AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Le Musée est pour tout le Monde! (Nefertiti)
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Le Musée est pour tout le Monde! (Nefertiti)
Ah!, mi tan largamente esperado encuentro con el Palacio del Louvre: Mucho gusto antiguo e incólume palacio: mi nombre es Philipp Ding!, he tenido conocimiento de muchos de los acontecimientos acaecidos en su interior, y no podía justificar mi estancia en Paris sin rendirle mis mas sentidos respetos!
Esos pensamientos albergaba mi cerebro al tiempo que, de frente a tan magnífico edificio, y mientras el sol de la mañana acariciaba con timidez su fachada, mi vista se deleitaba recorriendo sus detalles arquitectónicos: arcos, columnas, capiteles, ventanas, frisos, frontispicios, techos, chimeneas… qué disfrute para los hombres ilustrados!. De repente al encontrarme con este pensamiento surgió, como ya era costumbre, la reacción al mismo: y porqué tan sólo gente como yo y los de mi “estirpe” tenemos el derecho a este tipo de disfrute?.
Claro, la edificación estaba allí, expuesta, en la calle, a la vista de todo el mundo. Había para todos, desde el mendigo hasta los nobles y los ricos, y sin quererlo sus destinos se cruzaban en el edificio ya que los miembros de esa élite, que era ahora la única que disfrutaba de las colecciones que adentro se exhibían, por lo general colocaban alguna moneda en las manos de los suplicantes que les asediaban al entrar o salir del palacio recientemente convertido, por efecto de la revolución, en museo público: el Museo del Louvre.
Sintió culpa y su cercano propósito casi que tambalea. Cómo entrar a disfrutar de los logros artísticos representativos de tantas épocas pasadas sin sentir algo de culpa al saber que, aunque ahora el museo pertenecía a los “ciudadanos” estos no tenían ni la educación ni el roce social necesario para disfrutar una visita a tan loable institución?.
Bueno, que podía hacer él aparte de tomar nota para tratar de desarrollar este tema en uno de sus escritos?. Ya lo tenía, la idea le llegó al inspirarse en el hecho de que no sólo veía personas adultas entrando al museo. Él era un convencido, dada su propia experiencia, de que la educación, especialmente la de las primeras etapas de la vida, es fundamental para el desarrollo de los andares y desandares de los seres humanos.
Acomodó y prensó su bastón debajo de su axila, sacó del bolsillo de su levita la libretita de notas y su barrita de grafito, que siempre lo acompañaban, tomó y escribió rápidamente algunas de sus recientes ideas, las retornó al bolsillo, desacomodó el bastón y se apoyo en él para empezar a caminar hacia el interior de tan anhelado lugar.
Esos pensamientos albergaba mi cerebro al tiempo que, de frente a tan magnífico edificio, y mientras el sol de la mañana acariciaba con timidez su fachada, mi vista se deleitaba recorriendo sus detalles arquitectónicos: arcos, columnas, capiteles, ventanas, frisos, frontispicios, techos, chimeneas… qué disfrute para los hombres ilustrados!. De repente al encontrarme con este pensamiento surgió, como ya era costumbre, la reacción al mismo: y porqué tan sólo gente como yo y los de mi “estirpe” tenemos el derecho a este tipo de disfrute?.
Claro, la edificación estaba allí, expuesta, en la calle, a la vista de todo el mundo. Había para todos, desde el mendigo hasta los nobles y los ricos, y sin quererlo sus destinos se cruzaban en el edificio ya que los miembros de esa élite, que era ahora la única que disfrutaba de las colecciones que adentro se exhibían, por lo general colocaban alguna moneda en las manos de los suplicantes que les asediaban al entrar o salir del palacio recientemente convertido, por efecto de la revolución, en museo público: el Museo del Louvre.
Sintió culpa y su cercano propósito casi que tambalea. Cómo entrar a disfrutar de los logros artísticos representativos de tantas épocas pasadas sin sentir algo de culpa al saber que, aunque ahora el museo pertenecía a los “ciudadanos” estos no tenían ni la educación ni el roce social necesario para disfrutar una visita a tan loable institución?.
