Alteraciones y Epitafios

Hay momentos en esta eternidad que no se pueden dejar varados en el olvido. Cierto es que los recuerdos vienen y van de la misma forma que los cometas naufragan en el infinito universo, la verdadera intriga es saber ¿Cuándo regresarán? Soy igual que un libro antiguo, algunas de mis páginas ya no se pueden leer, otras están a punto de borrarse, no quiero que mi pasado quede resumido a las manchas amarillentas en los pergaminos, quizá solo algunas. No había tenido la necesidad de escribir, nunca imaginé que alguna noche lo haría, pero estoy aquí… Tratando de plasmar en párrafos lo que he sentido, lo que vivido, lo que he soñado y obtenido, lo que deseo y lo que he amado por sobre todas las cosas. Tragarse el orgullo no es fácil, decir que un hombre te ha flagelado, que ha resumido toda una existencia a un único nombre, ¡Es una vergüenza! Con ver mi sonrisa lo adivinarían todo. Yo no lo sentí así. Una y otra vez podría arrojarme a las fauces del león por escuchar su voz nuevamente, por sentir sus manos recorriendo mi piel, por besar sus labios, por quedarme para siempre con él; no importa el que me llamen perdedora cuando yo sé que en realidad que no lo soy. Ahora comprendo lo errada que estaba al sentirme suprema por ser insensible ante las trampas mortales del corazón. Me burlaba de los demás, atrapados en esas agónicas redes, llenas de veneno para el alma… ¡Imbécil! A ellos yo les provocaba lástima.

Conocerlo implicó un drástico cambio en mi existencia. Es un golpe demasiado fuerte darte cuenta de lo vacío que estás. Pero sólo así es que logras trascender a algo que está por encima de cualquier cosa que te hayas imaginado. El estúpido placer encontrado en trivialidades, la satisfacción depositada en cosas que son tan baladíes… Todo fue removido por él. Nuevos conceptos, sensaciones inimaginables, obsesiones que me harían salir a la luz del sol o clavar una estaca en mi pútrido corazón. El nombre de la locura lo llevaba inscrito en cada rose de sus manos a las mías, me perdí en la profundidad de sus ojos y en la delicia de sus besos. No me arrepiento. Porque él que, me dedicó una de sus noches con su lujuria, pudo ser acreedor de todos mis crepúsculos. Porque él que, con una sonrisa mortífera desapareció mis miedos y agonías, me enseñó lo que la sangre derramada, el llanto y el sufrimiento nunca conseguirían… aprendí a amar a su lado. Lucern llegó a mí como una tormenta en el desierto, impredecible pero perfecta. Sació mis demonios, pagó con lealtad a mis fantasmas y me enclaustró en su pecho. Fui una víctima más que pereció ante su encanto vampírico, tampoco me arrepiento… Si existe algo de lo que debo sentirme realmente orgullosa, será pues de haberlo amado tanto. Mi ciclo tuvo principio y su final a su lado, el fue mi Génesis y el Apocalipsis que me destruyó. Y aún cuando lo único que queda de mí son un par de cenizas desplazadas por el viento, con partícula de ellas, lo sigo amando hasta que la eternidad me alcance, hasta el fin de los tiempos, hasta que no sea yo de él más que un simple recuerdo

