AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Noche de Lectura [April Von Uckermann]
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Noche de Lectura [April Von Uckermann]
No tenía necesidad de venir a un lugar como este, la residencia de su maestro tenía una biblioteca con una colección aún más extensa, y pese a que había comenzado a vivir sola hace no mucho tiempo tenía un pequeño gran tesoro literario en su mansión, pero estaba en búsqueda de algo que no había encontrado en casa.
- La Eneida, de Virgilio – le dijo al encargado de la biblioteca, quien escondiendo bajo una amable sonrisa mostraba su descontento de que una joven como ella fuese tan tarde a su biblioteca, “una chica linda pero seguramente inculta” fue lo que pudo leer de la mente del sujeto – la edición en la lengua original, si es que la tienen aquí –
Esto sin duda descolocó al bibliotecario, que una joven de apenas diecisiete años pudiese leer en latín una obra como aquella. Sin duda la tenían, pero le dijo que tendría que buscarla entre los libros de la última estantería, aquellos que no solían pedirse mucho debido a su complejidad de lectura. Carmmine algo agraviada por tener que ir ella misma a buscar dicha sección comenzó a recorrer los salones hasta dar con el que le habían mencionado.
Se encontró con un librero dos veces más alto que ella, tendría que usar la empolvada escalera que se movía por unos rieles de un lado a otro del pasillo. Ahora ya más molesta, porque su ropa no era la apropiada para una labor así, que se habría evitado si el bibliotecario hubiese sido un poco más amable.
- Ah, demonios – maldijo en un suspiro – pero valdrá la pena – se dijo nuevamente a sí misma.
Comenzó a subir rauda la escalera, quería salir cuanto antes de ahí y regresar a su mansión para poder aprovechar el máximo posible la noche, y por lo tanto su lectura. Pero eso le jugó en contra. De pronto escuchó los pasos de alguien más en el salón, acercándose rápidamente, lo que la sorprendió tanto que descuidadamente dejo caer el tomo ocasionando un fuerte ruido que seguro resonó en todo el lugar. Todos estos pequeños descuidos consiguieron hacerla perder el equilibrio, haciéndola caer torpemente al suelo, ante lo cual se quedó sentada regañándose a si misma por tantos errores.
Escuchó nuevamente aquellos pasos que parecían de unos finos tacones, una mujer sin duda, humana además. Le dijeron sus agudos sentidos. Hubiese deseado tener más tiempo para haberse podido parar y limpiar las motas de polvo del vestido, pero ya era demasiado tarde.
-Disculpe el ruido – dijo algo avergonzada – No quería molestar, pero tenía problemas para alcanzar un libro –
- La Eneida, de Virgilio – le dijo al encargado de la biblioteca, quien escondiendo bajo una amable sonrisa mostraba su descontento de que una joven como ella fuese tan tarde a su biblioteca, “una chica linda pero seguramente inculta” fue lo que pudo leer de la mente del sujeto – la edición en la lengua original, si es que la tienen aquí –
Esto sin duda descolocó al bibliotecario, que una joven de apenas diecisiete años pudiese leer en latín una obra como aquella. Sin duda la tenían, pero le dijo que tendría que buscarla entre los libros de la última estantería, aquellos que no solían pedirse mucho debido a su complejidad de lectura. Carmmine algo agraviada por tener que ir ella misma a buscar dicha sección comenzó a recorrer los salones hasta dar con el que le habían mencionado.
Se encontró con un librero dos veces más alto que ella, tendría que usar la empolvada escalera que se movía por unos rieles de un lado a otro del pasillo. Ahora ya más molesta, porque su ropa no era la apropiada para una labor así, que se habría evitado si el bibliotecario hubiese sido un poco más amable.
- Ah, demonios – maldijo en un suspiro – pero valdrá la pena – se dijo nuevamente a sí misma.
Comenzó a subir rauda la escalera, quería salir cuanto antes de ahí y regresar a su mansión para poder aprovechar el máximo posible la noche, y por lo tanto su lectura. Pero eso le jugó en contra. De pronto escuchó los pasos de alguien más en el salón, acercándose rápidamente, lo que la sorprendió tanto que descuidadamente dejo caer el tomo ocasionando un fuerte ruido que seguro resonó en todo el lugar. Todos estos pequeños descuidos consiguieron hacerla perder el equilibrio, haciéndola caer torpemente al suelo, ante lo cual se quedó sentada regañándose a si misma por tantos errores.
Escuchó nuevamente aquellos pasos que parecían de unos finos tacones, una mujer sin duda, humana además. Le dijeron sus agudos sentidos. Hubiese deseado tener más tiempo para haberse podido parar y limpiar las motas de polvo del vestido, pero ya era demasiado tarde.
