayo a Juana, la muñeca decapitada, mi única espectadora- Querrán comprarte con treinta monedas, querrán comprar el arte, un sonido lejano, un capricho... pero el precio no cuenta... el dinero para este arlequín no vale nada.
Le miro con mis ojos completamente azul eléctrico, parecido a un color azul de los colores básico en una paleta primaria. Mi sonrisa se torna extraña y apoyada en mi bastón como un educado caballero de zapatos rojos le miro pensativa y le digo a lo demás:
-Me pide una melodía, se la daré... – ¿Será capaz de cubrir el precio Juana?... Mi sonrisa se curva maligna. –Tocaré para dos espectadores... -¿Quiere jugar Juana? Juguemos. Desenfundo a Hamelín de nuevo y lo giro sobre uno de mis dedos, dejando al bastón en la duela de madera con un perfecto equilibrio, derecho como por arte de magia.
- Será el invitado de Luminita... .
Detengo la flauta en un golpe seco y la pongo en mis labios de forma delicada, empiezo a tocar una nueva melodía, una melodía que suelo tocar para las grandes fiestas que organiza mi padre, para la realeza, una melodía dulce, celestial que tiene curvas que pueden suavizar hasta el más duro de los corazones, delicadas notas van brotando de mis dedos, de mi aliento y se desplazan con eco sobre todo aquel teatro que por capricho cierra mi padre para mí. Las curvas empiezan a denotar los descibeles que hacen que mis dedos sigan con maestría dejando esa estela musical haga su parte, no es ilusión, es una habilidad humana ejecutada por un demonio... la melodía culmina en un gran éxtasis... y solamente me le quedo mirando en silencio.
Tenemos compañía Juana.
La flauta concluye con su melodía en un final sublime, la giro entre mis dedos y termina en una funda en el interior de mi saco como su fuese una espada. Escucho los pasos de las ratas debajo del suelo... ¿Las escuchas Juana? Las dos torres se ponen alerta. Salen de tras de las cortinas dos hombres gigantescos y levanto una mano para que se marchen un movimiento que ellos comprenden. Se detienen. No se marchan. Se quedan como dos estatuas en las cortinas a mis espaldas. Mis ojos se dirigen hacia donde está aquella presencia, sus facciones se delinean sombrías. Las palabras entran como oleajes en mis oídos y una sonrisa lineal se queda en mi boca de arlequín en una pesadilla.
Tomo mi bastón y saludo de forma educada haciendo mover mi cabello platinado con mechas en rosa, extraño para esta época, puedo ver unos segundos mis botas lustradas en rojo carmesí, levanto las puntas levemente. Está frente a mí y puedo observarle con detenimiento, le miro directamente a los ojos, sin premura, sin ningún sentimiento que realmente me importe...
-¿Qué valor tiene una moneda?... –doy un giro sobre mi bastón de forma teatral y danzante- Querrán cortar tus alas para que no te eleves, pero, nada importa si el corazón se mueve... –Rio un poco mirando de soslayo a Juana, la muñeca decapitada, mi única espectadora- Querrán comprarte con treinta monedas, querrán comprar el arte, un sonido lejano, un capricho... pero el precio no cuenta... el dinero para este arlequín no vale nada.
Le miro con mis ojos completamente azul eléctrico, parecido a un color azul de los colores básico en una paleta primaria. Mi sonrisa se torna extraña y apoyada en mi bastón como un educado caballero de zapatos rojos le miro pensativa y le digo a lo demás:
-Me pide una melodía, se la daré... – ¿Será capaz de cubrir el precio Juana?... Mi sonrisa se curva maligna. –Tocaré para dos espectadores... -¿Quiere jugar Juana? Juguemos. Desenfundo a Hamelín de nuevo y lo giro sobre uno de mis dedos, dejando al bastón en la duela de madera con un perfecto equilibrio, derecho como por arte de magia.
- Será el invitado de Luminita... .
Detengo la flauta en un golpe seco y la pongo en mis labios de forma delicada, empiezo a tocar una nueva melodía, una melodía que suelo tocar para las grandes fiestas que organiza mi padre, para la realeza, una melodía dulce, celestial que tiene curvas que pueden suavizar hasta el más duro de los corazones, delicadas notas van brotando de mis dedos, de mi aliento y se desplazan con eco sobre todo aquel teatro que por capricho cierra mi padre para mí. Las curvas empiezan a denotar los descibeles que hacen que mis dedos sigan con maestría dejando esa estela musical haga su parte, no es ilusión, es una habilidad humana ejecutada por un demonio... la melodía culmina en un gran éxtasis... y solamente me le quedo mirando en silencio.
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Re: Una función para las almas solitarias (Aidan)
La paciencia era un don, lastimosamente mis dones no eran considerados como buenos por muchos y la total ausencia de paciencia por un momento me hizo pensar en dar media vuelta pero de no ser por la estrafalaria vestimenta y comportamiento de la mujer aquel acto no hubiera seguido. Vi una muñeca sin cabeza a la que la mujer le hablaba, torcí una sonrisa burlona, ¿una artista fetichista tal vez?. Como sea que fuera decidí no decir nada hasta que terminara de hablar aunque un momento de esos mi humor paso de gris a negro al ver dos hombres metiéndose donde no eran bienvenidos, la plebe debería saber conservar su lugar pero luego me di cuenta de que estaba disfrazado de 'civil' y sonreí para mi mismo después de pensar en lo que estaba a punto de hacer antes de que se retiraran, calme mi impulso y decidí escuchar su música, después de todo esa era la única razón por la que estaba allí.
