AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Welcome Home [Joseph]
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Welcome Home [Joseph]
Recuerdo del primer mensaje :
Un constante repiqueteo fue el causante del despertar de la bruja que, sumida en un sueño más que profundo, se deleitaba con la dureza del suelo sobre el que descansaba como si se tratara del más fino colchón de plumas. Hélène no necesitaba rodearse de lujos y sirvientes para vivir. Para la bruja aquel tétrico cementerio podía compararse con un perfecto paraíso celestial. O infernal, dada su condición de hija del demonio. Lénè era perfectamente feliz viviendo entre los restos de viejas glorias de la ciudad, teniendo por perchero estatuas de arcángeles medio derruidas y por habitación un viejo mausoleo cuya estabilidad era perfectamente dudosa.
La ausencia de luz que se colase por las rendijas que la piedra dejaba en sus juntas informó a la bruja de que era de noche, por lo que se levantó del suelo con un salto elegante. Hacía fresco, demasiado para ser verano, y un olor particular inundaba el ambiente. Un olor que no tardó en identificar como el de la tierra mojada. Llovía. Las gotitas de agua que atormentaban la tierra a su alrededor debían haber sido las causantes de que se hubiera despertado. Pero no le molestaba. A Hélène le gustaban las tormentas, la lluvia. Adoraba la sensación del agua deslizándose sobre su piel, limpiándola de restos de tierra y sangre, purificándola con su inexorable gelidez.
Cogió su viejo vestido añtaño blanco para vestirse con él, a pesar de considerar la ropa una completa estupidez, antes de salir al exterior. La luna que un par de días atrás había sido completamente redonda seguía brillando con intensidad en el firmamento, ilunimando los rostros de las estatuas paralizadas en el tiempo, a las que Hélène saludó con una reverencia como si de príncipes de carne y hueso se tratasen. Las gotas de agua comenzaron a calar la tela que la cubría y sus cabellos sueltos, mientras ella se sentaba sobre una vieja tumba a disfrutar del placer de no tener absolutamente ningún deber que cumplir.
Un constante repiqueteo fue el causante del despertar de la bruja que, sumida en un sueño más que profundo, se deleitaba con la dureza del suelo sobre el que descansaba como si se tratara del más fino colchón de plumas. Hélène no necesitaba rodearse de lujos y sirvientes para vivir. Para la bruja aquel tétrico cementerio podía compararse con un perfecto paraíso celestial. O infernal, dada su condición de hija del demonio. Lénè era perfectamente feliz viviendo entre los restos de viejas glorias de la ciudad, teniendo por perchero estatuas de arcángeles medio derruidas y por habitación un viejo mausoleo cuya estabilidad era perfectamente dudosa.
La ausencia de luz que se colase por las rendijas que la piedra dejaba en sus juntas informó a la bruja de que era de noche, por lo que se levantó del suelo con un salto elegante. Hacía fresco, demasiado para ser verano, y un olor particular inundaba el ambiente. Un olor que no tardó en identificar como el de la tierra mojada. Llovía. Las gotitas de agua que atormentaban la tierra a su alrededor debían haber sido las causantes de que se hubiera despertado. Pero no le molestaba. A Hélène le gustaban las tormentas, la lluvia. Adoraba la sensación del agua deslizándose sobre su piel, limpiándola de restos de tierra y sangre, purificándola con su inexorable gelidez.
Cogió su viejo vestido añtaño blanco para vestirse con él, a pesar de considerar la ropa una completa estupidez, antes de salir al exterior. La luna que un par de días atrás había sido completamente redonda seguía brillando con intensidad en el firmamento, ilunimando los rostros de las estatuas paralizadas en el tiempo, a las que Hélène saludó con una reverencia como si de príncipes de carne y hueso se tratasen. Las gotas de agua comenzaron a calar la tela que la cubría y sus cabellos sueltos, mientras ella se sentaba sobre una vieja tumba a disfrutar del placer de no tener absolutamente ningún deber que cumplir.
