AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El despampanante té de las 5.
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El despampanante té de las 5.
Simón Crane había necesitado de un carruaje sencillo para dirigirse a ver a Viola, como siempre, ya que su casa estaba ubicada a las afueras de Paris y para llegar a ella no solo se necesitaban las ganas de verla, sino que una invitación de su parte con el horario indicado para tomar el te, un buen té inglés.
La costumbre de su tierra la había pasado completamente por alto desde hace bastantes años, ya que tomar un té cuando estás a cargo de un barco es definitivamente lo menos sensato que un capitán puede hacer, sobre todo cuando el mar está en tu contra.
Si que había comenzado a adoptar la buena costumbre gracias a Viola, quien era una excelente anfitriona y adoraba oir las historias de Simon en altamar mientras que él, por su parte, estaba curioso por enterarse de los movimientos sociales en Paris, pues nadie más que ella podía ayudarlo con eso.
Tan recto como siempre, entró a la mansión en espera de que el mayordomo hiciera el anuncio d su visita. Mientras tanto él, con sus manos en la espalda divisaba el techo alto estilo barroco pintado con la escena de un perfumista en su labor, unos hermosos cuadros renacentistas adornaban las paredes y retratos de Viola sin ninguna tipo de complejos, mostrando su belleza en todo los ángulos.
Simon se sorprendió admirando el arte que empapaba las paredes cuando el mayordomo lo guió hasta la salita azulada donde pasaban sus tardes en conversación. A pesar de que no era bueno para el té, con un par de copas de jerez estaría encantado ya que Viola conocía sus gustos, incluso más de lo que él podía constatar.
Al entrar al salón con ese típico caminar seguro y denotando su altura, Simon le sonrió a la mujer que estaba de pie en espera de su presencia, encandilándolo de sobremanera con su atuendo de día y ese aroma nuevo, distinto a los que el capitán recordaba en ella. Sorprendido en su totalidad pero sin hacer comentario sobre ello, se dirigió hasta la despampanante mujer y beso la punta de sus dedos con bastante delicadeza.
-Buenas tarde, madame- dijo en un tono soberbiamente encantador, disimulando su sonrisa con aquel beso en su mano enguantada. Al volver a su posición con claras costumbres de un militar de la marina, recto y bien vestido, Simon tragó saliva y se dirigió a ella nuevamente, para comentar sobre su aspecto, sobre lo hermosa que se veía. –debería haberme comentado, Madame. La importancia de lucir encantador ésta tarde, aunque no habría podido igualar lo despampanante que luce hoy, si me lo permite- le sonrió con esa confianza entre líneas y luego pasó su mano por ese pelo rubio rebelde, que ahora lucía sin sombrero alguno.
La costumbre de su tierra la había pasado completamente por alto desde hace bastantes años, ya que tomar un té cuando estás a cargo de un barco es definitivamente lo menos sensato que un capitán puede hacer, sobre todo cuando el mar está en tu contra.
Si que había comenzado a adoptar la buena costumbre gracias a Viola, quien era una excelente anfitriona y adoraba oir las historias de Simon en altamar mientras que él, por su parte, estaba curioso por enterarse de los movimientos sociales en Paris, pues nadie más que ella podía ayudarlo con eso.
Tan recto como siempre, entró a la mansión en espera de que el mayordomo hiciera el anuncio d su visita. Mientras tanto él, con sus manos en la espalda divisaba el techo alto estilo barroco pintado con la escena de un perfumista en su labor, unos hermosos cuadros renacentistas adornaban las paredes y retratos de Viola sin ninguna tipo de complejos, mostrando su belleza en todo los ángulos.
Simon se sorprendió admirando el arte que empapaba las paredes cuando el mayordomo lo guió hasta la salita azulada donde pasaban sus tardes en conversación. A pesar de que no era bueno para el té, con un par de copas de jerez estaría encantado ya que Viola conocía sus gustos, incluso más de lo que él podía constatar.
Al entrar al salón con ese típico caminar seguro y denotando su altura, Simon le sonrió a la mujer que estaba de pie en espera de su presencia, encandilándolo de sobremanera con su atuendo de día y ese aroma nuevo, distinto a los que el capitán recordaba en ella. Sorprendido en su totalidad pero sin hacer comentario sobre ello, se dirigió hasta la despampanante mujer y beso la punta de sus dedos con bastante delicadeza.
