Manchas del pasado(libre)

Desde el momento en el que pongo un pie dentro de París, no puedo dejar de admirar elementos no apreciables en otras de las ciudades que he visitado en mi peregrinaje por Francia como: la belleza de sus infraestructuras, la diversidad cultural de su población o la peligrosidad latente en sus calles. Respecto a esta última característica, la cual quizás sea la más reseñable; mis instintos sobrenaturales me indican que ni mucho menos soy un ser excepcional en este lugar y que por lo tanto no es nada descabellado pensar que eludir los problemas en esta urbe sea una tarea mucho más complicada que en otros lugares. Por otra parte, no puedo evitar sentir una contraposición de sentimientos, por un lado estoy algo emocionado ya que desde hace bastantes meses que no estoy rodeado por tanta gente, con lo que ello implica, y por contra, estoy nervioso al encontrarme en un paraje en el que no me desenvuelvo demasiado bien.

Tras caminar durante algo menos de una hora por las calles, decido pararme a descansar un poco al lado de una joyería bastante transitada. Deposito la bolsa con mis escasas posesiones en el suelo y al lado dejo la caja del violín de Eli(instrumento que perteneciera a la hechicera que me hizo comprender los secretos del licantropismo). Otra de las circunstancias que me sorprende de la ciudad, la cual está directamente ligada a mis manías personales-durante los últimos años me he acostumbrado al silencio y a las melodías de la naturaleza como compañías de existencia-es el bullicio y el tumulto típico de un gran núcleo social, elemento que perturba mi estabilidad. Sin embargo esto no tiene que suponer ningún problema ya que realmente no tengo ningún objetivo en París mas allá que el de buscar algo que hacer hasta que comience mi siguiente viaje; desde hace unos años mi vida sólo radica en eso, existir de la manera más intrascendente posible. Puede sonar triste, e inclusive alguno podría considerarlo patético, pero para mí es suficiente, no puedo pedir nada más siendo un ser maldito cuyas zarpas están manchadas de sangre.

Una pequeña trifulca me arranca de mis pensamientos y llama mi atención. En la entrada de la joyería un hombre bien parecido y de vestimenta elegante parece estar recriminando a una mujer el hecho de que se la haya olvidado un anillo. La chica va vestida de forma humilde y por la forma con la que acata el tono ofensivo del individuo-agachando la cabeza-deduzco que se trata de su sirvienta. No puedo evitar evocar mi infancia, época en la que mis diferentes amos buscaban cualquier excusa para demostrar su superioridad en forma de palizas que habitualmente se extendían durante noches enteras. Algo dentro de mí se altera cuando veo al individuo alzar su mano derecha para golpear a la chica, no puedo evitarlo, no puedo dejar que ocurra. Recorro el metro que me separa del conflicto y antes de que el hombre pueda soltar el golpe, lo agarro del antebrazo. El individuo me mira con un gesto de ira en su rostro buscando una explicación, la cual no tardo en proferir.

-Lo siento señor pero no puedo permitirlo-Agarro con fuerza el brazo del noble, impidiendo que pueda moverlo ni lo más mínimo.

-¿Y quién se supone que eres tú para interrumpir una conversación con mi criada?-El hombre suelta las palabras de una manera tan abrupta que por un momento estoy a punto de confundirlas con un dialecto de lo más recóndito de Francia.

-No soy ni más ni menos que usted, pero se lo pido por favor, no la haga daño.

La tensión del rostro del noble cada vez se acrecienta más, endureciendo sus rasgos de una manera para nada aconsejable. Poco a poco alrededor de nuestra posición se comienza a reunir un grupo de curiosos intrigados por la escena, circunstancia que torna en aún más incomoda la ya de por sí peliaguda situación. Suelto el brazo del hombre en el momento que siento que lo baja, sin embargo, su intención no es la de reducir su agresividad, sino dirigirla hacía mi.

-No puedo pasar esto por alto sucio plebeyo, ¿cómo piensas compensar este desagravio?

No necesito observar más al individuo para saber que no es de los que se atreverían a meterse en una pelea sin saber que van a salir victoriosos, de ahí que descargue su ira con la criada. Trago saliva y asiento con la cabeza.

-Tiene toda la razón en que no debería haberme metido, por lo tanto tiene todo el derecho a golpearme si quiere, no me defenderé.

