Había pasado varias noches sin beber. Dentro de su sed insoportable ya no recordaba cuantas noches y parecía como si su última presa hubiera sido en años. La brisa nocturna cargaba el olor de la apetitosa sangre humana, como incitándole a la locura. Soren se maldijo así mismo por no haberse alimentado a tiempo, dejar que la sed le embriagara era lo peor que podría ocurrirle a un vampiro, porque todos sabían cuan difícil era controlarse en un estado de frenesí.

Corrió saltando algunos tejados con sigilo, completamente convertido en una maquina asesina y sin ningún vestigio del culto profesor Kaarkarogf que solía ser en la colegiatura. Seguía a un ebrio infeliz que había abandonado un bar y se dirigía hacía el cementerio. Soren aminoró el paso, cada poro de su piel aspirando el hedor de la sangre, sintiéndo el latir de su corazón, casi degustando la calidez de su piel.

Entonces justo cuando pensaba saltar sobre él, detectó la presencia de otro ser en el lugar. Miró a su alrededor agazapado en la oscuridad, escuchando una leve canción, una voz, fría, seductora, una mujer.

-Maldita sea- Susurró observando como su presa se acercaba descuidadamente hacía el lugar donde provenía la voz.

La chica dueña de tan macabra canción apareció en escena frente al hombre, sin vacilar saltó sobre él y este en vano, confundido con su belleza intentó tocarla pervertidamente. En otro momento Soren habría reído con la osadía del viejo, pero en ese momento, no tenía más pensamientos coherentes que los que la sed le permitía. Debía beber pronto o sabía lo que pasaría después.

Perdería completamente el control.

Y Soren odiaba perder el control. Todo en su vida estaba sistemáticamente controlado, desde su trabajo en la tienda hasta sus clases en la universidad, aunque no fuera necesariamente ordenado, tener el control de las cosas que lo rodeaban le hacía sentir seguro. Pero perder el control era... peligroso y la última vez que recordaba que se había dejado llevar por sus instintos, había terminado medio muerto casi a la luz del día con 4 costillas rotas y un mordisco terrible mordisco de hombre lobo que tardo en sanarse meses en su hombro izquierdo.

Ahora tenía frente a si mismo a una peligrosa creatura, sonriéndole, incitándole, desafiándole y peor aún robándole la presa que le pertenecía en frente a sus ojos.

Le enseñó los colmillos intentando intimidarla, como un animal, pero ella simplemente mordió el cuello del humano y se perdió en el placer que esa sangre le otorgaba. Soren no tenía un 'territorio' de caza definido, como tampoco se había encontrado en una situación donde otro vampiro le arrebatara tan imprudentemente lo que era suyo, por lo que sólo pudo sentirse confuso y extraño mientras observaba a la mujer beber avidamente.

¿Debía lanzarse y arrancárle el cuerpo del humano? Seguramente terminarían desturyéndolo en pedazos y la sangre se perdería... o quizás ¿Debía lanzarse y morder un brazo del hombre para alcanzar a beber algo?

Por favor Soren, ¡escucha las idioteces que estás pensando! se dijo así mismo. ¿Vaz a rebajarte a compartir una presa? ¿a morder las sobras?. Definitivamente por mucha sed que sintiera, también tenía dignidad. El alto hombre nordico, abandonó las sombras y se mostró a la luz de la luna con una desagradable mueca en su rostro.

- Eso... no fue muy amable de tu parte - Comentó molesto. Empuñando las manos intentando ignorar la sed, pero sentir como el corazón de la victima se debilitaba poco a poco, era una tentación demasiado irresistible.

Ella bebió vio del ebrio infeliz por lo que pareció una eternidad para Soren, luego le soltó y lanzó lejos con desden, su mirada fija en él, desafiánte, arrogante como ninguna otra mujer había visto hasta ahora. La herida en el cuello del hombre moribundo comenzó a sangrar avidamente, el elixir carmesí, fluyendo libre por su piel aún caliente, gemía suavemente entre respiración entre cortada y Soren no pudo más que desviar la mirada hacía el ser humano que ahora en medio de su tormento, vagamente reconocía como algo más allá que un pedazo de carne.