Bueno, que podía hacer él aparte de tomar nota para tratar de desarrollar este tema en uno de sus escritos?. Ya lo tenía, la idea le llegó al inspirarse en el hecho de que no sólo veía personas adultas entrando al museo. Él era un convencido, dada su propia experiencia, de que la educación, especialmente la de las primeras etapas de la vida, es fundamental para el desarrollo de los andares y desandares de los seres humanos.
Acomodó y prensó su bastón debajo de su axila, sacó del bolsillo de su levita la libretita de notas y su barrita de grafito, que siempre lo acompañaban, tomó y escribió rápidamente algunas de sus recientes ideas, las retornó al bolsillo, desacomodó el bastón y se apoyo en él para empezar a caminar hacia el interior de tan anhelado lugar.
Philipp Ding- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/05/2011
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Localización : Paname
Re: Le Musée est pour tout le Monde! (Nefertiti)
La mañana se alzaba estupenda en París y Nefertiti desde buena mañana ya empezaba a prepararse. No había día que se quedara en la cama hasta más de las diez, siempre había algo que hacer. O bien porque resultara un plan previsto o bien porque se le ocurriese hacer algo como cuidar de su jardín. Cosas espontáneas, por mucho que desde hacía ya años se considerara una muchacha de clase alta ella siempre había llevado vena animal además de puritana. Cuando estaba sola, sin nadie que la supervisara como por ejemplo amistades de las altas esferas le gustaba ser ella misma. Limpiar su propia casa y cuidarla. Trataba a las doncellas como si fueran de la familia después de todo y a veces se comportaba como una más; no le gustaba que le llamasen señora. Únicamente les decía que la trataran así frente a otras personas, para aprentar normalidad. Ya había recibido bastantes sermones por parte de la familia de Derek, tenía que mantener el buen nombre de los Von Teese, claro.
Esa mañana había sido invitada al Palacio del Louvre junto a algunas amistades más que había conocido en París durante estos meses. El arte no era su punto fuerte más no le gustaba hacer feos a la gente, del mismo modo que cuando ella los invitaba a algo con ilusión no le agradaba que le denegaran la invitación. Procuraba siempre ser considerada con todos y realmente ya se había acostumbrado a disfrutar cosas que no le agradaran, solo tenía que pensar en la parte positiva de todo aquello. Que muchos darían lo que fuera por estar en su situación pero no podían; ella tenía que disfrutarlo.
Vestió a Sheri con un pequeño traje, no le agradaba emperifollarlo ni a él mismo le gustaba sentir la ropa tan ajustada, comparado con el tipo de ropa holgada que solía llevar por casa y cuando no iba a visitar a nadie. Sin embargo sabía que le darían una charla si lo vestía a su manera por lo que cuando iba con ese tipo de compañía prefería ahorrarse comentarios de como vestir o no vestir a su hijo; ella sabía lo que le convenía perfectamente. Por su parte se puso un vestido con algo de escote y colores claros, primaverales dado la estación del año que predominaba, aunque ya no quedaba mucho para que pasara al verano.
Finalmente y con todo listo salieron de casa en su carruaje que les llevó hasta el mismo palacio, la entrada, donde esperaron por que su compañía llegara. Aprovechando que estaban solos Nefertiti se puso en cuclillas y le arregló algo el precioso cabello rubio que adornaba a Sheri mientras lo admiraba - Cielo, vas a tener que portarte bien ¿deacuerdo? ¿Lo harás por mamá? - puso cara de niña buena haciendole alguna que otra carantoña y él se rió a la vez que estiraba los brazos para rodearla por el cuello.
Sin más ella también rió y le tomó en brazos, alzandolo sin dejar de hacerle carantoñas esta vez teniendolo a la altura de su propia cara. No estaba mirando en ese momento quien les rodeaba pero tampoco le importaba demasiado; lo único que le importaba era su niño.
Vestido {Verdoso}
Esa mañana había sido invitada al Palacio del Louvre junto a algunas amistades más que había conocido en París durante estos meses. El arte no era su punto fuerte más no le gustaba hacer feos a la gente, del mismo modo que cuando ella los invitaba a algo con ilusión no le agradaba que le denegaran la invitación. Procuraba siempre ser considerada con todos y realmente ya se había acostumbrado a disfrutar cosas que no le agradaran, solo tenía que pensar en la parte positiva de todo aquello. Que muchos darían lo que fuera por estar en su situación pero no podían; ella tenía que disfrutarlo.