El individuo se ve sorprendido tanto por el significado de mis palabras como por la seguridad en la que expreso las mismas. Cierro los ojos y retiro mis manos hacía tras, esperando un golpe que de manera ineludible acabará impactando en mi rostro. Podría simplemente haberle roto el brazo sometiéndole a la consecuente humillación frente al pueblo de París, pero conozco como son este tipo de nobles egocéntricos; una vez de vuelta a su hogar hubiera buscado la forma de pagar su rabia con la sirvienta de una manera más dura de lo que lo hubiera hecho si yo no hubiese interrumpido. Si le dejo que se descargue conmigo por lo menos liberaré a la joven de su sufrimiento, durante al menos, una noche, un regalo si uno tiene en cuenta las evidentes marcas de abuso que tiene por todo su cuerpo. Pasados unos segundos, siento como el mandoble se dirige hacía mi, tengo la oportunidad de esquivarlo pero no lo hago, lo recibo, y aunque podría seguir estando de pie pese al impacto, caigo deliberadamente al suelo. Escucho algunas carcajadas en el populacho, las cuales son rápidamente acompañadas por las del noble, crecido por su "valiente" acto. Como cualquier hombre que se precie siento el impulso de ponerme el pie y devolverle el golpe, pero me contengo apretando los dientes, momento en el que recibo una patada en el vientre. Los golpes se repiten durante tres o cuatro veces hasta que el noble parece saciado y se retira, junto a la sirvienta. En ese momento vuelvo a abrir los ojos y me incorporo para después llevarme la mano a la boca y limpiarme el hilo se sangre que cae de la misma. Sufriendo las repercusiones de los golpes por todo mi cuerpo, me arrastro hasta el lugar de mis posesiones y apoyo la espalda contra la pared ante la visión de las gentes de París, que me observan extrañados por mi forma de proceder. En ese momento me trago mi orgullo y sonrío levemente, no me gusta la violencia y hacer uso de ella no forma parte de mis principios: "Aquellos que se expresan mediante el derramamiento de sangre, intentan ocultar sus miedos y sus defectos causando dolor y sufrimiento, demostrando la debilidad de su espíritu." Prometí que jamás volvería a herir a nadie, y eso no va a cambiar, ya sea en mi forma de humano o en la de licantropo.

Pasear por las calles parisinas en busca de distracción era algo que no me gustaba demasiado hacer. Mi hábitat natural se encontraba en el bosque, rodeada de mis queridos árboles, de los frutos que me servían como alimento o de los animales que cazaba para contribuir a la comunidad. También estaba el riachuelo, donde solía bañarme y aliviar el dolor de los golpes de mi padre. Sus aguas claras y cristalinas eran un bálsamo para mi dolor físico, pero también para mi alma, que poco a poco iba haciéndose más pequeñita en un rincón de mi cuerpo. Las cosas no mejoraban en mi hogar, y seguramente nunca lo haría. Era precisamente por ese motivo por el que había salido por las calles parisinas: buscando trabajo, buscando algo que me diese la oportunidad de ser más independiente. No quería regresar. Me aterraba regresar aunque mis hermanos estuviesen allí para protegerme.

Esa mañana, al despertarme, vi que mis hermanos habían ido a trabajar al circo. Al ser tan jóvenes y fuertes, solían llamarlos para cargar cosas pesadas o controlar a las bestias más peligrosas. Como la noche anterior mi padre se había marchado de burdeles y no había vuelto, los chicos habían dado por sentado que no volvería en un par de días, como era frecuente. Sin embargo, esta vez se habían equivocado. Cuando abrí los ojos y me incorporé en la cama-sofá que solía compartir con Vittorio o Lorcan vi que una sombra me observaba sentada en la silla.

-¿Vittorio?-le pregunté. Mi hermano mayor se parecía mucho a su padre, sólo que él no tenía esa expresión maléfica en el rostro y era todo bondad-¿Eres tú?

La mano de Tharo, mi "padre", salió disparada hacia mi rostro con toda la fuerza que pudo reunir. Caí hacia atrás de nuevo en mi cama, mientras sentía como la mejilla se calentaba. Dolía terriblemente y me moría de ganas de llorar, pero sabía que, si no actuaba rápido, me atraparía dentro de la carrete y me daría una soberana paliza. Me incorporé como si alguien me estuviese quemando y salté hacia la puerta, pero él ya había previsto ese movimiento y me cazó al vuelo. Su aliento agrio me golpeó el rostro y me hizo marearme.

-Zorra-dijo, borracho como una cuba-.Ahora no están aquí los muchachos para detenerme, ¿sabes?Ahora vas a recibir tu merecido, maldita puta.

Mientras lo decía me zarandeó varias veces. Yo me debatía y arañaba sus brazos, pero casi me doblaba en altura y los potentes músculos que sus hijos habían heredado no me daban tregua. Entonces chillé con todas mis fuerzas, tratando de alertar a cualquiera que estuviese despierto ya. Sólo necesitaba que alguien del campamento viniese a ver que ocurría. Aunque muy pocos se enfrentaban contra Tharo. Era demasiado grande, demasiado violento para que alguien osara plantarle cara.

Fue entonces cuando la pesadilla realmente comenzó. Tharo me empujó contra la cama y se subió a horcajadas sobre mí. Ya había intentado forzarme otras veces, pero nunca lo había logrado por que mis hermanos estaban allí. Ahora no estaban. No podía oírme.

