AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un encuentro de compañeros (Priv.)
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Un encuentro de compañeros (Priv.)
Se podía decir que el burdel era su lugar de escondite, aquel en el que nadie podía encontrar lo que en verdad escondían esos ojos tan claros como el mismísimo hielo, como el agua… Era el lugar en el que se sentía libre, en el que podía ser todo aquello que deseaba sin tener que pedir o rendir cuentas a nadie. Durante toda su vida y aún le ocurría, todo el mundo intentaba decirle qué era lo que tenía que hacer, qué era lo mejor para él y para sus empresas. Nadie le dejaba hacer aquello que él más deseaba y eso tan solo le ponía más y más nervioso. Era de suponer y era evidente que cualquier otra persona que no tuviese pizca de personalidad aguantaría pero él acababa siempre explotando y dejándose llevar por esa actitud suya que no siempre era tan buena o beneficiosa como podía pensar cualquier empresario que quisiera un poco de valor o coraje para llevar a cabo todos sus deseos…
Cada noche, cuando abandonaba su casa comenzaba a colocar aquella media sonrisa tan suya que no era más que pura provocación… era una sonrisa maliciosa que podía hacerte pensar cualquier cosa… cualquiera. Y no era para menos, a partir de ese momento volvía a ser él, esa persona que podía hacer todo lo que quisiera, a quien ni la sociedad ni las normas eran capaces detener. Era ese hombre libre que se dedicaba enteramente a todo lo que su clientela deseaba y no por ello se sentía esclavo de la situación. Tenía asumido que él, en esas noches no era más que un esclavo de los placeres de esas mujeres que deseaban lo mismo que él, algo de atención, de cariño… pasión, deseo y desenfreno. No era algo que los franceses de esos años viesen con buenos ojos… los burdeles eran lugares sucios donde la lujuria estaba dibujada en todos y cada uno de los lugares que pisaba… Vestía las paredes y aquel olor a deseo podía respirarse mezclado con un ligero toque de alcohol que podría perder a cualquier hombre…
Esa sonrisa iba aumentando, incluso llegó a relamerse el labio inferior en el momento en el que se encontró delante de ese edificio que era antiguo y tan solo unos pocos conocían lo que existía dentro de el… en ese burdel en el que todos dejaban a un lado esa máscara dantesca con la que enfrentaba el día a día y dejaban todo de lado para disfrutar, para perderse en uno de los mejores pecados capitales que pudiese haber inventado y escrito cualquier Dios… Él mismo se incluía entre esas personas… él mismo dejaba todas las responsabilidades y esa faceta suya tan responsable de lado y comenzaba a ser como cualquier otro ser sobre la faz de la tierra… poco le diferenciaba de un animal que no hacía más que seguir sus instintos más primarios pero eso no era algo malo a vista de aquel moreno de ojos claros… en absoluto.
Entró en ese local, escuchando una música de fondo que ya se sabía de memoria y es que era una forma de amenizar de algún modo la visita de esos hombres importantes que levantaban el local… Miró de un lado a otro viendo como la mayoría de las chicas ya estaban ocupadas sirviendo alguna bebida a los hombres del lugar para intentar conseguir algo más de dinero que nada tuviese que ver con la bebida o con algo de comer… Miró de un lugar a otro, buscando alguna mujer que aún no estuviese siendo atendida por alguno de sus compañeros masculinos pero en absoluto hubo suerte. Era normal y es que los hombres eran más dados a disfrutar de ese tipo de “diversiones”. Parecía estar incluso mal visto que una mujer se divirtiese de esa forma aunque para él no había diferente…
Se acercó a la barra del local, solo iluminado por algunos candelabros que lo hacían parecer incluso un lugar “distinguido”, algo que siempre había hecho gracia a Adonis…
- Lo de siempre, por favor… - murmuró una vez se encontraba en la barra donde una de las personas del lugar le atendió asintiendo con la cabeza. Nadie solía llevar la contraria al chico dada su clase social y no era para menos… era una de las personas más influyentes en la ciudad gracias a la herencia que le había dejado su padre. Se sentó en uno de los taburetes que había de madera a los que sabía les quedaba poco para acabar rompiéndose por culpa de las termitas. A su lado pudo observar como se sentaba una mujer rubia que en absoluto tenía pinta de ser una clienta… Sonrió para agradecer al camarero que le había puesto una copa y bebió un poco del contenido, mirando de reojo a aquella muchacha que se encontraba ahora a su derecha… - Una mala noche para ser cortesana… aunque peor para ser cortesano ¿no le parece, señorita? - preguntó sin mirarla, pasando uno de sus dedos por el borde de la copa para finalmente, rodar los ojos hasta posar aquel color tan extraño en esa figura femenina - ¿Aburrida…? -
Cada noche, cuando abandonaba su casa comenzaba a colocar aquella media sonrisa tan suya que no era más que pura provocación… era una sonrisa maliciosa que podía hacerte pensar cualquier cosa… cualquiera. Y no era para menos, a partir de ese momento volvía a ser él, esa persona que podía hacer todo lo que quisiera, a quien ni la sociedad ni las normas eran capaces detener. Era ese hombre libre que se dedicaba enteramente a todo lo que su clientela deseaba y no por ello se sentía esclavo de la situación. Tenía asumido que él, en esas noches no era más que un esclavo de los placeres de esas mujeres que deseaban lo mismo que él, algo de atención, de cariño… pasión, deseo y desenfreno. No era algo que los franceses de esos años viesen con buenos ojos… los burdeles eran lugares sucios donde la lujuria estaba dibujada en todos y cada uno de los lugares que pisaba… Vestía las paredes y aquel olor a deseo podía respirarse mezclado con un ligero toque de alcohol que podría perder a cualquier hombre…
Esa sonrisa iba aumentando, incluso llegó a relamerse el labio inferior en el momento en el que se encontró delante de ese edificio que era antiguo y tan solo unos pocos conocían lo que existía dentro de el… en ese burdel en el que todos dejaban a un lado esa máscara dantesca con la que enfrentaba el día a día y dejaban todo de lado para disfrutar, para perderse en uno de los mejores pecados capitales que pudiese haber inventado y escrito cualquier Dios… Él mismo se incluía entre esas personas… él mismo dejaba todas las responsabilidades y esa faceta suya tan responsable de lado y comenzaba a ser como cualquier otro ser sobre la faz de la tierra… poco le diferenciaba de un animal que no hacía más que seguir sus instintos más primarios pero eso no era algo malo a vista de aquel moreno de ojos claros… en absoluto.