El último hilo de su cordura le decía que escapara de ahí, atacara a otro humano cualquiera rápidamente y regresara para vengarse de la atrevida vampiresa, pero muy a su pesar, lo que temía estaba sucediendo, estaba entrando en ese frenesí desquiciado en el que pocas veces se permitía caer, su mente dejó de hilar los pensamientos coherentemente y como en un cantico melodioso de alguna ninfa demoniaca, escuchó la voz de ella, dándole permiso para acabar con el humano.

Humillándolo.

Soren ya no era Soren. El joven profesor de historia de arte y literatura clásica de la universidad había desaparecido, el extraño pero simpático vendedor de objetos curiosos y anticuados cercana a la plaza, se había esfumado, ahora solo quedaba lo que realmente era y que tanto deseaba controlar: El demonio asesino. El instinto animal.

Sus irises dilatadas fijas en la presa, en la sangre que goteaba, se desviaron en el último segundo para posarse en la aterradora creatura a su lado. Soren saltó y en instantes estuvo frente a ella, aquello no tenía sentido, pero ni siquiera de eso era consciente, su mano enguantada tomó la nuca de la mujer con una fuerza sobrenatural y sus labios se unieron a los de ella en lo que al parecer era un beso.

El beso o lo que fuera duró unos segundos y Soren degustó el sabor de la sangre en los labios de ella, recordándole la verdadera razón del porque estaba allí, ella le empujó casi con la misma fuerza con la que él la había tomado, le miró con desprecio, una expresión que en otras condiciones hubiera causado una reacción completamente opuesta a la que Soren estaba teniendo en ese momento, pero una vez más, esa bestia asesina no era Soren Kaarkaorgf.

Le amenazó y le llamó orgulloso. Algo en esa humillación le excitó de alguna enferma manera que no lograba entender. Giró su rostró con una medio sonrisa macabra, extraña, impropia en el siempre tranquilo y callado Soren que mostraba ante la sociedad y saltó sobre el humano agonizánte, desgarrándole la garganta con fuerza, la sangre manchando sus mejillas y la bufanda de terciopelo azul oscuro que traía enrrollada al cuello.

Bebió largos tragos con desespero, casi atragantandose con el elixir, sintiémdolo llenar su cuerpo y sus pensamientos paulatinamente regresando a su sitio en su cabeza. Lentamente, regresándole la cordura que minutos antes había perdido.

El corazón del hombre se detuvo y Soren separió los labios ensangrentados unos segundos antes y se quedó mirando perplejo el cuello destrosado de su victima, sus pupilas dilatadas regresando lentamente a la normalidad, aún tenía sed, pero era controlable, ya no estaba en frenesí. Parpadeó como si aquello fuera una grotesca pintura expuesa en un museo y por unos instantes no recordó lo que acababa de suceder.

Se quedó un rato más allí como pasmado y entonces se giró lentamente, su mejilla izquierda manchada con salpicaduras aleatorias, sus labios y nariz completamente rojos. Una visión no muy agradable para una persona incauta, pero quizás algo común entre los monstruos que eran. Se quedó mirándola y entonces como un flash deslumbrante el recuerdo de los labios de ella llegó a su mente. Soren abrió los ojos de par en par y sus mejillas se sonrojaron convinandose con el color de la sangre.

Soren no recordaba cuando había sido la última vez que había besado a una mujer. Creía haber estado vivo cuando eso pasó y esos eran tiempos antidiluvianos. Ahora recordaba vagamente haber saltado sobre la chica como un idiota sin modales y haberla forzado a un extraño beso. Cerró los ojos y arrugó el entrecejo avergonzado. ¿Que mierda acababa de hacer?.

Se había dejado llevar por el frenesi y ahora había un pobre hombre destrozado en el suelo, había besado a una desconocida y su rostro y bufanda estaban manchados de sangre. Soren no era un distinguido burgues o noble, pero si tenía una imagen pública como maestro que mantener. ¿Que pasaría si casualmente algún conocido de la universidad le veía cubierto de sangre a media noche en el cementerio?, perdería su trabajo de seguro. Después de todo, ¿Cuantos alumnos están dispuestos apasar por alto que su profesor tenga perversas inclinaciones por los muertos?.