-¡Para, por favor!-le supliqué, moviéndome para apartarme de él, en vano. Le golpeé el pecho con toda la fiereza que fui capaz, pero no era suficiente.

Comenzó a desgarrarme el vestido y entonces vi la pequeña navaja de mi otro hermano, Luka, reluciendo oculta entre los almohadones. Estiré el brazo a la desesperada y la alcancé, en el momento en que Tharo se desabrochaba sus pantalones. Sin pensármelo dos veces, hundí la navaja en el muslo del hombre que chilló como un animal herido y se apartó de mi. Salté de la cama y corrí hacia la salida como alma que lleva el diablo. No me detuve. Atravesé el bosque hasta llegar al inicio de las calles de París. Corrí sin mirar atrás, sin ver si me seguía o no. Sólo quería huir, esconderme de él.

Una vez en la calle, busqué una casa donde tuvieran la ropa tendida en el exterior. Encontré una capa vieja, pero suficientemente larga como para taparme todo el cuerpo. No había tenido tiempo ni de cambiarme el vestido roto por un lado. Me eché la capucha y decidí quedarme por allí hasta que fuera la hora en la que mis hermanos regresaban. Los interceptaría por el camino y estaría a salvo.

Fue entonces, mientras caminaba, cuando vi el grupillo de gente que se arremolinaba entorno a una joyería. Me acerqué curiosa, cuidando de que la capucha tapase bien mi cabello blanco y el moratón que seguramente me iba saliendo en el rostro, y observé la escena con el corazón en un puño. Me identificaba con la joven, pero sabía que yo nada podía hacer y menos desarmada. Además, siendo gitana no tardarían en ahorcarme...

Pero hubo alguien a quien no le importó salir en su defensa. Un joven agarró el brazo del noble y, muy educadamente, le pidió que dejase en paz a la señorita. El noble no tardó en empezar a golpearlo mientras se reía con maldad. Me llevé las manos a la boca cuando vi como le pateaba el vientre entre risas y algunos coreos por parte de la multitud. No podía creer que el joven se quedase en el suelo dejándose golpear como si fuera un saco. Cuando el noble terminó y se marchó, el joven se arrastró hasta donde estaban sus pertenencias y se sentó de cara a las personas que lo observábamos. Sorprendentemente nos sonrió a todos.

Tras unos segundos de silencio, la multitud empezó a disolverse. Ya no había nada interesante que hacer allí, la pelea había acabado. Yo me quedé observando al joven o mejor dicho, a las percepciones que me venían de él. Al ser gitana tenía ciertos atributos que me servían para identificar a una criatura sobrenatural cuando la encontraba. Y, aunque durante la pelea no había prestado atención ni a su aura ni a nada más que no fuer a a su cuerpo siendo golpeado, ahora podía ver que el joven valiente no era humano del todo.

Di unos pasos hacia atrás, asustada. Siempre me habían advertido acerca de esos seres. Vampiros. Lobos. Brujos oscuros. Cambiaformas. El joven pertenecía a alguna de esas razas, estaba segura. Sin embargo, él, como mis hermanos, habían salido a defender a una persona que lo necesitaba y eso era algo que yo admiraba. Tragándome el miedo me dirigí hasta donde él estaba y lo miré, avergonzada.

-¿Estás bien?-le pregunté en un susurro.

Evocar algunos de los momentos más duros de mi vida a punto está de hacerme llorar, pero me contengo; no es el momento ni el lugar. Mientras hago esfuerzos por superar repercusiones físicas del altercado, una chica se acerca hasta mi posición...Su figurada iluminada por los rayos del sol hacen resplandecer su figura de tal manera que en un primer momento me da la impresión de que tengo delante un ángel, sensación que aumenta por el contenido de sus palabras, preocupándose por mi estado. Respondo con una sonrisa a ese ser que parece caído del cielo y acompaño mi gesto con unas palabras.

-Gracias por preocuparse señorita, lo aprecio de verdad, pero la persona que realmente necesita sentir el apoyo de alguien es esa chica...-Bajo levemente la mirada y trago saliva.- Nadie debería ser sometido a este tipo de maltrato, lamento no poder hacer nada más.

Elevo la mirada nuevamente y me fijo en la vestimenta de la chica, la adecuada si quieres pasar desapercibida. No puedo evitar sentir la curiosidad por conocer la razón por la que una belleza de su parangón optaría por ocultarse de los ojos que pudieran disfrutar de su magnificencia, aunque cierto es que en algunas ocasiones demasiados ojos curiosos suelen resultar excesivamente molestos. Me pongo en pie a sabiendas de que mis heridas comienzan a sanar gracias a mis habilidades sobrenaturales e inclino levemente la cabeza para mostrar mi agradecimiento.

-Lo mínimo que puedo hacer para agradecer su preocupación es ofrecerla mi nombre, me llamo Yann Gameiro, a su servicio bella dama.