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Se escucha el dolor de las gotas allí afuera, la lluvia no cesa, ha estado así durante días… El chapoteo de su suicidio se observa en el agua estancada, los cristales en la ventana amenazan con ser resumidos a fragmentos por culpa de ese viento infernal y a lo lejos un relámpago captura mi sonrisa en este instante. Recuerdo aquella noche en la que nuestros cuerpos se unieron por segunda ocasión y los diamantes de la naturaleza nos envolvían llenando de un brillo sepulcral nuestras almas. Ya estábamos completos. Su corazón se encontraba en mi pecho y el mío en el suyo. Dicen que el dolor de la nostalgia es el mejor recuerdo que se tiene del pasado, pero ¿Qué hay del capricho en las memorias venideras o del sueño perdido que robó en su momento la dicha? Afuera la tormenta continúa su recorrido por las calles de Paris, no tengo ganas de salir de esta cárcel en la que con gusto me he enclaustrado, mi atención ya no está en la satisfacción de la sangre derramada, todo lo que pudiese aspirar está dentro de esta habitación, en mi cama… Lucern duerme, o eso es lo que me hace creer cada que nuestras fuerzas se ven consumidas por nuestra pasión. Desde esta silla puedo observar la gloria eterna que él tiñó con su presencia sólo para mí. Mientras la pluma danza sobre este lienzo y la tinta lo impregna con su mórbido tono negro, él me invita a devorarlo una vez más, pero tengo tiempo suficiente como para malgastar estos vagos segundos en un capítulo prohibido de mis memorias, quiero plasmar aquí, justo en estas líneas inquebrantables de frases multiplicadas por ecos en la eternidad, lo que siento… lo que me causa escozor dentro de mis entrañas.

Matrimonio y Eternidad, esas no son las palabras en las que un niño piensa al ver el ocaso desde las alturas de su hogar, menos cuando sólo se enfoca en un escape a la realidad ¿Cuántas veces había yo soñado realmente? Ni siquiera puedo recordarlo, pero esto es real. Podría levantarme de esta estoica silla e ir a donde él para despertarlo, asegurándome que abriendo sus ojos seguirá aquí, a mi lado… Pero no deseo irrumpir su tranquilidad y también puedo pasarme la eternidad observándolo desde este sitio, apreciear sus dorados cabellos, su nariz perfilada, sus torneados brazos, sus toscas manos, los pectorales en su pecho, el vientre marcado, el sendero que baja desde su ombligo hasta… Entonces recuerdo que me aterra la idea de esa frase. No se trata de inseguridad, sé lo que hago, sé lo que quiero, pero tengo miedo. Palpar lo impalpable, ver lo invisible... ¿No es razón suficiente? El dolor me golpea tan fuerte como puede, ya no son los demonios de mi pasado los que devoran mi alma, esta vez son todas aquellas sensaciones de incertidumbre ¿Y si no soy lo suficiente para SU eternidad? No podría vivir con el conocimiento de haber sido una más y no la única, pero lo amo tanto que el sacrificio está dentro de mis opciones….
No hay que preocuparse si la página del libro está manchada de carmín, es una simple gota de sangre que se me ha desprendido del labio que desgarré en mi tonta desesperación por encontrar las respuestas a preguntas que, irónicamente sólo yo puedo concebir.

En mi cabeza resuenan las campanadas de la Iglesia, por mis pensamientos pasan los rostros de mis amistades y enemistades, todos y cada uno de ellos ha formado parte esencial en mi vida, ellos forjaron lo que soy hoy en día o… ¿debería decir noche? Eso es irrelevante. Presumir el anillo que porto en el dedo angular izquierdo, es una razón más por la cual sentirme orgullosa, no cualquier mujer posee uno. Hay que especificar que no cualquier hombre se comprometería con una dama por el resto de la eternidad y años atrás yo hubiese preferido el suicidio. El diamante destella cuando la luz de las velas lo acarician ¿Por qué un diamante y no un rubí? Simple, este es una piedra indestructible que simboliza la fortaleza, el poder y la pureza del amor y compromiso de la pareja. Invencible, al igual que nuestro amor. Sí, puedo dar fe y testimonio que su resplandor no es otra cosa que el sentir de un corazón enamorado, porque no importa el que esté muerto, aunque ya no palpite siente. Y es aquí donde llevo mi mano izquierda hasta el lugar que ocupa en mi pecho y trato de aprisionarlo en mi puño. Sonrío ante la vagancia de mis pensamientos, la boda se efectuará en un par de semanas más, no hay nada que me haga más feliz y triste al mismo tiempo. No sabré si soy la mejor esposa, al menos esa que él merece ¿Y si se termina el amor? ¿Si me deja por otra? ¿Qué pasará cuando sienta la necesidad de un…? ¡¿Hijos?! Que desdicha, nada me hubiese gustado más que engendrar un hijo de Lucern, pero soy infértil… ¿Y si caemos en la monotonía, en la rutina? Si el hombre no fue creado para esto, menos lo ha sido un vampiro. ¿Qué pasará cuando el aburrimiento nos abofetee? ¿Será todo? ¿El final de nuestro para siempre? Yo sé que no puedo seguir mi camino sin él, pero... ¿Podrá Lucern continuar sin mí?