Invitado- Invitado
Re: Welcome Home [Joseph]
Esos efímeros segundos de placer que Joseph le estaba regalando no tardaron en esfumarse a una velocidad vertiginosa mientas el vampiro absorbía las última gotas de sangre que el físico de Lénè soportaría perder. Sintió como sus colmillos se retiraban de la herida que desgarraba su piel, y ante el cese del contacto el dolor la golpeó de manera repentina como si de una ráfaga de aire huracanado se tratase. Ahora que él ya no la estaba tocando su mente había vuelto a la realidad, y ahora que no se encontraba en ese idílico paraíso de sangre y placer era mucho más realista. No podía ver la herida, pero sentía cómo ésta sangraba a pesar de que los dientes del vampiro ya no la perforaban, por lo que cogió sin rechistar el trozo de tela que Joseph le tendía. Lo apretó contra la herida lamentando por un instante que tan exquisita tela se tiñera del carmesí de su sangre a semejante velocidad. Lénè no solía apreciar las cosas materiales, pero si admiraba la belleza, y la ropa de las personas de clase alte solía ser preciosa.
Mientras sujetaba el trozo de camisa contra la herida, se giró para fijar la mirada en el vampiro. Éste se había recostado contra una cruz, tenso y en guardia. La sangre que adornaba sus labios y su piel pálida en general le aportaba un toque de oscuridad que lo hacía asemejarse a un ángel caído del cielo, venido a menos a ojos de Dios por cometer todos y cada uno de los pecados capitales. La mirada oceánica de la bruja siguió deleitandose con la irrepetible imagen que se mostraba ante sus ojos, todavía extasiada por el momento que habían compartido, hasta que él alzó la mirada de nuevo para observarla - Nunca he estado mejor - susurró, haciendo caso omiso a la debilidad que estaba embargándola por momentos.
Se mantuvo en silencio mientras algo en él parecía cambiar, obserando cada pequeño detalle de su anatomía en un intento de discernir qué pasaba por la mente de aquel hombre. La sangre que había bebido de ella parecía revitalizarlo, dotarlo de una seguridad que nunca había visto en él hasta el momento. El color de su piel e incluso el de sus ojos, ahora del color reluciente de los rubies, estaba cambiando. Su aspecto ahora era má saludable, más sano incluso. Más atrayente si eso era posible. Lo observó acercarse a ella con una sonrisa radiante que dejaba sus dientes al descubierto, todavía con ligeras manchas de sangre en ellos. La respiración de la bruja todavía estaba acelerada, y su mano aún sujetaba el trozo de tela contra la herida palpitante de su cuello. Dolía, pero no le importaba. Se sentía débil y vacía en cierto modo, pero no le importaba. Solo le importaba él en esos momentos. No pudo evitar ponerse de puntillas para deslizar su lengua cerca de la comisura de los perfectos labios del vampiro, limpiando los restos de su propia sangre.
Mientras sujetaba el trozo de camisa contra la herida, se giró para fijar la mirada en el vampiro. Éste se había recostado contra una cruz, tenso y en guardia. La sangre que adornaba sus labios y su piel pálida en general le aportaba un toque de oscuridad que lo hacía asemejarse a un ángel caído del cielo, venido a menos a ojos de Dios por cometer todos y cada uno de los pecados capitales. La mirada oceánica de la bruja siguió deleitandose con la irrepetible imagen que se mostraba ante sus ojos, todavía extasiada por el momento que habían compartido, hasta que él alzó la mirada de nuevo para observarla - Nunca he estado mejor - susurró, haciendo caso omiso a la debilidad que estaba embargándola por momentos.
Se mantuvo en silencio mientras algo en él parecía cambiar, obserando cada pequeño detalle de su anatomía en un intento de discernir qué pasaba por la mente de aquel hombre. La sangre que había bebido de ella parecía revitalizarlo, dotarlo de una seguridad que nunca había visto en él hasta el momento. El color de su piel e incluso el de sus ojos, ahora del color reluciente de los rubies, estaba cambiando. Su aspecto ahora era má saludable, más sano incluso. Más atrayente si eso era posible. Lo observó acercarse a ella con una sonrisa radiante que dejaba sus dientes al descubierto, todavía con ligeras manchas de sangre en ellos. La respiración de la bruja todavía estaba acelerada, y su mano aún sujetaba el trozo de tela contra la herida palpitante de su cuello. Dolía, pero no le importaba. Se sentía débil y vacía en cierto modo, pero no le importaba. Solo le importaba él en esos momentos. No pudo evitar ponerse de puntillas para deslizar su lengua cerca de la comisura de los perfectos labios del vampiro, limpiando los restos de su propia sangre.