Estaba perdido en esos pensamientos cuando la mujer, había hablado de nuevo, se había desgarrado el vestido y ahora usaba la tela para limpiarle la cara. Soren se quedó mirándola como sin reaccionar mientras ella hacía aquello, por primera vez siendo consciente de la belleza de la creatura que tenía frente así mismo.

- Lo...lo siento - Murmuró sin darse cuenta, sus mejillas adquiriendo cada vez un sonrojo más intenso impropio de los de su raza. - Yo... este... no debi... - Vaciló sin poder abordar el tema del beso y sin poder explicarlo - No era yo... mismo... la sed - Intentó decir - Gracias - Sujetó el pedaso de tela y comenzó a buscar dentro de su gaban oscuro su billetera - ¿Cuanto debo pagarle por el vestido roto? - Agregó, después de todo, era lo menos que un caballero podía hacer.

¿Se podía ser más patético y miserable? pensó Soren al escuchar la respuesta de la chica. Primero había perseguido a un humano borracho, la presa más fácil de todas y aún así había permitido dejarle escapar hacía el cementerio, luego como siempre, se había intimidado al sentir la presencia de otro vampiro y como era de esperarse, esta le había robado la presa. ¿Porque no había saltado inmediatamente sobre el humano sin importarle la presencia de ella?, probablemente se habría alimentado sin problemas, no había entrado en frenesi y el resto de la historia no habría ocurrido. Pero ahí estaba él, después de haberse descontrolado por completo, después de haberse humillado a beber lo poco que quedaba del ebrio, siendo una vez más intimidado por una mujer.

No era la primera vez que otros se aprovechaban de su ingenuidad. Pero ciertamente nunca había sido timado directamente en la cara. Debía reconocer que la chica era astuta como una zorra, una superviviente en el mundo de las sombras.

Con un largo suspiro sacó lo que había en sus bolsillos. Un reloj muy viejo y oxidado que se había detenido a las 6 en punto, un dado sucio, tres botones de diferentes colores, un frasquito de vidrio con tinta negra, una pluma de gallina. Un momento ¿Que hacía una pluma de gallina en sus bolsillos?. Soren se sintió aún más avergonzado.

- En realidad... no tengo mucho - Comentó azorado, abrió la billetera y sólo tenía un par de monedas - Maldición esto es ridículo... - Murmuró más para si mismo que para ella - Sólo intento ser cortéz, pero como puedes ver soy un pobre diablo y este es definitivamente mi día de la mala suerte -

Sabía que no tenía porque darle dinero a ella, cuando había sido ella la que había causado el desastre en primer lugar, pero alguna parte secreta y escondida en Soren, disfrutaba de manera mazoquista aquella humillación...

((Off rol: checa esto :3 https://victorianvampires.foroes.org/z-o-n-a-p-h-o-t-o-s-h-o-p-f12/diario-de-un-vampiro-antisocial-por-que-soren-no-tiene-amigos-t854.htm#8620 ))

Ciertamente le avergonzaba el hecho de tener cosas absurdas en los bolsillos, pero cuando se trabaja en una tienda de antiguedades se suelen cargar objetos absurdos e incervibles. Aunque no por ello, menos valiosos o con menos historia. Cuando ella habló catalogándo su nivel económico con tanta franquesa y comparandolo con el suyo, se sintió un poco aliviado.

No le gustaban los vampiros o humanos de la clase alta, el dinero a veces convertía en las personas en espantosas creaturas frívolas. Una persona con poco, sabía valorar mejor los objetos y en algunos casos la vida misma. Estaba claro que la vampira tenía una idea particular de lo que era valorar una vida, gracias a la manera sanguinaria con la que había acabado con el pobre hombre, pero no por ello era menos interesante.

Supervivencia. Odiaba el concepto. Porque había una clara diferencia entre sobrevivir y 'vivir'. Soren había sobrevivido más de 300 años y se preguntaba si algún día comenzaría a 'vivir'.

Entonces la chica le beso y algo en su interior se encendió. Un fuego que no recordaba sentir desde que había muerto. Un escalofrío delicioso que le recorrió despacio por la espalda.