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Cuando le vendí mi alma al diablo, él me juró que no volvería a sentir miedo. De idiota le creí. Si tuviese un corazón que palpita conforme mi respiración se acelera y el vértigo abofetea mi rostro, es muy probable que en este momento muriese de un ataque cardiaco. Quedaría grabada en mi rostro esa sonrisa que no he podido ocultar desde que se me dio la noticia, desde que pude sentir al fin esa prenda blanquecina sobre mi cuerpo. “¡La mejor de las sedas!” exclama la modista “El mejor de los cuerpos” Pronuncia el paje. Por más que traté que mis mejillas se incendiaran por el elogio de ambos, no pude. Estoy tan seca como la arena en los más estériles desiertos. No se me negará haber tenido ese destello en mis pupilas, porque aunque el reflejo no me hizo frente, estoy segura que su brillo fue idéntico al de la luna cuando se carcajea frente al mar por haber encontrado a su amante, el lobo nocturno que aún le llora en su lejanía. Los pliegues blancos, me rodearon como en una cascada de espumosa agua cristalina, el corsé delineó mi figura como si mi busto necesitara firmeza… Y aún así no dejé de sentirme más bella. Irremediablemente feliz, así me sentía y así me siento. Los manteles de las mesas reposan sobre los viejos sillones del salón, aún no he visto las flores con las que se adornará la Iglesia, todavía no estoy consciente de la lista de invitados… La cabeza me da vueltas, un buen vino apaciguará la maraña que traigo en los pensamientos.

Tengo planeado hacer mis votos de forma diferente, algo que no se escuche todos los días, un pensamiento, un poema o incluso una frase que marque la diferencia. Para que frente al altar él esté completamente seguro de lo que hace y, mientras yo hable, piense “Es ella”. Quiero sorprenderlo abrazando un infinito de versos sólo para él. Nunca le haría justicia. ¿He mencionado antes que sí existe vida después de la muerte? Es más intensa, se perciben las sensaciones con el doble de fuerza, siendo mortal jamás hubiese… Las mariposas revolotean en mi estómago, pero son las viudas negras quienes se llevan la corona al tragárselas sin consideración alguna. Nerviosismo, felicidad ¿Locura? Sólo un par de noches más y perteneceré a su vida. Llevando su apellido podré culminar mi vida, pero ¿Cómo hacerlo cuando al fin habré encontrado mi estancia, mi lugar, mi razón de ser? No, no quiero comenzar a sumergirme en el océano de perdición y dudas, porque me siento de una forma tan indescriptible que, por primera vez en toda mi existencia, no he podido dejar de sonreír. Hace más de una hora que se fue la modista y yo continúo disfrazada de ángel. La tela se arruga, no importa, se ensucia ¿Qué más da? Trato de ignorar el paso del tiempo, no quiero dejar la pluma sobre la mesa y tener que fingir entretenerme en otra cosa para no despojarme de este vestido. Soy como una huérfana a la cual le han obsequiado el mejor de los regalos, una familia.