Una melodía mas, mi mirada fija en la flauta y mientras las notas invadían ese espacio también mi concentración invadía un universo del que ella no era consciente. Inmortales, a todos nos dotaban de notables habilidades, no conocía las de ella pero conocían muy bien las mías, mi locura era un río que se desbordaba por las mas diminutas grietas y esa música solo habia logrado conducirme a una sala donde una mujer tocaba una flauta, donde una muñeca observaba y de pronto la música de la flauta ceso y el poder de la ilusión comenzó su propia música. Reflejada como un eco la misma música llevaba desde algún lugar hacia nuestros oídos una y otra vez, la luz que escasamente se podía encontrar allí había pasado a ser casi nula y ella podía ver mi rostro y yo el suyo mas no me apetecía mirar a sus ojos, mi mirada estaba fija en su pecho.
Me acerque a ella y quedándome frente a frente extendí la mano atravesando su pecho y tomando su corazón para extraerlo, por supuesto que todo era una ilusión -El corazón no se mueve con una melodía, no hay tal elevación, es solo un músculo muerto y frágil- dije destrozándolo entre mis manos y cerrando los ojos una fracción de segundo todo había regresado a la normalidad, yo me encontraba a la distancia de donde había estado desde el principio escuchando la música y ella seguía parada con una muñeca decapitada cerca y dos hombres aún cerca escuchando detrás de las paredes como dos viejas curiosas. Aplaudí una vez mas y me aproxime hacia la muñeca tomándola entre mis manos como en la ilusión había tomado el corazón de la mujer -Tienes un talento innato para la música, quizá seas mi invitada la próxima vez- dije solo mirando a la muñeca, hasta parecía que le hablaba a ella en lugar de hablarle a la flautista.
No era usual que me preguntara ¿y ahora? porque generalmente sabia siempre lo que quería, a donde iba y porqué pero por un desatino o descuido en ese momento me quede parado allí sin tener el impulso de irme o moverme como si estuviera pendiente de decir o hacer algo más sin saber lo que era. Deje la muñeca donde estaba y me gire a mirar a la mujer -¿Tu nombre?- pregunte como si volviera a mi lucidez aunque no estaba seguro aún de mis intenciones.
Una melodía mas, mi mirada fija en la flauta y mientras las notas invadían ese espacio también mi concentración invadía un universo del que ella no era consciente. Inmortales, a todos nos dotaban de notables habilidades, no conocía las de ella pero conocían muy bien las mías, mi locura era un río que se desbordaba por las mas diminutas grietas y esa música solo habia logrado conducirme a una sala donde una mujer tocaba una flauta, donde una muñeca observaba y de pronto la música de la flauta ceso y el poder de la ilusión comenzó su propia música. Reflejada como un eco la misma música llevaba desde algún lugar hacia nuestros oídos una y otra vez, la luz que escasamente se podía encontrar allí había pasado a ser casi nula y ella podía ver mi rostro y yo el suyo mas no me apetecía mirar a sus ojos, mi mirada estaba fija en su pecho.
Me acerque a ella y quedándome frente a frente extendí la mano atravesando su pecho y tomando su corazón para extraerlo, por supuesto que todo era una ilusión -El corazón no se mueve con una melodía, no hay tal elevación, es solo un músculo muerto y frágil- dije destrozándolo entre mis manos y cerrando los ojos una fracción de segundo todo había regresado a la normalidad, yo me encontraba a la distancia de donde había estado desde el principio escuchando la música y ella seguía parada con una muñeca decapitada cerca y dos hombres aún cerca escuchando detrás de las paredes como dos viejas curiosas. Aplaudí una vez mas y me aproxime hacia la muñeca tomándola entre mis manos como en la ilusión había tomado el corazón de la mujer -Tienes un talento innato para la música, quizá seas mi invitada la próxima vez- dije solo mirando a la muñeca, hasta parecía que le hablaba a ella en lugar de hablarle a la flautista.
No era usual que me preguntara ¿y ahora? porque generalmente sabia siempre lo que quería, a donde iba y porqué pero por un desatino o descuido en ese momento me quede parado allí sin tener el impulso de irme o moverme como si estuviera pendiente de decir o hacer algo más sin saber lo que era. Deje la muñeca donde estaba y me gire a mirar a la mujer -¿Tu nombre?- pregunte como si volviera a mi lucidez aunque no estaba seguro aún de mis intenciones.
Invitado- Invitado
Re: Una función para las almas solitarias (Aidan)
Sus ojos son como torbellinos azules o grises no puedo descifrarlos, extraños que echan fuego y misterio. Un segundo cruzan con mi mirada y esta cambia de rumbo, bajo mí mirada un momento, vuelvo a mirarle. Es un silencio que cambia de decibles, la música es algo que termina de vibrar y siento aquella mirada sobre mi pecho, sin decir nada ante ese traje de caballero de época sostengo mi mirada escrutadora, buscando respuestas tácitas con los movimientos del invitando.