Yo entendía muy bien a la joven que acompañaba al noble. Obligada siempre a agachar la cabeza, esconderse a rezar una y otra vez porque aquel que estaba por encima de ella no estuviese enfadado, molesto o borracho. Rogándole a Dios poder dormir un día tranquila sin gritos ni miedo. Yo tenía a mis hermanos para apoyarme en ellos pero quizás esa joven no tenía a nadie. Y, si lo tenía, quizás tampoco pudiera hacer gran cosa por ella o no quisiera ayudarla. Miré el lugar por donde la chica y el noble habían desaparecido...En mis plegarias aquella noche la sumaría a ella.

-Usted la ha ayudado mucho, Monsieur-le dije observando al joven que aún estaba sentado en el suelo-. Ella se lo agradecerá. Nadie jamás se hubiera atrevido a meterse en semejante pelea.

El joven comenzó a ponerse en pie y tuve el impulso de obligarlo a sentarse de nuevo. Acababan de golpearle y podía marearse y caerse nuevamente. Ni siquiera sabíamos si tenía heridas internas. Había que llevarlo con algún médico o curandero lo antes posible. Aunque, teniendo en cuanta su aura sobrenatural, quizás ni lo necesitase.

El chico, habló con toda la normalidad del mundo y se presentó con el nombre de Yann Gameiro. Repasé mentalmente los poderes de los seres sobrenaturales: los vampiros no podían salir a la luz del día, pero sí los brujos, los lobos y los cambiaformas. Así que uno de esos era el joven Gameiro. Aunque la curiosidad me devoraba por dentro me abstuve a preguntárselo; no era de buena educación y, quien sabe. Si alguien conocía su secreto quizás cambiase la amabilidad y la dulzura por un lado más salvaje.

-Mi nombre es Amaris Thervasi, Monsieur-le dije, haciendo una pequeña reverencia con la cabeza. Eso provocó que la capucha se deslizase un poco dejando escapar algunos mechones blancos que me apresuré a ocultar. No quería que el joven me tachase de bicho raro de buenas a primeras-.¿Es usted nuevo en la ciudad?-le pregunté, tratando de desviar la atención hacia otro tema. No me sonaba haberlo visto por la calle, pero tampoco frecuentaba demasiado la zona como para asegurarlo con certeza.

Cabello albino...¿Realmente esta chica es un ángel? Durante tan sólo un instante su cabello había quedado al descubierto, dando lugar en ese mismo momento, a una raíz de curiosidad que necesitaba ser satisfecha. La joven se apresura por ocultarlo, nueva muestra de que no quiere llamar la atención, y sin embargo, ha acudido a revisar el estado de un desconocido que se ha metido en los asuntos personales de un noble llamando la atención de todos los viandantes, menuda contradicción. De sus palabras interpreto que, de alguna manera, quiere ensalzar mi valentía en una situación que por muchos sería puesto en entredicho ya que no hay demasiados ejemplos de seres racionales que decidan intervenir en los males ajenos. Mi instinto una vez más me hace llegar a una conclusión, quizás precipitada, pero no por ello equivocada, de que esta bella joven con cabello de ángel puede que se haya visto reflejada en esa chica, y por lo tanto,, haya decidido acudir en mi auxilio..Su siguiente pregunta corresponde a mi procedencia, sin embargo antes de contestar, decido hacer un movimiento más relacionado con su bienestar que con el cáliz de la conversación.

-Señorita Thervasi, de la misma manera que la he ofrecido mi nombre, estoy en la obligación de recomendarla que se aleje de mí lo antes posible. Soy nuevo en París pero seguro que este incidente ya ha generado un estigma sobre mis hombros que será imposible de eliminar, de la misma manera soy un ser en demasiados sentidos apreciable, sobretodo cuando hay luna llena.

Sin decirlo, pero sí sugiriéndolo, la traslado que no soy lo que a simple vista pueda parecer y que debería marcharse de mi lado. Sin embargo, este no es un paso que suela dar demasiado a menudo, normalmente todas las personas decidirían irse de escuchar una frase con este contenido,por contra en caso de no hacerlo, quizás mi sinceridad se vea recompensada de la misma manera, satisfaciendo parte de mi curiosidad respecto a su identidad...

Así que un hombre lobo, pensé. Los hombres lobo, altamente peligrosos en noches de Luna Llena, donde perdían todo el raciocinio y se convertían en bestias salvajes cuyas garras cortaban la piel como si fueran lonchas de queso. Me imaginaba la transformación de este joven amable y gentil en esa criatura sobre la que mi pueblo me advertía...Su rostro parecía demasiado bondadoso como para que nadie pudiese pensar que se convertiría en ese ser. El imaginarme su rostro cambiando, alargándose, sus dientes convirtiéndose en auténticas armas...Se me erizaba el vello sólo de pensar cuán peligroso era en realidad.