-Disculpe el ruido – dijo algo avergonzada – No quería molestar, pero tenía problemas para alcanzar un libro –
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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Re: Noche de Lectura [April Von Uckermann]
- Cinco minutos, Pierre, por favor - mis suplicas seguían escuchándose en la parte de atrás de la carrosa mientras observaba como el chófer comenzaba a dudar sobre mi petición, como de costumbre me había ido a buscar a mis clases de historia del Arte, pero yo, como siempre tan testaruda, quería pasar a la biblioteca a buscar mi libro semanal antes de ir a casa. Había comenzado a leer sobre el arte de la antigua Roma y no quería disminuir mi ritmo de lectura, desafortunadamente mi tía no contaba con una biblioteca rica en Arte, por lo que me veía obligada a ir a la biblioteca de la ciudad al menos una vez a la semana lo que me hacía ser una persona bastante conocida entre los empleados de dicho lugar - Lady April entiéndame, ha salido más tarde de lo usual hoy, ya llevamos media hora de retraso y su tía no estará contenta cuando lleguemos - el hombre de cabellos blancos se tomó el atrevimiento de mirarme mientras que los caballos doblaban en la curva de una esquina; para ir hasta la mansión debíamos pasar por la biblioteca por lo que ni siquiera tendríamos que desvíarnos del camino.
Mis ojos lo miraron suplicante y después de un ligero suspiro por parte del anciano, que más que nuestros chófer era como un abuelo para mí, asintió de forma cansina - ¡Si! - exclamé riendo, desde pequeña casi siempre había conseguido lo que quería de buena manera y gracias a Dios esta no había sido la excepción. Una vez llegamos a uno de mis lugares favoritos de París me baje de la carrosa sin esperar a que él me ayudara y prácticamente corrí hacia la entrada del templo del saber, ya era demasiado tarde por lo que estaba segura que no tardarían en cerrar, así que debía ser lo más rápida posible. Apenas entré saludé con una sonrisa al bibliotecario que me había atendido aquella mañana en la que había conocido a Alejandro, uno de los tantos empleados, para luego dirigirme de inmediato al sector en el que podía encontrar lo que andaba buscando.
Mis pasos comenzaron a sonar con fuerza por los pasillos desiertos de la biblioteca, esa era la desventaja de andar con tacos, aquel ruido era demasiado molestoso, pero mi tía insistía en que ya estaba en edad de comenzar a usar zapatos acorde a toda una mujer, estaba segura que lo próximo que querría sería que comenzara a buscar pretendiente para poder contraer matrimonio, algo que no podía estar más lejos de mis planes de vida, había todo un mundo por conocer y no me quedaría en casa esperando a que sólo los libros me lo mostraran.
Un sonoro golpe detuvo mis pasos en seco para luego volver a escucharse aquel horrible sonido del tacón, pero con más lentitud que antes, no podía negar que lo ruidoso que había sido aquel golpe me había asustado un poco, no estaba acostumbrada a andar a esas horas por las desiertas calles de Paris, ni siquiera en Londres solía salir tan tarde y con todas las ideas que mi padre me había metido en la cabeza antes de morir era normal que fuera un poco recelosa cuando de la noche se trataba.
Llegué a la estantería que necesitaba y curiosamente la causante de aquel sorprende ruido estaba en la misma, mis ojos la miraron con curiosidad al verla sentada en el suelo sin siquiera hacer ademán de pararse - No se preocupe - le dije con presura acercándome a ella para ayudarla a levantarse - ¿está usted bien? - por experiencia propia sabía que esas estanterías eran bastantes peligrosas, me había costado días lograr que el chichón que una me había proporcionado se borrara por completo. - ¿La puedo ayudar en algo? - La amabilidad en mí era algo nato, el señor decía claramente que debíamos ser buenos con nuestro prójimo sin esperar algo a cambio y eso era exactamente lo que hacía a diario, si no se lo preguntaba de seguro el remordimiento llegaría a mí antes de que pudiera evitarlo.
Mis ojos lo miraron suplicante y después de un ligero suspiro por parte del anciano, que más que nuestros chófer era como un abuelo para mí, asintió de forma cansina - ¡Si! - exclamé riendo, desde pequeña casi siempre había conseguido lo que quería de buena manera y gracias a Dios esta no había sido la excepción. Una vez llegamos a uno de mis lugares favoritos de París me baje de la carrosa sin esperar a que él me ayudara y prácticamente corrí hacia la entrada del templo del saber, ya era demasiado tarde por lo que estaba segura que no tardarían en cerrar, así que debía ser lo más rápida posible. Apenas entré saludé con una sonrisa al bibliotecario que me había atendido aquella mañana en la que había conocido a Alejandro, uno de los tantos empleados, para luego dirigirme de inmediato al sector en el que podía encontrar lo que andaba buscando.