Entró en ese local, escuchando una música de fondo que ya se sabía de memoria y es que era una forma de amenizar de algún modo la visita de esos hombres importantes que levantaban el local… Miró de un lado a otro viendo como la mayoría de las chicas ya estaban ocupadas sirviendo alguna bebida a los hombres del lugar para intentar conseguir algo más de dinero que nada tuviese que ver con la bebida o con algo de comer… Miró de un lugar a otro, buscando alguna mujer que aún no estuviese siendo atendida por alguno de sus compañeros masculinos pero en absoluto hubo suerte. Era normal y es que los hombres eran más dados a disfrutar de ese tipo de “diversiones”. Parecía estar incluso mal visto que una mujer se divirtiese de esa forma aunque para él no había diferente…
Se acercó a la barra del local, solo iluminado por algunos candelabros que lo hacían parecer incluso un lugar “distinguido”, algo que siempre había hecho gracia a Adonis…
- Lo de siempre, por favor… - murmuró una vez se encontraba en la barra donde una de las personas del lugar le atendió asintiendo con la cabeza. Nadie solía llevar la contraria al chico dada su clase social y no era para menos… era una de las personas más influyentes en la ciudad gracias a la herencia que le había dejado su padre. Se sentó en uno de los taburetes que había de madera a los que sabía les quedaba poco para acabar rompiéndose por culpa de las termitas. A su lado pudo observar como se sentaba una mujer rubia que en absoluto tenía pinta de ser una clienta… Sonrió para agradecer al camarero que le había puesto una copa y bebió un poco del contenido, mirando de reojo a aquella muchacha que se encontraba ahora a su derecha… - Una mala noche para ser cortesana… aunque peor para ser cortesano ¿no le parece, señorita? - preguntó sin mirarla, pasando uno de sus dedos por el borde de la copa para finalmente, rodar los ojos hasta posar aquel color tan extraño en esa figura femenina - ¿Aburrida…? -
Adonis Komadina- Prostituta Clase Baja
- Mensajes : 66
Fecha de inscripción : 02/07/2011
Re: Un encuentro de compañeros (Priv.)
El primer día en aquel empleo le había ido del todo fantástico. Como su padre le decía, su cuerpo y ojos eran exóticos para cualquier hombre que quisiera probar nuevas experiencias, pero claro estaba, el se refería a nuevas mujeres. Su padre era un bruto cuando se trataba de estos temas, pero tampoco podía culparle, probablemente llevaba casi toda una vida rodeado de esas mujeres y hombres que vendían su trabajo para comer, o en su caso, para comprar caprichos, caro o no.
Lo malo es que la buena racha de la principiante suele acabar pronto y ese día no había tenido tanta suerte, en lo que llevaban de día solo había conseguido a dos hombres entre sus sabanas y eso le frustraba, bastante. Sus compañeras más veteranas sabían que hacer y decir en cada caso y a cada cliente, ella no conocía a los de la clase alta, no conocía a nadie allí así que no era capaz de elegir bien a sus clientes, bueno, simplemente de elegirlos. Se podía decir que estaba siendo un día malo. Para colmo el calor del verano había entrado en el local que aun no estaba preparado para ello después de la lluvia tormentosa del día anterior, así que no dejaba de suspirar y ventarse con un avanico plagado de plumas rojas que conjuntaba a la perfección con su corsé negro con lazos, plumas y demás detalles en rojos y también negros. Sus piernas iban desnudas, solo cubiertas por unas finas medias que hacían resaltar estás y unos tacones que las alargaba más de lo que ya lo eran.
Cansada de que sus "compañeras" sabotearan sus palabras con los clientes decidió apartarse de allí hasta que los buitres desaparecieran con sus presas y pudiera acercarse a por las sobras, aun tenía que crecer, pero ese día no estaba preparada para ello así que esperaría a que el sol saliera de nuevo, entonces, sería un nuevo día...
Cansada se dejó caer con pesadez sobre uno de los carcomidos taburetes de madera que había colocados frente la barra. El abanico en su mano no dejaba de moverse hacía delante y atrás haciendo que su melena rubia y rizada se alejara de su perlado rostro por el sudor. Con el dorso de la mano se limpió la frente suavemente. Miró al camarero como servía la copa para el que suponía sería un nuevo cliente. Sus ojos verde oliva se perdían en la rapidez del movimiento de sus manos haciendo que sonriera de medio lado, algo divertida. Entonces escuchó el sonido de la voz de un hombre a su derecha y alzó ambas cejas sorprendida, despacio giró la cabeza en dirección de dicho hombre y lentamente sonrió mirándolo de arriba abajo. Giró su cuerpo en el taburete para estar frente a él y una de sus estilizadas piernas la colocó sobre la otra para mirarlo directamente. Ladeo el rostro a la par que cerraba el abanico y lo sujetaba entre sus suaves manos. Sus comentarios hicieron que sus labios extendieran sus sonrisas y asintió soltando un suspiro hondo mirando como el camarero le servía la copa.- Si, hoy no es precisamente mi día... pero no creo que tu tengas días malos, querido. -Ladeo de nuevo al cabeza mirándolo con descaro de arriba abajo hasta clavar sus ojos en los de él sonriendo con picardía. Alzó su mano a él y murmuró acercando un poco su torso a él para optar un tono más intimo de voz- Elodia... un placer, compañero...
Lo malo es que la buena racha de la principiante suele acabar pronto y ese día no había tenido tanta suerte, en lo que llevaban de día solo había conseguido a dos hombres entre sus sabanas y eso le frustraba, bastante. Sus compañeras más veteranas sabían que hacer y decir en cada caso y a cada cliente, ella no conocía a los de la clase alta, no conocía a nadie allí así que no era capaz de elegir bien a sus clientes, bueno, simplemente de elegirlos. Se podía decir que estaba siendo un día malo. Para colmo el calor del verano había entrado en el local que aun no estaba preparado para ello después de la lluvia tormentosa del día anterior, así que no dejaba de suspirar y ventarse con un avanico plagado de plumas rojas que conjuntaba a la perfección con su corsé negro con lazos, plumas y demás detalles en rojos y también negros. Sus piernas iban desnudas, solo cubiertas por unas finas medias que hacían resaltar estás y unos tacones que las alargaba más de lo que ya lo eran.
