Que te van a comer la cara..[Priv]

Recuerdo del primer mensaje :

El primer domingo del mes era siempre algo digno de ver. Las calles abarrotadas de gente de todas las clases estaban allí, el ruido era ensordecedor, la cantidad de puesto era aun más asombroso. Las amplias plazas del mercado estaban tan a reventar de gente que no se podía pasar sin rozarse con alguien. Había todo tipo de puestos, aunque siempre por zonas, separados en distintos rangos de precio y calidad, aunque eso no impedía que todo el mundo pasease alrededor y observara, aunque algunos no pudieran permitírselo y para otros eran productos muy por debajo de su estatus.

Entre aquella algarabía había músicos, que animaban el lugar, los ladrones, por supuesto, no podían faltar y tampoco la gente que llevaba demasiados trastos encima y que apenas podían acarrear con ellos. Una muchacha de cabellos oscuros y esbelta figura no era diferente, se afanaba por estirarse e intentar alcanzar una brazada de hierbas secas que colgaban de una de las tiendas que pertenecían a los gitanos, de sobra conocido que eran los más entendidos en este tipo de productos.

Una manaza apareció con lentitud, dando sombra a la mujer, antes de alcanzar aquel ramo de unas plantas que él ni siquiera conocía. Corbin le bajó el ramillete seco y excesivamente aromático para su gusto, pero qué sabía él de esas cosas. El hombre llevaba consigo un propio fardo de cosas a la espalda, pero nada que ver con flores ni nada por el estilo.

A veces se sentía como un auténtico imbécil, con esos libros infantiles o sencillos, pero había perdido la vergüenza con esa mujer, sabía por instinto que Aletheia no se burlaría de él por ser un ignorante. Ojeó por encima las páginas del libro, para empezar no le pareció mal. ¿Debería contarle también lo de los sueños? Claro que no eran agradables y no se sentía orgulloso, pero cuando los tenía sentía cierta plenitud, cierta tranquilidad, como si una parte de él quisiera realmente convertirse en la bestia que descuartizaba gente y se la comía como si fueran corderos. Por supuesto, tan rápidamente como se despertaba, perdía el gusto por lo que hacía y se sentía terriblemente culpable.- Me basta con saber si tengo algo o no, para estar prevenido o fiarme de mis instintos, por lo menos, aunque tuviera un poder devastador dudo mucho que en mis manos sirviese para mucho.- Sonrió, guardándose el libro.

Se despidió un par de pastas y una taza de té después. Dejó a Aletheia sola con su embarazo durante varios días. Intentaba estudiar, pensar, sobre todo. No se le daba mal indagar sobre sí mismo, a decir verdad tenía un conocimiento basto sobre su propia persona, llevaba muchos años abstrayéndose y al menos para eso le había servido. Al volver, tenía alguna que otra noticia para la bruja. Dejó el libro en la mesa del té, había apuntado algunas palabras, que no conseguía pronunciar o aquellas que no entendía qué eran, pero lo importante era otra cosa.- He notado que..Si me concentro..Si..Me esfuerzo mucho, puedo notar los deseos de la gente, es casi como si los escuchara, la mayoría de las veces son cosas que ocultan, que se guardan para ellos. No siempre es claro y depende mucho de la persona..Pero..Creo que puedo sentirlo..De alguna forma. Creo que ahí pone que es empatía.

Corbin prestaba atención, nunca había sido el más listo de la clase pero por su profesión sabía escuchar incluso cosas que no le interesaban en absoluto, como quería empaparse de toda la información que Aletheia pudiera darle no se perdía ni una sola sílaba y estaba totalmente interesado, hasta que mencionó a Stein. Bajó un momento la mirada, incómodo, tenía que empezar a olvidarse de todo aquello o jamás podría superarlo. Al ver el té lo cogió con alegría, a ver si con su calor conseguía derretir el frío que se había instalado en su pecho. Después de un generoso trago miró de nuevo a la bruja, no pensaba consultar con Ackerman pero ella no tenía por qué saberlo. Prefería mantener las distancias, últimamente la relación estaba muy complicada y tampoco quería aburrir a Aletheia con sus cosas y menos de amoríos, que bastante tenía ella con el suyo.

