Lynette Woolf

Cabello castaño y largo, algunas veces con ondulaciones y otras veces lacio totalmente. Le gusta llevarlo generalmente suelto o recogido pero sin tocados, ni sombreros, algo sencillo y práctico. Sus ojos son de un color verde tirándole a gris, o se podría decir que son grises tirándole a un tono verdoso. Cejas delgadas y bien arregladas, pestañas negras y siempre rizadas. Labios finos de un color rosado, siempre con la forma de una sonrisa encantadora. Piel blanca y algunas veces bronceada. Cuerpo delgado y exquisito, espalda bonita, piernas bien formadas y manos de princesa. Voz suave, melodiosa como si se tratara de un ángel. Alta, elegante, con porte.

Lynette se caracteriza por ir siempre sonriendo. No importa a quien sea, en qué lugar, ella siempre tendrá una sonrisa hasta para el más amargado de los seres. Se preocupa por los demás y hace lo posible para que se sientan bien. Incluso cuando está sufriendo alguna pena, ella lo ocultará con una bonita sonrisa, con un "Estoy bien" o "No pasa nada", pero claro, todos sabemos que cuando se acumula tanto dolor, este puede llegar a explotar dando como resultado algo no tan agradable.

Sufre sus penas en silencio, tranquila y en total soledad. No le gusta que la vean de una forma tan débil, indefensa. Prefiere tragarse la tristeza, el odio, el rencor encerrada en su biblioteca, leyendo conjuros o preparando brebajes en la cocina. Nunca habla con nadie sobre sus problemas pues no son de la incumbencia de nadie. Sus lágrimas siempre son recolectadas en pequeños frascos de cristal, utilizados para sus pociones o simplemente para recordar por qué fue que lloró y no volver a hacerlo.

Es una mujer que nunca se dará por vencida. Lucha por lo que más quiere, por lo que desea, no importa qué tan difícil sea el camino para lograrlo, ella siempre alcanzará su objetivo. Le vale un carajo qué tenga que hacer para conseguir su meta, es capaz de matar hasta una criatura inocente, es capaz incluso de dar su vida para que algo funcione, aunque claro... Prefiere sacrificar a otros en vez de ella. Puede parecer una buena persona, pero enojada puede parecer el mismo demonio. Es raro que tome venganza de algo, pero cuando lo hace, lo hace a matar.

Altruista. Buena persona. Siempre se preocupará por los demás, ella hace uso de la magia para el bien. Conjuros de protección, brebajes para la sanación y más. Aunque si alguien que es muy allegado a ella resulta ser lastimado de cualquier forma, puede hacer uso de sus poderes para hacer daño, mucho daño. Es bueno ser amigo o amiga de Lynette, pues se encuentra en ella a una persona leal y fiel, nunca traicionará a sus seres más queridos, siempre estará para ellos pase lo que pase.

Corría un crudo invierno en 1780. Fue el 8 de Enero de ese año cuando la familia aristócrata Woolf tuvo a su primer y único hijo. El parto había sido demasiado complicado, peor no fue tanto como la duración del embarazo. Alexandra, la madre de Lynette, tuvo que estar en reposo la gran mayoría del tiempo, lo cual era demasiado raro para ser verdad, pues siempre fue una mujer de gran resistencia y buen salud. Fue el día del nacimiento de la pequeña, cuando la partera llegó a la conclusión de que había sido la pequeña la que había robado toda la energía de su madre, pues cuando esta nació, Alexandra falleció justo después de darle un cálido beso de amor y bienvenida a su pequeña hija. ¿Cómo supo eso la partera? Fácil, ella era una bruja y todos en la familia lo sabían, trabajaba para ellos como una más en la servidumbre.

Quizás se piense que a falta de madre, su padre le daría todo para que creciera de una forma adecuada... pero no fue así. Su padre la odió tanto que nunca la vio a la cara, no quería conocer por ningún motivo a la cosa que le había arrebatado al gran y único amor de su vida. El señor Woolf se fue perdiendo poco a poco en el alcohol, hasta que un buen día, se ahogó por completo en él. ¿Pudo este hombre ser tan malo como para dejar a su hija en la calle? Claro que no. A pesar de nunca haberla querido, le dejó toda la fortuna de la familia, todas las propiedades repartidas en Inglaterra y algunas otras en varias partes de Europa. Dejó como tutora de la niña a Anne, la bruja.

Lynette creció entre vapores misteriosos de diversos colores, entre plantas exóticas, líquidos de gran poder, rodeada de libros con letras prohibidas por la sociedad. Anne, su tutora y madre sustituta le enseñó todas las artes sobre la magia. Lynette en cambio, fue una excelente alumna, siempre poniendo atención a cada una de las lecciones de Anne, siempre con sed de saber más y más sobre la magia. La bruja no hubiera enseñado nada a la niña si esta no hubiese tenido el don, recordemos que fue Anee la que supo desde el momento en que Lynette llegó al mundo, que tenía dones especiales y poderosos.

El tiempo pasaba y con él Lynette se hacía toda una señorita, su cuerpo ya cambiaba y dejaba atrás el cuerpo de niña para dar la bienvenida a el cuerpo de una mujer. Anne por el contrario se hacía cada vez más vieja, las arrugas quebraban su piel, manchas aparecían en sus manos y su cuerpo se hacía cada vez más débil. Que curioso que los roles cambiaron con el paso de los días. Lynette era la que cuidaba de Anne, y lo hacía con demasiado gusto.

Fueron en estos años donde la señorita Woolf incrementó su conocimiento sobre la magia blanca, al igual que sobre la magia negra. A falta de una maestra que le siguiera enseñando, ella sola se hizo cargo de su aprendizaje, experimentaba con pociones pequeñas las cuales vendía a aquellas personas que solicitaban de su magia. No vendía por necesidad, pues ella tenía una gran fortuna que crecía gracias a la administración de su tío Alfred.

Llegó el año de 1800 y el primero de enero Anne falleció por problemas respiratorios. Lynette estuvo con ella hasta que dio su último suspiro. Tomadas de la mano, la bruja anciana le hizo prometer a la pequeña que solamente usaría la magia para hacer el bien, para ayudar a las demás personas y nunca para dañarlas. Lynette lo prometió, pero dijo que usaría la magia negra cuando alguien le hiciera mucho daño.

Decidió irse a Francia, a la ciudad de Paris, en donde tenía una residencia que había sido propiedad de su madre. Ya nada la retenía en Inglaterra, quería volver a empezar, conocer gente nueva. Lo único que traía de Londres era el material necesario de toda bruja. Libros por montones de magia blanca y negra y por supuesto, el recuerdo de su madre Anne.