-Buenas tarde, madame- dijo en un tono soberbiamente encantador, disimulando su sonrisa con aquel beso en su mano enguantada. Al volver a su posición con claras costumbres de un militar de la marina, recto y bien vestido, Simon tragó saliva y se dirigió a ella nuevamente, para comentar sobre su aspecto, sobre lo hermosa que se veía. –debería haberme comentado, Madame. La importancia de lucir encantador ésta tarde, aunque no habría podido igualar lo despampanante que luce hoy, si me lo permite- le sonrió con esa confianza entre líneas y luego pasó su mano por ese pelo rubio rebelde, que ahora lucía sin sombrero alguno.
Simon Crane- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/06/2011
Edad : 40
Localización : Paris, France
Re: El despampanante té de las 5.
-Viola son las cuatro y media de la tarde – escuche a Darla mi nodriza hablarme mientras yo terminaba de hacer unas anotaciones, ella con lentitud se acercó hacia mí la quede mirando con una sonrisa en mis labios – Búscame el vestido verde – le ordene mientras yo estaba frente al tocador peinando mis cabellos rojizos, arreglándolos con cuidado, me gustaba estar siempre presentable tanto para ir a mi perfumería como para recibir a mi invitado, no era cualquier si no que Simon, ya había perdido la cuenta de nuestro último encuentro, me mire al espejo y acomode mi cabellera para que quedara perfectamente acomodada, me pinte los labios rojos y arregle con un poco de maquillaje suave era un simple te a media tarde. Darla llego con el vestido yo ya estaba totalmente lista, me puse el vestido con ayuda de mi nodriza, al cabo de unos segundos ya todo estaba en perfecto orden. – Darla, hiciste las galletas que te pedí ¿cierto? Y los pasteles están todos como los pedi – le dije mirándola a los ojos – Tranquila Viola, todo está listo, Antoine sabe lo que tiene que hacer – Era casi imposible tranquilizarme, pero aun así lo intente, baje las escaleras y me fui al salón, inspeccioné que todo estuviera en completo orden, la perfección era mi aliada y amiga.
Los minutos siguientes parecieron volar cuando escuche la aldaba sonar y Antoine salió abrir, escasos fueron los segundos cuando logre ver las sombras acercándose y aquella cabellera rubia hacer frente ante mí, ¿nerviosa?, no, con Simon nunca, solo era la emoción de no haberle visto en tanto tiempo, como era de esperar el con toda su educación y su saludo me sorprendió – Monsieur, recuerde que aun soy una señorita – dije con un aire de victoria, en realidad no sabía por qué pero ya estaba dicho. ¿Sonrojarme? Claro con sus halagos mis mejillas se tornaron rojizas pero aun asi mantuve mi vista posada en la ajena – Ha llegado halagador, Simon – deje de inmediato las formalidades, llevábamos siendo amigos varios años y sentía esa entera confianza para con el – Debo decir que los años no pasan tras de ti – sí, aquello era un halaga do mi parte ni el ni yo eramos viejos pero tenia que decir algo, no me quedaría callada, ni ahora ni nunca, para muchos era irrespetuoso que una dama hablara más de la cuenta y claro Yo era de esas.
¿Quedarme con ese simple saludo tan formal? No, me acerque a él y deposité un beso en su mejilla derecha – Toma asiento, que se nos viene una tarde larga – sonreí y mientras yo tomaba asiento Darla apareció en el umbral de la puerta, cruce la mirada con ella y con un leve asentimiento de cabeza ella desapareció tras la puerta – Siempre con tus formalidades, ni que yo fuera de la realeza – dije a media sonrisa, cruce mis piernas y me quede mirándolo, era extraño volverlo a ver, tenía muchas preguntas que hacerle, quería escuchar sus historias en altamar, quería saber si ya tenía novia, si ya se había casado, si tenía hijos; quería saber que aventura había tenido, que lugares nuevos conocía quería saber todo, como siempre, pero esta vez era diferente, ahora yo también tenia cosas que contarle, mi vida en ¨Paris, estaba siendo un tanto mas emocionante, pero tenia dudas, sobre que decir y que no.
