Sayuri Nakazawa

-Nombre del Personaje: Sayuri Nakazawa

-Edad: 200 años (real) / 17-18 (aparenta)

-Especie: Vampiro

-Tipo y Clase Social: Alta

-Orientación Sexual: Heterosexual

-Lugar de Origen: Japón

-Habilidad/Poder:
- Agilidad y reflejos sobrehumanos: Habilidad para moverse con más soltura por un sitio, utilizando brazos y piernas reaccionando más rápido que un humano normal.
- Sentidos aumentados: Aumento de percepción en los sentidos de la vista, el olfato, el gusto, el tacto y la audición.
- Sanación acelerada: Habilidad para curar rápidamente de cualquier lesión. El tiempo de recuperación varía según el personaje.
- Telepatía: Habilidad para comunicarse mentalmente con otros, rompiendo las barreras de la distancia. Leer las mentes de los demás.

-Descripción Física:

Spoiler:

-Descripción Psicológica:

Sayuri Nakazawa posee una personalidad única para los que suelen ser de su especie. En tiempos pasados, cuando era humana, tenía idéntica personalidad a la vampírica, sólo que esta última había sido invadida por los aires parisinos y aristocráticos característicos de esas zonas entre las que se movía: la clase alta. Posee un carácter sereno, el cual a veces, cuando se mezcla con sus irritaciones o iracundas reacciones puede resultar aterrador y frío. Normalmente suele comportarse de forma amable, sin olvidar de no privar a los demás de una traviesa y coqueta sonrisa, o un amable y despreocupado gesto con su mano. Es bastante cercana y le gusta estar en contacto con su círculo de conocidos a menudo, por lo que suele asistir a fiestas y presentaciones. Ama tanto la compañía como la soledad, y se adapta a cualquier tipo de situación con indiferente facilidad. En ocasiones es consumida por el terror de que se conozca que es vampiro en realidad, e, incluso, llega a caer en la desesperación.

-Historia:

Japón, período Edo. 19 de Junio de 1582. Jueves lluvioso. Las gotas de lluvia golpeaban el techado de la casa del jefe de la aldea, el Samurái Nakazawa, diestro en la katana tanto como en el arco. Los caballos relinchaban nerviosos mientras el llanto de un bebé se alzaba en el aire. El jefe se abrió paso entre los que rezaban frente a su puerta y se adentró en la casa sin preocuparse de empapar el tatami, que hacía las veces de suelo. Descorrió la puerta y observó la escena ante sí. Se hizo al suelo, hincando sus rodillas y reverenció a su esposa, fallecida durante el parto de su primera hija, y la que sería la última. Había muerto haciendo honor a su función, y había regalado a su esposo una niña, a la que él la llamó Sayuri, el nombre cuyos significados eran “floración del cerezo” y “pequeña samurái”. Desde ese día, su futuro se encontraba sellado. Debería regir la aldea en el momento en el cual encontrase a un hombre a sus diecisiete años.
Creció la niña en un ambiente de guerra, de entrenamientos, de frialdad, dureza, disciplina y sangre. Las guerras contra las otras aldeas se sucedían a menudo. Ella había sido entrenada en el arte de cuidar de la casa y en el arte de la defensa, tanto física como mental. Pronto no tardó en hacer acopio de su talento, igual que el de su padre, haciendo honor al uso de la katana, las artes marciales y el arco; así como en la caligrafía y en la ceremonia del té. El día en el que cumplió diecisiete años, tras ser ataviada con un hermoso kimono de cándido color blanco, símbolo de su virginidad, la entregaron a su esposo: Akira Hideyoshi, el hijo de la mano derecha de su padre. Ella, obediente, acatando su destino, tal y como la habían enseñado, y una vez que los dejaron solos, se tendió sobre su futón y esperó con paciencia a su marido, mostrando parte de su piel bajo aquel kimono y bajo su pureza infantil. Sin embargo, su nuevo marido no hizo nada, deshonrando así ella a su familia. No obstante, al año siguiente, al tener dieciocho años, Hideyoshi sufrió un ataque violento y dura fiebre, quedando en cama durante tres días enteros al regresar de una batalla. Pasados tres días y tres noches enteras, sorprendió a Sayuri, derribándola sobre el tatami y, presa del miedo, ésta, al no poder defenderse y creer que por fin honraría a su padre con un hijo, permitió el acto de su marido, sin sospechar. Pero, mientras se lamentaba del dolor en sus rodillas, él se acercó a su cuello y de repente mordió de forma ruda aquella zona de su cuerpo, comenzando a succionar su sangre, bebiéndose su vida. Después de esa noche, Hideyoshi desapareció, y Sayuri cayó gravemente enferma.
Todos creían que moriría, pero no fue así, sino que la encerraron al descubrir que se trataba de un monstruo. Así permaneció, hasta que su padre, el día de su muerte la mandó llamar para despedirse, ordenando a su hija que continuara viviendo, que viera el futuro del mundo, y que luchara por sus seres queridos. Que cuidara de su pueblo. Ella lo tomó al pie de la letra, pero los aldeanos la desterraron, y fue tras las sombras donde pudo ver cómo Japón cambiaba, cómo era remodelado por los occidentales, por todos los extranjeros que iban infectándolo. Al menos, eso pensaba al principio. Comenzó después a olvidarse de sus prejuicios antiguos y comenzó una nueva vida, una vida ciudadana, aceptando a todas las razas tal y como eran. Decidida a no seguir viendo cómo cubrían la tumba de su padre con nuevos edificios, se trasladó a París.
Débil al no poder alimentarse, vagaba por las calles sin sentido. Una noche, tras haber perdido el control y haber bebido indiscriminadamente de un vagabundo borracho, se dejó caer frente a una mansión. Al día siguiente, una anciana se encontraba frente a ella. Era adinerada sin duda alguna. Con una sonrisa amable, preguntándole su edad al verla tan indefensa y joven, Sayuri respondió que no lo sabía, y la buena mujer la acogió en su casa, adoptándola como hija de la familia Monsivais, permitiendo, sin embargo, que conservase su apellido oriental. Su marido y ella cuidaron de la chica con cariño, sin saber nunca que se trataba de una vampiresa y que, cada noche se hacía a las calles para beber de algún vagabundo o algún borracho. Al morir los señores de la casa, primero él y luego ella, la familia Hanari, los sirvientes de los Monsivais, fueron enviados a otra familia, a la de la hermana de la fallecida. Sin embargo, el hijo de los sirvientes, Keitaro, era demasiado pequeño para realizar ese viaje, y sus padres no pudieron llevarlo consigo, así que lo dejaron al cuidado de Sayuri. Ella, a escondidas de la sociedad le procuró una buena educación, enseñándolo a leer y a escribir, nociones de música, geografía, ciencias, literatura y filosofía. A partir de ese día, siguen viviendo juntos en la mansión Monsivais, en París.


-Datos Extras

Al convertirse en vampiro no perdió el gusto por cierta comida humana: los dulces, que, siendo preparados por ella o bien comprados, devora sin pensar. Es gran amante de la lectura y los conocimientos, y apasionada de la escritura y la música. Le gusta jugar mucho con la gente debido a su actitud traviesa, y le disgusta tener que llevar vestidos pomposos a todas partes. Cuando se siente incómoda o debe revelar algo importante, evade normalmente los asuntos con una invitación a chocolate caliente o unos pastelillos en París.