- Soy Soren Kaarkarogf - Le informó luego del beso, sintió el frio que esos labios habían dejado al alejarse y deseó volver a sentirlos, pero dudó. - Es cierto, no tengo nada más que una tienda de antiguedades en el districto comercial y un trabajo de medio tiempo en la universidad - Desvió la mirada hacía el suelo, sus mejillas de nuevo coloreadas - Esta es sin duda... la situación más extraña gracias a la cual he conocido a una mujer... y quizás suene irrespetuoso o inapropiado pero... ¿Podría besarme de nuevo? -

Le miró de nuevo y todo en él reflejaba una necesidad de contacto invisible. Una sumición que pocas veces demostraba tan claramente frente a otra persona.

(( Off rol: deberíamos hacer un trio con Wyatt... ))

Escuchó el nombre de ella y de inmediato supo que era Ruso. Él era Sueco y después de todo, en Suecia se aprende Ruso debido a la cercanía de ambos países. Ahora entendía el porque sus rasgos le parecían vagamente familiares. El demonio que tenía frente así, disfrazado de preciosa jovencita, le reveló que sólo tenía una casa deshecha y unas manos que en vez de tocar distinguidos pianos de cola, robaban a incautos transeuntes.

Normalmente la gente no va por ahí fácilmente diciendo que no tienen en donde caerse muertos, con orgullo, aunque en este caso en particular, ella, ya estaba muerta, pero el punto era que, aceptar que uno es pobre y un ladrón, no es algo que se dice libremente. Curioso, ella lo decía como si le enorgulleciera no tener nada. Como sí, esa particularidad de su forma de vida le hiciera diferente y eso le gustara. Definitivamente debía saber más detalles de eso, pero primero tenia que saber como salir del problema en el que estaba metido.

Y estaba justo pensando en como salir de ese problema tan incómodo, cuando sintió un cosquilleo en su cuello. No fue consciente al comienzo de que se trataban de unos labios, los mismos que había sentido antes, porque cuando Soren se perdía en pensamientos y ensoñaciones, el mundo podía destruirse a su alrededor y él no se daba por enterado.

Dio un saltito, como un gato cuando es sorprendido por su amo escondido en una esquina de la casa, la lengua de ella, húmeda, recorrió su cuello como una serpiente, Soren empuñó las manos con fuerza, contuvo la respiración y una visión no muy encantadora de ella enterrándole los colmilos y destrozandole el cuello cruzó fugazmente por su mente, el hombre semidestrosado aún yacía en el suelo con toda la sangre esparcida por ahí descuidadamente y esa misma bestia sanguinaria ahora paseaba sus labios por su cuello y subía hasta su mejilla.

Soren temblaba, no muy seguro porqué. Estaba luchando por controlar su cuerpo y quedarse quieto, pero sus puños temblaban y los nudillos se habían vuelto blancos por la fuerza. Soren odiaba el contacto físico. Tocar a la gente o ser tocado por alguien le desconcertaba, justo como en ese momento. No tenía la más remota idea de lo que debía hacer.

Entonces ella le besó en los labios.

¿En serio? ¿A mi? Se preguntó y se quedó con los ojos muy abiertos viéndo el rostro de ella tan cerca suyo, ella lamió sus labios y una vez más Soren no supo que debía hacer. Le había pedido un beso, si, pero creyó que recibiría un casto beso como el anterior. Algo travieso quizás, pero rápido e inocente. Quizás realmente no estaba esperando que ella se lo tomara en serio y lo besara como se besan los amantes, quizás era porque no tenía idea de que tipo de besos daban los amantes por esos días... ¿PERO EN QUE DEMONIOS ESTÁS PENSANDO? eh, tu idiota, si tu, Soren Kaarkarogf ¿Estás pensándo tantas cosas mientras una de las mujeres más descaradamente sexis que has visto en toda tu patética vida te está besando? ¿Que haces ahí parado nada más mirando? ¡Muévete idiota!.

Parpadeó escuchando la voz en su interior y pareció reaccionar. Abrio los labios y tímidamente aprisionó el labio inferior de ella, lo chupó suavemente y lo soltó. Se apartó un pasó como si hubiera tocado una araña peluda y no a una mujer. Se quedó mirándola con una cara total de idiota y a eso, había que sumarle que sus mejillas estaban tan coloradas como los botones que se había sacado de los bolsillos.