Los minutos siguientes parecieron volar cuando escuche la aldaba sonar y Antoine salió abrir, escasos fueron los segundos cuando logre ver las sombras acercándose y aquella cabellera rubia hacer frente ante mí, ¿nerviosa?, no, con Simon nunca, solo era la emoción de no haberle visto en tanto tiempo, como era de esperar el con toda su educación y su saludo me sorprendió – Monsieur, recuerde que aun soy una señorita – dije con un aire de victoria, en realidad no sabía por qué pero ya estaba dicho. ¿Sonrojarme? Claro con sus halagos mis mejillas se tornaron rojizas pero aun asi mantuve mi vista posada en la ajena – Ha llegado halagador, Simon – deje de inmediato las formalidades, llevábamos siendo amigos varios años y sentía esa entera confianza para con el – Debo decir que los años no pasan tras de ti – sí, aquello era un halaga do mi parte ni el ni yo eramos viejos pero tenia que decir algo, no me quedaría callada, ni ahora ni nunca, para muchos era irrespetuoso que una dama hablara más de la cuenta y claro Yo era de esas.
¿Quedarme con ese simple saludo tan formal? No, me acerque a él y deposité un beso en su mejilla derecha – Toma asiento, que se nos viene una tarde larga – sonreí y mientras yo tomaba asiento Darla apareció en el umbral de la puerta, cruce la mirada con ella y con un leve asentimiento de cabeza ella desapareció tras la puerta – Siempre con tus formalidades, ni que yo fuera de la realeza – dije a media sonrisa, cruce mis piernas y me quede mirándolo, era extraño volverlo a ver, tenía muchas preguntas que hacerle, quería escuchar sus historias en altamar, quería saber si ya tenía novia, si ya se había casado, si tenía hijos; quería saber que aventura había tenido, que lugares nuevos conocía quería saber todo, como siempre, pero esta vez era diferente, ahora yo también tenia cosas que contarle, mi vida en ¨Paris, estaba siendo un tanto mas emocionante, pero tenia dudas, sobre que decir y que no.
Viola de Lesseps- Humano Clase Alta
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Re: El despampanante té de las 5.
No se sorprendió en absoluto cuando Viola dejó las formalidades y besó su mejilla de la forma habitual, podía pasar el tiempo pero aun así seguían conservando las mismas costumbres, ella le besaba sin tapujo alguno y él la llamaba Madame, porque al fin y al cabo la sentía su señora, era la mujer que había ganado su confianza, abierto puertas que Simón creyó oxidadas y a pesar de las historias del pasado y su misión de cazador, seguía confiando en él.
Si que una sonrisa espléndida apareció en el rostro del marqués, dejando a un lado esa posición firme de siempre y aceptando la invitación a tomar asiendo en un sillón rococó tan adecuado para Viola, con sus diseños de ninfas y detalles costosos, pero sin alejarse del azul que primaba en esa habitación. Espero que ella se sentara primero y la imitó sin quitar un ojo de ella, de sus movimientos gráciles y encantadores.
Fue instantánea la risa masculina que Simon soltó al oírla hablar, refiriéndose al trato que él le daba y su comparación con la realeza. El capitán de inmediato torció una ceja disconforme. -Me extraña que se queje de mis formalidad, madame. Sabe perfectamente que mi trato hacia usted es efectivamente como trato a la realeza- le sonrió con una expresión de sinceridad y luego miró en dirección a la puerta, con la idea de que ésta se había abierto.
Viola tenía conocimiento que las reuniones con Simon debían ser privadas, ya ni siquiera se preocupaba de lo que podía pensar el personal que trabaja para ella, sino que solo le importaba la confidencialidad que existía en cada reunión. -Por favor, Viola. Adoras cuando te trato como una reina, cualquier mujer lo hace, sique no dejaré mis formalidades contigo.- dejó su sombrero a un lado del sillón y con la misma curiosidad que sentía siempre cuando la veía, la quedó mirando sin ningún tipo de freno, estaba realmente guapa con ese vestido verde resaltando su pelo rojizo al igual que sus labios. Siempre había tenido un sentido de la moda que le favorecía y no solo eso, aun era una soltera cotizada dentro de los círculos británicos.