- De momento no me ha ocurrido lo segundo, puedo intuir lo que los demás sienten o desean, pero nunca me ha afectado..Más de lo normal, después de todo..Ya sabes cómo soy.- Podía sentir más o menos lástima por la gente, incluso repulsión, pero dado su trabajo nunca se había permitido exteriorizarlo, la parte de no dejar que el resto del mundo le afecte tanto la tenía dominada, hasta que Faith se coló antes de poder impedirlo.- Me harías un favor si consigues esos libros. Ya no se ni cómo pagarte tanta amabilidad, Ale.- Se acercó y desplegó una hoja, había empezado a escribir y su letra era irregular, con un trazo muy poco decidido, pero legible. Repasaba con un diccionario lo que escribía de modo que a veces había tachones y correcciones o apuntes a los lados sobre cómo se pronunciaba una u otra palabra.- Con las compuestas me hago un lío, pero creo que desde que aprendí a usar el diccionario avanzo más rápido.

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A pesar de que sus reuniones para el té de la tarde ya eran básicamente una rutina, Corbin no apareció durante unas cuantas semanas, ni siquiera se presentó a trabajar, cosa que era también harto extraña. Su vida había dado un giro tremendo, al final aquella incomodidad que se había sembrado en su vida amorosa, había desembocado en lo que venía siendo evidente desde el principio. En definitiva, él sobraba y aquello le había sumido en una profunda tristeza, justo cuando empezaba a levantar cabeza, tenía la sensación de que alguien le estaba vigilando continuamente y de pronto se encontró con visitas de las autoridades, haciéndole preguntas extrañas como dónde estuvo, qué hacía, cómo salió del burdel y qué sabía sobre las muertes y desmembramientos que asolaban París desde hacía unas semanas. Por supuesto, Corbin no tenía ni puñetera idea de qué le hablaban, salvo para visitar a Aletheia, no salía de la mansión de Erline para nada.

Los interrogatorios fueron cada vez más exhaustivos, convencidos de que él tenía algo que ver, había testigos que aseguraban haberle vestido en diferentes escenas truculentas y él no tenía nada que decir al respecto, salvo que estaba en el jardín con sus flores. Llegó un momento, en el que solo respondía lo mismo, que él no sabía nada, completamente hecho trizas. Nadie iba a echarle de menos de todas formas y él tampoco temía a la muerte, así que se abandonó a la desesperanza y no intentó salir de la situación.

Navegaba entre la inconsciencia y las respuestas automáticas, no sabía ni lo que decía, ni qué era real ni parte de su sueño. Veía al lobo rojo que ya conocía tan bien de sus pesadillas, los gritos de fondo y hasta paladeaba el sabor de la sangre mientras la bestia tronchaba huesos y se divertía. Escuchaba gritos cerca de él, pero tampoco era extraño, no era al único que intentaban sonsacar información, pero si era la primera vez que escuchaba eco, que olía por una parte lo que el lobo rojo olía y por un momento se vió a sí mismo, colgado de una de las muñecas del techo y el otro hombro dislocado, como un amasijo de carne amoratada, suelo, sudor y a saber qué más por el suelo. Ya no sabía quién era el lobo y quién él. Notaba una respiración ronca y agitada contra la cara, abrió los ojos para entrever la silueta enorme y oscura, al principio borrosa, de nuevo la respiración contra su cara y la visión se le fue acomodando. ¿El lobo rojo? ¿Así se veía el lobo rojo en el que se convertía en sus pesadillas? ¿Seguía soñando?

