Alaia Capadoccian

Nombre del Personaje: Alaia Capadoccian

Edad: 174 aparenta 20

Especie: Vampiro

Tipo y Nivel Social: Nivel Alto

Sexualidad: Heterosexual

Lugar de Origen: Italia

Fecha de Muerte: 15 de Marzo 1646

Habilidad/Poder:

Los posee por naturaleza:


Poderes a elegir:

Descripcion Fisica: Cabello muy oscuro, muy largo. Piel pálida (típica de los de su raza) De complexion delgada y figura definida. Se mueve gracilmente. Tiene los ojos de color gris por una extraña condición genetica, que se mantuvo después de su conversion.

Descripcion Psicologica: Debido a su pasado, tiene un objetivo muy claro en la vida y está decidida a hacer todo lo necesario para llevarlo a acabo. Debido a la naturaleza de su familia sabe guardar muy bien las apariencias, no se tienta el corazón para engañara a quien sea para conseguir lo que quiere. Generalmente tiene una actitud despreocupada, como una persona que no teme a nada porque ya lo ha perdido todo. Es amable y discreta, siempre lleva una sonrisa en el rostro. Solo utiliza su verdadero poder si es necesario, pero siempre busca la manera de volverse más fuerte.

Historia:

La miré muy atentamente mientras intentaba contarme, aunque las palabras se atropellaban en su boca, la verdad. Ahora parecía, a pesar de mis expectativas, que mi vida (por demás caótica) tomaría otro giro que la cambiaría para siempre. Mis ojos se abrían cada vez un poco más conforme escuchaba la descripción de los hechos tan pronto los sonidos tomaban forma al salir de sus labios. Ambas estábamos en peligro, lo sabíamos, pero esto era más importante, inclusive, que nuestras vidas.

La vampira frente a mi no solo era una gran amiga, era lo más parecido que había tenido a una figura materna y no quería perderla, pero en ese momento, mi mente viajaba cien años atrás… “TU NO LO MATASTE” Gritaba Beatrice con un tono de histeria en la voz. Fui consciente de que me había tomado de los hombros y me sacudía con fuerza, pero mi mente no estaba ahí.

Sería imposible contar a todo detalle los acontecimientos de mi vida humana, de la cual tengo mis recuerdos intactos, tal vez tenga que ver con que, son esos recuerdos los que generan un objetivo para mi condenada vida eterna. Y toda la situación que se había desencadenado en ese momento tenía que ver con ese pasado que hubiera sido mejor, para él, no haber vivido de esa manera…

Mi familia nunca había sido una familia modelo, al contrario, los Capadoccian son reconocidos por ser La Mafia Italiana. Mi familia controla todo “el bajo mundo” de esta ciudad: El tráfico de armas, drogas, violencia… desde tiempos inmemorables ¡Pero que no podría controlar una poderosa familia de vampiros! Desde hacía muchos años, según la historia que mis abuelos no dejan de repetir, nosotros somos los encargados de hacer “el trabajo sucio”.

El poderío de los Capadoccian no se centra en el dinero, tampoco en la numerosa cantidad de ciudades, alrededor del mundo, que controlan, este se basa en la habilidad de la “familia” para reconocer a aquellos chiquillos los cuales podrían servir para sus planes. Después de detectarlos, son “adoptados”, o mejor dicho: arrancados de los cadáveres de sus padres, para ser entrenados, luego convertidos y al final utilizados para cumplir con la obligación familiar. Yo, fui una de ellos.

Realmente no recuerdo nada anterior a mi adopción, pero en mi mente está el claro recuerdo del momento en que me presentaron a mis nuevos “padres”, el hecho de que mi recuerdo sea tan nítido es, posiblemente, que ese fue el día en que conocí al que sería mi hermano. Nuestra prolífica vida “familiar” se centraría en París. Desde ahí, mi padre controlaría Francia. El trabajo de mis padres (fuera del control del bajo mundo) era ayudarnos, a mi hermano y a mi, a tener completo control de nuestras habilidades antes de ser convertidos.

Mi hermano y yo crecimos muy unidos, ambos habíamos sido separados de nuestras familias y teníamos una empatía mutua casi irreal, al igual, ambos condenábamos nuestra forma de vida, lo único que nos mantenía felices, si es que siquiera conocíamos el término era Beatrice, la vampira encargada de nuestro cuidado cuando ni madre ni padre estaban cerca.