Invitado- Invitado
Re: Welcome Home [Joseph]
Sonreí agradecido al escucharla. Saber que se encontraba bien era el mejor estímulo que había recibido -obviando el del sabor y la fortaleza de su sangre-. La observé inclinarse sobre sus puntillas, bajo la tormenta que ahora había cesado en rayos y relámpagos. Ahora sólo un manto de lluvia nos calaba los huesos y pegaba más nuestras ropas al cuerpo. Nuestros cabellos estaban adheridos a nuestra piel goteante. La observé fijamente cuando sus ojos quedaron a pocos centímetros de mí, pudiendo ver en ellos la hermosura y la calidez de la humanidad. Su lengua se movió entorno a mi comisura, sintiendo como agarraba esa aguada sangre de mis labios. Yo no pude más que sonreír y rodeé su cintura, pegándome a ella y haciendo inevitable el beso que tanto había deseado. Mi rostro se ladeó hacia la derecha, mis ojos se entrecerraron y mi otra mano -ya que la otra sujetaba su cintura- se situó tras su pesada melena y la pegó más a mi rostro, con miedo de que me abandonase en tal precioso momento. La lluvia nos bañaba con dulzura, notaba la humedad rezumar de mis zapatos y como mis pantalones pesaban un par de kilos más por culpa del agua.
Pese a todos esos malditos detalles que harían que el beso fuese una molestia más que un momento placentero pude disfrutarlo. Fue mi primer beso en casi trescientos años y podía sentir como sus fríos labios fundían la roca de los míos y como su aliento daba en mi boca un nuevo significado a la palabra eternidad. Ahora la veía como un regalo más que como una maldición.
Hundí mis dedos en las raíces de su cabello, ladeé un poco más la cabeza hacia la otra dirección y despegué en múltiples ocasiones nuestros labios para que el aire pudiese entrar en los pulmones de Hélène y así poder seguir todo el tiempo del mundo. Todo el tiempo que la bruja quisiese. Nunca pensé que los labios de una chica que vivía en un cementerio, rodeada de putrefacción y muerte, pudiesen saber tan bien. Eran tan tiernos, tan frescos, tan humanos, que podía decir que sólo ese beso me había robado el marchito corazón que descansaba inmóvil en mi pecho. Sólo con ese beso ya era suyo para siempre. Me entregaba a sus deseos si éso me daba la posibilidad de volver a besarla, de volver a sentir ese frío calor en mi cuerpo. Mi sangre hervía de pasión o de deseo por su sangre. Evité el contacto con nuestras lenguas pues si su lengua era demasiado juguetona podía cortarse con mis caninos y entonces ese beso no sería romántico sino más bien un acto de alimentación que no deseaba experimentar. Ya tenía suficiente -si eso podía ser- de su sangre por hoy.
Pese a todos esos malditos detalles que harían que el beso fuese una molestia más que un momento placentero pude disfrutarlo. Fue mi primer beso en casi trescientos años y podía sentir como sus fríos labios fundían la roca de los míos y como su aliento daba en mi boca un nuevo significado a la palabra eternidad. Ahora la veía como un regalo más que como una maldición.
Hundí mis dedos en las raíces de su cabello, ladeé un poco más la cabeza hacia la otra dirección y despegué en múltiples ocasiones nuestros labios para que el aire pudiese entrar en los pulmones de Hélène y así poder seguir todo el tiempo del mundo. Todo el tiempo que la bruja quisiese. Nunca pensé que los labios de una chica que vivía en un cementerio, rodeada de putrefacción y muerte, pudiesen saber tan bien. Eran tan tiernos, tan frescos, tan humanos, que podía decir que sólo ese beso me había robado el marchito corazón que descansaba inmóvil en mi pecho. Sólo con ese beso ya era suyo para siempre. Me entregaba a sus deseos si éso me daba la posibilidad de volver a besarla, de volver a sentir ese frío calor en mi cuerpo. Mi sangre hervía de pasión o de deseo por su sangre. Evité el contacto con nuestras lenguas pues si su lengua era demasiado juguetona podía cortarse con mis caninos y entonces ese beso no sería romántico sino más bien un acto de alimentación que no deseaba experimentar. Ya tenía suficiente -si eso podía ser- de su sangre por hoy.