Rápido, Rápido… Alguien ha tocado la puerta. No es él. Un suspiro de alivio y el torrente de sanguíneo regresa a la normalidad. No debe verme con el vestido antes de la boda, es de mala suerte. No creo en las supersticiones, pero tampoco deseo arriesgarme. Apostarlo a él, es como clavarme una estaca en el pecho; un suicidio. La tinta comienza a ceder ¿Cuánto he escrito? ¡Bagh! Sólo los párrafos que no tienen sentido. Me ha costado tanto quedarme quieta. Deseo salir y presumir lo que el destino me ha preparado, quiero gritar su nombre en medio de la tormenta y que esta me responda con un alarido de envidia. Al ponerme de pie, la prenda se rasga ¡Maldición! Creí que no importaría pero, cortaré cabezas si nadie acude a atenderme…

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Despertar con la luna observándote desde lo alto del firmamento, entender que en la obscuridad de la noche se encontraron los sueños perdidos y pretender que no se siente nostalgia por el calor del sol en tu piel o el destello de sus rayos en las ondas de tu cabello; es la muerte. El tiempo consumió mi paciencia y creí haberlo perdido absolutamente todo, estaba equivocada, lo sé… Esperé dos siglos y medio para poder abrazar al miedo y abofetearlo. Reconozco que la maldad que despilfarre durante décadas era simplemente la amargura carcomiéndome las entrañas, para poder amar me fue necesario olvidar el pasado. Me tragué mil veces mis palabras, evolucioné a un mundo desconocido para mí, pero tenerlo frente es como volver a ver el amanecer en el horizonte y encontrar lo cálido de una llama en mi fría e insensible piel. ¡Dios me debía una vida! Irónico saber que me la entregó con sus brazos en la muerte. Sé perfectamente que redundo en mis palabras, no sólo en esta página, también en las más viejas, pero no me detendré porque después de todo, nadie leerá este estúpido papel. Y continuo sorprendiéndome con la sonrisa más sincera ataviando mis labios cada que pienso en él, me resulta inevitable no hacerlo cuando las horas del reloj parecen atormentarme, gritan a manera de coro celestial lo restante para unirme a él por el resto de mi eternidad… ¿De verdad podría durar tanto el amor?

Desesperante, incomprensivo, aterrador… Palabras que se entrelazan, encerrando más emociones descontroladas que golpean mi pecho amenazando con salir de allí y estallar en miles de pedazos. Euforia, vértigo, masoquismo. Adoro cada sensación de mi cuerpo, como si él estuviese ahora mismo posando sus delicados dedos en lo largo de mi espalda, con caricias que pecan de obscenidad y romanticismo, con detalles que resaltan a la vista. Podría incluso asegurar tener ahora mismo una revolución en el cáliz de mi entrepierna, sólo el augurio orgásmico de lo débil que soy ante el hombre que desposaré… Las horas pasan tranquilas pero para mí es como si de eternidades completas se tratasen. Lo tengo todo listo, conozco la rutina ¡Por el infierno, que he repasado cada maldito detalle! Y aún así, no puedo dejar de sentir un poco de desconfianza. Esa sensación absurda de advertencia, quizá sea lo que los humanos llaman el “conflicto”; las dudas pueden revolotear por mis pensamientos, sin embargo, no me arrepentiré de esto. No ahora, no esta noche, no mañana en que le esté entregando un corazón nacido del caos y alimentado por la luz inverosímil que coexiste en las tinieblas de un cuerpo sin alma, no cuando ya decidí ser suya en la complejidad que encierra el todo.

Portaré con orgullo la insignia que me ha obsequiado, la medalla con la inicial de su nombre. Esa cadena forjada con el más puro de los oros y unida a las más finas joyas de la realeza. Un símbolo que, más que representarlo a él como mi dueño, me recuerda que pertenezco a un corazón que late junto al mío y sin poder explicarlo, sin poder idealizarlo en la mente de forma literal… Lo más absurdo que he escrito o pensado hasta ahora pero, ¿Qué importa? Me ha llenado de tantos recuerdos, sus elogios y esos presentes que manda con sus lacayos son la muestra de siempre mantenerme en su mente. Lo odio por consentirme de esa forma, pero lo mataré si deja de hacerlo. Lo acepto, me sienta bien saberme amada y lo presumo el tiempo suficiente. ¿No es eso lo que hacen los amantes a medida que su llama crece? No puedo decir con seguridad que el fuego ardiente dentro de mí está en su apogeo, porque ni siquiera sé exactamente si pudiese tener un clímax total, es tan inalcanzable cuando estoy con él, es tan… ¡Demonios! El infinito parece poco espacio y la eternidad es nula para completarlo.