Cansada de que sus "compañeras" sabotearan sus palabras con los clientes decidió apartarse de allí hasta que los buitres desaparecieran con sus presas y pudiera acercarse a por las sobras, aun tenía que crecer, pero ese día no estaba preparada para ello así que esperaría a que el sol saliera de nuevo, entonces, sería un nuevo día...
Cansada se dejó caer con pesadez sobre uno de los carcomidos taburetes de madera que había colocados frente la barra. El abanico en su mano no dejaba de moverse hacía delante y atrás haciendo que su melena rubia y rizada se alejara de su perlado rostro por el sudor. Con el dorso de la mano se limpió la frente suavemente. Miró al camarero como servía la copa para el que suponía sería un nuevo cliente. Sus ojos verde oliva se perdían en la rapidez del movimiento de sus manos haciendo que sonriera de medio lado, algo divertida. Entonces escuchó el sonido de la voz de un hombre a su derecha y alzó ambas cejas sorprendida, despacio giró la cabeza en dirección de dicho hombre y lentamente sonrió mirándolo de arriba abajo. Giró su cuerpo en el taburete para estar frente a él y una de sus estilizadas piernas la colocó sobre la otra para mirarlo directamente. Ladeo el rostro a la par que cerraba el abanico y lo sujetaba entre sus suaves manos. Sus comentarios hicieron que sus labios extendieran sus sonrisas y asintió soltando un suspiro hondo mirando como el camarero le servía la copa.- Si, hoy no es precisamente mi día... pero no creo que tu tengas días malos, querido. -Ladeo de nuevo al cabeza mirándolo con descaro de arriba abajo hasta clavar sus ojos en los de él sonriendo con picardía. Alzó su mano a él y murmuró acercando un poco su torso a él para optar un tono más intimo de voz- Elodia... un placer, compañero...
Elodia Gallenger Mars- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 02/07/2011
Re: Un encuentro de compañeros (Priv.)
Sus ojos por un instante se centraron en aquel abanico que la mujer de cabellos rubios tenía en una de sus manos… Ciertamente hacía un calor abrumador en esa época del año pero también debía admitir que los hombres lo tenían realmente complicado para poder eludir un poco esas altas temperaturas. Ellas solían vestir con ropajes mucho más ligeros y él sin embargo ahí estaba, con uno de sus trajes que no podía quitarse por mucho que quisiera… era algo así como el uniforme de su trabajo…
Arqueó una de sus cejas en el mismo momento en el que vio como el abanico se cerraba entre aquellas manos del mismo color que la nieve… blancas, níveas… perfectas. Sonrió divertido ante lo que ella le dijo y no se sorprendió demasiado acerca de su postura. Después de todo ellos eran cortesanos, siempre iban al grano en aquello que les interesaba, eran mucho más abiertos que la gente normal y no tenía que esperar que esa muchacha fuese una de esas damas de la alta sociedad que no hacía más que sonreir en las fiestas sin mediar palabra alguna. Muchas de ellas habían sido clientas suyas y la noche no había podido ser más aburrida…
Era divertido e incluso extraño escuchar cumplidos de compañeros de profesión aunque este caso era totalmente diferente. Entre hombres o mujeres no dirían el hecho de que el contrario fuese una buena pieza para pasar la noche porque eso podría causarles pérdidas de clientela. Pero ahí teníamos a una mujer a la que no le daba pudor alguno decir las cosas claras… Curioso e interesante, ¿cómo podía estar sola esa noche mientras que algunas de las muchachitas más sosas ya se habían agenciado a algún ricachón en busca de algo más que un par de tragos…?
- Podría decir exactamente lo mismo de vos, my lady… No entiendo el motivo por el cual una mujer como vos está aquí sentada, hablando con uno de sus compañeros cuando los hombres deberían estar clamando un poco de atención de sus labios rojizos… - murmuró a la vez que clavaba sus ojos en ella de manera divertida. Tampoco era una persona cerrada y es que sabía expresarse perfectamente bien. No había dicho ninguna mentira, esa mujer parecía llevar la palabra “tentación” escrita en la piel y sin embargo ninguno de los presentes parecían pararse a mirarla - Comienzo a pensar que este lugar está demasiado oscuro o los clientes han bebido de más y ven la realidad distorsionada. Si fuese un cliente como todos estos afortunados no dejaría escapar una oportunidad como la que me ofreceríais… - se relamió los labios tentador antes de dar otro trago a su copa y hacerle un gesto al mesero para repetir ronda. Otro gesto más con su mano bastó para que le sirviese una copa también a la rubia que se encontraba a su lado - Un brindis por la gente que no sabe aprovechar las oportunidades cuando se le ponen… delante de los ojos - susurró alzando un tanto su copa, sin apartar su mirada de la de esa compañera de faenas…
Una sonrisa de lo más divertida, una que podría llegar a ser odiada y amada por muchos, se formó en su rostro cuando se sintió observado. Sintió ganas de reir y es que podía notar aquellos ojos oliva recorriéndole por completo, sin tapujo alguno. Directa al grano, así era él también. Si te gustaba algo ¿por qué no ibas a tomarlo sin más? Aquella noche podía prometer mucho… más de lo que prometería cualquier otra…
Posó su mirada de reojo en la figura rubia que tenía a su lado, viendo como se acercaba hasta él para susurrarle su nombre en el oído. Volvió a sonreir, no era para menos… Giró su rostro para ahora sí, mirarla fijamente cuando ella le dijo su nombre. No dudó en imitarla, solo que al acercarse a ella se desvió hasta su oído, rozando éste con sus labios mientras contestaba…
- Adonis… encantado de conoceros compañera… Creo que es mi deber como caballero y compañero deciros que estoy aquí para lo que necesiteis… No dudéis en buscarme cuando os haga falta… algo de ayuda, en el sentido que sea - él también era directo, por supuesto… ¿cómo no iba a serlo cuando se ganaba la vida “nocturna” con ese empleo…?