Es solo un cuerpo, un cuerpo solo, un sólo cuerpo, un cuerpo como el día derramado y noche devorada. Solo observo la sombra de su tacto, una garganta, un brazo, una respiración que amanece, como el mar se enciende en mi interior, como cuando se toca la frente de una aurora. Siento mis tobillos crujir, abro los ojos, el dolor de su ilusión perturba la escases de mi alma. Los muslos tiemblan y mis rodillas caen para hundirse en la duela, se escucha el sonido del bastón rodar con aquel conejo que solo parece burlarse, Hamelín le acompaña. Es la música de la tarde, la que atraviesa un pecho y arrasa las espumas. Solo un cuello, un solo cuello, unas manos tan sólo, unas palabras lentas que descienden como arena caída en otra arena...
Esto que se me escapa y no tengo miedo, pero sé que es solo agua y delicia oscura, de un mar que nace o muere. Las metáforas solo son aire, estos labios y dientes se alimentan de ojos hambrientos. Mis cejas se unen y mis ojos cambian de un azul celeste a un negro cuervo. Mi frenética gracia me levanta, gracia para pensar que a la maldad solo le falta estilo, siquiera para aquietar los suelos, donde se vibra el instante, o una cima de besos, o una plenitud del mundo y formas de la muerte, todo eso no le importa a nadie, solo le importa a mi cabeza, todos son fichas de su propio destino, si quiere jugar, aun le falta mucha elegancia para tumbar al arlequín. Y aun hincada en el suelo le miro, y me pongo de pie en un, dos, tres. Las torres no entienden y no se mueven todo es parte de un ensueño en el que juega el vampiro, me agradan los juegos. No respondo ante lo que dice del corazón. Todos ven sus propias cosas, todos tienen diferentes visiones de lo que quieren, pero lo que hay dentro de mi cuerpo, solo es polvo. Pero a mí sí me alimenta la música y la música fue lo que atrajo al vampiro.
El bastón llaga a mi mano con un movimiento, ese movimiento de la presdigitación y me apoyo en él como si nada pasara, realmente nada pasa. Tomo a Hamelín con la otra mano y lo enfundo donde debe ir.
-Fue un placer... –digo mirándole con aquellos ojos sombríos- ¿Quién lo quiere saber?... –pregunto de vuelta. Soberbio, y caprichoso, así pude leer su mirada cuando vuelve a mi... ¿Juana estás ahí?... shhh shhh tendrás tu jarabe de cerezas, solo falta poco.- La noche suempre borra noches los rostros, derrama aceites en secos párpados, moribundos. La noche quema los pensamientos y atrás del pensamiento la memoria y entre las sombras se anegan los rostros con amaneceres... ¿Quién es?.... ¿Qué busca?
Es solo un cuerpo, un cuerpo solo, un sólo cuerpo, un cuerpo como el día derramado y noche devorada. Solo observo la sombra de su tacto, una garganta, un brazo, una respiración que amanece, como el mar se enciende en mi interior, como cuando se toca la frente de una aurora. Siento mis tobillos crujir, abro los ojos, el dolor de su ilusión perturba la escases de mi alma. Los muslos tiemblan y mis rodillas caen para hundirse en la duela, se escucha el sonido del bastón rodar con aquel conejo que solo parece burlarse, Hamelín le acompaña. Es la música de la tarde, la que atraviesa un pecho y arrasa las espumas. Solo un cuello, un solo cuello, unas manos tan sólo, unas palabras lentas que descienden como arena caída en otra arena...
Esto que se me escapa y no tengo miedo, pero sé que es solo agua y delicia oscura, de un mar que nace o muere. Las metáforas solo son aire, estos labios y dientes se alimentan de ojos hambrientos. Mis cejas se unen y mis ojos cambian de un azul celeste a un negro cuervo. Mi frenética gracia me levanta, gracia para pensar que a la maldad solo le falta estilo, siquiera para aquietar los suelos, donde se vibra el instante, o una cima de besos, o una plenitud del mundo y formas de la muerte, todo eso no le importa a nadie, solo le importa a mi cabeza, todos son fichas de su propio destino, si quiere jugar, aun le falta mucha elegancia para tumbar al arlequín. Y aun hincada en el suelo le miro, y me pongo de pie en un, dos, tres. Las torres no entienden y no se mueven todo es parte de un ensueño en el que juega el vampiro, me agradan los juegos. No respondo ante lo que dice del corazón. Todos ven sus propias cosas, todos tienen diferentes visiones de lo que quieren, pero lo que hay dentro de mi cuerpo, solo es polvo. Pero a mí sí me alimenta la música y la música fue lo que atrajo al vampiro.
El bastón llaga a mi mano con un movimiento, ese movimiento de la presdigitación y me apoyo en él como si nada pasara, realmente nada pasa. Tomo a Hamelín con la otra mano y lo enfundo donde debe ir.
-Fue un placer... –digo mirándole con aquellos ojos sombríos- ¿Quién lo quiere saber?... –pregunto de vuelta. Soberbio, y caprichoso, así pude leer su mirada cuando vuelve a mi... ¿Juana estás ahí?... shhh shhh tendrás tu jarabe de cerezas, solo falta poco.- La noche suempre borra noches los rostros, derrama aceites en secos párpados, moribundos. La noche quema los pensamientos y atrás del pensamiento la memoria y entre las sombras se anegan los rostros con amaneceres... ¿Quién es?.... ¿Qué busca?