Mis pasos comenzaron a sonar con fuerza por los pasillos desiertos de la biblioteca, esa era la desventaja de andar con tacos, aquel ruido era demasiado molestoso, pero mi tía insistía en que ya estaba en edad de comenzar a usar zapatos acorde a toda una mujer, estaba segura que lo próximo que querría sería que comenzara a buscar pretendiente para poder contraer matrimonio, algo que no podía estar más lejos de mis planes de vida, había todo un mundo por conocer y no me quedaría en casa esperando a que sólo los libros me lo mostraran.
Un sonoro golpe detuvo mis pasos en seco para luego volver a escucharse aquel horrible sonido del tacón, pero con más lentitud que antes, no podía negar que lo ruidoso que había sido aquel golpe me había asustado un poco, no estaba acostumbrada a andar a esas horas por las desiertas calles de Paris, ni siquiera en Londres solía salir tan tarde y con todas las ideas que mi padre me había metido en la cabeza antes de morir era normal que fuera un poco recelosa cuando de la noche se trataba.
Llegué a la estantería que necesitaba y curiosamente la causante de aquel sorprende ruido estaba en la misma, mis ojos la miraron con curiosidad al verla sentada en el suelo sin siquiera hacer ademán de pararse - No se preocupe - le dije con presura acercándome a ella para ayudarla a levantarse - ¿está usted bien? - por experiencia propia sabía que esas estanterías eran bastantes peligrosas, me había costado días lograr que el chichón que una me había proporcionado se borrara por completo. - ¿La puedo ayudar en algo? - La amabilidad en mí era algo nato, el señor decía claramente que debíamos ser buenos con nuestro prójimo sin esperar algo a cambio y eso era exactamente lo que hacía a diario, si no se lo preguntaba de seguro el remordimiento llegaría a mí antes de que pudiera evitarlo.
April Von Uckermann- Humano Clase Alta
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Re: Noche de Lectura [April Von Uckermann]
El golpe no le había dolido pese a la altura pero se quedó tontamente sentada como autocompadeciéndose de sí misma por la torpeza. Aquellos pasos de los que casi se había olvidado se posaron frente a la entrada del salón donde ella estaba, y la dueña de aquellos pasos le regalo una sorprendida mirada antes de acercarse a ver su estado.
- No se preocupe, señorita – dijo fingiendo algo de dolor en su delicado brazo derecho, ya que a esa altura un humano normal sin duda se haría algún daño por más leve que fuera – Solo me duele un poco el brazo – dijo al momento en que daba a entender cuál era la extremidad supuestamente dañada.
Se detuvo un momento para analizar a la joven que tenía en frente, sin duda era humana, de clase alta seguramente, a juzgar por su encantador y elegante vestido.
Aun así, había aprendido recientemente a no subestimar las habilidades de las personas, menos su habilidad de percepción, por lo que debía ser cuidadosa para no dejarse en evidencia, principalmente inventando excusas.
La joven se había acercado mucho a Carmmine, demasiado, sin duda notaría el suave pero gélido tacto de su piel, y probablemente tendría que decir que el fresco de primavera sumado a su constitución débil la tenían así, lo cual en parte era cierto.
Se levantó rápidamente, sin despreciar la ayuda de la joven, claro, haciéndolo más bien para recuperar la prestancia perdida con la desastrosa caída. Se sacudió delicadamente el vestido verde para librarlo de las motas de polvo que había arrastrado del enorme librero, dejando caer unos cuantos mechones de cabello sobre su rostro.
- Carmmine Von Misson – dijo al momento en que se quitaba los rizos del rostro y hacía una jovial reverencia – Un placer –
Se había olvidado por completo del libro, el cual había quedado tristemente en el piso, pero era de esperarse después de lo ocurrido, si solo en encargado de la biblioteca hubiese sido un poco más amable se habría ahorrado toda esta vergüenza.
- Quería un libro, pero al parecer el encargado estaba ocupado – dijo recordando la cara de enfado que puso el mismo al verla llegar a estas horas cuando al parecer se disponía a cerrar la biblioteca – así que tuve que subir yo misma –
Nunca antes había estado en la biblioteca, y supuso que más gente debería trabajar en ella dado la grande de su tamaño y la algo extensa colección que tenían, pero había tenido la mala fortuna de haberse encontrado con el encargado cascarrabias. En estas cavilaciones estaba cuando recordó de pronto el motivo de su visita a la biblioteca, sin duda enviaría a buscar los libros de la tienda del centro comercial o del extranjero, pero para ser tratada así como hoy, prefería esperar meses para leer un libro.
Se acarició la muñeca de la mano derecha, al parecer si se había resentido un poco pero con todo lo que ocurrió no se percató de ello hasta ahora. Sin duda no dolía, ni tenía moretón o marca alguna pero si la sentía un poco extraña. Así que movió la articulación de su muñeca en forma circular para que esa sensación pasara más rápido.