Vestió a Sheri con un pequeño traje, no le agradaba emperifollarlo ni a él mismo le gustaba sentir la ropa tan ajustada, comparado con el tipo de ropa holgada que solía llevar por casa y cuando no iba a visitar a nadie. Sin embargo sabía que le darían una charla si lo vestía a su manera por lo que cuando iba con ese tipo de compañía prefería ahorrarse comentarios de como vestir o no vestir a su hijo; ella sabía lo que le convenía perfectamente. Por su parte se puso un vestido con algo de escote y colores claros, primaverales dado la estación del año que predominaba, aunque ya no quedaba mucho para que pasara al verano.
Finalmente y con todo listo salieron de casa en su carruaje que les llevó hasta el mismo palacio, la entrada, donde esperaron por que su compañía llegara. Aprovechando que estaban solos Nefertiti se puso en cuclillas y le arregló algo el precioso cabello rubio que adornaba a Sheri mientras lo admiraba - Cielo, vas a tener que portarte bien ¿deacuerdo? ¿Lo harás por mamá? - puso cara de niña buena haciendole alguna que otra carantoña y él se rió a la vez que estiraba los brazos para rodearla por el cuello.
Sin más ella también rió y le tomó en brazos, alzandolo sin dejar de hacerle carantoñas esta vez teniendolo a la altura de su propia cara. No estaba mirando en ese momento quien les rodeaba pero tampoco le importaba demasiado; lo único que le importaba era su niño.
Vestido {Verdoso}
Nefertiti Von Teese- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/05/2011
Localización : Con mi pequeño Sheri o, tal vez, contemplando la luna
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Re: Le Musée est pour tout le Monde! (Nefertiti)
En el transcurso de su pequeña caminata se dio cuenta que la gran mayoría de los asistentes a la invitación llegaban haciendo uso de sus carruajes, lo cual provocaba pequeños disturbios entre los criados de cada señoría, quienes trataban de complacer a sus patrones procurando dejarlos lo más cerca de la entrada principal. En su empeño se producían altercados entre los responsables de los carruajes mejor situados y los de aquellos que esperaban en la fila. Los primeros se tomaban su tiempo para ayudar a sus señores descender del interior, lo cual era toda una labor debido a la elaboración de los atuendos, especialmente los de las damas; los segundos, impacientes, debido a la molestia de sus protectores por tener que esperar dentro de los carruajes, empezaban a acosar a los otros criados los cuales no siempre respondían de la mejor forma.
Pensó que, hasta hace poco, él mismo había sido testigo y protagonista de tales situaciones en su círculo social de Sajonia, dada su voluntaria condición de ex-noble. Sin embargo ahora en Paris, como lo sería en cualquier lugar en que se encontrara, seguía perteneciendo a lo que se llamaba clase alta, y que de este tipo de estrato social se esperaban ciertas conductas con muchas de las cuales Philipp no comulgaba. Su estancia en esta ciudad, en la cual si acaso era conocido por unos pocos colegas literatos, le daba la oportunidad de disfrutar de ese anonimato que le permitiría por primera vez en su vida sentirse en libertad de desechar aquellos convencionalismos con los cuales no estaba de acuerdo. Uno de ellos era, precisamente, utilizar un carruaje tan sólo en aquellas situaciones en que fuera absolutamente indispensable por motivo de la distancia o del clima.
Ah, aquí encuentro otro motivo para utilizarlos, se dijo a sí mismo cuando vio al frente del palacio a una hermosa dama, ataviada en un ligero vestido verde, que descendía de un carruaje y tras ella lo hacía un niño. Me imagino que tener personitas a cargo implica velar por su bienestar. Pero como ese era una de los compartimientos de la vida en los cuales Philipp era totalmente inexperto, se concentró aún más en observar a la dama y su joven acompañante. Vió como ella le prodigaba sus cuidados, y juzgó que por su innegable condición social sería una de las invitadas al evento artístico y social al cual él también había sido invitado.