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Re: Una función para las almas solitarias (Aidan)
Una mujer que no grita, una mujer que no se queja, una mujer hueca como su propia muñeca. No pude contenerme y estalle en risas, risa fuerte y que llenaba cada espacio como la música anteriormente, no una risa burlona no, mi sentido del humor para burlarme recurre a la violencia como medio. Allá no había violencia, una vez mas aplaudí no por el acto, no por la flauta, no por la música sino más bien por la insensibilidad. En realidad insensibilidad aparente, de lo contrario no existiría una muñeca, no existiría una flauta y la pintura de su cara, no existirían los hilos ni el titiritero.
Un objeto mimético posible, habría que apuntarlo en la lista o más bien apuntarla. Los juegos de títeres me gustaban cuando era niño, entonces era un cuerpo con otra mentalidad y un humano que aunque príncipe solo humano. Esa cara satirizaba tanto al mundo que quería volverla a ver, en un espectáculo privado tal vez, en un lugar diferente donde ella me pusiera una prueba y yo la pusiera a ella en la mía. De tal forma quise saber quién era y solo me respondió con una pregunta…la insensatez no era pecado en su caso, por lo menos había logrado entretenerme.
-La noche no borra rostros ni nombres, la noche es solo noche, oscuridad y silencio. La memoria es la que borra los rostros, los nombres y se disfraza de noche cuando no es más que un laberinto de infinitas posibilidades y créeme, en ese laberinto encontraras una trampa que te conduzca a los rostros que crees haber olvidado porque al igual que tu son inmortales y solo se perderán cuando tu ceniza se esparza sobre la tierra- respondí en un tono serio que al final también exploto en una risa intermitente mientras miraba hacia afuera y movía la cabeza negativamente.
-¿Qué busco?, te busco a ti noche, te busco a ti música, te busco a ti títere de bolsillo y en conclusión lo que busco se define en nada- proseguí volviendo al tono y a la expresión de seriedad. Entonces me acerque a ella y mire a su muñeca, luego el bastón, luego sus ojos, sus labios, su disfraz y de nuevo a sus labios preguntándome si su cerebro estaría detrás de ellos o más bien imaginándome una macabra transformación la cual me hizo torcer una sonrisa de satisfacción.
Levante una mano para posarla sobre sus labios, se veían aún mas carnosos con la pintura que llevaba y acerque mi rostro al de ella para probar su labio inferior solo con mi lengua porque mis labios no llegaron a tocarla, enseguida la solté -El sabor agridulce de lo que no existe- afirmé y me aleje dos pasos -No te importa quién soy pero si me importa quién eres, dime ahora si responderás y quizá te cuente mis intenciones, de lo contrario no alarguemos mas esto que no hay mayor pérdida de tiempo que aquello de lo que no se obtiene ningún placer- finalice y volví a mirarla esperando su pronta respuesta.
{Tarde pero aqui estoy como prometi}
Un objeto mimético posible, habría que apuntarlo en la lista o más bien apuntarla. Los juegos de títeres me gustaban cuando era niño, entonces era un cuerpo con otra mentalidad y un humano que aunque príncipe solo humano. Esa cara satirizaba tanto al mundo que quería volverla a ver, en un espectáculo privado tal vez, en un lugar diferente donde ella me pusiera una prueba y yo la pusiera a ella en la mía. De tal forma quise saber quién era y solo me respondió con una pregunta…la insensatez no era pecado en su caso, por lo menos había logrado entretenerme.
-La noche no borra rostros ni nombres, la noche es solo noche, oscuridad y silencio. La memoria es la que borra los rostros, los nombres y se disfraza de noche cuando no es más que un laberinto de infinitas posibilidades y créeme, en ese laberinto encontraras una trampa que te conduzca a los rostros que crees haber olvidado porque al igual que tu son inmortales y solo se perderán cuando tu ceniza se esparza sobre la tierra- respondí en un tono serio que al final también exploto en una risa intermitente mientras miraba hacia afuera y movía la cabeza negativamente.
-¿Qué busco?, te busco a ti noche, te busco a ti música, te busco a ti títere de bolsillo y en conclusión lo que busco se define en nada- proseguí volviendo al tono y a la expresión de seriedad. Entonces me acerque a ella y mire a su muñeca, luego el bastón, luego sus ojos, sus labios, su disfraz y de nuevo a sus labios preguntándome si su cerebro estaría detrás de ellos o más bien imaginándome una macabra transformación la cual me hizo torcer una sonrisa de satisfacción.
Levante una mano para posarla sobre sus labios, se veían aún mas carnosos con la pintura que llevaba y acerque mi rostro al de ella para probar su labio inferior solo con mi lengua porque mis labios no llegaron a tocarla, enseguida la solté -El sabor agridulce de lo que no existe- afirmé y me aleje dos pasos -No te importa quién soy pero si me importa quién eres, dime ahora si responderás y quizá te cuente mis intenciones, de lo contrario no alarguemos mas esto que no hay mayor pérdida de tiempo que aquello de lo que no se obtiene ningún placer- finalice y volví a mirarla esperando su pronta respuesta.