- No se preocupe, señorita – dijo fingiendo algo de dolor en su delicado brazo derecho, ya que a esa altura un humano normal sin duda se haría algún daño por más leve que fuera – Solo me duele un poco el brazo – dijo al momento en que daba a entender cuál era la extremidad supuestamente dañada.
Se detuvo un momento para analizar a la joven que tenía en frente, sin duda era humana, de clase alta seguramente, a juzgar por su encantador y elegante vestido.
Aun así, había aprendido recientemente a no subestimar las habilidades de las personas, menos su habilidad de percepción, por lo que debía ser cuidadosa para no dejarse en evidencia, principalmente inventando excusas.
La joven se había acercado mucho a Carmmine, demasiado, sin duda notaría el suave pero gélido tacto de su piel, y probablemente tendría que decir que el fresco de primavera sumado a su constitución débil la tenían así, lo cual en parte era cierto.
Se levantó rápidamente, sin despreciar la ayuda de la joven, claro, haciéndolo más bien para recuperar la prestancia perdida con la desastrosa caída. Se sacudió delicadamente el vestido verde para librarlo de las motas de polvo que había arrastrado del enorme librero, dejando caer unos cuantos mechones de cabello sobre su rostro.
- Carmmine Von Misson – dijo al momento en que se quitaba los rizos del rostro y hacía una jovial reverencia – Un placer –
Se había olvidado por completo del libro, el cual había quedado tristemente en el piso, pero era de esperarse después de lo ocurrido, si solo en encargado de la biblioteca hubiese sido un poco más amable se habría ahorrado toda esta vergüenza.
- Quería un libro, pero al parecer el encargado estaba ocupado – dijo recordando la cara de enfado que puso el mismo al verla llegar a estas horas cuando al parecer se disponía a cerrar la biblioteca – así que tuve que subir yo misma –
Nunca antes había estado en la biblioteca, y supuso que más gente debería trabajar en ella dado la grande de su tamaño y la algo extensa colección que tenían, pero había tenido la mala fortuna de haberse encontrado con el encargado cascarrabias. En estas cavilaciones estaba cuando recordó de pronto el motivo de su visita a la biblioteca, sin duda enviaría a buscar los libros de la tienda del centro comercial o del extranjero, pero para ser tratada así como hoy, prefería esperar meses para leer un libro.
Se acarició la muñeca de la mano derecha, al parecer si se había resentido un poco pero con todo lo que ocurrió no se percató de ello hasta ahora. Sin duda no dolía, ni tenía moretón o marca alguna pero si la sentía un poco extraña. Así que movió la articulación de su muñeca en forma circular para que esa sensación pasara más rápido.
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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Re: Noche de Lectura [April Von Uckermann]
La ayudé a levantarse como era debido percatándome de la forma tan poco agradable en la que había quedado uno de sus brazos, definitivamente esas articulaciones le dolerían más tiempo de lo que ella o cualquier persona pudiera resistir sin entrar a desesperarse. - April Von Uckermann, el placer es mutuo - hice una reverencia un poco más sencilla que la de ella una vez se pudo sostener por sí misma, dándome tiempo a poder observarla de forma completa por primera vez, aunque, en cuánto a su físico, su pelo fue lo que más llamó mi atención nada más la vi en el suelo, esa tonalidad nunca la había visto antes, estaba acostumbrada a los cabellos rubios, castaños o morenos, los rojizos u azulados sólo se encontraban en mi conocimiento, mas, hasta ese día, no había tenido la oportunidad de presenciarlos.
No pude evitar percatarme de cómo acariciaba su mano evidentemente adolorida, hice una ligera mueca sintiendo un poco de compasión por la muchacha y rabia conmigo misma al haber dejado mi bolsito de mano en el carruaje en donde tenía unas pomadas para los dolores, algunas personas creen que soy realmente obsesiva, pues llevo de casi todo en dicho bolso, sin embargo ese no es el verdadero motivo del hecho de que ande con un botiquín ambulante junto a mí todos los días cada vez que salgo de casa, tampoco es porque me guste ser precavida, sino porque soy la mujer más torpe que debe habitar la faz de la Tierra, sin saber cómo siempre consigo meterme en problemas debido a mi falta de concentración, aún podía recordar la primera vez que había conocido al joven Dalmau en dónde casi terminé estampada en el suelo, o la primera vez que vine a la biblioteca en dónde mi cuerpo colisionó con el del joven Alejandro dejándome un chichón de esos que habitaban en tu piel por semanas... definitivamente necesitaba de mis pomadas, era la torpeza con pies.