No llegó a saber qué más ocurría, lo siguiente que recordaba era el bosque, el frío y a alguien rugiendo que no tenía permitido morir, que no iba a ser el único desgraciado, que lo había tenido fácil, que tampoco iba a dejarle ser feliz. ¿Eso era a él? Ni que hubiera sido feliz alguna vez. Bueno, tal vez podía rememorar una o dos veces. El hombre que tenía delante rugió y le golpeó de nuevo, ya había perdido la cuenta, ni lo sentía. Le gritó que le mirase cogiéndole de la mandíbula y lo hizo, pero se vio a sí mismo. Si ese hombre era él...¿Quién era Corbin?

Reconocía el camino a duras penas, el que le llevaba a la casa de Aletheia, cómo podía caminar, por qué estaba vivo y qué estaba pasando no tenía ni idea. Caminaba por inercia, hasta que llegó al porche de la señorita Brutus. No le dio tiempo a tocar la puerta, al menos no con el puño. Se había acercado a hacerlo, como había hecho durante todos esos días, pero su cuerpo había reconocido que estaba al fin en un lugar seguro y se desplomó hacia delante. Si no echó la puerta abajo con el peso muerto fue porque los goznes estaban muy bien clavados.

No era capaz de hablar, mientras entraba en la casa de Aletheia todavía estaba intentando entender su situación, el dolor se entremezclaba con el sopor, tal vez era tan grande el destrozo que sufría su cuerpo que su cerebro no era capaz de asimilarlo. Siempre había tenido esa resistencia, su cuerpo soportaba desde que era niño una cantidad exagerada de dolor, pero esto iba mucho más allá. Aletheia conocía bien la anatomía humana, sabía que el bulto que su camisa ensangrentada dejaba entrever era una costilla fuera de sitio, que su rodilla izquierda estaba en un ángulo extraño, su hombro también dislocado, varios dedos rotos y ni qué decir del rostro, que no parecía ni él, alguien se había quedado a gusto.

Al sentarse en el sofá, el grandullón todavía estaba sin habla, su cabeza daba vueltas a la situación, al licántropo que le había dicho que no iban a matarle a no ser que fuera él, no estaba para razonar lo sucedido, estaba muy confundido y perdido. Cerró los ojos un instante y se intentó llevar las manos a la cabeza, como si eso pudiera poner en orden lo sucedido, por suerte una vez había dejado de primar la supervivencia, ya no pudo moverse más. Aun navegaba entre la consciencia y el sueño profundo, pero Aletheia se merecía una explicación. Abrió los ojos con pesadez para mirarla.- Lo siento..No sabía a dónde ir.- Sus ojos se desviaron hacia el inminente panzurrón y apretó los labios.-..No debería estar aquí.

Solo traería problemas a la bruja, la policía seguramente le estaría buscando y ahora sabía que su hermano no iba a dejarle vivir. Empezó a incorporarse, muy despacio, parecía increíble que aun tuviera la voluntad si quiera de pestañear, pero aun y con esas estaba intentando salir por donde había venido y pensar que había traído problemas a la bruja, cuando ya tenía los suyos propios..Y que estaba en un momento muy delicado de su vida, no necesitaba sobresaltos, ni esfuerzos.

El grandullón se debatía en esos momentos en proteger a Aletheia de la mejor manera, irse o no le estaba carcomiendo por dentro, pero decidió que no quería que la bruja se excediera en nada, debería estar en reposo y no allí arriesgándose por él. Podía curarle e irse cuanto antes, para causar el menor contratiempo posible. Estaba a punto de caer inconsciente, porque la cantidad de sangre que había perdido y que estaba perdiendo no era moco de pavo, sin embargo, el dolor que la morena le provocaba con el fin de curarle, le mantenía aun con la mente despierta. Aguantaba las curas sin quejarse y eso que recordaba muy pocas cosas peores que devolver huesos a su lugar original, aun así solo bufaba y se tensaba, apretando los dientes pero sin soltar ni una sola queja.