-Antes que me preguntes por mis viajes, quiero saber el motivo de tu sonrisa, estás mas feliz que la última vez que te vi…- podía ser uno o mil motivos, pero Simon tenía claro que luego de verle sus mejillas sonrojadas tendría una respuesta detallada de lo que pasaba con su vida, independiente a los nombres que podía conseguir, Simón quería conocer su círculo y protegerla, como había sucedido años atrás.
Si que una sonrisa espléndida apareció en el rostro del marqués, dejando a un lado esa posición firme de siempre y aceptando la invitación a tomar asiendo en un sillón rococó tan adecuado para Viola, con sus diseños de ninfas y detalles costosos, pero sin alejarse del azul que primaba en esa habitación. Espero que ella se sentara primero y la imitó sin quitar un ojo de ella, de sus movimientos gráciles y encantadores.
Fue instantánea la risa masculina que Simon soltó al oírla hablar, refiriéndose al trato que él le daba y su comparación con la realeza. El capitán de inmediato torció una ceja disconforme. -Me extraña que se queje de mis formalidad, madame. Sabe perfectamente que mi trato hacia usted es efectivamente como trato a la realeza- le sonrió con una expresión de sinceridad y luego miró en dirección a la puerta, con la idea de que ésta se había abierto.
Viola tenía conocimiento que las reuniones con Simon debían ser privadas, ya ni siquiera se preocupaba de lo que podía pensar el personal que trabaja para ella, sino que solo le importaba la confidencialidad que existía en cada reunión. -Por favor, Viola. Adoras cuando te trato como una reina, cualquier mujer lo hace, sique no dejaré mis formalidades contigo.- dejó su sombrero a un lado del sillón y con la misma curiosidad que sentía siempre cuando la veía, la quedó mirando sin ningún tipo de freno, estaba realmente guapa con ese vestido verde resaltando su pelo rojizo al igual que sus labios. Siempre había tenido un sentido de la moda que le favorecía y no solo eso, aun era una soltera cotizada dentro de los círculos británicos.
-Antes que me preguntes por mis viajes, quiero saber el motivo de tu sonrisa, estás mas feliz que la última vez que te vi…- podía ser uno o mil motivos, pero Simon tenía claro que luego de verle sus mejillas sonrojadas tendría una respuesta detallada de lo que pasaba con su vida, independiente a los nombres que podía conseguir, Simón quería conocer su círculo y protegerla, como había sucedido años atrás.
Simon Crane- Inquisidor Clase Alta
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Re: El despampanante té de las 5.
Antes de que pudiera si quiera decir palabra alguna un suave golpeteo en la puerta se escuchó, seguidamente me levante y deje entrar a Darla, la única que tenía mi autorización de molestarnos pero sabía que esta sería la última vez, ella traía consigo, una tetera de porcelana con flores como adornos y dos tazas del mismo juego, en silencio entro y las dejo sobre la mesa que daba a los dos sofás, también traía consigo la mesa rodante en ella los más finos pasteles y galletas preparados por mi nodriza, la conocía demasiados años y confiaba plenamente en ella, Darla sabía que siempre mis encuentros con Simon eran a puertas cerradas y nadie de la servidumbre podía entrar a la estancia donde nos encontrábamos, al cabo de unos segundo se retiró del lugar no sin antes pasarme la botella de jerez con dos vasos por si a mí se me apetecía, con una sonrisa en mis labios la puerta se cerró y le quede mirando – Tú y tus gustos, deberías probar ahora el nuevo té que me han regalado, te de canela, mi favorito – deje a un lado de la tetera la botella sirviéndole un poco de Jerez antes de que volviera a tomar asiento.