Escuché su explicación don detenimiento, sacándome de mis pensamientos y sin poder evitarlo enarqué una de mis cejas cuando nombró al bibliotecario, la primera vez que había entrado allí me había quedado claro que era algo refunfuñon, pero nunca imaginé que fuera tan despreocupado como para mandar a una joven a semejante peligro sabiendo que hoy en día el zapato de tacón estaba en el auge de la moda - ¿Y no se lo pudo pedir a alguien más? - pregunté curiosa mientras me sacaba mis zapatos dejándolos de forma ordenada en el suelo para luego comenzar a subirme a las escaleras que me dejarían a menor distancia del libro - Por aquí hay hartos empleados que estarían felices de ayudarla - Subí al segundo peldaño tratando de equilibrarme para que no me pasara lo mismo que le había pasado a la mademoiselle Carmmine sin mirar al suelo en ningún momento - ¿Cuál libro es el que quiere? - subí otro peldaño más sintiendo lo helada que estaba la escalera a través de la delgada tela de la panty que cubría mis piernas y pies, esas prendas eran bastante engañosas pues a pesar de lo transparente y delgadas que eran mantenían la temperatura bastante bien en ese sector de mi anatomía.
No pude evitar percatarme de cómo acariciaba su mano evidentemente adolorida, hice una ligera mueca sintiendo un poco de compasión por la muchacha y rabia conmigo misma al haber dejado mi bolsito de mano en el carruaje en donde tenía unas pomadas para los dolores, algunas personas creen que soy realmente obsesiva, pues llevo de casi todo en dicho bolso, sin embargo ese no es el verdadero motivo del hecho de que ande con un botiquín ambulante junto a mí todos los días cada vez que salgo de casa, tampoco es porque me guste ser precavida, sino porque soy la mujer más torpe que debe habitar la faz de la Tierra, sin saber cómo siempre consigo meterme en problemas debido a mi falta de concentración, aún podía recordar la primera vez que había conocido al joven Dalmau en dónde casi terminé estampada en el suelo, o la primera vez que vine a la biblioteca en dónde mi cuerpo colisionó con el del joven Alejandro dejándome un chichón de esos que habitaban en tu piel por semanas... definitivamente necesitaba de mis pomadas, era la torpeza con pies.
Escuché su explicación don detenimiento, sacándome de mis pensamientos y sin poder evitarlo enarqué una de mis cejas cuando nombró al bibliotecario, la primera vez que había entrado allí me había quedado claro que era algo refunfuñon, pero nunca imaginé que fuera tan despreocupado como para mandar a una joven a semejante peligro sabiendo que hoy en día el zapato de tacón estaba en el auge de la moda - ¿Y no se lo pudo pedir a alguien más? - pregunté curiosa mientras me sacaba mis zapatos dejándolos de forma ordenada en el suelo para luego comenzar a subirme a las escaleras que me dejarían a menor distancia del libro - Por aquí hay hartos empleados que estarían felices de ayudarla - Subí al segundo peldaño tratando de equilibrarme para que no me pasara lo mismo que le había pasado a la mademoiselle Carmmine sin mirar al suelo en ningún momento - ¿Cuál libro es el que quiere? - subí otro peldaño más sintiendo lo helada que estaba la escalera a través de la delgada tela de la panty que cubría mis piernas y pies, esas prendas eran bastante engañosas pues a pesar de lo transparente y delgadas que eran mantenían la temperatura bastante bien en ese sector de mi anatomía.
April Von Uckermann- Humano Clase Alta
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Re: Noche de Lectura [April Von Uckermann]
La joven que la había ayudado a levantarla no la miró con la mirada de reproche que se esperaría de alguien cuya pacifica visita a la biblioteca había sido en parte perturbada tan tontamente por un descuido. Von Uckermann se apellidaba aquella joven, que por sus comentarios posteriores parecía haber visitado la biblioteca en múltiples ocasiones.
- No tuve la fortuna de encontrarme con alguien más – dijo mientras la veía sorprendida quitarse los zapatos – Debí haber pensado en ello – dijo riendo.
No es que se molestara en nimiedades como aquella, pero se habría evitado el problema y quizás no hubiese conocido a la joven en esas condiciones tan poco comunes.
- Usted parece venir bastante seguido a la biblioteca – respondió cuando le escuchó hablar de los empleados de la biblioteca – en cambio, es la primera vez que yo vengo, siempre había recurrido a la biblioteca de mi maestro, pero desde que vivo sola… trato de arreglármelas por mí misma –
No sabía porque hablaba tan sinceramente con aquella joven que ahora se encontraba en la misma escalera de la que había caído, quizás era porque no percibía ningún grado de amenaza y le había causado gracia la idea de quitarse los zapatos de tacón. En todo eso pensaba cuando la voz de la joven volvió a despabilarla.
- Oh, no se preocupe, es la Eneida de Virgilio, la edición en latín – dijo mientras se acercaba para recoger el libro que había quedado casi olvidado en el piso – Pero está aquí abajo – dijo limpiándole la cubierta al tomo que se encontraba algo sucio, tanto por la caída como por su poco uso.