(( off: OMG! acabo de darme cuenta de todo lo que escribí D': lo siento si me quedó tan largo y no pasó nada .__.'))

Soren se quedó sin habla. Sin duda las palabras eran más impactantes que las acciones mismas. ¿Él interesante? ¿Quería conocerle más? ¿A él?. Aquello era tan ridículo e ilógico como la forma en como se había conocido con aquella mujer. No entendía porque, su estomago se revolvía. No entendía lo que sentía y no tenía idea de lo que debía hacer.

- Agr...adesco esas palabras tan bonitas - Comentó llevándose las manos a los bolsillos, un gesto que siempre aparecía cuando se sentía inseguro. - Pero ciertamente está no es una situación adecuada para dos personas conocerse mejor - Agregó, recorrió el suelo con la mirada, observando los pedruscos, las ramitas caidas, un par de cucharrones solitarios estaban a punto de meterse en un agujero.

- Te.... - Se detuvo. ¿Sería capaz de hacerlo?. Él nunca había tomado la iniciativa, a decir verdad, pasaba más tiempo encerrado en la biblioteca o en su tienda que interactuando con la gente, así que su inexperticia le hacía sentir idiota. Pero ahí había una dama, hermosa no por su fisico, sino por su suciedad. Era, tal y como decía su pintor favorito, Henri de Toulouse-Lautrec, la belleza en la decadencia, era la más exquicita. Entonces ¿Porqué dudaba?.

- ¿Te... gustaría tomar un café conmigo? - Preguntó finalmente, y algo se rompió en su interior. Alguna barrera invicible. Había dado un paso él sólo.

No sabía como ni porqué pero finalmente había logrado decirlo. Había tomado el primer paso e invitado a una dama a un café. Todo hombre Parisino en su vida habría alguna vez invitado a una dama a un café o a cualquier otra cosa, tan fácilmente como el acto mismo de respirar, pero para Soren aquel era como el descubrimiento de que la gravedad: Un gran cambio para la humanidad. En su caso particular un gran paso para si mismo.

Estaba pensando en invitarla a su café favorito, le moulin bleu, acojedor, discreto e inclusive romántico. Entonces escuchó la proposición de ella. ¿Su casa?.

- ¿Su casa Madame? - Soren no pudo evitar que la sorpresa se reflejara en su rostro. ¿Ir al refugio de otro vampiro? De donde venía Soren ese tipo de invitaciones no se hacían a no ser que, se tuviera un vinculo o una cercanía muy grandes, confiar en otro vampiro lo suficiente como para meterlo en su refugio era algo que a Soren jamás se le había pasado por la mente. - Eh... yo... estaba pensando en un café... le moulin bleu - Comentó azorado sin saber como responder a tal intima propuesta.

- Apenas... nos conocemos... no creo que sea apropiado... - Comentó dudoso, a decir verdad, aunque sus besos fueran deliciosos, no podía olvidar el hecho de que esa mujer frente a él, era la misma que minutos antes le había robado su presa sin vacilar y que luego había intentado timarle, no podía evitar sentir desconfianza.

Aquello era infinitamente extraño. No sólo era la forma en como se había conocido sino también, el que la vampira ahora estuviera hablandole de manera civilizada. ¿Acaso sería que la mujer tendría un lado oculto como él? ¿que se le dificultara controlarse así mismo y lo que vio antes había sido parte de esa faceta?. Suspiró ¿Quien era él para jusgar a los importales si ni siquiera podía consigo mismo?

Quizás estaba previniendose demasiado o quizás no. ¿Pero que era lo peor que podría pasar?

Ah, si terminar siendo consumido por el fuego o estacado en el corazón. No se podía confiar en ningún vampiro, eso lo sabía. Pero había algo, un deseo insano de saltar al vacío y entregarse a los ojos demoniacos de esa chica rusa, algo que le decía que el resto podía irse a la mierda, sólo por vivir con fuerza unos instantes.

- Siento ser mal educado, no es mi intención - Comenzo a explicar, sacudiendose el gaban con las manos - No es que no quiera ir a su refugio - Continuó avergonzandose con cada palabra - Es sólo que... es la primera vez que una... vampira... me invita a su casa... y no estoy acostumbrado... no se que debería hacer - Finalizó.