Invitado- Invitado
Re: Welcome Home [Joseph]
La mirada de Lénè se perdió de nuevo en la eterna oscuridad de los ojos de él, que ahora estaban iluminados por una intensa luz carmesí , una luz que dejaría en ridículo a cualquier estrella del universo si éstas pretendieran rivalizar con los ojos del vampiro. El sabor de su propia sangre disuelta en gotas de lluvia se mezcló con el frío intenso que la piel de Joseph transmitía, y los labios de la bruja se curvaron cuando él cercó su cintura con un brazo para atraerla contra su cuerpo. No era un cuerpo cálido ni mucho menos, pero frialdad era lo único que no provocaba en Hélène, que no dudó en estrecharse contra él todo lo posible para sentirlo más cerca todavía si quedaba alguna posibilidad.
El notar los labios de Joseph contra los suyos era lo segundo mejor que había vivido esa noche. O tal vez lo primero. No podía decidir si había deseado más ese beso o el excitante mordisco de minutos antes. La boca del vampiro buscó la suya mientras ladeaba el rostro para mayor comodidad de ambos. Con la mano que no rodeaba su cintura acercó su cabeza más a él, como si temiera que pudiera intentar separarse. Temores estúpidos de manera más que evidente. Ella no era la presa que huía del cazador, sino la que ib a a buscarlo deseosa de él. Aunque tal vez el tampoco fuera el cazador. Quizás no sólo deseaba su sangre.
Los labios de la bruja volaron sobre los del vampiro con lentitud y paciencia, deleitándose con cada roce, con cada caricia de éstos. Y no sólo era su boca la que volaba, sino algo más profundo en ella. Algo en su interior que la hacía temblar entre los brazos de Joseph y que no tenía que ver en absoluto con la falta de sagnre en sus venas. Ya ni siquiera notaba su piel fría, cuyo hielo se había fundido momentáneamente por obra de ese beso. Quería que él fuera el fuego que calentase su cuerpo todas y cada una de las noches de tormenta, pero debía interrumpir ese juego de labios durante intermitentes intervalos para recuperar el aliento.
Finalmente se separó de sus labios con un último mordisco juguetón en el inferior de él, abriendo los ojos para buscar su mirada escarlata. Seguía pegada a él por completo, con la respiración acelerada y las mejillas teñidas de un leve color rosado a pesar del frío que deería sentir por la lluvia que pegaba a su cuerpo fino vestido blanco que llevaba. No sabía qué decir. No sabía que pensar. Su mente daba vueltas a velocidades vertiginosas en una supernova de emociones y pensamientos que no podía clasificar. Solo sabía que no quería separarse de su vampiro, por lo que colocó una mano sobre su hombro, acariciando con suavidad la piel de su cuello marmóreo.
El notar los labios de Joseph contra los suyos era lo segundo mejor que había vivido esa noche. O tal vez lo primero. No podía decidir si había deseado más ese beso o el excitante mordisco de minutos antes. La boca del vampiro buscó la suya mientras ladeaba el rostro para mayor comodidad de ambos. Con la mano que no rodeaba su cintura acercó su cabeza más a él, como si temiera que pudiera intentar separarse. Temores estúpidos de manera más que evidente. Ella no era la presa que huía del cazador, sino la que ib a a buscarlo deseosa de él. Aunque tal vez el tampoco fuera el cazador. Quizás no sólo deseaba su sangre.
Los labios de la bruja volaron sobre los del vampiro con lentitud y paciencia, deleitándose con cada roce, con cada caricia de éstos. Y no sólo era su boca la que volaba, sino algo más profundo en ella. Algo en su interior que la hacía temblar entre los brazos de Joseph y que no tenía que ver en absoluto con la falta de sagnre en sus venas. Ya ni siquiera notaba su piel fría, cuyo hielo se había fundido momentáneamente por obra de ese beso. Quería que él fuera el fuego que calentase su cuerpo todas y cada una de las noches de tormenta, pero debía interrumpir ese juego de labios durante intermitentes intervalos para recuperar el aliento.