Para ese momento Philipp se encontraba a unos cuantos pasos de la entrada y de la dama en mención que ahora cargaba al jovencito, cuan hermosos, cuan unidos se veían ambos, pero en cierta forma tan físicamente diferentes. Tuvo la intención de, excusado en la suposición, de que ambos se dirigían al mismo acontecimiento, presentarse y ponerse a disposición de la dama, pero el recato y las buenas costumbres se lo evitaron. No sabía si ella esperaba a alguien, incluso puede que no estuvieran atendiendo el mismo evento!!!. Apresuró su paso y se dirigió al salón que le indicaba la invitación.
Al entrar a la galería principal del palacio pudo ver en uno de sus extremos como se arremolinaban algunos visitantes en frente de una de las entradas de los salones de exhibición. Se acercó y pudo ver el letrero al lado de la puerta principal:
Esperó pacientemente el momento de franquear la entrada, se chequeó en el listín de asistencia y se empezó a abrir paso entre la multitud procurándose un lugar desde el cual pudiera cerciorarse de la entrada de la inusual pareja que había captado su atención a la entrada del museo. Para la apreciación de los cuadros de los aprendices del maestro ya habría tiempo suficiente...
Pensó que, hasta hace poco, él mismo había sido testigo y protagonista de tales situaciones en su círculo social de Sajonia, dada su voluntaria condición de ex-noble. Sin embargo ahora en Paris, como lo sería en cualquier lugar en que se encontrara, seguía perteneciendo a lo que se llamaba clase alta, y que de este tipo de estrato social se esperaban ciertas conductas con muchas de las cuales Philipp no comulgaba. Su estancia en esta ciudad, en la cual si acaso era conocido por unos pocos colegas literatos, le daba la oportunidad de disfrutar de ese anonimato que le permitiría por primera vez en su vida sentirse en libertad de desechar aquellos convencionalismos con los cuales no estaba de acuerdo. Uno de ellos era, precisamente, utilizar un carruaje tan sólo en aquellas situaciones en que fuera absolutamente indispensable por motivo de la distancia o del clima.
Ah, aquí encuentro otro motivo para utilizarlos, se dijo a sí mismo cuando vio al frente del palacio a una hermosa dama, ataviada en un ligero vestido verde, que descendía de un carruaje y tras ella lo hacía un niño. Me imagino que tener personitas a cargo implica velar por su bienestar. Pero como ese era una de los compartimientos de la vida en los cuales Philipp era totalmente inexperto, se concentró aún más en observar a la dama y su joven acompañante. Vió como ella le prodigaba sus cuidados, y juzgó que por su innegable condición social sería una de las invitadas al evento artístico y social al cual él también había sido invitado.
Para ese momento Philipp se encontraba a unos cuantos pasos de la entrada y de la dama en mención que ahora cargaba al jovencito, cuan hermosos, cuan unidos se veían ambos, pero en cierta forma tan físicamente diferentes. Tuvo la intención de, excusado en la suposición, de que ambos se dirigían al mismo acontecimiento, presentarse y ponerse a disposición de la dama, pero el recato y las buenas costumbres se lo evitaron. No sabía si ella esperaba a alguien, incluso puede que no estuvieran atendiendo el mismo evento!!!. Apresuró su paso y se dirigió al salón que le indicaba la invitación.
Al entrar a la galería principal del palacio pudo ver en uno de sus extremos como se arremolinaban algunos visitantes en frente de una de las entradas de los salones de exhibición. Se acercó y pudo ver el letrero al lado de la puerta principal:
Gros et ses Disciples
Esperó pacientemente el momento de franquear la entrada, se chequeó en el listín de asistencia y se empezó a abrir paso entre la multitud procurándose un lugar desde el cual pudiera cerciorarse de la entrada de la inusual pareja que había captado su atención a la entrada del museo. Para la apreciación de los cuadros de los aprendices del maestro ya habría tiempo suficiente...