No puedo esperar a posar mis ojos en su cuerpo, observarlo frente al altar con un traje confeccionado especialmente para ese día, ropa que será desgarrada en segundos por mi deseo irrefutable de poseerlo una vez más. Y así se escribirá el resto de nuestras noches, seremos como el tiempo y la vida, inversamente proporcionales… el uno del otro. ¿Es posible que un vampiro sude de las manos al estar nervioso? ¡Demonios! Es extraño pero juraría que eso es lo que siento en este preciso momento, si esto es en el ahora… ¿Qué será de mí? El carraspeo de mi garganta me hizo recordar que tengo un poco de sed, debo alimentarme si deseo lucir espectacularmente hermosa sólo para él… ¿Las supersticiones, también alcanzan a la maldición del no muerto? Sé que no debería, pero tengo tantos deseos de verlo esta noche que iré a buscarlo con un regalo de bodas. ¿Bastará el corazón virgen de una doncella? ¡Oh, apuesto a que le encantará! Y sigo aquí, sonriendo como estúpida, no me excuso ¿Para qué, si jamás lo entenderían los demás? Comienzo a desesperarme, arrancaré ese reloj de pared y lo partiré en dos si no deja de ensordecerme con su “Tic, Tac” ¡Está bien! ¡Está bien! Ahora mismo dejaré la pluma en su lugar y el pergamino al lado de mi cama. Saldré a cazar y lo esperaré en su mansión semidesnuda con la sangre ocultando mi intimidad, dejando a la imaginación e incitando a la lujuria. ¿Qué es lo peor que podría pasar si rompo la regla del “No ver al novio antes de la boda”? Con tanta felicidad que me invade, dudo que la mala suerte nos alcance…

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Némesis. Ese es el nombre por el que se me conoció en mis primeros años como neófita. Los Cazadores, los inquisidores, licántropos e incluso los de nuestra raza, todos ellos al escuchar mi nombre se mofaban de él ¿Cómo era posible que un recién nacido enfundara tanto temor? Las malas noticias se extienden rápido y la muerte de mi padre no fue la excepción. Destruí al enemigo en cuestión de segundos, la ira me corroía desde lo más profundo de mis entrañas. Era como si un abismo negro se llenase de toda la ira del mundo y la tempestad que se levantó a través de mi repudio tiñó con sangre cada uno de los muros que nos aprisionaban. Trozos de carne vestían las esquinas, ríos carmesí donde las ratas se alimentaron, comida para los perros que ni ellos deseaban tragar, pero el hambre les calaba en los huesos y no hubo de otra. Sus mandíbulas masticaban los restos del vampiro y en ocasiones peleaban por los muñones de sus extremidades. Mi rostro estaba cubierto con sangre, todo mi maldito cuerpo fue bañado con una explosión de vísceras, porquerías… Fue la venganza quien susurró a mi oído esa noche, lo disfruté. Desmembrar el cuerpo de ese imbécil junto con toda su guardia, dejar caer cada pedazo de carne desde lo alto del segundo piso para que los animales se pelearan por ellos y, beber su alma junto a la sangre vertida sobre mi copa vacía; fue mejor que haber obtenido una noche orgásmica en los brazos de un amante y allí, observándome desde las tinieblas con su tajante sonrisa deforme, se encontraba él… Luther.