Arqueó una de sus cejas en el mismo momento en el que vio como el abanico se cerraba entre aquellas manos del mismo color que la nieve… blancas, níveas… perfectas. Sonrió divertido ante lo que ella le dijo y no se sorprendió demasiado acerca de su postura. Después de todo ellos eran cortesanos, siempre iban al grano en aquello que les interesaba, eran mucho más abiertos que la gente normal y no tenía que esperar que esa muchacha fuese una de esas damas de la alta sociedad que no hacía más que sonreir en las fiestas sin mediar palabra alguna. Muchas de ellas habían sido clientas suyas y la noche no había podido ser más aburrida…
Era divertido e incluso extraño escuchar cumplidos de compañeros de profesión aunque este caso era totalmente diferente. Entre hombres o mujeres no dirían el hecho de que el contrario fuese una buena pieza para pasar la noche porque eso podría causarles pérdidas de clientela. Pero ahí teníamos a una mujer a la que no le daba pudor alguno decir las cosas claras… Curioso e interesante, ¿cómo podía estar sola esa noche mientras que algunas de las muchachitas más sosas ya se habían agenciado a algún ricachón en busca de algo más que un par de tragos…?
- Podría decir exactamente lo mismo de vos, my lady… No entiendo el motivo por el cual una mujer como vos está aquí sentada, hablando con uno de sus compañeros cuando los hombres deberían estar clamando un poco de atención de sus labios rojizos… - murmuró a la vez que clavaba sus ojos en ella de manera divertida. Tampoco era una persona cerrada y es que sabía expresarse perfectamente bien. No había dicho ninguna mentira, esa mujer parecía llevar la palabra “tentación” escrita en la piel y sin embargo ninguno de los presentes parecían pararse a mirarla - Comienzo a pensar que este lugar está demasiado oscuro o los clientes han bebido de más y ven la realidad distorsionada. Si fuese un cliente como todos estos afortunados no dejaría escapar una oportunidad como la que me ofreceríais… - se relamió los labios tentador antes de dar otro trago a su copa y hacerle un gesto al mesero para repetir ronda. Otro gesto más con su mano bastó para que le sirviese una copa también a la rubia que se encontraba a su lado - Un brindis por la gente que no sabe aprovechar las oportunidades cuando se le ponen… delante de los ojos - susurró alzando un tanto su copa, sin apartar su mirada de la de esa compañera de faenas…
Una sonrisa de lo más divertida, una que podría llegar a ser odiada y amada por muchos, se formó en su rostro cuando se sintió observado. Sintió ganas de reir y es que podía notar aquellos ojos oliva recorriéndole por completo, sin tapujo alguno. Directa al grano, así era él también. Si te gustaba algo ¿por qué no ibas a tomarlo sin más? Aquella noche podía prometer mucho… más de lo que prometería cualquier otra…
Posó su mirada de reojo en la figura rubia que tenía a su lado, viendo como se acercaba hasta él para susurrarle su nombre en el oído. Volvió a sonreir, no era para menos… Giró su rostro para ahora sí, mirarla fijamente cuando ella le dijo su nombre. No dudó en imitarla, solo que al acercarse a ella se desvió hasta su oído, rozando éste con sus labios mientras contestaba…
- Adonis… encantado de conoceros compañera… Creo que es mi deber como caballero y compañero deciros que estoy aquí para lo que necesiteis… No dudéis en buscarme cuando os haga falta… algo de ayuda, en el sentido que sea - él también era directo, por supuesto… ¿cómo no iba a serlo cuando se ganaba la vida “nocturna” con ese empleo…?
Adonis Komadina- Prostituta Clase Baja
- Mensajes : 66
Fecha de inscripción : 02/07/2011
Re: Un encuentro de compañeros (Priv.)
Aquel hombre era realmente atractivo, uno de los poco que hay había por aquellos lares. Sus ojos eran grandes y azules y su sonrisa tenía algo que hacía que la suya se ampliara ligeramente. Negó despacio con la cabeza, demasiados cumplidos en un momento como para asimilarlos al momento. Lo único que hizo fue reír, reír divertida y coqueta mientras movía el abanico entre sus manos, acariciando las plumas con sus dedos, gustosa del cosquilleo que producían en estos.
Miraba cada uno de sus movimientos levemente ensimismada en estos tan viriles pero al mismo tiempo suaves, realmente se notaba que sabía como tratar con mujeres, como hacer que desearan acercarse a él, era encantador a resumidas cuentas.
Ensimismada en sus gestos y tratando de analizarlo como solía hacerlo con todas las personas que acaba de conocer no se percato en que había pedido una copa para ella también. Con ambas cejas alzadas lo miró divertida y soltando una pequeña carcajada entre dientes cogió la copa y la alzó después de escucharlo hablar, ensanchando su sonrisa. Acercó el borde del vaso a sus labios y dio un pequeño trago, pasando después la lengua por sus labios para quitar los restos de dicha bebida que aunque no supiera que era le agradaba el sabor.
Sonriendo y con al copa colocada en la barra de madera se mantuvo con los ojos clavados en los de él, observándolos con mayor detenimiento ante la nueva cercanía adquirida. Cuando su compañero se acercó a ella ladeo el rostro hacía él y desvió la mirada a la copa de la mesa para repasar el dedo por el borde distraída, escuchando lo que le decía ligeramente estremecida, sintiendo su aliento en su oreja lo cual hacía que el bello de su nuca se erizara y su sonrisa se ampliara. Una vez terminó de hablar apartó el rostro de él lo justo para mirar sus ojos fijamente y bajar su vista a sus labios unos instantes. Después, cogiendo la copa entre sus dedos la acercó a sus labios y de nuevo bebió, haciendo que sus ojos pasaran a los de él. Posó el dedo meñique de la mano que sostenía la copa sobre sus labios mientras tragaba y después sonrió apartando la mirada un momento para dejar la copa en la barra y después volver a elevarla para dejar esta mano apoyada en el propio regazo.- Y... ¿en que podías ayudarme tú, querido? Porque... quizá quiera tu ayuda para alguna... cosa... y después y no me puedas ayudar. -Abrió los ojos más de lo normal esperando su respuesta, haciendo que la mueca de su rostro sea adorable y encantadora al igual que sus ojos más grandes y su verde más intenso.
Miraba cada uno de sus movimientos levemente ensimismada en estos tan viriles pero al mismo tiempo suaves, realmente se notaba que sabía como tratar con mujeres, como hacer que desearan acercarse a él, era encantador a resumidas cuentas.
Ensimismada en sus gestos y tratando de analizarlo como solía hacerlo con todas las personas que acaba de conocer no se percato en que había pedido una copa para ella también. Con ambas cejas alzadas lo miró divertida y soltando una pequeña carcajada entre dientes cogió la copa y la alzó después de escucharlo hablar, ensanchando su sonrisa. Acercó el borde del vaso a sus labios y dio un pequeño trago, pasando después la lengua por sus labios para quitar los restos de dicha bebida que aunque no supiera que era le agradaba el sabor.