Al parecer no muchos habían tenido la oportunidad de leerlo, en su lengua original al menos, seguro la gente se extrañaría, tal como el cascarrabias encargado de la biblioteca, de que una joven como ella y de su edad pudiese leer un libro como aquel. Y es que a pesar de que París era una de las ciudades más abiertas de pensamiento, aún quedaban detalles que quedaban indelebles a pesar del paso del tiempo.
- ¿Qué busca usted, señorita Von Uckermann? – dijo con algo de curiosidad para ver si compartían ciertos intereses, aunque ya tuviesen a la lectura como uno –
No quería distraerla y que le ocurriera lo mismo que a ella, así que se colocó cerca de la escalera por si ocurría alguna eventualidad.
- Si gusta puedo recibirle los libros – dijo mientras se terminaba de ubicar al lado derecho de la escalera – Así nos evitamos otro posible accidente – dijo dedicándole una amable sonrisa mientras levantaba el rostro.
Quizás no hubiese sido tan divertido haberla conocido en condiciones diferentes a las que sucedieron, no es que agradeciera el golpe que se dio, pero al menos había causado una primera impresión un poco peculiar en la joven.
- No tuve la fortuna de encontrarme con alguien más – dijo mientras la veía sorprendida quitarse los zapatos – Debí haber pensado en ello – dijo riendo.
No es que se molestara en nimiedades como aquella, pero se habría evitado el problema y quizás no hubiese conocido a la joven en esas condiciones tan poco comunes.
- Usted parece venir bastante seguido a la biblioteca – respondió cuando le escuchó hablar de los empleados de la biblioteca – en cambio, es la primera vez que yo vengo, siempre había recurrido a la biblioteca de mi maestro, pero desde que vivo sola… trato de arreglármelas por mí misma –
No sabía porque hablaba tan sinceramente con aquella joven que ahora se encontraba en la misma escalera de la que había caído, quizás era porque no percibía ningún grado de amenaza y le había causado gracia la idea de quitarse los zapatos de tacón. En todo eso pensaba cuando la voz de la joven volvió a despabilarla.
- Oh, no se preocupe, es la Eneida de Virgilio, la edición en latín – dijo mientras se acercaba para recoger el libro que había quedado casi olvidado en el piso – Pero está aquí abajo – dijo limpiándole la cubierta al tomo que se encontraba algo sucio, tanto por la caída como por su poco uso.
Al parecer no muchos habían tenido la oportunidad de leerlo, en su lengua original al menos, seguro la gente se extrañaría, tal como el cascarrabias encargado de la biblioteca, de que una joven como ella y de su edad pudiese leer un libro como aquel. Y es que a pesar de que París era una de las ciudades más abiertas de pensamiento, aún quedaban detalles que quedaban indelebles a pesar del paso del tiempo.
- ¿Qué busca usted, señorita Von Uckermann? – dijo con algo de curiosidad para ver si compartían ciertos intereses, aunque ya tuviesen a la lectura como uno –
No quería distraerla y que le ocurriera lo mismo que a ella, así que se colocó cerca de la escalera por si ocurría alguna eventualidad.
- Si gusta puedo recibirle los libros – dijo mientras se terminaba de ubicar al lado derecho de la escalera – Así nos evitamos otro posible accidente – dijo dedicándole una amable sonrisa mientras levantaba el rostro.
Quizás no hubiese sido tan divertido haberla conocido en condiciones diferentes a las que sucedieron, no es que agradeciera el golpe que se dio, pero al menos había causado una primera impresión un poco peculiar en la joven.
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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Re: Noche de Lectura [April Von Uckermann]
Una ligera risa escapó de mis labios ante el comentario de la mademoiselle cuando me quité los zapatos, a decir verdad me había dado un hermoso motivo para sacar de mi vista esos odiosos tacones, ya sentía como mis pies se iban acostumbrando a ellos, pero aún me molestaban un poco al caminar, no era sólo su ruido, sino también el ligero dolor que se posaba en la planta de mis pies al no tener la costumbre adecuada. - Esta es mi segunda casa - le sonreí amigable aún escaleras arriba, la iglesia y la biblioteca eran las únicas partes en las que me sentía completamente cómoda, tranquila, encantada, en paz... en casa, era como si estuviera en una burbuja de la que no quisiera salir nunca, si esa no era la sensación que se debía tener en el espacio físico que todos llamaban HOGAR, pues entonces no sabía cuál era.
Mi ceño se frunció ligeramente cuando me habló de su maestro, por alguna extraña razón sentí algo de melancolía en su voz, quizás no es que viviera sola por opción, sino que por circunstancias de la vida, lo que sería algo lamentable, no podía llegar a expresar lo doloroso que era perder a alguien y mucho más cuando se trataba de la persona que cuidaba de ti o viceversa; el perder a mis padres había sido un golpe tan grande que no podía no compartir el dolor que la chica estaría sintiendo en caso de que se encontrara en la misma situación que mis hermanos y yo.