Cuando todo terminó estaba terriblemente agotado, incluso para discutir.- Ale..Sería mejor..Irme. - O al menos que le dejara en el cobertizo, si alguien hablaba sobre sus visitas a la mujer acabarían allí y  le traería problemas, tenía que decirle que la policía le buscaba.- La policía, vendrá. - Dijo, medio balbuceando, notó que le forzaban a ponerse en pie, no era la bruja, pero por miedo a que pudiera ser ella hizo un último acopio de fuerzas para hacerlo él mismo y seguir prácticamente a ciegas al hombre que le guiaba hasta la habitación. Apenas llegó a la cama, porque se derrumbó en ella y cerró los ojos, cayendo finalmente en un profundo sueño no deseado.

Ese estado recordaba mucho al de su hermano, Uryan caía también en él cuando se le pasaba la adrenalina al perder completamente la cabeza. Solo que sus heridas sanaban solas, las de Corbin no.

Despertó bastantes horas después, casi un día entero dormido y sin dar mayores señales de vida que la respiración pausada y los latidos lentos del corazón. Se encontraba en una habitación, pero no recordaba haber llegado hasta allí, miró a su alrededor confuso, pero el olor lo reconoció en seguida. La casa de Ale tenía ese olor, esa sensación a hogar que no había sentido en ninguna otra parte. Miró a su alrededor buscando a la bruja, tenía que contarle qué había pasado o le iba a estallar la cabeza.- ¿Aletheia?

No conocía tan profundamente la historia de Aletheia, tal vez porque tampoco él quería contar su vida retomándose años, no era una etapa que le agradase rememorar, al no ser para nada cercano en ese sentido no se sentía nunca con derecho a preguntar. De modo que cuando se fue espabilando, los mismos miedos que tuvo al acostarse volvieron, poniéndose nervioso, pensando que si aparecían podría dañar a la bruja y eso sería lo último que él quisiera.- Ale..Yo…-Apenas notaba que esa fuera su voz, estaba muy cascado como si no tuviera fuerzas ni para vocalizar como tocaba.

La mujer no le dejaba hablar o lo mismo era la seguridad con lo que hacía todo en su vida. Hizo una mueca de dolor pero finalmente aceptó la bebida ahorrándose el comentario de que habría bebido seguramente cosas mucho más empalagosas que la miel. No sabía qué era, tampoco preguntó, estaba más enfocado en acabar con todo eso para poder poner orden en su cabeza, en su vida o en su locura. Se intentó incorporar, pero en cuanto hizo un movimiento ligero con los hombros para ponerse sentado un chasquido de huesos le hizo clavarse de nuevo en la cama y apretar los dientes con tal de no soltar un grito.

Tuvo que esperar unos minutos, para poder recuperar un poco de las fuerzas.- Aletheia estoy volviéndome loco..Estaba preso, intentaban interrogarme..Ya no se ni de qué. Sobre personas que habían matado..Yo no las había visto..O no en persona, eran las personas que veía en mis sueños..Te los comenté, ¿Alguna vez? Los sueños en los que destrozaba gente..Me las comía..-Se estremeció.- ¿Lo hice?- Ya ni se acordaba de si lo había contado o no, pero era un detalle importante para intentar darle un sentido a lo que estaba ocurriendo.

¿No se lo había contado nunca? Tal vez porque eran sueños horrorosos, en los que él para colmo, no se sentía mal, pudiera parecerle una atrocidad, pero dentro de sus sueños podía hacer lo que quisiera sin hacer daño a nadie, o esa era la teoría. Luego se sentía mal cuando se daba cuenta de que pese a lo atroz que pudiera llegar a ser una pesadilla nunca lo eran, siempre se sentía bien, descargando su ira con el mundo, le daba igual quiénes fueran pero por un momento podía devolver un poquito del sufrimiento que él había vivido, su personalidad le impedía sentirse orgulloso de ese sentimiento, así se que culpaba por sentir esa satisfacción, de tener esos impulsos escondidos en lo más profundo de su deseo, el poder devolver aunque fuera uno solo de todos los golpes que había recibido en su vida. Pero hablar de ello..Era harina de otro costal, qué pensaría una mujer tan buena como Aletheia de él si le contaba todo eso..