Finalmente se separó de sus labios con un último mordisco juguetón en el inferior de él, abriendo los ojos para buscar su mirada escarlata. Seguía pegada a él por completo, con la respiración acelerada y las mejillas teñidas de un leve color rosado a pesar del frío que deería sentir por la lluvia que pegaba a su cuerpo fino vestido blanco que llevaba. No sabía qué decir. No sabía que pensar. Su mente daba vueltas a velocidades vertiginosas en una supernova de emociones y pensamientos que no podía clasificar. Solo sabía que no quería separarse de su vampiro, por lo que colocó una mano sobre su hombro, acariciando con suavidad la piel de su cuello marmóreo.
Invitado- Invitado
Re: Welcome Home [Joseph]
Sus labios se separaron de los míos con lentitud. Clavé mis ojos en ella, me la quedé mirando sonriente, observando sus ojos azules intensos como el cielo de mediatarde, repletos de esa perfección absoluta que hacían que me quedase prendado de ella. De su mirada. De sus labios. De sus caricias. Necesitaba todavía sentir sus manos por todo mi cuerpo, necesitaba tenerla tan cerca que el frío de la lluvia no nos molestase. ¿Y qué hacíamos en medio de una tormenta si teníamos a menos de tres metros el enorme mausoleo de la familia de la que una vez fui miembro?
Agarré fuertemente la mano de Lénè, llevándola con premura hacia la cripta que despedía un brillo dorado suave. El viento se había colado en el lugar y había apagado las primeras velas.
Me introduje através del marco de metal rectangular de la entrada y cerré la puerta tras de mí con algo de esfuerzo ante la fuerza del viento. Bajé una palanca que se encontraba abajo de la entrada, introduciéndola en una hendidura circular y profunda del suelo de la estancia.
Ahora las puertas estaba selladas. Me giré hacia Lénè y sonreí. Mi mirada iba volviendo a su tono verde normal. Pero aún preservaba el brillo rubí que me caracterizaba como neófito. Ahora mis ojos eran de un color berenjena que no definiría como "erótico" "bello" "atrayente" o "interesante" sino más bien como "patético" "divertido" u "horripilante". Pero aún así me daba igual. La mirada oceánica de mi bruja me curaba de todos mis males.
Caminé hacia ella sintiendo el efecto secundario de la falta de sangre que era la pesadez de las piernas y brazos. Gracias a dios llegué frente al cuerpo de la chica que me había otorgado el alimento que me fortalecía y alcé con lentitud y pesadez un brazo para apartar de nuevo esos mechones que, rebeldes, se seguían pegando a su hermoso rostro.
-Y eso que al principio repetía que no pensaba tocarte el cuello...
Murmuré con sorna mientras acababa de apartar sus mechones de delante de sus ojos y mejillas. Sonreí y de las comisuras de los labios, al moverse, cayeron pequeñas gotas que descendieron hasta mi barbilla y se perdieron en el suelo de piedra de ese mausoleo. Observé la herida de su cuello, la cual no tenía el mejor aspecto del mundo. Morada, con dos pequeños orificios oscurecidos y con ramificaciones de venas azules entorno a dichos orificios.
-Lo siento.
Me disculpé mientras rezaba para que mis piernas aguantasen erguidas hasta que tuviese una excusa para ir a recostarme contra una pared o para sentarme encima de una tumba de piedra.
Agarré fuertemente la mano de Lénè, llevándola con premura hacia la cripta que despedía un brillo dorado suave. El viento se había colado en el lugar y había apagado las primeras velas.
Me introduje através del marco de metal rectangular de la entrada y cerré la puerta tras de mí con algo de esfuerzo ante la fuerza del viento. Bajé una palanca que se encontraba abajo de la entrada, introduciéndola en una hendidura circular y profunda del suelo de la estancia.
Ahora las puertas estaba selladas. Me giré hacia Lénè y sonreí. Mi mirada iba volviendo a su tono verde normal. Pero aún preservaba el brillo rubí que me caracterizaba como neófito. Ahora mis ojos eran de un color berenjena que no definiría como "erótico" "bello" "atrayente" o "interesante" sino más bien como "patético" "divertido" u "horripilante". Pero aún así me daba igual. La mirada oceánica de mi bruja me curaba de todos mis males.