{Tarde pero aqui estoy como prometi}
Invitado- Invitado
Re: Una función para las almas solitarias (Aidan)
Solos son voces, unas voces que corren en las paredes y caminan como ratas escondiéndose en sus agujeros, ratas, simples ratas con dientes afilados, ojos chillantes y su voz se ahoga cuando caen en la inmundicia. Su risa solo hace que mi rostro deforme una media sonrisa, tétrica de arlequín. Juana desaparece con las artes de la presdigitación. Apoyada en el bastón lo observo... puedo escuchar sus movimientos cuando este se ríe, cuando se mueve, es como un oleaje que dice muchas cosas, no habla su mente, solo mueve los labios.
Todas las preguntas se arremolinan en un torbellino y ninguna resuelve las dudas que se engendran en mi cabeza, solo un paso, uno solo mientras el dice cosas que adivino. Mi mirada sostiene la suya, aparentemente también está loco. Los que ríen mucho no me dan confianza. La demencia me acompaña, pero siempre la lucidez quiere despertarme por las mañanas.
-La noche puede contar mil noches, puede guardar mil nombres y la mente podrá olvidarlos a todos, a la noche a los nombres. Mis cenizas se pudrirán en el infierno, pero no se deberá a sus manos. Puede mover su pieza y poner la trampa en su laberinto. No me importa. Tal vez conduzca a otra noche y a otros recuerdos, a olvidos de palabras de desconocidos, a cenizas... de arrogancia sobre la tierra...
En ese mundo que se ha ambientado con solo palabras, las farolas del teatro tintinean chispeantes, haciendo que el escenario se ilumine con parpadeos. Cuando está de cerca le observo, siento su perfume y observo su cuello, luego sus hombros. Sin moverme, apoyada de mi bastón. Su cercanía se vuelve pretenciosa, me causa gracia y mi sonrisa se vuelve un poco más sombría que en principio. El no quiere hablar, pero recuerdo los intercambios que habla mi padre, aunque sé que este fetiche... la la lá...
-La nada... –niego con la cabeza y vuelvo a fijar mis ojos en su rostro- es aburrida, es absurda, abstracta y no se encuentra... –me llevo en índice a los labios, vuelvo a mi postura. Le miro pensando en que la nada, no significa nada, tanto descaro suyo y no tiene nada más interesante que decir que... nada. Mi sonrisa es imborrable, no me burlo, simplemente digo lo que pienso. Camino un poco con el bastón en la mano, actoral, me detengo haciendo una reverencia, agito un poco el sombrero en forma de saludo:
-Soy el arlequín Luminita... –Me presento formal con los rangos que deparan los estatutos de etiqueta, como si estuviese en una corte, pero no doy mi título, ni quien es mi rey, solo digo quien soy, lo demás... ya veremos...- No tiene que contarme sus intenciones. No importa quién es, ni su titulo, para mi es nadie. Solo es un vampiro más... –quiero hacer esto como una pregunta ¿Lo es?... y pongo los dedos sobre los labios simulando un silencio- Puede jugar si quiere... Adelante –muevo mi mano haciendo un movimiento elegante mostrando el escenario.
Todas las preguntas se arremolinan en un torbellino y ninguna resuelve las dudas que se engendran en mi cabeza, solo un paso, uno solo mientras el dice cosas que adivino. Mi mirada sostiene la suya, aparentemente también está loco. Los que ríen mucho no me dan confianza. La demencia me acompaña, pero siempre la lucidez quiere despertarme por las mañanas.
-La noche puede contar mil noches, puede guardar mil nombres y la mente podrá olvidarlos a todos, a la noche a los nombres. Mis cenizas se pudrirán en el infierno, pero no se deberá a sus manos. Puede mover su pieza y poner la trampa en su laberinto. No me importa. Tal vez conduzca a otra noche y a otros recuerdos, a olvidos de palabras de desconocidos, a cenizas... de arrogancia sobre la tierra...
En ese mundo que se ha ambientado con solo palabras, las farolas del teatro tintinean chispeantes, haciendo que el escenario se ilumine con parpadeos. Cuando está de cerca le observo, siento su perfume y observo su cuello, luego sus hombros. Sin moverme, apoyada de mi bastón. Su cercanía se vuelve pretenciosa, me causa gracia y mi sonrisa se vuelve un poco más sombría que en principio. El no quiere hablar, pero recuerdo los intercambios que habla mi padre, aunque sé que este fetiche... la la lá...
-La nada... –niego con la cabeza y vuelvo a fijar mis ojos en su rostro- es aburrida, es absurda, abstracta y no se encuentra... –me llevo en índice a los labios, vuelvo a mi postura. Le miro pensando en que la nada, no significa nada, tanto descaro suyo y no tiene nada más interesante que decir que... nada. Mi sonrisa es imborrable, no me burlo, simplemente digo lo que pienso. Camino un poco con el bastón en la mano, actoral, me detengo haciendo una reverencia, agito un poco el sombrero en forma de saludo:
-Soy el arlequín Luminita... –Me presento formal con los rangos que deparan los estatutos de etiqueta, como si estuviese en una corte, pero no doy mi título, ni quien es mi rey, solo digo quien soy, lo demás... ya veremos...- No tiene que contarme sus intenciones. No importa quién es, ni su titulo, para mi es nadie. Solo es un vampiro más... –quiero hacer esto como una pregunta ¿Lo es?... y pongo los dedos sobre los labios simulando un silencio- Puede jugar si quiere... Adelante –muevo mi mano haciendo un movimiento elegante mostrando el escenario.