No podía imaginarse con quién podría tener una conexión así, con la única persona era Aveline, pero no..Él había visto frente a él el mismo objeto de sus pesadillas, al protagonista con piel de lobo solo que en vez de ser él mismo lo tenía en frente, solo recordarlo bastaba para volverse loco. Empezaba a angustiarse, no estaba apenas escuchando a la bruja, qué le importaba a él quién hubiera entrado en la manada, si él no pertenecía a ella, pero en cuanto escuchó el apellido se le paró el corazón. Se quedó inerte unos segundos, como si fuera un cuadro, hasta que se incorporó de la cama hasta sentarse, los huesos le crujieron y la cabeza le pitaba en advertencia pero eso no bastó para dejarle postrado.- ¿Lockwood?..-¿Era su padre..? ¿Un hermano? No, un hermano era imposible. No tenía un hermano, no lo recordaba, su madre nunca le había mencionado. Empezó a temblar y como un autómata apartó las mantas de su cuerpo y se movió hasta poner los pies sobre el suelo. No debería estar ni consciente, pero algo le estaba impidiendo quedarse ahí tirado. Tenía la expresión de alguien que estaba a punto de hiperventilar.- Uryan Lockwood.- Empezaba a tener sentido, fuera quien fuese, si estaba en la manada era por motivos obvios y él siempre veía un lobo. Se puso en pie y empezó a andar, como si estuviera perdido.

Seguro que Aletheia le estaba diciendo que se detuviera, que se sentara, pero Corbin no escuchaba ni veía nada, su cabeza iba a mil por hora intentando hilar lo escuchado. Tenía un pariente, vivo, que era un hombre lobo..Y que le hacía ver todo eso que hacía. ¿Lo hacía de verdad? ¿Se lo imaginaba? ¡Por qué mostrárselo! Empezó a marearse. ¿Todo eso que vio era real? ¿Eran imaginaciones? ¿Por qué lo hacía..? ¿Cómo tenía un pariente? Quién era..Le iba a estallar la cabeza. Primero le vino una arcada y empezó a vomitar, apenas fue un esputo, la mayoría del brebaje dulzón que Aletheia le había dado y acto seguido se desmayó.

Corbin había tenido una inconsciencia intranquila, se movía presa del pánico en la cama, sacudiéndose o gritando de vez en cuando, hasta que finalmente todo se detuvo y al parecer las pesadillas, o más bien, los sueños, desaparecieron. Todo en su cabeza empezaba a hilarse, tenía recuerdos de su madre llorando y cuando le preguntaba por qué, ella respondía con agresividad, rebuscando en sus recuerdos, consiguió enfocar lo que su madre tenía en las manos además de una botella de fuerte alcohol: Era una caja, cuyo interior no podía vislumbrar desde ahí. La habitación con buhardilla si que podía reconocerla, a la perfección, estuvo viviendo muchos años allí, justo antes de que su madre perdiera lo poco que le quedaba de ese nombre y dejara a Corbin con el que sería su primer cliente, no recordaba qué pasó ese día, pero seguramente fuese una situación que por propia preservación su mente había borrado deliberadamente.

Abrió los ojos con lentitud, todo su cuerpo bombeaba y gritaba de dolor, pero no estaba en posición de quejarse, no pudo evitarlo, al escuchar la voz de Aletheia se sintió traicionado. Le había mentido, ¿Desde hacía cuánto lo sabía ella? ¿No se le ocurrió nunca contarle que tenía un hermano? Un hermano loco, nada más y nada menos, un hermano caníbal. Solo pensar que él había disfrutado del sabor de la carne a través de Uryan, que había disfrutado con cada asesinato, con cada caza, porque a su hermano lo que más le gustaba eran los gritos, el sonido de los huesos crujiendo, del sabor de la sangre cuando todavía el corazón latía, pero a él le había gustado más la persecución, sentir el pavor de la gente a la que él perseguía y se reía, se había reído por dentro.- Oh, Dios…-Se llevó las manos a la cabeza cuando notó las lágrimas rodando por la cabeza.- Soy un monstruo...Dios mío, soy un monstruo.- Estaba al borde del colapso.