Una mirada de comprensión y ternura se posó en mis ojos, sin poder dejar de darle vueltas al asunto de su maestro, cuando la volví a mirar soltando una ligera risa por el hecho de que el libro ya estuviera abajo - No lo vi, lo siento - me disculpé por mi torpeza al no haberme percatado de la hermosa fuente del saber. - Oh, no, no, el mío está abajo, estoy interesada en el arte de la antigua roma - sonreí sintiendo como mis mejillas se sonrojaban al decir mis gustos, la verdad era que no tenía a nadie con quien compartirlos, el joven Dalmau parecía mostrar mi mismo interés por esas cosas, sin embargo nuestros caminos se habían topado sólo una vez y ya había pasado mucho tiempo de eso.
Comencé a bajar las escaleras con delicadeza, pues no quería tropezar en mis largo vestido, mirando los peldaños fijamente mientras Lady Carmmine me la sujetaba con amabilidad - Ya está - mis pies tocaron el helado suelo, algo que no me importó en lo absoluto, andar a pies descalzos era una manía que tenía desde pequeña, así que ni siquiera pensé en ponerme los tacones de nuevo, al menos mientras estuviera en ese pasillo donde nadie más que ella me pudiera presenciar. - ¡Aquí está! Voy en el tomo tres - le sonreí sacando el libro que estaba traducido en inglés - la envidio un poco - me sinceré igual de amigable - me encantaría poder leer en latín - mis hombros se encogieron algo apenados, sin embargo mi rostro no demostraba ni un ápice de esa tristeza, me encantaba mi idioma y el francés ya lo estaba empezando a procesar con mayor facilidad, así que aprender latín no era algo que quería hacer de forma tan desesperada, no obstante aprender diferentes lenguas de seguro estaba en una de mis metas a largo plazo.
Mi ceño se frunció ligeramente cuando me habló de su maestro, por alguna extraña razón sentí algo de melancolía en su voz, quizás no es que viviera sola por opción, sino que por circunstancias de la vida, lo que sería algo lamentable, no podía llegar a expresar lo doloroso que era perder a alguien y mucho más cuando se trataba de la persona que cuidaba de ti o viceversa; el perder a mis padres había sido un golpe tan grande que no podía no compartir el dolor que la chica estaría sintiendo en caso de que se encontrara en la misma situación que mis hermanos y yo.
Una mirada de comprensión y ternura se posó en mis ojos, sin poder dejar de darle vueltas al asunto de su maestro, cuando la volví a mirar soltando una ligera risa por el hecho de que el libro ya estuviera abajo - No lo vi, lo siento - me disculpé por mi torpeza al no haberme percatado de la hermosa fuente del saber. - Oh, no, no, el mío está abajo, estoy interesada en el arte de la antigua roma - sonreí sintiendo como mis mejillas se sonrojaban al decir mis gustos, la verdad era que no tenía a nadie con quien compartirlos, el joven Dalmau parecía mostrar mi mismo interés por esas cosas, sin embargo nuestros caminos se habían topado sólo una vez y ya había pasado mucho tiempo de eso.
Comencé a bajar las escaleras con delicadeza, pues no quería tropezar en mis largo vestido, mirando los peldaños fijamente mientras Lady Carmmine me la sujetaba con amabilidad - Ya está - mis pies tocaron el helado suelo, algo que no me importó en lo absoluto, andar a pies descalzos era una manía que tenía desde pequeña, así que ni siquiera pensé en ponerme los tacones de nuevo, al menos mientras estuviera en ese pasillo donde nadie más que ella me pudiera presenciar. - ¡Aquí está! Voy en el tomo tres - le sonreí sacando el libro que estaba traducido en inglés - la envidio un poco - me sinceré igual de amigable - me encantaría poder leer en latín - mis hombros se encogieron algo apenados, sin embargo mi rostro no demostraba ni un ápice de esa tristeza, me encantaba mi idioma y el francés ya lo estaba empezando a procesar con mayor facilidad, así que aprender latín no era algo que quería hacer de forma tan desesperada, no obstante aprender diferentes lenguas de seguro estaba en una de mis metas a largo plazo.
April Von Uckermann- Humano Clase Alta
- Mensajes : 734
Fecha de inscripción : 30/07/2010
Edad : 34
Localización : En la catedral, en la biblioteca o la plaza.
Re: Noche de Lectura [April Von Uckermann]
Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de Carmmine al oír que la biblioteca era como la segunda casa de la joven, de modo que también era una avezada lectora como ella, aunque claro, de clases distintas de libros. Aunque de todos modos el arte y la filosofía no tenían diferencias irreconciliables, y en más de algunos puntos se podrían encontrar como buenos aliados.