¿Cómo pude haber sido tan ciega? Desde la noche en que me engendraron hasta hoy, él siempre ha permanecido a mi lado. Sin decir nada, sin reclamar una sola caricia de mis gélidas manos. Ese hombre es el demonio. Me cobijó cuando sentí frío y desató un holocausto sólo para complacerme. A él le debo la vida. No, no. La existencia misma. Pues fue ese vampiro desfigurado quien me trajo con vida esa noche. Pero escribir sobre la tragedia es un chiste personal, una forma de mutilarme a mi misma y que las heridas comiencen a sangrar. ¡Mejor! Así tendré más tinta con la cual expresarme, pues lo que drené de sus sirvientes apenas me ha alcanzado para satisfacerme. ¿Y qué necesidad tengo de escribir ahora? La verdad es que ninguna y sólo lo hago para no empalar a la mucama que me atiende con temor, como justo ahora me esta mirando. Él se lo dejó en claro, todos mis caprichos se cumplirían, eso incluye tomar sus vidas sólo porque se me apetece. Lo irónico de todo esto es que por más vidas que tome aquí en el Sacro Imperio Romano Germánico, sólo existe una que realmente me interesa… Merlina… Pronunciar, escribir, pensar, odiar su nombre es lo único que me mantiene con las fuerzas suficientes para poder continuar y claro, el imbécil de Luther que me ha encadenado como una maldita prostituta a este pedazo de habitación. “Por mi bien” ¿A quién demonios se le ocurre? Supongo que tiene un poco de miedo, ha de creer que continúo siendo aquella irrefrenable mujer que conoció en Roma a punto de ser devorada por los Inquisidores. Los giros de la vida nos persiguen de tal forma que nos acorralan para obligarnos a cometer estupidez tras estupidez, y no, no busco justificar mi falta de tacto en algunas ocasiones, es sólo que encuentro un humor sombrío dentro de todo esto. Quizá haya perdido una vez más la cordura, pero en todo caso ¿Quién me lo ha diagnosticado? Si soy yo, entonces no debo estar tan demente, pues el último que sabe sobre su locura es el mismo enfermo ¿No? Digamos que le llevo ventaja.

Tratar de evitar su nombre o los recuerdos que me persiguen como demonios carroñeros, no está funcionando. Cada vez, con cada segundo que pasa, levanto la mirada hacia el ventanal para asegurarme de que ese reflejo en la luna se ha ido para siempre pero ¡NO DESAPARECE! y, desgraciadamente no lo hará hasta que termine con la ilusión de quien lo ocasiona. Solicitaré permiso para salir ¡LUTHER TIENE QUE ENTENDER! Soy una mujer tan libre como el viento, pero tan jodidamente moribunda como los gusanos retorciéndose en el anzuelo de los pescadores. Luther no se negará, claro que no. Iré a Paris nuevamente, alguien tiene que cuidar el dinero de mi negocio y la verdad es que ya no confío en Dimitri, pero tal parece que Luther lo ha convertido en uno de sus mejores hombres. Ninguno de los idiotas me quería muerta así que ambos pasaron por encima de mi voluntad. Jahjahjahjah. ¡Increíblemente contradictorio! ¡Escupo en ellos y escupo en mi misma! Pero mi veneno será exclusivo para ella… ¡Su hermosa y encantadora gitana de mierda! Como su reina, tiene que caer primero, después iré a por el rey. Tengo que estar segura de enfrentarlo sin sentir temor de correr a sus malditos brazos y sumirme en un beso apasionado en sus gélidos labios. Me odio. Aún lo amo. Pero tengo que exterminarlo… y lo haré de la peor forma que él pueda llegar a imaginar, no sólo soy el Némesis de la humanidad, si no de todo aquel que esté en mi contra. Merlina y Lucern, los dos se han burlado de mí, uno por creerse el macho alfa y la otra por puta barata... Pronto descubrirán que una mujer herida es capaz del suicidio, sí, pero una mujer que ha sido envenenada por el odio, ella... yo... Somos el último de los jinetes en el apocalipsis, la muerte. ¡Eureka! Mi cena ha llegado.