Dana Luminita- Vampiro Clase Alta
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Re: Una función para las almas solitarias (Aidan)
Su prosa me producía risa, una afirmación y enseguida la contradicción de sus propias palabras y todo terminaba prácticamente en lo que ella consideraba absurdo, la nada; quizá porque ella era la misma nada y prácticamente cada palabra carecía de contenido, su voz no era más que ruido en lugar de sonido. Incluso siendo la imagen viva de un interesante fósil, su sentido del humor mejoraba el mío, me divertía de ella, no con ella, y era precisamente eso lo que me gustaba de haberla encontrado - ¿Cenizas?, una palabra en la que un inmortal no debería pensar a menos que tengas ganas de morir…¿o quizá solo estas aquí para ser usada y te da igual?...de todas formas la nada no se puede convertir en nada, seguirás siendo tan absurda en muerte como lo eres ahora- dije y me aproxime al marco de la puerta por donde había entrado.
Me quede observando con expresión divertida todo lo que pasaba en el exterior, las calles de la prole siempre eran divertidas para mí a diferencia de las cortes reales donde las caras de las viejas condesas me aburrían más que los coqueteos de las jóvenes casamenteras de mi reino. Recordando un episodio especial de mi vida, mi imagen mental se convirtió de repente en un arlequín pero de la forma más sarcástica posible. Me imagine un enano arlequín de cuyo trasero nacía la cabeza de una hermosa joven sin dientes y de cuyos oídos se escurrían gusanos ciegos que caían al suelo como si fueran heces. Reí en solitario de ello y volví a mirarla por unos momentos mientras la seguía escuchando.
-Entonces ya somos dos nadie en un lugar de alguien- dije sonriendo y saque del bolsillo un franco que empecé a lanzar en el aire a manera de juego –Lo gracioso es que preguntas quién soy y luego afirmas que no te importa. Piensas que hay un vampiro más cuando eres uno de ellos, ¿te das cuenta de lo que haces?, solo niegas a los demás de tu clase y te presentas con el título de arlequín para darte un lugar, un nombre, una importancia que quizá quieras tener y que nadie te da…bueno, quizá te la de esa muñeca- me burle de ella -Pues ya que yo sí recuerdo haberte preguntado quien eres solo diré que no es un gusto ni un disgusto conocerte, ha sido un cambio agradable por esta noche- finalicé y la lance la moneda con la que jugaba a sus pies.
Llegué a la puerta y me quede en medio del umbral preparado para marcharme ya que en un teatro como aquel no encontraría mayor entretenimiento que el ya observado, quizá si me llevara el objeto para probarlo -Eres una buena interprete Luminita pero no creo que tu cuerpo se preste a los juegos donde tú seas la muñeca ¿o sí?, no voy a negar que quiero jugar contigo, quiero romper tus huesos y complacerme al escuchar el quiebre, quiero cortarte los labios con un cuchillo oxidado, quiero acariciar el iris de tus ojos con una navaja afilada- dije demostrando en mis palabras el gusto que encontraría en ello como si ya lo estuviera empezando a disfrutar –O quizá todos estos deseos son producto de mi imaginación- reí a lo loco –Si eres lo suficientemente valiente o tonta para acompañarme aquí estaré dos minutos- finalicé y salí del lugar a encontrarme de nuevo entre la multitud, y solo quedaban dos minutos para que el telón de esta obra se cerrara.
Me quede observando con expresión divertida todo lo que pasaba en el exterior, las calles de la prole siempre eran divertidas para mí a diferencia de las cortes reales donde las caras de las viejas condesas me aburrían más que los coqueteos de las jóvenes casamenteras de mi reino. Recordando un episodio especial de mi vida, mi imagen mental se convirtió de repente en un arlequín pero de la forma más sarcástica posible. Me imagine un enano arlequín de cuyo trasero nacía la cabeza de una hermosa joven sin dientes y de cuyos oídos se escurrían gusanos ciegos que caían al suelo como si fueran heces. Reí en solitario de ello y volví a mirarla por unos momentos mientras la seguía escuchando.
-Entonces ya somos dos nadie en un lugar de alguien- dije sonriendo y saque del bolsillo un franco que empecé a lanzar en el aire a manera de juego –Lo gracioso es que preguntas quién soy y luego afirmas que no te importa. Piensas que hay un vampiro más cuando eres uno de ellos, ¿te das cuenta de lo que haces?, solo niegas a los demás de tu clase y te presentas con el título de arlequín para darte un lugar, un nombre, una importancia que quizá quieras tener y que nadie te da…bueno, quizá te la de esa muñeca- me burle de ella -Pues ya que yo sí recuerdo haberte preguntado quien eres solo diré que no es un gusto ni un disgusto conocerte, ha sido un cambio agradable por esta noche- finalicé y la lance la moneda con la que jugaba a sus pies.