Sentí las manos de Beatrice por fin y pude ver sus ojos anegados por el sufrimiento. “¿Qué intentas decirme?” – le dije en un susurro inaudible inclusive para mi. – “SEBASTIAN ESTÁ VIVO” – Gritó con toda la fuerza que le dio el aire contenido en sus pulmones. Al escuchar esto hundí el rostro entre las manos.

Como si no hubiera pasado un siglo puedo recordarlo… Tenía apenas 14 años y, como era costumbre cada año, teníamos que viajar a Italia, Venecia, para ver a la familia. Las apariencias, los modales y los compromisos sociales eran temas obligados. Por una razón, la cual me fue revelada después de mi transformación y mi tragedia, yo tenía un lugar reservado en el palco del teatro de la familia al confiable lado derecho del líder de los Capadoccian. “L'incoronazione di Poppea” era la obra operística, pero, como buena chiquilla, el aburrimiento me mataba. Tal vez por mi sonoroso suspiro mi abuelo no se negó a que saliera a tomar aire, según mi pretexto, acompañada por Beatrice.

Esa noche salimos del teatro y ahí lo conocí, un niño encantador el cual miraba idiotizado la luna, no pude dejar de observarlo y tenía que acercarme, miré a Beatrice y ella me sonrío y asintió con la cabeza, alentándome a acercarme al niño. Pero mi capacidad solo me dejó acercarme, pues no pude decir nada. El volteó la vista y me sonrió, yo le devolví la sonrisa y me senté a su lado, el ostentoso vestido me estorbaba. Y ahí comenzó todo, hablamos mucho, tanto, que perdimos la noción del tiempo. Beatrice gritó mi nombre y corrí. El niño gritó en mi dirección: “Me llamo Sebastian, ¿Cuál es tu nombre?” sentí como la sangre me ruborizaba las mejillas y le grite: “Alaia, soy Alaia”. El hizo una reverencia un poco torpe, me reí y me alejé de la mano de Beatrice.

Mi madre me recibió con una mirada furiosa. En ese momento me dijo que no debía, bajo ningún motivo volver a ver a aquel niño. Lloré y me negué rotundamente, Beatrice me explicó que aquel era el heredero de la familia Sephyr… la familia enemiga de mi familia. Pero el destino nos unió de nuevo en las calles de París. El me dijo que había recibido la misma respuesta de su familia y tenía prohibido verme, por esta razón, escondimos nuestra amistad. En viajes furtivos nos veíamos y todo era como aquel primer día fuera de la ópera de Venecia. Al crecer, la amistad se convirtió en necesidad, la necesidad en pasión y la pasión, en amor. Fue una época de verdadera felicidad… pero como todo, iba a terminarse pronto.

Pude desencajar el rostro de mis manos y sentí las temblorosas manos de Beatrice rodeándome el cuerpo, seguía sin poder hablar, pero mi cuerpo me permitió decir en apenas un suspiro “Mate… a alguien… esa noche… mate a alguien Beatrice” – Sus ojos fueron de la preocupación a una compasión eterna y de pronto, todo fue claro…

En mi cumpleaños número 20 se me anunció lo inevitable, habría dos cambios importantes, mi conversión estaba cerca, eso era esperado, lo que me tomó por sorpresa fue el anuncio de mi matrimonio… todo había estado arreglado desde mi niñez… me quedé helada. Mi débil humanidad me traicionó, comencé a llorar como una niña a la que le han quitado un caramelo, las miradas de mis padres en mi rostro y Beatrice con expresión aterrada. “Sebastian” – susurré pero eso fue suficiente, en menos de un instante sentí un fuerte golpe en el rostro. Mi madre me había proporcionado un golpe lo suficientemente fuerte para tirarme de la silla, pero controlado como para no aplastar mi cráneo con él, lo cual le hubiera resultado sencillo.

El nombre que había pronunciado estaba prohibido, más que prohibido era una letanía. Mi madre salió de la habitación, mi padre, continuó en la mesa, con una expresión inescrutable. “Eso cambia los planes” – dijo con un tono muy calmado, casi podía adivinar una sonrisa a través de las lágrimas que inundaban mis ojos. “Beatrice” – dijo y esta lo miró asintiendo, ella sabía lo que tenía que hacer. Me ayudó a levantarme y me condujo a través del enorme corredor hasta mi habitación, mis brazos alrededor de su cuello y mis lagrimas en sus ropas. Al haberme tranquilizado un poco ella dejó la habitación, pero fue más que claro que me había encerrado.