Sonriendo y con al copa colocada en la barra de madera se mantuvo con los ojos clavados en los de él, observándolos con mayor detenimiento ante la nueva cercanía adquirida. Cuando su compañero se acercó a ella ladeo el rostro hacía él y desvió la mirada a la copa de la mesa para repasar el dedo por el borde distraída, escuchando lo que le decía ligeramente estremecida, sintiendo su aliento en su oreja lo cual hacía que el bello de su nuca se erizara y su sonrisa se ampliara. Una vez terminó de hablar apartó el rostro de él lo justo para mirar sus ojos fijamente y bajar su vista a sus labios unos instantes. Después, cogiendo la copa entre sus dedos la acercó a sus labios y de nuevo bebió, haciendo que sus ojos pasaran a los de él. Posó el dedo meñique de la mano que sostenía la copa sobre sus labios mientras tragaba y después sonrió apartando la mirada un momento para dejar la copa en la barra y después volver a elevarla para dejar esta mano apoyada en el propio regazo.- Y... ¿en que podías ayudarme tú, querido? Porque... quizá quiera tu ayuda para alguna... cosa... y después y no me puedas ayudar. -Abrió los ojos más de lo normal esperando su respuesta, haciendo que la mueca de su rostro sea adorable y encantadora al igual que sus ojos más grandes y su verde más intenso.
Elodia Gallenger Mars- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 02/07/2011
Re: Un encuentro de compañeros (Priv.)
Simplemente se quedó mirando todo lo que hacía, cada una de sus expresiones, de sus gestos, de sus movimientos… era una manía que Adonis tenía desde siempre y es que parecía analizar a la gente, buscando algún punto débil, algo en concreto que pudiese aprovechar. Lo hacía tanto con hombres como con mujeres aunque de una forma totalmente diferente: los hombres los analizaba para encontrar puntos débiles de los que poder beneficiarse más tarde, ya fuese a la hora de establecer negocio o a la hora de tener que enfrentarse a ellos de la forma en la que fuese. A las mujeres las analizaba para buscar… qué sería lo que más podría aprovechar de ellas. Ante él se encontraba una mujer perfecta, una de esas cortesanas por las que se debía pagar un dineral. Quizás ese era el motivo por el que estaba sola o incluso pensó en que podía ser mucha mujer para todos los hombres sin sentido que había metidos ahora mismo en aquel lugar.
Observándola continuamente, pudo percatarse de aquellos gestos que quizás podían significar lo mismo que los de él… ¿atracción? Posiblemente. ¿Curiosidad? Eso estaba claro. Lo que no entendía era por qué no había visto antes a una mujer como ella rondando por ese burdel. Era demasiado para ese sitio y algo en su interior le dijo que era imposible que fuese una de esas pobres chicas que estaban ahí para conseguir dinero. La veía poderosa incluso, como una de esas mujeres que iban ahí para disfrutar, del mismo modo que lo hacía él. Era imposible ver algo de flaqueza en un rostro que parecía tener las cosas tan claras… Diversión, eso era lo que buscaba Adonis en un burdel como ese y sabía que muy pocas chicas podrían darle la diversión que él estaba esperando. Ni siquiera sus clientas eran capaces de ello…
A su alrededor, como siempre, no había más que deseo y lujuria con dinero de por medio. Algunos hombres aprovechaban para meter mano a las chicas que se encontraban ahí con ellos sin tapujo alguno. No entendía cómo ellas se dejaban hacer de ese modo y es que había habitaciones reservadas para poder expresar… no lo que sentían, sino los deseos de esos tipos que solían ser unos malnacidos, unos pobres a los que sus mujeres no les daban lo que querían y tenían que recurrir a cuerpos más jóvenes. Por supuesto pagando, si no pagasen… no conseguirían nada, absolutamente nada. Ellas, a su vez, debían estar muy necesitadas, pero no de pasión o de deseo, sino de dinero. Había veces que había escuchado discusiones dentro del propio burdel porque alguna chica no era capaz de pagar el dinero por la habitación que le daban en ese local para que pudiese al menos vivir de una manera ‘decente’.
Su vista se fijó en la copa que había pedido, la cual acabó tomándosela de un solo trago y volviendo a pedir otra al camarero. En realidad lo necesitaba y es que no sabía si iba a encontrar algo de trabajo esa noche. No le hacía falta el dinero en absoluto pero necesitaba despejarse, era algo que tenía claro… Una vez tuvo la nueva copa entre sus dedos, miró de reojo a la muchacha que le acompañaba y sonrió de manera divertida al ver como parecía intentar tentarle… Ver como deslizaba sus dedos por la copa, como le miraba fijamente a veces, como si también le estuviese analizando… Y el punto y a parte fue cuando ella le preguntó aquello. Adonis no pudo hacer otra cosa más que echarse a reir de lo más divertido y es que no sabía si ambos tenían la misma idea o no pero… desde luego era algo tentador…
- ¿Y en qué es en lo que estais pensando para que os ayude, my lady…? Mis posibilidades son muy amplias, supongo que tan solo tendríais que pedir y esperar a ver si… es posible que acepte o no. Ya os digo que os ayudaré a todo aquello que deseis… ¿de dónde vienen vuestras dudas pues…? - preguntó mirándola fijamente, esperando también una respuesta por su parte. Era posible que necesitase ayuda esa misma noche y solo de pensarlo… si, se hacía más que divertido…
Observándola continuamente, pudo percatarse de aquellos gestos que quizás podían significar lo mismo que los de él… ¿atracción? Posiblemente. ¿Curiosidad? Eso estaba claro. Lo que no entendía era por qué no había visto antes a una mujer como ella rondando por ese burdel. Era demasiado para ese sitio y algo en su interior le dijo que era imposible que fuese una de esas pobres chicas que estaban ahí para conseguir dinero. La veía poderosa incluso, como una de esas mujeres que iban ahí para disfrutar, del mismo modo que lo hacía él. Era imposible ver algo de flaqueza en un rostro que parecía tener las cosas tan claras… Diversión, eso era lo que buscaba Adonis en un burdel como ese y sabía que muy pocas chicas podrían darle la diversión que él estaba esperando. Ni siquiera sus clientas eran capaces de ello…
A su alrededor, como siempre, no había más que deseo y lujuria con dinero de por medio. Algunos hombres aprovechaban para meter mano a las chicas que se encontraban ahí con ellos sin tapujo alguno. No entendía cómo ellas se dejaban hacer de ese modo y es que había habitaciones reservadas para poder expresar… no lo que sentían, sino los deseos de esos tipos que solían ser unos malnacidos, unos pobres a los que sus mujeres no les daban lo que querían y tenían que recurrir a cuerpos más jóvenes. Por supuesto pagando, si no pagasen… no conseguirían nada, absolutamente nada. Ellas, a su vez, debían estar muy necesitadas, pero no de pasión o de deseo, sino de dinero. Había veces que había escuchado discusiones dentro del propio burdel porque alguna chica no era capaz de pagar el dinero por la habitación que le daban en ese local para que pudiese al menos vivir de una manera ‘decente’.