En realidad sabes que no soy de formalidades, recuerda – hice una pequeña pausa dándole un cierto misterio a mis palabras – Yo no soy cualquier mujer – no me contuve, sonriendo de lado, tome la tetera y vertí de aquel te que había en su interior en ambas tazas no perdía nada si le servía un poco a él. Simon me conocía tanto que su última pregunta no me sorprendió en lo absoluto pero ¿cómo decirle el motivo de mi sonrisa? – Es simple, han pasados meses de nuestro último encuentro y estoy feliz de tenerte nuevamente tomando té conmigo – En parte mi sonrisa tenía que ver con su venida, pero también estaba segura que con aquella respuesta no quedaría del todo conforme, me di un segundo mientras colocaba dos terrones de azúcar rubia en mi taza y revolvía con total lentitud – Digamos que… me han sucedido varias circunstancias de las que me siento feliz. Una de esas que mi perfumería se está haciendo de las más conocidas en Paris, cada día recibo un cliente nuevo, que después de cierto tiempo regresan por mas – mi gran orgullo siempre seria lo que me apasionaba y la creación de perfumes era una de esas, amaba mi trabajo más que nada en el mundo, aquel era el que me daba el sustento necesario para seguir donde estaba y aunque no me quejaba de la herencia de mi padre aun cada peso estaba intacto, yo era una mujer autosuficiente y lo seguiría siendo.
¿Qué hay de ti? Algún nuevo trabajo, otra búsqueda – siempre que venía hacia mí, había algo de tras fondo y aquel era el miedo que yo tenía, miedo a hablar pero no temor a lo que él me pudiera decir sino; era difícil de explicarlo cuando había encontrado más sorpresas de las que alguna vez oí decir de él, conocía a las bestias había tenido cercanías con varias. Pero en Paris había mas de lo sobrenatural que en cualquier otro lugar, aquello lo había escuchado de buenas fuentes, mi perfumería no tan solo servía para vender sino que también para enterarme de las muertes y por menores de todo lo que ocurría cuando el sol se escondía detrás de los bosques, cuando la luna llena iluminaba el cielo era cuando los aullidos más desgarradores eran escuchados, el solo hecho de pensar en aquello hizo que mi cuerpo se estremeciera. Acerque la taza a mis labios y probé del té, estaba en su punto máximo, el sabor, el dulzor todo era perfecto y serviría para opacar los nervios. – Sírvete, que de seguro hace tiempo no comes algo hecho en casa – termine por mencionar, ofreciéndole pastelillos de sabores caseros, como chocolate, miel, canela entre otros.
En realidad sabes que no soy de formalidades, recuerda – hice una pequeña pausa dándole un cierto misterio a mis palabras – Yo no soy cualquier mujer – no me contuve, sonriendo de lado, tome la tetera y vertí de aquel te que había en su interior en ambas tazas no perdía nada si le servía un poco a él. Simon me conocía tanto que su última pregunta no me sorprendió en lo absoluto pero ¿cómo decirle el motivo de mi sonrisa? – Es simple, han pasados meses de nuestro último encuentro y estoy feliz de tenerte nuevamente tomando té conmigo – En parte mi sonrisa tenía que ver con su venida, pero también estaba segura que con aquella respuesta no quedaría del todo conforme, me di un segundo mientras colocaba dos terrones de azúcar rubia en mi taza y revolvía con total lentitud – Digamos que… me han sucedido varias circunstancias de las que me siento feliz. Una de esas que mi perfumería se está haciendo de las más conocidas en Paris, cada día recibo un cliente nuevo, que después de cierto tiempo regresan por mas – mi gran orgullo siempre seria lo que me apasionaba y la creación de perfumes era una de esas, amaba mi trabajo más que nada en el mundo, aquel era el que me daba el sustento necesario para seguir donde estaba y aunque no me quejaba de la herencia de mi padre aun cada peso estaba intacto, yo era una mujer autosuficiente y lo seguiría siendo.
¿Qué hay de ti? Algún nuevo trabajo, otra búsqueda – siempre que venía hacia mí, había algo de tras fondo y aquel era el miedo que yo tenía, miedo a hablar pero no temor a lo que él me pudiera decir sino; era difícil de explicarlo cuando había encontrado más sorpresas de las que alguna vez oí decir de él, conocía a las bestias había tenido cercanías con varias. Pero en Paris había mas de lo sobrenatural que en cualquier otro lugar, aquello lo había escuchado de buenas fuentes, mi perfumería no tan solo servía para vender sino que también para enterarme de las muertes y por menores de todo lo que ocurría cuando el sol se escondía detrás de los bosques, cuando la luna llena iluminaba el cielo era cuando los aullidos más desgarradores eran escuchados, el solo hecho de pensar en aquello hizo que mi cuerpo se estremeciera. Acerque la taza a mis labios y probé del té, estaba en su punto máximo, el sabor, el dulzor todo era perfecto y serviría para opacar los nervios. – Sírvete, que de seguro hace tiempo no comes algo hecho en casa – termine por mencionar, ofreciéndole pastelillos de sabores caseros, como chocolate, miel, canela entre otros.