Philipp Ding- Humano Clase Alta
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Re: Le Musée est pour tout le Monde! (Nefertiti)
El rato de espera empezaba a hacerse bastante pesado para Nefertiti, cabe decir que Sheri estaba de lo más entretenido. Miraba a todos lados curioso, aún en brazos de su madre. Ella no pensaba soltarle hasta que no estuviesen rodeados de gente, él era muy menudo y a pesar de cogerle de la mano siempre cabía la posibilidad de que se perdiera. Solo de pensarlo le horrorizaba la idea por lo que, dado que aún tenía edad de ser cargado, se había dicho llevarlo en brazos siempre que estuviesen en multitud. Al pequeño no parecía molestarle, todo lo contrario, se aferraba a ella con fuerza en lugar de patalear como le había visto hacer a muchos otros. Su niño era tranquilo y travieso solo lo justo ¡lo adoraba! realmente, lo adoraba.
Los minutos pasaban y allí no llegaba nadie. La loba se impacientaba por lo que sin más echó a caminar hacia delante, concretamente, hacia donde estaba la más grande de las colas. Ese era el nuevo evento del palacio y al que había sido invitada por sus amistades. Conocía de sobras a los guardias de allí -por las veces que lo había frecuentado- así que no dudo en acercarse a uno de los dos que controlaban las entradas y salidas. Había uno vigilando visualmente y el otro pendiente de los voletos. A este último no lo molestaría, quedaría de muy mala educación interrumpir la cola solo por sus propias necesidades. De muy mala eduación además de egoísta por su parte, las otras personas no tenían porque esperar.
- Hola Edgar ¿sabes si ha entrado ya alguna de mis amigas? Quedamos en reunirnos en la puerta pero ya pasan unos minutos y no he visto a nadie - el guardia miró hacia dentro y luego puso cara de pensativo, intentando recordar -o eso suponía ella-. Sheri por su parte lo miraba con los bien abiertos y el ceño ligeramente fruncido, una acción bastante común cuando se trataba de hombres que hablaban con su madre - Lo siento Nefer pero no recuerdo haber visto a ninguna y dentro parecen no estar - comentó apenado. La mujer suspiró ligeramente pero no dejó de mostrar una sonrisa; tampoco era para tanto. - Bueno en ese caso si ves a alguna por aquí ¿me harías el favor de avisarla que estoy dentro? Vienen en grupo y destacaran por sus elegantes joyas y vestimentas, aunque eso ya lo sabes - rió por el comentario, mirando ligeramente hacia un lado por instinto. Como le oyeran decir aquello según que personas se llevaría una buena de "regalo". - Claro, yo se lo digo así que pasa, venga, sabes que tienes entrada especial - le guiñó un ojo junto a una carcajada también por el comentario de ella - Gracias, dile adios Sheri - botó a su hijo entre sus brazos, mirandole y luego mirando al muchacho al mismo tiempo que alzaba ella su mano. Indicandole que hiciera lo mismo. Sin embargo lo único que salió por su boca fue la lengua, una carantoña no del todo amigable - Que ricura, cómo le gusta jugar - contestó el guardia mientras revolvía su cabeza. Por suerte la única que sabía que aquello no era un juego sino algo que demostraba desagrado era Nefer.
Sin más entraron hacia la exposición. Como todas en verdad pues había cuadros y más cuadros. Sin sus amigas iba a ser bastante aburrido, de echo, aún con ellas lo sería. Pero por lo menos vendría Odette, una de las más allegadas a ella y con la que congeniaba bastante bien. Una a la que le aburría tanto el arte como a ella, sobretodo por no poder apreciarlo bien.
Miró hacia los lados por última vez, en búsqueda de alguna cara conocida que le resultara interesante pero ya dándose por vencida avanzó, parandose en una de las esquinas. Estaban frente a uno de los cuadros más, realmente, no le hicieron ni caso. Ambos se miraban el uno al otro - ¿Y ahora que hacemos? - susurró de manera que nadie pudiera escucharles mientras juntaba su nariz con la del pequeño, mordiendole la punta. Él solo rió y volvió a abrazarla, su cara desde que habían dejado atrás al guardia volvía a ser la misma de siempre. Desprendiendo alegría.
Los minutos pasaban y allí no llegaba nadie. La loba se impacientaba por lo que sin más echó a caminar hacia delante, concretamente, hacia donde estaba la más grande de las colas. Ese era el nuevo evento del palacio y al que había sido invitada por sus amistades. Conocía de sobras a los guardias de allí -por las veces que lo había frecuentado- así que no dudo en acercarse a uno de los dos que controlaban las entradas y salidas. Había uno vigilando visualmente y el otro pendiente de los voletos. A este último no lo molestaría, quedaría de muy mala educación interrumpir la cola solo por sus propias necesidades. De muy mala eduación además de egoísta por su parte, las otras personas no tenían porque esperar.