Llegué a la puerta y me quede en medio del umbral preparado para marcharme ya que en un teatro como aquel no encontraría mayor entretenimiento que el ya observado, quizá si me llevara el objeto para probarlo -Eres una buena interprete Luminita pero no creo que tu cuerpo se preste a los juegos donde tú seas la muñeca ¿o sí?, no voy a negar que quiero jugar contigo, quiero romper tus huesos y complacerme al escuchar el quiebre, quiero cortarte los labios con un cuchillo oxidado, quiero acariciar el iris de tus ojos con una navaja afilada- dije demostrando en mis palabras el gusto que encontraría en ello como si ya lo estuviera empezando a disfrutar –O quizá todos estos deseos son producto de mi imaginación- reí a lo loco –Si eres lo suficientemente valiente o tonta para acompañarme aquí estaré dos minutos- finalicé y salí del lugar a encontrarme de nuevo entre la multitud, y solo quedaban dos minutos para que el telón de esta obra se cerrara.
Invitado- Invitado
Re: Una función para las almas solitarias (Aidan)
Tic, tac... son las manecillas que marcan el tiempo y postrada en ese escenario no encuentro algo que me diga quién es, sí, es mi maldita curiosidad y mis contradicciones, pero es algo mío, así soy, no puedo cambiar, no pueden cambiarme, mis cejas se unen por inercia al escuchar su voz, es áspera y no sonrío aunque por dentro rio. ¿Por qué perder el tiempo si las palabras no sirven en estos casos?... ¿Morir?... siento dolor de cabeza... y mi cabeza no está muy bien ubicada en su sitio. Ahora sí me rio a carcajadas.
Pienso un momento mientras me quedo de pie en el escenario y luego me siento grácil en el borde con el bastón en la mano, apoyándome en él y cruzando la pierna mientras le observo su andar. Claro que me pregunto quién es, pero si no quiere decírmelo lo no obligaré, que lo escupa si quiere, que no lo escupa si no quiere, no importa, me gusta divertirme un rato, así como el se entretiene con su arrogancia.
-Como quiera... –me desespera discutir por cosas que no tienen importancia, ¿A caso no habíamos entrado a una especie de juego? Sus palabras parecían extrañas, molestas, pero no me molestan, ni me extrañan, tal vez puedo percibir el desdén cuando te mira Juana y no me causa nada. Hago un mohín y recuerdo haberle preguntado quien era, ¿No fui educada? ¿Fui educada?...¿En qué mundo vivimos? ¡Me lleva el demonio! ¡He vuelto a perder la cuenta de cuando perdí la cabeza! –Ha sido un susto... –murmuro con una sonrisa mordaz y burlona de la misma manera que el lo hace y lo imito, como lo que soy una actriz de un mundo mundano lleno de avaricia. Todo ese mundo no se compra con una moneda y mi mundo, vale más que una moneda.
Doy unos pasos caminando con cautela, y apoyada en el bastón mientras subo las escalinatas lo escucho, y sonrío ahora con gracia... espera... ¿Qué quiere demostrar?... Tiene una forma extraña para decir las cosas o para darle la vuelta a las cosas, no quiere decir ni quiere hablar, pero también dice cosas escondidas entre esas palabras que tratan de herir, ¿Quiere herirme o quiere besarme?... Pensé que yo era la loca en este sitio, pero creo que estoy equivocada. ¿Suficiente valiente o tonta?... puedo anexar, extremadamente curiosa. No me importa el dolor, pero me carcome la curiosidad. Mis pasos avanzan de forma instantánea puedo sentir los diferentes aromas de la noche, de la gente que pasa por aquellas calles. Las luces y todo se vuelve turbio, acomodo mi sombrero y adelanto para emparejarme a su lado.
-No soy una muñeca, ni un payaso, únicamente soy lo que hay, si quiere intentar herirme, hágalo, pero no respondo ante lo que pueda pasar. Le acompañaré, pero no prometo portarme bien, no soy de su sequito, ni su amiga, solamente digamos...que tuvo suerte de tenerme de compañía...
Pienso un momento mientras me quedo de pie en el escenario y luego me siento grácil en el borde con el bastón en la mano, apoyándome en él y cruzando la pierna mientras le observo su andar. Claro que me pregunto quién es, pero si no quiere decírmelo lo no obligaré, que lo escupa si quiere, que no lo escupa si no quiere, no importa, me gusta divertirme un rato, así como el se entretiene con su arrogancia.
-Como quiera... –me desespera discutir por cosas que no tienen importancia, ¿A caso no habíamos entrado a una especie de juego? Sus palabras parecían extrañas, molestas, pero no me molestan, ni me extrañan, tal vez puedo percibir el desdén cuando te mira Juana y no me causa nada. Hago un mohín y recuerdo haberle preguntado quien era, ¿No fui educada? ¿Fui educada?...¿En qué mundo vivimos? ¡Me lleva el demonio! ¡He vuelto a perder la cuenta de cuando perdí la cabeza! –Ha sido un susto... –murmuro con una sonrisa mordaz y burlona de la misma manera que el lo hace y lo imito, como lo que soy una actriz de un mundo mundano lleno de avaricia. Todo ese mundo no se compra con una moneda y mi mundo, vale más que una moneda.