La vio bajar delicadamente de la escalera, muy diferente a la forma en que ella había bajado, cosa que no pudo sino causarle un poco de risa, la que se guardó para ella para no parecer irrespetuosa. Le escuchó decir que la envidiaba, y eso la hizo sonrojarse un poco pues no creía que poder leer en una lengua que había sido destinada a vulgarizarse a causa de la expansión del gran imperio, él mismo cuyo arte parecía cautivar a la señorita Von Uckermann.
- Es libre aquel que dispone de tiempo para el ocio – dijo repitiendo aquellas palabras que había leído tiempo atrás en la biblioteca de su creador en Londres – O al menos eso creía Aristóteles –
Sin duda tenían esto en común también, no tenían ciertas preocupaciones que el común de la gente, quizás de estratos más bajos, sí, y que les impedía poder acceder a una educación con más horizonte, y aquello era una lástima ya que Carmmine creía firmemente en el poder de aquello le entregaba a una persona, y había luchado firmemente para demostrárselo a su padre, cuando era una mortal, aunque sin éxito.
- El latín es la raíz de todas las lenguas, así que si bien supone un desafío aprenderla, créame que la satisfacción luego supera con creces el esfuerzo – dijo con una cordial sonrisa.
Había peleado contra su padre para que la dejase cambiar las zapatillas de ballet por los libros, pero había resultado infructuoso, por lo que a escondidas había comenzado con la literatura, cuando el resto de las luces se apagaban en la antigua mansión en Alemania, una tímida vela iluminaba su habitación permitiéndole avanzar con la lectura.
- ¿Vive usted cerca de aquí? – dijo al observar el tomo que la joven tenía entre manos – A mí me queda bastante lejos venir hasta aquí, aunque supongo que vale la pena –
Estaba comenzando un proyecto de biblioteca en su mansión en las afueras, vivía sola, tenía espacio ¿Por qué no aprovecharlo? Sin duda era mejor llenarlo de libros y conocimiento, a dejar un espacio vacío con una barra y un espejo enorme para ensayar y deleitarse ella misma… No, no odiaba el ballet, no podía, pero pugnaba con su yo racional. Ya no podría evitar abrir la boca…
- ¿Podría creer usted que cambié el ballet por los libros? – dijo casi riendo – Mi padre solía decir que no eran cosas para jovencitas – dijo señalando el libro que tenía en las manos.
La vio bajar delicadamente de la escalera, muy diferente a la forma en que ella había bajado, cosa que no pudo sino causarle un poco de risa, la que se guardó para ella para no parecer irrespetuosa. Le escuchó decir que la envidiaba, y eso la hizo sonrojarse un poco pues no creía que poder leer en una lengua que había sido destinada a vulgarizarse a causa de la expansión del gran imperio, él mismo cuyo arte parecía cautivar a la señorita Von Uckermann.
- Es libre aquel que dispone de tiempo para el ocio – dijo repitiendo aquellas palabras que había leído tiempo atrás en la biblioteca de su creador en Londres – O al menos eso creía Aristóteles –
Sin duda tenían esto en común también, no tenían ciertas preocupaciones que el común de la gente, quizás de estratos más bajos, sí, y que les impedía poder acceder a una educación con más horizonte, y aquello era una lástima ya que Carmmine creía firmemente en el poder de aquello le entregaba a una persona, y había luchado firmemente para demostrárselo a su padre, cuando era una mortal, aunque sin éxito.
- El latín es la raíz de todas las lenguas, así que si bien supone un desafío aprenderla, créame que la satisfacción luego supera con creces el esfuerzo – dijo con una cordial sonrisa.
Había peleado contra su padre para que la dejase cambiar las zapatillas de ballet por los libros, pero había resultado infructuoso, por lo que a escondidas había comenzado con la literatura, cuando el resto de las luces se apagaban en la antigua mansión en Alemania, una tímida vela iluminaba su habitación permitiéndole avanzar con la lectura.
- ¿Vive usted cerca de aquí? – dijo al observar el tomo que la joven tenía entre manos – A mí me queda bastante lejos venir hasta aquí, aunque supongo que vale la pena –
Estaba comenzando un proyecto de biblioteca en su mansión en las afueras, vivía sola, tenía espacio ¿Por qué no aprovecharlo? Sin duda era mejor llenarlo de libros y conocimiento, a dejar un espacio vacío con una barra y un espejo enorme para ensayar y deleitarse ella misma… No, no odiaba el ballet, no podía, pero pugnaba con su yo racional. Ya no podría evitar abrir la boca…
- ¿Podría creer usted que cambié el ballet por los libros? – dijo casi riendo – Mi padre solía decir que no eran cosas para jovencitas – dijo señalando el libro que tenía en las manos.
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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