Viola de Lesseps- Humano Clase Alta
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Re: El despampanante té de las 5.
La olor a canela se propagó con facilidad por la habitación mezclándose tímidamente con el aroma de Viola, pero aun así Simon no se tentó ante la idea del té humeante en su boca, prefería antes una copita de jerez mientras recordaban buenos tiempos, o quizás pensaban en el futuro.
-Esta vez le seré infiel a su té y tomaré un poco de jerez, si no le molesta Madame- aceptó la copita que ella le extendió y de inmediato la llevó a sus labios para sentir el primer sorbo de licor del día. Esa costumbre de beber era netamente inglesa, la sensación de amargor en la boca dispersaba de cierta forma los nubarrones de su vida de forma temporal, no significaba que caer en el alcoholismo era la salida mas fácil que tenía, pero era costumbre que un hombre bebiera mientras intentaba solucionar los problemas del mundo.
Pero Viola también era una especie de licor, más joven y con más efectos secundarios que una resaca mañanera, ella, tal como se describía a si misma, no era como todas las mujeres y ahí recaía toda la confianza que Simón depositaba en ella. –Por supuesto que lo sé, mi queridísima Viola, por algo estoy aquí hoy, para enmendar el hecho de dejarte bastante tiempo sin mi grata compañía ¿no es verdad?- Simón le sonrió con ese gesto de familiaridad y se quedó ahí, escuchando como ella hablaba de su perfumería, el éxito en Paris y el comportamiento de sus clientes.
Aunque más allá de esos importantes desenlaces, Simón vio en el rostro de ella un brillo característico de éxito acompañado de ese semblante delicado denotando orgullo por sus guerras ganadas, cosa que en el rostro de Simón apareció de inmediato una sonrisa jubilosa mientras que su pecho se infló con orgullo por esa mujer, una gran mujer. –Me alegra del éxito de tus perfumes, aunque te felicito mas por tus habilidades, Viola. Todos sabemos de la experticia que tienes en el oficio, una de las grandes competencias para la perfumería francesa, me imagino- comentó con ese tono analítico y de capitán, como si estuvieran hablando de una misión en las costas Americanas.
Sin duda, no le sacó en absoluto de contexto oírla iniciar un tema sobre él, porque era lógico que Simon tenía bastante más que contar debido a sus viajes, pero ella ya sabía gran parte de ellos por las cartas que con frecuencia él le escribía. –Sigue mi búsqueda, esa jamás se detiene, solo que ahora pretendo quedarme en Paris el tiempo que sea necesario hasta encontrarlo…- no tenía que dar ningún otro detalle para que ella entendiera de que se tratara y también, con una simple mirada de Simón, ella captaría que la necesitaba para su cometido. –tendrás que ayudarme a buscar algún lugar donde quedarme, confío plenamente en tus gustos- comentó con una sonrisa escueta y bebió nuevamente de su copa, tratanto de no sonar desesperado por saber mas información de la que ya manejaba. –Estoy aquí porque es la ciudad europea con mayor número de muertes de la forma en que murió Dominique… incluso peores- sus ojos de un azul vibrante se tornaron oscuros, casi sin vida, nostálgicos como cada vez que nombraba a Dominique, su hermana.
-Esta vez le seré infiel a su té y tomaré un poco de jerez, si no le molesta Madame- aceptó la copita que ella le extendió y de inmediato la llevó a sus labios para sentir el primer sorbo de licor del día. Esa costumbre de beber era netamente inglesa, la sensación de amargor en la boca dispersaba de cierta forma los nubarrones de su vida de forma temporal, no significaba que caer en el alcoholismo era la salida mas fácil que tenía, pero era costumbre que un hombre bebiera mientras intentaba solucionar los problemas del mundo.