Doy unos pasos caminando con cautela, y apoyada en el bastón mientras subo las escalinatas lo escucho, y sonrío ahora con gracia... espera... ¿Qué quiere demostrar?... Tiene una forma extraña para decir las cosas o para darle la vuelta a las cosas, no quiere decir ni quiere hablar, pero también dice cosas escondidas entre esas palabras que tratan de herir, ¿Quiere herirme o quiere besarme?... Pensé que yo era la loca en este sitio, pero creo que estoy equivocada. ¿Suficiente valiente o tonta?... puedo anexar, extremadamente curiosa. No me importa el dolor, pero me carcome la curiosidad. Mis pasos avanzan de forma instantánea puedo sentir los diferentes aromas de la noche, de la gente que pasa por aquellas calles. Las luces y todo se vuelve turbio, acomodo mi sombrero y adelanto para emparejarme a su lado.
-No soy una muñeca, ni un payaso, únicamente soy lo que hay, si quiere intentar herirme, hágalo, pero no respondo ante lo que pueda pasar. Le acompañaré, pero no prometo portarme bien, no soy de su sequito, ni su amiga, solamente digamos...que tuvo suerte de tenerme de compañía...
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Re: Una función para las almas solitarias (Aidan)
La espere afuera, si me permitiera divertirme aquella noche con su presencia finalmente me sentiría satisfecho de haber encontrado algo fuera de lo común a lo que prestar mis horas nocturnas. Pensé en las posibilidades o más bien casi certezas en el caso de que ella decidiera salir y acompañarme, por supuesto que también pensé en lo impredecible, algo con lo que podría contar viniendo de alguien como ella. La atracción por su figura fuera de lugar, su comportamiento absurdo, su falta de coherencia y su toque de locura, me llevaron en ese momento a idear un juego para ambos, para la muñeca que parecía estar echa de trapo y estaba rellena de cristal y para mí.
No pasó ni un minuto cuando ella estuvo parada a mi lado y empezamos a caminar juntos por aquellas calles parisinas donde la vida nocturna estaba en su plenitud. Escuche lo que decía como si no le prestara mucha importancia, después de todo era una advertencia que la mayoría de las mujeres hacían antes de entrar al juego del cual sabían las reglas, la moraleja de cualquiera de esas frases se resumía en tres palabras: “no juegues conmigo”. Sin embargo, el juego ya estaba trazado desde que ella había aceptado seguirme y una respuesta violenta, si fuera el caso de ella, a cualquiera de mis tentativas de diversión solo me causaría placer. No había dolor en el mundo, solo exquisitez, no había heridas sino gemidos que provenían de ellas y solo el extremo dolor podía conducirme al placer, suyo y mío, era una noche para dos.
-Si todas las mujeres prometieran no portarse bien estaríamos en mejores tiempos- dije finalmente sonriendo y girando un momento hacia ella para verla mejor. Entre las luces de la calle su rostro tenía otro matiz en comparación al visto en aquel teatro. La muñeca que cargaba a una muñeca y a un bastón no era un títere con cuerdas, era una inmortal con una vida inusual y una mente llena de ilusiones abstractas. -Y no creo que en la suerte pero quizá esté bien que uno de los dos crea en ella, nunca se sabe lo que podría ocurrir- finalicé y llegamos al final de una calle que encontramos oscura y sin muchos transeúntes.
Sabía dónde me encontraba y sabía a dónde dirigirme así que le hice una seña para que siguiéramos caminando entre callejones que me servían para hacer la ruta más corta hasta que llegamos a las calles centrales de Paris donde una vez más nos vimos entre multitud de gente y después de más o menos media hora de caminar en silencio nos encontramos frente a las puertas del Palacio Royal, propiedad de mi familia.
[TEMA CERRADO]
[Continua en el Palacio Royal]
No pasó ni un minuto cuando ella estuvo parada a mi lado y empezamos a caminar juntos por aquellas calles parisinas donde la vida nocturna estaba en su plenitud. Escuche lo que decía como si no le prestara mucha importancia, después de todo era una advertencia que la mayoría de las mujeres hacían antes de entrar al juego del cual sabían las reglas, la moraleja de cualquiera de esas frases se resumía en tres palabras: “no juegues conmigo”. Sin embargo, el juego ya estaba trazado desde que ella había aceptado seguirme y una respuesta violenta, si fuera el caso de ella, a cualquiera de mis tentativas de diversión solo me causaría placer. No había dolor en el mundo, solo exquisitez, no había heridas sino gemidos que provenían de ellas y solo el extremo dolor podía conducirme al placer, suyo y mío, era una noche para dos.
-Si todas las mujeres prometieran no portarse bien estaríamos en mejores tiempos- dije finalmente sonriendo y girando un momento hacia ella para verla mejor. Entre las luces de la calle su rostro tenía otro matiz en comparación al visto en aquel teatro. La muñeca que cargaba a una muñeca y a un bastón no era un títere con cuerdas, era una inmortal con una vida inusual y una mente llena de ilusiones abstractas. -Y no creo que en la suerte pero quizá esté bien que uno de los dos crea en ella, nunca se sabe lo que podría ocurrir- finalicé y llegamos al final de una calle que encontramos oscura y sin muchos transeúntes.
Sabía dónde me encontraba y sabía a dónde dirigirme así que le hice una seña para que siguiéramos caminando entre callejones que me servían para hacer la ruta más corta hasta que llegamos a las calles centrales de Paris donde una vez más nos vimos entre multitud de gente y después de más o menos media hora de caminar en silencio nos encontramos frente a las puertas del Palacio Royal, propiedad de mi familia.
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