Sin embargo, en su forma humana, y por lo que yo había visto, era una persona bondadosa. Mi instinto de alejarme de allí y esconderme fue desapareciendo cuando me di cuenta que mientras la luna permaneciese oculta no sufría peligro. Le sonreí, entonces y me limité a contestar:

-No me importa que piensen los demás de la gente que realmente merece la pena, Monsieur-Me mordí el labio, temerosa de lo que estaba a punto de hacer. Suspiré y entonces me acabé de destapar la cabeza y dejé que mi pelo se deslizase por la espalda como una cascada de plata.- Ya me he conocido a mucho hombres peligrosos a lo largo de mi vida, Monsieur, y todos ellos no estaban afectados por la maldición de la Luna Llena. Yo también estoy maldita-dije, cogiendo un mechón de mi cabello-, o eso es lo que dicen las ancianas gitanas. La Luna me ha maldecido a mi también por robarle el color.

Yo no creía que estuviese maldita...en parte. Siempre me ocurrían desgracias. La particularidad d e mi cabello me había ocasionado más de un problema y había sido motivo de burla y desaprobación por las hermosas gitanas de piel y cabello oscuro. La palidez de mi piel y mi naturaleza callada y bondadosa había sido también repudiada, alegando que por mi sangre corría sangre de hombres que vivían en las casas de piedra y que por eso era tan extraña.

-¿Ha venido aquí por que hay más seres como usted?-le pregunté. Quizás pensaba pasar a formar parte de una manada.

No consigo entender la razón por la que alguien seria capaz de despreciar a un ser tan bello, que aún sabiendo que frente a ella tiene a un asesino, no esconde su sonrisa y sus buenas palabras aún a sabiendas que no merezco ninguna de las dos cosas. Ya recuperado de prácticamente todo el dolor, admiro el por muchos repudiado color de su cabello y no puedo hacer más que quedarme maravillado ante una visión tan maravillosa. Recibiendo los rayos del sol, el pelo reproduce en mi la misma sensación que me despierta la luna, aumentando mi grado de excitación. Trago saliva y tras quedarme anonadado durante unos segundos, consigo reaccionar y responder a su pregunta.

-Supongo que ha sido el destino el que me ha traído aquí en mi huida por no volver a herir a nadie, sin embargo desconozco si es el lugar adecuado o si tendré que marcharme antes la próxima luna llena-La miro fijamente a los ojos y prosigo-. Sabiendo que puede haber la posibilidad de dañar a una mujer tan bella como lo es usted, me temo que no tendré otra opción que irme para no correr riesgos.

La combinación de su belleza natural con el exótico color de su cabello me atrae de una manera tan intensa que ya creía olvidada. Intento serenarme para expresar mi opinión acerca de su "rareza".

-El ser humano tiene la tendencia de maldecir aquello que es diferente, pero en su caso es absurdo que alguien se atreva a hacer tal afirmación a no ser que esté infectado por esa lacra llamada envidia.-Desvío mi mirada hacía un lado y realizado una reflexión-. Debe de haber sufrido mucho con esas opiniones a su alrededor señorita...

Me sonrojé ante su comentario del motivo por el que se marcharía del lugar. Sentía como la sangre se agolpaba en mis mejillas, haciendo que mi rostro se tornase rojo y la piel caliente. Era una chica bastante vergonzosa. Poco acostumbrada como estaba a recibir cumplidos, que alguien me dijese algo bueno provocaba en mi esa reacción. Me hacía terriblemente torpe durante un rato y me daban ganas de agachar la cabeza, tímida. Era un comportamiento de lo más tonto, sí, pero no podía evitarlo.

-No se marche por mí, Monsieur-le sonreí, nerviosa-. Soy una gitana, no tengo problemas para desaparecer cuando la ocasión lo requiere y, además, la gente del campamento gitano sabe combatir a los seres sobrenaturales.-me encogí de hombros-. Somos de los pocos que creen en la existencia de todos vosotros pero, éstos de aquí-señalé alas cases que rodeaban el lugar- No entienden que hay más peligros de los que se pueden llegar a imaginar.

Los gadjos eran tan obstinadamente incrédulos...Nos tachaban de brujos y malditos a los gitanos porque hablábamos de maldiciones y seres de leyenda. No sabían que esos seres caminaban entre ellos, con ellos. No tenían ni idea de cuanto peligro rondaba por todo París.

Ladeé la cabeza y le sonreí con tristeza al señor Gameiro. ¿Envidia? ¿Quién podía tenerme envidia a mí? Se notaba que no había visto al resto de jovencitas de París o a las gitanas de mi campamento. Eran tan hermosas, sobre todo éstas últimas, que hasta la misma luna tenía que envidiarlas, todo cabello oscuro y ojos verdes.