Pero Viola también era una especie de licor, más joven y con más efectos secundarios que una resaca mañanera, ella, tal como se describía a si misma, no era como todas las mujeres y ahí recaía toda la confianza que Simón depositaba en ella. –Por supuesto que lo sé, mi queridísima Viola, por algo estoy aquí hoy, para enmendar el hecho de dejarte bastante tiempo sin mi grata compañía ¿no es verdad?- Simón le sonrió con ese gesto de familiaridad y se quedó ahí, escuchando como ella hablaba de su perfumería, el éxito en Paris y el comportamiento de sus clientes.
Aunque más allá de esos importantes desenlaces, Simón vio en el rostro de ella un brillo característico de éxito acompañado de ese semblante delicado denotando orgullo por sus guerras ganadas, cosa que en el rostro de Simón apareció de inmediato una sonrisa jubilosa mientras que su pecho se infló con orgullo por esa mujer, una gran mujer. –Me alegra del éxito de tus perfumes, aunque te felicito mas por tus habilidades, Viola. Todos sabemos de la experticia que tienes en el oficio, una de las grandes competencias para la perfumería francesa, me imagino- comentó con ese tono analítico y de capitán, como si estuvieran hablando de una misión en las costas Americanas.
Sin duda, no le sacó en absoluto de contexto oírla iniciar un tema sobre él, porque era lógico que Simon tenía bastante más que contar debido a sus viajes, pero ella ya sabía gran parte de ellos por las cartas que con frecuencia él le escribía. –Sigue mi búsqueda, esa jamás se detiene, solo que ahora pretendo quedarme en Paris el tiempo que sea necesario hasta encontrarlo…- no tenía que dar ningún otro detalle para que ella entendiera de que se tratara y también, con una simple mirada de Simón, ella captaría que la necesitaba para su cometido. –tendrás que ayudarme a buscar algún lugar donde quedarme, confío plenamente en tus gustos- comentó con una sonrisa escueta y bebió nuevamente de su copa, tratanto de no sonar desesperado por saber mas información de la que ya manejaba. –Estoy aquí porque es la ciudad europea con mayor número de muertes de la forma en que murió Dominique… incluso peores- sus ojos de un azul vibrante se tornaron oscuros, casi sin vida, nostálgicos como cada vez que nombraba a Dominique, su hermana.
Simon Crane- Inquisidor Clase Alta
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Re: El despampanante té de las 5.
Era extraños sentarse a tomar él te con un hombre del cual uno ya sabía más secretos de lo que podía verse a simple vista, claro que no me molestaba en lo absoluto un buen té siempre traía consigo una larga conversación, el tiempo parecía volar cuando ambos comenzábamos con nuestras platicas que podían durar horas y más horas, si porque cada uno sabia del otro una gota más que cualquier Parisino, los años eran prisioneros en nosotros y ambos éramos un imán para el otro, claro una metáfora que si se le ponía la atención debida haría notar que el lazo de amistad era más grande que cualquier otro para ambos. Seguí bebiendo de mi té mientras escuchaba cada palabra que Simon pronunciaba.
Espero que tu estadía en Paris sea más larga, que podamos vernos más seguidos. Sinceramente me has hecho falta, saber que alguien me cuida y vela por mí – en realidad tenía que admitir que me sentía como una hermana pequeña para él, si no había otra descripción para lo que sentía en mi corazón. Tome una galleta y le di una mordida, eran tal cual como me gustaban con miel y de un color dorado rustico, bebí un poco más de té para pasar la galleta y le quede mirando a los ojos cuando dijo aquello de los perfumes franceses – Sabes Simon, que primero nadie entraba a mi perfumería el hecho de que supieran que no soy Francesa fue lo más difícil, los días pasaron y llegaron mis primeros clientes los cuales quedaron más que satisfechos con mis creaciones y si no fuera por ellos creo que nunca hubiera podido dar a conocer mi trabajo, mi arte – di un suspiro, aquellos recuerdos eran ya tan lejanos, un año y algunas semanas llevaba en Paris más de lo que en un principio creí.