Caminé hacia ella sintiendo el efecto secundario de la falta de sangre que era la pesadez de las piernas y brazos. Gracias a dios llegué frente al cuerpo de la chica que me había otorgado el alimento que me fortalecía y alcé con lentitud y pesadez un brazo para apartar de nuevo esos mechones que, rebeldes, se seguían pegando a su hermoso rostro.
-Y eso que al principio repetía que no pensaba tocarte el cuello...
Murmuré con sorna mientras acababa de apartar sus mechones de delante de sus ojos y mejillas. Sonreí y de las comisuras de los labios, al moverse, cayeron pequeñas gotas que descendieron hasta mi barbilla y se perdieron en el suelo de piedra de ese mausoleo. Observé la herida de su cuello, la cual no tenía el mejor aspecto del mundo. Morada, con dos pequeños orificios oscurecidos y con ramificaciones de venas azules entorno a dichos orificios.
-Lo siento.
Me disculpé mientras rezaba para que mis piernas aguantasen erguidas hasta que tuviese una excusa para ir a recostarme contra una pared o para sentarme encima de una tumba de piedra.
Invitado- Invitado
Re: Welcome Home [Joseph]
La mano de Léne se vió envuelta por los dedos de él para ser arrastrada de nuevo a ese mausoleo donde el agua de lluvia no podía molestarlos. El viento había hecho de las suyas apagando casi todas las velas que hasta el momento habían iluminado la estancia, y ahora las sombras danzaban contra las paredes y el suelo de la desgastada piedra en un baile que les daba la bienvenida a la oscuridad cada vez más acuciante. La tormenta parecía haber remitido y ya no se escuchaban truenos en la lejanía ni los rayos surcaban el cielo.
La bruja se mantuvo completamente inmóvil mientras Joseph cerraba la puerta del mausoleo, provocando que una risita hiciera vibrar su pecho - Nadie va a venir a vernos - el matiz burlón de la voz de Lénè se vió amplificado por el rebote del sonido en las paredes de piedra. No creía que hubiera persona en el mundo que quisiera encontrarse con un vampiro y una bruja en mitad de un cementerio con una tormenta sobre sus cabezas. La sola idea podía provocar escalofríos en cualquier humano, por mucho que para Hélène fuese simpemente perfecta.
Sus ojos no se separaron de él en ningún momento, analizando cada detalle de su anatomía como siempre hacía, aunque ahora con más profundidad si cabía. Acabó por fijar la mirada en sus ojos, que ahora tenían un incierto color violáceo dado que estaban a medio camino entre su tono normal y el rubí sanguíneo de minutos antes. Además el vampiro mostraba indicios de una debilidad de la que Lénè no era consciente.
El comentario de Joseph amplificó la sonrisa que adornaba sus labios - Te avisé, no podrás negarlo - la bruja se encogió de hombros para acto seguido cruzar los brazos sobre su pecho, no en un gesto a la defensiva sino por el simple hecho de que allí dentro también hacía frío. Un dolor punzante y contínuo le impedía olvidarse de la herida que tenía en el cuello, que había dejado de ser placentera en el momento que Joseph había apartado sus labios de ella. Efectos secundarios de ser mordida. Tampoco podía quejarse. Negó con la cabeza mientras él apartaba el cabello que luchaba por tapar su rostro - Tú no lo sientes, yo tampoco - frunció el ceño cuando los signos de debilidad en él se hicieron más evidentes, lo que le hizo percatarse de que ella misma se encontraba en un estado parecido. Pero a ella le habían succionado la sangre y a Joseph no, por lo que no sabía si eso era normal - ¿Estás bien? - Ladeó la cabeza a un lado con un evidente brillo de preocupación en la mirada mientras alzaba una mano para acariciar su mejilla con lentitud.
La bruja se mantuvo completamente inmóvil mientras Joseph cerraba la puerta del mausoleo, provocando que una risita hiciera vibrar su pecho - Nadie va a venir a vernos - el matiz burlón de la voz de Lénè se vió amplificado por el rebote del sonido en las paredes de piedra. No creía que hubiera persona en el mundo que quisiera encontrarse con un vampiro y una bruja en mitad de un cementerio con una tormenta sobre sus cabezas. La sola idea podía provocar escalofríos en cualquier humano, por mucho que para Hélène fuese simpemente perfecta.