Su vista se fijó en la copa que había pedido, la cual acabó tomándosela de un solo trago y volviendo a pedir otra al camarero. En realidad lo necesitaba y es que no sabía si iba a encontrar algo de trabajo esa noche. No le hacía falta el dinero en absoluto pero necesitaba despejarse, era algo que tenía claro… Una vez tuvo la nueva copa entre sus dedos, miró de reojo a la muchacha que le acompañaba y sonrió de manera divertida al ver como parecía intentar tentarle… Ver como deslizaba sus dedos por la copa, como le miraba fijamente a veces, como si también le estuviese analizando… Y el punto y a parte fue cuando ella le preguntó aquello. Adonis no pudo hacer otra cosa más que echarse a reir de lo más divertido y es que no sabía si ambos tenían la misma idea o no pero… desde luego era algo tentador…
- ¿Y en qué es en lo que estais pensando para que os ayude, my lady…? Mis posibilidades son muy amplias, supongo que tan solo tendríais que pedir y esperar a ver si… es posible que acepte o no. Ya os digo que os ayudaré a todo aquello que deseis… ¿de dónde vienen vuestras dudas pues…? - preguntó mirándola fijamente, esperando también una respuesta por su parte. Era posible que necesitase ayuda esa misma noche y solo de pensarlo… si, se hacía más que divertido…
Adonis Komadina- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/07/2011
Re: Un encuentro de compañeros (Priv.)
Cuando llegó a aquel lugar no se hubiera imaginado que encontraría algún hombre cortesano. De donde ella venía solo las mujeres trabajaban en lugares como burdeles o derivados. Solo a las mujeres se las veía como portadoras del pecado, las únicas capaces de manipular a los hombres con seducciones, pero aquel hombre le estaba haciendo saber que no solo las mujeres eran capaces de hacer eso. Sus manos eran suaves, tiernas y hacían que con solo un contacto desearas que no dejara de acariciarte. Eso era probablemente malo, pero no tenía por que, ¿no? Eran adultos y un momento de desliz lo podía tener cualquiera... Estaba delirando, y todo por culpa de aquel hombre, Adonis. Su intuición le decía que aquello podía ser peligroso, que aquellos hombres eran peligrosos, pero ella había vivido, había vivido desde pequeña en aquellos ambientes y también sabía jugar a esos juegos.
Una ola de calor la asaltó de nuevo y bufando abrió el abanico con un rápido movimiento de muñeca, el mismo movimiento que utilizo para ventarse con dicho abanico para intentar ahuyentar el calor que no dejaba de llegar. El ambiente era cargado por la cantidad de personajes, hombres y mujeres, que correteaban con juegos y se movían a su alrededor. Entonces entendió el por que de que aquella noche estaba sola, ella no dejaría empezar esos juegos de cama en cualquier lugar como muchas de sus compañeras lo hacían en los sofás que había repartidos pro la gran sala donde se encontraban. Todo encajo entonces y aquello no le gustó, si tenía que ser como ellas para poder ganar dinero allí lo iba a pasar mal, bastante mal.
Su carcajada la despertó de su ensoñación y parpadeo varias veces. Lo miró sonriendo, cogiendo el baso y bebiendo de nuevo casi terminada, moviendo lo poco que quedaba. Dejó la copa en la barra y la apartó para que el camarero se la llevara. Lo miró volviendo a sonreír para escuchar lo que decía ya que el escándalo que los rodeaba aumentaba a medida que el tiempo pasaba. Su carcajada, su mirada, sus gestos le hacían pesar que ambos estaban jugando al mismo juego, que ambos querían que él otro hablara primero, y aquel era un juego que le gustaba jugar y ganar, aunque también le gustaba sorprende.... Por el momento jugaría, así, el aburrimiento desaparecería. Rió levemente cerrando el abanico con un golpe secó y se apartó algunos mechones del rostro de su rubia melena, quitando algunas gotas de sudor de su frente. Dispuesta a jugar carraspeo para optar un tono tentador y se inclinó, apoyando una de sus pequeñas y suaves manos en la pierna de él sin que sus ojos perdieran de vista los azulados de él.
- Hm, querido, no me gusta hacer cosas simplemente por hacer. Me gusta saber que si pido algo lo voy a conseguir, de ahí vienen mis dudas... pero supongo que si es todo, todo será... ¿no? -Murmuró. Su cercanía bastante palpable. Sus labios rojos brillaban por al sonrisa que había en ellos mientras sus ojos brillaban también con picardía. Rió de nuevo con ligereza y como si cogiera impulso se acercó casi hasta rozar sus labios y se enderezó de nuevo, colocándose derecha en el taburete. Abrió el abanico y se ventó con rapidez ya que el calor comenzaba de nuevo a agobirla.
Una ola de calor la asaltó de nuevo y bufando abrió el abanico con un rápido movimiento de muñeca, el mismo movimiento que utilizo para ventarse con dicho abanico para intentar ahuyentar el calor que no dejaba de llegar. El ambiente era cargado por la cantidad de personajes, hombres y mujeres, que correteaban con juegos y se movían a su alrededor. Entonces entendió el por que de que aquella noche estaba sola, ella no dejaría empezar esos juegos de cama en cualquier lugar como muchas de sus compañeras lo hacían en los sofás que había repartidos pro la gran sala donde se encontraban. Todo encajo entonces y aquello no le gustó, si tenía que ser como ellas para poder ganar dinero allí lo iba a pasar mal, bastante mal.
