Anarquía y libertad (Libre)

Humanidad, esa palabra seguía rondando en mi cabeza todo el tiempo. La sociedad en si ya no existía como antes. No había gobierno ni leyes que impidieran hacer lo que uno deseara, la libertad era ambigua, pues era correr o morir a manos de rebeldes. El Apocalipsis había llegado a los humanos, pues solo la naturaleza se beneficiaba con nuestra perdida de poder. Las ciudades estaban casi despobladas. Los rascacielos estaban inundados de musgo y las plantas penetraban el concreto y el acero. El lugar se había convertido en nada más que ruinas de lo que una vez el hombre había construido con tanto orgullo, aunque debo admitir que el silencio era agradable, las aves por fin cantaban, y se podía escuchar el sonido del viento moviendo las hojas.

Yo solía usar ropa ajustada, nada de color, de esa forma podía moverme fácil, con agilidad, si alguien llegaba a atacarme y al mismo tiempo moverme rápido sin ser vista de un lugar a otro. No tenia hogar, no era seguro quedarse en un lugar por mucho tiempo si no querías ser encontrado por rebeldes extremistas, esas personas que solo disfrutan de matar gente sin ninguna razón aparente.
Prefería alimentarme de ellos cuando estuvieran dormidos, mas fácil y menos energía mal gastada. Aunque eran difíciles de encontrar, de vez en cuando cazaba ciervos que se encontraban en las calles y devoraba su sangre, pero solo en situaciones extremas cuando no encontraba algún humano para matarle. Quien diría que habría escasez de humanos cuando un día llegaron a sobre poblar el planeta.

Esa noche, me encontraba escuchando una grabación de la novena sinfonía de beethoven, me encontraba en la azotea de un rascacielos, por lo que podía escuchar la radio a un volumen normal sin correr el riesgo de ser escuchada. Antes de terminar escuchaba como una voz de un hombre interrumpía la frecuencia entremezclándose con la canción, se podía escuchar que hablaba de una ciudad costera del otro lado del país, decía como era una ciudad segura y vigilada por militares, donde los refugiados podían llegar y sentirse seguros del exterior. Parecía un lugar utópico donde las personas podían vivir tranquilas.

Tome lo necesario en mi mochila, unos cuantos cambios, primeros auxilios y alimentos para tomar camino hacia aquel lugar. –Bien, mas vale que valga la pena- Pensaba en mi cabeza mientras me alejaba de la ciudad para tomar la autopista caminando, pues era el único medio sigiloso en el que se podía andar.
Las calles se dejaban ver agrietadas una encima de otra, mientras los puentes derrumbados formaban parte del panorama. La luna y las estrellas eran mis únicas acompañantes, pues alumbraban bien el camino. Tenia que caminar rápido y encontrar un refugio antes de que amaneciera, si no quería que el sol me matara. Pude notar algo que me había llamado la atención a la orilla de la autopista, era una mascara de gas, se notaba que aun servia por lo que decidí ponérmela, de este modo seria mas difícil de identificar.