Sus ojos no se separaron de él en ningún momento, analizando cada detalle de su anatomía como siempre hacía, aunque ahora con más profundidad si cabía. Acabó por fijar la mirada en sus ojos, que ahora tenían un incierto color violáceo dado que estaban a medio camino entre su tono normal y el rubí sanguíneo de minutos antes. Además el vampiro mostraba indicios de una debilidad de la que Lénè no era consciente.
El comentario de Joseph amplificó la sonrisa que adornaba sus labios - Te avisé, no podrás negarlo - la bruja se encogió de hombros para acto seguido cruzar los brazos sobre su pecho, no en un gesto a la defensiva sino por el simple hecho de que allí dentro también hacía frío. Un dolor punzante y contínuo le impedía olvidarse de la herida que tenía en el cuello, que había dejado de ser placentera en el momento que Joseph había apartado sus labios de ella. Efectos secundarios de ser mordida. Tampoco podía quejarse. Negó con la cabeza mientras él apartaba el cabello que luchaba por tapar su rostro - Tú no lo sientes, yo tampoco - frunció el ceño cuando los signos de debilidad en él se hicieron más evidentes, lo que le hizo percatarse de que ella misma se encontraba en un estado parecido. Pero a ella le habían succionado la sangre y a Joseph no, por lo que no sabía si eso era normal - ¿Estás bien? - Ladeó la cabeza a un lado con un evidente brillo de preocupación en la mirada mientras alzaba una mano para acariciar su mejilla con lentitud.
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Re: Welcome Home [Joseph]
Me reí al escuchar su comentario después de cerrar los portones de acero. Negué con la cabeza mientras caminaba hacia ella.
-Lo hago para no sentir como se abre cada dos por tres. Me resulta estresante.
Murmuré con sinceridad pues ese sonido de golpeteo de viento contra la puerta entreabierta, el chirriar de las bisagras desengrasadas a cada soplo de viento y el bailar moribuno de la luz anaranjada de las velas lograría que acabase perdiendo los nervios en un momento donde lo único que deseaba era tranqulizarme, abrazar a mi bruja y fundirme si se podía en un abrazo eterno con esa mujer tan perfecta que, gracias a ella, había logrado volver a saborear una sangre tan dulce y espesa como la de mi hermana. Sólo que en este caso la culpa sobre su muerte no recaía sobre mis hombros. Y éso lo agradecía, pues beber de alguien y no matar a ese alguien era un paso enorme para un vampiro. Y más para mí. Ahora estaba unido a esa bruja sin marchitar su humanidad. Ahora era de mi posesión hasta que decidiese marcharse. Y aún haciéndolo en mis recuerdos quedaría siempre ese sabor metálico y frutal de su sabor. El tacto frío y húmedo de su piel y la sensación de succionar no la vida sino de entregar amor y sentimiento a una mujer que luego podría devolvérmelo todo en un dulce beso bajo la lluvia.
Al escuchar su pregunta alcé una ceja. Me encontraba bien, algo débil por sentir como el organismo absorvía esa sangre y le sabía a poco. Sabía que mi organismo necesitaba por lo menos un litro de sangre para sentirse vivo de nuevo y lo que había tomado de Lénè no era ni la mitad. Pero no la iba a preocupar. Asentí, no necesitaba saber nada para que luego me viniese entregando su muñeca o su cuello para poder beber un poco más y acabar de fortalecerme. No. Me acerqué al escalón de un sarcófago y me senté recostando mis brazos contra mis rodillas. Introduje mi cabeza entre mis piernas y noté como todo me daba vueltas. La sangre deseaba ser expulsada de mi organismo pues era mejor estar sin que estar con insuficiencia pero si la expulsaba sabía que ahí sí tendría que beber bastante de mi compañera y no pensaba hacer éso por ningún motivo. Pero mi organismo no pensaba igual. Notaba el líquido ascender por mi garganta. Mi boca empezó a saberme a metal y tuve que limpiarme el sudor de mi frente.