- Hola Edgar ¿sabes si ha entrado ya alguna de mis amigas? Quedamos en reunirnos en la puerta pero ya pasan unos minutos y no he visto a nadie - el guardia miró hacia dentro y luego puso cara de pensativo, intentando recordar -o eso suponía ella-. Sheri por su parte lo miraba con los bien abiertos y el ceño ligeramente fruncido, una acción bastante común cuando se trataba de hombres que hablaban con su madre - Lo siento Nefer pero no recuerdo haber visto a ninguna y dentro parecen no estar - comentó apenado. La mujer suspiró ligeramente pero no dejó de mostrar una sonrisa; tampoco era para tanto. - Bueno en ese caso si ves a alguna por aquí ¿me harías el favor de avisarla que estoy dentro? Vienen en grupo y destacaran por sus elegantes joyas y vestimentas, aunque eso ya lo sabes - rió por el comentario, mirando ligeramente hacia un lado por instinto. Como le oyeran decir aquello según que personas se llevaría una buena de "regalo". - Claro, yo se lo digo así que pasa, venga, sabes que tienes entrada especial - le guiñó un ojo junto a una carcajada también por el comentario de ella - Gracias, dile adios Sheri - botó a su hijo entre sus brazos, mirandole y luego mirando al muchacho al mismo tiempo que alzaba ella su mano. Indicandole que hiciera lo mismo. Sin embargo lo único que salió por su boca fue la lengua, una carantoña no del todo amigable - Que ricura, cómo le gusta jugar - contestó el guardia mientras revolvía su cabeza. Por suerte la única que sabía que aquello no era un juego sino algo que demostraba desagrado era Nefer.
Sin más entraron hacia la exposición. Como todas en verdad pues había cuadros y más cuadros. Sin sus amigas iba a ser bastante aburrido, de echo, aún con ellas lo sería. Pero por lo menos vendría Odette, una de las más allegadas a ella y con la que congeniaba bastante bien. Una a la que le aburría tanto el arte como a ella, sobretodo por no poder apreciarlo bien.
Miró hacia los lados por última vez, en búsqueda de alguna cara conocida que le resultara interesante pero ya dándose por vencida avanzó, parandose en una de las esquinas. Estaban frente a uno de los cuadros más, realmente, no le hicieron ni caso. Ambos se miraban el uno al otro - ¿Y ahora que hacemos? - susurró de manera que nadie pudiera escucharles mientras juntaba su nariz con la del pequeño, mordiendole la punta. Él solo rió y volvió a abrazarla, su cara desde que habían dejado atrás al guardia volvía a ser la misma de siempre. Desprendiendo alegría.
Nefertiti Von Teese- Licántropo Clase Alta
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Re: Le Musée est pour tout le Monde! (Nefertiti)
Ah, las pequeñas ventajas de ser desconocido en un lugar pensaba mientras pasaba entre tantas mujeres y hombres “de importancia” como ellos mismos se consideraban. No tenía que detenerse a saludar, no debía gastar tiempo en el vano cotilleo que se consideraba como buenos modales, no,… tan sólo demostrar los mínimos de cortesía y urbanidad. Se detuvo en un punto desde el cual podía, sin mayor dificultad, apreciar alguno de los cuadros a la vez que no perdía de vista la entrada del recinto.
Unos minutos mas tarde notó su presencia. Estaba entablando lo que parecía una animada conversación, no carente de cierta confianza, con uno de los porteros. En cierto punto se percató de que el pequeño que la acompañaba también era parte de aquello que los adultos departían. Eso le agradó dada su concepción igualitaria de la sociedad.
Cuando la pareja entró en el salón Philipp se escondió un poco entre la gente para cuidarse así de no ser tan obvio en su detallada observación, más aún cuando notó que ella miraba a los lados como buscando a alguien.