No sabía si escuchar a Aletheia o no, pero era lo único que le anclaba a él en la realidad. Primero fue lo que sentía por Ave y ahora su amistad con ella, que le parecía todo mentira..¿Había fingido todo también? La bruja..Pensaba que era su amiga.-...Me has estado mintiendo, todo este tiempo.- Cerró los ojos y cogió aire. No podía razonar en esos momentos y poco a poco se incorporó de la cama. Miró fijamente hacia sus piernas y se levantó, en busca de su ropa.- Tengo que..Tengo que salir de aquí.- Necesitaba alejarse, pensar..Razonar y tranquilizarse. Alejarse de todo y de todos. Ver a Aveline había sido un golpe durísimo, la policía, ahora su única y mejor amiga, un hermano que se cebaba con él. Necesitaba huir.- Debo irme.- Dijo, sin más, apenas se atrevía a mirar a Aletheia a los ojos porque muy a pesar de todo le dolía mucho lo ocurrido, quería lanzarse a sus brazos, descansar en ellos y buscar un poco de consuelo, pero no sabía muy bien cómo superar la rabia que ahora mismo sentía.- Estaré..Estaré en contacto.- Se vistió sin molestarse en ponerse los zapatos. No debería estar en pie, ni siquiera moviéndose, pero esta vez la tristeza le hacía inmune al dolor físico, su mente estaba colapsada.

-No te he estado mintiendo, pero no me correspondía a mí hablar contigo de esto, sino a Uryan. Si te lo he dicho yo es porque veo que te está haciendo daño.

Desde luego, pensaba tener una larga conversación con Uryan cuando encontrara el momento. Pero el lobo rojo no estaba tampoco en la situación más propicia para una conversación de ese calibre. Estaba demasiado hundido y algo le decía que se debía a la marcha repentina de Esthia.

-Corbin, por favor, quédate. Habla conmigo.
Casi era una súplica, pero la idea de verle marchar así de destrozado le encogía el corazón. Se sintió culpable por no haberle dicho la verdad desde un principio. Pero seguía convencida de que no era decisión suya, sino de Uryan. Y Uryan era un miembro de su manada…

Era extraño pensar así, en ella misma como la compañera del líder de un grupo de hombres lobos. Tanto les había temido y ahora vivía rodeada de ellos. Y ellos la protegían y respetaban como si de algo sagrado se tratase. Nadie en el bosque osaba gruñirle, salvo Leif. Se había ganado el respeto y el cariño de aquellas criaturas que, ahora que los conocía desde dentro, se le antojaban maravillosas. Hasta ese entonces sólo había conocido el terror que podían provocar, pero ahora veía que la mayoría eran nobles y leales, que se respetaban y se cuidaban entre ellos en la manada. Y estaba orgullosa de formar parte de ella.

Aunque eso hubiera implicado el ocultarle algo a un buen hombre y un mejor amigo. Aunque era necesario. Quizás ahora que Uryan había conocido la tranquilidad y la dulzura que Esthia aportaba a su vida, quizás si eso conseguía suavizar la amargura de su corazón, aunque el lobo blanco ya no estuviese, quizás pudiera haber una oportunidad para los hermanos Lockwood.

Por el momento, entendió que lo mejor era dejar marchar a Corbin, que necesitaba estar solo y asimilar sus palabras, que cuando se sintiera preparado, ella estaría allí para él.
-Busca a Esthia, Corbin. Ahí está la luz de este oscuro túnel.

