Suzerain ••

por **Eiryr Leuscher** Lun Mayo 02, 2011 1:37 pm

La noche cae rápida y silenciosa, apenas es posible admirar la muerte del astro sol en el horizonte del cielo antes de darle paso al reinado de la madre luna, que brilla elegantemente en el firmamento, bañando con su luz de plata liquida cada rincón del lúgubre cementerio, tierra de cadáveres donde los huesos chocan entre sí. El viento helado silba entre los árboles con un murmullo escalofriante imitando el lamento de un ánima en pena, más sin embargo, lejos de causarme miedo, siento como mi piel se eriza deliciosamente…

Estar en casa es sumamente aburrido, fingir dormir en una enorme cama con dosel y luego huir por la ventana cuando la luna te invita a jugar es mucho más divertido. Descubrir París cada noche, revelar sus secretos y guardar otros tantos.

- Más allá de su agonía envuelta de una niebla espesa, el carruaje negro atraviesa el puente edificado por estos cadáveres – Adoro como suena mi voz en el eco del cementerio.

Con paso elegante, grácil y felino continúo mi recorrido pisoteando la morada de los muertos y no tengo la mínima consideración de detenerme a ver de quien es el terreno que pisoteo, de todas formas sus dueños no podrán reclamarme nada. Ahora observo los altos muros que rodean la ciudadela de los muertos ¿Por qué han de ser tan altos? Si los que están afuera no quieren entrar y los que están dentro, no pueden salir…

Más siento una presencia que me sigue ¿o estaba antes que yo? Pero su aroma se confunde con la mezcla que existe en el aire, tantos seres que cruzan el mismo lugar que yo recorro. Sentándome sobre una de las tumbas de alguien que no me interesa en lo más mínimo saber, crucé elegantemente una de mis piernas sobre la otra, y con mi mano diestra empiezo a enroscar infantilmente un mechón de mi cabello.

- ¿Sabía usted, quien quiera que sea, que es de mala educación acechar a hermosas damas como yo?...

por **Kwon Jae Wook** Mar Mayo 03, 2011 2:13 pm

Mientras para algunos la huida del sol tras el horizonte, significa el final de un día, las madres acuestan a sus pequeños y los hombres buenos abrazan a sus esposas con amor, y los otros más, vagan dando tumbos alcoholizados por al ciudad, el coreano se levanta de su lugar de descanso. Para el su “día”, apenas comienza. Cuando sale a las calles, cosa que hace a una velocidad de poseído, aún puede oler el rastro del sol en las piedras del camino. Sentir las caricias que el astro dejó en cada pared.

Desliza sus dedos largos y fríos, como si quisiera adueñarse de ese calor que él no posee. Aquel mismo que perdió. El mismo que añora. Si, el extraña aquellos días en los que corría como un chiquillo de rodillas raspadas, colina abajo, allá en las tierras de su padre. No puede hacerlo más. Jamás volvería a sentir el abrazo del calor del sol. Ni siquiera de uno humano. Las personas parecían rehuirle, sin saber el motivo en verdad.
Era… como si fuera un inepto para relacionarse con un ser pensante. Quizás las lápidas del cementerio, fueran más amigables con él.

Saltó la verja que cuidaba aquellos cuerpos, que bajo la tierra, yacían inmóviles sin más futuro, que irse desmoronando, volverse tierra y nada más. El cabello se le revolvía e introducía pro momentos dentro los ojos y le hacia cerrarlos. Pero apenas sentía lo fresco que era. Se encaramó en la rama de uno de aquellos árboles siniestros, apenas apoyando su peso de manera cuidadosa. Con una rodilla doblada, y la otra pierna colgando. No habia nada vivo en aquel lugar.

”Que soy, al final de cuentas, solo una burda imitación de un ser humano. Superior en algunas cosas, Pero un ser monstruoso, bello, pero un ser antinatural. No hay nada que dé más pena que yo…

Habia noches como esa que se permitía quitarse la mascara de chiquillo malcriado, y dejaba que el joven Jae Wook que fue cuando estaba vivo, saliera por completo. Pero en ese momento, un efluvio le llega, cargado por e viento. El sabor de la sangre inconfundible, pero tiene un toque diferente. Como si eso importara. Al final, solo es un prospecto de comida para él. Logra enfocar su vista, y la ve. Una mujer de aspecto lóbrego. Rostro sobrio y que advierte a que te andes con cuidado. El coreano arruga el ceño. Al parecer la desconocida que entró en su perfecta escena de muerte y frialdad, con sus pálidas mejillas, que sin embargo, tenían el toque perfecto de carmín, que un ojo humano no podría notar como él, se había percatado de su presencia. Sonrió de medio lado, ahogando una exclamación parecida a un jadeo en su garganta.

Quería picarla. “hermosas damas”. Graciosa. El coreano siempre alegaba de ser un chico atractivo. La verdad, no era para nada poco agraciada, pero sabia que no podia jugar con ella. Solo empleó su tono de inocente malicia
- Ya lo dice, hermosas damas, y por aquí, no veo a nadie con esa descripción… --Vaya, alli iba de nuevo. Quizás por eso, el mundo lo odiara, pero no podia cambiar de la noche a la mañana. Con gesto indiferente, desvió la vista al cielo

Suzerain ••

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