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Libertad, un falso mito que se ha extendido a lo largo de la historia como una maldita plaga a través del viento. Me sentí desencarnada, con el sopor ardiente en la garganta y esa tonta idea frenética de gritar mi ignota libertad. La noche brilló para mí como el ojo aterrador de un dios en el juicio final y, aunque pude padecer el terror de su ira, me importó un carajo el paroxismo de su odio. Estuve encerrada durante un miserable año, uno donde observé la maldad emergiendo de las cuencas putrefactas en los ojos de un demonio. Sufrí, padecí en carne propia todo el dolor que le hice pasar a mis víctimas. El concepto del masoquismo revolucionó completamente en mi; la idea errónea de disfrutar el placer provenía de la ortodoxia en el sentido de la ética y la moral en la humanidad, pensamientos discordantes que varían al instante en que la conveniencia se ve influenciada; no me di cuenta pero actuaba como un niño atrapado en un cuerpo inmortal. Pesimistamente fatalista. El refrán, la moraleja, el relato popular, asevera que, no importa cuan grande sea Lucifer, este siempre recordará que perdió una batalla. ¡Mutilemos el dogma y propongamos un paradigma; no importa cuántas batallas haya perdido antes, lo que importa es ganar la guerra! Una vez muerta la razón de una creencia empírica, se abre el paso a la conciencia, el cambio, la mutación, la trascendencia del pensamiento y el comportamiento a través de prácticas elementales, juzgadas, aborrecidas pero interesantemente efectivas. Y así, como el doloso proceso de autoconocimiento y expiación de culpas se extiende a través de la agónica catarsis de las sensaciones perecederas, surge el renacimiento de una nueva era. Siempre atada al eco del pasado. ¡Oh, pero juraría que la muerte sería suficiente para acabar con el drama de una supuesta forma demoniaca! Ironías, miles de ironías que se concentran en un apócrifo sentido de la perfecta consciencia. Habría que temer entonces a las realidades paralelas que, como gatos salvajes, atacan a su presa sin cuartel ni arrepentimiento. ¡Esa es la palabra! El arrepentimiento y el deseo constante por obtener la libertad nos lleva a cometer locuras inimaginables que tal vez sean lo suficientemente fuertes como para mantenernos en territorio enemigo y hondear el estandarte. ¡Patético! Nadie es más grande que la hormiga bajo la tierra; el orgullo mata, pero el egocentrismo, el narcisismo y el cínico descaro de la vanidad, te vuelven ciego. Aprenderse la lección es la parte fácil de la enseñanza en un maestro. Comprenderla, asimilarla y esperar que el alumno la interprete objetivamente en el pensamiento contrario, es el reto que se debe vencer. La discordia aparece, el juego inicia y, al final, sólo la treta queda. Pero el actuar a todos se nos da bien y, si yo quiero ser esta noche sólo un azuzar a la deriva, lo seré. Sin embargo, el cuervo siempre estará cerca. Disfruté mi instancia en la obscuridad, gritando, pataleando… El exquisito sabor de la sangre fresca, el olor a la vida y ese poderío tonto que recorre mi piel centímetro a centímetro. Los extrañaré. Es raro salir a la calle y darse cuenta que no sientes nada. Una muy buena excusa para caer en las garras insultantes de la locura, pero no lo suficiente como para permitirlo. Indiferencia es el término apropiado a la suma de un todo, un vacío que provoca la búsqueda de sensaciones en todos los sentidos posibles, por supuesto, haciendo énfasis en aquello que produce pánico colectivo. Que no se te olvide Lorraine que, la maldad no es sinónimo de crueldad y tampoco se representa desencarnado a tus víctimas como entretenimiento y escape a la absurda realidad que tanto aborreces. Y que no se te olvide también que, la dicotomía entre el bien y el mal, no tiene relevancia para un dios.

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Nunca lo leerás, pero quiero escribírtelo. Al menos, le servirá de catarsis a uno de los dos…,

He escrito miles de palabras, tantas veces y repetitivas que incluso me las sé de memoria; la cantidad sólo es equiparable al tiempo en que me has preguntado lo mismo. Negarme a que escuches mis pensamientos, a que leas la mínima parte de mí, ha sido la solución perfecta que me ha dado la oportunidad de seguir en pie y no desquebrajarme ante ti como en el pasado. Soy débil amor mío, soy terriblemente frágil cuando se trata de ti. Te mentí.