Tal vez la bruja tuviera razón, pero le había visto torturado muchas veces, aun así..Aunque en el fondo supiera que no tenía motivos para enfadarse con ella, que realmente estaba enfadado consigo mismo y con nadie más, no estaba preparado para asumir esa responsabilidad. Necesitaba alejarse, porque no podía más, su caparazón se había roto y ahora sentía demasiadas cosas, demasiadas y demasiado malas.- Hubiera preferido no sentir nada.- Era triste pero cierto y lo dijo al aire, más que para Aletheia, pero notó la preocupación en su amiga. Se puso las botas, pero no se marchó inmediatamente.

Miró a la mujer, notando que ella misma lidiaba con sus propios problemas. Si Uryan significaba tanto para ella, solo podía imaginarse lo difícil que habría sido mantener a los dos separados, aunque al parecer él era el único que no se había enterado de nada, como siempre. Por supuesto, no entendía el rencor de Uryan hacia él, no sabía qué podía haberle hecho para que se cebara de aquella manera, porque era evidente por lo que ocurrió en las celdas, que se hacía dueño de su desgracia y su hermano se sentía completamente orgulloso de ser el responsable de sus pesadillas.

Cerró los ojos y se pasó ambas manos por el cabello como siempre hacía cuando se sentía perdido, cansado y abrumado. Miró nuevamente a Aletheia y cerró los ojos. Asintió con la cabeza, dispuesto a no perderse por culpa de la traición, pensaría en la posición de Ale cuando pudiera, pero en ese momento no se sentía capaz de ponerse en el pellejo de nadie, por una vez no quería, quería culparles a todos, rechazarles como habían hecho con él.- ¿Dónde lo encuentro..?- Porque no tenía ni por dónde empezar, solo esperaba que fuera lejos, lejos de París, lejos de francia.

No se imaginaba ni un solo día más allí, tendría que hablar con su jefa, eso desde luego, dejar las cosas en orden allí, pero en cuanto se vio lejos de allí su carga se fue aligerando inmediatamente, no sabía qué haría para sobrevivir, se negaba a vender su cuerpo nuevamente, pero si eso era necesario para huir del dolor, no le importaría hacerlo. Tenía la sensación de que nada le importaba ya..Que él mismo no importaba una mierda, quería dejar de sentir, quería dejar de sufrir. Tal vez la mejor opción para él fuera desaparecer, encerrarse en alguna montaña o en un desierto, lejos de todo y de todos, lejos del dolor.

-No lo sé. Realmente no lo sé. Desapareció sin decir a dónde iba, dejando la manada sin explicación, sin despedirse, ni siquiera de mí o de Leif.

Estaba preocupada por Esthia también. Era dulce y cariñoso y se había ganado su puesto en la manada en seguida. Tenía la plena confianza de ambos alfas y la forma en la que se había marchado la había dejado con la mosca tras la oreja. Quería saber que estaba bien, quería que volviera a la manada si así lo deseaba. Y sabía que sería bueno para Uryan recuperar su presencia alrededor. Uryan era una espada forjada a golpes, mellada, bañada en sangre, dispuesta a matar a la mínima. Esthia era la vaina que lo volvía inofensivo y que podía liberar su parte más letal.

-Sé que se marchó hacia el norte, porque es hacia allí donde perdimos su rastro. Sé que viaja más que con lo puesto y apenas tiene dinero, así que seguramente esté durmiendo al raso o dando tumbos de empleo en el empleo para sobrevivir. O haya vuelto a las peleas clandestinas.

Necesitaba reunir los pedazos de alma que se le habían escapado, no sabía si realmente había conseguido tener todos de vuelta, pero uno de ellos fue la lógica, la creación de un plan de acción, si tenía algo que hacer, una especie de "misión", entonces no tendría que preocuparse por nada más. Ni por su hermano, ni por Ave, ni por Aletheia no por nadie. Se preocuparía por Esthia, aunque tal vez necesitase un tiempo escondido lejos de la mirada de la policía que seguramente le tendrían en el punto de mira después de lo ocurrido en las celdas..Y eso si solo eran policías, no quería ni imaginarse lo que pasaría si en vez de humanos fueran cazadores expertos los que ahora fueran tras los hermanos Lockwood. Hermanos..Se le atascaba la palabra en la lengua, como si fuera incapaz de pronunciarla. ¿Se podía llamar hermano a alguien que te destrozaba la vida? Tendría que hacerle preguntas primero, muchas..Si es que se atrevía.