Algo que le llamó desde el principio la atención era la estrecha relación de esos dos seres. De las posibles relaciones entre los dos la más cercana sería la de madre e hijo, y si así fuera era lógico un estrecho nexo. Pero la fluidez de sus gestos, la naturalidad de sus caricias, el ambiente a la vez relajado y confiado que emanaban, aparte de convertirse en todo un goce a la vista, empujaba a pensar en algo que él, curtido observador de la conducta humana, no podía aún definir. Y esa imposibilidad de definición empezaba a actuar como un misterio por descubrir desde su perspectiva de escritor. Qué excelente modelo de relación para un cuento y por qué no? para una novela familiar!!
Por su actitud, al ubicarse en una de las esquinas del salón, pudo darse cuenta que, al menos por el momento, ellos tampoco tenían compañía. Considerando las buenas maneras y costumbres sería considerado un poco fuera de lugar tratar de entablar conversación con la distinguida mujer, pero teniendo en cuenta que al parecer no había conocidos de ellos alrededor y que de ella dependería considerar o no como impertinente su intento de aproximación, decidió entonces exponerse a su vista y empezó a acercarse lentamente al tiempo que su mirada se posaba en los cuadros colgados a los lados de la pareja que en ese momento juntaba sus narices y se abrazaba con ostensibles manifestaciones de alegría.
Al alcanzar una distancia prudente mediante la cual podría ser oído con facilidad pero sin irrumpir abruptamente entre los dos Philipp aclaró su garganta y dijo:
- Excuse mi atrevimiento Madame, pero sería tan descortés de mi parte no decirle que hacen ustedes una pareja maravillosa, como hablarle sin que seamos conocidos... aún… -
Acto seguido a su intrusión, Philipp dio un corto paso atrás, y quitándose su sombreo realizó un cortés y reverencial saludo con el mismo, mientras esperaba la reacción de la mujer y el niño.
Unos minutos mas tarde notó su presencia. Estaba entablando lo que parecía una animada conversación, no carente de cierta confianza, con uno de los porteros. En cierto punto se percató de que el pequeño que la acompañaba también era parte de aquello que los adultos departían. Eso le agradó dada su concepción igualitaria de la sociedad.
Cuando la pareja entró en el salón Philipp se escondió un poco entre la gente para cuidarse así de no ser tan obvio en su detallada observación, más aún cuando notó que ella miraba a los lados como buscando a alguien.
Algo que le llamó desde el principio la atención era la estrecha relación de esos dos seres. De las posibles relaciones entre los dos la más cercana sería la de madre e hijo, y si así fuera era lógico un estrecho nexo. Pero la fluidez de sus gestos, la naturalidad de sus caricias, el ambiente a la vez relajado y confiado que emanaban, aparte de convertirse en todo un goce a la vista, empujaba a pensar en algo que él, curtido observador de la conducta humana, no podía aún definir. Y esa imposibilidad de definición empezaba a actuar como un misterio por descubrir desde su perspectiva de escritor. Qué excelente modelo de relación para un cuento y por qué no? para una novela familiar!!
Por su actitud, al ubicarse en una de las esquinas del salón, pudo darse cuenta que, al menos por el momento, ellos tampoco tenían compañía. Considerando las buenas maneras y costumbres sería considerado un poco fuera de lugar tratar de entablar conversación con la distinguida mujer, pero teniendo en cuenta que al parecer no había conocidos de ellos alrededor y que de ella dependería considerar o no como impertinente su intento de aproximación, decidió entonces exponerse a su vista y empezó a acercarse lentamente al tiempo que su mirada se posaba en los cuadros colgados a los lados de la pareja que en ese momento juntaba sus narices y se abrazaba con ostensibles manifestaciones de alegría.
Al alcanzar una distancia prudente mediante la cual podría ser oído con facilidad pero sin irrumpir abruptamente entre los dos Philipp aclaró su garganta y dijo:
- Excuse mi atrevimiento Madame, pero sería tan descortés de mi parte no decirle que hacen ustedes una pareja maravillosa, como hablarle sin que seamos conocidos... aún… -
Acto seguido a su intrusión, Philipp dio un corto paso atrás, y quitándose su sombreo realizó un cortés y reverencial saludo con el mismo, mientras esperaba la reacción de la mujer y el niño.
Philipp Ding- Humano Clase Alta
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