Me tomó un segundo pensarlo ¿Qué haría mi familia en una situación así? La desesperación me llenó el cuerpo. Iban a matarlo. Me estrellé violentamente contra la puerta y comencé a golpearla, con todo lo que mi fuerza humana me permitía, pero me rendí. Mi pequeño hermano se acercó hasta la puerta de mi habitación y lloró conmigo, escuchándome y consolándome. No puedo estar segura de cuanto tiempo paso, pero alguien intentaba abrir la puerta, me abalancé hacía quien estaba ahí, intentando vencer su bloqueo.

Fue inmediata e inesperada la punzada de dolor que sentí alrededor de mi cuello. Y más aturdida por la preocupación que por el dolor perdí la consciencia enterrada en la mirada reprobatoria de mi padre.
A mi despertar me sorprendió todo, mis sentidos agudizados, la fuerza que sentía en el cuerpo, la dureza de mi piel… y el ardor insoportable en mi garganta… Me encontraba en una especie de calabozo, no había un ápice de luz… ni de vida… Poco a poco y olvidándome de todo lo demás mi consciencia comenzó a perderse por un frenesí incontrolable. Me sentía como una bestia enjaulada necesitada de matar.

Fuera de mi prisión comenzó un gran alboroto, lo que sonaba a una pelea, una gran pelea de seres inmortales, no era la primera vez que escuchaba algo así, pero si de una manera tan cercana… La puerta de mi prisión se tambaleó, una figura que yo reconocía muy bien entró, era mi padre, pero en ese momento, no le di importancia… era lo que llevaba en los brazos lo que yo moría por devorar, el olor me llenó no solo los pulmones, todo el cuerpo y me hizo estremecer, el ardor en mi garganta era indescriptible, como no había sentido nunca. Me abalancé al humano que llevaba en los brazos y lo despedacé, consumiendo desesperadamente su sangre que entraba a mi cuerpo como agua en un incendio.

Cuando ya no había una sola gota de fluido vital en su cuerpo pude pensar de manera más clara. Miré la expresión en el rostro de mi padre y no la entendí. Parecía… orgulloso… satisfecho. ¿Sería porque le satisfacía la idea de que hubiera abrazado mi nueva vida? Pero me miró soberbio y me dijo – “Ya hiciste mi trabajo… ahora salgamos de aquí” – Su trabajo… tardé unos segundos en descifrar el significado de aquella frase y estoy segura de que mi expresión se crispo… baje la vista… más lentamente que un humano hacia el cuerpo ensangrentado y distinguí sus facciones claramente… Era Sebastian…

En ese momento no solo me odié a mi misma, si no que repudié a la familia y a aquello en lo que me había convertido… Me vengaría de todos y destruiría al clan uno por uno… Esa noche, por igual, perdí a mi madre y a mi hermano en manos de la familia de Sebastian… la familia Sephyr.

Beatrice me regresó a la realidad, tomó mi rostro con delicadeza, haciendo más una despedida que un consuelo. “Mi niña…” – me dijo con expresión maternal – “Crece fuerte, tienes una habilidad increíble, por esa razón el líder Giovanni te conserva, tu eres la sucesora… pero eso te permite terminar con ellos…” – La miré cortando su despedida y rogándole una respuesta desesperada – “¿A QUIEN MATÉ?” – ella me miró perdida – “A tu hermano…” – No respiré…

“Gracias Beatrice…” – fueron mis últimas palabras antes de enterrar una estaca en su corazón, ella, con una sonrisa en el rostro. Incendié su humilde hogar y a la vista de las llamas esperé que mi familia, la cual iba en su caza por su decisión a contarme la verdad, llegara, respiré hasta recuperar la compostura…
A la sombra de mis familiares, tome aire para decir, en un tono de voz mayor al necesario – “Terminé con la traidora…” – con una sonrisa sarcástica – “parece que yo tengo que hacer todo su trabajo”



Datos Extras:

Gusta de la música, gusta de tocar el piano, el violin y el chelo; la escritura, la fotografía, la pintura, etc.
Odia el sentimiento de impotencia.
Le obsesionan el arte, los humanos y la vida en general.
Siempre lleva consigo un pequeño sketchbook en el cual dibuja o escribe todo aquello que vale la pena.