-Dudo que sea envidia, Señor Gameiro-le expliqué-. Créame que no tienen nada que envidiarme. Sólo es eso, que soy... extraña para ellos. Además, el sólo verme les recuerda que mi madre-tragué saliva-deshonró al campamento concibiendo una niña con un hombre blanco.

Era un secreto a voces en donde yo vivía, pero no era algo de lo que yo me avergonzara. Yo no tenía la culpa, pero el resto de personas se empeñaban en echármela a mí. Mi madre, una hermosa gitana tuvo un amorío con un hombre blanco que luego desapareció. Nací yo y fui entregada en adopción a otra gitana mientras mi madre huía con su autentico prometido, que nunca supo que su esposa ya había tenido a su primer retoño.

Yo era la vergüenza, y para todos había heredado los atributos de los blancos. Su piel, los ojos...Y para colmo había desafiado a la mismísima luna la noche en que nací. Los sabios del campamento no habían necesitado mucho más para declararme maldita.

-Aunque supongo que usted también habrá tenido problemas por su condición-le dije-. Seguro que varias personas lo han visto y han dado la voz de alarma.

(perdón por la tardanza, pero he tenido un problema familiar que me ha mantenido ocupado en las últimas fechas)
Percibo a una chica reprimida por su contexto social y por los que rodean, y de manera inevitable, mi memoria se ve intoxicada por un nombre que abre todas las heridas de mi pasado, Eli. Intento mantenerme ajeno a ese dolor que me devora cada vez que la recuerdo y presto atención a la hermosa dama que tengo en frente. Sin borrar la sonrisa de mi rostro, respondo a la afirmación de la joven.

-Procuro mantenerme lo suficientemente alejado cuando sale a relucir el monstruo que reside en mi interior...-Me tomo un momento para asegurarme de que puedo hablar libremente y prosigo-. Sin embargo tengo que darla la razón en el sentido de que el racismo es una tendencia que poco a poco se está extendiendo por toda Francia, desconozco si es así en el resto del mundo ya que no lo conozco, pero no tengo razones para no creer que sea así. Por suerte soy un ser que no da valor ni a las clases, ni a las razas, ni siquiera a los nombres; me quedo con el brillo de las miradas y la sinceridad de las sonrisas.

Me siento cómodo con la joven de cabello plateado, irradia un sosiego que sin duda le viene bien a mi alma de bestia. Tras unos segundos, decido tomar la iniciativa y recojo mis posesiones para después dirigirme nuevamente a la joven.

-Si no tiene inconveniente alguno me gustaría disfrutar de su compañía un rato más, no conozco demasiado bien las calles de esta ciudad y estaría muy agradecido de que fuera tan amable de enseñármelas.

Sonreí por sus palabras. Me alegraba el hecho de que el joven no fuese una persona superficial, que se creyese con derecho a juzgar lo que era extraño y diferente. Lo miré con respeto renovado y no pude evitar pensar en mis hermanos, que me amaban sin condición alguna. No mi padre, pero tener a mis seis muchachotes era más de lo que podía pedir.

Lo vi recoger sus cosas y temí que la charla hubiera finalizado allí. Miré hacia otro lado, apenada. El muchacho me caía bien e intuía que tenía muchas cosas que decir, muchas opiniones diferentes a las del resto. Por lo poco que había visto de él me daba la impresión de que sería un excelente amigo. Sin embargo, cuando ya estaba lista para despedirme de él y perderme por las callejuelas nuevamente, me propuse pasear por París para enseñarle las calles. Asentí, feliz de poder hacer cualquier otra cosa que me evitase pensar en los golpes y los intentos de mi padre por forzarme y herirme. Sabía que si Yann se iba en ese momento volvería a pensar. Necesitaba alguien cuyas palabras me llevasen a otro hilo de pensamiento.

-Por supuesto que le acompañaré, Monsieur-le dije, volviendo a echarme la capucha para evitar llamar la atención más de lo debido-. París está tan lleno de peligros que temo no volver a verle si le dejo caminar solo.

Echamos a andar hacia una de las calles llenas de tabernas donde los músicos solían ir a tocar alguna que otra vez. Salía algo de música de varias de ellas, además de un fuerte olor a alcohol y algunas carcajadas de prostitutas pese a ser de día. El burdel no quedaba demasiado lejos de aquel lugar.

-Bueno, no le recomendaría ir a estas tabernas si no quiere meterse en más peleas, Monsieur-le dije lanzando una fugaz mirada al letrero de una de ellas-. Aunque si quiere tocar música o, bueno, visitar algunas damas de compañía, aquí encontrará lo que necesite.

Siempre me había preguntado como es que los hombres, incluso los casados, acudían a esas jóvenes en busca de falsos placeres. Sabía que mis hermanos iban a veces e incluso había escuchado comentarios entre ellos que me habían hecho sonrojar. Pero no dejaba de pensar porque preferían pagar por el "amor" a buscarlos por ellos mismos. Me encogí de hombros y miré a Gameiro.