-...¿Cómo es? Será difícil, pero tal vez si hay algo que pueda destacar además de su nombre..¿No tenía amigos? ¿Familia? ¿Un lugar a donde volver?- Él huía en esos momentos, pero si hubiera pensado en esconderse en la propia París habría ido a sus conocidos, tal vez a la arpía de seda, alguien con contactos que pudiera enterrarle. No entendía qué había pasado entre su hermano y Esthia, pero si debía recorrer medio mundo para encontrarle y que así su hermano le dejase en paz, pues eso haría, dudaba mucho que lo convenciera para entregarse él mismo a la policía, pero si les veían a la vez..Lo mismo las autoridades se daban cuenta de que habían capturado al hermano equivocado..Aunque con librarse de la policía realmente le bastaba.

Poco a poco fue entrando en razón, tendría mucho tiempo en la búsqueda y captura de Esthia para indagar y darle vueltas a su vida y a la existencia de Uryan, de plantearse su propia vida mientras intentaba librarse de un peso que no le correspondía, lo triste era que ni siquiera se sentía del todo libre de pecado, porque había disfrutado cada caza y cada muerte, algo que le hacía sentir el ser más miserable del mundo. Miró una vez más a Aletheia, esperando obtener de ella toda información posible.- ¿Sabes al menos su apellido..?

Había pocas cosas que recoger, realmente, si Esthia se había ido con lo puesto tal vez él podría hacer lo propio, ahora que lo pensaba volver a su puesto de trabajo era un tanto arriesgado y no quería meter en problemas tampoco a su jefa, que era la que mejor se había portado con él con diferencia..bueno..Exceptuando Aletheia, hasta ahora. Quería odiar a alguein por todo, quería descargar su rencor y su confusión en la bruja...Pero al mirarla sabía que no podía hacer algo como eso, ¿Qué culpa podría tener ella...? Corbin cerró los ojos con fuerza y se acercó a la mujer, apoyó las manoes en sus mejillas e inclinó la cabeza hasta colocar su frente con la suya.-..¿Me puedo llevar uno de tus libros..?- Estaba al borde del llanto, pero era demasiado fuerte como para hacerlo en esos momentos. Tenía la sensación de no poder volver jamás..Tal vez era lo mejor.

-Esthia tiene familia en Grecia. En Lesbos. Pero dudo que se dirija hacia allí. No estoy segura es sólo una suposición, pero creo que no quiere alejarse tanto de Uryan.

En ese tiempo, había hablado mucho con el lobo blanco, porque tenia un carácter alegre y fácil de tratar y porque era mucho más sencillo llegar a un acuerdo con él que dejar que Uryan y Leif se entendieran por sus propios medios. Y veía en sus ojos que lo que sentía por el lobo rojo era tan grande como lo que sentía ella por el pirata. Al principio le costó comprenderlo, por su propia educación moral, pero luego se dijo a sí misma que, si ella podía querer a un hombre como Leif, Esthia bien podía no querer a una mujer.

Era su manada, su familia. Y eso era más importante que los convencionalismos sociales. Así que acabó por aceptar el tipo de relación que tenían aquellos dos y a verlos como lo que eran, sus pretorianos, sus betas más cercanos.

-Vikórida. Su apellido es Vikórida. No es difícil seguir el rastro a un apellido así, no es muy común en Francia. Y sí, puedes llevarte el libro que quieras.
Sonrió. Dejarle un libro era como pedirle sin palabras que regresase. Tenía la excusa de devolverlo. Por supuesto, a la hechicera le preocupaba más perder a Corbin que cualquiera de los tomos de su biblioteca, pero respetaría su decisión.