Su carcajada la despertó de su ensoñación y parpadeo varias veces. Lo miró sonriendo, cogiendo el baso y bebiendo de nuevo casi terminada, moviendo lo poco que quedaba. Dejó la copa en la barra y la apartó para que el camarero se la llevara. Lo miró volviendo a sonreír para escuchar lo que decía ya que el escándalo que los rodeaba aumentaba a medida que el tiempo pasaba. Su carcajada, su mirada, sus gestos le hacían pesar que ambos estaban jugando al mismo juego, que ambos querían que él otro hablara primero, y aquel era un juego que le gustaba jugar y ganar, aunque también le gustaba sorprende.... Por el momento jugaría, así, el aburrimiento desaparecería. Rió levemente cerrando el abanico con un golpe secó y se apartó algunos mechones del rostro de su rubia melena, quitando algunas gotas de sudor de su frente. Dispuesta a jugar carraspeo para optar un tono tentador y se inclinó, apoyando una de sus pequeñas y suaves manos en la pierna de él sin que sus ojos perdieran de vista los azulados de él.
- Hm, querido, no me gusta hacer cosas simplemente por hacer. Me gusta saber que si pido algo lo voy a conseguir, de ahí vienen mis dudas... pero supongo que si es todo, todo será... ¿no? -Murmuró. Su cercanía bastante palpable. Sus labios rojos brillaban por al sonrisa que había en ellos mientras sus ojos brillaban también con picardía. Rió de nuevo con ligereza y como si cogiera impulso se acercó casi hasta rozar sus labios y se enderezó de nuevo, colocándose derecha en el taburete. Abrió el abanico y se ventó con rapidez ya que el calor comenzaba de nuevo a agobirla.
Elodia Gallenger Mars- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 02/07/2011
Re: Un encuentro de compañeros (Priv.)
Por supuesto ella era una cortesana que se diferenciaba mucho del resto de chicas que había en el lugar en esos mismos momentos. Tenía claro lo que quería y seguramente no sería de las que se tomaban con facilidad por cualquier hombre ni mucho menos. Eso podía traer problemas, por un lado ya que… en sí había que recordar que si hacías ese tipo de cosas, solo tenías acceso a los hombres más ricos de aquella ciudad. Los que tenían menos posibilidades económicas y una menor inteligencia a parte de modales que brillaban por su ausencia, no tendrían la oportunidad de poder disfrutar de un cuerpo como aquel tentador que tenía esa rubia que se encontraba ahora sentada a su lado. Lo entendío todo perfectamente y es que ella seguramente no se dejaría tocar de ese modo. Ni siquiera él dejaría que las mujeres se aprovechasen de él en mitad de un local donde todos estaban perdidos en la lujuria.
Tomó un sorbo de su vaso de nuevo, refrescándose así un poco de aquel calor insoportable que hacía en ese lugar. Desde luego si abriesen las ventanas quizás todo sería más fácil porque alguna brisa fresca se colaría en ese lugar y entonces podrían respirar algo más tranquilos pero sabía que habiendo tal lujuria y perdición dentro de aquel local en el que se encontraban, todo estaba cerrado a cal y canto para que no todo el mundo pudiese acceder a él o ver lo que había en su interior.
Agradeció sin embargo el poco aire que le daba de vez en cuando ese abanico que la que era ahora su acompañante de charla además de acompañante de trabajo, tenía entre sus manos. Lo cierto era que ese aire que creaba hacía que al menos tuviese un respiro y se refrescase un tanto. Pero el calor aún así continuaba siendo insoportable. Movió un tanto el vaso que tenía en una de sus manos, escuchando como los hielos chocaban entre sí y sin pensárselo le dio un sorbo más, abriendo sus labios para que un hielo se colase en su boca. Así al menos sentiría algo más de ese frío que necesitaba como fuese en un momento como aquel en el que incluso podía notar como todo su cuerpo estaba caldeado.
Miró de reojo a la rubia cortesana mientras aquel hielo refrescaba aún sus labios. Lo soltó en el vaso y sonrió de lo más divertido por aquel juego que entre los dos estaban intercambiando en ese momento. Alguno de los dos tendría que ser el primero en decir las cosas claramente porque hasta el momento no había más que insinuaciones. Curioso como de todos modos ambos parecían saber de qué estaba hablando el otro. Miró la mano que había puesto sobre su rodilla, escuchando sus palabras y sonriendo al rozar sus labios, notando que los rojizos de ella estaban algo calientes debido a la temperatura mientras que los suyos la invitaban a refrescarse de una manera incluso prohibida.
- Así es… si digo todo es todo. Si os dais cuenta, al igual que vos, yo tan solo soy un esclavo que cumple todos y cada uno de los deseos que las mujeres tienen… ¿por qué deberíais ser vos diferente a esas mujeres? - preguntó acercándose un tanto a ella, pasando sus labios por la barbilla de la chica en tan solo un fresco roce - Creo que ahora es mi turno de preguntar mi señora… porque podría cumplir todos vuestros deseos… incluso los más oscuros… ¿querríais caer en esa tentación…? -
Tomó un sorbo de su vaso de nuevo, refrescándose así un poco de aquel calor insoportable que hacía en ese lugar. Desde luego si abriesen las ventanas quizás todo sería más fácil porque alguna brisa fresca se colaría en ese lugar y entonces podrían respirar algo más tranquilos pero sabía que habiendo tal lujuria y perdición dentro de aquel local en el que se encontraban, todo estaba cerrado a cal y canto para que no todo el mundo pudiese acceder a él o ver lo que había en su interior.
Agradeció sin embargo el poco aire que le daba de vez en cuando ese abanico que la que era ahora su acompañante de charla además de acompañante de trabajo, tenía entre sus manos. Lo cierto era que ese aire que creaba hacía que al menos tuviese un respiro y se refrescase un tanto. Pero el calor aún así continuaba siendo insoportable. Movió un tanto el vaso que tenía en una de sus manos, escuchando como los hielos chocaban entre sí y sin pensárselo le dio un sorbo más, abriendo sus labios para que un hielo se colase en su boca. Así al menos sentiría algo más de ese frío que necesitaba como fuese en un momento como aquel en el que incluso podía notar como todo su cuerpo estaba caldeado.
Miró de reojo a la rubia cortesana mientras aquel hielo refrescaba aún sus labios. Lo soltó en el vaso y sonrió de lo más divertido por aquel juego que entre los dos estaban intercambiando en ese momento. Alguno de los dos tendría que ser el primero en decir las cosas claramente porque hasta el momento no había más que insinuaciones. Curioso como de todos modos ambos parecían saber de qué estaba hablando el otro. Miró la mano que había puesto sobre su rodilla, escuchando sus palabras y sonriendo al rozar sus labios, notando que los rojizos de ella estaban algo calientes debido a la temperatura mientras que los suyos la invitaban a refrescarse de una manera incluso prohibida.