-Usted no tiene mucha pinta de visitar burdeles, a decir verdad, Monsieur-le dije-. Ni tampoco de bebedor empedernido...¿Seguro que París es el lugar donde quiere estar?-le pregunté, bromista.




off: No pasa nada. Todos tenemos nuestros líos. Lo importante es que todo vuelva a estar bien

Ciertamente mi primera impresión no estaba equivocada, París es sin duda la mayor metrópoli de toda Francia, las sensaciones que desprende generan tal confusión en mis sentidos que no puedo evitar sentirme abrumado. Durante nuestra improvisada visita, Amaris me muestra diversos lugares de la ciudad, entre los que destaca de manera negativa, aquellos lugares de dudosa reputación que normalmente reciben la visita de hombres que se han visto superados por alguna circunstancia de su vida. No puedo evitar verme asolado por la desesperación de aquellos que como él no pueden disfrutar de las bajas pasiones por mucho que en ocasiones su cuerpo se lo exija con la más firme de las contundencias. La pregunta de mi acompañante me hace entender que por algún motivo, esa joven quiere seguir indagando acerca de mi forma de ser.

-No soy ser de este tipo de actividades-Trago saliva mientras observo una mujer de vestimenta un tanto descarada que camina por la calle y prosigo-. Tengo prohibido el alcohol, y en cuanto a los placeres carnales, algunos dirían que soy muy selectivo y otros que soy demasiado cauteloso.

Desde la muerte de Eli no he compartido lecho con ninguna otra mujer, más que por no desearlo, por no correr el riesgo de herir a otro ser. Cuando me dispongo a realizar una pregunta en base a la suya, tengo una sensación extraña que me obliga a girar levemente la cabeza hacía la derecha para observar lo que acontece a mi espalda. Un individuo de vestimenta cochambrosa se aproxima hacía nosotros con un cuchillo en su mano derecha. Al ver el filo dirigirse hacía el costado de Amaris no puedo evitar inmiscuirme en su trayectoria y recibir el frío tajo del acero, el cuál rasga mis ropas y se queda clavado en mi cuerpo. En ese momento unas palabras proferidas por la bella damisela embriagan mi mente:"¿Seguro que París es el lugar en el que quiere estar?

Asentí. Parecía un buen tipo, incluso más de lo que había pensado. Me recordaba un poco a mí, aunque mis "privaciones" se debían más bien a un exceso de timidez que me impedía beber hasta caer redonda o acostarme con los muchachos. Había visto a las gitanas de mi campamento hacer estas dos cosas a escondidas, ya que nosotras éramos casadas castas y puras.. Miré a Gameiro con confianza renovada. No estaba en peligro a su lado, ya que no era uno de esos chicos con las manos algo sueltas.

Estaba bromeando con él cuando de repente, Yann me apartó de golpe y lo escuché gritar. Tropecé y caí sobre mi trasero con un golpe sordo que me hizo morderme la lengua. Miré a Yann, de cuyo costado sobresalía el mango de un enorme cuchillo. Me llevé las manos a la boca y grité su nombre, apresurándome a ponerme en pie para acercarme a él, a socorrerle.

Sin embargo no llegué a tiempo. Unas manos rudas y fuertes me sujetaron por los brazos agarrándomelos a la espalda y haciéndome inclinarme hacia delante hasta quedar de rodillas. Me debatí, tratando de alcanzar a Yann o de poder desasirme del agarre del hombre al que no podía verle la cara. Desesperada, chillé:

-¡Huye, Yann!

Por un momento a punto están de fallarme las piernas, pero el grito de Amarís consigue hacerme resistir. El dolor es intenso, pero no lo suficiente como para evitar que pueda abalanzarme sobre el atacante y golpearle en el rostro con mi puño derecho, consiguiendo con ello liberar a la joven pero cayendo al suelo por la inercia de mi propio golpe. A punto de perder la conciencia me llevo la mano derecha a mi abdomen y extraigo el cuchillo liberando un seco alarido de dolor propio de una bestia moribunda. Dejo caer el cuchillo al suelo y en ese momento observo como el agresor intenta ponerse en pie, sin embargo la visión de un grupo de gente que se aproxima al final de la calle modifica sus planes y le hacen salir huyendo. Fagocito su movimiento con un sosiego liberador y relajo la tensión de mi cuerpo, perdiendo la conciencia por la intensidad del dolor.

Por alguna razón, la maldición con la que cargo no solo me convierte en un peligro para los demás, de alguna manera lo atrae poniendo en peligro a los que me rodean. ¿A caso este ataque ha sido una coincidencia o realmente hay alguien que tiene la intención de herirme? Independientemente de las circunstancias, Amarís se ha visto arrastrada por la corriente que me acompaña.