Sé que nunca te detendrás y eso es lo que más me gusta de ti, eres u verdadero luchador que contra vientos y mareas aun sigues de pie. – le dedique una amplia sonrisa al tiempo que le serbia un poco más de Jerez aquel brebaje que tanto le gustaba a él. Me acerque a él y poniéndome a su lado en cuclillas le di una caricia en su mano – Encontraras respuestas, tenlo por seguro – un escalofríos recorrió mi cuerpo al tiempo que menciono aquello de las muertes, trague saliva y me levante volviendo a mi lugar- Tengo varias habitaciones disponibles en mi mansión – dirigí mi vista hacia el techo haciendo mención de que en el segundo piso habían habitaciones disponibles – Me gustaría que te quedaras aquí – de alguna forma era riesgoso para mí y para él, pero tenía que pensar que antes de cualquier cosa estaba la amistad. – De que no quieras quedarte aquí – hice un medio puchero – hay un hotel bastante seguro en Paris que de seguro te servirá mientras tanto, aunque insisto me gustaría tenerte algunos días bajo mi techo. – insistí, no me gustaría escuchar un NO como respuesta pero con él las cosas siempre podían cambiar en un abrir y cerrar de ojos. –Otra cosa, sabes que te ayudare en todo lo que necesites, para eso estoy – serví un poco más de té y seguí bebiendo, me gustaba aquel sabor la mezcla perfecta entre el buen te de hoja y canela. ¿Cuál es tu decisión? – le mire levantando una de mis cejas confabulando una media sonrisa, su respuesta era importante ya que, había mucho en juego. Mi reputación era lo de menos, aún estaba soltera, suspire ante aquel pensamiento, siempre iba en contra de la corriente y esta no sería la excepción.
Espero que tu estadía en Paris sea más larga, que podamos vernos más seguidos. Sinceramente me has hecho falta, saber que alguien me cuida y vela por mí – en realidad tenía que admitir que me sentía como una hermana pequeña para él, si no había otra descripción para lo que sentía en mi corazón. Tome una galleta y le di una mordida, eran tal cual como me gustaban con miel y de un color dorado rustico, bebí un poco más de té para pasar la galleta y le quede mirando a los ojos cuando dijo aquello de los perfumes franceses – Sabes Simon, que primero nadie entraba a mi perfumería el hecho de que supieran que no soy Francesa fue lo más difícil, los días pasaron y llegaron mis primeros clientes los cuales quedaron más que satisfechos con mis creaciones y si no fuera por ellos creo que nunca hubiera podido dar a conocer mi trabajo, mi arte – di un suspiro, aquellos recuerdos eran ya tan lejanos, un año y algunas semanas llevaba en Paris más de lo que en un principio creí.
Sé que nunca te detendrás y eso es lo que más me gusta de ti, eres u verdadero luchador que contra vientos y mareas aun sigues de pie. – le dedique una amplia sonrisa al tiempo que le serbia un poco más de Jerez aquel brebaje que tanto le gustaba a él. Me acerque a él y poniéndome a su lado en cuclillas le di una caricia en su mano – Encontraras respuestas, tenlo por seguro – un escalofríos recorrió mi cuerpo al tiempo que menciono aquello de las muertes, trague saliva y me levante volviendo a mi lugar- Tengo varias habitaciones disponibles en mi mansión – dirigí mi vista hacia el techo haciendo mención de que en el segundo piso habían habitaciones disponibles – Me gustaría que te quedaras aquí – de alguna forma era riesgoso para mí y para él, pero tenía que pensar que antes de cualquier cosa estaba la amistad. – De que no quieras quedarte aquí – hice un medio puchero – hay un hotel bastante seguro en Paris que de seguro te servirá mientras tanto, aunque insisto me gustaría tenerte algunos días bajo mi techo. – insistí, no me gustaría escuchar un NO como respuesta pero con él las cosas siempre podían cambiar en un abrir y cerrar de ojos. –Otra cosa, sabes que te ayudare en todo lo que necesites, para eso estoy – serví un poco más de té y seguí bebiendo, me gustaba aquel sabor la mezcla perfecta entre el buen te de hoja y canela. ¿Cuál es tu decisión? – le mire levantando una de mis cejas confabulando una media sonrisa, su respuesta era importante ya que, había mucho en juego. Mi reputación era lo de menos, aún estaba soltera, suspire ante aquel pensamiento, siempre iba en contra de la corriente y esta no sería la excepción.
Viola de Lesseps- Humano Clase Alta
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