- Así es… si digo todo es todo. Si os dais cuenta, al igual que vos, yo tan solo soy un esclavo que cumple todos y cada uno de los deseos que las mujeres tienen… ¿por qué deberíais ser vos diferente a esas mujeres? - preguntó acercándose un tanto a ella, pasando sus labios por la barbilla de la chica en tan solo un fresco roce - Creo que ahora es mi turno de preguntar mi señora… porque podría cumplir todos vuestros deseos… incluso los más oscuros… ¿querríais caer en esa tentación…? -
Adonis Komadina- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/07/2011
Re: Un encuentro de compañeros (Priv.)
Le gustó el tacto de sus labios, tan fresco y excitante. Aquel juego le gustaba, le encantaba y, probablemente, le gustaba más su contrincante, uno que nunca había tenido, uno inteligente que era capaz de responderle con sutilezas cargadas de tentativas y deseo, o así lo entendía ella.
Su abanico no dejaba de moverse mientras su cabeza se ladeaba a menudo para apartar el pelo de su cuello. Inspiró una profunda bocanada de aire mientras sus ojos se fijaban en los detalles de aquel hombre tan enigmático que no podía ni creer fuera uno de sus compañeros. Era guapo, atractivo y encantador. Todas esas cualidades juntas hacían a un hombre de la alta sociedad que no tenía porque vender su cuerpo para poder comer.
En aquel local no había visto muchas mujeres dispuestas a buscar cortesanos para disfrutarlos. Estaba segura de que si ella fuera una de esas ricas mujeres que pasean con sus pomposos vestidos por las calles de París y entrara a ese local, le buscaría a él para que hiciera realidad todos sus oscuros deseos... ¿Porque ella no podría obtenerlos de él sin ser de la alta sociedad? Esa pregunta rodó por su mente inumerables veces mientras su mirada, enfocada en él, estaba perdida en sus pensamientos.
Sorprendida pestañeo un par de veces al divisar movimientos en él. Sus ojos se clavaron en él, en sus labios, mientras un escalofrío la recorría por completo por culpa de su fresco roce. Sin darse ella cuenta, la mano que sostenía el abanico había dejado de moverse con tata energía. Parecía como si todos sus sentidos se hubiera quedado embelesados ante su roce, ante su cercanía y ante sus palabras sugerentes.
Ahora, por su mente corrían dos preguntas, dos preguntas que decían lo mismo; lo deseaba y al parecer él la deseaba a ella. Respiró hondo y cerró el abanico despacio para que sus ojos se clavaran en los de él con decisión. Se humedecio los labios con la lengua dispuesta a responderle.- Como bien ha dicho yo no tengo nada diferente a ellas... quizá soy algo menos deshinivida... pero algunas también lo son. Lo único que probablemente me diferéncie de ellas es que... ellas pueden pagar sus servicios y yo... no. -Mientras su melosa voz murmura aquello con la palpable proximidad de sus labios y sintiendo el fresco aliento de él, la mano que sostenía el abanico, ahora estaba reposado sobre la barra, delineaba con las yemas de los dedos uno de sus brazos hasta llegar a su cuello y subir por este para delinear su mandíbula.
-Probablemente desee tanto caer en esa tentación como usted... o quizá más, no lo sé... -Sus palabras se fueron apagando a medida que la distancia entre ellos estaba siendo recortada por su iniciativa.En un último suspiro junto sus labios con una exquisita delicadeza. El contacto con sus labios fue la perdición más dulce y fresca que nunca había probado y cerró los ojos perdida, dejando a sus labios libre movimiento, los cuales, atraparon su labio superior.
Su abanico no dejaba de moverse mientras su cabeza se ladeaba a menudo para apartar el pelo de su cuello. Inspiró una profunda bocanada de aire mientras sus ojos se fijaban en los detalles de aquel hombre tan enigmático que no podía ni creer fuera uno de sus compañeros. Era guapo, atractivo y encantador. Todas esas cualidades juntas hacían a un hombre de la alta sociedad que no tenía porque vender su cuerpo para poder comer.
En aquel local no había visto muchas mujeres dispuestas a buscar cortesanos para disfrutarlos. Estaba segura de que si ella fuera una de esas ricas mujeres que pasean con sus pomposos vestidos por las calles de París y entrara a ese local, le buscaría a él para que hiciera realidad todos sus oscuros deseos... ¿Porque ella no podría obtenerlos de él sin ser de la alta sociedad? Esa pregunta rodó por su mente inumerables veces mientras su mirada, enfocada en él, estaba perdida en sus pensamientos.
Sorprendida pestañeo un par de veces al divisar movimientos en él. Sus ojos se clavaron en él, en sus labios, mientras un escalofrío la recorría por completo por culpa de su fresco roce. Sin darse ella cuenta, la mano que sostenía el abanico había dejado de moverse con tata energía. Parecía como si todos sus sentidos se hubiera quedado embelesados ante su roce, ante su cercanía y ante sus palabras sugerentes.
Ahora, por su mente corrían dos preguntas, dos preguntas que decían lo mismo; lo deseaba y al parecer él la deseaba a ella. Respiró hondo y cerró el abanico despacio para que sus ojos se clavaran en los de él con decisión. Se humedecio los labios con la lengua dispuesta a responderle.- Como bien ha dicho yo no tengo nada diferente a ellas... quizá soy algo menos deshinivida... pero algunas también lo son. Lo único que probablemente me diferéncie de ellas es que... ellas pueden pagar sus servicios y yo... no. -Mientras su melosa voz murmura aquello con la palpable proximidad de sus labios y sintiendo el fresco aliento de él, la mano que sostenía el abanico, ahora estaba reposado sobre la barra, delineaba con las yemas de los dedos uno de sus brazos hasta llegar a su cuello y subir por este para delinear su mandíbula.
-Probablemente desee tanto caer en esa tentación como usted... o quizá más, no lo sé... -Sus palabras se fueron apagando a medida que la distancia entre ellos estaba siendo recortada por su iniciativa.En un último suspiro junto sus labios con una exquisita delicadeza. El contacto con sus labios fue la perdición más dulce y fresca que nunca había probado y cerró los ojos perdida, dejando a sus labios libre movimiento, los cuales, atraparon su labio superior.
Elodia Gallenger Mars- Mensajes : 37
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