Aunque me debatía con todas mis fuerzas, el hombre no me soltaba. Gritaba y pataleaba, tratando de alcanzar al joven lobo herido. El cuchillo sobresalía de forma grotesca de su cuerpo, antinatural y horrible. Sólo quería alargar mis manos y ayudarlo, prometerle que lo cuidaría. No quería que alguien más muriese por haberme salvado, como mi propia madre.

Sin embargo, Yann consiguió golpear al atacante, noqueándolo y dejándome libre. Caí de bruces cuando me soltó y rodé a un lado, apresurándome para levantarme y acudir en su auxilio. Cuando me giré dispuesta a coger a Gameiro, él se sacó el cuchillo del abdomen lanzando un alarido de dolor que casi me pareció inhumano.

-¡Aguante!-exclamé yendo hasta él y sujetándolo por los hombros contra mi cuerpo. Era demasiado bajita y delgada para sostener el peso de un muchacho, pero me las apañé.

El agresor volvió a dirigirse hacia nosotros, más furioso y terrible que antes y eché a temblar. Observé que el cuchillo estaba en el suelo y me pregunté si sería buena lanzadora, al igual que era buena cazadora con arco y flechas. Pero no hizo falta comprobarlo...Quizás los gritos o la casualidad habían atraído allí a la gente que se aproximaba hacia la escena.

El agresor nos miró con rabia contenido y echó a correr en la dirección contraria. En ese momento, el señor Gameiro perdió la conciencia y se derrumbó en mis brazos. Caí de rodillas apoyando su cabeza en mis piernas, sintiendo como los ojos se me llenaban de lágrimas. Había pocas almas puras en este mundo y Yann era una de ellas. hora que acababa de conocerlo no quería despedirme tan pronto de él.

-Te llevaré a algún sitio y te curarán...-le susurré, mirando en derredor, buscando la manera de transportarlo.

En ese momento, un hombre del grupo de personas que nos observaban se acercó hasta nosotros y cayó de rodillas a nuestro lado. Tomó el pulso de Yann y luego me miró a mí, muy serio.

-Soy el doctor De Gore-dijo el hombre presentándose. Observé su elegante sombrero y su traje caro y supe que tenía que decir la verdad. Miró a Gameiro y luego se giró y ordenó a un par de muchachuelos que parecían ser los lacayos que le ayudasen. Se giró hacia mí-.Mi hogar está cerca, Madame. Llevaremos al caballero y a usted allí y lo curaremos, ¿de acuerdo?

Asentí, anonadada y ayudé a los jóvenes a sujetar a Yann. El doctor me tendió una mano enguantada y me hizo ponerme en pie. Lo miré, entre agradecida y aturdida.

-Gracias-logré musitar. Me mordí el labio-¿Morirá?

El médico me observó con sus penetrantes ojos y negó con la cabeza lentamente, lo que me dio esperanzas. Vi que nos dirigíamos hacia el final de la calle donde un carruaje nos aguardaba. Miré al doctor y él sonrío.

-Venía comprarle un anillo a mi prometida-me explicó-. Así que aparcamos cerca.

Vi como introducían a Yann en el carruaje de color oscuro y vino y lo tapaban con con manta. él seguía inconsciente, por lo que me senté en frente y me dediqué a mirar su rostro. Había algo que se me escapaba, algo sobre los licántropos...


off: perdón por la tardanza!! estaba sin inspiración :S

Una mandíbula de colmillos prominentes mi vigila y espera cualquier señal de debilidad para hacerme enloquecer. En muy pocas ocasiones he caído en sus fauces, pero cuando lo he hecho eso se ha traducido en dolor y sufrimiento. Noto como despierta en mi interior aunque la luna no reine en los cielos, la rabia ahí está, latente, esperando un movimiento,una señal...Abro los ojos, me encuentro en movimiento, al parecer estoy en una especie de carruaje, estoy sofocado, tengo mucho calor, me siento apresado...tengo que escapar...Sin prestar atención a qué o quién tengo a mi lado en el habitáculo me incorporo y abro la puerta del carruaje para dejarme caer sobre el duro suelo de las calles parisinas. Nada más contactar con el suelo comienzo a correr embriagado por la locura lupina, con la retina invadida por el resplandor de la bella melena plateada de la señorita Amaris Thervasi, desconozco si volveremos a encontrarnos pero algo me dice que su resplandor no es ajeno a mi futuro...

Off: Rol terminado por mi parte...

Yann se despertó y saltó del carruaje a toda velocidad. Grité, recordando que los licántropos sanaban con increíble velocidad y sin hacer caso del joven médico, salté detrás del joven, temiendo por él. Caí rodando y me incorporé con rapidez, aunque sabía que era tarde. Que se habría marchado lejos.

Con un suspiro lamenté no saber donde podía volver a encontrarlo. Me deslicé por un callejón de regreso a mi campamento, pensando en si el joven licántropo estaría bien o necesitaría ayuda.

off: voy a llevarlo a cerrar!