Esa noche en la laguna, me hiciste una pregunta, misma que ha estado reverberando en mi cabeza constantemente, poniéndome a prueba. Te mentí. Yo no podría –aunque quisiera- lastimarte.
Hubo infiernos que amenazaron mi existencia; hechos que marcaron mi ser para siempre. Al verte a los ojos esa noche, pude apreciar el dolor que te dejé cuando me fui y no sabes lo insufrible que fue para mí.
Me desgarró el verte destrozado, me sentí morir. Intenté amenizar la angustia fingiendo ser tan fría como el hielo, pero incluso este puede llegar a sentir el calor. Tu calor.
No hubo en mí la mínima duda de tu dolor; opresivo, ardiente, lacerante. Así fue la visión, así fuiste tú. Me desquebrajaste, me rompiste, me hiciste nada… porque nada era sin ti y nada soy a tu lado, porque sigo siendo la misma peste que encontraste la primera vez que nos vimos.
He sopesado centenares de noches tu abandono, pero no puedo. ¡Porque soy masoquista! Tú podrías llegar a olvidarme con el paso del tiempo, así como lo has hecho con tus otras amantes, ese es mi miedo.
Yo podría por ti, alejarme cuando me lo pidas y esclavizarme el tiempo que tú lo ordenes. No era mentira cuando me declaré tu sumisa. Incluso, si así lo quieres, también podría ir a buscar a la gitana para que sea tuya mientras yo los observo y los cuervos devoran mi carne.
Se supone que el amor no tiene que ser sacrificable para ninguno de los dos, pero eres lo mejor que me ha pasado desde nunca, que esto es lo más cercano que tengo para alcanzar la perfección a la que deseas hacerme partícipe y si tú lo quisieras yo…. Yo….

Tus ojos refulgen hambrientos, tus colmillos me aclaman, tus manos me aprisionan. Soy completa y totalmente tuya. Pies, cabeza, alma y pensamiento. No existe momento en el que pueda sentirme a salvo sin ti. No existo.
Me flagelas con la mirada, esa tan tuya, que me hace sentir deseada, amada…, Me haces creer que hice algo bueno para merecerte, pero no sé qué.
Me arrodillo, sucumbo, lloro, sonrió y muero. Eres el último suspiro de vida, ese segundo entre la perdición y la dicha, la tempestad y la calma. El principio y el final.
Me dueles, me dueles con una desesperación asfixiante pero de alguna manera enfermizamente adictiva. Quisiera golpearte, desangrar tu cuerpo, enjaularte…, pero tu belleza reside en la indomabilidad que representas. Lo lejano que puedes o no estar de mí; esa maldita adrenalina de no saber si te quedarás o te irás por la mañana. ¿Adicción? La palabra es tan insignificante para esto que siento, que ni el propio término de ‘amor’ puede abarcarlo por completo.
¡Soy un despojo! ¡Mi amor, soy tu despojo!
Y fuésemos mortales ¿Te habrías enamorado de mí? ¿Te habrían encantado mis arrugas? ¿El cabello blanco y la mirada cansada? ¿La piel flácida y las manchas en la cara?
Sé bien que mis temores son infundados, amor…., pero…, eres tan hermoso mientras duermes. Yo sí hubiese querido envejecer junto a ti. Tengo la inmortalidad a tu lado, la dicha de que nunca vamos a morir y la fe en que la eternidad no nos sea suficiente. Aún así, añoraré la idea de despertar y verte sonreír con las marcas del tiempo en tu rostro, sabiendo perfectamente que en el mío también las hay, y que estas encierran en sus pliegues toda una vida amándote.
Te tengo, me tienes…, miedosa, acabada, frívola y apasionada.
Soy para ti, el tiempo que así lo decidas.

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