-Estoy bien sólo que... los vampiros somos como un puto crío. Nunca tenemos suficiente y... me está costando que mi cuerpo acepte la poca sangre que te he robado.
Murmuré finalmente pues estaba tan débil, tan concentrado en no vomitar, que no podía inventarme una excusa. Un "no" sería más sencillo cuando me propusiera su sangre que inventarme toda una historia para convencerla de que mi estado actual se debía a vete a saber qué. Odiaba mi naturaleza. Ahora sí que la odiaba pues temía que Hélène me viese como un maldito asesino que nunca tiene suficiente de la sangre. No sabía si mi bruja estaba recuperada, si todavía se sentía debil o qué, pero si todavía estaba algo baja de fuerzas, si todavía se veía superada por el mordisco que la había proporcionado minutos atrás, no podría volver a morderla. Se podría desmayar por la pérdida de sangre y me pondría histérico. Tenía que pensar... pensar y evitar vomitar. Era todo tan complicado...
-Lo hago para no sentir como se abre cada dos por tres. Me resulta estresante.
Murmuré con sinceridad pues ese sonido de golpeteo de viento contra la puerta entreabierta, el chirriar de las bisagras desengrasadas a cada soplo de viento y el bailar moribuno de la luz anaranjada de las velas lograría que acabase perdiendo los nervios en un momento donde lo único que deseaba era tranqulizarme, abrazar a mi bruja y fundirme si se podía en un abrazo eterno con esa mujer tan perfecta que, gracias a ella, había logrado volver a saborear una sangre tan dulce y espesa como la de mi hermana. Sólo que en este caso la culpa sobre su muerte no recaía sobre mis hombros. Y éso lo agradecía, pues beber de alguien y no matar a ese alguien era un paso enorme para un vampiro. Y más para mí. Ahora estaba unido a esa bruja sin marchitar su humanidad. Ahora era de mi posesión hasta que decidiese marcharse. Y aún haciéndolo en mis recuerdos quedaría siempre ese sabor metálico y frutal de su sabor. El tacto frío y húmedo de su piel y la sensación de succionar no la vida sino de entregar amor y sentimiento a una mujer que luego podría devolvérmelo todo en un dulce beso bajo la lluvia.
Al escuchar su pregunta alcé una ceja. Me encontraba bien, algo débil por sentir como el organismo absorvía esa sangre y le sabía a poco. Sabía que mi organismo necesitaba por lo menos un litro de sangre para sentirse vivo de nuevo y lo que había tomado de Lénè no era ni la mitad. Pero no la iba a preocupar. Asentí, no necesitaba saber nada para que luego me viniese entregando su muñeca o su cuello para poder beber un poco más y acabar de fortalecerme. No. Me acerqué al escalón de un sarcófago y me senté recostando mis brazos contra mis rodillas. Introduje mi cabeza entre mis piernas y noté como todo me daba vueltas. La sangre deseaba ser expulsada de mi organismo pues era mejor estar sin que estar con insuficiencia pero si la expulsaba sabía que ahí sí tendría que beber bastante de mi compañera y no pensaba hacer éso por ningún motivo. Pero mi organismo no pensaba igual. Notaba el líquido ascender por mi garganta. Mi boca empezó a saberme a metal y tuve que limpiarme el sudor de mi frente.
-Estoy bien sólo que... los vampiros somos como un puto crío. Nunca tenemos suficiente y... me está costando que mi cuerpo acepte la poca sangre que te he robado.
Murmuré finalmente pues estaba tan débil, tan concentrado en no vomitar, que no podía inventarme una excusa. Un "no" sería más sencillo cuando me propusiera su sangre que inventarme toda una historia para convencerla de que mi estado actual se debía a vete a saber qué. Odiaba mi naturaleza. Ahora sí que la odiaba pues temía que Hélène me viese como un maldito asesino que nunca tiene suficiente de la sangre. No sabía si mi bruja estaba recuperada, si todavía se sentía debil o qué, pero si todavía estaba algo baja de fuerzas, si todavía se veía superada por el mordisco que la había proporcionado minutos atrás, no podría volver a morderla. Se podría desmayar por la pérdida de sangre y me pondría histérico. Tenía que pensar... pensar y evitar vomitar. Era todo tan complicado...
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